Yo puta 3

Parece que han pasado años. Y apenas hace unos meses mi vida era tan distinta a como la vivo ahora… Han cambiado tantas cosas

Este relato es la continuación de  “Yo puta” y “Yo puta 2”; he seguido esta saga a petición de lectores interesados en ella. Las direcciones de los relatos citados son las que figuran a continuación.

http://www.todorelatos.com/relato/126982/

http://www.todorelatos.com/relato/128883/

Tras la sorpresa atroz, al descubrir que era a mi madre a quien acababa de practicarle un cunnilingus, quedamos aturdidas, sin reaccionar.

Fue Marga quien se acercó, al oír nuestros gritos, me levantó del suelo y me llevó a un rincón.

— ¿Qué ha pasado Carmen? No me vayas a joder esto que hay mucho dinero en juego…

—… Lo siento Marga — Dije balbuceando y casi llorando… — Es mi madre y su amiga, con el antifaz no la había reconocido… ¡Le he comido el coño a mi madre!

— ¡Bueno y qué! ¿Le ha gustado? ¿Te ha gustado? ¿Se ha corrido? Si es así todo está bien. — La tranquilidad con la que aceptaba lo ocurrido me maravillaba. — Además, no eres la primera ni serás la última. Yo he follado con mi padre y mi hermana y ya ves, aquí estoy, no me ha castigado Dios con ningún rayo…

La gente casi no se había dado cuenta de nada. Estaban atareados viendo como uno de los clientes “seguros”, penetraba analmente a Vicky mientras una de las mujeres del público le pellizcaba las tetas y los labios del coño.

Se acercó Lidia a ver qué nos pasaba. Habló con mi madre y su amiga… Después se acercaron las tres a nosotras…

— ¡Vaya sorpresa Marga…!  ¿Lola quieres ganarte un plus de diez mil euros? — Y se quedó mirándome, esperando.

— ¿Yo? ¿Cómo? — Pensaba en una bronca y me encuentro con una proposición…

—Muy fácil… Montáis un numero lésbico tú y tú madre en público. Yo os presento como madre e hija. Subís al estrado y… ¡Es fácil! Y os lleváis diez mil euros… Cinco mil cada una. Además Lola. Tu madre está buena ¿Qué edad tiene?

—Cuarenta y ocho. Me tuvo muy joven…

Miré a mi madre que trataba de librarse de los brazos de su amiga que insistía en llevársela.… Me miró y se acercó. Nos abrazamos las dos llorando pero no de pena… De alguna forma presentía que la había recuperado. Estaba a gusto entre sus brazos…

Su acompañante se acercó y trató de arrancarla de mi abrazo de forma violenta…

— ¡Marta, vámonos ya! ¡Y déjate de cariñitos! — Decía mientras seguía tirando de ella tratando de separarnos. Mi madre se resistía; pero de pronto se enfrentó a ella.

— ¡¡Déjame en paz!! ¡¡Ya me has hecho bastante daño!! ¡¡Hiciste que me separara de mi marido, pero no lograras apartarme de mi hija!! ¡¡Déjame…!! ¡¡Vete a la mierda!! — Y tras decir esto me apartó, se plantó ante ella  y la abofeteó. La mujer, sorprendida, se alejó de nosotras llorando y maldiciéndonos.

—¡¡Mamá cálmate!! Dime, cómo te encuentras…

—Carmencita hija, ha sido la mejor comida de coño que me han hecho en mi vida… Ni siquiera la estúpida de mi… No puedo decir mi novia… Ya no lo es. No quiero saber nada de ella, le he dicho que se vaya y no quiero volver a verla…

— ¡Pero mamá! ¡Dejaste a papá por ella!

—Sí y fue una estupidez, pero ya no tiene remedio. Ahora solo pienso en ti y en mi… — Me miró fijamente — ¿Aceptamos la oferta de Lidia?

No lo podía creer. Mi madre proponiéndome montar un numero de incesto lésbico entre las dos con la mayor naturalidad…

— ¿Por qué no? — Respondí sin pensar…

Haber recuperado a mi madre me encantaba, pero acceder a lo que Lidia nos proponía era muy… Muy fuerte… Mi mente era un torbellino de ideas contrapuestas. Lo cierto es que me encantó comerle el coño sin saber quién era.

Marga me rodeo con sus brazos, me besó la frente, acariciándome, me hablaba dulcemente:

— ¡Es vuestra ocasión! Os reencontráis la una a la otra, pasáis un buen rato y ganáis un dinero que vais a necesitar… Yo no me lo pensaba…

—Tienes razón Marga; lo haremos mamá. Ya puestas vamos a ser las más putas de Madrid…  — La situación me desbordaba, mis sienes ardían y sentía que se me mojaba la entrepierna… Aquello era un escape hacia delante. De todos modos, ya no teníamos nada que perder.

Por señas llamamos a Lidia y le dijimos que estábamos dispuestas… Vimos su cara de satisfacción… Subió al estrado…

— ¡Señoras y señores, amigos de la sala xxxx! Ha surgido un imprevisto que creo les producirá una gran satisfacción. Por un accidente fortuito, se han encontrado en la sala, sin saberlo, una madre con su hija. ¡¡Y actuaran para todos ustedes!! ¡Es la primera vez que lo hacen y además en público! ¡Ante ustedes! ¡¡Lola y su mamá!!

Mi madre me cogió la mano y me arrastró a la tarima, donde estaba Vicky, a la que desataron y bajaron muy maltrecha. Al cruzarnos me miró y sonrió, se acercó y me besó la boca. Aquello termino de incendiar mi conejo. Marga vino con nosotras para ayudarnos… Besó a mi madre en los labios, después a mí. Fue un beso distinto a los que nos habíamos dado antes. Acaricié su coño y chorreaba…

— ¿Estas excitada Marga? — Al oído me dijo…

—No sabes cuánto Carmen, eres más puta de lo que jamás pude imaginar y eso me pone caliente; muy caliente…

Con la mayor naturalidad, Marta, mi madre, se desnudó, sacándose el vestido por la cabeza, me señaló el sostén y se lo desabroché, no llevaba bragas, se las quité en la sesión anterior; ya desnuda se tumbó en una especie de diván que habían colocado en el centro de la tarima.

Yo me quité el body y me tendí junto a ella, nos abrazamos. Me acariciaba el pelo y comenzamos a besarnos; al principio con cariño, pero poco a poco los besos se tornaron más ardientes, más impuros. Nuestras lenguas jugueteaban, batallando entre los labios, las manos no descansaban, acariciaban toda la piel.

Marga jugaba con sus manos en nuestros cuerpos, nos acariciaba, pasó los dedos por la raja de mis nalgas dedeando el exterior de mi ano. Aquello me encendía, sobre todo sintiendo los dedos de mi madre acariciando los labios de mi coño, los míos en el suyo y nuestras bocas fundidas en el más lúbrico de los besos que recuerdo en toda mi vida.

Me separé para lamer sus axilas… Era algo que deseé hacer desde pequeña; por no sé qué razón me cautivaba… Recordaba cómo me acurrucaba de pequeña en su regazo, me atraía su aroma, su textura y ahora estaban a mi disposición; lamía este objeto de deseo y me deslizaba por su cuerpo ya cubierto por sudor, debido al calor de los focos que nos alumbraban. Me resbalé y mamé de sus pechos sintiendo sus pezones como piedras en mi boca, sus manos acariciando mi pelo, mis hombros, mi espalda. Mis manos en sus caderas, en su vientre… El público se arremolinaba a nuestro alrededor, acariciándonos las nalgas, los pies, las pantorrillas… Una mujer pedía permiso para meter un dedo en mi culo. La miré y le sonreí, tras dudar unos segundos me hizo sentir su falange húmeda, por su saliva, abriéndose paso en mi ano.

Mamá deslizaba sus yemas por mi cuello provocando pequeñas corrientes que me erizaban la piel. Al rozar mis pezones sentí una fuerte sensación que me obligó a doblar la espalda, los endureció y los sensibilizó como nunca los había sentido. Solo con estas sensaciones sentía próximo el orgasmo… La sensación piel contra piel era casi insoportable. Pero debía aguantar más. Indiqué a mi madre que se colocara sobre el diván, apoyada sobre sus rodillas y las manos para mostrar impúdicamente sus orificios al público. Un hombre pedía permiso para introducir su pene en la boca de mi madre; asintió con la cabeza y le fue lamiendo su verga y dejándola entrar hasta producirle arqueadas; más tarde me confesaría que era la primera vez en su vida que lo hacía. Jamás se lo hizo a mi padre, aunque ella estaba dispuesta él la rechazaba, para él aquello era asqueroso…

Recorrí con mi lengua su cuello, la espalda y las nalgas hasta llegar al culo, donde me detuve lamiendo y picoteando con mi lengua su orificio, bajando por el perineo hasta mordisquearle los labios gordezuelos que cubrían su entrada vaginal; separé los belfos para acariciar con la punta de la lengua el botoncito del placer…

No soportó la experiencia y se derramó soltando pequeños chorritos de líquido transparente que recogí en mi boca… Su sabor me era familiar, como el líquido que segregaba mi cueva cuando estaba muy excitada, era idéntico al mío, pero distinto al sabor de Marga o Vicky.

Le indiqué que se colocara de nuevo sobre su espalda. Acaricié sus pies los masajeé con las manos para después chupar sus dedos, pasar la lengua entre ellos, subí lamiendo las pantorrillas hasta llegar a los muslos para pasar a sus pezones de nuevo. Otra mujer acariciaba los pies que yo acababa de soltar y los lamía como si de un manjar se tratara. Otros se encargaban de los míos.

Con mi postura, encorvada sobre ella, mis agujeros quedaban a disposición de los clientes que aprovechaban para acariciar y pellizcar. Un dedo entró en mi ano, otro en la vagina que, para entonces estaba encharcada. Me giré y vi a Marga lamiéndome el culo; le sonreí… Y un orgasmo me hizo temblar como una hoja en un vendaval.

Bajé recorriendo con mi lengua su vientre, mordisqueando los pliegues de la barriga, no muy pronunciada  y llegué hasta su monte de Venus… Ella me empujaba para colocarme sobre ella en un sesenta y nueve apresando mi vulva con sus labios. Se deslizó para situarse bajo mis muslos y sentí algo nuevo, algo distinto. Lamía mi ano, su entorno, después seguía hasta llegar a mi clítoris donde punteaba con la punta de la lengua; era irresistible… Yo intentaba hacer lo mismo con ella pero no siempre lo lograba. Las manos de los clientes nos magreaban ya sin freno. Las sentía por todo el cuerpo; se paseaban entre nuestros vientres para toquetear los pechos, los pezones, aumentando hasta lo insoportable nuestra excitación. Los orgasmos de mi madre eran casi continuos, como si se fuera cargando de energía. Balbuceaba palabras inconexas y su cuerpo se agitaba bajo el mío.

Mi dedo en su vagina le obligó a dar un respingo, luego fueron dos, tres… La follaba con cuatro dedos de mi mano… Pero tras unos minutos de lameteos en su clítoris presentí que llegaba al clímax y no pude evitar el mío derramándome en su rostro, bañándolo en mis fluidos que se deslizaban por su cara y mis muslos como una catarata… Mi cara también estaba totalmente empapada de sus líquidos que yo lamía con verdadero placer. Mi madre se retorcía como una posesa bajo mi cuerpo, gritábamos en una espiral de placer insoportable, recorridas por espasmos y culminando en un orgasmo que, a mí,  casi me llevó al desmayo…

Me dejé caer desfallecida sobre ella, con mi cara entre sus piernas… Bañada en sus caldos que chorreaban por el canal que los conducía a su ano que aún seguía con un dedo mío dentro.

En mi aturdimiento, a lo lejos, se escuchaban los aplausos de los asistentes…

Marga y Lidia se acercaron hasta nosotras para ofrecernos batas para cubrir nuestra desnudez. Nos vimos forzadas a realizar una reverencia al público, que no dejaba de aplaudir. Mis piernas temblaban tras el brutal orgasmo. Abracé a mi madre, llorábamos de felicidad. Nos besamos…

Nos ayudaron a bajar del estrado y llegar a la salita donde tenía mi ropa.

Tras una ducha, en la que nos lavamos mutuamente, nos vestimos junto a Vicky y Marga. Me sentía como en las nubes. Las descargas de endorfinas provocadas por nuestros orgasmos me tenían drogada.

Lidia entró para entregarnos sobres con dinero a cada una de nosotras… Nos agradeció el trabajo realizado y nos propuso organizar y participar en más espectáculos.

La compañera de mi madre intentó acercarse pero mamá la rechazó. Insistió violentamente y tuvimos que recurrir a la seguridad del local para que se marchara. Estaba muy encolerizada.

Lidia nos acompañó hasta un vehículo de la empresa y partimos rumbo al centro de la ciudad.

Marga le indicó al conductor que nos llevara a su casa en Chueca.

Ya más calmadas, Marga y Vicky dormitaban en el vehículo…

—Mamá, quería hablar contigo.

— ¿De qué hija?

— ¿Qué te ha pasado? ¿Por qué abandonaste a papá?— Me miró con tristeza.

—A la vista de tus experiencias creo que podrás comprenderme… Esto no es de ahora; tu padre y yo llevábamos años sin entendernos, vivíamos juntos pero no convivíamos realmente… Éramos dos desconocidos y a las primeras de cambio nos enzarzábamos en unas disputas que acababan en ocasiones en peleas violentas. Llegó a pegarme y tuve miedo.

— ¿Pero por qué discutíais?

—Pues verás; la última vez fue porque le dije que llevábamos años sin follar… ¿Y sabes cuál fue su respuesta? Que yo no le atraía en absoluto. Que si quería un polvo que buscara a quien fuera capaz de follar con una vieja como yo. Aquello me dolió mucho. Poco después tuvimos que ir a la farmacia para unos medicamentos para tu padre. La farmacéutica nos dijo que había abierto un bar cerca con unas tapas muy buenas, le dije que tu padre no podía beber alcohol y ya no íbamos de copas. Ella me dijo, guiñándome un ojo, que podría acompañarme para salir por ahí. Dijo que “si tu padre me dejaba ir”, él dijo que no tenía que darme permiso para nada, que ya era mayorcita y aquí quedó la cosa. Pocos días después fui sola a la farmacia y me invitó a salir por la tarde… Yo estaba muy enfadada con tu padre y ella lo notó. Le dije que de acuerdo…

—Pero mamá… De tomar unas copas con una amiga a dejar a papá e irte a vivir con ella…

—Lo sé… Pero aquella tarde tuve otra bronca con tu padre por una tontería que ya ni recuerdo. Enfadada me fui y acepté la invitación de Ana, la farmacéutica; me llevó a una cafetería donde se reunía con dos amigas suyas. Me las presentó, eran simpáticas y agradables, luego supe que eran pareja. Ana dijo que necesitaba ir al servicio y me miró, yo lo interpreté como que quería que la acompañara. Y así era… Entró en uno de los cubículos y me tendió la mano, entré, cerró la puerta y me estrechó contra ella. Me besó y no supe reaccionar… Fue tan dulce… Me abrazó y mientras me acariciaba los cabellos, me decía que hacía mucho que estaba enamorada de mí. Que mi cuerpo, mi cara, le atraían con una fuerza irresistible. Hacía mucho que no me decían cosas tan bonitas… Y cedí… Cuando me besó los lóbulos de las orejas y acarició mis tetas sobre la ropa, sentí un ardor que abrasaba mi cuerpo de los pies a la cabeza y supe que no podría resistirme… Me dejé llevar… Desabrochó la blusa y saco mis tetas, las besó, como hacía años no me besaba nadie… Seguía acariciándome.  Sus manos bajaron la cremallera de la falda y desabrocharon el botón, las bajó y levanté los pies para que la sacara con más facilidad. Mi calentura aumentaba por momentos, tiré de sus pelos para subirla y llevar de nuevo su boca a mi boca, su mano bajó el elástico de la braga y me acarició la vulva que ya chorreaba… Con suavidad me bajó las bragas, me las quitó. Con solo pasar los dedos de arriba abajo… Me corrí… Como una loca… No recordaba haber sentido tanto gusto, hacía años que me tocaba yo sola en el wáter o en la cama, cuando no estaba tu padre, pero aquello no era lo mismo… Y no quedó aquí la cosa. Se arrodilló frente a mi coño, su lengua entró y entró y entró… ¡Joder! Me corrí otra vez. Nunca me había ocurrido, correrme dos veces en tan poco tiempo… Tuve que sujetarla porqué la sensación era ya insoportable. Cuando me calmé un poco reanudó los masajes de clítoris metiendo un dedo y llegando a tocar zonas de mi coño que yo desconocía. Aquí si fue un orgasmo que me dejó fuera de juego, los latidos del corazón golpeteaban mis sienes y me dejó sentada en la taza mientras ella salía a refrescarse y lavarse la cara, empapada de mis jugos. Cuando pude me vestí y al salir, sin atreverme a mirarla, avergonzada, me dijo: Joder Marta, qué faltita estabas… Y tuve que reconocer que era cierto. Salimos de allí, sus amigas habían pagado la consumición y se habían ido, Ana me llevó a su casa. Estuvo follándome durante dos días seguidos. Jamás me había corrido tantas veces, ni siquiera de recién casada. Me convertí en su esclava sumisa. Hacía todo lo que me pedía, incluso me… ¡Qué vergüenza, por Dios!

— ¿Qué te hizo mamá? Después de lo que hemos hecho hoy no creo que te avergüence nada…

— ¡Me prostituyó! ¡Sí Carmencita! Me llevaba a un bar, en un polígono industrial, donde cobraba  por chupárselas a los trabajadores y camioneros mientras ella bebía con ellos. Algunas veces me follaban… Después camino a su casa me enseñaba el dinero que había ganado conmigo y decía que ese era el precio que me cobraba por mantenerme… Y se reía… Yo no sabía cómo cortar con todo aquello. Cada vez que lo intentaba me convencía y de nuevo volvía a hacer conmigo lo que quería… Me tenía sorbido el seso… Hasta hoy… Tú me has dado fuerzas para desprenderme de esa garrapata que me chupaba la sangre… — Mi madre lloraba, la abracé, acariciando su cabello, besándole las sienes la consolé.

Llegamos a casa de Marga. Le mostré a mi madre toda la instalación y le expliqué, como pude, lo que allí se hacía. Marga miraba y se reía.

— ¿De qué te ríes Marga?

—De que estoy viendo que tenemos otra partener para nuestras sesiones de cam. Las milf están muy cotizadas… Anda, vamos a cenar algo y dormir que estamos muy cansadas. Ah antes a Vicky tenemos que darle un masaje o no podrá dormir…

Lo del masaje era cierto. Usaba ungüentos para los hematomas, pastillas calmantes para el dolor y ciertas lavativas vaginales y anales para desinfectar posibles heridas. Era una bella imagen la ternura con la que trataba Marga a su amiga. El rostro de Vicky era una demostración de gratitud y amor hacia Marga que pacientemente trataba sus orificios y las señales dejadas en su cuerpo por las ligaduras y el castigo a que habían sido sometidas.

Ya más tranquila y siempre con su sonrisa en los labios nos sentamos a comer algo antes de acostarnos, claro está, mi madre y yo en la sala de cámaras. En la especie de tatami que cubría el suelo.

No teníamos ropa allí, así que Marga nos dejó una camiseta a cada una, sin ropa interior. De todos modos con la calefacción era suficiente. Debajo de una manta ligera me abracé de costado frente a mi madre. Respirando su respiración, su aroma que tantos recuerdos de niñez despertaban en mí. No pude evitar acariciar su cuerpo con mi mano… De nuevo sus axilas y sus pechos despertaron hormiguillas en mi sexo, pero me detuve. Su mano se coló entre mis muslos y quedó quieta.

El ruido de cacharros en la cocina me despertó. Estaba sola en el tatami. Me levanté y al asomarme a la cocina vi a mi madre y a Marga charlando, desnudas, sentadas frente a sendas tazas de café.

— ¡Buenos días dormilona! — Recordé mis años de niñez la voz cantarina y alegre de mi madre.

—Buenos días — Repliqué casi sin abrir los ojos… — ¿Dónde está Vicky?

—Tardará un rato en despertar. Después de las sesiones como la de ayer necesita dormir para recuperarse. — Repuso Marga.

—Y tú madre, ¿cómo estás?

—Muy bien hija. Como no estaba desde hace mucho tiempo. Por fin me he desenganchado de esa zorra que se estaba aprovechando de mí, que me estaba emputeciendo. Pero todo eso se acabó. Ahora te tengo a ti, no nos separaremos ¿verdad?

—No mamá. Ahora tenemos un vínculo más fuerte que el de madre e hija y no necesitamos a nadie más. Vendrás a vivir conmigo y si vamos a ser putas… — Nos abrazamos y nos besamos en los labios.

Marga nos miraba y sonreía.

El teléfono de Marga sonó, lo cogió y se fue al balcón para hablar. La veía gesticular a través del cristal de la mampara. Tras unos minutos de charla entró a la cocina.

— ¿Entonces vamos a seguir juntas o aquí nos separamos? — Dijo mirándonos a las dos.

— ¿Separarnos? Ni lo sueñes… Vamos a seguir follando las cuatro y montando numeritos. De eso podemos vivir ¿no? — Respondí.

—Me alegro. Pero creo que nos irá mejor en Barcelona. Lidia me acaba de decir que quiere montar un local allí y que si estábamos dispuestas dejaba la dirección en nuestras manos. Creo que tenemos una magnífica oportunidad que no deberíamos desperdiciar. No es cuestión de decidirlo ahora, pero pensadlo. A las cuatro nos vendría bien un cambio de aires y la posibilidad de ganar mucho dinero.

La propuesta era tentadora. Mi trabajo en la operadora de telefonía apenas me proporcionaba lo justo para el alquiler y sobrevivir hasta final de mes. Mi madre no tenía más recursos… Nos miramos cogidas de las manos.

— ¿Qué piensas mamá? ¿Te atreves?

—Carmencita… En los últimos meses he pasado de depender de un hombre que no me quería a depender de una mujer que lo que quería era explotarme y de repente apareces tú y tus amigas. Yo ya no tengo edad para dudar mucho. Si creéis que puedo ser útil y estáis dispuestas a contar conmigo… Voy donde me llevéis. Si la cosa sale mal, pues, qué le vamos a hacer, pero ¿y si sale bien? Hija, puedes hacer conmigo lo que quieras, puedes contar conmigo, yo iré donde tu vayas. Sobre todo después de descubrir lo bien que lo paso contigo. Ahora estoy en condiciones de comparar. Cuando me lio la farmacéutica me hizo pensar que era lo más… Claro que tu padre no me satisfacía en absoluto. Pero después de lo de anoche contigo, de la experiencia que vivimos… Lo que me hiciste sentir no lo había sentido nunca con nadie. Incluso la primera vez, antes de saber que eras mi hija, me llevaste cerca del cielo con tu lengua y tus dedos… Ahora, sabiendo quien era la putilla que me comía el coño de forma tan magistral… No puedo separarme de ti. No te veo ya solo como hija, sino como amante… Te quiero… — Nos abrazamos y bebí las lágrimas de alegría de su rostro. Nuestros labios se unieron de nuevo…

— ¡Ya! ¡Ya está bien! No empecéis que me estáis poniendo cachonda y no respondo de lo que pueda pasar… Voy a llamar a Vicky, nos vestimos y vamos al mercado a comer algo… ¡Pagáis vosotras! — Marga nos hizo reír.

Llamamos a Vicky, nos duchamos las cuatro guarreando en el baño y lavándonos unas a otras. Me sentía eufórica. Feliz por haber recuperado a mi madre y por tener estas amigas, a las que apenas conocía pero que tantos momentos gratos me habían proporcionado.

Después de una comida a base de deliciosos pinchos distintos y copas de vino, regresamos a casa de Marga. Vicky estaba bastante recuperada, parecía mentira que aquel cuerpecito casi infantil, pudiera soportar los castigos recibidos la noche anterior y estar allí con nosotras riendo y disfrutando como si no pasara nada…

Marga puso en funcionamiento los equipos de la sala de cámaras.

—¿Quién se atreve a ser la primera en salir a escena? — Dijo riendo.

—Yo me atrevo… Es más… Voy a salir sin máscara… Quiero que todo el mundo sepa lo que soy… Yo puta. — Respondí.

—¡Así me gustan las tías, con dos ovarios…! — Gritó Vicky.

Nos desnudamos unas a otras lentamente ante las cámaras. Antes de llegar a estar desnudas ya estaban sonando los indicadores de las monedas de los que nos veían. Nos acariciamos unas a otras sin orden ni concierto, los dedos penetraban nuestras cavidades, las lenguas se retorcían en pugna de besos ardientes, sin fin. Surgieron los juguetes de Marga. Me colocaron el arnés y le pedí a mamá que se colocara a cuatro patas, que yo, su hija la iba afollar mientras Vicky se colocaba debajo en un sesenta y nueve y lamía su vulva. El resultado fue demoledor. En apenas unos minutos mi madre se retorcía de placer, gritaba y follaba con su mano entrando y saliendo en el coño de Vicky, bajo las instrucciones de Marga que supervisaba la operación y no dejaba de acercarse a mí para besarme, acariciarme y mantenerme ardiendo.

El arnés era doble, o sea, yo tenía una parte dentro de mi vagina y otra parte es con la que penetraba a mi madre.

El resultado fue devastador. Los orgasmos de las tres se sucedían sin orden ni concierto. Mamá, a veces, trataba de detenerme porque se le hacía insoportable tanto placer.

Marga se introducía un dildo enorme en su coño y otro más pequeño en el culo. De cuando en cuando caía al suelo retorciéndose y gritando…

Las señales acústicas de los pagos eran continuas. Pasadas dos horas estábamos exhaustas. Nos tendimos en el tatami y nos dedicamos a acariciarnos y besarnos con ternura. Con auténtico cariño. Sobre todo mamá y yo.

Cuando Marga apagó los equipos nos duchamos las cuatro ya que estábamos empapadas de saliva, de fluidos vaginales… Un askito.

—Mamá, nos vamos a dormir a mi piso. Dejamos a estas dos zorronas solas porque si seguimos aquí nos vamos a liar otra vez. Además yo no tengo ropa ninguna aquí… Llevo dos días sin bragas, con el chochito al aire y tú tampoco llevas… — Nos reímos todas pero aceptaron y quedamos en vernos el día siguiente para concertar una cita con Lidia y perfilar el proyecto de Barcelona.

En la calle paramos un taxi y al subirnos exageramos un poco los movimientos y el conductor se dio cuenta, rápidamente, por el retrovisor, que no llevábamos bragas. Las sonrisas cómplices entre nosotras lo decían todo. Le di una dirección cerca de mi casa. Al llegar le pedimos al taxista el importe de la carrera, nos miró sonriendo:

—Si me enseñáis los coñitos no os cobro… — Las dos soltamos una carcajada.

Nos arremangamos las faldas y le mostramos nuestros pelados chochos, los abrimos con las manos.

— ¿Te gustan? — Pregunte sonriendo pícaramente.

—¿Joer que si me gustan! ¡Están pa mojar pan!

El pobre hombre, de unos cincuenta años, babeaba. Intentó un acercamiento con la mano.

— ¡Eeeh! Hemos quedado en enseñar, no en tocar… ¿Qué hacemos mamá, lo dejamos?

— ¡¿Queee?! ¿Qué sois madre e hija? ¡No me lo puedo creer!

—Podemos demostrártelo. Pasa un dedo por uno, pasa otro dedo por el otro y chúpalos… verás que saben igual… Jajajaja

Así lo hizo. Tras pasar los dedos por los dos coños los olió, los saboreó…

—¡¡Coñoo!! ¡Es verdad… huelen y saben igual! — Esto nos lo dijo por la ventanilla. Nosotras ya habíamos bajado de vehículo y entrado en un portal alejado unos metros del mío.

Cuando comprobamos que se había ido fuimos paseando hasta mi casa.

Mi madre había estado pocas veces en mi piso. La comunicación familiar había sido escasa, quizá por el carácter agrio de mi padre al que, a pesar de todo, yo quería mucho.

No sé si por el ejercicio que habíamos hecho ante las cámaras o por qué llevábamos algunas horas sin comer, teníamos hambre.

En mi frigorífico siempre tenía cosas para salir del paso, ya que por mi trabajo comía fuera y cenaba poco. Aun así saqué queso, pan de molde y cerveza que comimos y bebimos con apetito.

Nos cambiamos y le di una camiseta larga a modo de camisón. No llevábamos nada debajo. Mi madre me tenía maravillada por la tersura de sus pechos que, a pesar de la edad, se mantenían erguidos y firmes. Aparentaba tener unos cuarenta años. De cuerpo armónico, caderas suaves y firmes, muslos y piernas bien formados, con una cara aniñada que confundía al verla. Los que me conocen dicen que me parezco mucho a ella. Que no he sacado nada de mi padre.

Nos sentamos en el sofá donde me tiendo a ver la tele, casi siempre sola. Ahora estaba acompañada por la persona que más amaba. Mi madre y… mi amante…

—Carmen, ¿estas segura de lo que vas, vamos, a hacer? — Me dijo acariciándome el pelo con mi cabeza en su regazo.

—Mamá, yo ya estaba harta de mi vida insulsa, siempre lo mismo, con unos compañeros de trabajo que no lo eran en realidad, con unos jefes que continuamente estaban lanzando veladas propuestas para llevarme a la cama… Los detesto. He tenido un par de chicos que apenas me han durado unas semanas. Me he aburrido con ellos y los he dejado. Ni para follar servían. Supongo que ahora se enteraran de lo nuestro y trataran de ir a por mí, pero si nos vamos a Barcelona la cosa puede cambiar. Necesito cambiar. En solo unos días que llevo con mis amigas he follado y me he corrido más que en toda mi vida…

Solo tengo una cama de matrimonio en la habitación y en ella nos acostamos las dos. Tener a mi lado, desnuda, al objeto de mi amor, en todos los sentidos era algo maravilloso para mí. No me cuestionaba la inmoralidad del tabú que habíamos transgredido. Los sentimientos que inundaban mi corazón, que hacían sentirme henchida de gozo, eran motivos más que suficientes como para importarme un rábano las normas sociales, las prohibiciones… Por primera vez mi vida tenía sentido. Era feliz… Siendo puta.