Yo soy la jefa 4

Cuando sus penetraciones eran más profundas y lentas noté cómo le palpitaba la polla desde los huevos y se corrío dentro de mi coño estrellando todo su semen al fondo, estaba tan excitada que tuve que suplicarle que no me la sacara

El domingo nos levantamos a medio día, la verdad es que estábamos muy cansados, nos duchamos y bajamos a comer como cualquier pareja del mundo. Al volver a las habitaciones tuvimos el tiempo justo de hacer las maletas y salir corriendo a la estación de Atocha. Aún nos quedaban dos horas y media de tren más lo que tardase luego cada uno en llegar a casa.

En el viaje hablamos un poco de todo y aprovechamos para repasar todo el tema del trabajo, de las reuniones y demás. Nadie podría sospechar el fin de semana de lujúria que habíamos pasado juntos, ni que me dolía toda la entrepierna por su uso desmedido en tan poco tiempo.

Cuando al fin llegué a casa, me encontraba tan cansada que tan sólo saqué lo imprescidible de la maleta, me hice una tortilla para cenar y me metí en la bañera para relajarme antes de acostarme. No podía dejar de acordarme de todas y cada una de las sesiones de sexo que había tenido con Carlos, la primera después de la reunión, la follada de la ducha, y el triple mortal del sábado por la noche. Había follado más en tres días con él que en todo lo que llevaba de año. Me excité tan sólo de recordarlo, y como un autómata mi mano se metió debajo del agua buscando calmar el hambre de aquella bestia de follar en que parecía que se había convertido mi coño.

El lunes por la mañana llegué a la oficina bastante preocupada por lo que sería el encuentro con Carlos en territorio hostil, a pesar de haberme relajado con él y de haber follado con gusto temía que fuese indiscreto y empezase a contarle a sus amigos de sus batallitas. Nunca antes me había liado con alguien del trabajo, porque ya lo dice bien claro el refrán: Donde tengas la olla no metas la polla, aunque claro, alguien debería de haber escrito la versión femenina y decir por ejemplo, donde tengas la olla no te insertes la polla… o algo de eso.

Conseguí despejar la mente de estos temas concentrándome en el trabajo y en preparar la reunión de resultados que nos habían convocado a las 12h. Sobre las 10:30h Carlos se presentó en mi despacho con total naturalidad, como si nada hubiese pasado entre nosotros. Aquello al principio me relajó bastante, aunque debo de confesar que por otra parte, la parte lujuriosa y salvaje de mi ser… ese gesto de indiferencia me molestó. Pero bueno el trabajo es el trabajo y su actitud impecable era lo mínimo que esperaba de él y más aún en la reunión cuando fue tan comedido y políticamente correcto. La reunión fue estupendamente, entre los dos conseguimos decir justo lo que los jefes querían escuchar, presentamos los resultados y para la hora del almuerzo todo el mundo estaba más contento que unas pascuas. Mientras salía de la sala de reuniones abordada por mi director de área y el subpresidente de la empresa, me dí cuenta como Carlos me saludó al estilo soldado desde el fondo de la sala. Inmediatamente noté cómo se mojaba todo mi coño. No me lo podía creer, yo hablando con los jefazos mientras mi único pensamiento era saber cuándo me volvería a insertar el pollón de Carlos.

El almuerzo con los mandamases fue una verdadera lata que terminó a las seis de la tarde, cuando me deshice de todos ellos conseguí volver a la oficina para recoger las cosas y marcharme a casa, aún cuando se supone que la jornada terminaba a las siete. Nunca me suelo tomar este tipo de licencias, pero estaba agotada, los jefes ya se habían marchado todos, y el vino hacía de las suyas.

Al bajar al coche me dí cuenta en seguida de que no debería de conducir, por lo que decidí buscar un taxi para volver a casa. Esperando a ver si llegaba alguno con la lucecita verde, Carlos se presentó a mi lado y después de su ofrecimiento decidí que fuese él quien me llevase a casa, al fin y al cabo estaba muy cansada y por aquella vez tenía la excusa de haber bebido como para que nadie sospechase de nada por el simple hecho de subir en su coche.

El trayecto a casa fue de lo más normal, hablamos de la reunión, le conté cómo había ido el almuerzo… el vino estaba haciendo que me durmiese por el camino. Sabía perfectamente de que le estaba dando el coñazo a Carlos así que cuando llegamos me bajé del coche, le dí las gracias y me fui hasta el portal de casa. Nada más soltar el bolso en la percha recibí un whatsapp de Carlos, me había dejado las gafas en el coche y me las subiría él mismo en un momento. Me preguntaba exáctamente el piso y la letra de mi casa, le respondí con otro whatsapp y en menos de cinco minutos ya estaba llamando a la puerta.

Nada más abrirle para que pasara y antes de que me diera cuenta me metió la lengua hasta la campanilla, me empujó dos pasos y cerró la puerta detrás de él. Yo le respondí colgándome de su cuello, y presentando batalla con mi lengua. Nos fuimos desnudando hasta llegar al sofá donde me soltó con impaciencia aunque delicadamente.

Comenzó besándome las tetas y chupándome los pezones, los tenía tan duros que podrían haber servido de perchero, la falda la tenía reliada en la cintura y él se peleaba por intentar quitarme las medias, ante la imposibilidad decidió empezar a lamerme así mismo el coño y al final de un bocado y un tirón consiguió arrancarlas liberando ya mi chorreante coño. Yo estaba medio tumbada y sólo podía acariciar mientras su cabeza. Tuve que jalarle bastante fuerte para que se pusiese de pié y su polla quedase a la altura de mi boca, se la saqué de los boxers con cuidado y empecé a chupársela.

Ya no me acordaba de lo gorda que era, el coño se había adaptado rápidamente, pero para chuparla tenía que tener cuidado de no hacerle daño con los dientes, la chupé como si fuese un helado  recorriendo mi lengua desde los huevos hasta el glande. Cuando llegaba a la parte del glande yo cerraba del todo la boca y subcionaba con fuerza mientras no dejaba de jugar con la lengua, aquello le volvía loco.

Cuando estubo bien lubricada, me levantó las piernas, casi podía tocar con las orejas mis rodillas, para que entrara aquella maravillosa polla en mi coño tuve que ayudarle un poco, pero una vez dentro ahhh, me encantaba erámos como un reloj suizo donde todas las piezas encajan perfectamente y aquella polla entraba perfectamente en mi coño, un poco estrecha tal vez pero es como si nos hubiesen hecho a medida. No quedaba entre nosotros ni un solo resquicio y a veces cuando me la metía hasta el fondo, tenía realmente que hacer fuerza.

La postura de estar él un poco más alto que yo me estaba volviendo loca ya que la polla entraba de forma oblicua abriendose paso por entre los labios y estimulando tódo mi clítoris con aquel tronco que tenía por polla. Esto hizo que me corriese en unos minutos, él casi ni se inmutó me seguía bombeando dejando caer parte de su peso. Podía notar casi que la polla me tocaba el fondo del coño, el pocos minutos cuando sus penetraciones eran más profundas y lentas noté cómo le palpitaba la polla desde los huevos y se corrío dentro de mi coño estrellando todo su semen al fondo, estaba tan excitada que tuve que suplicarle que no me la sacara, el bombeó un poco más sacando con cada movimiento parte de su leche que se derramaba por mi culo hasta el sofá. Al final conseguí correrme de nuevo con su polla dentro.

Terminamos sudando y muy cansados, él se sentó entonces a mi lado para descansar un poco.

-Joder tia, lo siento, no me he podido resistir.

-¿Pero que dices bobo, si me ha encantado?.

-¿Ah si?

-Pues si, además es la primera vez que follo en el sofá.

-Pues la verdad, no ha estado mál, pero habrá que repetirlo.

-Si pero recuerda que estamos en mi casa y que en mi casa mando yo.

-¿Qué quieres decir con eso?

-La próxima vez lo sabrás…

Dicho esto recordó que tenía el coche mal aparcado y se marchó prácticamente corriendo.