Yo no soy gay (29: mi infancia 01)

Cuando era chico jugaba al ico ico con mi abuelito, pero de un modo tan divertido que él siempre terminaba con el pantalón manchado. Después aprendí a jugar con mi tío Pablo...

Yo no soy gay 29,

Lindo Culo 04

FOTO ÚNICA.

Yo fui un niño muy lindo, con un culito muy lindo. O al menos eso es lo que todos me decían. Me refiero a mis parientes, claro. Y algunos vecinos también.

Mi abuelito solía jugar a hacerme "caballito", desde que tengo recuerdo. Sólo que él no me hacía "caballito" con la rodilla, para que yo la cabalgara, mientras él la subía y bajaba una y otra vez, diciéndome "ico" "ico". No me acuerdo de más chico, pero cuando tenía seis o siete años, mi abuelito seguía siempre el mismo procedimiento. Me frotaba el culito contra su polla, hasta que la tenía dura y parada. Para ese momento él ya la tenía apuntando hacia su ombligo. Y, entonces sí, comenzaba con el ico ico entre mis glúteos, hasta que acababa por correrse. Yo no entendía nada, pero me gustaba el jueguito. Y a los diez años ya, sin que supiera por qué, terminaba con mi pija paradita, y una sensación deliciosa en mi hermoso culito.

Cada vez que repetíamos el juego, mi abuelito se aseguraba de que mis glúteos encajaran alrededor de su pollota, y luego empezaba el ico ico.

Yo era muy feliz con ese juego. Y también disfrutaba cuando mis tíos me hacían caricias como al pasar. La cuestión es que mi culo estaba muy bien atendido. También por mis compañeros de colegio, especialmente los de los cursos mayores

Realmente fueron muy buenos tiempos para mí.

A los once, a los juegos con mi abuelito se agregaron los juegos con mi tío Pablo. Yo había notado que Pablo, de 27, no sólo me tocaba el culo al pasar cerca de mí, sino que en ocasiones se detenía un rato acariciándomelo. Yo estaba encantado con ese nuevo compañero de juegos, y mi tío lo notaba por el modo en que yo me empalmaba, dada la virilidad que me ha acompañado toda mi vida. Tanto es así que, cuando tío Pablo se dio cuenta de cuanto me gustaban sus caricias, siguió acariciándomelo y acariciándomelo mientras yo comenzaba a jadear. Eso pareció estimular a tío Pablo, y continuó dándome el masaje cada vez con más intensidad, siempre a través del pantaloncito, y como mis jadeos se estaban haciendo cada vez más fuertes (debo confesarte que yo me sentía próximo al éxtasis) y, en un momento, me dio un beso en la boca metiéndome la lengua, y bajo su tremenda tocada de mi culo, inesperadamente me corrí, manchando mi pantalón por dentro. Esa fue la primera corrida que tuve, pero no fue la última. A mi tío le gustó mi reacción viril ante sus tocadas, y varias veces por semana repetía sus atenciones, volviéndome cada vez más loco, hasta que se fue de vacaciones.

En el colegio encontré varios compañeritos de grados superiores que, cuando les conté de los juegos con mi tío, se entusiasmaron muchísimo. Así que, en los recreos siempre me iba con uno al baño y ahí jugábamos. Lo que me llamó la atención es que el que me estaba manoseando el culo, generalmente sacaba su polla y se la manoseaba al mismo ritmo que a mi culo, hasta que le saltaba la leche y me mojaba el pantaloncito. A veces ocurría que yo para ese momento aún no había llegado a mi éxtasis, y debía esperar hasta el siguiente recreo para ir con otro compañero al baño.

Bueno, que a veces tenia que ir al baño hasta dos veces, e incluso en algunos casos, tres.

Pero un día, un chico de dos grados superiores al mío, y que había repetido dos veces, por lo cual me llevaba cuatro años, cambió su estrategia.

Como otras veces me estuvo manoseando el culo con su pollota afuera. Pero esta vez me bajó el pantaloncito, dejando mi hermoso culo al aire.

Me pareció muy novedosa su actitud. Y dado que ambos éramos varones, no tenía caso sentir vergüenza alguna.

Lo que sí me impresionó mucho era el tamaño de su pistulín. Él la llamaba "verga", y yo nunca había visto un pistulín tan largo y gordo.

El muchachito empezó a pincelarme el culo con su hermosa verga, por todas partes pero cada vez más por entre las nalgas.

Yo sentí que mi pistulín se estaba parando, de tanto gusto. Y mi compañero, después de pincelarme un largo rato la raya, me separó los glúteos con ambas manos y encontró mi agujerito con su polla erecta. Esto era otra novedad. Y me ensalivó el agujerito con sus dedos, metiéndolos cada vez más adentro. A mí me gustó mucho esta novedad, ya que mi compañero metía y sacaba sus dedos cada vez con más velocidad. Yo me sentía en el cielo y mi compañero se dio cuenta. Así que cuando reemplazó sus dos dedos por su gorda polla, mi ojetito lo esperaba muy abierto. En un momento, cuando ya me había entrado la mitad, sentí un poco de dolor, y le dije. Él sacó su tranca, la ensalivó completamente, y volvió a meter su saliva en mi anito con sus dedos, repetidas veces. Y después recomenzó su ensartada, que se fue hasta el fondo con facilidad.

Para mí, sentir esa gorda virilidad transitando mi ojete, fue tan novedoso que, en medio de sus repetidas entradas y salidas, inesperadamente me corrí. Mi amigo –porque a estas alturas ya podía considerarlo un amigo- se agarró a mi gordo culito y continuó con su serruchada. Yo estaba con los ojos vueltos para arriba, y cuando él me enterró hasta el fondo su gloriosa tranca y comenzó a llenarme el culo de leche, sentí cada una de las pulsaciones en las paredes de mi muy abierto ojetito, y volví a correrme.

Después la sacó y me la dio a chupar "para que se la limpiara", me dijo. Y se la dejé reluciente.

Como ya se habían pasado más de cinco minutos desde el final del recreo, mi compañero salió de disparada, y yo me arreglé como pude con mi pantalón, y me fui a clase con la leche chorreándome poco a poco por el culo.

Fue una hermosa experiencia para dos varones. Aunque por el resto del día me costó un poco caminar.

A partir del día siguiente se corrió la bola y fueron viniendo los compañeros de mi amigo, para repetir el jueguito. De modo que todos los días tenía uno o dos recreos muy entretenidos.

Así que conocí muchos pitos, claro que más chicos que el de mi compañero, pero igual se los sentí muy bien, y para completar el juego, siempre terminaba mamándoselas. En más de un caso volvieron a correrse. Me volví el chico más popular del colegio.

Para cuando tío Pablo volvió de sus vacaciones, e conté mis novedades y le dio mucho gusto, lo que era fácil de ver por el modo en que le brillaban los ojos.

En la próxima te sigo contando, así vas viendo como fui viviendo mi condición heterosexual. Si tienes ganas escríbeme a lindoculo04@yahoo.com.ar y cuéntame qué impresiones te produce mi vida viril. La foto que ilustra el relato no corresponde a mi infancia, sino que es para recordarte mi condición de terapeuta sexual no gay.