Yo soy una chica decente (01), muy decente...

Como muy enamorada de mi novio, y vamos a casarnos. Con un vestido blanco ya que no hemos tenido relaciones. Pero la modista me resultó bastante puta...

Yo soy una chica decente, muy decente. Bueno, bastante decente.

Por bajosinstintos4

Mi nombre es Beatriz, y tengo veinte y seis años y soy algo menudita, con mis setenta y cinco, cincuenta, ochenta, aunque de estatura mido un metro cincuenta y nueve. Así que Sebastián, mi novio está muy enamorado de mí. Y yo de él, con su metro setenta y cinco.

Así que hemos decidido casarnos. Para encargar el vestido de novia, le hice caso a mi amiga Nélida, que es es bastante putona, pero se casó de blanco, y me recomendó a su modista. Y aquí comienza el problema

Dulce, la modista, resultó ser una mujerona de un metro ochenta y cinco o algo así. Con una cara de puta mayor que la de Nélida, lo que es bastante decir, con una bocota gorda y trompuda.

Pero lo impresionante es su cuerpo, su cuerpazo. Es muy proporcionado, pero de medidas inmensas. Unas tetonas de más de un metro veinte, no sé cuanto más, quizá un metro cuarenta. Y un culazo acorde, que cubre con su pollera plizada.

Apenas nos saludamos, sonrió de un modo muy perturbador, con una enorme sonrisa de putona, que me pareció bastante lasciva.

Si no hubiera sido porque recién estaba yo llegando, me habría ido inmediatamente, a buscar una modista menos voluptuosa.

La cuestión es que me hizo pasar, sin que yo detrás de ella pudiera evitar tener los ojos atrapados por ese soberbio gran culo. Nunca me había ocurrido algo así, con otra mujer.

Nos sentamos frente a frente, en dos sofás. Al cruzar las piernas la pollera se le corrió hacia arriba, dejándo a la vista dos tremendos muslazos. Yo estaba cada vez más azorada.

Tragando saliva, le conté como pude mis planes de casamiento. En su taller había maniquíes, uno de ellos con un hermoso vestido largo, también de novia. Era muy claro que Dulce sabía lo que hacía.

Pero el par de botones superiores sueltos en su blusa, también me perturbaban, pues pude ver el inicio y bastante más de sus tremendos pechos.

-Ahora tengo que despedirte, pichona- porque tengo a otra clienta en la cama y debo seguir atendiéndola bien atendida. Por eso vuelve tanto…-

Cuando nos paramos, dada la diferencia de estaturas, pude ver estas terribles tetonas a corta distancia, y cuando fui hacia la salida, me temblaban un poco las rodillas.

Al despedirme, Dulce lo hizo con un beso en la mejilla, que duró bastante más de lo que yo esperaba, pero que me envolvió con su perfume sensual.

Me fui un poco tarumba, pero decidida a volver. Amaba a mi novio y quería casarme con el mejor de los vestidos, que sería con todo derecho blanco, ya que con Sebastián no habíamos tenido relaciones.

Pero, durante algunas cuadras continué con el perfume de Dulce envolviendo mi mente.

Me había dado un turno para tres días después. Y llegué con toda puntualidad. Fui muy arregladita, porque después tenía que encontrarme con Sebastián y como novia muy enamorada que soy, quería que me viera linda.

¡Qué linda que estás! – me dijo Dulce, recibiéndome con un beso como el de la vez anterior, sólo que un poco más largo y húmedo, envolviéndome nuevamente en su perturbador perfume, mientras rozaba mi pecho con sus enormes tetonas. Bueno, que cuando entré, estaba ya un poco tarumba, y levemente mareada.

Tenía un tercer boton superior desprendido, así que pude sentir, en vivo y en directo, el calor de sus pesados pechotes. Esta vez, caminó a mi lado, guiándome con su mano en la cintura. Así que continuó envolviéndome con su olor mientras podía ver sus enormes tetas de costado. No llevaba corpiño. A sus casi cuarenta años parecía no necesitarlo. Para mi incomodidad noté que mi entrepierna estaba levemente húmeda, qué estupidez, me dije.

Dulce me guió esta vez a un sofá de tres cuerpos y se sentó a mi lado.

Ahora podés estar tranquila, hoy estamos solas. Mi otra clienta, la del otro día, no está. Estuvimos seis horas en la cama, y la dejé boluda. Siempre la dejo boluda.- Ante semejante comentario, no supe bien qué decir. Además, la visión cercana de sus calientes melones, me impedía concentrarme.

Bueno, nenita, voy a tomarte las medidas. Parate. - La obedecí. – Primero midamos el pecho- y sacando la cinta métrica me la pasó por la espalda, para lo cual debió aplastarme el pecho y parte de la cara, con sus calientes tetonazas. Yo me quedé paralizada por la impresión. Respirar entre sus tetas era algo que iba más allá de cuanto había experimentado. Y ella prolongó el momento un poco más de lo necesario, según me pareció. Cuando se apartó de mí, quedé un poco tambaleante.

Ahora veamos la cadera - e inclinándose de cuclillas, enterró su cara contra mi pubis, mientras pasaba la cinta por mi culo. Pude sentir el calor de su respiración en mi intimidad, y cuando retiró su rostro para completar de rodearme con la cinta, apoyó su mano en mi coñito. Antes de separarse me dio un beso en la intimidad, o al menos eso me pareció. –Qué lindo olorcito, mi niña, ¿eres virgen? –

Sí – dije totalmente conturbada, y estoy muy enamorada de mi novio – agregué, sin saber muy bien por qué.

Y así debe ser – sonrió ella dándome un suave beso en media boca, sin apartar sus tetazas de mí. Mi conchita estaba alcanzando temperaturas nunca antes alcanzadas.

Me pareció que estabas un poco incómoda, cuando te medí las caderas…-

Es que… es queee, pusiste tu rostro allí (me refería a mi intimidad) y… y… - no supe como continuar.

Eso no tiene nada de malo. Ven, te mostraré.- Y bajándome la cabeza hasta la altura de su pelvis enterró mi rostro contra su caliente concha. Y con su mano en mi nuca me lo retuvo hasta se la olí, y se la volví a oler, y se la volví a oler, quedando borracha con el olor de su concha a través de la tela. Cuando me levantó yo quedé con los ojos extraviados y la respiración agitada.

Todo bien, pequeña, pero no me abrazaste el culo.- y volvió a bajar mi rostro a la altura de su sexo. Y entonces abracé su culo, su enorme y sensual culo. Dulce sabía que esta vez no era necesario que me retuviese la cabeza por la nuca. Técnicamente, estaba aprendiendo que una puede hundir su rostro en la intimidad de una clienta. Digo, cuando tuviera clientas. Pero, más allá de lo técnico, me quedé respirando las fragancias pecaminosas de su sexo, y ella, avanzando su pelvis abierta contra mi rostro, me lo facilitaba. Me dejó seguir durante algunos minutos, pero yo hubiera seguido durante horas.

Está bien, pichoncita. ¿ves que no era nada desagradable? – dijo mirando con ojos divertidos mi mirada vidriosa. – Bueno, ya es hora de que te vayas, aunque por lo que veo más te gustaría "venirte". Pero ya llega otra clienta que se va a quedar toda la noche. Esta chica es muy puta, y ya lo era antes de casarse. Le metía los cuernos a su novio y después amigo, con todos su conocidos, amistades y conocidos casuales. Y después se los siguió metiendo. Claro que de esto hace años y ya no viene por su "vestido de novia", pero quedamos amigas, y como su marido la cela con todo el mundo menos conmigo, porque soy mujer y le hice el vestido de novia, no la cela conmigo y la deja pasar la noche en mi casa. Es una putona de cerca de cincuenta años, y la tengo echándose polvos toda la noche. La dejo hecha pelota, y yo también me doy mis buenos gustos. Y su marido contento, el pobre.- En ese momento sonó el timbre. – En la próxima sesión te haré la primera prueba del vestido.- Salí con paso tambaleante, mientras ella me guiaba con su mano en mi culito. Con cada paso sentía que mi conchita palpitante continuaba estremeciéndose, más allá de mi voluntad. En la puerta me crucé con la siguiente clienta, que llegó a su visita terriblemente escotada.

Ya en la calle, y muy mareada todavía, me apoye contra una pared, dejé que mi conchita continuara su proceso y me quedé muy quietita y apretando mis muslos espasmódicamente, me corrí en forma intensa, con pulsiones que me tuvieron paralizada durante varios minutos, mientras continuaba corriéndome y corriéndome.

¡Las cosas que hago por mi novio, para casarme de blanco, tal como corresponde a una chica decente y enamorada del hombre con el que va a casarse…!

No veo el momento de volver a lo de Dulce, para probarme el vestido y hacerlo feliz a mi novio.

Cuando nos encontramos en el bar, Sebastián me miró y comentó que parecía un poco demacreda y ojerosa.

  • Es que vengo de la modista – le dije. Se quedó algo desconcertado pero, allá él.