Yo una ejecutiva, el un viejo, casi un pordiosero

Sigue la historia de una elegante mujer que tiene una historia de sexo con un hombre maduro que le brinda una experiencia prohibida

Luego de la perturbadora experiencia que les conté, por el bien de mi salud mental y hasta mi seguridad, cambié mis hábitos de manera de no cruzarme con aquel viejo que, no lo niego, tanto placer me había dado esa mañana de descontrol. Cambié mis horarios de trabajo, no tomé más el mismo ómnibus y elegía caminos alternativos para llegar a mi casa, de manera que no puedan estudiar mis rutinas.

Así transcurrieron las semanas sin sobresaltos. Confieso que varias veces tuve fantasías con aquel tipo que nunca me enteré ni el nombre, soñé con su miembro erecto recorriendo mi cuerpo en aquella sucia habitación, me recordé bañada en esperma y hasta sentí el gusto de su leche en mi boca, pero nunca pasó más de una excusa para masturbarme.

Una tarde, llegué a mi casa y don Germán, mi vecino, sale a mi encuentro con un paquete en la mano:

-       Azucena, hoy vino un señor mayor, dijo que mañana a las 20:00 en punto pasa por su casa para hacer los trabajos que le encargó, acá deja las herramientas que va a necesitar para hacerlo.

Yo no entendía nada y sólo tomé lo que me alcanzaba mi vecino, seguramente puse cara de extrañada porque enseguida agregó:

-       Está todo bien ? A mi no me gustó mucho la traza de este hombre. Cualquier cosa me avisa. No deje entrar a cualquier persona a su casa y menos a la noche.

-       La verdad que no se bien de que se trata, pero como yo soy medio desmemoriada… Gracias don Germán, no se preocupe, cualquier inconveniente le aviso.

Entré a casa totalmente intrigada por lo que era aquel objeto y quién lo había traído. Quité el papel, era una cajita de cartón, quité la tapa y cuando vi lo que contenía pegué un salto hacia atrás como si hubiera tenido una serpiente: entre otras cosas, adentro de la caja estaba mi tanga que había dejado aquella mañana en la casucha de mi amante ocasional ¡! Traté de calmarme y volvía a inspeccionar el contenido de aquella caja: mi tanga estaba en una bolsita, había otra caja como de una crema medicinal y una nota:

“Hola puta, al fin pude encontrarte. Acá te dejo tu tanguita que como verás he utilizado estos días y, como te habrá dicho tu vecino, dejo una herramienta para el trabajo que voy a venir a hacer. No te habrás olvidado que me prometiste tu cola ¿? Nos vemos mañana, llego a las 8, pero no se hasta que hora te voy a estar cojiendo, te voy a llenar de leche todos los agujeros”

Saqué mi tanga de la bolsa y estaba cubierta de manchas blancas, al extenderla un colgajo espeso se escurrió, sin duda el viejo se había masturbado con mi prenda y todavía quedaba algo de esperma fresco. Inspeccioné el otro elemento y era una pomada “DILATADOR ANAL-SENSACION FRIA”. Me ericé al ver todo aquello, volvía a experimentar las mismas sensaciones de miedo y excitación que tuve aquella mañana mientras me dirigía a la casa del que sería mi ocasional compañero de sexo. ¿Qué hacer? . Estaba en duda si llamar a la policía, a mi vecino o… recibirlo y ver que pasaba, dentro de todo en mi casa me sentía más segura. Por lo pronto necesitaba masturbarme, la excitación no me deja pensar con claridad: me desnudé completamente, caminé por mi casa pasándome aquella prenda manchada de semen por todo mi cuerpo: me deleitó ver uno de mis pezones brillar con una gota de leche que todavía estaba fresca, la saqué cuidadosamente y con uno de mis dedos me la introduje en la vagina, tan profunda como pude, enseguida tuve un orgasmo que me produjo un temblor en todo el cuerpo. Me acosté en mi cama boca arriba, mientras seguía masturbándome con aquel recuerdo de lo sucio que había sido aquella mañana.

De repente, sonó el timbre del portero-visor de mi puerta de calle, miré la pantalla y vi a aquel hombre que tanto rechazo me había producido primero y tanto sexo me había dado después, estaba algo más presentable aunque con sus ropas de siempre bastante raídas. Tenía que decidir en ese momento. Quedé en silencio. Volvió a sonar el portero y entonces le dije:

-       Estoy desnuda esperándote, volvé en 5 minutos exactos, te doy tiempo para que se te pare, mientras tanto yo aprovecho para pajearme y estar bien caliente para poder soportar tu pija en mi culo. Voy a dejar la puerta abierta, cuando llegues pasá.

Pude ver como miró su humilde relojito, se metió la mano en el bolsillo, empezó a manosearse el bulto y salió caminando tranquilamente.

La puerta de mi casa da a una larga escalera, por lo que está muy aislada de los ruidos de la calle, por ello cuando dejé de hablar un gran silencio reinaba en mi casa. Giré la llave para liberar la cerradura, me arrodillé desnuda delante de la puerta y volví a mi tarea de masturbarme. La excitación no me dejaba pensar la locura que estaba a punto de hacer: iba a dejar a un tipo a mi casa, alguien a quién sólo conocía de la calle y para peor lo esperaba desnuda, ofreciéndome a que me haga lo que desee y lo que él deseaba era poseerme de todas las maneras.

De repente, pude escuchar unos pasos subiendo las escaleras, seguramente era él. Cada paso que daba, sentía  me acercaba a otra experiencia de placer prohibido. Aumenté la masturbación, cuando sentí que intentaba abrir la puerta tuve un orgasmo.

-       Yo pensaba que eras puta, pero no tanto, no pensaba encontrarte así

La verdad que la imagen que daba no merecería otra reflexión: arrodillada desnuda y masturbándome con una prenda impregnada de semen .

-       La leche que habías dejado en mi tanga ya está muy adentro de mi concha, pero antes estuvo mojando este pezón – al tiempo levanté esa teta y me la chupé-

Mi viejo amigo empezó a desnudarse sin quitarme la mirada de encima, seguro que hace unas horas estaría tirado entre la mugre de su vivienda y ahora me tenía a su merced.

De rodillas, como estaba, le mostré como me habría los labios de la vagina y me metía 2 dedos adentro.

-       Ves acá todavía queda algo de tu leche - le mostré, en realidad era una mezcla de jugos que salían de mi interior y me chupé los dedos.

Puse una toalla sobre un sillón para que no lo ensucie y le dije:

-       Sentate ahí.

Obediente se sentó, ya completamente desnudo y con su verga erecta en la mano. Me paré y comencé a caminar por la habitación para que pueda verme. Me gustaba mostrarme desnuda ante él. No sentía temor.

Después me agaché entre sus piernas, tomé su verga entre mis tetas y comencé a pajearlo con ellas. El se agachó y me dio un beso en la boca, su lengua jugaba con la mía. Luego tomé un poco de los líquidos que comenzaban a salir de su pija, me unté los labios y volví a besarlo.

-       Necesito acabar o voy a reventar – me dijo- sos más puta de lo que yo creía

-       Vos me hiciste puta, me hiciste tu puta

Le sonreí y me metí su verga en la boca y comencé a chuparla. Podía sentir como crecía, quería metérmela entera pero no podía, era muy larga. La saqué y empecé a masturbarlo con fuerza mientras abrí todo lo que pude mi boca, quería ver como recibía ese torrente de leche. No tardó mucho, enseguida un potente chorro de semen dio justo en el blanco: inundó mi boca, no dudé en tragar, pero no había alcanzado a abrirla que nuevamente otro torrente de esperma me dio en plena cara y otro y otro. La leche corría por mi cara, algo podía atrapar con mi lengua, otro poco había caído nuevamente en mi boca abierta y lo demás chorreaba por mi barbilla y mojaba mis pechos.

-       Tragá todo putita, no dejés nada.

-       No lo dudes, para eso te hice venir, para gozarte  y tragar tu leche.

Me senté sobre él dándole la espalda, pasé su verga por entre mis piernas y, sin penetrarme, se la limpié con los labios de mi vagina.

Con sus callosas manos, me estrujó los pechos desparramando su propio semen, luego llevaba sus dedos a mi boca para que se lo chupe. Ni en mis fantasías más locas imaginé estar en mi impecable casa, cojiendo con un cualquiera, hasta su relativa falta de limpieza me excitaba.

-       Bueno  nena, llegó la hora que te de el regalito que te prometí

Lo miré extrañada, no entendía a qué se refería

-       La cola, te voy a hacer la cola, al fin voy a poder coger ese culo delicadito con mi verga vieja

Yo sólo sonreí y lentamente caminé hasta la mesa que estaba en el centro de la habitación, allí me recosté dejando mi cola a merced de aquel tipo que a cualquiera le produciría rechazo de sólo verlo:

-       Acá la tenés, es tuya

Por un espejo que hay en el costado de la habitación podía ver la cara de entre asombrado y excitado de mi amante, no podría creer tenerme así con el culo en pompa ofreciéndome a él:

-       ¿ Querés que te ponga la pomadita para que se te habrá un poco ?

-       Mojamelo con tu leche y probemos si entra

El viejo, me sacó un poco de esperma de mi cara y otro poco de mi concha y comenzó con su grueso dedo a untar mi pequeño agujero, por fuera y poco a poco me lo iba metiendo cada vez más adentro. Yo sentía esa dureza entrando en mi culo y, si bien me dolía, la excitación que tenía era tan grande que sólo quería que me penetrara. Sólo una vez hace años me habían hecho la cola y cómo no estaba caliente me había dolido mucho.

-       Uh que apretadito está, lástima que te lo voy a abrir a vergazos. A ver qué gusto tiene

Se agacho y empezó a chupármelo, yo gemía como un animal sentía su lengua entrando en mi culo, a su vez que con los dedos me penetraba la vagina. En el silencio de la habitación sólo se escuchaban mis gemidos, y los ruidos de su lengua lambeteando mi trasero y sus dedos urgando mi concha. De repente se detuvo, tomó un poco de la humedad que salía de mi vagina, se untó su verga y me dijo:

-       Bueno, llegó la hora

-       Si dale, rompeme el culo de una vez, necesito tu verga adentro – le respondí casi implorando

Me reclinó un poco más sobre la mesa, me abrió las piernas y empecé a sentir la cabeza de su verga tratando de abrirse camino, a su vez que me metía dos o tres dedos en la concha. Cuando sentí que la cabeza había entrado me dijo:

-       Ahora clávese usted solita, a ver cuán puta es

Yo empecé a empujar despacio hacia atrás mientras él me manoseaba las tetas con ambas manos. Podía sentir como aquel pedazo de carne iba invadiendo mi cuerpo, el dolor aumentaba junto con el placer, las piernas me temblaban, hasta que por fin sentí sus huevos contra mis nalgas.

Señalándome el espejo me dijo

-       Mire la señorita delicada que no quería que la miren, te tengo bien ensartada por el culo, sos golosa, hasta los huevos te clavaste. Ahora agarrate fuerte que te voy a dar bomba

Me sostuve de los costados de la mesa, el hombre me tomó de mi cintura y empezó a bombear primero suavemente hasta casi sacar su verga de mi culo, para volver a meterla y luego con mayor velocidad. Sus huevos resonaban al chocar contra mi cuerpo. En un momento me la sacó y empezó a darme uno o dos pijazos en la concha y otros en el culo, yo ya no sentía dolor, sólo sentía placer y no sabía por donde me estaban cojiendo ni donde me estaban manoseando.

-       Llename el culo de leche, acabame adentro

Sin sacarme la pija, me alzó y me llevó hasta el sillón, se sentó y me dejó que lo cabalgue dándole la espalda mientras me sobaba los pechos. Alcancé a dar 4 o 5 saltos cuando sentí un torrente caliente dentro de mí

-       Qué hermos, llename de leche

-       Dale puta, seguí seguí

Quedamos los dos tirados en el sillón agotados por la faena, sentía como hilos de esperma salían de mi culo y corrían por mis muslos. Después de un rato se levantó, yo no podía moverme, me metió su verga en la boca para que se la limpie.

-       Te cojí el culo, ahora si sos mi puta.

Yo sólo sonreí y tragué los útimos restos de semen.