Yo, puta.
Parece que han pasado años. Y apenas hace unos meses mi vida era tan distinta a como la vivo ahora Han cambiado tantas cosas
Yo, puta.
Parece que han pasado años. Y apenas hace unos meses mi vida era tan distinta a como la vivo ahora… Han cambiado tantas cosas…
Pasaba diariamente ante la fachada de aquel edificio, camino a mi trabajo en una operadora de telefonía. Dejaba el coche en un aparcamiento vigilado a dos manzanas de la central, me gustaba caminar; el aroma del café al pasar por los bares, los servicios de limpieza barriendo o regando las calles… Claro que era muy temprano, en invierno y aun de noche el local estaba cerrado. Sin embargo por la tarde, al salir de la oficina, observaba la entrada y salida de hombres de todas las edades, de aquel establecimiento.
Me sentía atraída por aquel trasiego, claro que los carteles no me aclaraban mis dudas. El escaparate estaba cubierto por pegatinas de colores y no se adivinaba lo que se ofrecía en su interior.
Estaba situado frente a una cafetería, en la que yo no había entrado nunca; pero aquella tarde… Era verano, el sol aun alumbraba las calles y me decidí a entrar a tomar café…
Observé a los parroquianos que tomaban cerveza, combinados a base de ron o ginebra. Me senté en una mesita y se acercó un camarero que muy amablemente me preguntó que tomaría, le pedí un café con leche y se marchó diligente, en un minuto lo tenía ante mí.
Observé que del local misterioso salían y entraban hombres de distintas edades, pero vi aparecer por la puerta a dos chicas más o menos de mi edad, unos veinticinco años; cruzaron la calle entraron en la cafetería y provocaron un tumulto de piropos, algunos soeces, entre los clientes. Se sentaron en una mesa junto a la mía sin prestar la más mínima atención a los comentarios de los parroquianos. Una de ellas, alta, morena de grandes y bellos ojos, con un cuerpo escultural me miró con curiosidad durante unos segundos, para inmediatamente girarse hacia su compañera que requería su atención. Esta era más baja, rubia de bote, cara aniñada y con un cuerpo también muy atractivo.
No me considero una cotilla pero no pude evitar oír lo que hablaban.
—No le aguanto más—Decía la rubia—Me voy a Barcelona, allí al menos trabajo para mí y no para mantener a ese malnacido. A mí no me vuelve a pegar.
—Bueno, tú verás. Pero creo que tal y como está la cosa, de ese no te libras con facilidad, irá detrás de ti a donde vayas— Replicó la morena.
La conversación se centraba, al parecer, en que la chica rubia había recibido una paliza de un tipo que se aprovechaba de ella y no estaba dispuesta a permitir que repitiera la hazaña.
Impulsiva e inocentemente llamé su atención, sin saber dónde me metía.
—Perdonadme por meterme donde no me llaman, podéis pensar que soy una metomentodo pero no he podido evitar oíros y creo que ante una agresión deberías denunciar y así evitar males mayores. Las mujeres no debemos tolerar maltrato de ningún tipo por parte de los hombres. —Les dije.
Me miraron las dos con extrañeza, abriendo mucho los ojos… Supongo que pensarían ¿Qué coño le importa a esta tía lo que estamos hablando?
Para mi sorpresa la morena me sonrió, me tendió la mano…
—Soy Marga. ¿Y tú quién eres? —Pregunto sin dejar de sonreír.
—Carmen, me llamo Carmen—Le respondí, tomando su mano con la mía.
— ¿Eres nueva? ¿No te había visto nunca por aquí? —Preguntó la rubia —Yo soy Vicky y tienes razón, debería denunciarlo, pero las cosas no son tan fáciles. A nosotras las putas no nos hacen mucho caso en las comisarías… Ya lo debes saber.
Me quedé sin habla, supongo que se dieron cuenta por el sofoco que encendió mi rostro, se miraron extrañadas.
—Yo… Bueno… Veréis, es que no sabía… —Mi tartamudeo las hizo reír.
—Vaya… ¿De dónde sales tú? ¿No estás en el oficio verdad? —Dijo Vicky.
—Pues… No, yo trabajo cerca de aquí en una oficina de servicios de telecomunicaciones y no sabía que… ¿Estáis ahí enfrente, no? ¿Es a eso a lo que se dedica ese local? —Pregunté con la mayor inocencia del mundo.
— ¡Pues claro hija! ¿No lo sabías? —Dijo Marga.
— ¡No! De verdad no lo sabía y… Lo siento, no debía… —Seguía tartamudeando.
—Vamos, tranquilízate. Solo somos trabajadoras que prestamos un servicio a la sociedad. Muy mal visto por cierto. Fíjate el susto que te has llevado cuando te lo hemos dicho. Pero no nos comemos a nadie… Bueno… A veces… Jajaja —Se reían viendo mi rostro avergonzado.
—Perdonadme, ha sido culpa de mi ignorancia. Pero no me asusta… Tengo curiosidad. Me gustaría saber lo que hacéis, como, a quién… —No podía creerme lo que les estaba diciendo.
—Bueno, lo tienes fácil. Puedes venirte con nosotras; dentro de media hora tenemos pase y puedes vernos en… Acción… ¿Te atreves?… Jajaja —Reía Marga mirándome fijamente a los ojos.
Me retaban, suponían que saldría corriendo como una conejita asustada, aquella risa me envalentonó.
—¿Por qué no? ¿Puedo entrar y ver lo que hacéis? ¿Me dejarán? —Pregunté con el corazón en un puño.
— ¡Claro! ¡Vente con nosotras y verás lo bien que te lo pasas! —Corearon las dos.
Nos levantamos, les pagué sus consumiciones y nos dirigimos al misterioso local. Me temblaban las piernas, realmente estaba aterrorizada. ¿Y si algún compañero de trabajo me veía entran en aquel tugurio? Al menos el sol había desaparecido y oscurecía cuando cruzando la calle miré a ambos lados por ver si había algún conocido cerca y entré tras las dos chicas.
La diferencia en la iluminación me dejó ciega durante unos segundos. La semioscuridad era patente, tuve que esperar para acostumbrarme. Cuando pude ver, las chicas me arrastraban hacia un pequeño mostrador donde un hombre, grande, mal encarado, nos detuvo.
—Donde vais, ¿esta es nueva? — Las piernas me temblaban.
— ¡No Leo, es una amiga y vamos a enseñarle esto! ¿Tienes una cabina “libre”?… Ya sabes. — Me miró de arriba abajo, sonrió y dijo:
—Que entre en la seis. La persiana no funciona y está abierta… No se puede cerrar…
Me llevaron a una cabina, como las antiguas del teléfono, cerrada por todos lados, excepto por la estrecha puerta por la que se entraba. Al frente una ventana de unos cincuenta centímetros de alto por cuarenta de ancho y, cosa que me extrañó. Un agujero en la parte inferior, un poco por debajo de mis caderas y de unos quince centímetros de diámetro, cubierto por una especie de cortinilla. En una pequeña repisa, a la altura de mi cintura en el rincón izquierdo, había un paquete de toallitas de papel y debajo una papelera… También había varios condones nuevos+ en sus estuches… Entré y cerré la puerta tras de mí. Entonces me di cuenta de que en el lateral derecho sobresalía una especie de taburete
Estaba alucinada, nunca pude imaginar que estos lugares existieran y que fueran así…
Inmersa en mis pensamientos y observándolo todo me llevé un susto cuando por la ventana apareció un rostro de repente. Di un respingo y una risa, al otro lado me hizo fijarme bien.
Era Vicky con una capa de maquillaje excesiva y una peluca de color azul que cubría hasta sus hombros. Detrás apareció Marga, con un maquillaje que más bien parecía una máscara y con otra peluca verde y roja.
Miré a las otras ventanas pero no podía ver nada, al parecer los cristales eran unidireccionales. Yo las veía pero ellas a mí no. Se dirigían a mi ventana y me hablaban, porqué sabían que yo estaba allí.
El recinto, octogonal, por lo que supuse habría siete cabinas y la puerta por la que ellas entraron, tenía el suelo cubierto por lo que parecía una colchoneta. Se centraron en su trabajo. Las dos chicas, arrodilladas una frente a la otra, se desnudaron mientras se movían al ritmo de una melodía que yo casi no escuchaba. Comenzaron a acariciarse, a besarse, a invadir sus coños con los dedos… Y aquello me excitaba… Yo que jamás me sentí atraída por una mujer… Me estaba excitando con aquellas dos muchachas que parecían dos bacantes, seguidoras de Dionisos. Bailando una danza cargada de erotismo, de sensualidad.
Sí, me excitaba… sentía mi tanga bañarse en los jugos que segregaba mi sexo, sin darme cuenta acariciaba mis pechos con los pezones duros como piedras… Mi mano derecha bajó hasta acariciar mi sexo por encima de la falda. Pero no era suficiente, metí la mano por debajo hasta alcanzar la braguita y correrla a un lado… Mis dedos deslizándose a lo largo de mi rajita me producían descargas deliciosas, pero al alcanzar mi clítoris… Me sorprendió un orgasmo dulce, que debilitó mis piernas hasta casi hacerme caer; tuve que sentarme en el pequeño taburete sin poder dejar de mirar la sensual danza de las chicas.
Ya más tranquila me dediqué a observar lo que hacían… Me sorprendió ver aparecer por los agujeros de las otras cabinas, sexos masculinos, o sea, pollas, enhiestas, de distintos tamaños y tonos de color, desde una casi blanca hasta una, que me impresionó, por su tamaño y color negro.
Las chicas se dirigían a cada una de ellas y las masajeaban con las manos para después lamerlas e introducírselas en la boca… Una tras otra fueron descargando su simiente en las bocas de las chicas para esconderse de nuevo en sus madrigueras, como si fueran animalitos.
Estas manipulaciones me excitaron de nuevo, sobre todo al observar como las chicas se masturbaban una a la otra mientras mamaban las vergas que se les ofrecían. Vicky, en un momento de la actuación, se dejó caer de espaldas retorciéndose, con los ojos cerrados, derribada por el orgasmo que la recorría…
Marga vino hasta mi cubículo, su compañera se colocó bajo ella para lamer su vulva. De pronto me vi sorprendida por su mano que penetraba la abertura y acariciaba mi entrepierna. Tiró de la tela de mi braguita indicándome que debía hacer… Y lo hice… Me la quité ofreciendo a su mano mi coño ardiendo, totalmente mojado. Acariciándolo y penetrándolo con sus dedos; su boca se apretaba contra el cristal de la ventanilla y yo le ofrecí mis labios contra la ventana sintiendo sus yemas torturar mi clítoris. Vicky le proporcionaba una lamida de coño que la hacía retorcerse de placer esta visión y su mano en mi vagina me llevó hasta el segundo orgasmo. Eso no lo había experimentado nunca…
Al parecer las chicas habían terminado su número, tras haber logrado llevar al clímax a todos los participantes… Incluyéndome a mí.
Me limpié con toallitas húmedas que yo llevo siempre en mi bolso… Las de la repisa me daban un poco de asco. Abrí mi puerta, salí tratando de disimular el sofoco y me acerqué al pequeño mostrador desde donde el tal Leo me miraba con lascivia.
—Las chicas me han dicho que te diga que las esperes aquí, se están cambiando — Dijo señalándome una silla frente a él.
Me sentía muy cohibida, asustada. Los hombres que entraban y salían me daban miedo, sobre todo sus miradas, como si me quisieran comer viva…
De pronto se oye un tumulto en el interior, por donde entraron las chicas. Unos gritos que creí reconocer eran de Vicky…
—¡¡Joder, ya sabía yo que tendríamos problemas con ese cabrón!! — Gritó Leo, marchando a la carrera hacia donde se escuchaban los gritos…
Aumentaron los gritos, ahora de hombres, golpes, ruido de muebles cayendo…
Por el pasillo vi a un desconocido que salía sangrando por la nariz, casi tropezó conmigo, perdió el equilibrio y cayó al suelo. Leo tras él, lo cogió por el cuello de la chaqueta y el fondillo del pantalón y lo levantó como un saco, arrojándolo a la calle.
Me quedé temblando y sin saber qué hacer.
Marga apareció de la nada, me cogió por un brazo y casi me arrastró hacia dentro, por donde habían salido los hombres. Me llevó hasta un pequeño cuartito acondicionado para cambiarse, o al menos eso parecía.
Vicky lloraba abrazada a Leo. Al levantar su rostro pude apreciar su cara magullada, su ojo derecho morado… Marga la abrazó también consolándola. Me miró, yo acerqué una silla y la acogí en mis brazos. La chica apoyó su cabeza en mi hombro. Seguía llorando. Leo, en el quicio de la puerta, de pié observando. Me dio la sensación de que era su protector, amigo y confidente.
Marga me miró de forma enigmática…
—Acabas de ver al hijoputa que chulea a Vicky. Le ha dado otra paliza y menos mal que ha entrado Leo… Pero en esas condiciones no puede hacer el pase… Y yo sola… ¿Tú te atreverías? — La propuesta me dejó helada.
Por una parte me aterrorizaba la idea de posar desnuda ante los tíos que estaban tras las ventanillas… Pero por otra me producía una extraña excitación. Mis bragas se mojaron…
—No Marga, lo siento. No puedo arriesgarme a que algún conocido me vea y como consecuencia pierda mi trabajo…
—Por eso no debes preocuparte… Puedes salir con antifaz, además, con el maquillaje, las pegatinas de falso tatús que a veces utilizamos… No te reconocería ni tu padre… ¡Perdón! Me he pasado ¿No?… Quiero decir que no pueden saber quién eres, además, saldríamos por atrás, para que no nos relacionen con el local… ¿Qué me dices…? ¿Te atreves?… Para ti será una aventura, sabrás, de primera mano, lo que se siente teniendo media docena de rabos desconocidos a tu disposición…
Lo cierto es que la propuesta me tentaba… Las piernas me temblaban… Las mejillas me ardían… Pero Marga tenía razón. ¿Y por qué no? Sería toda una experiencia para mí, que apenas he vivido el sexo en mi monótona vida…
—De acuerdo Marga… Lo haré, pero solo una vez ¡Eh!…
Dicho esto cubrí la cara con mis manos y un temblor extraño recorrió todo mi cuerpo.
— ¡Dios mío, qué vergüenza! — Exclamé tras expresar mi conformidad.
— ¡Bien, Carmen! Lo vamos a pasar genial las dos… Verás cómo te va a gustar… Vamos a prepararte… — Dirigiéndose a Leo — Ya lo sabes Leo, pase en quince minutos con una chica nueva… Vicky, ayúdame a maquillarla…
Vicky se animó un poco, dejó de llorar y me sonrió.
— ¿De verdad vas a hacerlo Carmen? — La pregunta de Leo denunciaba su incredulidad — Mira que una vez estés dentro tendrás que seguir hasta el final…
—Lo haré Leo no te preocupes, lo haré lo mejor que sepa. — Respondí sonriendo al grandullón, que ya no me parecía tan fiero.
Leo se marchó a su puesto a cobrar las entradas.
— ¿Ves lo feroz que parece? — Marga se refería a Leo — Pues es una buena persona, además el pobre es eunuco… Tuvo un accidente en la obra donde trabajaba y perdió sus atributos… Ya sabes… Por eso trabaja aquí, con él no hay peligro…
Al saber esto me dio lástima. Marga me indicó que me colocara frente al espejo y las dos chicas se pusieron manos a la obra. Me desnudaron y me pegaron unas pegatinas que simulaban figuras eróticas en distintas partes, después cubrieron el cuerpo con una especie de aceite y lo rociaron con purpurina. Vicky me maquillaba los ojos de un tono oscuro que simulaba un antifaz. Una peluca bien asida en mi pelo… Mientras Marga, al extender el aceite, pasaba sus dedos por mi rajita… Sentí como un calambre y una descarga húmeda bajó por mi coño.
—Vaya Carmen, te mojas rápido… Estas a punto de correrte ¿Verdad? — Dijo Marga mirándome a los ojos…
—Sii, no sigas por favor. Estoy muy sensible…
—No te preocupes, ahí dentro lo vamos a pasar muy bien tú y yo… — Una traviesa sonrisa se dibujó en sus labios y acercándose a mi boca me besó…
Al principio me sorprendió… Pero reaccioné atrapando su lengua con la mía. Cerré los ojos. Sus dedos seguían haciendo estragos en mi clítoris… Un fuerte calambre recorrió mi cuerpo, un orgasmo que me hizo gritar… Grito que intenté reprimir sin lograrlo. Tras este episodio una extraña paz y seguridad me invadió, a partir de ese momento los temores desaparecieron, la confianza en mi partenaire fue total…
Un antifaz, unas gasas cubriendo mi cuerpo completaron el atuendo con el que ingresé en el cubículo acompañada de Marga. Unos pilotos rojos encendidos indicaban las cabinas que estaban ocupadas. La vista desde dentro era totalmente distinta a lo que observe desde el otro lado. Marga me instruía indicándome lo que significaban los colores de las lamparitas que se encendían bajo cada ventana.
—Mira, la luz verde significa que solo ha pagado para ver, la amarilla para que lo masturbemos, la naranja para chupársela y la roja para que nos la meta. Eso sí… Siempre con condón… — Dijo la chica.
Una suave música se dejaba oír en la sala, de unos cuatro o cinco metros cuadrados… La suave colchoneta que cubría el suelo se hundía ligeramente bajo mis pies. La mano de Marga acarició la mía, se arrodillo y tiró de mí, la seguí. Frente a frente nos desnudamos despacio. Moviéndonos al ritmo de la melodía… Besándonos, acariciándonos… Sentía mi cuerpo arder… Mi mente era un torbellino de pensamientos contradictorios. Por una parte el pudor, la vergüenza de sentirme desnuda ante aquellos hombres desconocidos; por otra la excitación de sentirme deseada por ellos… O ellas, porque antes de entrar en el camerino vi a una mujer pagando su entrada a Leo. Y esa idea me atraía, no podía dejar de pensar en los orgasmos que Marga me había propiciado.
Marga se tendió en el suelo y atrapó uno de mis pies… Me descalzó de la babucha que lo cubría. Lo besaba, chupaba mis dedos, se los introducía en la boca, mordisqueaba el talón. Mi excitación iba en aumento… Con sus manos masajeaba las pantorrillas y se pasó al otro pie, dándole el mismo tratamiento… Yo la imité. Jamás pude imaginar que me excitara besar el pie de una mujer, mucho menos lamer entre sus deditos, chupar el pulgar, introducírmelo en la boca. Alargar la mano para acariciar sus rodillas, los muslos. Mil y una sensaciones hormigueaban por mi cuerpo al dar y recibir las caricias que nos prodigábamos. Mi coño era una charca… Jamás me había sentido tan húmeda… Tan guarra…
Ya totalmente desnudas, sus manos se aventuraban por mis intimidades provocando auténticas oleadas de placer. Y de pronto… De improviso… Un orgasmo, arrollador, imparable… Mi cuerpo se contorsionó estirándose y encogiéndose sin intervención de mi voluntad… Hasta quedar en el suelo, encogida, en posición fetal…
No sé el tiempo que pasó pero cuando pude darme cuenta de donde estaba vi a Marga chupando una verga mientras pajeaba otras dos, una en cada mano. Se volvió a mirarme y me indicó con un gesto que atendiera otras que asomaban por las aberturas cercanas a donde yo estaba. Luces naranja, amarillas, todas llevaban preservativo. Me incorporé sujeté una con mi mano derecha para llevarla a mi boca. Me sorprendió el sabor a fruta que desprendía. Pero lo que más me gustó fue la sensación de poder, tener una polla en mi boca, sin importarme de quien era, si era viejo o joven, alto o bajo, guapo o feo… Solo era una polla que yo tenía en mi boca… No lo había hecho nunca. Pero la mamé, chupé y sobre todo la tragué hasta que me dieron arcadas, entonces la saqué y empecé de nuevo, y otra vez, hasta que llegó un momento, sorprendente para mí, en que la sentí casi bajar por mi garganta.
Un extraño movimiento me indicó que mi cliente se había corrido. Un billete apareció por la abertura… Mi primer pago como puta… Me incorporé y di un beso en el cristal.
Acudí al siguiente cliente. Ya me resultó más fácil pues tenía la experiencia del anterior. Terminé con él y me dirigí al siguiente… Este me pedía follar… Lo pensé durante unos segundos y… Me coloqué de espaldas a su verga, la introduje en mi grieta ya muy mojada y empujé hacia atrás. Entró con suma facilidad debido a la extrema lubrificación de mi vagina y me sentí penetrada por un pene desconocido que bombeaba con fuerza en mi coño y me producía un gran placer. Hacía varios meses que no tenía sexo y de pronto esto… Durante algunos minutos me sentí usada, pero eso me excitaba sobremanera. El hombre eyaculo y a pesar del preservativo pude sentir en mi interior sus descargas. Al acceder al siguiente cliente, una mano con manicura, de uñas pintadas a la francesa, apareció por la abertura; me pedía, según su lamparita amarilla una masturbación, supuse, acertadamente, que era una mujer, acaricié la mano que se me ofrecía… Introduje la mía por la abertura para tropezar con un cuerpo que se me ofrecía; unas piernas suaves y cálidas, tanteando llegué hasta el triángulo pubiano, desnudo. Acaricié la grieta y pasé mis dedos por sus labios. Estaba muy excitada, en función de la humedad de su sexo. De pronto se apartó y sentí como me lamía y chupaba mis dedos, para colocarse de nuevo en posición y dejarme seguir con mi labor. Detecté su clítoris y me dedique a masajearlo suavemente, en círculos… De cuando en cuando penetraba su intimidad buscando una zona en su interior que a mi me vuelve loca de placer. No tardó mucho en correrse, mi sentí que me mojaba la mano entera con chorros que supuse era orín y de pronto me apretó mi mano con la suya para detenerme y me apartó de su sexo.
Me fui hasta el siguiente cliente. Este quería una felación y me dediqué a ello. Arrodillada, con los muslos abiertos …
Marga me sorprendió abrazándome por detrás, pellizcándome los pezones y susurrándome palabras sucias que me ponían la carne de gallina… Después, pasando la cabeza por debajo de mis nalgas se colocó boca arriba lamiendo mi conejito… Eso era ya el no va más. Una boca en mi coño, una polla en mi boca… Al girarme pude ver como Marga, abierta de piernas, se masturbaba con un falo de plástico, a la vista de todos. Mis chupetones aceleraron, el cliente se movía como si me penetrara, follándome la boca. Su descarga fue casi instantánea y se retiró, pero yo no pude retirarme. Otro orgasmo me derrumbó viendo al caer que un billete salía por la abertura y se depositaba en el suelo. Quedé tendida boca arriba.
Apenas me repuse y me encontré con el coño y el culo de Marga en mi cara. Jamás pude imaginarme chupando una vagina, lamiendo un clítoris… Pero lo hice, me gustaba el sabor del sexo de Marga, no, me encantaba. Sobre todo al sentir en el mío, de nuevo, sus labios y su lengua. Sus manos acariciaban todo mi cuerpo. Pellizcaban los pezones, yo la imitaba. La chica se estremecía y en un momento se abrazó a mis muslos como un náufrago a un salvavidas, gritando y contorsionándose.
— ¡Cabrona! ¡Me estas matando de placer! ¡Qué gusto joder! — Gritaba.
Yo no pude imaginar jamás que pudiera provocar tal placer en otra mujer… Y ella en mí…
Las cabinas estaban ya desocupadas. Marga me abrazó y me beso con una dulzura que me extasiaba. Unos golpes en la puerta de entrada nos advirtieron que la sesión había terminado. Nos levantamos y ya sin ningún pudor, salimos al pasillo que nos llevaba al cuartito para cambiarnos. Vicky nos esperaba.
— ¿Cómo ha ido todo? — Preguntó.
—Maravillosamente, Carmen es toda una profesional, se ha portado muy bien y por lo que he podido ver… Le gusta… ¿Me equivoco Carmen? — La pregunta de Marga me hizo pensar… Realmente esto me gustaba… Demasiado.
—Sí, Marga; la verdad es que ha sido una experiencia maravillosa… Y… Eso me da miedo… — Respondí.
En ese momento entró Leo en la cabina…
—Tomad vuestra parte, tendréis que repartirla vosotras… Yo no quiero líos. Pero si os digo que me han comentado que “la nueva” es un crack y quieren volver a verla por aquí… — Leo dejó sobre la mesilla un puñado de billetes.
Vicky contó el dinero y le entregó un fajo a Marga y otro a mí. Según ella me habían correspondido doscientos cincuenta euros. Al ver mi mirada de extrañeza…
— ¡Qué! ¿Te parece poco? — Me dijo.
— ¡No, no! Al contrario, yo no hacia esto por dinero… Yo… Solo quería ayudaros…
— ¡Tú coges la pasta y callas! Y ahora te vienes con nosotras que tenemos otro trabajito… Este seguro que te gusta más, ya lo verás. Lo que pasa es que cobramos a un mes vista, pero es más tranquilo. Ya he visto que te gusta comer chochitos y que te lo coman… Es lo que vamos a hacer. Vamos a lavarnos en esa ducha y luego nos bañaremos en mi casa, ya más tranquilas… — Dijo Marga que me empujaba hacia una ducha en un rincón, entrando ella conmigo y corriendo la cortinilla…
Me roció con gel y me frotó todo mi cuerpo con una esponja… Pero también con sus manos y aquello era insoportable para mí. Vicky nos miraba por un espacio que la cortina no cubría… De pie, Marga y yo, piel con piel, manos acariciantes, muslos entreabiertos entrelazados… Sus dedos acariciando, pellizcando mis pezones, torturando el clítoris con la otra mano. Mil y una sensaciones me provocaban descargas eléctricas que recorrían mi cuerpo desde los pies hasta la coronilla. Mi cuerpo erizado…No pude más… Un brutal orgasmo me derrumbó y no caí al plato de la ducha porque mi compañera me abrazó con fuerza, me sujetó… Me besó… Yo estaba en la gloria…
— ¡Vamos putita! ¡Qué eres más caliente que la paja de garbanzos… — Y casi en brazos me ayudo a salir y secarme…
Nos vestimos, pasamos por la garita de Leo para despedirnos y salimos a otra calle distinta a la de entrada.
El frio de la noche acarició mis mejillas. No sabía a donde me llevaban estas dos mujeres, ni me importaba demasiado. Para mí lo importante era que en los últimos seis meses había estado con un chico, compañero de trabajo, con el que follé un par de veces, no alcancé el orgasmo y tuve que masturbarme sola, después de las frustrantes experiencias. Sin embargo, en apenas cuatro horas, desde que conocí a estas mujeres, había experimentado un número de orgasmos que no puedo contar. Jamás me habían hecho disfrutar tanto. Estaba dispuesta a llegar hasta el final de esta aventura…
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