Youseph y josé

Un día José entra en la carnicería de Youseph y se produce un flechazo. El carnicero recuerda sus primeros encuentros sexuales con el hijo de su maestro

YOUSEPH Y JOSÉ

(1)

Según me contó José, a los dieciocho años, aún reconociendo que no había tenido relaciones sexuales con ningún hombre, las fantasías no habían faltado, ni las masturbaciones acompañadas, a veces, con la introducción de dedos o algún objeto placentero por el ano.

Pero aquel día, su vida iba a dar un vuelco de 365 grados. Aquel día sabría lo que era el contacto con un verdadero hombre.

Su madre le pidió que fuera a recoger un pedido a la carnicería de Youseph. José y su madre vivían en un barrio cercano a la mezquita de la capital en el que habían prosperado comercios de propietarios musulmanes. La madre era clienta de uno de ellos del que decía daban la mejor carne de la zona.

Cuando José llegó al local vio al carnicero de espaldas despiezando una pierna de ternera. Era un hombre alto, de espaldas poderosas, cuello hercúleo, cabeza rasurada, y brazos que se adivinaban de gran fuerza. Los golpes del machete cortando la carne y el hueso, le produjo un escalofrío de pavor, y con una voz temblorosa se dirigió al carnicero: "Vengo por el pedido de Doña Pilar".

El hombre dio el último golpe a la pieza que estaba desmembrando dejando el machete clavado en el tronco y se dio la vuelta.

José se quedó inmóvil mirando al hombre más atractivo que había visto en su vida. No era guapo, pero se quedó paralizado de la impresión que le había causado. Alto (no demasiado, de unos 185cm.) Fuerte, con un pecho que no desmerecía de la anchura de su espalda, el cuello de la camisa blanca, adornada con manchas de sangre, se abría para dejar a la vista el vello del pecho, y las mangas ocultaban unos tatuajes que bajaban hasta los antebrazos. Cabeza rapada, nariz prominente, ojos caramelo, labios finos y una sonrisa para morir petrificado.

Cuando Youseph se dio la vuelta para ver quien le hablaba, vio a un chaval rubio, de ojos claros, de cuerpo menudo y con una expresión de sorpresa. No supo en aquel momento porqué, pero hubo una fuerza, una atracción, un deseo, que su miembro le saludó con una contracción que le hizo pensar quién era aquel ángel que había entrado en su local.

Realmente aquel chico no valía nada, era mono, pero su físico no debería atraerle, ya que los hombres con los que había tenido relaciones siempre habían sido parecidos a él, altos, fuertes, velludos, viriles; y aquella criatura era un angelito casi etéreo.

LA HISTORIA DE YOUSEPH

El padre de Youseph tenía una carnicería en una ciudad al sur de marruecos y el chico asistía a la madraza donde estudiaba. El maestro tenía un hijo de unos dieciocho años que le ayudaba a impartir clases. Youf adoraba a aquel joven espigado de piel oscura, enormes ojos negros despiertos y vivos, pero que a veces eran pozos oscuros, al niño le llamaba la atención el mechón de vello negro que surgía del cuello de la chillaba. La voz suave y calma le tranquilizaba la tensión que a veces se producía en su casa entre su madre y la otra esposa de su padre.

Cuando terminaba la escuela, caminaba junto a Hassan hasta lo alto del monte para ver la puesta de sol. Se sentaba entre sus piernas y, mientra veían ponerse el sol, el mayor acariciaba al menor con ternura. Le acariciaba el pelo, el cuello, el pecho, le abrazaba y el menor sentía como el mayor gemía mientras le acariciaba el pecho y el vientre y luego... se quedaba quieto, le besaba la cabeza y bajaban del monte cuand el sol había desaparecido. Entonces Youf tendría siete años.

Esta situación se mantuvo durante años, hasta que Youf se percató de que cuando le acariciaba, el miembro de Hassan se endurecía. Tendría diez años, cuando un día se le ocurrió llevar su mano al amplio pantalón blanco que cubría el miembro duro y tocarlo. Hassan se quedó sin respiración, pero luego bajó su mano y acarició la entrepierna de Youf. El niño sintió un placer que no había sentido hasta ese momento y se sobaron los miembros. Hassan estalló en gemidos mientras que Youf sintió algo desconocido y notó como un líquido surgía de su polla proporcionándole un gran placer. Esta experiencia se hizo habitual durante tiempo, mientras el sol se ocultaba en el horizonte.

Un día, la curiosidad hizo que Youf se atreviera a desatar el pantalón de Hassan y meter la mano por la bragueta y descubrir un miembro de piel suave, de tacto duro y caliente. Le gustó y comenzó a acariciarlo. El mayor le imitó e hizo lo mismo, metió su mano por el pantalón del pequeño y comenzó a pajearle. Tal era la intensidad del placer que el pequeño rebozaba su espalda con el pecho del mayor mientras se pajeaban y estallaban en una corrida bestial. La primera corrida real de Youf.

Se pajeaban todos los días hasta que un día el pequeño le dijo al mayor que quería besar aquel miembro al que daba placer. Hassan se quedó pétreo ante tal insinuación, pero Youf, no lo pensó dos veces y desatando el lazo de la cinturilla de su amigo, le bajó el calzón y mirando fijamente el objeto de su deseo, le lamió el capullo, lo besó y lo volvió a lamer mientras notaba que el placer que le daba a su amado le hacía suspirar y gemir, luego metió el miembro en su boca para succionarlo, no sabía porque, pero sabía que tenía que hacerlo, le mamó y mamó hasta que el mayor se corrió en su boca, la mayor corrida de su vida, y su vida se escurrió entre la lengua del chaval que se bebió aquel líquido como si fuera un manjar.

Youf tragó el elixir como si al beberlo le fuera la vida en ello, o como si con ese alimento su cuerpo fuera a reaccionar y hacerse un auténtico macho. Cuando acabó de beber, se creció y le dijo a su amigo: "ahora te toca a ti". Y Hassan le obedeció y le mamó hasta que el chico se corrió entre sus labios.

Pasando el tiempo, Youf se fue desarrollando y gracias al entrenamiento de fútbol y otros deportes como el boxeo, su cuerpo fue adquiriendo musculatura, el vello fue apareciendo, se fue formando en el hombre que luego sería. Las sesiones sexuales continuaban con su amigo. Pero el chico, ya no tan chico, arrimaba su culo al miembro de su amigo cuando se pajeaban o se abrazaban, siempre sentado entre las piernas de Hassan. La pajas y mamadas eran constantes, pero el joven aprovechaba muchas veces la situación para colocar el miembro de su amigo entre sus cachas y que, con el masaje, le excitara su entrada prohibida hasta que causaba una corrida a su amado y le regaba con su semen el ojal, proporcionándole un placer que le hacía correrse de gusto.

Un día le propuso que le penetrara : "Quiero que me la metas", le dijo. Hassan le contestó que ese día no, que al día siguiente lo haría porque le tenía que preparar, que aquello le dolería y tendría que dilatarle antes.

El día siguiente fue "el día", y desde entonces Youf ya no fue el mismo.

Cuando llegaron a su sitio, Hassan sacó de su macuto un termo con una infusión y se la ofreció al chico diciéndole que era un excitante sexual. Youf lo bebió y notó como el calor se apoderaba de su estómago y se iba extendiendo por sus genitales produciéndole una gran excitación. le pidió que se desnudara, cosa que hizo haciendo gala de su cuerpo y de su miembro que cada vez era más voluptuoso. Hassan le acarició el cuerpo, el vientre, los genitales y notó como el joven reaccionaba a sus caricias hasta hacerle sudar. Extendió una fina alfombra roja en el suelo y le indicó que se tumbara boca arriba, luego sacó un pequeño frasco de cristal azul y extrajo una porción de pomada con la que le untó delicadamente el ojete del ano, el masaje que recibió hizo que el chico gimiera de placer, los dedos jugaban con el borde de la entrada y poco a poco fue introduciendo la yema de un dedo, luego el dedo entero, luego jugó con un segundo dedo y el chico se estremecía de placer según se sentía penetrado. Al cabo de un rato de jugar con su entrada, Hassan se bajó los pantalones dejando ver su oscura y circuncidada verga a punto de explotar. Youf le pidió que se desnudara el también, pero el joven le dijo que todavía no estaba preparado para enseñarle toda su desnudez. Dicho esto, le abrazó las piernas, le alzó el cuerpo hasta que el culo del chico rozó su miembro y comenzó a penetrarle.

Youf no supo si por la bebida o por la pomada pero según iba entrando la verga de su amado, sintió tal placer extraño, entre dolor y éxtasis que le provocó una especie de mareo y se dejó hacer. Se revolcaba de placer, gemía, estiraba el cuerpo dejando ver su cuerpo perfecto aún sin desarrollar totalmente, pero un cuerpo digno de un dios menor. Hassan le atravesaba y emitía sonidos agudos de ansiedad y goce mientras se masajeaba la tranca con el esfínter del chico. Le folló con tranquilidad, dándole tanto placer como pudo y supo hasta que aquel maravilloso cuerpo se tensó y de su boca surgió un rugido animal mientras se corría de forma incontrolada. A cada trallazo, el culo se comía su polla y esa presión hizo que se corriera en el interior del chaval. Nunca en la vida había experimentado un placer sexual como en aquel momento.

Por su parte, Youf, no había sentido nada tan intenso, diferente y excitante en su vida. Cuando acabó de correrse, la sensación era de perder la consciencia, el cuerpo se relajó hasta parecer que el alma se escapaba. No pudo reprimir el abrazar a su hombre con fuerza, atraer su cuerpo y besar sus oscuros y suaves labios. Y en esa posición quedaron hasta que el sol se ocultó.

El tiempo pasó, todos los días tenían su sesión de sexo. Youf fue desarrollándose y creciendo, su cuerpo iba transformándose en el hombre que luego fue. El vello le fue cubriendo el pecho, las axilas, los genitales, las piernas, los brazos y los glúteos, se iba transformando en un auténtico macho. No sólo era la transformación física sino mental. Un día le dijo a su maestro que ahora le tocaba a el ser el hombre y que le iba a penetrar. Hassan se horrorizó y se negó, pero el joven le contestó que si no le penetraba, no dejaría que el lo volviera a hacer. Ante esa respuesta, el maestro le confesó que nunca se lo habían hecho y le aterrorizaba el dolor. Youf, le dijo que harían lo mismo que el le hizo, que utilizaría la infusión y la pomada que le aplicaba y que tendría cuidado. Pero no era cuestionable la decisión. Youf se consideraba ya un hombre y necesitaba penetrarlo. Al fin, Hassan accedió con temor.

El joven le exigió además que en esa ocasión quería verle desnudo. Al mayor le dio un ataque de pánico, pero el chico le abrazó, le comenzó a besar y a acariciar las zonas más erógenas hasta calentarlo de tal forma que, poco a poco, le fue desprendiendo de toda la ropa hasta desnudarle completamente. Entonces le miró. A su lado era un hombre menudo, moreno de piel, con vello oscuro en el esternón, los sobacos y la zona genital, por donde afloraba su miembro oscuro que, en aquel momento miraba, duro y terso, al firmamento. No pudo reprimir el deseo de meterle la lengua en la boca y fue lo que hizo, le abrió la boca y se la introdujo hasta encontrar la ajena. El hombre se dejó llevar por la pasión y se abandonó al deseo del chico que le utilizaba como un auténtico semental.

  • Ahora yo seré tu hombre- Le susurró al oído y entonces el mundo comenzó a girar y se dejó hacer lo que su amado deseara.

Continuará