Yuko, una noche en el pub.
Después de muchos años, me encuentro a una vieja amiga de clase en un pub y tras unos cubatas, acabo en el baño siendo sometido por ella.
Nos terminamos el improvisado cubata entre risas y miradas cómplices, cada vez más cerca el uno del otro. Pedí otro. A mi el vodka apenas me afectaba, pero ví que a Yuko se le subía bastante rápido. Era mi oportunidad, si tenía que esperar a tenerla bien pedo para cumplir mi fantasía de adolescente, lo haría. Había soñado muchas noches con este momento.
Varios minutos más tarde ella se lanzó. Unos besos tontos, torpes, con el sabor dulce del vodka. Unas caricias atrevidas, fundiendo nuestras pieles en un abrazo. No tardé en cargarla sobre mi como si fuese una mochila y caminé rápido entre los vejestorios hacia el baño. Por fin.
Cerré la puerta empujándola con su espalda mientras ella se quitaba la chaqueta y la dejaba caer. En ese momento a ninguno nos importaba nada. Subí su camiseta a la vez que ella desabrochaba mi camisa y besaba mi cuello. Acaricie su abdomen, que ardía de pasión y fui a besarla.
Ella me empujó contra la pared como pudo, para estar borracha (o yo creía que lo estaba) era bastante consciente de la situación. Se desprendió de su camiseta y pude observar, atontado, el volumen de su pecho. Mi visión era mejor que en todas mis fantasías.
Antes de poder reaccionar, me dió una patada en el pecho y me miró.- Vas a ser bueno… -su tono era más sexy que la propia situación.- y no vas a moverte de ahí. -A continuación se bajó el tanga y me lo tiró encima y se acercó, decidida a cumplir una de mis fantasías más ocultas.
Metío mi cabeza bajo su falda y se sentó en mi cara, para que yo hiciese el resto. Sabía lo que tenía que hacer y no dudé en agarrar con firmeza sus nalgas y pasar la lengua con fuerza de arriba a abajo, cumpliendo su petición.
Me agarró con fuerza del pelo y movió mi cabeza buscando el máximo placer que le pudiese otorgar mi boca. No pude hacer más que complacerla y mover mi lengua tan fuerte como me fuese posible. Bastaron unos simples minutos para que se corriese en mi boca, llenándome toda la cara con sus flujos.
No satisfecha con ello, me cogió del cuello y me arrastró hasta el váter.- Siéntate.- Me trató como un perro, pero no puedo negar que me encantase la situación. Subió mis manos y yo, intuyendo lo que me esperaba, las dejé quietas, mirándola con la cara llena de su corrida y con una mirada de deseo que intuyo, sería increíble.
Embelesado en la situación, me quitó de un tirón el cinturón
y enrolló mis muñecas al tubo de la cisterna hasta que no pude mover los brazos. Solo pude proferir un gruñido de frustración por no poder tocar su piel, ya totalmente expuesta bajo su falda y su sujetador de encaje negro.
Empezó a disfrutar de mi cuerpo, besando y mordiendo mi piel, bajando, arrodillándose delante de mí. No me creía que fuese a pasar lo que yo creía. Pero pasó. Mientras pensaba en todo esto ella ya me quito la ropa (salvo la camisa, por motivos obvios) y vió que la tenía bastante dura, pero al parecer no lo suficiente para su gusto. Se la metió en la boca y jugó con ella y su lengua hasta que se endureció tanto que dolía.
Mi gemido le bastó para meterme su mojado tanga en la boca y sentarse a horcajadas sobre mi cintura. Estaba en el paraíso, movió sus caderas mientras mi bate, el real, entraba hasta lo más profundo de su coño, botando, gimiendo con su boca muy cerca de la mía.
Sentía sus pechos danzar pegados a mi torso, mientras me mordía el labio inferior con una fuerza desmesurada. Me jodía demasiado tener las manos inmovilizadas y no poder tocarla ni un mínimo. Ansiaba el contacto de su piel. Agarró mi cuello, estrangulándome poco a poco, volviéndome loco con cada movimiento y gemido que profería, todos ellos en mi boca.
No podía ni jadear, pero mi excitación podría fundir el núcleo de una estrella. Deseaba tocarle, deseaba besarle hasta fundir nuestros labios, aunque sabía que no me dejaría hacerlo.
Empezó a botar tan rápido y fuerte encima de mi bate que no pude soportar el placer y acabé corriéndome dentro suya. Con sus dedos índice y corazón recogió parte del líquido cálido que chorreaba por su muslo y se lo llevó a la boca. Degustando mi delicioso sabor me besó para darmelo a probar. El morbo pudo conmigo y, mirándola muy cachondo, decidí seguirle el beso.
-No hay nada que pudiese gustarme tanto como comerme toda tu lefa sin malgastar una gota. -Su frase provocó que volviese a correrme (por última vez, no soy un puto toro semental) con fuerza, llegando posiblemente a golpear lo más profundo de sus entrañas.
Gruñí y, con su tanga aún en la boca y los brazos atados con mi cinturón, intenté responderle un “Toda mi lefa está dentro de tu coño, cariño.” que juraría que sí lo entendió por su siguiente movimiento.
-Entonces, tendrás que comértelo tú y con ello, toda tu esencia. -Su frase me dejó helado, pero el morbo era increíble. Me desató y se levantó. Me quitó el tanga de la boca y me tiró al suelo empujándome por los hombres. Me daba igual golpearme o ensuciarme, solo me importaba ella en ese momento.
Me puso el coño en la boca y yo, no sé por qué, algo reacio, lamía únicamente sus muslos, dirección a su entrepierna. Se cabreó y me dió una patada en el pecho, apoyando la suela de sus botas altas negras en mi pecho. Su mirada me dejó claro lo que quería. Fui a besar su bota cuando se incorporó y se sentó donde yo antes había dejado que me cabalgara.
Me llamó con un silbidito acompañado de una única palabra con un tono muy autoritario: “Ven.” No tardé en ir de pie a su lado, mirándola muy caliente pero a sabiendas de que no podría usar más mi polla.
-Cómemelo. -Su tono, sus palabras, su mirada, su postura, su pelo despeinado, sus pechos cubiertos de sudor, su entrepierna brillante por los fluidos… me tenían incandescente.
-¿A cambio de qué? -Sé que era jugarmela, pero intenté que mi tono sonase seguro, seductor. Creo que lo conseguí, aunque no logré lo que esperaba (quería que no fuese la última vez entre sus piernas) puesto que ella se levantó, me cogió del cuello y, como pudo, me tiró al suelo de nuevos, dejándome de rodillas.
Me fuí a meter bajo su falda cuando apoyó su pie en mi cara (cómica cuanto menos, pero no te distráigas y sigue masturbándote) y me empujó hacia atrás. Yuko quería guerra, quería jugar, y yo no le iba a negar el baile.
A la distancia a la que estaba y por sus piernas cerradas, solo podía besarle las puntas de las botas. Algo quizá demasiado sado, pero que me encantaba. De su calzado subí sin apartar la mirada de sus tiernos ojos por sus piernas.
Las abrió, mostrándome mi húmedo destino y agarró mi pelo largo para forzarme a entrar en su falda. Me arriesgué y decidí provocarla, besando lentamente sus muslos, acercándome a su coño poquito a poco, sin llegar a meterme aún en su falda.
-Te voy a ahogar. -Si algo he aprendido es que su tono de voz denotaba cierta desesperación: quería tentarla, pero no apagarla.
-Tardas. -La reté con la mirada, deseando que pegase mi rostro a su entrepierna.
-Hasta que no puedas más… -Tal y como lo dijo, con ese sexy tono sugerente que le salía a veces, y desesperada como un cura rodeado de monaguillos, supe que lo único que quería era que me la comiese enterita hasta que su último orgasmo estallase en la punta de la lengua.
-Pues empieza. -Volví a mostrar el reto en mi mirada y lamí con suavidad la cara interna de su muslo. Bastó eso para que, con un suspiro, metiese mi cara en su entrepierna con brusquedad, me apretase contra su cuerpo y me moviese para buscar su plena satisfacción.
Jadeé en su coño, caliente de cojones porque, he de admitir, quizá a mi pesar, que el hecho de que precisamente ella me humillase sexualmente de este modo me ponía cerdísimo. En esa situación, hice lo único que pude hacer: continuar esa vejación morbosa con ganas, chupando con fuerza sin parar, desde su clítoris hasta su ano, de arriba a abajo y de abajo a arriba. Entreteniendome con los labios y los dientes en su clítoris, en sus labios, en la entrada de su coño, bebiéndome, como me ordenó, nuestras corridas. Ya me daba igual lo que pasase y la opinión de la gente, ahora solo quería dejarla seca.
La chupé con fuerte, quizá centrándome en sus labios con mis dientes y lengua. Hasta que lo ví, e hice lo que pensé era la mejor idea. Atrapé en mi boca su clítoris, succionandolo con fuerza y frotandolo con mis dientes. Solo necesité unos segundos para hacer explotar a Yuko en mi cara. Se corrió a chorros en mi cara, como una fuente, haciéndola llegar al clímax.
Jadee recibiendo su manantial con la boca abierta, la cara manchada y bebiendo todo lo que caía en mi lengua. Ella no dejaba de gemir, jadear y temblar y yo solo tragaba, orgulloso de lo que había logrado y soñado durante muchos años.
Duró unos segundos con el grifo abierto, y a pesar de estar cerca de atragantarme varias veces, no dejé que ni una sola gota bajase más allá de mi barbilla. Le di un beso en el coño, para terminar, mientras ella temblaba como un flan y subí, por su vientre, sus preciosos pechos hasta besar sus pezones y de ahí, directo a su boca. Lamió los restos de su corrida de mi cara y nos fundimos en un tierno y rápido beso.
Me vestí y me metió su tanga en el bolsillo, acción que no rechacé, y le agradecí con una sonrisa. Nos bastó mirarnos para que le quedase claro: si quería recuperarlo, tendría que volver a por él, aunque fuese difícil localizarme.
La despedida fue esa, quizá muy cabrón por mi parte, pero no sabía qué decir, estaba muy cortado y sorprendido. Ella pasaría la noche como quisiese, pero sin tanga y con una falda corta. Se notaba en su aspecto, en su olor, que había follado como un animal en celo. Y eso me daba morbo pensarlo.
ESTE RELATO FORMA PARTE DE UN LIBRO AUTOPUBLICADO MÍO LLAMADO: "El Bate"