Yolanda

Un encuentro dulce e íntimo entre dos personas casadas, Yolanda y Óscar, en la Playa de Laredo.

YOLANDA

Laredo, Cantabria, España….verano de 2006, exactamente, julio de 2006. Este verano por cosas del destino, he veraneado en Laredo, un pueblo turístico de Cantabria, junto a mi mujer y mis dos hijos.

Laredo tiene una playa muy larga, unos 7 km. y como a mi me encanta ir a correr, no desaproveché la ocasión de "intentar" ponerme en forma. Todas las mañanas me despertaba pronto, más o menos a las 8, me vestía y salía a darme mi ración de playa.

A los tres días de correr en solitario, cruzándome con todo tipo de personajes a esas horas, me adelantó un cuerpazo, no lo podía definir de otra manera. 1,70 de altura, se veía duro como una piedra y con las curvas justas, pelo largo y negro recogido en una coleta…..en fin, un bombón por la trasera. Llevaba un ritmo mucho mas vivo que yo, así que pensé que si tenía suerte al llegar al Puntal, final de la playa, ella daría media vuelta y podría comprobar si Dios había sido igual de generoso por delante que por detrás.

Que visión, según se iba acercando todo en ella era perfecto, cara angelical pero con un punto de fiera, con una patina de sudor que acentuaba esa sensación. Pechos muy bien proporcionados, así a ojo calculé una 95, y una cintura bien marcada pero sin llegar a tableta de chocolate.

La sorpresa llego cuando llegó a mi altura y me dijo, adiós, a lo que yo respondí mirando hacia atrás con otro adiós, mientras ella me mantenía la mirada.

Esa noche no pude dormir sin antes darle un repaso de órdago a mi mujer, imaginando que pasaba "algo" con la mujer de la playa.

Cuando sonó el despertador, salté como un rayo, me vestí y salí corriendo, poniendo todos mis sentidos en intentar localizar a aquella Diosa de la playa de Laredo. No tuve que esperar mucho, mirando hacia atrás, al poco vi que accedía a la playa y que empezaba a correr en mi dirección. A pesar de no querer mirar para que no se notara mi impaciencia, no pude resistirme y me giré unas cuantas veces, hasta que ella llegó a mi altura. Bajó su ritmo y se puso a mi lado, diciendo, - buenos días. Yo no podía creerlo, pero allí estaba, corriendo con la mujer mas maravillosa que jamás había visto. Le devolví los buenos días y me presenté, soy Óscar y tu? – Yolanda.

Después de las presentaciones y de una conversación banal y tonta, supe que era casada, que lo estaba con un tipo con mucha pasta que la tenía un poco olvidada, que no tenía hijos, que no trabajaba y que su escultural figura se la debía a muchas horas de gimnasio y a una pequeña liposucción.

No pude evitarlo, aquella mujer me atraía, su voz me envolvía y cuando de nuevo llegué a casa, no me había ni cansado, pero mi excitación era más que evidente, así que como los niños dormían, volví a dar cuenta de mi mujer, la cual quedó sumamente satisfecha.

Pasaron dos días mas en los que la circunstancia se repetía, pero al tercer día todo cambió.

Ese día llovía a mares, concretamente el 1 de agosto, yo salí a correr, no porque me apeteciera hacerlo, si no por ver a Yolanda, aunque tenía muy poca fe en verla.

A mitad de recorrido noté como se me acercaba alguien por detrás y me daba un cachete en el culo, acompañado de un, "buenos días" dicho con tono de cachondeo, a lo que ambos nos reímos. Después de un rato corriendo, y estando los dos empapados, disparé para ver lo que pasaba y le propuse que nos bañáramos. Total, le dije, no hay nadie en la playa y ya estamos mojados.

Yolanda se paró en seco, miró a un lado y a otro, y dijo, - acepto. Nos empezamos a quitar la poca ropa que llevábamos, sin dejar de mirarnos. Primero las zapatillas, como dilatando el tiempo, después yo la camiseta y ella un top de hacer deporte, dejando al aire sus preciosas tetas, redondas con unas areolas oscuras y unos pezones erectos. Ante eso se me disparó la adrenalina y empecé a tener una erección. Lo siguiente eran los pantalones, yo me los bajé dejando al aire mis atributos, a lo que ella dijo, - creo que te alegras de conocerme, lo cual sirvió para reírnos un poco y para romper el hielo, porque cuando ella hizo lo propio, se me salieron los ojos de las órbitas. Una preciosa tira de pelo muy bien recortadita, empezaba sobre su raja, no tenía más de 4 cm, el resto estaba totalmente depilado. Mi fiel amigo ya no pudo relajarse, se puso erecto y brillante, lo cual no le pasó desapercibido y lo miró sin reparos.

Nos cogimos de la mano y nos metimos en el agua, despacio, sintiendo el momento, mirándonos, comprobando en nuestras miradas el deseo contenido. Cuando el agua le llegaba al pecho, nos cogimos las dos manos, nos miramos a los ojos y nos besamos. Un beso largo, dulce, pausado y sabroso, descubriendo con nuestras lenguas todos los rincones de nuestras bocas. Del beso pausado, sin parar, pasamos a otro descontrolado, dos fieras habían salido de su jaula y se estaban devorando en le mar, nuestros cuerpos se unieron, buscando el roce del uno con el otro. Las manos se dispararon buscando, acariciando, calibrando la reacción del contrario ante cada nueva puerta franqueada. Ella era una maestra en las caricias por el torso y la espalda, bajando hasta mis nalgas, marcando con sus uñas el movimiento. Yo no daba crédito y mi miembro estaba bajo el agua en todo su esplendor, a pesar de la temperatura, no había mermado lo mas mínimo. Ella continuó sus caricias, sopesando mis huevos y subiendo por el tronco de mi polla hasta acariciar con las uñas mi glande. Yo en el cielo.

Yo hacía lo propio, besándole el cuello, comiéndole el lóbulo de las orejas, acariciando con una mano un pecho, con la mano abierta dirigiéndome hacia su pezón para pellizcarlo suavemente y vuelta a empezar, con la otra le cogía una de sus nalgas, llegando con mis dedos hasta acariciarla en la parte alta de su muslo, metiendo mis dedos a lo largo de sus labios. No decíamos nada, gemíamos, sólo de vez en cuando, parábamos, nos mirábamos a los ojos, y seguíamos con más pasión si cabía.

Durante un rato, que no puedo decir si fue largo o corto, a mi me pareció un instante, seguimos así, hasta que con la mano que estaba en ese momento en su culo, le levante la pierna, ella lo entendió perfectamente y subió su otra pierna, hasta abrazarme con ambas. Nos frotamos varias veces, por fin acerté con la puerta del paraíso, llamé a la puerta y ella me ayudó a entrar, con dos dedos me facilitó el acceso. Quietos, así nos quedamos, con nuestros sentidos centrados en nuestras partes mas íntimas. Yo sentía todo su calor y ella, como me dijo después, toda mi verga en su interior.

Nos empezamos a mover mecidos por las olas, besándonos y moviendo nuestras caderas, haciendo que mi pene entrase y saliese de su vagina dejando dentro únicamente mi glande, acelerando el ritmo paulatinamente, parábamos y volvíamos a empezar, hasta que yo, ante la cercanía de mi orgasmo, acerté a acariciarle el ano y meterle un dedo, y justo cuando lo hice, los dos a la vez dijimos, - me corro, me corro.

Fue la corrida mas intensa que jamás he vivido, y sentir como ella se aferraba a mi, sentir sus espasmos y su respiración entrecortada, es algo que jamás olvidaré.

Después, besándonos dulcemente en los labios fuimos saliendo del agua, nos vestimos y comentando lo que acabábamos de hacer y lo mucho que nos había gustado, llegamos hasta donde nos despedíamos siempre. Nos dimos dos besos en las comisuras de los labios y nos despedimos, sabíamos que este verano no nos volveríamos a ver, así que quizá hasta el verano próximo.

P.D.: Para ti Yolanda, la mujer mas mujer que he conocido jamás. Espero volver a verte el próximo verano, y prometo quitarme esa tripilla de la que tanto te reías. Un beso, largo y dulce, donde quieras recibirlo.