Yo no soy gay, de ninguna manera (01)

Yo suelo ir al club gay, no porque me interese esa gente, ya que yo soy un varón hecho y derecho, sino para practicar deporte, pues tiene muy lindos baños...

Yo no soy gay, de ninguna manera (01) por Lindo Culo 04

lindoculo04@yahoo.com.ar

Yo detesto a los gays. Y si voy al club gay es para hacer deportes. El cuerpo humano tiene su belleza, que uno puede admirar aunque no tenga ni pizca de homosexualidad. Por ejemplo esas pollas... Ver como se balancean para un lado y otro cuando los muchachos juegan al básquet, me parece un placer estético. Especialmente con esos tamaños.

Yo soy muy aficionado al básquet, pero no puedo participar por la estatura. Esos chicos miden un metro noventa y más. Y yo no puedo competir con ellos. Ni siquiera en los baños. Y eso que se las he mirado y mirado para ver si alguna se me parece. Pero con esos grosores y esos largos no tengo nada que hacer.

A los baños voy desnudo, claro, porque no es cuestión de desentonar, aunque en cuanto a polla desentono un poco.

A veces, ante mis miradas, alguno de los muchachos se la empieza a tocar y, claro, le crece. Pero yo no me ruborizo porque no soy gay. Hay uno, negro, en particular, que apenas me ve se la empieza a sobar. Qué salchichón, madre mía. Y como siempre me ve mirándosela, nos hemos hecho conocidos. Y tenemos muy buenas charlas en el baño, aunque debo ver su tremenda polla parada y gorda, apuntándome mientras conversamos. Una de esas veces, yo estaba sentado sobre el mármol del baño, y este muchacho, siempre al palo, se fue acercando a mí. Como estábamos entrando en confianza, no me hice ningún problema. Al fin de cuentas yo no soy gay. Así que cuando puso su vibrante tranca frente a mi cara, me limité a mirársela. Él también debía de sentirse en confianza, porque como gesto de simpatía me apoyó la polla en la cara. En la mejilla, para ser exactos. Y yo, para que no se sintiera incómodo, seguí conversando normalmente, mientras él iba pasándome su porongota erguida de una mejilla a la otra. Él también seguía conversándome. Y su polla, al ir y volver de una mejilla a otra, me la pasaba por los labios. El muchacho me simpatizaba, por su gesto de confianza. Y cuando me plantó la polla frente a la boca, esta se me entreabrió automáticamente. Y mi nuevo amigo empujó un poquito, así que para no ser descortés, permití que entrara. Qué rico sabor tenía mi amigo en la punta de su polla. Lo supe porque él había descubierto su capullo, al ponérmelo adentro. Mientras tanto él seguía conversando sobre el tema que nos ocupaba, a saber que yo no era gay. Él estaba completamente de acuerdo y me dijo que enseguida se había dado cuenta. Yo no pude decirle nada porque tenía la boca muy llena con su glande.

Otros muchachos se habían reunido a nuestro alrededor, y también se tocaban las pollas. Me alegró estar haciendo amigos, y con la mano libre les hice un saludito. La otra mano la tenía alrededor de la porongota de mi nuevo amigo. No sé como había llegado allí. Pero allí se quedó, y no sólo eso, sino que tambien se la estuve acariciando. Y mi amigo, no sólo no había intentado sacar su polla de mi boca, sino que comenzó a darle pequeños enterrones y salidas. Algunos de los muchachos, con sus brutas erecciones, estaban sacudiéndoselas con la mano. Y curiosamente, no me molestó verlas, seguramente porque no soy gay y no tengo peso alguno sobre mi conciencia.

Mi amigo, con mucho afecto, me estaba acariciando la cabeza, lo que me hizo sentir muy enternecido. Y cuando mi amigo aceleró los movimientos de su polla dentro de mi cálida boca, sentí que los ojos se me iban para arriba. Y mi amigo comenzó a soltarme sus chorros dentro de la boca. Fueron tan fuertes, y fueron tantos que, mientras sentía como su polla se hinchaba con cada emisión, el semen que no se me había ido por la gargante, se me derramó por la nariz. Por suerte, mi amigo notó mi dificultad para tragar, y terminó su acabada en mi cara, rociándomela con sus chorros.

Evidentemente yo les había simpatizado a los muchachos, porque en señal de simpatía me regaron con semen todo el cuerpo.

Pero mi amigo, evidentemente, sentía que tenía alguna prioridad sobre mí. Y como en todo el proceso me había corrido como todo un hombre, no estaba en condiciones de evitar que mi amigo me enculara, que fue lo siguiente que hizo conmigo.

Lo hizo con mucho cuidado y afecto, abriéndome con los pulgares loc cachetes del culo y metiéndome su semen con un dedo, como para lubricar. Fue muy agradable, y cuando metió el siguiente dedo, sentí que él sabía como producir una dilatación anal. Luego del tercer dedo, mientras los entraba y sacaba, comprendí que mi amigo acaso tuviera deseos de follarme por el culo. Y me pareció que a esta altura de la confianza que nos teníamos, estaba bien. Y mi intuición no se equivocaba.

Pronto tuve su enorme glande dentro de mi dilatado ojetito. Y ahí se mantuvo, sin forzármelo, hasta que sentí que mi culito se abría un poquito más, cosa que mi amigo fue aprovechando, poco a poco, hasta que me enterró toda la longitud de su grueso tronco en mi tierna intimidad. Bueno, a esta altura, sólo cabía dejarlo seguir adelante y gemir un poquito, de puro gusto. Mi amigo me aferró con ambas manos por las caderas. Y después de un rato de esto, comencé a bizquear, con los ojos turbios. Y creo que a mi amigo le estaba pasando lo mismo, porque me llenó el culo de semen, en un enterrón muy profundo.

Y allí estaba yo, en cuatro patas, con el culo bien abierto por la tranca de mi amigo, con un agujero muy dilatado que los otros muchachos fueron aprovechando uno por uno, demostrándome así hasta que punto les había caído bien. Y mientras tenía uno atrás, siempre tuve otro adelante, para que pudiera ocupar mi boca en algo, además de gemir.

Así que me llenaron de leche por mis dos agujeros. Fue un poco ajetrado, pero me sentí en el paraíso. Al fin había entrado en el círculo social de los muchachos del club. Y más aún, ellos habían entrado en el mío, ¡y cómo!

Naturalmente me di una buena duchada, después que se fueron mis nuevos amigos. Y mientras me enjabonaba, me di cuenta de que ya no le tenía tanta antipatía a los gay. Y contento y agradecido de que me hubieran aceptado, a pesar de no ser yo uno de ellos.

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