Yo y el segurata (Parte 1)
Una historia de amor que ocurre con el segurata de una tienda. (perdonar las faltas de ortografía)
En un día tan caluroso como hoy, decidí irme al centro comercial a comprar ropa, yo solo. Cojo el bus, y como siempre no hay asientos y otra vez 30 minutos de pie.
Una vez llegado al centro comercial, voy al panel informativo para saber a qué tienda ir directo sin pasarme 3 horas en cada tienda. Y al final escogí “Celio”, una tienda que siempre me ha gustado y no he tenido ningún disgusto con ellos. Veo que la tienda está en la segunda planta, asique voy a las escaleras mecánicas, antes de llegar a la tienda de lejos veo a un segurata muy guapo pero muy guapo, y yo suplicando que por favor no esté en la tienda “Celio” porque me pondría muy nervioso y estaría más pendiente de él que de escoger ropa.
Cada vez que me acercaba mi suplicación se desvanecía hasta que de pronto estoy delante de la tienda y veo a él caminando dentro de la misma tienda a la iba a comprar ropa, yo por dentro me quería morir y por una vez decir, tierra trágame”. Total que me trago el orgullo y entro a la tienda como si nada pasará. Justo al entrar, pitan las puertas de seguridad, y yo con las manos sudadas, con la frente llena de sudor, viene el segurata y me dice:
- Hey, veo que te has escapado de la cárcel (sonriendo)
- Jeje…. (me quede en mi modo planta)
- Enséñame tu bolsa, por favor.
- Pero si no tengo bolsa (le dije con un poco de miedo)
El segurata me dio la vuelta entera y se dio cuenta de que tenía un reloj, me cogió la mano inesperadamente y me dice:
- Creo que ya tengo al culpable. (con voz de poli malo)
Me lo saco el mismo, me hizo retirar atrás y con el reloj paso por la puerta y no pitaba, entonces el segurata me dio el reloj y al no ver que no tenía nada más de metal me dejo pasar a la tienda:
- Puedes entrar, pero te estaré vigilando (me lo dijo con una sonrisa de pillín, que me hacía derretir)
No dije nada y entre a la tienda con un poco de vergüenza, pero nada me trago otra vez el orgullo y adelante. Voy a la sección de pantalones, que es la sección que está más lejos del segurata, veo unos pantalones rebajados que parecen que me irán bien, cojo 4 pantalones y los sujeto en la mano. Después me voy a la sección de camisetas, y lo mismo cojo unas 3 camisetas y voy al probador.
Con toda esta ropa en mi mano se me cae 1 camiseta al suelo delante del probador, y justo antes de cogerlo viene el segurata y lo coge más rápido:
- Tienes buen gusto (me lo dice mientras me da la camiseta)
- P…p…perdón? (estaba en shock)
- Digo que seguramente te quede bien la camiseta.
- Oh, gra…gracias! (le dije con una sonrisa)
Con tanto nervio, cojo la persiana y la estiro rápido, pongo las ropas en las perchas e intento respirar para calmarme. Tras respirar voy probando los pantalones y camisetas, pero al final de todo hay un pantalón que no me convence mucho, así que salgo del probador y voy enfrente de donde había cogido ese pantalón, y me lo quedo mirando y pensando, “¿me lo debo de comprar?”, tardo varios minutos en decidirme, y al final la dejo. Voy al cajero para que me cobre lo demás. Una vez pagado, ya me voy y antes de pasar la puerta suplico que no pite otra vez, justo en la puerta pita la puerta y esa llama la atención del segurata. Ya con la bolsa en la mano y los sudores que tenía, quería que me tragara la tierra otra vez de la vergüenza.
- No te creerás que te podrás librar de mi fácilmente, verdad? (me dijo otra vez con esa sonrisa que me hacía derretir)
- Pero no he robado nada (le dije con seguridad)
- Ya lo sé, pero por norma de la tienda debo de hacerte un cacheo. (me lo dijo muy serio)
Pero yo estaba sudando tanto, que el segurata lo noto y me invito a que pasara dentro de su despacho y me dio un par de pañuelos:
- Hace calor, eh? (dijo el segurata con tal empezar una conversación)
- Si, y más si vives a media hora en bus (le dije mientras me secaba la sudor)
Después de secarme me dejo marcharme y yo le digo:
- ¿Pero no me ibas a cachear?
- Sí, pero sé que eres de fiar (me lo dijo con una sonrisa y yo tan agradecido de su gesto se me escapa una sonrisa), que sonrisa más bonita tienes (me dice)
- Que va… (le dijo todo sonrojado)
- Que si, tienes una sonrisa muy bonita, bueno ya te puedes ir, no te quiero secuestrar aquí (otra vez con esa sonrisa que me hacía morir de locura por el).
Le hice caso y me fui, justo en las escaleras mecánicas me doy cuenta de que me olvido de la compra, y voy rápido otra vez a la tienda, voy al segurata y le digo:
- Oye, que se me….
- Aquí tienes la bolsa, guapo (me lo dio otra vez con esa sonrisa), (y yo le dije “muchas gracias” con otra sonrisa, y me fui).
Una vez llegado a la parada de autobús, miro a la bolsa y me fijo en una hoja blanca, la abro y me encuentro con un número de teléfono, y pienso “seguramente sea el del segurata, ¿quién si no iba a ser?”, pero decidí llamarlo cuando llegue a casa. Llegado a casa tiro las cosas por suelo e intento llamar, pico el número y llamo pero después de la llamada me dice que este número no existe, entonces lo intento otra vez, pico llamo y me dice lo mismo, pues así lo intente hasta 7 veces, hasta que me di por vencido y rompí la hoja.