Yo te vi morir
Algunos autores de TR nos hemos animado a escribir relatos sobre crímenes. "Yo te vi morir" de BARBIE SUPERSTAR. Él pudo salvarla y no quiso hacerlo.
Estoy pasmado. Aquí en la oscuridad me acurruco viendo tu cuerpo destrozado, ensangrentado. Yo te vi morir y no hice nada por impedirlo.
Vi cómo te acercabas a donde yo estaba parado. Llevabas una blusa con gran escote y una minifalda, tan cortita, que poco dejaban a la imaginación. Ibas maquillada, nada exagerado, pero lo suficiente para resaltar tus facciones. Tus pasos iban acompañados de un contoneo de cadera que invitaba a mirar tus nalgas bien formadas. En cuanto te vi se me revolvió el estómago. Me recordaste a la puta de mi madre, siempre tan escotada y coqueta
-Sal, cariño- me decía con una melodiosa y falsa voz- que aquí tu tío... ¿cómo te llamas? le preguntaba al hombre con el que venía
-Pedro contestaba él
-..que tu tío Pedro y yo tenemos muchas cosas que hablar que tu no debes oír.
Mi madre me sacaba a la calle mientras mi tío Pedro, o Juan o Carlos o como se llamara el cliente en turno, se revolcaba en la cama con mi madre. Después de una hora "mi tío" salía y mi madre, arreglándose la ropa, me permitía pasar. Esto era todos los días. No importaba que hubiera sol o lluvia, frío o calor, yo me quedaba sentadito en la banqueta esperando a que todo terminara. Durante muchos años sufrí la humillación de ser llamado hijo de puta por mis compañeros de escuela.
Un fuerte grito me sacó de mis pensamientos. Había vuelto del pasado, y otra vez estaba en aquella oscura calle. Vi como luchabas por zafarte del brazo aquél que te tenía aprisionada por el cuello. Llorabas y gritabas que le entregarías todo tu dinero pero que por favor no te hiciera nada. Pero de poco valían tus súplicas. Aquél animal, engendro del demonio, no te soltaba. Su brazo te asfixiaba aunque su intención no fuera estrangularte. Yo no podía creer lo que estaba viendo, pero no intervenía.
Un brillante puñal se encajó en tu piel, en el brazo que alcanzaste a poner para que no se hundiera en tu vientre. Cuando lo sacó, chorreaba, teñido de rojo. De tu herida brotó tu vital líquido, escurriéndose por todo tu brazo. Una vez más clavó el cuchillo en tu cuerpo, esta vez hiriendo tu mano, protectora, que evitó que se clavara en tu corazón.
Las puñaladas fueron cayendo, una a una, primero sobre tus brazos, que a manera de escudo, intentaban evitar que el arma te hiciera daño. Tus fuerzas fueron disminuyendo. La falta de aire y la pérdida de sangre provocaron que tus vanos intentos por salvar tu vida desfallecieran, y cuando ya no opusiste resistencia, aquél bruto perforó tu estómago. La hoja del cuchillo fue introduciéndose en tu carne. Una y otra vez el arma entraba en tu cuerpo hiriéndote de gravedad. Ahora en el vientre, ahora en el pecho para después hundirse en tu espalda, y yo, mirando atónito cómo morías. Tu cuerpo fue resbalando de sus brazos hasta caer en la banqueta. Estaba destrozado, debías de tener no menos de sesenta heridas por las que escapaba la ya poca sangre que te quedaba.
Tus gritos habían alertado a la policía que estaba a una cuantas cuadras de aquí. Cuando llegaron miraron horrorizados tu cuerpo deformado y sangrante tumbado en la banqueta. Yo me replegué más. Estaba asustado y tembloroso. Yo te había visto morir y no había hecho nada por detenerlo. Mi cuerpo permanecía de pie ante ti. Estaba todo ensangrentado y mi mano derecha aun sostenía el arma asesina.