Yo no soy gay (15: Yo como terapeuta sexual)

Como sabes, soy terapeuta sexual. Especializado en hombres. Naturalmente vienen muchos gays u añgimps me crean ciertos problemas, pero se adaptarme, aunque en algunos casos los terapeutas héterosexuales tenemos que ser demasiado considerados...

Yo no soy gay 15, aunque algunos puedan confundirse.

Por Lindo Culo 04.

La tranca que me trabajaba el orto era enorme. Y me la sacudía con muchas energías.

En mi condición de heterosexual yo trabajo como terapeuta sexual, especializado en hombres.

Claro, entre tantos hombres vienen algunos gays. Y los atiendo como mejor puedo, adaptándome a la situación de cada uno. A veces debo chupar alguna polla o coger algún culo, pero un buen terapeuta sabe como darle a sus pacientes lo que necesitan.

Por ejemplo, Norberto, un hombre bastante alto y fornido de más de treinta años. Él había escuchado de uno de sus amigos en qué había consistido el tratamiento que le dí.

Así que, sin mediar palabra alguna, apenas entró en mi consultorio, sacó su verga afuera. Tremenda verga que ante mi propia mirada, se trempó completamente, en todo su grosor, balanceándose en el aire con pequeños saltitos.

Debo reconocer que aún en mi condición de terapeuta estaba completamente impresionado. ¡Qué tranca! ¡Más de veinte centímetros a simple vista! Quizás veintidós o más. Y con gruesas venas azuladas, recorriéndola en toda su extensión. El enorme glande al aire, con algunas gotitas de precum en su agujerito de entrada.

Avanzó hacia mí hasta ponerla frente a mi cara, ya que estaba aún sentado. Tenía un olor trastornante.

Mi problema- me dijo- es que me corro con mucha facilidad.-

Ajá - comenté yo con mi mejor aire profesional, tragando saliva. Pero observé que algo raro ocurría en su cara. Sus ojos se estaban poniendo algo vidriosos. No entendí lo que le pasaba, pero su pollota comenzó a dar saltos. Y de pronto del agujero de su glande empezaron a brotar gruesos chorros de semen en todas direcciones, pero dada la proximidad, la mayoría en mi rostro.

Me llamo Norberto- me dijo.

Mucho gus-gusto…- dije, mientras me relamía para limpiar el semen que estaba en la boca y sus inmediaciones. Su tremenda garcha continuaba igual de grande.

¿Ve cuál es mi problema?-

¿Eyaculación precoz? – pregunté mientras con mi dedo índice iba retirando las gotas de mi ropa, para metérmelas en la boca. Se sentían muy espesas.

Eso no es nada- continuó Norberto, de su gran nabo colgaban aún algunos hilos de leche bastante gordos, sin decidirse a caer. – El problema principal es que tarda mucho en bajárseme. Mis novias y algunos putos amigos están locos con eso, y hacen que me los culee repetidas veces hasta que quedan derrengados sin poder ya más.

Qué notable – dije, por decir algo.

Hágame una paja, doctor, para que vea de que le hablo. Y puso mi mano en su gran pollota erecta. Yo no supe muy bien qué decirle, y mi mano se sentía muy bien tocando su polla caliente. Así que se la acaricié lentamente.

No le pido que me la mame, doctor, pero acariciemela con más ganas. ¡Hágame una buena paja, por favor!- Me compadecí del sufrimiento del hombre y decidí complacerle. Incluso, pese a mi condición de heterosexual, tuve un poquito de ganas. Así que le agarré la enorme pollota con ambas manos y apretándosela firmemente, comencé a hacerle una bruta pajota.

Norberto comenzó a gemir, porque yo cuando hago una cosa la hago bien. Lamentablemente, sin proponérmelo de manera alguna, así sentado como estaba, me empalmé. Pero igual procuré poner todo mi empeño. Pero yo no imaginaba que tendría resultados tan rápidos. De pronto su polla comenzó a hincharse en forma premonitoria, y en el siguiente segundo volvió a lanzarme sus poderosos chorros, la mayoría nuevamente en mi cara, ya que no alcancé a desviar su tremendo aparato. Me llamaron la atención dos cosas: una, que su semen continuaba siendo muy espeso, y la otra que su tranca continuaba perfectamente erecta.

  • ¿Ve doctor, lo que le digo? Un puto amigo mío, me la mama cinco o seis veces seguidas, sin que se me baje. Déjeme que le muestre.- Y puso su glande a la entrada de mi boca. Instintivamente le di una lamidita en la punta para sacarle una gotita de leche que aún le quedaba. Pobre hombre. Y como me enchufó su porongota en la boca, no tuve más remedio que comenzar a mamársela. Él era bisexual pero, al parecer, le gustaba tener a un tipo mamándosela. Como psicólogo yo podía comprenderlo y traté de que no se sintiera mal. Tenía la boca completamente llena por su gordo glande y se lo lamí y chupé con toda mi compasión. Quería ayudar a que se le bajara, pero no tuve suerte, en menos de diez minutos eyaculó nuevamente, esta vez dentro de mi golosa boca, y pude paladear su semen, que continuaba siendo copioso y caliente. Él, para asegurar que me lo tomara todo, me aferró la cara por ambos lados, mientras continuaba llenándome la boca de leche. Yo, lamentablemente, en ese momento me corrí. A un terapeuta no tienen que pasarle esas cosas, y menos con tanta frecuencia como me ocurren a mí. Para algo uno ha estudiado.

Pero su tranca seguía igual.

¿Me dejaría culearlo? – me preguntó con mucho respeto, - así puedo seguir mostrándole.-

Está bien- acepté, dejando que a continuación el me diera vuelta, bajándome los pantalones y el slip. Con mi redondo culo al aire y su enorme verga apuntandome atrás, yo me sentí vagamente cachondo.

Necesitaría que me lama un poquito el ojete, para que se vaya abriendo – le pedí con mi voz más dulce.

¡Faltaba más! Todos mis amigos y amigas me lo piden, doctor. Así que ya estoy acostumbrado y me gusta mucho.- Y comenzó a besar mis hermosas nalgas, cerca de la separación, todo alrededor. "Lo bueno de este paciente", pensé, "es que es muy obediente". Y ya no pude seguir pensando, porque Norberto había comenzado a lamerme con fuerza, dentro de la raya. Y después, separando mis redondos glúteos con sus pulgares, continuó lamiéndome cada vez con más profundidad. Yo estaba nuevamente al palo, pero afortunadamente él no tenía modo de darse cuenta, ya que eso no estaría bien visto en un terapeuta. Y pronto su gruesa lengua entró en mi ojete, a estas alturas ya bastante abierto. Pero Norberto sabía lo que hacía.

¿Ya se empinó, doctor? – preguntó con sapiencia – a estas alturas ya los tengo a todos empinados –

Yo estaba jadeando y con el culo cada vez más abierto por su lengua, que entraba y salía cada vez más profunda y velozmente. La sensación era maravillosa, y no pude evitar correrme otra vez.

Bueno, ya creo que tiene el ojete bien abierto, doctor. Veamos que tal me siente. – Y enfilándome su poderosa tranca dentro del culo, me la fue metiendo poco a poco. A estas alturas, mis ojos estaban bizcos. Y cuando sentí su tranca ir y venir con movimientos cada vez más largos, puse mis ojos en blanco y le entregué mi orto, completamente abierto. Así que Norberto continuó empalándome a su gusto. Él también jadeaba y jadeaba y yo me fui preparando para lo que estaba por venir. ¡Qué tranca más poderosa y llena de músculos! Bueno, un solo músculo quizás, ¡pero que musculazo! Con los ojos en blanco y mi boca totalmente abierta y babeando, recibí los chorros de mi paciente en las entrañas, con tales pulsaciones que me corrí nuevamente. ¡Y su pollota continuaba dura y erecta!

¿Le molestaría si me lo sigo culeando? – dijo enterrándomela hasta el fondo.

No hay… pro…blema…- apenas logré articular entre mis jadeos. Evidentemente, el hombre tenía para rato con su polla dura. Así que debí seguir esperando a que terminara de correrse todas las veces que necesitara para que terminara de bajársela, y yo pudiera meditar respecto a su tratamiento. Pero como él siguió dándome y dándome con su tranca en mi ano, mucho no pude meditar