Zachary VS El Gimnasio
Tercera entrega. Zac descubre algo que le quema por dentro, pero una buena sesión de gym siempre ayuda
Tras ese primer encuentro con Carlos nos dimos nuestros números de teléfono móvil para poder mantenernos en contacto mediante mensajería. Siempre que Carlos empezaba a enviar mensajes era antes de media noche y todas las conversaciones derivaban a sexo a raíz de frases que él escribía. Que si estaba cachondo, que le había gustado mucho lo que habíamos hecho, que estaba deseando que llegara el próximo lunes para disfrutar de mi boquita, que si tenía ganas de tomar su leche caliente, etc. Y cuando empezábamos no podía evitar terminar masturbándome. Eso si, apenas sabia nada de él, cada vez que le preguntaba que como estaba o como le había ido el día lo único que recibía era un mensaje diciendo que estaba bien, ni si quiera me preguntaba como estaba yo. Pero no le di demasiadas vueltas, pensé que él era así, más reservado.
Cuando nos veíamos en las clases que no coincidían que después había patio (Que esto solo ocurría los lunes) nos echábamos miradas y yo me quedaba embobado mirando su bulto. Inventándome excusas para poder acercarme a él. Si nos veíamos por los pasillos, Carlos iba acompañado de Juan (Mi tutor individual), los dos se llevaban muy bien y a veces este ultimo me hacia participar en la conversación, mientras que el de química apenas hablaba si yo estaba. Cosa que me extrañaba, pero me lo tomé como que estaba disimulando. Había días en que ambos coincidían en que tenían guardia de patio, que consistía en vigilar el recreo. Esos días me quedaba con ellos, recuerdo verlos salir con sus bocadillos, yo acercarme y Juan me pasaba el brazo por encima de los hombros mientras caminábamos hasta la puerta del muro que rodeaba el patio, una vez allí se paraban y empezábamos a hablar o simplemente los escuchaba. Aunque esas conversaciones eran trivialidades y nada personal.
Así paso la primera semana hasta que volvió a llegar el lunes. Como la primera vez, Carlos se acercó a la puerta y la cerró con llave. Se le notaba cansado, lo único que hizo fue bajarse los pantalones y los calzoncillos a la vez, sentándose en la silla del profesor de piernas abiertas. Su miembro que estaba cubierto por el pellejo apuntaba al techo y palpitaba dando pequeños saltos. A diferencia de la primera vez, se le veía mas aseado, pero en ese otoño que se negaba a abandonar el verano, todos sudábamos y su olor característico a hombre allí estaba pues seguramente se habría duchado el domingo por la noche.
Sobraron las palabras, sabia lo que Carlos quería y yo se lo iba a dar. Arrodillándome saboreé el glande con la lengua y bajé su piel con los labios. Le oía suspirar de placer y murmurar palabras como “ Que bien lo haces ”. Lo miré mientras me tragaba su miembro y vi que estaba sentado con las manos tras nuca, abierto de piernas y su cabeza la tenia hacía atrás con los ojos cerrados. Al rato sus huevos peludos empezaron a subir pegándose al tronco y él empezó a llevar el ritmo de la mamada. Sabía que le quedaba poco por como gemía y por lo dura que la tenía. En un último embiste con ambas manos me hizo tragar todo lo que pudiera de su falo y empezó a regarme tanto la garganta como la boca de ese espeso liquido blanco. No me dejó ni me pregunto si quería, aun así estaba yo tan cachondo que tragué sin rechistar y me masturbe como el que más. Estuve un buen rato con su rabo en la boca hasta que se recuperó y bajó la presión de sus manos liberándome.
Tras este segundo encuentro empecé a sentirme cada vez más atraído por él. No sabia lo que era, si era amor, si era solo atracción, no lo sabía. Lo único que tenia claro es que quería pasar estar cada día con él. Pese a que realmente nuestro único momento era media hora de patio los lunes y por su parte no veía intención de ir más allá.
Pasaron un par de semanas, donde ocurrió lo mismo. Me había convertido en su mamón fijo, seguía sin saber nada de él y me reconocí a mi mismo que estaba enamorado. Fue el viernes de la cuarta semana, cuando Carlos me abrió chat para decir guarradas que supe algo más de él.
C- ¿Que tal mamoncete?**
C- La tengo durísima**
Z- Carlos, ¿Puedo preguntarte algo?**
C- jajaja miedo me das**
Z- ¿Por que no quieres quedar conmigo fuera de clase? Jajaja**
C- Emoticono de mono sorprendido**
C- Zac va, no digas tonterías jajaja**
Z- Quiero saberlo, tengo ganas de verte fuera de clase Emoticono de cara sonrojada****
Lo había visto porque así lo indicaba la aplicación, pero tardó más de un cuarto de hora en contestar.
C- Tengo novia desde hace tres años y por eso no nos podemos ver fuera de clase.**
Cuando me llegó el mensaje me quedé helado, no sabía que pensar no sabia que contestar, me dolía el pecho, se me retorcía el estomago. Había estado engañando a su chica conmigo, pero Carlos no lo veía así, como no hubo penetración, no hubo infidelidad y por eso nunca habíamos ido mas allá de la mamada. Me sentía culpable y muy mal por ella, esa mujer que no conocía de nada y de la cual sentía mucha pena.
Esta vez fui yo el que tarde en contestar, estaba pensativo y mis sentimientos iban desde la culpa, la tristeza y hasta los celos hacia ella. Pero no tenia nada que ver en este juego, yo solo había disfrutado de ese momento y ahora por preguntar me moría de la pena.
C- ¿Hola? Emoticono de carita sorprendidaEmoticono de luna negra mirando de reojo jajaja
Z- Ah vale
Sí, “ Ah vale ” fue lo único que se me ocurrió contestar, mientras mis lagrimas caían por mis mejillas. No quería empezar una discusión, cualquier discusión solo serviría para perderle y no tenía derecho a echarle nada en cara. ¿Que le iba a decir? ¿Que por que no me había dicho que tenía novia? Tampoco había preguntado, así que me tuve que callar. Tuve que tener ese pensamiento egoísta para no dejar de tener esos encuentros que aunque me empezarían cada vez a hacer más daño, era lo que me daba la vida.
Pasé un fin de semana muy malo encerrado en casa sin dejar de leer una y otra vez esa conversación, pero tenia esperanzas en el lunes para volverlo a ver, pese a que no sabía si iba a ser capaz de mirarle a la cara. Pero llegó el lunes y pasó como siempre, aunque Carlos, tras descargar, me dijo que me notaba extraño y yo le tuve que mentir diciéndole que me encontraba un poco mal.
Tras salir de clase pensé que tenía suerte de empezar el gimnasio ese mismo lunes y no tener que estar en casa comiéndome la cabeza. Y es que hacía un par de semanas que me había vuelvo a apuntar a mis antiguas clases de defensa personal. Decisión que tomé cuando al salir de la ducha me miré al espejo y me noté que ya no estaba fibrado como antes. Mi tableta de chocolate se empezaba a deshacer y no me notaba tan fuerte. Reconozco que cuando veía porno me daba envidia al ver a esos hombres con barba, pelo en pecho y altos que tanto me gustaban, pues yo era todo lo contrarío, un chico lampiño, al que no le crecía apenas barba, con la cara aniñada y bajito. Eso sí, no era amanerado. Mis amigas me decían que era el pasivo perfecto y que tenía buen culo. A lo que yo me reía, pues si a mi me gustaban los hombres mas masculinos, yo creía que no iba a gustar.
Llegué al gimnasio, que era bastante pequeño, y nada mas entrar me invadió ese olor característico que se disimulaba con un ambientador de limón. A mi derecha tenía la secretaría y la izquierda unas escaleras que daban al piso de arriba, delante de mi un muro, detrás de este estaban las maquinas y al final de ellas el tatami donde dábamos las clases. Yo ya iba con el uniforme de practica puesto así que directamente fui a la clase.
Cuando se acabaron, subí las escaleras con el resto de compañeros, que por ahora no tendrán importancia en la historia. Nada mas entrar sentí ese olor, el aroma concentrado a hombre sudado, a pies, a axila, a huevos y a humedad, esa fragancia que transpira cada rincón de un vestuario masculino. Me fui desvistiendo con tranquilidad, viendo como se iban metiendo en las duchas de dos en dos, otros se cambiaban de ropa y se marchaban. Al final me quedé allí solo, disfrutando del ambiente.
Me desvestí y me dirigí a la ducha cuando empezó a entrar otro grupo, eran más mayores que los nuestros, pero tampoco me fije demasiado, pues en cuanto entraron un par en seguida me metí en la ducha.
Una vez me quedé solo, escuchando de fondo el murmullo, me puse a pensar en todo el asunto de Carlos. No me podía creer que llevase tres años con novia y no la hubiera mencionado nunca, ni delante de Juan ni nada. A lo mejor Juan si lo sabia, pero tengo por seguro que se había asegurado Carlos de no decirlo delante de mi. Pero serían paranoias miás. No entraba nadie a las duchas pues sería un grupo que empezaba ahora las clases. Así que mi soledad se alargó, cosa que agradecí. Me dio tiempo a seguir dándole vueltas al asunto. No dejaba de pensar en él, en todos esos momentos que habíamos pasado juntos, esos pequeños gestos de cariño y me empalmé. Sin embargo me asaltó de nuevo la conversación, y me dolía pensar que lo nuestro solo era un pasatiempo para él, solo era un agujero donde desfogarse, ni si quiera podría decir que eramos amigos. No iba a ir a ninguna parte y sin parar de comerme la cabeza con ello empecé a llorar.
Terminé la ducha y me sequé con la toalla para luego ponérmela alrededor de la cintura intentando disimular que estaba morcillon. Al correr la cortina no pude creer a quien vi sentado en el banco.
Era Juan, el tutor. No llevaba nada en la parte de arriba dejando ver ese pecho peludo. Su vello le nacía desde los pezones hacia el centro y subía hacia arriba haciendo una especie de triangulo, después bajaba en un hilo de pelos espesos y finalmente se ampliaba en la parte de abdomen. Se podía ver que sus axilas también eran peludas como sus brazos. Se notaba que iban al gimnasio pues estaba fibrado y sus espaldas eran anchas y sin vello. En la parte de abajo llevaba el uniforme de karate y las zapatillas reglamentarias sin calcetines.
Me quedé parado sin saber como reaccionar, sabía que iba al gimnasio pero no que era el mismo que el mio. Él se fijo en mi y me sonrió.
- Hombre chaval ¿Que haces tu por aquí? -Me dijo en tono cordial mientras se rascaba el pecho.
- Pues hago defensa personal – Le dije sin ganas al conseguir reaccionar y me senté en el banco en frente de él. La verdad no tenía muchas ganas de hablar, pues me estaba conteniendo las ganas de llorar.
Juan cambió el gesto de su cara y me preguntó preocupado - ¿Te pasa algo? Te noto chafado - Y solo bastó esa pregunta para derrumbarme, empecé a llorar sin poder evitarlo, tapándome con el brazo los ojos.
- Eh, eh, eh venga, no te pongas así – Soltó compasivo y se colocó a mi lado, pasándome el brazo por los hombros y acercándome hacia él con ternura. No pude evitar abrazarle y refugiarme en su pecho sin poder calmarme. Me sentía protegido del mundo entre sus brazos, el calor y su aroma corporal, aunque algo fuerte, era tan agradable que me quedé un rato largo allí abrazado mientras él acariciaba mi espalda.
- Va, calmate, ya sabes que puedes confiar en mi y contarme lo que te ha pasado - Me dijo dándome un tierno beso en la cabeza. Yo asentí entre sollozos y me separé él. Juan, con la mano que no tenía en mis hombros, me secó con el pulgar unas lagrimas, me quedé mirándole embobado dejando de llorar. Se hizo el silencio mientras nos mirábamos, sentí cierta tensión que no quise romper hasta que él se levantó y buscando un pañuelo me lo ofreció. Quedándose de pie.
- Gra...Gracias... - Le dije mientras lo cogía.
- De nada chaval -Dijo con cierta expresión de circunstancia, como si esa situación le superara – Tu... limpiate las lagrimas y si quieres me cuentas y te desahogas - Aunque se notaba que no estaba acostumbrado, supongo sus amigotes no le venían a llorar ni él a ellos como machos que se hacían, pero se le veía con la intención de ayudarme y junto a esa carilla que estaba poniendo me pareció de lo más cariñoso.
No pude evitar soltar una risa- Vale, sí – Juan se froto la nuca sin borrar esa cara de circunstancia.
- ¿Que pasa eh? -Dijo avergonzado mientras se frotaba la nariz. Yo sonreí ante su gesto.
- Nada, que muchas gracias -
- Así me gusta – Dijo enérgico a la par que me revolvía el pelo. - Yo me voy a meter en la ducha - Y se olió la axila para después escogerse de hombros mirándome con gesto de “Es lo que hay”.
- Pensaba que tenias clase ahora - Le dije con sorpresa.
- ¿Yo? - Dijo sentado mientras se quitaba las zapatillas- Que va, estaba haciendo maquinas abajo -
- Pues no te he visto al llegar -
- Me estaba escondiendo de ti – Soltó en tono bromista.
- No seas malo - Le dije con el mismo tono.
- Anda ya chaval, si yo soy un trozo de pan – Me dijo ya de espaldas a mi mientras se bajaba el pantalón. Dejándome ver ese culo cubierto por unos calzoncillos azul marino que algunas de mis compañeras de clase habían comentado de manera positiva, pues tenía un culo bonito, y esas dos piernas peludas y trabajadas lo acompañaban a la perfección.
- Sí, sí, seguro – Le dije con un tono travieso para picarle. Y girándose hacía mi de nuevo se bajó los calzoncillos como el que no quiere la cosa. No lo hizo con ninguna intención sexual, al fin y al cabo estábamos entre hombres, como el diría, pero yo no pude evitar fijarme en su miembro. Cuando Juan iba con vaqueros siempre marcaba, y la verdad, cuando lo vi no me extrañó en absoluto. Lo tenía sin circuncidar, era bastante grueso y marcaba unas venas que recorrían su tronco. Lo acompañaba una espesa mata de pelos negros y unos testículos grandes y peludos. Juan se los rascó mientras seguía hablando.
- Para aguantarte en clase hay que ser un santo como yo – Y se rió girándose para colgar los calzoncillos en la percha de la pared. Aproveché para echar un vistazo a su trasero, que ahora sin la ropa, vi que entre las nalgas le crecía bastante pelo.
- Ahí tienes razón - Y me reí también. El cogió su toalla y me dijo.
- Bueno chaval, me voy a dar una ducha y seguimos hablando, no te vayas eh - Y fue hacía la ducha, no sin antes darme unas palmaditas en el hombro. Yo asentí con la cabeza.
- Vale, tranqui, aquí te espero .-
Me quedé con la mente en blanco mirando al suelo, agotado emocionalmente. Después me puse a pensar, con el ruido de la ducha de fondo, si debía contarle la verdad, necesitaba contárselo a alguien, pero no sabia si él era el adecuado. Así que opté por contarle lo que me había pasado pero sin decirle que era Carlos, ni que me había enamorado de un profesor.
Pensaba en ello cuando me vino a la mente el miembro de Juan, aquella imagen de su falo y recordé los calzoncillos que estaban ahora colgados. Un morbo antes desconocido para mi recorrió mi cuerpo, no era un huele calzoncillos, no lo había hecho nunca antes, pero la sola idea de sentir el aroma de su paquete me estaba empezando a calentar. Miré hacía la puerta de las duchas y se seguía escuchando el ruido del agua caer. “ Solo sera un momento, cogerlos, olerlos y dejarlos en su sitio ” pensé. Tragué saliva, me levante empalmado a descolgarlos y una vez los tuve en mi mano pude notar que seguían calientes con algún que otro pelo púbico. Solté un suspiro de placer y por la parte donde había estado su miembro me los llevé a la nariz. Era un aroma indescriptible, olía a una mezcla entre orín, semen, sudor, huevos y culo, era la esencia de Juan, impregnada en aquellos calzoncillos de algodón que no se parecía en nada a la de Carlos. Me sentía como el mayor de los depravados sexuales con aquellos calzoncillos azul marino en mi cara, pero era feliz. De una bofetada de perfume de macho me había hecho quitarme, por un momento largo, de la cabeza a Carlos.
Dejé de escuchar el agua y me apresuré a dejarlos en su sitio, aunque no recordaba en cual percha estaban. Pero supuse que no se daría cuenta Juan. Lo que no sabía si iba a poder disimular era mi erección, que solo con la toalla alrededor de la cintura, era muy evidente. Como pude me senté de piernas cruzadas e inclinado hacia delante apoyando los brazos en mi paquete mientras esperaba que saliera.
- Que bien sienta una ducha después de hacer ejercicio, joder - Dijo saliendo de allí todavía húmedo y con la toalla puesta a la cintura como yo. Juan de por si ya marcaba paquete con aquella tela tan escasa, pero el gesto que hizo lo hacia más evidente. Mientras se dirigía hacia su bolsa deportiva se tocó varias veces el rabo por encima de la toalla con total naturalidad para terminar de secarselo. Yo no pude hacer otra cosa que disfrutar del momento y de aquel macho que con cada gesto que hacia derrochaba testosterona.
- Y tu que haces tan callado eh - Me dijo bromeando mientras, de espaldas a mi, buscaba en la bolsa la ropa limpia para ponerse. - ¿Estas más animado?
- Sí... - Le solté tímido y levante la vista del suelo para observarle con curiosidad- Gracias de verdad -Conseguí decir.
- De nada chaval, para eso estamos ¿No? - Giró la cabeza hacia mi y me guiño un ojo con una sonrisa amistosa en los labios, después hablo para si mismo en voz alta- Vaya por Dios, me he olvidado los calzoncillos limpios – Chasqueo la lengua algo molesto y miró pensativo hacia los sucios que seguían allí colgados. Me mordí el labio temiendo que mencionara que no estaban en su sitio. Juan sin decir nada estiró el brazo y los recogió llevándoselos a la nariz. Alzó las cejas como si el olor le hubiera sorprendido, yo diría que para bien.
- ¿Que pasa? ¿Huelen tigre? - Manifesté en tono divertido para molestarlo. Y de todas las reacciones que esperaría, lo que hizo fue lanzarme los calzoncillos a la cara. Al pillarme desprevenido me dieron de lleno dejándome oler de nuevo, por un momento, la esencia de Juan, ese aroma masculino que tanto me había gustado.
- Ja, ja, Nos ha salido graciosillo el niño eh - Dijo mientras echaba el pelo húmedo hacia atrás haciendo que se le quedara en punta- Pues mira como te los has comido por listo, seguro que te ha gustado el olorcete a tigre – Terminó por decir en tono bromista y soltó una carcajada. No pude evitar ruborizarme y esbozar una sonrisa nerviosa mientras sostenía sus calzoncillos en la mano. Sabía que lo había dicho de broma, pero aun así no pude evitar sentir un escalofrió recorriendo mi columna vertebral. Él se sentó enfrente de mi expectante a que hablara. En esa posición, con solo la toalla puesta, le esta viendo todo y me di cuenta que yo mismo había estado así de expuesto todo el rato. Cogí aire sin darle más importancia a eso y le lancé el calzoncillo de vuelta con una sonrisa traviesa dibujada en la cara. Juan los cogió al vuelo y de manera inconsciente, como por inercia, los volvió a oler. Como si su cuerpo se quisiera asegurar de que todavía conservaban su olor a macho y los dejó en el banco.
- Pues verás... -Empecé a contarle mientras mirando al suelo evitaba su mirada directa- Yo soy... Gay y... -Levanté la vista y le miré, él se mordió el labio inferior y miraba con los ojos muy abiertos, se le veía sorprendido, como si de todas las cosas en el mundo, esa precisamente era la que menos se esperaba. Pero no hizo gesto de marcharse ni de tener intención de pronunciarse lo que me dio pie a continuar hablando.
- Y estoy enamorado de un tío . -Al oír Juan se acomodo en el banco nervioso y carraspeó.
- Vaya.. . -Me logró decir a lo que yo continué hablando.
- Pero él no me corresponde . - Solté un largo suspiro y me eche hacia atrás apoyándome en la pared dedicándome a mirar el techo.
- Que mala pata ¿Es por qué es hetero...? -Me preguntó con cierto aire de interés. Lo que me dejo sin saber que responder.
- La verdad es que no lo sé -
- ¿Entonces no se lo has dicho aun? - Dijo Juan inclinándose hacia delante.
- No le he dicho que me gusta... - Y le volví a mirar. Él frunció el ceño pensativo.
- Pero hombre chaval, que no es lo mismo que te guste alguien a que estés enamorado . -Me dijo en un tono fraternal que me molestó.
- Ya lo sé, pero ya te he dicho que estoy enamorado – Le dije mosqueado.
- Vale, vale, no te pongas así. Yo solo te digo que si no se lo dices no lo vas a saber . -
Yo me puse más serio y me empezó a venir la timidez. No sabia hasta donde contarle o hasta donde quería el escuchar. Juan lo notó y se levantó. Vino hacia mi y se sentó a mi lado a la vez que pasaba su brazo por los hombros. Esta vez olía a limpio, ese aroma a hombre recién duchado. Me puse rojo como un tomate y con la voz temblorosa le dije.
- No puedo -
- Venga ya, si eso es como tirarse un pedo en un ascensor cuando solo hay una persona -Le miré entrecerrando los ojos sospechando como iba a acabar- Tu lo sueltas y primero pasas vergüenza, pero una vez sales de allí ya está. El pedo se lo queda él –Terminó de decir en un tono jocoso mientras me zarandeaba hacia él.
- El tiene novia ¿Vale? - Le dije más serio, viendo que se lo estaba tomando a risa.
- Entonces será hetero ¿No? - Preguntó lo obvio.
- No lo sé te he dicho -
- Pero si acabas de decir que tiene novia... -
- Ya, pero no es hetero... -
- ¿Entonces? ¿Bisexual? Si no me lo explicas bien no me voy a enterar – Me dijo mirándome con cierta cara de pena.
- Vale... Pero no le digas nada a nadie ¿Vale? -
- Vale, prometido – Dijo a la par que con su mano libre estiraba el dedo meñique y me dedicaba una sonrisa radiante. Yo se lo cogí sonriente con el mío y movimos la mano en señal de que la promesa se había sellado.
- Yo no sabia que tenía novia ¿Vale? -Le dije mirándole a los ojos esperando que estuviera escuchando bien- Pero hemos estado quedando y mandándonos mensajes. -
- ¿Quedando para follar? - Dijo el muy basto.
- No, no, no, no hemos follado... - Le dije muerto de vergüenza.
- ¿Entonces que tiene de malo... ? -
- Porque si que me amorraba al pilón … -Musite.
- ¿Como? - Soltó al solo oírme a medias.
- Que cuando hemos quedado solo le comía la polla – Él se quedó pensativo y se echo hacía atrás apoyando la espalda contra la pared.
- Pero porque tu no querías ir más allá ¿No? -Me preguntó tímido mientras se frotaba la nariz.
- Él solo me ha utilizado como un agujero donde desahogarse ¿Vale? Quedábamos y me hacia arrodillarme delante suyo. Después se sacaba la polla y hacia que se la mamara hasta que se corría en mi boca. Y para nada más - Finalmente se lo solté a bocajarro, y conforme le iba contando la cara de Juan se convertía en un poema. Al terminar su mirada era lujuriosa, como si aquel pequeño relato que le había contado le estuviera poniendo cachondo. A mi la verdad es que de recordarlo me había empalmado otra vez.
- ¿Y te lo tragabas? – Me dijo mientras se rascó los huevos. No pude evitar mirar su bulto descubriendo que él también estaba empalmado. Juan se dio cuenta de que estaba mirando allí y sonrojado me dijo.
- Hace tres meses que me divorcié y desde entonces no mojo el churro – Dijo con cara de circunstancia y excusándose. - Y joder, por como lo has contado, pues me he puesto cachondo. - Yo no quería romper ese ambiente de colegueo que teníamos así que tocándome el paquete le dije.
- Yo estoy igual que tú, que al contarlo me acordado y no veas -
- Es normal, al hablar del sexo pues las pollas reaccionan – Dijo muy tranquilo, queriendo quitarle hierro al asunto.
- Pues sí – Contesté colocándome el miembro hacia un lado sin saber muy bien que más añadir. Por suerte para mi, Juan estaba mirando hacia la pared del frente, espatarrado y con una mano cogiendo su falo por encima de la toalla. Así no tendría que luchar por mantener el contacto con sus ojos y podía echar vistazos a ese miembro grande y grueso que tenía él entre sus piernas.
Nos quedamos por un buen rato los dos apoyados en la pared, con una mano en el paquete y la otra apoyada en el asiento del banco casi tocándose. Mirando al frente, perdidos en nuestros pensamientos, mientras que cada uno se daba suaves caricias en su falo por encima de la toalla. Me sentía mucho mejor ahora que había podido contarle todo aquello a alguien, y me alegraba que ese alguien fuera Juan y estaba tan a gusto que simplemente conseguí no pensar en nada. Y fue esa calma la que me llevo a la incertidumbre, ¿Que estaría pensando él? ¿Estaría pensando en lo que le he contado? ¿Le habría hecho recordar a su ex mujer? Su semblante era serio, cargado de misterio pero a la vez relajado y su miembro parecía no querer remitir en su cese por mantenerse erecto.
Volví a mirar al frente, cerrando los ojos, pero entonces vi a Juan. Como aquella primera vez que estuve arrodillando delante de él, lo veía mirándome desde las alturas con una sonrisa maliciosa y con los ojos vacíos de ningún sentimiento. Su miembro goteaba, una a una iban cayendo las gotas transparentes en mi lengua pero no podía apartarla aunque quería hacerlo, lo deseaba. Me invadió un sentimiento de impotencia, de querer salir de allí, pero mi cuerpo no reaccionaba, mi respiración se agitaba, notaba el corazón a mil. Tenia la boca llena de ese liquido espeso y viscoso, no lo podía tragar ni escupir, solo dejar que se acumulara. Se caía por las comisuras de los labios en dos largos ríos transparentes que desembocaban en mi barbilla, desde allí recorrían mi cuello hasta manchar mi pecho. Era caliente, no... Quemaba, me hacia arder la piel por donde pasaba, quería gritar, lo juro, quería que me liberara, pero solo se oía el eco del silencio.
Entonces sentí el roce de una mano que se ponía encima de la mía. Y una voz familiar.
- Zac, zac, Zachary -
- ¡Zacarías! - Finalmente gritó.
Abrí los ojos, lo veía todo borroso. Parpadee varias veces y me encontré con el rostro de Juan. Se le veía preocupado. Yo me noté mojado, estaba lleno de pequeñas perlas de sudor frio.
- Te has quedado dormido chaval -Me anunció más aliviado y con una sonrisa divertida. Ya no se marcaba su erección, sin embargo yo seguía igual y demás me notaba húmedo. - Y parece que te lo estabas pasando bien en el sueño... - Dijo bajando la mirada hasta mi falo. Yo me tapé avergonzado y le conteste.
- Seguro que es tarde – Cambié de tema.
- Sí, sí, mejor nos vestimos y nos vamos, que si entra cualquiera y nos ve así va a pensar lo que no es. - Y se rió mientras se rascaba el pecho peludo. Yo le seguí la risa, porque en realidad, tenia razón.