Yo, padre (tercera parte)

La venganza de nuestro protagonista se apodera por completo de él, llevándolo a la completa locura. Este relato contiene partes que pueden resultar desagradables para el lector, ya narra de forma explicita una brutal violación.

Quienes se entregan a la venganza y se toman la justicia por su mano, rara vez saben dónde está el límite,

(Richelle Mead)

Me llamo Jesús, y esta es mi historia.


Desperté a eso de las siete. La ligera manta que consiguió taparme durante las pocas horas que había dormido, terminó por ser insuficiente para hacer frente a la baja temperatura que esa noche se había adueñado lentamente de toda la trastienda. El frio y  ese incómodo sofá que mi mujer se empeñó en colocar años atrás en la rebotica, con la excusa de hacer más llevaderas las noches de guardia en la farmacia, había hecho estragos en todo mi cuerpo.

A duras penas conseguí incorporarme acompañado del crujir de buena parte de mis huesos, y los sonidos que mis dientes hacían al chocar unos contra otros.

Mientras observaba como los tenues rayos de luz de esa mañana se abrían paso entre la oscuridad, e iban iluminando poco a poco aquella estancia, mi mente comenzó a revivir de nuevo, y empecé a recordar todo lo que horas antes había tenido lugar en ese sótano que se encontraba justo bajo mis pies.

Todos los detalles de lo sucedido fueron apareciendo uno por uno en mi cabeza. En la película que ahora se proyectaba dentro de mi sala particular, podía ver a un hombre corriente que hasta hace dos días se ruborizaba cada vez que alguna clienta extendía su conversación hacia temas personales; ese hombre que trataba de ocultar así mismo alguna lágrima cada vez que recordaba los dos últimos años que pudo pasar con su mujer; ese hombre que preparaba cada domingo tortitas con nata para dar los buenos días a su hija; ese hombre… Ese hombre ya no existía.

Un nuevo protagonista se había apoderado del papel principal de aquel terrible largometraje. Un monstruo carente de cualquier tipo de sentimientos; un sádico que había secuestrado y violado hasta la extenuación a una chica de dieciocho años hasta que la falta de fuerzas consiguieron detenerlo; un salvaje que después de aquello, había dejado aquel joven y destrozado cuerpo amarrado a una vieja tubería, abandonándolo a su suerte bajo una vieja y desconchada manta.

<< ¿Cómo podía haber hecho eso?. ¿Qué clase de persona sería capaz de someter a ese castigo a una cría?. ¿En qué momento el odio que sentía hacía aquella muchacha se había apoderado de todo mi ser, hasta el punto de disfrutar de la misma forma que lo haría el peor asesino en serie viendo cómo se escapaba lentamente hasta el último aliento del interior de su víctima? >>

Mi cabeza empezó a dar vueltas. Un tremendo calambre recorrió todo mi vientre, y el sudor frío que vino a continuación fue la bandera de salida para avisarme de lo que mis entrañas iban a expulsar allí mismo.

Tambaleándome mareado y apoyándome en la pared, conseguí llegar hasta el servicio y abrir la tapa de la taza.

Vomité todo lo que mi estómago llevaba acumulando durante esa noche, hasta que mi garganta dijo basta. Mientras el último resto de bilis salía por mi boca, mis ojos no pudieron reprimir el llanto, producto del esfuerzo, y en mayor parte de un terrible remordimiento que se apoderó al instante de mi.

Lloré sin consuelo apoyado en el frío respaldo, mientras la culpa que me corroía por dentro hacía que todo mi ser desease borrar, como si de una terrible pesadilla se tratase, la aberración que horas antes había acontecido cerca de allí.

Permanecí absorto mirando a la nada durante no sé cuánto tiempo, hasta que un ligero pitido consiguió apartarme de mi letargo.

Era el móvil de Jessica, que había pasado conmigo esa noche dentro del bolsillo de mi pantalón.

Me incorporé. Y después de tirar de la cadena y limpiar de mis labios los restos de mi particular exorcismo, saqué el teléfono mientras me sentaba en un rincón del aseo.

Era un whatsaap de una tal Vero:

"Dónde te has metido tía?? Hemos pasado toda la noche de fiesta con los tíos del parque. No veas lo que te has perdido. No sé cómo voy a dormir con todo lo que llevo en el cuerpo, jeje. Cuando te lo cuente vas a querer morirte por no haber estado aquí".

Fue lo que pude descifrar de aquel jeroglífico de letras y faltas de ortografía que conseguí leer con mis aún castigados ojos.

No os engaño si os digo que no pude reprimir una ligera y maliciosa sonrisa a la vez que pensaba:

<< Verónica, estoy seguro que tu amiga hubiese deseado morir anoche;  y no precisamente por haberse perdido el atracón de drogas y alcohol del que hablas >>.

Durante un buen rato seguí inspeccionando aquel móvil; tampoco me sorprendió lo que en él vi. Todas sus conversaciones se basaban en banalidades propias de gente de su edad. Tales como… Qué bueno está este; que zorra es la otra; como le comí la boca a tal; y como me tiré a "Pascual".

Pero lo cierto es que a mí poco me importaba todo eso. Sólo buscaba una cosa que necesitaba ver por mí mismo. Y en una carpeta que esa ignorante guardaba como un tesoro, encontré, junto con algunas fotografías de varias niñas desnudas,  el video que ese demonio había grabado en los servicios de aquel instituto.

Mis ojos volvieron a consumirse en lágrimas de rabia y dolor, mientras observaba impotente el calvario que mi hija había soportado a manos de ese demonio que tenía atado en mi sótano. Pobre niña mía.  Apreté los puños con tal fuerza, que las uñas hicieron sangrar el interior de la palma de mis manos.  Miraba absorto aquella pantalla, mientras veía como sucedía paso por paso, todo lo que Laura me había contado, destrozada en cuerpo y alma, sentada en la cama de su habitación.  Sentí su miedo y su terror como si me lo hubiesen hecho a mí. Y por dios juro que hubiese muerto allí mismo si pudiese cambiar lo sucedido, y ser yo la víctima de esa atrocidad. Pero no... Te lo hicieron a ti, mi pequeña. Y papá no estaba allí para ayudarte. Perdóname cariño, perdóname…

Toda la culpa y remordimientos que había sentido minutos antes por lo que había hecho con Jessica, se perdieron en el más absoluto olvido al instante.

Me faltó muy poco para romper en mil pedazos aquel aparato; cómplice del atroz acto que habían cometido con el cuerpo de mi hija. Pero tenía que contenerme… Ese teléfono todavía tenía que ser testigo de muchas cosas más.

Me levanté y lavé a conciencia mi cara limpiando los restos de la impotencia que mis lágrimas habían dejado sobre ella. Miré al espejo, y volví a ver reflejado en el al mismo actor que había aterrorizado mis recuerdos una hora antes sentado en aquel sofá.

-Ya no hay más dudas, ya no hay más dolor. Todavía no he acabado contigo… Ni lo sueñes. Tu pesadilla aún no ha terminado. Llaman a la puerta, maldita. Y soy el infierno que ha venido a buscarte - dije mientras  dejaba que un terrible odio se apoderase por completo de mi.

Cogí un par de botellas de agua y una silla que tenía junto al sofá, antes de dirigirme hacia la rebotica. Saqué las llaves y me dispuse a abrir la cerradura de mi improvisado zulo.

El nauseabundo olor que pude percibir al entrar en ese sótano hizo que soltase en el suelo lo que en mis manos transportaban, e instintivamente llevar estas hacia la parte baja de mi cara. Ni siquiera el pasamontañas que me volví a poner minutos antes, podía presentar batalla frente a la terrible pestilencia que el cuerpo de Jessica desprendía. Ese demonio olía a vomito, a orín, a sudor, a semen… Ese demonio olía a miedo.

Conseguí recomponerme y encender la luz para permitirme ver, con toda la claridad que esa vieja bombilla me ofrecía, lo que en ese pegajoso suelo se encontraba.

Allí estaba la chiquilla. Tiritando de forma compulsiva bajo la fina manta con la que la tapé, y agarrada con fuerza a la tubería que la hizo compañía durante esa larga noche.

Sonreí cual sádico lo haría al ver tan dantesca escena; y sentí como todo mi cuerpo, y especialmente mi hombría, volvían a reaccionar como el adolescente que ve que ese día va a perder la virginidad para siempre.

Volví a coger la silla y la estampé de forma violenta contra la pared.

El cuerpo de la muchacha reaccionó instintivamente haciéndola despertar de forma cruel de esa ligera vigilia en la que estaba sumida.

-¡Buenos días dulce princesita! -grité mientras retiraba la manta dejando su joven y maltratada desnudez expuesta bajo esa tenue iluminación.

El cuerpo de mi acompañante se aferró más con fuerza a ese tubo de metal; tratando de acurrucar todo su ser sobre si, como un nonato hace en el vientre de su madre.

-Ya basta, por favor -gimoteaba Jessica con voz temblorosa-. Déjame marchar te lo ruego. No sé qué te he hecho, ni por qué me estás haciendo esto, pero te juro que si me dejas ir no se lo diré a nadie. No te he visto la cara, no sé quién eres. Puedes estar tranquilo que…

Un fuerte bofetón hizo que la cría dejase de hablar al momento. El tremendo golpe que la propiné, volvió a abrir la herida que la había abierto pocas horas antes en el mismo sitio.

-Jessi, Jessi, Jessi… ¿Por qué quieres que te haga más daño del que aún te queda por soportar? -pregunte mientras veía como su rostro se contraía por el pánico ante la última parte de lo que escuchó- A ver cariño -continué diciendo mientras sus tristes ojos llenos de lágrimas se posaban en la apertura de mi pasamontañas-, esto es un juego, cielo. Y tú eres la protagonista. Vas a soportar todas las pruebas que se me antojen, y no te voy a engañar, ya te lo dije ayer, voy a hacerte muuucho daño. Voy a volver a violarte por todos los agujeros de tu precioso cuerpecito. Te voy a hacer sangrar y gritar hasta que lleguemos al final. ¿Y cuándo será eso, te preguntarás?, pues bien, te lo voy a decir… En el momento que de tu sucia boca salga la frase que quiero escuchar. Ni antes, ni después. ¿Lo has comprendido, chiquitina? -terminé diciendo mientras su cabeza asentía de forma involuntaria, producto de la sumisión y el terror que ya se habían apoderado de ella.

-Buena chica -dije mientras acariciaba su pringoso pelo-. Pero oye, dejemos ya esta charla de suspicacias e intrigas, ¿Te parece? Imagino que después de la noche que habrás pasado te morirás por un poco de agua. ¿Pensabas que soy un monstruo?, ¿Que te iba a dejar morir de sed en este asqueroso antro? No pequeña… Necesito que estés fresca para lo que te espera -terminé diciendo mientras alargaba mi mano derecha y retorcía con saña uno de sus ya maltratados pezones.

Mientras escuchaba el grito ahogado de mi acompañante, me levanté y  puse la malograda silla delante de ella. Bajé mis pantalones y calzoncillos y me senté desnudo delante de ella de cintura para abajo, dejando al aire mi venoso y sucio miembro que hacía tiempo se encontraba con una terrible erección.

-¡Mira Jessi!, ¡ha vuelto a venir nuestro amiguito a verte! ¿A que hoy vas a ser muy buena con él? -terminé mientras agarraba la base de mi duro sexo y lo agitaba de un lado a otro.

La chica entendiendo lo que mi gesto hacia ella pretendía, se puso de rodillas con gran esfuerzo delante de esa fétida y tiesa polla.

Viéndola en esa postura; amarrada a la tubería, gracias a las esposas que destrozaban sus ya castigadas muñecas; estirando su delgado cuerpo hacia mis partes; y tensando sus perfectos pechitos de dieciocho años a causa de la posición, hizo que ni una caja entera de Viagara pudiese igualar el efecto que ese precioso cuadro causaba en todo mi ser.

-Es toda tuya, pequeñaja -dije mientras la chica empezaba con la tarea que su captor la había encomendado.

Comenzó besando dulcemente cada parte de mi tronco con tal delicadeza que el contacto de sus labios hizo que de mi boca saliesen los primeros suspiros de placer. Continuó hasta llegar a mis hinchados testículos deteniéndose y haciendo hincapié en ellos. Abrió su boca y se los metió enteros en ella. Succionaba lentamente cada uno de ellos para después sacarlos bien mojados y volver a introducírselos una y otra vez. Cuando consideró que ya habían sido bien recibidos, sacó su lengua y recorrió con parsimonia  toda la extensión de mi verga hasta llegar a mi palpitante glande. Con la punta de su carne carente de huesos, empezó a rozar el límite de mi prepucio, consiguiendo sacar las primeras gotas de libido que habían provocado esos movimientos. Al verlas, mi sumisa recogió mi néctar con los labios para tragarlo después. Cuando hubo terminado, introdujo de un golpe gran parte de mi rabo en su boca, y dio el pistoletazo de salida a la felación que mi amiguito reclamaba. Con la maestría de una profesional, Jessica repitió el movimiento y fue bajando lentamente su cabeza hasta que sus amígdalas pusieron freno a tan noble empeño.

-Así Jessi, así. Aguanta tu solita todo lo que puedas -dije mientras mi mano sujetaba la base de mi polla como si de los cimientos de un rascacielos se tratase.

La chica entendió mi petición, y cual soldado deseoso de complacer a su capitán, mantuvo esa posición todo lo que la falta de aire consiguió doblegar. Acompañado de una inmensa hilera de babas que salieron de su interior, tomo aire y volvió a introducírsela en lo más profundo de su garganta. Repitió esta operación en varias ocasiones. Sus ojos hacía tiempo se habían convertido en cataratas de lagrimas producto del esfuerzo a la que ella misma se estaba sometiendo.

-¡Para un momento! -dije ante la sorpresa de la joven.

-¿Te he hecho daño? Perdóname, yo… -fue lo último que dijo mientras sorbía con su nariz sus mocos y recibía por mi parte otro fuerte bofetón, más desmedido aun si cabe que el anterior.

Me levanté de la silla dejando en el suelo a la chica que volvió a desplomarse por el duro impacto que su cara había encajado.

Me acerqué a sus pantalones que se encontraban en la misma esquina donde los había dejado la noche anterior cuando desvestí a la inerte cría, y saque de sus bolsillos un paquete de tabaco y el mechero que le acompañaba. Saqué un cigarro y me lo encendí. Llevaba años sin fumar. Mi mujer había conseguido que lo dejase, no sin mucho esfuerzo por su parte, pero esa primera calada después de tantos años, fue como un buen trago de vino después de salir de un árido desierto.

Volví a sentarme después de agarrar por los pelos a ese pelele y colocarla de rodillas frente a mí como al principio. Aproximé la boquilla a sus labios y la miré fijamente a los ojos.

-Puedes pegar una calada, Jessica -asentí mientras la muchacha introducía con avidez todo el humo que sus pulmones la permitieron-. Ves, mi niña. No tienes que hablar para nada. Hazlo sólo cuando yo te lo ordene. No hagas esto más difícil si cabe -terminé diciendo mientras apoyaba mi espalda en el respaldo de la silla y la chica retomaba su tarea.

Fumaba mi cigarro mientras mi lujuria se desataba viendo como esa jovencita chupaba mi polla con la misma ansia que un niño con el polo que su padre acaba de comprarle.

Mamaba mi carne sin descanso, embadurnando de saliva toda su extensión. Solo sacaba mi pene de su boca para lamer todo los fluidos que había dejado, y después de tragarlos, volver a introducírselo hasta el fondo de su garganta.

Podía notar como la punta de mi glande se fundía con la laringe de esa chica. La maestría con la que estaba tratando mi aparato me estaba llevando al límite. Su forma de chupar mi polla, bajando y subiendo la cabeza sin descanso, apretando sus labios cada vez más, intentando con ello dar a su maltratador todo el placer posible, hizo que no pudiese aguantar un segundo más, y empecé a eyacular como un animal en lo más profundo de su interior. Podía ver como su tráquea se contraía rítmicamente, muestra de que mi sumisa estaba tragando toda la lefa que mis huevos no paraban de producir. Un golpe de tos hizo que su nariz expulsase una pequeña parte de mi espesa corrida, yendo a parar a la parte baja de mi estomago.

Siguió mamando lentamente hasta sacar la última gota de semen de mi interior con el fin de hacerme expulsar toda la carga que mis testículos almacenaban. Abandonó mi carne no sin antes lamerla como una perrita hasta dejarla totalmente limpia y brillante. No hubo que decirla nada. Sabía lo que tenía que hacer. Antes de darlo por terminado, recogió con sus labios los restos que habían salido por sus fosas nasales y los trago sin pensárselo. Ahora sí… Había terminado con los deberes que su profesor la había mandado. O eso pensaba ella… Pobre inocente.

Cierto es que la felación que esa jovencita me acababa de propinar, me había llevado a unos de los clímax más profundos que recordaba; casi comparable a las incontables noches de sexo desenfrenado que pude compartir con mi querida esposa, hasta que esa maldita enfermedad la arrancó de mi lado. Pero al primer acto sádico de esa noche le faltaba algo. Le faltaba… Si, lo habéis adivinado… Más miedo y más dolor.

-Lo has hecho muy bien, Jessica. Nuestro amiguito ha quedado muy satisfecho, ¿a que si, chiquitín? -preguntaba con sorna a mi aun erecto pene-. Pero quiero un poquito más, ¿vale?. Te voy a hacer una cosita. Nada importante, pero quiero que aguantes como una campeona si abrir tu sucia boca hasta que yo te de permiso, ¿Lo has comprendido? -dije mientras la muchacha asentía mirándome atemorizada-. No te muevas, ¿Vale?, o te prometo que va a ser muchísimo peor -sentencié con la voz más seria que pude poner.

Cambié el cigarro de mano, al que ya le faltaba poco para extinguir su vida útil, y alargue mi brazo hasta el amoratado pezón que se encontraba frente a mí. Con toda la furia que pude retorcí ese joven y ya maltrecho pedículo mientras la locura se apoderaba de mi depravada mente.

-Aguaaanta, aguaaanta, aguaaanta -  expresé de la forma fría posible, mientras la pobre chica apretaba los dientes y las lágrimas inundaban sus ojos-. Ya falta poco, ya falta poco… Sólo un poquito más, pequeña.

Seguí ensañándome con esa pequeña parte de su cuerpo durante algo más de un minuto, pero imagino que a ella debieron parecerle horas.           Hasta las puntas de mis dedos empezaban a pedir una tregua. Pero yo quería más. El sufrimiento que tendría que estar soportando tendría que ser inaguantable, pero la muchacha no abrió la boca. Había entendido mi mandato. Ya está bien, pensé… Bueno no, solo una cosa más.

Di la última calada al pitillo, y sin pensarlo ni un segundo lo apague en el mismo pecho poseedor de ese pezón que estaba siendo brutalmente desgarrado.

-Ya puedes gritar, mi vida -finalicé mientras retiraba el cigarro ya extinto de la piel aun humeante de la muchacha.

El chillido de Jessica fue tan descomunal que poco le falto para destrozarse las cuerdas vocales. Mientras el infernal alarido que salía de lo más profundo de su alma, inundaba hasta el último azulejo de su particular cámara de torturas, vi como las esposas que aferraban a la a la chica, seguían maltratando sus muñecas, de las que ya se desprendían abundantes hilos de sangre, a causa de los movimientos incontrolados que el cuerpo de aquella joven hacía tratando de aplacar el sacrificio al que su seno había tocado soportar. Acto seguido se desmayó sobre un nuevo charco de liquido, que sin que yo me percatase, apareció bajo su inmóvil consistencia. La cría se había vuelto a orinar ya inconsciente. ¿Y lo más siniestro y perverso, que diríais que fue? Si, lo habéis adivinado… Una descomunal erección había vuelto a apoderarse de mi sexo, sin darme cuenta hasta ese momento.

Me levanté de la silla y empecé a dar vueltas por la habitación, de la misma forma que un desequilibrado hace luchando contra las voces que salen de su cabeza. El padre de familia que aun seguía siendo me gritaba desde el interior:

<< ¿Pero qué has hecho maldito loco?, ¿has perdido por completo la razón? Abandona ya esta abominación. Deja de ensañarte con esa pobre niña. Ya ha pagado con creces lo que hizo. ¡Mírala malnacido, mírala. Mira lo que has hecho! >>

Pero otra voz mucho más aterradora martilleaba mi sien como el martillo que se estrella repetidamente contra el freno del yunque:

<< Mírala, si. No desvíes la mirada. Si, Jesús, lo has hecho tú. ¿Ves a esa piltrafa tirada en el suelo?. Fíjate en su pecho y en la quemadura que sobresale de él… ¡Vamos hazlo, maldito cobarde! Si, lo has hecho tú. Esa basura que tienes ahí destrozó a tu hija para siempre. Ya no va a poder contar a nadie lo que sintió al perder su virginidad. Nunca va a poder olvidar lo que pasó en ese sucio servicio. Da igual el tiempo que pase; esa herida nunca va a cicatrizar. La acompañará el resto de sus días. ¿Y tú sientes compasión por esta mierda que está ahí sin conocimiento? Me das asco. No te mereces a Laura si paras ahora. Tienes que terminar lo que has empezado, y llegar hasta el final. Concede a tu hija la venganza que se merece >>.

Y cuando terminé de escuchar lo que todo mi interior me desveló, ya no tuve más dudas ni remordimientos. Ahora lo veía claro. Tenía que llegar al final de ese terrible camino. Ya no solo por mi pequeña. También por Jessica. Su redención dependía de ella misma. Su culpa sería expiada por completo con sólo dos palabras. Pero tenían que salir de su boca sin que nadie la dijese cuales eran. Ella tenía llave de esa maldita celda. Y si tengo que seguir abusando hasta su muerte de su desdichado cuerpo, que así sea. Ya no hay vuelta atrás. Las aguas se han abierto, y tengo que cruzar a la otra orilla para que todo vuelva a ser como antes.

Mis inyectados ojos volvieron a posarse en esa desgraciada joven.

Mi boca se lanzó sin control hacía el pecho libre de pecado que aun no había sido mancillado por mi parte, infligiendo tal mordisco en el, que hizo que mi víctima recobrase el sentido acompañado de otro grito que hubiese helado la sangre del mismo diablo.

-¡Despierta maldita puta!, todavía no ha llegado el final del día para ti -dije mientras la saliva que salía de mi boca se mezclaba con las lágrimas que Jessica no paraba de derramar.

Agarre mi polla con la mano e introduje toda su longitud en lo más profundo de su ser. Penetré con desesperación su estrecha vagina acompañado del sonido de su desesperación. Cada estocada era más dura y más intensa a cada momento. Las paredes de su humedecido sexo a causa del orín, fue la única defensa que evitó el desgarro de su casi adolescente intimidad. Mis dos manos agarraban con saña sus maltratados senos que ahora se habían convertido en pilares donde sujetarme para seguir violando sin control ese desvalido cuerpo. El chapoteo de líquidos que se escuchaban al entrar y salir con violencia de su coño, hicieron que mi desenfreno se convirtiese en un martillo neumático que follaba sin piedad esa concavidad una y otra vez. Los chillidos ahogados que salían de Jessica, decían que su vagina estaba a punto de reventar a causa del dolor producido por mis envites. Mi carne estaba a punto de explotar. Y el final por fin llegó para el descanso de la desgarrada vagina de la pobre chica. Con un fuerte empujón volví a vaciar todo el contenido que mis huevos habían logrado producir en la escasa media hora desde la última vez, pero esta vez en lo más profundo de las entrañas de esa puerca. Uno, dos, tres intensos grumos de espeso semen se alojaron en el fondo de su sexo hasta que caí rendido por el esfuerzo sobre aquella criatura.

Ni un poro de mi piel había dejado de emanar sudor durante esos veinte minutos. Todos mis fluidos se mezclaban con el precioso y destrozado cuerpo que soportaba mi peso. Un ligero vaho inundaba toda la estancia a causa del calor que desprendía todo mi ser. Permanecí dentro de su vagina hasta que pude controlar otra vez los latidos de mi corazón, y así dar por concluida esa aberración de la que Jessica había vuelto a ser la víctima.

Me levanté medio mareado y cogí las llaves de las esposas que había en mi pantalón. Me acerque a ellas y liberé después de un día entero las manos de la chica.

Volví a vestirme con gran esfuerzo, igual que lo hace cualquier persona que ya ha sobrepasado los ochenta años de edad. Y al terminar, acerque de una patada la pequeña botella de agua a la muchacha, que ya liberada agarro la pequeña manta, y se aferró a ella cual naufrago al último trozo de madera. Tapando su malograda desnudez, como si ese viejo trozo de lana fuese a protegerla del mal que se encontraba a escasos metros, consiguió volver a hablar mientras se acurrucaba sollozando.

-Mátame ya, hijo de la gran puta. Mátame ya… -dijo con un susurro de voz que se ahogo entre esas cuatro paredes.

-No Jessi… No pequeña… Esas no son las palabras que quiero escuchar. Que descanses -dije sin mirarla y cerré la puerta tras de mí.

Continuara…


Queridos lectores, se que en el primer capítulo dije que esta serie constaría de tres partes. Pero he considerado que para darle un buen final, y facilitar su lectura, terminaré añadiendo un capítulo más.

Como siempre os digo, recordar que todo lo escrito es ficción, y como tal, disfrutar de su lectura. No le deis más vueltas.

Espero que os esté gustando la historia, y agradezco como siempre cualquier comentario. Un abrazo a todos.