Yoga y algo más
Para lograr el balance entre el Yin y el Yang es necesario tener una mente abierta y abrirse ante nuevas experiencias...
YOGA Y ALGO MAS.
Si me recuerdan, yo soy Betsy, aquella misma que el animal aquél me llamo chanchita. Bueno, les cuento que después de esa experiencia me prometí que iba a rebajar de peso y lo estoy logrando. Llevo ya 10 libras y me recomendaron el yoga para el balance emocional y tonificar algunos músculos, además de las respectivas secciones de aerobics, maquinas y masajes.
Mis clases de yoga se habían hecho aburridas y rutinarias hasta el día que Irene, una de mis amigas del grupo me invitó formalmente a unas secciones estrictamente privadas y con un guiño en los ojos me dijo que eran mucho más satisfactorias. Por cierto ella se viste muy sexy, con lycras muy claras y pequeños tangas que se le desaparecen en sus hendiduras dejando ver sus contornos completamente y que aún, sin tener un cuerpo espectacular ofrece una visión muy excitante como lo pude notar en los hombres que asisten a la clase. Irene me dijo que lo disfrutaría porque era otro concepto del Yin y el Yang y que se hacía en pareja para equilibrar las cargas.
Permítanme ponerle al tanto de algunos detalles. Todo sucedía en una gran casa en las afueras de la ciudad tipo hacienda donde se respiraba un aire campesino y muy tranquilo. Las ropas a usar eran para las mujeres una delgada falda blanca de algodón que llegaba un poco más arriba de las rodillas con dos largas aberturas laterales que se abrían prácticamente desde la cintura, y arriba una corta franelilla de algodón bastante ancha, la ropa interior era opcional pero recomendaban no usar nada para facilitar el flujo de energía entre el yin y el yang. Los hombres un pantalón de algodón blanco muy al estilo hindú que se ataba con una breve cinta en la cintura y con el dorso al descubierto. Quienes asistíamos a la clase éramos solo mujeres y la casa ponía a la disposición los facilitadores quienes eran unos jóvenes sumamente atractivos, musculosos y muy educados. La clase no era numerosa y se iniciaba con un ritual de tomar un té bastante amargo y seleccionar a los facilitadores. Mis amigas entre bromas y risas me dijeron que por ser primera vez debía de seleccionar a Chiquitín.
Resulta que Chiquitín, era un moreno de piel bastante oscura pero de rasgos muy suaves que medía algo como los 1,90 cm. y sin ser exageradamente musculoso su pecho se perfilaba como ébano tallado por el mejor de los escultores. Pensé que me tomaban el pelo quizás porque todavía tengo mis libras de más y más bien estoy rellenita y algunos ejercicios como me explicaban temprano requerían que él me tomara en sus brazos. Luego de seleccionar cada facilitador, cada uno más bello y hermoso que el otro comenzó la clase.
La instructora solo se limitaba a explicar posiciones, algunas teorías del yoga y a mantener un cántico continuo y lento que ayudaba a mantener el ritmo de los movimientos de brazos y la respiración. La atmósfera estaba cargada de humo de incienso y el té fluía en la sangre aumentando la percepción de las sensaciones placenteras. Comenzó la rutina con ejercicios de calentamiento que implicaban mucho roce y el contacto constante de nuestros cuerpos con el de los facilitadores. Esto para permitir aquello de la energía entre el yin y el yang. Chiquitín olía a colonia con aroma de madera. Su piel era suave y sus músculos fuertes como de piedra. Su torso desnudo constantemente me servía de apoyo para mi cara y mis manos. Al principio era muy respetuosa pero toda la atmósfera aumentaba mi éxtasis. Sus nalgas parecían dos rocas y su inmensa espalda provocaba lamérsela y saborear las pequeñas gotas de sudor Eso del calentamiento era muy cierto. Empecé a sentir calor en mi piel y cada roce con el cuerpo de mi morenazo parecía replicarse en todo mi cuerpo, especialmente en esa zona debajo del ombligo.
Luego del calentamiento, continuamos con una parte más gratificante del ejercicio. Siguiendo las instrucciones de la profesora, Chiquitín me abrazo por detrás y me levantó con una suavidad que me sorprendió por mi peso. También me sorprendió lo que sentí rozar mis nalgas solo separado por las delgadas telas. El ejercicio requería que al final al bajarme me inclinara hacia delante y tratara de colocar las manos en el piso mientras Chiquitín apoyaba mis nalgas en sus muslos y me sujetaba por las caderas. La posición era sugestiva y podía jurar que su verga vibraba al meterse entre mis nalgas aprovechando la libertad de la ropa amplia. Con un ligero movimiento de vaivén, Chiquitín froto su verga entre mis nalgas y la fricción enviaba señales inequívocas de placer y excitación. Las paredes de mi cuquita comenzaban a derretirse lentamente.
El siguiente ejercicio consistía en pararme de frente a él muy pegada y levantándome de nuevo suavemente yo enroscaba mis piernas en su cintura y él me bajaba lentamente hacia el piso de manera que doblando mis espalda trataba de tocarlo. Mi entrepierna abierto frotaba de nuevo la verga de él y las sensaciones comenzaban a irradiar desde ese punto central hacia muslos, caderas, nalgas y vientre. Sentía como él con sus manos en mi cintura, se frotaba descaradamente y a pesar de haberme dejado la tanguita sentía su verga completamente. Ahora entendía porque Irene insistía en que me quitara todo para poder sentir el fluido de la energía, o el tamaño de la verga que se frotaba contra ti, diría yo.
Ya en el piso, él se acostó y debíamos sentarnos encima del facilitador pero mirando hacia sus pies mientras el colocaba sus brazos hacia arriba. Por la posición y la falda que apenas se mantenía en su lugar estaba seguro que la imagen que ofrecíamos era espectacular. Levante la vista y mi sorpresa fue ver que Irene que estaba en el puesto frente a mi, se posicionaba de manera que estaba sentada prácticamente encima de la boca de su facilitador dejando que este le comiera el culito y los labios vaginales con toda tranquilidad. Ahogaba sus suspiros a duras penas cuando nos indican que debemos inclinarnos hacia delante hasta que nuestros pechos toquen el abdomen de nuestros facilitadores. Siendo más pequeña que Chiquitín y sentada en su pecho al inclinarme termine con mi rostro exactamente encima de su hermosa verga. Me encontraba en tal estado de trance y excitación que no dudé en acariciarme el rostro con ella y podía percibir como se iba endureciendo poco a poco. Su olor era delicioso, una mezcla de masculinidad y talco, abrí la boca y comencé a mordérsela suavemente por encima de la delgada tela. Mis manos se cerraban encima de sus piernas mientras mi abdomen se balanceaba suavemente mostrando mis nalgas y con seguridad mi tanguita mojada con mis fluidos que ya corrían libremente por las paredes de mi vagína.
Al regresar a la posición inicial, me acomode de tal manera que era ahora yo la que le ofrecía mi culito y tanguita a mi hermoso facilitador. Hábilmente y ayudado con los dientes se las ingenió para quitar el tanguita del medio y poder meterme la lengua entre mis labios húmedos. Un discreto gemido de placer se me escapó de los labios, produciendo algunas risitas entre las compañeras. Chiquitín tenía una hermosa verga pero su lengua no se quedaba atrás. Se metía en mi culito y me lo taladraba con rapidez. Cada vez que penetraba mi esfínter mi cuquita boqueaba de placer. Cuando estaba a punto de alcanzar un lindo orgasmo tuve que romper el contacto y seguir con otra posición más ortodoxa.
El tiempo había pasado rápidamente y concluíamos la sesión. Sin embargo lo mejor estaba por suceder. Había quedado excitada, Chiquitín me sujetaba la mano como un enamorado y podía ver su inmensa verga semi erecta debajo del pantalón. Mi amiga Irene me guiño el ojo y me dijo que la segunda parte era el masaje en manos de tu facilitador y dirigiéndose a unos privados nos fuimos todas con sus respectivos facilitadores. Es así, resulta que luego de los ejercicios de relajamiento y descanso viene la sesión de masajes con tu facilitador.
Chiquitín muy gentilmente me pide que me desnude y me envuelva en una suave toalla mientras él se lava las manos y prepara el espacio para el masaje. Si noté que la camilla era bastante robusta y sólida y mucho más ancha de las que conocía. Al lado había una silla llamada ergonómica que luego explicaré su uso. Ahí recibías el llamado masaje natural y seguía a la sesión de la camilla. Obedientemente me desnudé y me tumbe en la camilla cubriendo pudorosamente los senos con la toalla. Pude darme cuenta que no era muy grande y apenas tapaba mi coño inflamado y rojo. Reapareció Chiquitín envuelto solo con una toalla y me dijo que si quería el masaje al estilo puro oriental o al occidental. Sin tener idea de que hablaba le dije que prefería el oriental. Entonces se despojo de su toalla y me descubrió completamente. Un aaaahhh de admiración se me escapó de los labios y mis ojos no se despegaban de la hermosa verga que tenía al frente. Lo de Chiquitín era solo una broma porque mi moreno tenía la más hermosa, brillante, negra verga que jamás haya visto. Me pidió que me volteara boca abajo y se encaramó en la camilla arrodillándose con mis piernas entre sus rodillas. Su inmensa figura se veía imponente y su piel totalmente depilada brillaba por el aceite, que luego supe era un gel especial, mostrándose como un gran Dios africano listo para poseer a la desvalida princesa. Procedió a untarme el gel especial con las manos y luego usando un aparatito que se colocó en la mano como una ventosa pero en el centro giraba una perillita procedió a pasármelo por todo el cuerpo.
El efecto de succión de la ventosa sumado a la vibración de la perilla era exquisito. El facilitaba increíblemente el deslizamiento del aparatito mientras descuidadamente su verga rozaba mis piernas. Estaba excitada y cuando me pasó el aparatito por las nalgas para luego llevármelo a la cara interna de los muslos empecé a sentir pequeños orgasmos explotando dentro de mi vagína en lo que han dado por llamar el punto G. Gemía como una posesa y mis labios susurraban un constante métemelo, métemelo, métemelo
Chiquitín parecía no oir, pero sus manos no se detenían. Luego de mantenerme gimiendo como una hembra en celo, me manda a voltear y queda frente a mi. En esta oportunidad se arrodilla entre mis piernas obligándome a separarlas pero dejándola estiradas. Sigue el tratamiento con el aparatito que excita mis senos, el cuello, las piernas y al final lo coloca directamente encima de mi vulva en donde la perillita roza directamente el clítoris y la ventosa chupa mis labios alternativamente. En ese momento se me escapo un gritito de placer porque el orgasmo que me llego me hizo temblar y las vibraciones parecían querer hacerme estallar en luces y colores. Coño, fue delicioso y todavía el negro no me había cogido. Mientras me recupero Chiquitín se ha bajado de la camilla y con una toalla húmeda me asea un poco porque mis jugos habían chorreado hasta la camilla. Tenía los labios sumamente hinchados y el clítoris extremadamente sensible. Al recuperar la respiración y mirándolo con ojos desvalidos de cachorrita que quiere más me toma de la mano y me lleva a la silla ergonómica.
Me ayuda a posicionarme en ella, y creo que ese es el mejor término porque aunque pareces estar sentada, tus rodillas se apoyan llevando la mayor carga del cuerpo. Las nalgas quedan separadas por dos paletas de asentaderas dejando tu rajita abierta y expuesta. Tu rostro se apoya en un círculo acolchado y tus manos se aferran de unas asas que te ayudan a mantener el equilibrio. Luego de ese hermoso orgasmo alcanzado en la camilla solo deseaba algo y Chiquitín me iba a complacer. La silla comenzó a vibrar suavemente y se inclino de manera tal que quede como si estuviese en cuatro mano pero apoyada de tal manera que mis piernas no soportaban todo el peso. Sus enormes dedos exploraron brevemente mis labios vaginales y separándolos de manera que su hermosa verga penetrara en mi. Mis jugos vaginales empapaban el tallo completamente mientras su enorme glande se abría paso en mi vagína enviando chispazos de colores a mis ojos pero primero recorriendo mis nalgas y subiendo por mi espalda donde parecían entrar por mi nuca y explotaren las orbitas de mis ojos. La silla vibraba de manera tal que en vez de tener un vibrador dentro, mi cuerpo era el que vibraba alrededor de la verga que me cojía. Sus manotas las tenía en mis hombros y la silla la había elevado de tal manera que no había necesidad de doblarse o inclinarse. Sus movimientos calculados y muchas veces practicados llegaban hasta los rincones mas sensibles de mi vagína. Su dedo índice jugaba y a veces intentaba penetrar mi culito haciendo juego con las vibraciones y movimientos de cintura de Chiquitín, mis orgasmos me estaban dejando sin fuerza y relaje mi cuerpo de tal manera que solo sentía la inmensa verga dándome placer y mi culito boqueando por atención.
Un gruñido de oso llenó el pequeño espacio y Chiquitín dejo correr su espesa y caliente leche dentro de mi. Sus últimos movimientos casi despegan la silla del piso y aunque dolió, me encantó la sensación de posesión de este hermoso negro. Sin fuerzas, desgastada, satisfecha y harta cansada le pedí que me cargara y me dejara descansar un rato en la camilla. Gentilmente me acostó, me limpió con un a toalla y me arropo dejándome dormir un buen rato. Ya al salir era una de las últimas y las demás son la misma cara de satisfacción y complicidad se despidieron hasta la próxima semana