Yo, padre (segunda parte)

Este relato detalla de forma explícita una violenta agresión sexual y puede resultar desagradable para algunos lectores.

En primer lugar quiero pediros disculpas por la tardanza en escribir la segunda parte de esta historia, me consta por vuestros comentarios y valoraciones no os ha parecido mal el comienzo, pero he tenido problemas con el portátil, y me ha sido imposible compartirlo antes con vosotros. A los que no conocéis la primera parte, os remito a ella, para meteros bien en la historia. Y a los lectores que esperabais esta segunda entrega, agradeceros la paciencia y sólo deciros que espero que os guste igual que la anterior… Me llamo Jesús, y esta es mi historia.


Prácticamente no pude dormir esa noche. Repasaba en mi cabeza una y otra vez lo que mi hija me había contado al llegar a casa. Di mil vueltas sentado a su lado, pensando en lo que Laura habría sufrido esa maldita tarde. El dolor y el miedo que tuvo que pasar en ese sucio servicio soportando los abusos que ese monstruo disfrazado de cría de dieciocho años, la había hecho pasar.

Pobre niña. Inocente… Esa personita que hacía 18 años apareció en nuestras vidas para llenar de felicidad a sus padres, y que ahora se encontraba en su habitación con el cuerpo y la mente totalmente desgarrados.

Pensé que en semejante situación, cualquier persona decente y que siempre  había creído en la justicia, hubiese ido a denunciar esa violación en el momento en el que tuvo conocimiento de ella. Pero recordé que en nuestro país, en la mayoría de los casos, sucesos así nunca se pagan como deberían. Cierto es que posiblemente Jessica sería expulsada del instituto por acosar durante meses a mi hija, pero tenía la certeza de que aquello nunca iría a más. Nadie podría probar lo que hacía unas horas había pasado allí. Siempre sería la palabra de una contra la de otra. Y la agresión física sólo se quedaría en una simple pelea en la que la más débil llevó las de perder. Poco importaría que ese demonio fuese dos años mayor que Laura, y que su pobre expediente académico fuese una prueba sólida para condenarla por algo que nadie había visto. En el mejor de los casos todo se quedaría en eso; Una simple agresión con algún tipo de indemnización económica que posiblemente nunca llegaría. Y luego estaban las represalias que seguramente vendrían por su parte. Alguien que era capaz de hacer lo que hizo, sería capaz de cualquier cosa. Un monstruo así, tarde o temprano termina entre rejas, pero sabía que antes iba a hacer mucho más daño a mí pequeña por el simple hecho de contarlo todo. Y luego estaba el asunto del video que había grabado. No tardaría en circular por el centro, y al poco tiempo por internet, y todo sabemos que lo que entra en "la red" es para siempre. Y algo así habría terminado con la vida de cualquiera. Aquello siempre perseguiría a Laura. El ser humano carece de empatía. Solo verían a una  adolescente haciendo un… En fin.

Me iba a estallar la cabeza. ¿Qué hora sería?. Miré el reloj que ya marcaba las cuatro de la mañana. Pero seguía sin poder dormir. No, no pensaba denunciar lo ocurrido. No valdría para nada. Sólo el tiempo y la ayuda psicológica podrían hacer que mi hija fuese superando poco a poco  el dolor físico y mental por el que estaba pasando. Pero había algo que si podía hacer como padre. Y lo pensaba hacer costase lo que costase. Uno de los dogmas principales de La religión Judía es el bien conocido "ojo por ojo, y diente por diente", pero yo pensaba ir más lejos, mucho más lejos. El hombre que ocupaba mi cuerpo hasta entonces iba a desaparecer. Ya no soy Jesús, maldita puerca. Ahora soy el diablo; y pienso violar y apalear tu cuerpo hasta cansarme. Y luego volveré a hacerlo. Y no pienses que voy a parar ahí. Mañana comenzará nuestra venganza, Laura. Mañana será el principio del fin de tus demonios, mi vida.


Serían las diez de la mañana cuando Laura despertó. Yo no me había movido de su lado en toda la noche. Sentado en un sillón que tenía en su habitación, había visto como mi hija susurraba con angustia en sueños, fruto de las pesadillas con las que habría soñado esa noche a causa de lo vivido el día anterior. Pero había conseguido pasar la noche y dormir algunas horas. Sus moratones habían remitido bastante a causa de los medicamentos, pero lo que me sorprendió fue ver su sonrisa cuando abrió los ojos.

-Buenos días papi -dijo mirándome a los ojos.

-Buenos días cariño. ¿Qué tal has dormido? -pregunté.

-Bueno… He conseguido dormir algo. Ya casi no me duele nada. Pero… ¿Tú has dormido algo?, ¿Has pasado aquí toda la noche? -dijo.

-Si mi vida. He estado a tu lado toda la noche. No podía dormir. Espero que no te haya molestado que tu viejo te echase un ojo mientras dormías -sonreí mientras le guiñaba un ojo.

En ese momento Laura retiró la manta que la tapaba y se abalanzó hacia mí abrazándome como nunca lo había hecho.

-Te quiero muchísimo papá. Eres mi ángel. Perdóname por hacerte pasar por esto. Debí resistirme y no consentir que Jessica me hiciese eso, pero tenía mucho miedo, sólo quería que terminase todo, sólo quería volver a casa… Perdóname por favor, perdóname -dijo mientras se aferraba a mi cuerpo con más fuerza y comenzaba a llorar sobre mi hombro.

-Ya cariño ya. No me tienes que pedir perdón. No pudiste hacer nada. Lo importante es que ahora estás aquí conmigo. No llores más Laura, ya pasó todo -intentaba consolarla a la vez que no pude dejar escapar alguna lágrima- Oye, ¿Qué te parece si te preparo el desayuno y te lo traigo a la cama? Como cuando eras pequeña y estabas malita, ¿te gustaría?

-Me encantaría papi. Pero hazme tortitas ¿vale? -dijo mientras se limpiaba las lágrimas de las mejillas para terminar dándome un beso.

-Tortitas, vale. Lo que quiera mi princesa. Túmbate y descansa, que no tardo nada -la sonreí después de besarla en la frente.

Mientras hacía el desayuno, intentaba ordenar todas las ideas que habían pasado por mi mente la noche anterior. Todo estaba planeado. Si algo he sido siempre es un hombre cariñoso, atento y trabajador. Pero también soy frio y muy calculador. Hasta el último detalle de lo que iba a hacer con el cuerpo de Jessica estaba grabado a fuego en mi cabeza. No pensaba ir a la cárcel después de esto. No pensaba dejar sola a mi niña. Tenía el lugar, los medios, y el tiempo para hacerlo. La farmacia iba a estar cerrada durante dos semanas por motivos personales. Mi pequeño negocio iba a pasar de ser un establecimiento donde dispensar medicamentos, para convertirse en el infierno personal de esa maldita puerca. Sólo faltaba una cosa…

-Ya estoy aquí cariño. Perdona por tardar tanto, pero ya sabes lo mal que me desenvuelvo en la cocina. He puesto todo perdido para hacer dos tortitas -sonreí mientras dejaba la bandeja con la comida en las piernas de mi hija.

-Umm, que buena pinta tiene. Y que bien huele. No voy a dejar nada… Gracias papá -dijo mientras empezaba a comer.

-Oye mi vida, anoche estuve pensado en que te vendría bien irte a Asturias con los abuelos durante un par de semanas. Ahora no tienes exámenes y dentro de siete días comienzan las vacaciones de Semana Santa -Laura me miraba con atención-. Además creo que alejarte un tiempo de aquí te va a venir bien. Tómatelo como un pequeño paréntesis para descansar. Además, llevamos mucho sin ir allí. Y hace mucho que no ves a los abuelos ni a los amigos que tienes en el pueblo. No se… ¿Qué te parece? -pregunté.

-Bueno… Creo que tienes razón Papá. Además no quiero volver a ese instituto nunca más, no quiero volver a ver a… -volvió a romper a llorar.

Estaba claro que la herida moral no había empezado siquiera a cicatrizar. El mínimo recuerdo hacía que Laura volviese a recordar lo ocurrido el día anterior.

-Ya cariño, ya -intenté tranquilizarla mientras retiraba el pelo de su cara- No te preocupes. Vete tranquila. Intenta no pensar mucho en lo que pasó. Aunque sé que es muy difícil no hacerlo, pero eres la persona más fuerte que conozco. Estos quince días pásalo lo mejor que puedas. Tienes mi permiso para hacer lo que quieras, confío en ti más que nadie en este mundo. Diviértete y disfruta. Y cuando vuelvas hablaremos de lo que vamos a hacer, ¿te parece?

-¿Pero tú no vienes conmigo papi?, tienes que venir también. ¡No quiero estar allí sin ti. No quiero estar en ningún lado si ti. No lo soportaría ahora! -dijo nerviosa mientras seguía sollozando.

-Tranquila Laura. Escúchame; no vas a estar sola. Ya sabes lo protectores que son los abuelos contigo. No te van a dejar ni un momento sola. Además, tienes que hacerte cargo que no puedo cerrar la farmacia tanto tiempo cariño. Hay muchos vecinos que son mayores y necesitan sus medicamentos -odio mentir a mi hija, pero era necesario-. Además, no querrás que esté tu viejo mientras viene a buscarte ese chico tan majo del que tanto hablabas la última vez que fuimos, ¿no? -terminé diciendo mientras le guiñaba un ojo.

-¡Calla bobo… Sabes que a mí no me gusta ningún chico! -dijo mientras se sonrojaba y se le escapaba una ligera sonrisa.

-Vaaaaale, pues entonces no te gusta ningún chico, serán cosas de tu padre… -no pude reprimir la risa al verla colorada como un tomate.

-Bueno, vale. Me iré a Asturias si ti. Pero prométeme que vendrás la semana que viene para estar conmigo los cuatro días que cierres por Semana Santa, ¿vale?. Prométemelo papá, por favor.

-Te lo prometo cariño. Además, ya sabes lo que me gustan las torrijas que hace la abuela -sonreí-. Venga, termínate el desayuno tranquila y pasa el día viendo esas pelis que tanto te gustan. Yo tengo que ir a trabajar y de paso compraré el billete de tren para mañana. Te voy llamando para ver cómo estás, ¿vale guapa? -dije mientras me levantaba para irme.

-Vale papá, haré lo que tú quieras -respondió mientras volvía a coger el tenedor, y yo me levantaba- Oye papá, una cosa…

-Dime cariño -pregunté.

-Te quiero muchísimo -dijo mirándome a los ojos.

-Y yo a ti, mi vida -termine diciendo mientras contenía las lágrimas.

Salí por la puerta de casa y me dirigí al trabajo. Abrí la farmacia sólo para poner el cartel de "cerrado por motivos personales" y me dirigí hacia la rebotica que se hallaba en la planta de abajo del local. Años atrás mi mujer y yo habíamos instalado una puerta de seguridad con cerradura en la pequeña instancia con el propósito de guardar los excedentes de medicamentos caducados y aquellos que costaban especialmente caros, con el propósito de evitar en lo posible que los daños económicos a causa de que algún robo por la noche, pudieran ocasionarnos. Y en una ocasión pudimos comprobar que fue una buena idea. Hacía tres años que habían forzado la farmacia pero sólo habían conseguido llevarse el poco dinero que había en la caja y varias cajas de medicamentos de primera necesidad, como aspirinas e ibuprofenos que teníamos en la trastienda. Intentaron abrir la puerta de la rebotica, pero les había sido imposible. Allí no pasaba nadie sin la llave, y lo más importante; nadie iba a salir si entraba allí dentro. Pronto alguien lo comprobaría…

Desalojé todo lo que tenía almacenado en su interior y lo metí cuidadosamente en cajas. Tardé un buen rato, pero al final conseguí lo que me proponía. Antes de la una de la tarde tenía vacío un espacio de cuatro por cuatro que iba a ser testigo del castigo que le iban a infligir a un monstruo durante días; iba a ser testigo de la justicia de un padre.

Cerré la farmacia a eso de las dos, y me dirigí al instituto de Laura. Tenía que ver la cara de esa chica. Tenía que saber quién era la tal Jessica. Y no tardé mucho. Unas cuantas crías fumando apoyadas en la verja del centro y con pinta de lo que ahora denominamos vulgarmente como "chonis", me dieron la pista. Y allí estaba. "La Jessi". Así es como se dirigían su séquito de seguidoras a ella, mientras miraban a todos los demás estudiantes como si les debiesen la vida, cuando pasaban a su lado.

Esa era la cría que había abusado de mi hija el día anterior. No podía imaginar cómo alguien así podía ser capaz de violar a una adolescente. Era una chica morena de pelo largo. Metro sesenta, delgada pero con buena figura. Y se podría decir que bastante guapa. Imagino que los chavales estarían como locos por intentar follársela. Pero estaba claro que al parecer a ella los hombres no la interesaban. Era una lesbiana que pagaba con la fuerza, su condición no asimilada, con las pobres chicas de las que seguramente estaba enamorada. Pero no podía asimilar lo que era. No podía decir a mi hija que la gustaba. No. Tenía que aprovecharse de Laura durante meses para intentar someterla y terminar abusando de ella, cuando no pudo reprimir más sus deseos más íntimos. Sé que parezco un psicólogo, e intento comprender y entrar en la mente de alguien así. ¿Por qué hiciste algo así, demonio?, ¿por qué hiciste tanto daño a mi niña? Supongo que como decían en una peli: -Son homosexuales a la fuerza, y la fuerza es lo único que entienden.

Pues ya está hecho Jessica. No puedes cambiar lo que hiciste, y no creo que ahora te importe, pero te juro que te vas a arrepentir el resto de tu vida de lo ocurrido. Ya sé quién eres, y no te imaginas lo que te espera.

Dejé a Laura en la estación de tren a primera hora de la mañana al día siguiente. Me despedí de ella con un fuerte abrazo sin antes volver a prometerla que en unos días volveríamos a vernos para pasar juntos la Semana Santa en casa de sus abuelos. Mientras veía como el tren abandonaba la estación empecé a tener una sensación extraña en el estómago. Me atenazaban los nervios por lo que me disponía a hacer en los próximos días. Me iba a convertir en lo que más odiaba en este mundo. Un repugnante violador. Un monstruo que iba a descargar todo el odio y el sadismo que había acumulado con una mujer de dieciocho años que había cometido el peor error de su vida.

Después de abandonar la estación me dirigí sin dudas en mi interior en busca de mi presa. Regresé a ese instituto y aparque mi coche frente a la puerta de entrada. Esperé durante un par de horas hasta que salió Jessica. Observé pacientemente mientras se despedía del grupo con el que la había visto el día anterior. Vi como abandonaba el centro mientras apuraba un cigarro. Vestía con unos vaqueros ajustados que llegaban a tapar su ombligo y un top negro ajustado que marcaba su esbelta figura. No os voy a engañar si os digo que solo de pensar lo que iba a hacer con ella mi libido empezó a subir como hacía años no me pasaba. Desde que murió mi esposa no había estado con ninguna mujer. Y aunque no lo creáis nunca lo había necesitado. Estaba tan enamorado de ella que el simple hecho de volver a estar con alguien alguna vez me revolvía el estomago. Pero aquello estaba siendo distinto. Supongo que me sentía como el león que acecha su alimento del día, y el simple hecho de pensar en el festín que se va a pegar le pone el corazón a mil por hora. Ya no había vuelta atrás. El deseo de poseer contra su voluntad todo su cuerpo, se había apoderado de mi. Y todo mi ser estaba preparado para ello.

Salí del coche y seguí a mi víctima durante toda la tarde. Durante todo ese tiempo pude ver qué clase de persona era Jessica. El comportamiento de superioridad, formas y mala educación era propio de la típica delincuente de barrio, cuyo destino probablemente era terminar enganchada a la droga, caer en la prostitución, o posiblemente terminar en la cárcel.

Al cabo de un rato la chica paró en un portal, saco unas llaves del bolsillo y entro en él. Ya sabía donde vivía. Ahora sólo me tocaba esperar a que dejase su mochila en casa y volviese a salir. Como imaginé, no tardó más de diez minutos en volver a la calle para dirigirse posiblemente a algún parque en los que abundaban los vagos que pasan el día entre cerveza y sustancias ilegales. Cuando había recorrido apenas cinco metros una voz que venía de la terraza del primer piso se dirigió hacia ella:

-Jessi, espera por favor, ¿a qué hora vas a venir a cenar? -dijo una mujer de unos cuarenta años, aunque por su aspecto aparentaba veinte más.

-Y yo que sé, joder. Déjame en paz tía. Vendré cuando me dé la gana, que ya soy mayorcita -no me sorprendió la contestación que salió por su boca.

-No me hables así, soy tu madre -sentí lástima por esa pobre mujer-Es por saber sobre qué hora llegarás y dejarte preparado algo antes de acostarme.

-Pues no tengo ni puta idea de la hora a la que volveré, ¿te enteras? -terminó diciendo para marcharse mientras levantaba el dedo corazón hacia arriba hasta doblar la esquina.

La señora abandonó la terraza al perder de vista a su hija. En su cara pude ver la tristeza que reflejaba esa pobre mujer, por el trato recibido de su propia hija. No sé si Jessica tendría una familia desestructurada o si su padre, si es que lo tenía, era un borracho. Vete tú a saber. Poco me importaba, la verdad. Pero esa forma de hablar a su madre me dejó claro la clase de persona que era esa malnacida. Se acerca el momento Jessi. Disfruta haciendo lo que te parezca esta tarde, que cuando vuelva a verte voy a hacer que desees no haber salido hoy de casa.

Volví a recorrer el camino de vuelta a mi coche, con el pensamiento de esperar a mi presa cerca de su casa. Pero estaba claro, que la niña no pensaba volver antes de la media noche a casa, así es que tenía tiempo para hacer una parada y comprar un par de cosas en una tienda de "juguetitos", y no precisamente de esos con los que juegan los niños.

Serían sobre las doce y cuarto de la noche cuando vi que Jessica venía andando, más bien tambaleándose, en dirección a su casa. A cada paso tenía que detenerse y apoyarse en algún coche para no perder el equilibrio. -¿Te has pegado un buen homenaje, verdad zorrita?- Pensé mientras me ponía una gorra y una mascarilla. Saqué de mi mochila un bote en el que tenía preparado una mezcla de Cloruro de metileno con unas gotas de Sedonat. Medicamento líquido para los que tienen problemas de insomnio. Básicamente lo que había en esa botella era algo parecido al cloroformo, o al menos sus efectos eran bastante parecidos a este. Me puse unos guantes, abrí el tapón del recipiente, y empapé un trapo con el líquido que había en el. Bajé del coche y con mucho cuidado me fui acercando a mi presa al amparo de la oscuridad y el silencio de esa noche. Me acerque por detrás al mareado cuerpo de esa cría y con un brazo sujeté con fuerza a mi víctima para poner el trapo empapado con el somnífero en la boca y nariz de Jessica. Después de un ligero forcejeo por su parte a causa de la condición en la que estaba, su cabeza se desplomó hacia adelante, dando a entender que la puerca había perdido el conocimiento. Metí el trapo en el bolsillo y llevé su inerte cuerpo a los asientos traseros del coche. Ni un ruido. Nadie me había visto. La escasa iluminación de esa calle y las horas de la noche que eran de un día entre diario,  fueron mis mejores aliados para llevar a buen fin el rapto de esa chica. -Ya eres mía zorra. Laura cariño, descansa tranquila. Ya tengo tus demonios en mis manos.

Cuando terminé de amordazar a Jessica y atar sus pies y manos, no pude reprimir el deseo de ver un anticipo de lo que me esperaba dentro de un rato. Levanté el top con ambas manos para dejar al descubierto sus jóvenes pechos. A esa edad, los sujetadores se pueden dejar a un lado. La vista de sus perfectas y duras mamas hicieron que mis manos fuesen directamente hacia ellas. Agarré con fuerza su carne y apreté con ansia su joven cuerpo. Un deseo incontrolable se apoderó de mí, que mezclado con el recuerdo de lo relatado por mi hija hizo que mi cordura abandonase mi ser y dirigí mi boca a su pecho derecho para morder con tal intensidad su tierna juventud que al momento noté el sabor metálico de la sangre habían provocado la fuerza de mi acto en su inerte cuerpo. Producto de mi locura, deseé morder sus pechos una y otra vez hasta marcar con mis dientes todo su busto, pero logré controlarme. No era el momento ni el lugar. Ya había empezado; y no pensaba parar. Pero tranquilidad. Dicen que la venganza es amarga y se sirve en plato frio. Pues que así sea. Escupí sobre su cuerpo los restos del sabor de la cría, y pude ver la marca que mi dentadura  había dejado cerca de su pezón. Que preciosidad. Miré su cara y pude ver como dos lágrimas salían de sus ojos. Aun en el estado de inconsciencia que se encontraba, su ser había reaccionado al dolor a pesar del profundo sueño. Notaba cada pulsación que desprendía mi corazón al latir y noté que mi pene iba a estallar dentro del pantalón. Ni siquiera me había dado cuenta de la tremenda erección que había provocado mi salvaje acto

Serían cerca de las dos de la mañana cuando terminé de encadenar a Jessica con unas esposas que había adquirido esa tarde, junto con algún "juguetito" más, a una de las tuberías de gas que había en mi antigua rebotica. Nadie en el barrio se había percatado de cómo metía el cuerpo inconsciente de aquella chica dentro de la farmacia. La gente dormía plácidamente al cobijo de sus casas sin saber que muy cerca de ellos, mis peores demonios se habían apoderado por completo de mí.

Desnudé completamente a mí víctima dejando su ropa en una esquina del improvisado zulo. Miré ese bonito cuerpo, feudo de una psicópata, antes de salir, y pensé: Descansa unos minutos pequeña, que pronto va a venir el diablo a despertarte… Cerré la puerta de la habitación y subí las escaleras hasta llegar al pequeño retrete que tenía en el local.             Allí me cambié de ropa y me puse un pantalón y una camiseta de manga larga de color negro. Refresqué mi cara durante unos minutos con el fría agua que salía del grifo. Ese gesto consiguió devolverme a la realidad y me recordó que ni siquiera había mirado el móvil ni llamado a mi hija ese día. Al sacar el teléfono del pantalón que acababa de dejar en la percha comprobé que Laura me había llamado diez veces y mandado varios whatsapps extrañándose por mi falta de respuesta.

"Hola papá, oye dónde estás?? Te llevo llamando desde que he llegado"

"Papá coge el móvil, estoy preocupada"

"LLámame por favor"

Y así hasta llegar al final de una conversación que no había recibido respuesta. Mi pequeña niña… Después de lo que había pasado sólo tenía pensamientos para su padre. Verdaderamente no la merecía. Pero ya era demasiado tarde para llamarla, ya me disculparía mañana. Me limité a mandarla un mensaje para tranquilizarla y que no se preocupase más: "Hola cariño, perdona por no llamarte ni contestarte. He tenido un día de perros. Antes de cerrar se ha roto una tubería de la rebotica que tenemos en el sótano y casi se inunda toda la habitación. El pobre fontanero ha estado hasta las doce reparando la avería, y luego he tenido que sacar todo lo que se podía salvar de dentro. Acabo de llegar a casa y no he tenido ni tiempo de mirar el móvil. Perdóname mi vida. Mañana te llamo por la mañana. Tu viejo se va a dormir ahora mismo. Estoy muerto. Un beso".

Eso iba a tener que ser suficiente. Ahora tenía otras cosas en mi cabeza.

Llené el cubo de la fregona de agua. En breve lo iba a necesitar. Cogí un pasamontañas de reciente adquisición y me lo puse. Me enfunde unos guantes de Látex y metí en la mochila el resto de objetos que pensaba utilizar con la perra que tenía amarrada abajo.

Antes de salir del servicio recibí un nuevo mensaje de mi hija: "Vale… te perdono. Pero que sea la última vez… jeje. Que descanses papi. Te quiero mucho, feo… Un beso".

Sonreí mirando el teléfono y volví a dejarlo dentro del pantalón. Me miré en el espejo y hablando al rostro tapado que reflejaba, dije: -Y yo a ti, cariño. Y yo a ti. Apagué la Luz del servicio y bajé las escaleras. Había llegado el momento…

Tenía el cuerpo de Jessica delante de mí. Frágil, desnudo, indefenso. Igual que había estado el de mi pequeña poco tiempo atrás.

Agarre a la chica por los hombros y empecé a zarandearla.

-¡Despierta puta zorra!, ¡Espabila cojones! -dije mientas su cabeza se movía a todos lados- ¡Despierta de una puta vez, inbecil!

Tras unos segundos así los ojos de mi presa comenzaron a abrirse lentamente.

-Eso es… ¡Venga que hay que levantarse ya! -exclame y me dirigí hacia el cubo de agua que había traído.

Vacié todo el contenido que había dentro sobre el cuerpo de Jessica, que despertó de un golpe al sentir el liquido casi congelado que se había estrellado contra su cuerpo desnudo.

-¿Pe, pe, pero que es esto?, ¿Dónde estoy?, ¿Por qué estoy atada? -preguntaba la chica mientras miraba hacia todos lados.

-Hola Jessica, ¿Qué tal has dormido? -pregunté burlonamente.

-¿Quién coño eres, hijo de puta?, ¿Qué me has hecho?, ¿Por qué estoy atada con esposas?... ¡Socorroooo, socorrooo! -empezó a guitar como una autentica loca. En fin… la comprendía.

Me dirigí hacia ella y la propiné tal bofetada en la boca que terminó con la cabeza en el suelo y el labio partido. La agarré del pelo y volví a incorporarla poniendo su rostro frente al mío.

-A ver payasa -comencé diciendo-, puedes gritar lo que te parezca. Aquí solo te voy a escuchar yo, pero lo que no soporto es que te pongas como una loca cuando ni siquiera te he tocado. Te lo voy a resumir tranquilamente, para que te enteres -podía notar el miedo bajo sus lágrimas y sollozos- Poco importa dónde estás, y quien soy yo. Pero quiero que sepas que vamos a pasar un tiempo juntos. De ti depende el estado en el que salgas de aquí. No te voy a engañar. Voy a hacerte mucho daño Jessica. Voy a torturarte. Voy a violarte una y otra vez. Pienso hacer lo que me apetezca con ese precioso cuerpecito que tienes. ¿lo has entendido pequeña? -terminé diciendo con la voz más tranquila que pude.

Empecé a notar como su frágil cuerpo empezaba a temblar por lo que sus odios acababan de escuchar y vi como un líquido amarillento empezaba a aparecer bajo sus piernas. Ese demonio que había violado a mi hija se estaba meando por el pánico. Olía fuerte, olía a miedo.

-Supongo que eso es un sí, ¿no Jessi?... Buena chica.

La solté y me dirigí hacia sus pantalones. Saque su móvil del bolsillo y volví junto a mi aterrada acompañante.

-A ver corazón. Necesito que me des el código de desbloqueo del teléfono, ¿vale?. Voy a mandar un mensaje a tu madre para decirla que vas a pasar unos días con unos amigos. No creo que a esa pobre mujer la sorprenda mucho lo que hagas, ¿no te parece? Es por tranquilizarla. No se merece preocuparse más de lo normal por una mierda como tú -dije mientras notaba como empezaba a empalmarme como un adolescente al sentir el pánico de la chica.

-¿Por qué me haces esto?, ¿no sé quién eres?, déjame ir, por favor. No le diré nada a nadie de esto… -igual que en las películas, pensé.

Alargué mi mano hacia uno de sus tiesos pezones y empecé a retorcerlo con fuerza.

-El código Jessica. No lo hagas más difícil -le decía mientras seguía apretando con toda la saña posible su pecho.

Un alarido desgarrador salió por su garganta al notar su pezón estaba siendo destrozado por mis dedos.

-Cero, dos, cero, dos. ¡Ahhh… para por favor, para por favooor! -gritó hasta ahogar la voz, y romper a llorar como seguramente Laura lo había hecho cuando se encontraba a su merced.

Solté su maltrecha carne y vi el color violáceo que empezaba a tomar su hasta entonces rosa aureola. La tremenda erección de mi sexo empezaba a causarme un autentico tormento bajo los pantalones. Mi testosterona estaba a unos niveles que ya ni recordaba.

-Buena chica. ¿Ves como no ha sido tan difícil?. Ahora descansa un par de minutos mientras mando el mensaje a tu madre, que esto no ha hecho nada más que empezar, chiquitina -susurré a su oído mientras escuchaba sus sollozos.

Me alejé unos metros y mandé el whatsapp al nombre que rezaba como "mama". Me sentí bien por el hecho de alejar a esta puerca violenta durante unos días de esa pobre mujer. A continuación puse el móvil en modo grabación y lo coloque de tal forma que sacase un buen plano de todo lo que ese aparato iba a ser testigo esa madrugada. Terminado esto, desabroché el cinturón y me quité los pantalones y calzoncillos. Un desagradable olor se desprendía de mis partes. Llevaba dos días sin ducharme y sin cambiarme de ropa interior. Pensareis que soy un autentico cerdo, pero nada más alejado de la realidad. Siempre he sido muy cuidadoso con aseo personal. Pero como os dije antes, soy una persona muy calculadora. Todo estaba estudiado al milímetro. Y ese hedor era parte del "juego".

Volví a acercarme a mi perrita, ya con mi venoso y tieso miembro libre al fin, y se lo puse a escasos centímetros de la boca.

-Mira Jessi. Este es mi amiguito, y hace mucho tiempo que nadie lo besa ni le da cariño. ¿Quieres ser una niña buena y darle la bienvenida? -dije con voz bobalicona.

-¿Si te la chupo dejaras que me vaya? -preguntó con voz lastimera y mirándome a los ojos.

Por un lado agradecía su cambio de actitud. Su recién adquirida sumisión me ponía más cerdo aún si cabe. Pero quería más, mucho más. Me arrodillé delante de ella y la escupí directamente a la boca. Introduje tres dedos dentro de ella y los removí lo más hondo que pude hasta notar como su campanilla tocaba la punta de mis dedos. Mientras la veía como su estómago se contraía y empezaban a despuntar las primeras arcadas, pensé en lo que esa mierda había hecho con mi niña. Ahora estaba recibiendo una parte de su propia medicina.

Cuando saqué los dedos empapados en saliva de su interior empecé a azotar sus pechos con fuerza. Uno, dos, tres… No sé el tiempo que estuve golpeando sus pequeños pechos pero los gritos de dolor que escuchaba a medio metro de mi hablaban por sí mismos.

-¡Paaaaraaaaaaa, Paaaaraaaaa!, ¡Ya no más!, ¡Para por favor! -sus gritos y lamentos eran música celestial para mis oidos.

Cuando me cansé de machacar sus destrozadas tetas, me incorporé, y agarrándola del pelo le introduje mi gruesa polla hasta el fondo de su garganta. Embestí su pequeña boca con mi carne con toda la violencia que pude. La sacaba y volvía a metérsela a tal velocidad, que sus babas y sus mocos empezaron a aparecer por todas partes, cayendo sobre sus enrojecidos y amoratados pechos, y formando una camisa de saliva sobre mi cada vez más hinchado miembro. El ruido gutural que salía a duras penas del interior de aquella garganta violada, insuflaba de sadismo más si cabe, mis terribles deseos de machacar su boca. El desenfreno me impidió ver como su cara empezaba a coger un color un tanto morado, a causa de la falta de aire. Pero quería más. Con mi mano libre tape sus nariz para hacer más difícil su respiración.

-¿Te gusta zorra?, ¿ves lo que pasa cuando se te ocurre rechistar? Te he pedido amablemente que fueses cariñosa con mi amigo, pero tú tenías que hablar… ¿Ves que guapa estás ahora con la boca cerrada? -gritaba mientras la escupía sobre el pelo.

Cuando vi que Jessica empezaba a perder el conocimiento por la falta del aire que llegaba a sus pulmones, liberé sus fosas nasales y saqué mi enrojecido y arañado pene, supongo que por el roce con los dientes, del interior de su boca. Dos segundos después la perra empezó a vomitar por todos lados. De su interior salió todo lo que su estómago llevaba reteniendo desde que empecé a meter los dedos en su interior. Pude ver que la muy guarra se había estado alimentando a base de cerveza durante toda la tarde.

-¡Toma yaaaaaa!, joder Jessi, que forma de soltar líquido por la boca, pequeñaja. Te has pegado un buen homenaje con la cerveza hoy, ¿ehh? - reía en su cara para humillarla más aun si cabe.

Mientras la cría trataba de recobrar el aliento y dejar de toser, la cogí por los tobillos y estiré todo su cuerpo. Con los brazos inutilizados gracias a las esposas y la tubería a la que estaban atadas, la vista que todo ello ofrecía era un cuadro. Su cara era un poema a causa del rímel que acompañaban las lágrimas de la violadora que ahora estaba recibiendo su merecido. Las babas y los restos de vómito formaban una camisa de fluidos que daban un aspecto despreciable a todo su joven y hasta entonces impoluto torso. Pero aun faltaba más. Entenderme, no soy hombre que deja las cosas a medias.

Separé su piernas y de un fuerte empujón invadí con mi lubricada polla todo el sexo de esa chica. No me limité a follarla rápidamente. No señor. Cada estocada trataba de profundizar lo máximo que podía en el interior de su vagina. La sacaba casi del todo y volvía a metérsela con toda la fuerza y el odio que mis caderas eran capaces de imprimir. Con cada penetración lograba sacar un grito de dolor de lo más profundo de su ser.

El ruido del choque de mis muslos con los suyos empezaban a enrojecer esa parte de su cuerpo. Una y otra vez seguí invadiendo su cavidad, que aunque pensaba en un principio me la iba a encontrar bien dada de si a causa del montón de pollas que habrían introducido desde bien jovencita dentro de esa lesbiana no reconocida, mi sorpresa fue descomunal al ver como ese chochito estaba igual de apretado que el de una virgen. Recordaba lo que me había contado Laura sobre lo que esa zorra le había dicho mientras la violaba. ¡Que la gustaban las pollas! No Jessi. Que engañados los tienes a todos. Mejor que estés bien cerradita. Más lo estoy disfrutando.

-¿Te gusta zorra?, ¿te gusta?. Espero que sí, maldita puerca -gritaba a una cara desencajada por los gritos y el dolor.

Después de más de veinte minutos penetrando brutalmente su ahora sí, bien abierto coño, empecé a ver como mi orgasmo se aproximaba irremediablemente. Mis testículos no podían aguantar más todo el esperma que llevaban acumulando durante tanto tiempo. Me retiré de su interior entre jadeos, y volviéndola a agarrar del pelo volví a incorporarla, viendo como sus muñecas y sus hombros sufrían por el estiramiento brusco a causa de cada nuevo movimiento. Volví a acercar mi miembro a su cara y empecé a masturbarme como un poseso hasta que ya no pude más y descargué todo el semen que salió de mis huevos hasta embadurnar de leche su ya desastroso rostro. Más de siete trallazos de lefa fueron a parar a cada rincón de mi diana particular.

Cuando terminé, rebocé mi dolorido pene por toda su cara, cual pincel da los primeros pasos para crear un nuevo lienzo. Y vaya si lo estaba creando. Casi había terminado mi obra del día. Solo faltaba un detalle.

-Límpiamela bien Jessica -ordené a mi esclava mientras vi como abría la boca sin hacer ningún tipo de ruido.

Chupó mi carne por toda su extensión como una buena perra, recogiendo y tragando todos los fluidos que se habían pegado a él durante la violación a la que había sometido a aquel demonio con cuerpo de angel.

Cuando vi que mi palpitante polla estaba totalmente limpia y brillante la solté y vi como se desplomaba llorando en ese sucio y frio suelo.

-Buena chica. ¿Ves como cuando quieres puedes ser un cielo? Te mereces un premio por lo bien que te has portado -terminé diciendo mientras agarraba mi ya fláccido miembro y empezaba a orinar por todo su derrotado y desfallecido cuerpo.

Apunté todo lo bien que pude haciendo hincapié en esparcir todo mi orín por toda su cara. Cuando me sacudí las últimas gotas me agaché y la susurré al oído:

-Ya estas limpita otra vez, mi niña. Descansa bien lo que resta de noche, que mañana te espera un día duro de cojones. Hasta mañana guapetona.

Volví a vestirme, cogí el móvil de Jessica y finalicé la grabación. Más tarde me encargaría de ver de lo que ese aparato había sido testigo.   Saqué una pequeña manta de la mochila y la eché por encima de aquel mancillado cuerpo que se acurrucaba junto a la tubería entre lagrimas y dolor. Tampoco quería que muriese de frío esa noche. Todavía me quedaba algo de decencia, no soy un monstruo.

Apagué la luz y cerré la puerta de la rebotica dejando descansar unas horas a esa malnacida. Y mirando hacia el techo expresé para lo más profundo de mi ser:

-Laura cariño, ya no tienes que volver a preocuparte más por tus demonios. Papá se está encargando de echarlos para siempre de nuestras vidas. Que descanses mi vida -termine diciendo pleno de felicidad.

Continuará…


Como os comenté en la primera parte de esta historia, esto es un relato de ficción. Disfrutar de su lectura y espero que os guste lo mismo o más que el anterior. Espero vuestros comentarios y consejos como siempre, para tratar de mejorar los siguientes capítulos.