@yocasta2020

Una chica de gran éxito en las redes sociales va a sufrir una terrible pesadilla.

HACE UN MES:

¡¡¡Hola followers!!! Soy @yocasta2020, bienvenidos a mi vídeo en directo. Estamos a punto de despegar. Volvemos a casa. Miradme retransmitiendo desde el avión. Y pensar que antes no dejaban usar los móviles en los vuelos. ¡¡¡Qué horror!!! Pobre gente… Lo he pasado muy bien en Santo Domingo.

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Tres horas de vuelo… ¡¡¡Qué pasada!!! Antes tardaban nueve horas. Y qué aterrizaje más suave. He cogido la maleta. Voy a tener que cortar, estoy en la cola de la aduana. ¡¡¡Qué aguafiestas!!!

Recordad que soy @yocasta2020, nací en 2020, por eso sabéis que tengo veinticinco años. Casta, lo que se dice casta, no lo soy tanto. Pero no me iba a llamar “yo no casta”.

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  • ¿Es suya esa maleta?
  • Sí, claro.
  • Pues tiene que venir a revisiones.
  • ¿Qué es eso?
  • Aquella sala, los compañeros le pedirán abrirla, sólo será un minuto.

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Vaya gilipollez. Bueno, obedezco que van armados. La pena es no grabarlo para enviarlo a la red.

  • Abra la maleta, ¿Por favor?
  • ¿Puedo grabarlo?
  • No… ya los grabamos nosotros -la policía, una mujer rubia, alta y fuerte, señala a las cámaras de vigilancia en las esquinas. Hay dos en los extremos de una diagonal del techo.

Abren la maleta, revuelven todo…

  • ¿Qué hay en este paquete?
  • No sé…
  • ¿Cómo que no sabe?
  • Ese paquete se lo llevo a mi amigo @buendia2019… Me lo han traído al hotel y no le he abierto.
  • Pues yo sí que lo voy a abrir -dice la mujer con tono de enfado.

Pone el paquete sobre la mesa, raja el envoltorio con una navaja y ante mi sorpresa aparece un polvillo blanco.

  • Deje la mochila en la mesa, manos en la nuca.
  • ¿Qué, yo no sabía? Eso no es mío…
  • Eso iba en su equipaje y parece cocaína -dice ella, cada vez más borde.

Obedezco… dejo la “kanken” rosa sobre la mesa y, despacio, pongo las manos en la nuca. ¡¡¡Ayyy!!! El otro agente, un hombre de mediana edad, se ha situado a mi espalda. Noto algo metálico, como una pulsera apretada en la muñeca izquierda. Lo ha cerrado de un golpe, acompañado de un ruido metálico, como una cremallera. ¡¡¡Ahhh!!! Me lleva la mano a la zona lumbar, me coge la otra mano con fuerza, la junta a la primera sobre los riñones. Otro golpecito metálico… noto el brazalete cerrarse.

Siempre he tenido la fantasía de que un policía fuerte me esposaba… Pero no era así. Me ha colocado las palmas hacia afuera. Intento girar las muñecas, no puedo… están apretadas. Noto la presión, al límite de lo soportable. Si me muevo un poco, me duele.

Delante de mí sacan el reactivo químico, lo mezclan con un poco del polvo blanco, si es azul estoy perdida…


AHORA:

¡¡¡Dios!!! Siempre sueño lo mismo antes de despertar… Llevo un mes con la pesadilla de aquel polvo blanco tiñéndose de azul ante mis ojos. Empiezan a entrar tímidos rayos de luz por la ventana enrejada de la celda. En media hora sonará el timbre para despertarnos. No sé por qué nos levantan a las 7:00 si no vamos a hacer nada en todo el día. Pero si no te levantas con el timbre y haces la cama antes del desayuno, te llevan a aislamiento.

Prefiero dormir en la litera de arriba, aunque sea más difícil hacer la cama. Alejandra me deja. Alejandra es la razón de que no me haya intentado suicidar. ¿Cómo pude ser tan tonta? Realmente llevaba veinticinco años siendo muy tonta.

Bajo la litera y veo a Alejandra durmiendo desnuda sobre las sábanas. Duerme cabeza abajo. No lleva ni bragas… Bueno, yo se las quité anoche. Es una mujer pequeña y algo rolliza de cuarenta años, pero aquí es mi hada madrina.

Aún hay tiempo. Me arrodillo junto a su cama, le empiezo acariciando las nalgas, voy poco a poco hacia su sexo. Lo toco con suavidad… le acaricio el clítoris, despacio y noto como, a la vez que se despierta comienza a humedecerse… su cuerpo se contrae, se retuerce. Se despereza y abre los ojos sonriendo.

  • ¿Qué hora es?, ¿Aún quieres más? -dice bostezando.
  • El timbre está a punto de sonar, déjate hacer.

Y se deja hacer… La coloco con la espalda sobre la cama, con dificultad por la falta de espacio me coloco sobre ella. Le abro las piernas y con suavidad llego con la boca a su vulva. Chupo despacito… ya está caliente, húmedo… noto como se retuerce, gime… Voy subiendo la velocidad. Ella se retuerce cada vez más, noto como hace un esfuerzo por no gritar como una loca. Sigo, sigo… ¡¡¡Ahh!!! Noto como se corre… en ese momento oímos el timbre… suena casi medio minuto, un chirrido agudo, estridente, diseñado para sacarnos de la cama sin resistencia.

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Hacemos las camas y nos ponemos la ropa cutre de presas lo más rápido que podemos. Una especie de legging corto con cordel en la cintura. Una camiseta de asas puesta sin sujetador. Chanclas de piscina incómodas.

Abren la puerta y nos señalan hacia el salón central. Hay que pasar por la cocinilla, coger las galletas inmundas y la leche. Los zumos son un preparado inmundo de agua y polvos. Lo llevamos a una mesita en el salón y desayunamos sin saborear mucho… Será un asco pero hay que seguir vivas.

Al terminar, una de las guardias viene hacia nosotras. Nos mira altivamente, uniforme azul, botas militares, cinturón de cuero. A la izquierda, como una espada, colgaba la porra. A la derecha brillaban las esposas metálicas.

  • Tú, tienes reunión con tu abogado -le dice a Alejandra.

Me quedo sentada viendo como Alejandra y esa mujer entran un momento en nuestra celda. Por el día permanecen abiertas, nos encierran por las noches. Sé lo que va a pasar aunque no lo distingo desde aquí.

En la pared opuesta a las literas, hay dos soportes metálicos, con la forma de un gancho doblado hacia arriba. Cada prisionero está “asociado” a las esposas robotizadas que te ponen el primer día. Realmente es una caja rectangular con lazos de tela a los lados. Al llegar a la celda, te obligan a acercar la caja a tu soporte, un fortísimo electroimán atrae al hueco de paredes metálicas de la parte inferior. Quedas “pegado” allí… hasta que el guardia usa una aplicación en su móvil para que las correas se aflojen y tus manos sean libres.

Ahora harán lo contrario… Le pedirá que meta sus manos en los lazos. La guardia abrirá la aplicación con su huella dactilar y accionará las esposas. Los lazos se apretarán en sus muñecas. Sólo cuando la guardia lo permita, el electroimán se desactivará y Alejandra podrá salir de la celda, atada, indefensa con la guardiana siguiéndola de cerca.

Veo como salen, Alejandra primero con la infame caja entre sus manos. La policía la sigue con la mano en la porra.

No sé qué le dirá su abogado… Antes de ser desahuciada, entró en el banco cuchillo en mano. ¿Para qué ponen detector de metales si luego no lo usan? Como ella dice, era eso o suicidarse.

Para mí tampoco… Los abogados del turno de oficio discuten quién me defenderá. Nadie quiere… Chica popular, delito flagrante, me intento explicar con una historia inverosímil. No parece un buen caso.

No estoy de mucho humor… entro en la celda, me tumbo en la litera de abajo… huele a Alejandra. Medio dormida, medio despierta, rememoro lo que pasó después de que aquel polvo se volviera azul.


HACE UN MES:

Ya esposada, la agente rubia me sacó de la sala violentamente. Me agarró fuertemente un brazo y simplemente me zarandeó a su gusto. Indefensa, no tuve otro remedio que seguirla. Salimos por una puerta del fondo y caminamos un pasillo muy largo. Mi cabeza estaba en shock, ni siquiera podía pensar.

Finalmente llegamos a una sala que parecía una sala de espera. La entrada estaba vigilada por dos guardias armados. Según llegamos una guardiana joven se levantó y señaló a un banco de madera.

  • Ahí...

La policía que me custodiaba me sentó allí. La otra chica se arrodilló y me puso un grillete en un tobillo. Miré hacia abajo… era como las esposas de manos pero más grande. La cadena era más gruesa y más larga. No ví el final pero debía estar sujeto al suelo o a la pared bajo el banco.

La mujer, no sé muy bien por qué me quitó las deportivas y el cinturón rosa (a juego con la mochila que no he vuelto a ver) y se fue diciendo que iba a buscar el “kit de detención”.

La mujer trajo una caja. Empezó sacando un extraño artilugio… Era como una caja metálica con un lazo de tela. No me dio ningún buen rollo cuando me puso el lazo al cuello. En ese momento, sacó un móvil y lo manipuló un momento.

¿Qué? El lazo se apretó como un collar sobre mi garganta. Llegó al punto en que estuvo ceñido del todo, menos mal que sin apretar, y después aflojó sólo un poco. El artilugio quedó en mi cuello como una gargantilla, como un choker (que, curiosamente, significa “estrangulador”).

La cosa continuó… Sacó otra caja más grande, rectangular, con lazos a los lados. La otra policía en ese momento me ordenó levantarme y me soltó las manos. Rápidamente, comencé a frotar las muñecas intentando que volvieran a la vida.

No pude hacerlo por mucho tiempo. Me ordenaron colocar las manos en los lazos y accionaron de nuevo el mecanismo. Las dos correas de tela se cerraron al mismo tiempo, esta vez llegaron a apretar de verdad para, después, relajar sólo un poco la presión. Una luz verde se encendió en la parte superior de la caja.

  • Debo informarte -dijo la oficial que trajo el kit.
  • Te hemos puesto el kit de detención estándar. La gargantilla la llevarás siempre, sólo se te quitará si llega el momento de liberarte. Puede determinar tu posición por GPS. Si la luz es verde, te encuentras en el lugar correcto. Si es roja y emite pitidos, detente y siéntate en el suelo -miré hacia abajo, con dificultad se intuía una luz verde.
  • Lo mismo para las esposas. Si la luz se vuelve roja, siéntate y no te muevas. Una luz roja es un intento de fuga. No queremos usarlo pero las esposas pueden efectuar una descarga eléctrica que te dejará inconsciente, también pueden apretarte las muñecas hasta el punto de impedir cualquier acción.
  • Nunca hemos tenido que usarlo pero la gargantilla también puede apretar.

Las dos se fueron. La que me detuvo, por donde vinimos. La carcelera (eso debía de ser), por una puerta del fondo. Entonces empecé a ser consciente de cuánto la había cagado… Aquellos dispositivos eran de todo menos tranquilizadores. Recuerdo cuando los políticos insistían en que iban a usar todo el potencial de las nuevas tecnologías para combatir el crimen.

Pasé un montón de tiempo allí esperando. Tal vez un par de horas. Por fin, la carcelera volvió a entrar. Me liberó el tobillo y me llevó con ella a una sala donde me esperaba otra mujer tras una especie de mostrador.

Allí descubrí lo que era un soporte magnético. Un grueso cilindro de metal doblado hacia arriba como un gancho, salía del mostrador hacia mí. Terminaba en una especie de pincho redondeado, como un tornillo sin rosca. La mujer me indicó que acercara las manos, su compañera accionó algo en su móvil, entonces sentí la poderosa atracción del pincho. Irremisiblemente, la caja de mis extrañas esposas se pegó a aquel cuerpo, el pincho se encajó en alguna cavidad inferior de la caja. Intenté escapar de aquel soporte y ví que era imposible.

  • Un electroimán que ejerce doscientos kilos de fuerza -dijo la primera guardiana, mientras me colocaba un grillete en el tobillo.

Al sujetarme el pie, me soltaron las manos. Las correas se aflojaron sin más.

Me enseñaron documentos con todos mis datos copiados de mi documentación… Tuve que firmar confirmando que yo era yo. Que mis efectos personales eran los que aparecían en una lista que habían elaborado. Tuve que quitarme reloj, pulseras, sujetador… Me tomaron las huellas de los diez dedos con un lector electrónico y me hicieron leer y firmar mis derechos.

Me volvieron a sujetar las manos y me soltaron el tobillo. El electroimán me dejó ir… Sólo para que me midieran y pesaran. Metro cincuenta y ocho y cincuenta y cinco kilos. También me hicieron varias fotos… la verdad es que éstas no desearía publicarlas.

Me llevaron a una celda minúscula. Dos metros y medio por dos metros. Al entrar me obligaron a colocar las manos en otro soporte magnético. Allí sujeta miré alrededor el lugar donde iba a tener que dormir. La puerta corredera se cerró automáticamente no sin algún chirrido. Sólo cuando estuvo cerrada, las correas se aflojaron y pude darme la vuelta y colocar las sábanas que habían dejado sobre el colchón.


AHORA:

¡¡¡Ehh!!! ¿Qué pasa? Despierto al sentir las suaves manos de Sandra acariciando mi pelo.

  • ¿Qué haces en mi cama? -dice cariñosamente.
  • Esperarte…
  • Mañana me llevan a juicio.

Nos quedamos calladas el resto del día. Sabíamos que ir a juicio significaba ser encerrada sola en un calabozo en el sótano de los juzgados. Allí debería permanecer hasta conocer la sentencia y ese día sólo había dos posibilidades: a la calle o al presidio. Ambas sabíamos que la primera sólo era posible a través de un milagro.

Después de todo el día y toda la noche abrazada a ella, intentamos disfrutar el último desayuno juntas. Casi inmediatamente, vinieron a buscarla, le sujetaron las manos y se la llevaron sin más.


HACE UN MES:

Esa noche dormí sola y mi mente volvió a la celda individual de la comisaría del aeropuerto.

Después de mi primera noche encerrada, desperté sudorosa y asustada en aquel camastro estrecho. Todavía estaba oscuro, la luz del techo había dejado de funcionar a las veintidós horas. No pude dormir más… De repente, la luz se encendió acompañada de un timbre estridente. Aquella pequeña “agresión” fue acompañada por una voz autoritaria que venía de un altavoz: “levántese”, “tiene cinco minutos para asearse en la pileta”. La pileta era minúscula y estaba en una esquina, al lado de una letrina pequeña, junto al cabecero de la cama.

Una vez conseguí lavarme la cara la voz me pidió colocar las manos en los lazos. Allí seguían aquellas esposas mecanizadas y controladas en remoto. Según introduje las manos en los dos semicírculos de tela, las correas empezaron a tensarse, forzando mis muñecas contra la caja central. Por un segundo sentí mucha presión, después aflojó sólo un poco. Me tuve que quedar allí, pegada a la pared durante el tiempo que les dio la gana.

Por fin la puerta mecanizada se abrió. Una agente entró y el electroimán me dejó separarme de la pared. La mujer me agarró un brazo firmemente y me llevó a una sala vacía. Me sentó en una silla delante de una pantalla y amarró mi tobillo con un grillete para evitar mi fuga.

  • La ayudante del fiscal te interrogará por videoconferencia.

Efectivamente, la pantalla se encendió y una severa mujer comenzó a hacerme preguntas. Intenté explicar que no sabía el contenido del paquete que actuaba de buena fé pero no pareció creer nada en absoluto.

Después de la última pregunta, ví como se ponía a escribir frenéticamente en su teclado. Puso cara de haber terminado y pulsó una última tecla… ¿Enter?

Después me miró fijamente… o eso me pareció.

  • Prisión provisional. Será conducida a la cárcel del distrito de inmediato.

La pantalla se apagó y yo tuve que esperar un buen rato a que la misma agente viniera a buscarme. Me llevó a una especie de enorme garaje abierto. Por lo menos tomé un poco el fresco pero tal vez demasiado fresco. Allí había un gran banco de madera y otros detenidos y detenidas estaban allí sentados, esperando. Todos con las manos sujetas y un grillete en el tobillo. Todos descalzos, sin cinturón, sin ningún efecto personal salvo la mínima ropa que tapara su cuerpo.

Allí me sujetaron y allí tuve que esperar. Llevaba todavía un short vaquero cortísimo y una camiseta de tirantes negra, muy ajustada. El escote sin sujetador se había vuelto algo caótico, se me movían para todos los lados.

Por fin una especie de autobús nos recogió. Dividieron a hombres y mujeres en zonas distintas, cada grupo entró por una puerta, dentro había una reja separadora. Me sentaron en un banco metálico situado a lo largo del interior del vehículo. Había un banco a cada lado, así que llevaba a otra detenida enfrente. Todas con el tobillo sujeto con un grillete, todas con nuestras manos aprisionadas por una caja con un indicador luminoso en verde.

El autobús tardó horas en llegar. Luego me enteré que había sido un viaje de más de cien kilómetros en un vehículo sin conductor. Hace tiempo que retiraron los autobuses sin conductor por el miedo a accidentes… con los presos parecía importar menos.

En la cárcel nos quitaron la ropa y nos obligaron a tomar una ducha con agua tibia, casi fría. Nos hicieron vestir ropa de presas y nos llevaron a nuestras celdas.

Por la noche encerradas en la celda, por el día en un salón central sin nada que hacer. La comida mejor no hablar… Cada dos días te puedes duchar y cambiar de ropa. Cinco minutos escasos de agua tibia y jabón áspero.


AHORA:

Despierto sola, desayuno sola…

Cuando menos lo esperaba, una guardiana viene a buscarme. No sé por qué, no me dice nada… Sigue el protocolo, me saca con las manos sujetas. Me lleva a una sala de “entrevistas”... Sirven para ver a los abogados pero también para interrogatorios. ¿Ya tengo abogado?... Podría ser.

Me sienta en una silla, me asegura el tobillo. Delante hay una mesa. Del otro lado, un hombre se esconde tras un ordenador portátil… Lleva el uniforme de la policía con insignias de oficial. No es el típico agente corpulento, su complexión es normal tirando a gordito. Mayor que yo, pelo rapado casi al cero, usa gafas de leer. No es un abogado… ¿Quién es?

  • Soy el capitán Jiménez, delitos informáticos -se presenta.
  • ¿Eres un nerd metido a policía? -se me escapa una expresión borde.
  • Sí… lo soy -no parece enfadado.
  • ¿Y qué quieres?
  • Que me cuentes tu historia…
  • Ya se la conté a tus compañeros y a la fiscal.
  • Hazlo de nuevo…
  • ¿Me servirá de algo?
  • Prueba… no tienes que perder.

Le conté de nuevo mi historia de despropósitos. Me hizo algunas preguntas que yo contesté… Pensó un momento, consultó algo en la pantalla.

  • Coloca las esposas en el soporte...

Había un soporte magnético sobre la mesa. No sabía sus intenciones pero obedecí. El electroimán atrapó las esposas. Las correas se aflojaron, permitiéndome aliviar las muñecas.

  • ¿Me has soltado con el portátil?
  • Claro que sí… no tengo móvil.
  • Un nerd sin móvil…
  • No lo tengo aquí dentro.
  • ¿Por qué me has soltado?
  • Porque podrías decir la verdad… -era la primera vez que alguien decía eso.
  • ¿Por qué dices eso?
  • Has dicho lo mismo que en otra declaraciones… pero con palabras diferentes. Los mentirosos se contradicen o repiten siempre la misma frase, la que se han aprendido.
  • Luego me crees…
  • No lo descarto desde el principio. Además, es una historia demasiado absurda.
  • Sí… muy absurda.
  • Nadie inventaría una mentira tan ridícula...

Tenía razón… me sentía muy tonta pero tenía razón.

  • ¿Por qué has venido, no dabais el caso por cerrado?
  • Me gustan tus vídeos…
  • ¿Qué?
  • Lo que he dicho, @yocasta2020, son frívolos pero tienen algo.

Allí mismo, aquel hombre empieza a comprobar cosas. La cuenta del tipo que me engañó se creó justo con la publicación de mi primera foto de vacaciones. Se cerró cuando la prensa anunció que habían detenido a una “influencer” con un paquete de droga.

Consigue ver las fotos y vídeos de esa cuenta… todos falsos. Son de un actor fallecido.

En mi expediente hay testimonios grabados de empleados del hotel. El paquete fue entregado por una empresa de mensajeros.

  • ¿Qué tenías que hacer con el paquete al llegar?
  • Enviar un correo y vendrían a recogerlo...
  • Pues tendré que indagar más…

  • ¿Más?

  • Movimientos de tu banco... rastro del envío del paquete, podríamos saber algo sobre desde donde se creó o cerró la cuenta.
  • Eso no voy a poder hacerlo aquí, pero lo investigaré, te lo prometo -continuó.
  • Con eso me llega...

El hombre acciona algo y los pilotos de las cámaras se apagan.

  • ¿Has dejado de grabar?
  • Sí, hemos terminado…

Entonces dice lo que me temía:

  • Tienes que introducir las manos en los lazos.

Sabía que llegaría el momento, pero no me sentía con fuerzas. De hecho, haría cualquier cosa por evitarlo o aun solamente por retrasarlo un poco.

  • Las manos en los lazos, por favor…

No obedezco. Me quedo sentada en la silla. Me hago un ovillo. El capitán viene hacia mí. Cierro los ojos. Coloco los puños cerrados sobre el pecho. Noto sus manos… me coge las muñecas. Tira con suavidad… Sus manos son firmes pero también son suaves, manos calientes, manos fuertes, manos de hombre… Hace mucho que no estoy con un chico. Sandra fue mi primera, y única, experiencia lésbica…

Sin retroceder pero sin hacerme daño, tira por mí, lleva mis manos hacia los malditos lazos. Lo siento muy cerca, lo oigo respirar… No sé por qué pero lo hago. Abro los ojos un momento, lo suficiente para buscar su boca con la mía. Me sigue agarrando. Noto como retrocede un poco. Pero noto sus labios, carnosos, cálidos… Deja de huir. Sus labios responden… su lengua también. Todavía me sujeta, firme, fuerte… Sigo con los ojos cerrados. El tacto es mi único sentido ahora.

Me ha soltado las manos, me quita la camiseta… Noto como me besa y me chupa los pezones. ¡¡¡Ahhh!!! El chaponcete aún sabe lo que hace… Me vuelve a besar… húmedo, cálido, con lengua… Al tiempo que me besa me toca los senos, los estruja… ¡¡¡Me duelen!!! ¡¡¡Me encanta!!!

Me besa el obligo… toco su pelo, cortado al uno, como un cepillo. Me baja el pantalón y las bragas. ¡¡¡Ehhh!!! Tengo un pie amarrado. Pasa las prendas por el grillete, quedan enganchadas en la cadena, hechas una pelota.

Me toca la entrepierna… noto sus dedos húmedos, los ha mojado con su saliva. Dos dedos… despacio… más rápido, cada vez más rápido, más adentro. Se ha puesto de pie… Me besa al tiempo que me masturba… Me acaricia el pelo… ¡¡¡Ahhh!!! Me coge el pelo con fuerza.

  • Me gusta este pelo teñido de rosa pálido -dice mientras me sigue masturbando con una mano.

Me encanta que me coja fuerte por el pelo. Sí, lo tiño de colores imposibles. Ha perdido mucho color estando aquí encerrada.

  • A  mí me encanta sentirme en tu poder -contesto.

Me tumba en el suelo, mirando hacia arriba. Se tumba sobre mí… Se baja los pantalones. Con cuidado me penetra. Empieza un movimiento rítmico. Primero despacio… suave… Después, rápido, fuerte… ¡¡¡Ahhh!!! Me retuerzo… gimo… lloro de placer… Me estruja las tetas a mismo tiempo… ¡¡¡Me encanta!!! Llego, llego en una gran convulsión.

Él sigue un poco… muy rápido… muy fuerte… sin control. Lo noto eyacular… caliente… espeso.

Quedamos un rato tumbados en el suelo… Se levanta jadeando. Se viste. Me besa muchas veces, me acaricia. Me pone las bragas y el pantalón… La camiseta… Me besa la cara, me besa las manos… las muñecas. Me coge las muñecas y tira por mí. Cierro los ojos. Esta vez no me resisto. Siento las correas tensarse con los ojos cerrados.

Llama a la guardiana para que me lleve de vuelta al módulo.

  • Confieso que veía vídeos tuyos cada día deseando hacer esto -dice mientras esperamos.

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UN MES DESPUÉS:

La cosa no ha ido tan mal. Han aparecido pruebas de que me engañaron. Detuvieron a los verdaderos culpables a ambos lados del Atlántico… Tuve que ir a juicio… se rieron de mí lo que quisieron pero me absolvieron. Hoy veo la calle por primera vez en dos meses.

Creo que voy a descansar un poco de las redes. Mejor alguna relación a la vieja usanza. Timbro… es el apartamento de mi capitán. Estoy nerviosa como una quinceañera… creo que él también un poco. ¡¡¡Vamos a vivir un poco nosotros solos, sin grabarlo, sin publicarlo!!!

FIN