Yo no soy gay (14: aunq algunos puedan confundir)
Fernando me había estado haciendole una mamada de polla, así que no pude explicarle que yo no soy gay. Por eso, lo cité nuevamente por teléfono.
Yo no soy gay 14, aunque algunos puedan confundirse.
Por Lindo Culo 04.
A instancias mías Fernando accedió a verme. Quería hablar con él sobre su confusión respecto a mi sexualidad. Fernando creyó que yo era gay y todavía lo cree, yo pienso que es debido a que se distrajo un poco cuando nos vimos. Seguramente porque se la estuve mamando, y entonces no prestó atención a mis deseos de aclarar su confusión. Así que lo llamé nuevamente por teléfono y arreglamos.
Nos encontramos en un bar con mantelitos largos. Me saludó con un beso en los labios, y en cuanto nos sentamos llevó mi mano hacia su pantalón, para que le acariciara la polla. La tenía calentita y tentadora, no digo para mí ya que yo no soy gay, pero estaba crecidita, y a medida que yo se la iba sobando crecía y crecía, hasta alcanzar su soberbia erección. Y entonces la sacó del pantalón, para que mi mano pudiera saborearla piel a piel. Como el mantel de la mesa nos cubría completamente, pude agarrar su tranca con la palma de mi mano para hacerle una buena paja. La tenía calentísima, además de tremendamente dura.
Cuando el mozo nos trajo los cafés, subí la mano a la mesa, para disimular. Y luego volví a su polla, que continuaba con una erección de concurso. Así que se la agarré con todas mis ganas y continué con la paja. A decir verdad, por momentos se me entrecortaba la conversación por las sensaciones que me producía la situación. Ni me acordé de hablar sobre el tema que me había traído, a lo más que llegué fue a comenzar con "yo no soy gay", pero no pude terminar la oración porque se me pusieron los ojos turbios y me corrí en el pantalón.
Tales apretones le di mientras me corría, que Fernando con el aliento cortado también se corrió, y me comió la boca con un apasionado beso de lengua. Sentí como pollota pulsaba en mi mano y pude escuchar el ruido que hicieron sus chorros sucesivos a medida que chocaban con el lado inferior de la tapa de la mesa, empapándome la mano. Creo que nadie nos miraba, pero mucho no me hubiera importado, ya que quedé embobado.
- Bueno, amorcito, ahora vamos al reservado, así me entregas el culito.-
Y lo seguí mansamente hacia el cuartito. Preferí no aclararle nada hasta que estuviéramos nuevamente solos, porque el tema requería nuestra mayor atención.
Primero límpiame la garcha con tu lengüita, corazón- Y sacando su tremenda tranca fuera del pantalón, encaminó mi cabeza para que mi boca se la atrapara. Estaba pringosa y con el delicioso sabor de su semen, repartido todo a lo largo, por el contacto con su calzoncillo. Así que me prendí nuevamente.
¡Qué entusiasmo, mi pichoncita ! Pero no te olvides que te voy a hacer el ortito -
Con esa porongota en mi boca ni me acordé del tema de que yo no soy gay. Con mi lengua daba vueltas alrededor de su enorme glande, dándole montones de lamiditas. Bajo la intensidad afectuosa del tratamiento que le estaba dando a su pollota, Fernando se estiró en el sillón y yo me arrodillé, sin dejar de mamársela.
Bueno, que él no pudo darme la orden de cesar, y le di tal paja mientras se la mamaba, que volvió a correrse, esta vez dentro de mi boca golosa. Se la seguí chupando por largo rato, por puro afecto. Y él me acariciaba tiernamente la cabeza.
Su miembro retornó totalmente a la dureza y mientras me lo restregaba por la cara, me preparó: - Bueno, nene, prepárate para darme el orto -
Yo no supe bien qué decirle, porque dándome vuelta comenzó a pincelarme la raya entre las nalgas con su polla. Así estuvo un largo rato, también metiéndome su saliva con los dedos, para tenerme contento. Y me tenía muy contento.
Entonces aproveché para decirle: "Escúchame, Fernandito, yo no soy gay ", pero justo en ese momento, abriendo mis glúteos con sus pulgares, comenzó a abrir mi agujerito con la cabeza de su polla, así que no pude seguir. Con mi ojete tan ensalivado, su glande entró con algo de facilidad. Y yo sentí, reteniendo el aliento como iba entrando y estirándome las paredes del orto.
No me parecía bien lo que estaba ocurriendo, ya que yo no soy gay, ¡y me estaban culeando!, pero cuando terminó de enterrármela y sentí la maleza de sus pendejos a la entrada de mi ojete, suspendí mi sentido crítico. Al fin de cuentas el pobre hombre estaba respondiendo a sus instintos, y eso lo llevaba a transitarme el orto con su tremenda tranca, adelante y atrás, adelante y atrás
Así que me quedé, aceptando mi situación con todo mi culo. Fernando lo hacía con mucho cariño, y me lo demostraba con sus húmedos besos en mi cuello, además de las ardientes entradas y salidas de su tranca, mientras se abrazaba a mí.
Naturalmente, me tuvo enseguida jadeando. Porque aún los heterosexuales jadeamos cuando nos transitan el ojete de semejante manera.
Bueno, que me siguió culeando y culeando, mientras yo miraba sin ver. Esta vez mi amigo no tenía ningún apuro, ya que acababa de echarse o echarme, según los mires- dos polvos. Lo que él quería ahora era aprovechar lo más posible las posibilidades de la situación. Así que, desencolándome, acercó su rostro a mi culo y comenzó a darme lengüetazos en el agujero. Su lengua me cogía el orto con gran velocidad, y así me corrí, sin opción a contenerme. Después, parsimoniosamente mi amigo volvió a encularme y cogiéndome el orto en forma lenta y sentida, mientras yo miraba con los ojos extraviados, musitando incoherencias con ternura.
Finalmente, Fernando empezó a largarme chorros de semen en las profundidades de mis entrañas, latiendo con cada chorro. Yo volví a correrme, claro, especialmente con la fuerza de sus empujones cortitos y seguidos.
Luego me la dejó dentro, por un ratito, al cabo del cual comenzó a mearme dentro del orto. Su pis era muy caliente y abundante. Me pregunté si a las personas gays les ocurría algo semejante alguna vez. A mí nunca me había ocurrido, pero claro, yo no soy gay.
-¿De qué querías hablarme?- preguntó mi íntimo amigo mientras iba terminando su meada dentro de mi culo.
- De nada- dije, porque por alguna causa que se me escapa, ya no tenía ganas de darle explicaciones, ni convencerlo de nada.
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