Yo no soy esa

Si lo que buscas es sexo puro y duro sin sentido aquí no lo vas a encontrar. Esta es una historia de amor y desamor, encuentros y desencuentros, conflictos y reconciliaciones. Contiene escenas de sexo explicito en su justa medida pero con sentido.

1

Faltaba una semana para partir a Madrid  y la nostalgia me recorría toda la piel con solo pensar que por unos días no estaría junto a Andrés.

A medida que se acercaba la fecha del viaje me  despertaba avanzada la noche con la carne encendida y la entrepiernas húmeda esperando que Andrés como tantas veces hiciera de cazador listo para atrapar a su presa.

-Fabiola- me susurró al oído mordisqueándome la oreja – podría adivinar lo qué pasa por esa inquieta cabeza –

-¿A ver qué dice el adivino esta vez?- Pregunté volteándome en la cama para quedar frente a él.

-¡Mmm, déjame pensar!- exclamó tomándome la mano izquierda. Con su dedo índice recorría cada una de las líneas suavemente dibujándolas con tanta precisión que podía sentir cada uno de los surcos en el resto del cuerpo.

-Parece que viajar a España al cumpleaños de Muriel  te tiene algo inquieta – respondió con una tenue sonrisa en el rostro con la certeza de que tenía razón.

-¡Claro que no! - Respondí esquivando la  mirada e intentando que soltara mi mano.

  • ¡Entonces porque estás despierta a esta hora si mañana tienes el turno largo en la clínica! - Exclamó sin soltar mi mano.

  • ¡Bueno! - exclamé - Sólo me preocupa que no viajaremos juntos esta vez. Muriel nos espera a los dos y sabes perfectamente que no le podemos fallar.-

Andrés aún sostenía mi mano con firmeza y comenzó a guiarla por su pecho para llegar sin prisa a su pene erguido y  ansioso que con solo rozarlo soltó un intenso suspiro.

-Porque… ahhhh…mmm… ¡En 10 días tengo que firmar el contrato con los importadores canadienses  y el viaje lo programaste para cinco días más, los tiempos no me cuadran! - respondió con dificultad porque el subir y bajar de mis dedos que jugueteaban con su  pene, hacía que su tono de voz se volviera entrecortado y deseoso.

-¡Fabiola, estoy muy caliente! – expresó susurrante.

Fue esa la oportunidad para no dar ventaja, lo tomé por sorpresa, me monté sobre sus caderas e introduje de forma urgente su pene en mi vagina que ya estaba húmeda y lo comencé a cabalgar sin dejar que escapara de entre mis piernas.

-¡Qué placer más grande es sentirte húmeda y caliente! – dijo levantando sus caderas con la clara intención de  penetrarme en lo más profundo. Sentía como su enorme y duro pene se hundía revolviendo todo mi interior.

-¡Ya que no tendremos el placer de viajar juntos a Madrid,  aprovechemos el momento! ¡Con lo que me gusta follar en los baños de los aviones! – terminé por decir agitada con la voz entrecortada mientras me movía rítmicamente de adelante y hacia atrás sobre su pene.

No fui capaz de hilar ninguna otra palabra porque de mi vagina brotaba un manantial que no podía contener.

Andrés tomó mis pechos con ambas manos exprimiéndolos hasta llegar con sus dedos hasta mis duros y sensibles pezones los que me hacían gemir y retorcerme de placer ante cada pellizco.

En un intento de zafarme de sus manos me hundí en su pecho y poco a poco fui bajando hasta  quedar metida entre sus piernas.

Con la lengua fui recorriendo su pene en plenitud, de arriba hacia abajo mientras  sus  gemidos  hacían que la humedad de mi vagina aumentara descontroladamente.

Con los labios exprimía suavemente su glande jugando también con los dedos acariciando sus testículos.

Cuando la tensión nos iba a hacer perder el control lo volví a montar con la intención de  hacerlo explotar. La espalda curvada y sosteniéndome solo con las rodillas, intentaba seguir el ritmo de sus caderas para que su pene en cada embestida pudiera llegar a lo más profundo de mi vagina hasta lograr que me corriera sin retorno.

Una violenta descarga eléctrica me paralizó por completo, quedé suspendida en el aire sin casi poder respirar, me dejé llevar.

Pero como siempre ocurre, Andrés no permitió que el placer fuese breve. Por eso tomó mis caderas con firmeza y detuvo la danza  cuando mi vagina se contraía una y otra vez con tanta fuerza que mi cuerpo se paralizó como queriendo atrapar su pene dentro de mí para no soltarlo más.

Dejó que el orgasmo recorriera cada centímetro de mi cuerpo con  la intensidad de un rayo en la más apasionada de las tormentas.

Cuando pude  abrir los ojos con la respiración todavía agitada y entrecortada, a duras penas levanté mis brazos para tomarme el cabello con una coleta que tenía sobre la mesa de noche.

Fue entonces cuando Andrés  me volteó  con fuerza dejándome con la nariz entre las almohadas y el culo a su disposición.

Sentía su jadeante respiración mientras acariciaba mis nalgas con la palma de su mano en movimientos circulares hasta que me dio la primera nalgada.

Mis gemidos fueron aumentando en intensidad y volumen con cada caricia hasta que acomodó su glande a la entrada de mi ano con la clara intención de penetrarme.

Fue jugando con sus dedos, primero en mi vagina  para empaparlos de fluidos y luego  deslizarlos suavemente para lubricar generosamente la zona anal.

Se recostó sobre mi espalda para susúrrame al oido.

-¡Que puta más deliciosa! ¡Me haces perder totalmente el control! -  mientras iba hablando deslizaba suavemente su pene dentro de mi ano hasta introducirlo casi al completo.

Sujetó y levantó fuertemente mis caderas. Comenzó a embestirme sostenidamente una y otra vez hasta que un grito ahogado dio la señal. Se recostó sobre mi espalda y  comenzó a expulsar de forma violenta  su tibio semen dentro de mi ano. Este se desbordó y empezó a caer como un río entre mis nalgas.

Ambos jadeantes nos sumergimos en un intenso orgasmo que nos hizo temblar al punto de caer rendidos sobre nuestros cuerpos sudorosos y saciados.

Ya era de madrugada. Desnudos me abracé a su  espalda. ¡Rendida a más no poder!

Así pasaron varios días y noches haciendo intensamente el amor cada vez que podíamos, hasta que llegó la hora de partir a España. Muriel estaba de cumpleaños y como en años anteriores éramos sus invitados más importantes. Éramos su única familia como ella decía.

Durante todos estos años no habíamos faltado a ninguna de las celebraciones que había realizado, pero esta vez iba a ser diferente. No viajaríamos juntos, por lo tanto tendríamos con Muriel un par de días a solas en mi ciudad favorita. Madrid.

2

El vuelo salía poco pasado el mediodía y había programado un Uber para que me llevara al aeropuerto. Andrés no me podía acompañar ya que tenía una importante reunión.

Estaba en esa espera cuando veo aparecer el auto de Maite frente a mi puerta.

Se estacionó rápidamente  junto al BMW de Andrés. Al bajarse acarició insinuante la puerta del auto.

Lucia un impecable traje hecho a su medida, tacón alto imprescindible y el cabello suelto que le daba ese aire de mujer independiente y salvaje.

-¿Qué haces aquí Maite? - Le pregunté sorprendida mirando el teléfono para  confirmar mi transporte.

-¡Fabiola, que pregunta es esa! ¿Cómo que hago aquí? ¡Para que estamos las amigas sino para llevarte al aeropuerto! - Respondió tomando una de mis maletas para subirlas a su auto.

-¡Espera un momento Maite! -  Respondí intentado detenerla – ¡El Uber está por llegar!

-¡Linda, no va a llegar porque lo despaché cuando llegó al portón de la entrada principal!  Yo misma te llevare amiga, mira que o una se debe asegurar de que tomarás ese avión  sana y salva – respondió sarcásticamente con una leve sonrisa en sus labios.

-¡Ya amiga, toma tu lindo bolso de marca, cierra tu boquita y sube de una puta vez al auto! ¡Joder! a ver si en español entiendes mejor. - Exclamó levantando las manos imitando a Andrés cuando se enfadaba.

Maite nunca me terminaba de  sorprender. Siempre aparecía  cuando más se le requería. Era  como si tuviese un radar para detectar que sus amigos la necesitaban con el pensamiento  y ¡Paffff! Aparecía  de la nada.

Subí al auto como Maite lo había ordenado. Mientras tanto observaba a través del espejo retrovisor  como lidiaba en la porta maletas con mi equipaje.

  • ¿Linda estás segura que vas a España solo por dos semanas? ¡Porque parece que te llevas  el closet completo! -

Durante un par de segundos se mantuvo en silencio hasta que con un chillido estruendoso exclamó:

-¡No me lo digas! ¡Por favor no me digas! -  Ella pensaba en voz alta- ¡Por fin te decidiste! Regresas a la madre patria  con la españolita y me dejas a Andrew para que lo pueda consolar ¡Alabado seas, escuchaste mis oraciones! – gritó levantando los brazos al cielo.

-¡Por dios Maite, de donde sacas tanta tontería! - respondí sin dejar de reír.

-¡Pero si es perfecto! – Exclamó emocionada  –  Sería un noble gesto de tu parte después de tantos años de amistad, un magnifico regalo ¡Maravilloso! - ¿No crees? -

Una vez  que Maite se aseguró de que todo estaba en su lugar, tomó el volante con firmeza y tomamos el camino al aeropuerto.

No era novedad que la velocidad era parte de uno de los placeres de mi amiga por eso  nos dirigimos a la autopista sin mayor dificultad.

Durante los últimos días una idea estaba dando vueltas en mi cabeza e incluso había tomado algunas medidas para ello pero no la había concretado.

Entonces el hecho de que Maite haya tenido  la intención de acompañarme al aeropuerto me dio la posibilidad de llevarla a cabo.

-¡Maite, no quiero abusar de tu buena voluntad! - comencé la conversación

-¿Abusar, tú? ¡Claro que no puedes y tampoco te lo voy a permitir! – Interrumpió mis palabras -  No te basta con la españolita esa ¡Qué fresca eres! –  Se quedó unos instantes pensativa - ¡Pero Andrew si puede abusar y usar todo lo que quiera amiga!  Jajajajajaja - respondió largándose a reír.

-Estoy hablando en serio Maite. Necesito si puedes, solamente si puedes, que te ocupes de mi casa mientras estoy fuera. -

-¿Qué me ocupé de que? ¿De esa linda casita donde está todo exquisitamente ordenado, donde se encienden las luces, colocas música, abres las persianas y regulas la temperatura ambiente con solo hablarle a una mujer llamada Alexa y que como por arte de magia a la hora precisa, la aspiradora silenciosa se pasea por todos los rincones y solita se auto exilia en su  guarida de la sala de aseo?

-¡Si de esa casa estoy hablando! Andrés no es muy hábil con ese tipo de menesteres, en realidad es bastante torpe con todo lo que sea doméstico, un par de días serán suficientes para  que todo se convirtiera en un desastre  – le respondí con cierta preocupación.

-¿Vamos a ver, Fabiola? - exclamó Maite bajando la velocidad de la SUV, tanto que pensé que se iba a estacionar en la berma.

-¿Tú sabes lo que me estás pidiendo amiga? - Respondió con un provocativo tono de voz   - ¡Es dejar a un gato hambriento cuidando la carnicería y vaya filete primer corte que debe custodiar! -

-¡Si no te quisiera tanto, Maite!- respondi manteniendo  la seriedad- juro que si no fuera así ya estarías al otro lado del universo, pero sólo tú lo puedes hacer. Además confío en tu buen criterio – exclamé finalmente

Abrí mi bolso y  saqué un llavero que había preparado.

-¡Aquí están las llave de la casa y los controles de los dispositivos de seguridad! Solo es ver que todo esté en orden. ¡Ahhhh, también regar las plantas interiores! ¿Lo podrías hacer por mí? -

-¡Por supuesto que puedo! Para eso estamos las amigas - tomando el manojo de llaves – estamos para ayudar al prójimo cuando lo necesita  ¿Y qué prójimo tengo que cuidar? - masculló con la clara intención que la escuchara.

-¡Jajajajajaja, Maite! – recuerda que solo te estoy pidiendo echar un vistazo a la casa no a Andrés, ese se cuida solito – Exclamé sonriendo

Ella me miró fijamente con ese par de ojos oscuros perfectamente delineados y dijo.

-¡Prometo solemnemente en nombre de Las Mal Portadas que cuidaré tu casa y todo lo que en ella se encuentre! ¡Con mi vida! – Mirándose el escote – ¡si así fuese necesario!-

Esa respuesta me tranquilizo lo suficiente para que el resto del camino fuéramos cantando nuestras canciones favoritas que teníamos guardadas en Spotify.

Sin darnos cuenta ya nos estábamos abrazando y despidiendo frente a la sala de embarque.

Y como de costumbre tome mi teléfono para llamar a Andres antes de subir al avión.

Si bien nuestra relación  no era de gestos demostrativos, sabíamos que los detalles disfrazados eran el lenguaje perfecto para declarar que nos amábamos profundamente.

Como sabía que no respondería porque en reuniones de negocios siempre apagaba su teléfono móvil, le deje un mensaje en el buzón de voz.

-¡Andrés, ya estoy a punto de embarcar! ¡No olvides lo mucho que te quiero! ¡Ahhhh olvide mencionarte que Maite nos ayudará con algunos temas de la casa! ¡Le dejé mis llaves! -

Mire la pantalla por última vez, metí el móvil  y los documentos en mi bolso, me senté al lado de la ventana y cerré los ojos con la esperanza de que al abrirlos ya estaría aterrizando en el aeropuerto de Barajas.

3

Muriel ya estaba instalada del otro lado de la puerta de arribo. Pude reconocer su pelirrojo cabello que llevaba suelto cuando no estaba trabajando.

De jeans  ajustados con camisa blanca y chaqueta formal combinada con zapatos deportivos era la perfecta ejecutiva europea. No perdía su atractivo.

-¡Fabiola! - Exclamó con el rostro lleno de felicidad – veo que era verdad que esta vez venías sola. Deja que te mire, mi niña – exclamó tomándome de la mano y dándome vueltas – ¡Estas, como te he soñado mi amor! -  termino su frase sellándola con un deslenguado beso que me dejó sin habla.

Luego de recuperar el aliento salimos del aeropuerto tomadas de la mano y con la urgencia propia de los amantes que han guardado sus ganas por millones de años.

El camino a su piso en Somosaguas fue un interminable intercambio de audaces caricias que solo aumentaban el irresistible deseo de devorarnos hasta el amanecer.

Comencé a rozar mis dedos sobre sus rodillas y lentamente la deslizaba sobre sus muslos para detenerme justo para presionar su clítoris sobre el pantalón.

Muriel se acomodó en el asiento abriendo las piernas y ajustando sus manos al volante

se dejó llevar sin perder de vista la ruta M40.

El Audi automático y la velocidad de crucero nos daban esa libertad tan necesaria para disfrutarnos como un par de adolescentes en las que nos convertíamos cuando estábamos juntas. Desabotoné su pantalón junto con el mío para meter mi mano bajo su ropa interior la que evidenciaba el grado de excitación. Los cristales tintados del auto nos entregaba la privacidad de hacer lo que quisiéramos en su interior.

Mis dedos resbalaban fácilmente entre su clitoris y los labios menores. Se movían en círculos hasta presionarlos haciéndola gemir con intensidad.

-¡Mmm que delicia! – Mascullaba para tener el control- ¡Déjame ver que tienes guardado para mí! -

Metió sus dedos entre mis piernas y bajo el calzón pudo notar que estaba tan excitada como ella.

Empapó sus dedos y luego los acercó a su boca disfrutándolos  como un delicioso bocado. Hice lo mismo mientras la miraba insinuante.

Entonces sin ponernos de  acuerdo, comenzamos a masturbarnos la una a la otra.

Yo metía  los dedos, ella entraba y salía una y otra vez hasta que al mismo tiempo pudimos sentir como nuestras vaginas se contraían liberando  un río entre las piernas.

Cuando logre abrir los ojos pero aún con la respiración agitada le dije:

-¡No sabes cuánto me calienta Madrid! –

4

Andrés solía llegar a casa y subir de inmediato a su escritorio, no sin antes pasar por nuestro dormitorio para sacarse y dejar su ropa, quitarse los zapatos y liberarse de la formalidad. Habitualmente se paseaba desnudo por la casa o a lo más, en boxers.

Por eso no advirtió que había luz en la cocina y uno que otro ruido poco habitual si yo no estaba en casa.

Pero esta vez el ruido era tan evidente que tomó resguardo y empezó a bajar sigilosamente escalón por escalón tratando de que el intruso no se diera cuenta de que se acercaba con la intención de poderlo reducir y atrapar. Tomó su teléfono de la mesa de entrada y cuando estaba a punto de activar el botón de pánico para que saltaran todas las alarmas que tenían comunicación directa con la policía, se encuentra con Maite frente a frente.

-¡Andrew pero que sorpresa! – Exclamó disimulando la corriente de excitación que recorrió su cuerpo al verlo totalmente desnudo -  Estaba tan concentrada ordenando la comida en el refrigerador que no advertí que habías llegado ¿Cómo estás?- Le dijo acercándose con toda naturalidad para besarlo en la mejilla.

Al parecer venía de su trabajo porque vestía falda ajustada y blusa de seda que dejaba ver fácilmente su ropa interior de encaje.

Andrés desnudo y desconcertado  se quedó inmóvil por un par de segundos procesando en su cabeza cualquier información que hubiera pasado inadvertida en relación a la presencia de Maite en la casa.

-¿Maite, qué diablos haces acá? ¿Cómo conseguiste entrar y que no saltaran las alarmas ni te detectaran las cámaras de seguridad que rodean la casa? - preguntó  confundido colocándose y cubriéndose rápidamente con un florido delantal que había en la cocina.

-¿Como que hago acá? ¡Cumpliendo con la petición de Fabiola,  por supuesto! - Le respondió sin darle importancia a la incomodidad de Andrés.

-Tu linda mujercita me pidió que me ocupara del funcionamiento de este palacio mientras ella estaba de viaje. Me pasaron las llaves, los controles y claves de seguridad ¡nada más! -

-¡Vamos siéntate, no seas tímido!  Disfruta de este filete que acabo de preparar, mira que la carne fría pierde todo su sabor – exclamó arreglando los cubiertos en la mesa y abriendo la botella de cerveza fría que estaba sobre el mesón.

Andrés se aproximó mirándola con cierto recelo, acercó el asiento a la mesa  y se sentó sin decir ni una palabra. Maite se había instalado frente a él con el mismo plato que le había preparado a él.

-¿Y cuéntame Andrew, como estuvo tu día? - Preguntó devorándolo con la mirada mientras bebía una copa de vino.

-Bien, bueno, bien. ¿Estás segura que Fabiola te pidió que vinieras? - Preguntó Andrés aun dudando de su extraña presencia mientras cortaba  un trozo de carne para llevárselo lentamente a la boca.

A Maite no le preocupaba en lo absoluto la fría reacción de Andrés, sabía que  cualquier paso en falso con ese hombre sería fatal y podría poner en peligro esa peculiar relación que había entre ella y nosotros.

Entonces se levantó  de la mesa. De su bolso sacó su teléfono y regresó para sentarse sobre las piernas de Andrés.

-¡Y ahora que tu amiguito se quede tranquilito donde está, no vaya a ser cosa que le den ganas de ponerse juguetón justo ahora, sería una muy mala idea en este momento! – exclamo riendo, señalándole el pene que sobresalía por entre medio del delantal.

Marco mi WhatsApp. Y mientras se lograba la conexión agregó:

-Veamos si nuestra amiga en común se encuentra despierta para  el informe del estado de su casa.

Después de unos segundos pude ver a Maite por video llamada junto a Andrés.

-¡Maite! ¿Cómo estás? ¡Qué alegría verte! ¡Andrés mi guapo! ¿Cómo vas?

-¡Acá todo bien! - exclamó Andrés - ¡Por lo menos me podrías haber avisado que Maite vendría a la casa! - respondió  secamente haciendo a un lado la cabeza de Maite para poder vernos mejor.

-Por lo que parece no escuchaste el mensaje que deje en tu buzón de voz hace tres días.- le respondí  sin  preocupación por su tono serio -¡Veo que por lo menos estás muy bien acompañado! – largándome a reír.

-¡Andrés, Andrés! ¡Mi querido amigo, joder!  ¿Esa cara de culo es la que tienes para saludar a tus dos y únicos amores? -  Exclamaba Muriel a través de la pantalla con sincera alegría.

-¡Cara de culo es lo de menos! ¡Ustedes dos deberían estar durmiendo a esta hora! - Respondió de mejor humor.

Era evidente que el vernos juntas le mejoraba el carácter de manera instantánea.

-¡Amigo  mío, no seas aguafiestas! Nos estamos poniendo al día en todos los aspectos y tú sabes muy bien de cómo va esto. Además estamos muy concentradas en prepararte la bienvenida. Incluso tenemos listo el lado que usaras en la cama.- respondió Muriel entusiasmada. -¡Solo faltan cinco días! -

Maite había puesto suma atención al detalle importante: Andrés viajaría pronto a España. Pero no podía dejar pasar el hecho de que Muriel la había ignorado e intencionalmente llamó su atención.

-¡Hola Murielita, oleeeeeeee! - Saludó Maite haciéndose un lugar en la pantalla. Estoy tan delgada que supongo no me viste - Agregó a sabiendas que la respuesta no iba a ser amistosa.

-Hola Maite ¿cómo estás? - Respondió Muriel con un esbozo de sonrisa mientras me acariciaba amorosamente la cabeza.

-¡Como puedes apreciar, mejor no puedo estar! - respondió colocando a Andrés en un primer plano de la pantalla-  Fabiolita, solo te llamo para informarte que todo está ok en tu casa. Ya he alimentado a tu fiera así que ya es hora de que nos digamos adiós.

Maite se levantó de las piernas de Andrés, se arregló el cabello y cortó la llamada. Una vez finalizado el contacto y sin darle tiempo a reaccionar, Andrés le dijo:

-¡Bueno Maite, muchas gracias por todo! Creo que es hora de que te vayas a tu casa, estoy muy cansado -

-¡Si Andrew, tienes razón, es tarde!- exclamó Maite bajando la mirada.

-Bueno, ¿quieres que te lleve al aeropuerto el…? - preguntó mirándolo fijamente a los ojos para obtener una respuesta.

-¿El jueves? - Respondió Andrés sabiendo que ella no tenía esa información – ¡No te preocupes, muchas gracias, el chofer de la empresa me llevará al aeropuerto! -

Ella se acercó para despedirse no sin antes rozar casualmente sus caderas  contra las de Andrés dejando en evidencia que sus pezones estaban duros presa de la  excitación, situación que no pudo ocultar la delgada tela de su blusa.

5

Muriel se levantó de la cama como sonámbula  y aun así  el contoneo natural de sus caderas podía excitar a cualquiera y más aún, a mí.

Más  que mirarla, la admiraba. Ella es de aquellas mujeres poderosas donde cada escalón que conseguía subir hacia la realización personal, se sustentaba en el reconocimiento de sus cualidades más  humanas que profesionales.

La celebración  de su cumpleaños número 40 estaba llena de símbolos que poco a poco iban desenredando la madeja de sus sueños.

Por eso, cuando sentí que el agua mojaba su cuerpo aproveché el momento para entrar sigilosamente a la ducha con ella.

-¿Que planes tenemos para estos cuarenta, cariño?- Le susurré pero con el ruido de la cascada de agua no se dio por advertida.

Reaccionó al instante cuando sintió mis manos que apretaban suavemente sus pechos duros y turgentes. Sus pezones inmediatamente se endurecieron en respuesta a mis caricias.

-¡Fabiola, amor! Te estás convirtiendo en una niña consentida y caprichosa. Sabes que estamos con el tiempo justo para ir a ver los últimos detalles de mi fiesta. Nos esperan en media hora. ¡No me hagas esto por favor! – Respondió riendo y retorciéndose con pocas ganas de resistir.

Se giró, me abrazó y sus manos empezaron a dibujar la línea de mi columna de manera tan perfecta  que estoy segura de que después podría dibujarla con los ojos cerrados.

Yo busqué sus labios y comencé a morderlos aumentando la intensidad hasta que al abrir su boca metí mi lengua para devorarla sin piedad.

Con ambas manos tomé con firmeza su cobrizo cabello mojado para inclinar su cabeza hacia atrás, así sus pechos quedarían enteramente a mi disposición.

-¡Como el vino, el más delicioso de todos! Así te conservas, mi amor – le susurré con la intención de que ahora si me escuchara, mientras mi boca saboreaba impacientemente sus senos.

Mordí cada uno de sus pezones y sus ahogados gemidos humedecían mi vagina sin control.  Sus dedos empezaron a juguetear en mi clítoris para luego apretar los míos en el de ella.

Contra la pared de la ducha  nos besábamos y masturbamos como desquiciadas hasta que Muriel gimió apretando sus rodillas para ir deslizándose lentamente hasta quedar sentada y jadeante en el piso mojado. Yo, me deje caer a su lado con mi corazón desbordado de placer.

-¡Más que vino, me encantaría ser tu cava favorito! Estaría en tu boca cada vez que estés feliz.- terminó diciendo con un relajado suspiro.

Ambas tomamos las toallas y como caricias nos fuimos quitando el agua de la piel. Nos vestimos y por fin conseguimos salir de su cuarto para afinar los detalles de la fiesta   .

Desayunamos en una pequeña cafetería ubicada en la esquina de su urbanización, donde los churros y el chocolate caliente eran mis preferidos.

-¡Fabiola, no puedes pedir otra cosa para comer! – Exclamó sonriente Muriel - Siempre es lo mismo, ¡chocolate caliente y…! -

-¡Churros! - Grité para terminar su frase - Deliciosos, crujientes y tostados que al mojarlos con chocolate ¡Muero! -  Le respondí  fingiendo  un desmayo en la silla.

6

De madrugada entró sigilosamente a la casa, abrió la puerta principal y se dirigió rápidamente al panel luminoso de la alarma que ya empezaba a emitir sostenidos pitidos alertando movimiento en sus sensores,  la desactivó digitando los cuatro números de la clave. Una vez desarmada esta se apagó y la casa volvió a quedar en completo silencio.

Maite había llegado en su auto. Recorrió los 60 metros que había entre el portón de entrada a la puerta principal con las luces apagadas. Se estacionó junto al de Andrés confirmando que este se encontraba en casa.

Con su bolso bajo el brazo y sus zapatos de tacones en la mano subió con mucha cautela las escaleras y cuando llegó a la habitación de Andrés sonrió en silencio. A través de la tenue luz que entraba por los ventanales observó detenidamente su cuerpo desnudo recostado sobre las sábanas.

Maite sin dejar de mirarlo caminó alrededor de la cama y dejó caer lo que tenía en las manos para luego quitarse el abrigo. Había sido precavida. Venía sin ropa interior por lo tanto solo se sacó el vestido que traía puesto, quedando completamente desnuda.

Observó con devoción a Andrés para encontrar  el mejor momento. Levantó lentamente las sábanas, se metió entre sus piernas quedando su cara sobre su pene.

Lo introdujo en su boca y lo comenzó a lamer y chupar muy suavemente hasta que de forma instintiva lentamente se empezó a endurecer. El pene de Andrés fue incrementando su tamaño hasta que alcanzó la plenitud de la erección quedando enorme y duro como piedra entre los labios de Maite.

Andrés totalmente dormido  abrió sus piernas con el fin de  dar comodidad a sus caderas para disfrutar del delicioso momento que invadía su sueño. Jugueteó con el cabello y la cabeza de Maite donde comenzó a dirigir rítmicamente con sus dos manos los movimientos.  Metida bajo las sábanas disfrutaba de los agitados gemidos de Andrés hasta que la pasión le jugó una mala pasada.

No fueron sus labios los que atraparon el glande, accidentalmente lo pasó a llevar con los dientes y lo mordió.

-¡Fabiola, así no! – escuchó como se quejaba Andrés en medio de la oscuridad de la noche.

Se produjo por un instante un breve silencio y de pronto se levantó como un resorte, hizo a un lado las sábanas y se encontró con el dibujo de una silueta que recorría con su lengua el contorno de su pene como si saboreara el más exquisito de los bocados.

-¡Pero que mierda está sucediendo! – Exclamó sentándose en la cama gritando. -¡Alexa, enciende la luz! - De pronto la habitación se iluminó.

-¿Maite, Maite? ¿Eres tú? ¡Pero que putas estás haciendo en mi cama! – Exclamó Andrés desconcertado y aún medio dormido e intentando a duras penas tomar el control de la situación. La imagen era surrealista. Andrés semi sentado en la cama con Maite entre las piernas quien chupaba y succionaba su pene mirándolo risueña hacia arriba.

Ella sabía que no debía dar mayores explicaciones. Al contrario, su idea era desafiarlo porque con esa estrategia lo llevaría al límite de que no se pudiera negar a sus deseos.

-¡Andrew, Andrew querido! -comenzó a responderle con una seductora calma- Te veías mucho más atractivo con los ojos cerrados y gimiendo de vez en cuando. -

-¡En serio Maite, que haces aquí a esta hora de la noche y más aún, que haces metida en mi cama! – Preguntó nuevamente mientras miraba su reloj pulsera – ¡La 1.30 de la madrugada! ¡Pero estás loca, verdaderamente loca, Maite! – Exclamó Andrés con la cabeza un poco más fría -

Ella se sentó sonriente en la cama en posición de Buda con los brazos semis extendidos con los dedos pulgares y medios unidos. Al quedar con las piernas abiertas se notaba como de su vagina manaban abundantes fluidos que llegaban a humedecer las sabanas.

-¡Vine a meditar contigo, tontito! Como sé que estás muy estresado, te quiero ayudar a relajar ese hermoso y grandiosos cuerpecito que tienes – dijo sonriente sin dejar de mirar el pene que había vuelto a su posición en estado de reposo.

-¡Y deja de mirarme con cara de odio y relájate hombre, por dios! Nada de lo poco que ha pasado hasta ahora no ha pasado antes entre nosotros dos. ¡Así que tranquilo! Ven aquí cariño, te quiero mostrar la mujer espectacular que puedo llegar a ser – le respondió decidida a jugar todas sus fichas a una sola mano.

Andrés la observaba pensando en silencio hasta que de pronto colocó las manos sobre sus firmes pechos, los acarició, pellizcó sus duros pezones y sonriendo le respondió:

-¡Muy bien Maite, como tú quieras! ¡Mi cama, mis reglas!-

Y con voz potente se dirigió al pequeño aparato que se encontraba sobre su velador:

-¡Alexa, apaga luz y enciende al mínimo la tira de colores! -

-¡Parece que tendrás sexo, Andrés! ¿Quieres que coloque música? – se escuchó decir a la asistente virtual.

-¡No! – exclamó.

Y con un certero movimiento la empujó hacia atrás y se recostó sobre ella quedando su boca en la húmeda vagina de Maite y su pene en la boca de ella. Un sensual y lujurioso 69.

Con la lengua entreabría sus labios menores y rodeaba su clítoris para luego presionarlo contra sí misma. Ella se retorcía de placer y poco podía hacer con el inmenso y grueso pene  de Andrés dentro de su boca.

Solo atinaba a mover intensamente sus caderas con la intención de lograr de inmediato un caliente y violento orgasmo. Gritaba de placer.

Fue en ese momento que Andrés salió de su entre piernas y la volteó de tal forma que dejó sus hermosas y tonificadas nalgas frente a él. Se giró hacia su mesa de noche, abrió el  cajón del velador y sacó una pequeña pero imponente fusta de cuero y un antifaz de color negro.

-¡Quédate quieta y disfruta de este juego! ¡No te muevas! – exclamó Andrés de forma terminante.

Maite quedó en cuatro y sintió como se recostaba sobre su espalda y por detrás le colocaba la delgada mascarilla sobre sus ojos. De pronto sintió en sus nalgas el primer golpe. Ella solo gimió, pero no de dolor sino de un extraño placer que la invadió por completo.

-¡Me gusta Andrés, dame más, más fuerte! – exclamó entre susurros levantando aún más su bien contorneado trasero.

Entre cada golpe Maite gritaba, gemía y se reía. Las lágrimas brotaban de sus ojos por el placer indescriptible que estaba sintiendo. Sus nalgas rojas por los fustazos eran una extensión de su clítoris ya que cada golpe que recibía, una fuerte descarga eléctrica recorría su cuerpo desde la punta del pelo hasta sus pies. Un grito ahogado salió de su garganta. Estaba teniendo uno de los orgasmos más intensos de su vida. Se dejó caer jadeante, inerte y desfallecida sobre la cama mientras su cuerpo era presa de espasmos y temblores imposibles de controlar.

-¡Te gustó perra caliente, puta de mierda! – Le susurro Andrés – Estamos recién empezando así que no te vaya a dormir  -

Maite se giró, lo miró sonriente pero agitada, pasó su lengua por el labio superior y le contestó con una voz melodiosamente sensual:

– ¡Estoy como nueva, cariño! ¿Eso es lo único que tienes para ofrecer? –

-¡Subiremos un poco más la temperatura, prepárate!- reiteró Andrés con una extraña sonrisa.

Tomó un preservativo que estaba sobre el velador y lo empezó a colocar sobre su pene. Maite le tomó las manos, se las quitó y con su boca y su lengua lo comenzó a deslizar hasta dejarlo en su lugar.

-¡Sigamos con una postura tradicional! – sugirió Andrés y se recostó sobre la cama. – ¡Vamos Maite, te toca cabalgar! ¡Supongo que sabes montar! –  la desafió.

Sin perder tiempo ni mediar palabras, Maite se puso en horcajadas sobre el pene y se empezó a deslizar suavemente hacia abajo hasta que topó fondo hundiéndose completamente en su útero. Se comenzó a mover de adelante hacia atrás, primero lentamente para ir incrementando el ritmo a medida que sus pulsaciones iban en aumento. Le dolía por el tamaño y grosor del pene pero lo soportaba porque el placer y el goce que le proporcionaba eran más intenso que el propio dolor. Los movimientos ya eran desaforados cuando se paralizó quedando suspendida en el aire y un grito desgarrador salió de su garganta. Otro intenso orgasmo sacudía su cuerpo. Su vagina descontrolada se contraía una y otra vez sin dar tregua y se dobló jadeante sobre el pecho de Andrés intentando besarlo.

-¡Nada de besos, Maite! ¡Esto es solo sexo, nada más que eso! – exclamó girando la cabeza evitando sus labios.

Andrés la dejó descansar, se recostó de espaldas a un costado de la cama, tomó su vapeador y dio algunas caladas para soltar algo de tensión y le dijo sin mirarla:

-¡Ya tuviste suficiente, ahora haremos algo más entretenido! –

-¡Soy toda tuya! – Exclamó Maite agitada y jadeante– ¡Puedes hacer lo que quieras conmigo! –

-¡Colócate en cuatro! – ordenó Andrés a lo que Maite obedeció de inmediato.

Se colocó un nuevo preservativo y ubicó su pene a la entrada de su ano no sin antes lubricarla con sus propios fluidos.

-¡Relájate, relájate y disfruta! – Decía mientras con su dedo lo iba dilatando con suaves y placenteros movimientos circulares a su alrededor.

La empezó a penetrar lentamente hasta llegar a lo más profundo. Maite tiritaba, gritaba y gemía de dolor y placer. Una vez completamente dentro el ritmo de las embestidas fue en aumento hasta que Andrés se paralizó y empezó a eyacular profusamente dentro del condón al interior del ano de Maite.

Al sentir los intensos espasmos del pene, lo contrajo y apretó fuertemente corriéndose de forma vehemente junto a Andrés para luego caer de boca rendida y sin fuerzas sobre las almohadas.

Pasado unos minutos cuando Maite logró recobrar la energía se levantó y abriendo las piernas se sentó sobre las caderas de Andrés. Risueña y relajada intentaba besarlo con la clara intención de volverlo a excitar.

-¡Que tal eh, no te dije que era una mujer espectacular dispuesta a todo! – exclamó Maite balanceándose y restregando su húmeda vagina sobre el pene.

-¿Quieres saber  lo que es espectacular? - preguntó Andrés relajado pero desafiante.

-¿Que más puedes ofrecer querido a está reina que no haya vivido antes? - respondió sin saber lo que le esperaba.

-¿Estás segura de que quieres algo inolvidable? ¡No te lo volveré a preguntar Maite, solo lo voy hacer! – dijo Andrés con tono decidido.

-¡Sorpréndeme Andrew, si es que puedes! – exclamó desafiante.

-¡Muy bien entonces, salgamos de la cama y sígueme! – le ordenó mientras se levantaba dirigiéndose el baño.

Maite lo siguió con curiosidad y riendo entró al baño. Se miró al espejo y se arregló el cabello.

Andrés la tomó por la cintura y la comenzó a acariciar mirándola fijamente a través del espejo.

Primero tomó sus pechos y los exprimió hasta hacerla gemir de placer, luego bajo sus manos e introdujo los dedos en su vagina, luego la giró haciendo que sus nalgas se adhirieran firmemente a su pene. Le curvó su cuerpo hacia adelante dejando a sus expensas su redondeado y hermoso trasero donde lo empezó a restregar intensamente hasta que este resbaló y se introdujo directamente hasta lo más profundo de su vagina.

Maite agitada por las embestidas intento burlarse de Andrés diciendo:

-¡Esto es rico, delicioso pero no espectacular, Andrew! ¡Ya he vivido esto antes! ¡Jajajaja, un deja vu! -

-¡Ponte de rodillas, Maite! - le ordenó con autoridad.

Ella le obedeció sonriente pensando que le pediría que tomara su pene con los labios pero estaba totalmente  equivocada.

-¡Ahora te vas a comenzar a masturbar como nunca antes lo has hecho, aquí enfrente de mí! ¡Vamos que esperas, zorra! -

Ella metió dos de los dedos entre sus piernas y con la punta presionaba en círculos el clítoris lo que le causaba un placer indescriptible.

Extendía la cabeza hacia atrás curvando la espalda y al abrir los ojos veía como Andrés también se masturbaba con fuerza. Le impresionaba ver el tamaño y grosor de su pene erecto.

Por un instante sus miradas se cruzaron y cuando ella estaba a punto de caer en el espiral de un orgasmo pudo sentir sobre su piel un tibio manantial que la recorría desde la cabeza hasta los pies como una ducha silenciosa.

Se dejó bañar rindiéndose a esa caliente sensación que no sólo contraía su vagina si no que su cuerpo por completo.

Se encontraba en ese trance cuando miro a Andrés que dé pie sostenía con las dos manos su pene semi erecto de donde salía el manantial dorado que la bañaba en abundancia.

-¡Pero qué haces Andrés! - logro decir antes de resbalar en el piso.

Andrés la miraba con atención y placer rociándola con orina hasta terminar.

Una vez que la lluvia dorada llegó a su fin,  Maite sonreían incrédula ante lo sucedido.

-¡No puede ser,  No puede ser! – Gritaba desaforada -  ¡Lluvia dorada! ¿Eso es lo que hiciste conmigo? ¡Ahora soy tuya, te pertenezco! -  Susurraba gimiendo y agitada mientras apoyándose en el lavamanos intentaba ponerse de pie.

-¡Creo que así se llama lo que acabo de hacer! - le respondió Andrés sonriente mientras se dirigía a la ducha. Se metió bajo el agua caliente sin mirar a Maite. En ese instante ella comenzó a balbucear en un tono que más que seriedad delataba sorpresa.

-¡En que estaba pensando todos estos años! Yo creyendo que lo había vivido todo. Fantasías, tríos, orgías con todos los colores y tamaños para que a mis cuarenta y tantos venga mi amor platónico y me bañe con su maravillosa lluvia dorada. Qué manera de desperdiciar mi vida. ¡Como nunca antes se me había ocurrido vivir algo como esto y disfrutar de mi lado más lujurioso, perverso y salvaje! ¡Eres divino, Andrés! ¡Creo que la mejor ocurrencia que he tenido en toda mi loca vida ha sido meterme a escondidas en tu cama! ¡Soy la mujer más feliz del mundo! -

Andrés la escuchaba atentamente sin decir una palabra disfrutando del agua sobre su cuerpo cuando sintió que Maite entraba decidida a acompañarlo.

Tomó un poco de jabón y deslizó sus manos por su pecho, por sus brazos, por sus caderas y sus nalgas donde se detuvo por un largo tiempo acariciándolo como si lo quisiera dibujar y memorizar su cuerpo para siempre.

-¡Ahora entiendo a Fabiola! Veo la luz al final del túnel, Andrew – susurró con suavidad – ¡Ahora somos dos las mujeres locamente enamoradas de ti! -

Andrés escuchó atento aquella íntima confesión y tomándole ambas manos le dijo con suavidad y cariño:

-¡Maite, mi querida Maite! ¡Sé que es tarde, pero es hora de que te vayas a tu casa, mañana trabajo! –

7

Mientras Andrés se encontraba a 10.695 kilómetros bajo la ducha diciéndole adiós a Maite, yo  estaba en el kilómetro cero en pleno centro de Madrid recostada sobre una cama de hotel dando vueltas y vueltas a mi cabeza sin poder contener la rabia.

La noche anterior Muriel  había organizado una celebración previa a su cumpleaños con su círculo más íntimo de amigas. Esas hermanas del alma que le hacían la vida amigable casi  familiar y a las que ya era hora de revelar la identidad de quien le había logrado dar  todas las ganas de ser última en la vida de alguien: O sea, yo.

Muriel se encontraba algo ansiosa aquella tarde porque se daba mil vueltas en el departamento de un lado a otro intentando combinar su pantalón de cuero negro con una de las tantas camisas que había sacado de su closet.

Del color rojo intenso a un inmaculado blanco pasaban una a una por su cuerpo sin encontrar la combinación  perfecta para la ocasión.

Yo intentaba calmarla acariciando su espalda y besándola suavemente.

-¡Joder mi amor! ¡No sé dónde puto coño dejé esa camisa de flores que me trajo Andrés de regalo! - se quejaba revolviendo los cajones hasta que finalmente la encontró arrugada en un rincón.

-¡Me cago en su puta madre, la tendré que planchar! – exclamó indignada con ella misma.

Por mi parte había elegido un  enterito de suave color violeta de tela muy delgada que Andrés me había traído de su último viaje a China, que si no se trasluciera la sugerente ropa interior que llevaba puesta daba la sensación de que estaba desnuda.

Me tome el cabello de manera casual y busque aquellos zapatos cómodos que le hicieran juego al outfit.

Cuando ya estábamos listas Muriel me besó el cuello y paseó su lengua por mi oreja a la vez que sus dedos pellizcaban mis pezones sobre la ropa. Me miro emocionada y abriendo la puerta principal me invitó a que la siguiera.

Llegamos a un pequeño y coqueto bar que había reservado solo para ella ubicado cerca de su piso. Lo había elegido porque  se podía llegara pie  sin necesidad de tomar el auto. De esta forma podíamos beber  con total tranquilidad.

Después de la muerte de su padre tras su regreso a Madrid, siempre fue tema de conversación entre su círculo más cercano el profundo cambio que había experimentado Muriel  en materia amorosa. De las múltiples e interminables juergas y del “aquí te pillo, aquí te mato” pasó a una vida tranquila, solitaria y solo dedicada a su trabajo en la Universidad.

Erika, había sido su última novia de la cual se tenía conocimiento y de la que se había recuperado totalmente pasando definitivamente al cajón de los recuerdos. La mujer que llenaba actualmente su vida era todo un misterio de la cual evitaba conversar. Sus amigas pensaban que solo era un fantasma o una invención para eludir cualquier invitación o compromiso.

Por eso cuando aparecimos por la puerta del bar la algarabía fue general. Todas comenzaron a aplaudir y a gritar por la cumpleañera y su misteriosa acompañante.

-¡Joder tía, por fin aparecéis! ¡Te llevamos varias copas de ventaja! – reclamaba más de una.

-¡Pero de que van, chicas! ¡Les avise que tendría  una semana muy, pero muy ocupada!- Respondió riendo en voz alta acariciándome suavemente  el culo y mirándome con cierta complicidad  mientras avanzábamos de  la mano,  para luego besarme en los labios sin tapujos frente a sus amigas.

-¡Por fin conocemos tu gran secretillo! - Gritaron al vernos juntas.

Todas se acercaron curiosas para felicitar a Muriel a la vez que me escrutaban detenidamente sin ninguna discreción.

-¡Hay que joderse, que pedazo de mujer te acompaña, tía! - expresó una de ellas tomándome de una mano haciéndome girar en redondo para que todas pudieran apreciar mi culo.

Muriel observaba atentamente la reacción del grupo. Mi presencia fue sin duda la novedad de la noche, hasta que Muriel a viva voz les dijo:

-¡Ella es…Fabiola! la mujer que me ha logrado convertir en monógama y como pueden  apreciar todas ustedes, es real, no un fantasma como las escuché decir en más de una oportunidad – terminó por decir con sincera alegría.

-Hola a todas, es un gusto poderlas conocer - les respondí saludando alegremente con mi mano.

-¿Solo un gusto? Mmm… ¡Ojalá fuera un placer, Fabiola!  - exclamó Rosario,  una de las amigas de Muriel, mientras levantaba su jarra de cerveza para brindar.

-¡No te jode, Rosario! Así no le podéis dar la bienvenida a nuestra nueva amiga – agregó una chica de cabello negro, llena de tatuajes y un piercing en la nariz que se encontraba al otro extremo de la barra. Se acercó a paso firme hasta donde me encontraba con sus ajustados vaqueros y una polera blanca que apenas le cubría los senos y  me besó en la boca sin el menor miramiento.

-¡Esto es para que no me olvidéis, Fabiola! Me llamo Mariana por si alguna vez te sientes sola y queréis que salgamos juntas a tomar una copa – dijo guiñándome un ojo.

Esa escena puso en alerta a Muriel  que con una calma controlada me tomó por la cintura y en voz alta hizo el pedido en la barra.

-¡Una copa de Ribeiro muy frío y otra del mejor cava que tengáis, para mi amor!-

Muriel se había preocupado de cada detalle para agradarme. Las más deliciosas tapas de jamón ibérico Dehesa Maladúa, calamares, champiñones, pulpo, botellas exclusivas de Cava Castell Sant Antoni gran reserva Brut Nature y… ¡churros! …si, churros que aunque no iban bien con el selecto menú que nos ofrecían, sabía que eran mi debilidad.

Estaba sentada enfrente de ella mientras disfrutaba de los deliciosos platillos que había en la mesa conversando con sus amigas y jugueteando  con mi cabello.

-¡Tanto que criticabas a mis amigas de la Congregación de las Mal Portadas y resulta que tú tienes un grupo igualito! -  Le dije acercándome a su oído con una sonrisa burlona.

-¡Joder Fabiola, flipo contigo! – Exclamó entre seria y sonriente - Como puedes comparar a ese grupo de amigas locas y dementes que tienes en Chile con este selecto grupo de inteligentes, guapas y simpáticas chicas, son muy distintas. -

-Muriel, creo que Andrés tiene razón cuando dice que las mujeres son iguales en cualquier parte del mundo -

-¡Basta de tanto análisis, Fabiola! Esto es un momento de celebración ¿Te parece?- Termino por decir algo incomoda por la comparación

Había transcurrido cerca de una hora cuando sonó la campanilla de la puerta que nos indicaba que alguien venía entrando. Se suponía que el grupo ya estaba completo.

Muriel giró sorprendida la cabeza  hacia la entrada y su rostro repentinamente se transformó de manera tan evidente que parecía que hubiese visto al mismísimo fantasma de su padre

Entraban un par de mujeres que por lo visto también estaban invitadas a la fiesta.

Una de ellas era la hermana de Rosario que venía acompañada de una bella chica de ojos azules, alta, rubia, pecosa de generosos y prominentes pechos.

-¡Pensé que ya no veníais! -  Le reprochó su hermana.

-¡No me des ahora el coñazo tía que casi me doy una hostia con el coche, todavía estoy de los nervios! ¡Además me costó un huevo convencer a Erika para que viniera conmigo! – Respondió molesta  la chica tomándose de golpe un chupito de tequila.

La chica rubia traía en sus manos un pequeño paquete y cuando llegó frente a Muriel que estaba paralizada desde que la vio entrar, le tomó un mechón del cabello, lo deslizó detrás de su oreja y le dio un largo y cálido abrazo.

-¡Herzlichen glükwunsch liebes! – Le susurró al oído

No entendí nada de lo que decía pero deduje que era alemán. Todo esto despertó mi curiosidad pero con la cabeza llena de burbujas de cava no le di la importancia que debía en el momento.

Si le hubiese hecho caso a mi intuición la fiesta habría terminado de manera distinta y no  deseando tomar el primer avión de regreso a mi lugar seguro, el hombro derecho de Andrés.

8

Con la llegada de aquellas dos últimas chicas, pareció que la fiesta había llegado a su fin porque Muriel no volvió a ser la misma.

De reírse y bailar sin tapujos, de coquetearme sin disimulo delante de sus amigas, se convirtió en una mujer irritable sin ningún sentido del humor. En resumen, se convirtió en una mujer amargada e insoportable.

En realidad estaba desconcertada por ese repentino cambio de humor e intenté calmar un poco el ambiente que sin causa aparente se había enrarecido. Busqué la forma de sentarme a su lado sin incomodarla demasiado. Pensé por un momento que había estallado fuertemente la famosa crisis de aceptación que les pasa a algunas mujeres cuando llegan a los 40 años. En base a esto último sabía de sobremanera que cualquier presión o paso en falso podría  hacer que me mandara al desierto del Sahara sin agua ni camello.

-¿Muriel, me puedes decir que te sucede? O prefieres que comience a indagar con algunas de “Las bien Portadas” -  le pregunté con cierto grado de ironía.

-¡Joder, Fabiola! Dale con lo de bien o mal portadas. Deja de comportarte como una niña, eres bastante mayorcita para andar con esas estupideces infantiles. ¡Trata de compórtate a la altura de lo que eres! - Respondió muy molesta.

No volví a insistir. La dejé sentada en la mesa rumiando su no sé qué y me puse a compartir con el resto de las chicas que ya estaban entusiasmadas con la idea de irse del bar y continuar la fiesta en otro lugar.

-¿Porque no nos vamos al piso de Muriel y rematamos la faena como siempre lo hacemos? - Exclamó Mariana a viva voz esperando que las demás chicas la siguieran.

-¡Me apunto! - Gritó Rosario desde el otro lado del salón sosteniéndose de una mesa porque  ya estaba bastante mareada.

-¡Esta se apunta hasta a un bombardeo! – gritó María muerta de la risa desde la otra punta.  – ¡Aunque yo también me apunto, vamos! -

El resto de los minutos fue un bullicioso diálogo cruzado tratando de convencer a Muriel de que su piso era el lugar indicado para continuar la fiesta.

-¡Vamos Muriel, arriba ese ánimo! - Exclamaba Mercedes - ¡Solo una vez celebraremos tus cuarenta como se debe! ¡Después lo tendremos que hacer en una residencia! -  terminó su frase con una contagiosa carcajada.

Muriel estaba atenta a cualquier gesto o movimiento de Erika. Era tan evidente y poco disimulada que por un momento le pensé preguntar directamente si le gustaba aquella mujer.

Por su parte la chica rubia a quien tenía en su radar no era a Muriel, si no a mí.

Ante cualquier movimiento que hacía, sentía como me seguían ese par de intensos ojos azules que me penetraban y me desnudaban con la mirada.

Me incomodaba la situación, por eso agradecí cuando se tomó la  decisión de continuar la fiesta  en el piso de Muriel quien de no muy buena gana accedió a la petición de sus amigas.

De un salto subí a la barra del bar para dar el anuncio:

-¡Queridas Bien Portadas, nos vamos a casa a continuar la fiesta! - Anuncié con euforia ya con varias copas de cava en la cabeza.

Muriel me miraba sin poder creer lo que estaba viendo y solo atinó a dirigirse detrás de la barra a conversar con el dueño y pagar el consumo.

Salimos pasada la medianoche  abrazadas y bailando en la calle cualquier canción que se nos viniera a la cabeza. Era todo un espectáculo ver a doce chicas en ese estado de euforia y excitación. Bueno, doce menos una.

Muriel vivía en un maravilloso y amplio ático en Somosaguas, exclusivo sector al oeste de Madrid.

-¡Por favor chicas! – Exclamó seriamente Muriel – nada de escándalos ni gritos. La música a un volumen moderado. ¡No quiero problemas con los vecinos! -

Parece que nadie escucho su petición porque todas entramos como una turba desordenada y bulliciosa. Cada una se acomodó dónde podía y Rosario que ya conocía el piso conectó su celular vía Bluetooth a los altavoces y puso la música a todo volumen.

Mariana tomó la iniciativa y tomándome por la cintura me sacó a bailar. No me resistí porque  con solo escuchar la primera estrofa de “Livin´ La vida loca” mis pies se empezaron a mover solos.

Upside, inside out

She's livin' la vida loca

She'll push and pull you down

Livin' la vida loca…

Mientras bailaba y cantaba con Mariana, Erika se unió a nosotras y me rodeo con sus brazos moviendo sus caderas junto a las mías. Luego se apoyó en mi espalda y fue siguiendo el ritmo con suaves pasos que hacían que el contacto entre nosotras fuera mucho más íntimo.

Podía sentir su aliento en mi cuello y como la punta de la lengua intentaba entrar en mi oreja. Mis pezones instintivamente se endurecieron y no los pude disimular bajo mi delgado y traslúcido vestido.

La tome por el cabello para mirar su rostro y en un impulso me intentó besar. Logré por escaso margen esquivar su boca y al dar vuelta quedé frente a Mariana.

Y ahí estaba entre Mariana y Erika bailando sensualmente. Daba vueltas y vueltas en medio de las dos sin poder parar. Entre las tres nos restregábamos mutuamente, no sé si excitadas, pero sí muy alegres.

Con la mirada buscaba a Muriel entre todas las chicas. Ella estaba en la terraza del ático con una copa de vino en la mano apoyada seriamente en la baranda del balcón. La copa más parecía un arma la cual estaba a punto de ser disparada.

Mari Carmen se dirigió hacia ella para invitarla a bailar, pero se negó tajantemente.

Logré zafarme de Erika y Mariana y al ver a Muriel amurrada y solitaria conecté mi celular a los altavoces y coloqué nuestra canción favorita “Y sin embargo te quiero” interpretada por Olga Román.

Fue allí donde la emoción me traicionó como me solía suceder cuando tenía mi cabeza chispeante. Me saqué los zapatos y me subí a la mesa del comedor donde me puse a cantar a todo pulmón:

Te quiero más que a mis ojos,

Te quiero más que a mi vida,

Más que al aire que respiro

Y más que a la madre mía.

Que se me paren los pulsos

Si te dejo de querer,

Que las campanas me doblen

Si te falto alguna vez.

Y en la última parte de la canción fue tanto mi entusiasmo que solté el lazo del cuello de mi vestido y lo dejé caer suavemente quedando solo en ropa interior.

Eres mi vida y mi muerte,

Te lo juro, compañera

No debía de quererte,

No debía de quererte

Y sin embargo te quiero.

Terminé mi canción apuntando con mis dos manos a Muriel quien sin control se acercaba determinada a terminar mi show.

-¡Y sin embargo te quiero! – le grité tirándole besos.

Pero antes de que llegara a tomar mi mano para bajarme de la mesa, Erika se le adelantó y tomándome en sus brazos me beso efusivamente tanto que su lengua se retorcía en mi boca. Sus manos enloquecidas se metían entre mis piernas buscando alguna evidencia húmeda que la hiciera atrapar a su presa con la seguridad de ser correspondida.

En ese momento Muriel perdió completamente la cabeza y sin mediar palabras tomó a Erika por los hombros y la empujó violentamente hacia un lado.

-¡De que vas Fabiola, ya basta!  ¡Deja de hacer el ridículo de una vez por todas, me estás dejando pésimo delante de mis amigas! - exclamó con furia.- ¡Y ponte la ropa, pareces una puta caliente en celo! –

Hice caso omiso a las barbaridades que vociferaba y le dije con toda calma - Pero si estamos con tus amigas celebrando tu cumpleaños. ¡Deja de ser aguafiestas, ven bailemos juntas! –

-¡Acaso no me oíste, te dije que te vistieras! ¡O estás esperando ansiosamente que se pongan todas en fila para que te empiecen a follar de a una o quizá te gusta en grupo con todas juntas! – gritaba con rabia

-¡A ver Muriel, no me tienes por qué tratar así! - le respondí empezando a enfadarme.

-¡Te trato como me sale de los ovarios! ¡Mira cómo te comportas! Eres una malcriada y yo no soy Andrés para consentir tus estúpidos caprichos -

-¡Que tiene que ver Andrés en esto! - le pregunté porque todavía seguía sin entender nada de lo que estaba sucediendo.

-Él es el culpable de tu deplorable comportamiento, te consiente demasiado y te lo permite todo. Te bebes toda la producción de Cava que hay en España y piensas que te puedes acostar con cualquiera sin que yo pueda intervenir ni decir nada ¿eso es lo que te gustaría cierto, que me quedara callada? – ¡Como él se acuesta libremente con todas, incluso con tus mejores amigas, crees que puedes hacer lo mismo y follarte todo lo que se te ponga por delante! -

-¡Eres una miserable puta ninfómana! – vociferaba roja de rabia

-¿Pero de que estás hablando?- Le grité totalmente desconcertada.

-¡Si, de que estar hablando, Muriel, tu insultar a ella! - -¡Cálmate, contrólate! – Se entrometió Érika intentando defenderme.

-¡Cierra tu puta boca Érika y no te metas en esto! Suficiente tuviste con follarte delante de mis ojos a la hija de la dueña de nuestra casa en Tailandia ¡sin ningún escrúpulo! -

-¡Muriel, tranquila! No ser así como pasaron las cosas - Respondió Érika – Nunca dejar oportunidad de explicar lo que sucedió – ¡Llegaste y te largaste sin más! -

-¿No fue así? Claro que fue así, te seguí una vez y vi cómo te metías en su cama a revolcarte con ella –

-¡Saber Muriel cual ser tu problema, ser una loca celopata, creer siempre dueña verdad! – Exclamó Erika con toda calma – ¡Alegro mucho que te hayas ido y dejar a mí en paz! ¡Arschloch! -

Todas estaban abrumadas con la discusión pero tampoco atinaban a calmarnos.

-¿Erika? ¿Es esa Erika, tu ex novia? - Le pregunté a Muriel para que me confirmara que ella era la mujer por la que se había venido del Sudeste asiático.

-¡Claro que es ella, quien más podría ser! ¡La misma que me puso los cuernos y que ahora se intenta follar a mi mujer y más encima ni siquiera la rechazas, sino todo lo contrario, se te llegan a caer las bragas! ¡Te andas ofreciendo a cualquiera como una puta en celo! –

-¡No sé para qué te traje y te invité a España! – Exclamó todavía fuera de si – ¡Mira como me has dejado delante de todas mis amigas! ¡Como una vulgar cornuda! -

-¡Con que tú me trajiste a España! ¿Quién putas te crees que soy? ¡Una sudaca con plumas que no tiene donde caerse muerta, imbécil! ¡De verdad estás loca Muriel, verdaderamente loca y para más inri, una estúpida esnob! – Exclamé molesta, irritada y sumamente enfadada.

-¡Ok! Te dejo con tu pijo grupito de virginales amigas europeas. Esta putita y ninfómana sudaca, se retira -

-Adiós Muriel, hasta nunca –

9

Sonó la alarma del celular y mi dedo índice instantáneamente presionó el botón para silenciarla.

Era cerca del mediodía. No había pegado un ojo desde que había llegado al hotel y solo deseaba que la compañía aérea me confirmara si podía adelantar mi vuelo de regreso a Chile.

Tirada en la cama con los ojos hinchados de llorar y pegados mirando el techo, no me podía sacar de la cabeza  la escena de Muriel ordenándome bajar de la mesa y gritándome barbaridades de forma descontrolada y destemplada.

Sus palabras una por una se iban clavando en mi piel y dolían como afilados y punzantes puñales.

Puta, ninfómana, consentida, malcriada, caprichosa…

¡Por Dios! Que tan grave pudo ser un simple jugueteo para echar por la borda años de un buen amor, amistad, complicidad, respeto y cariño.

La resaca del cava aumentaba esa tremenda sensación de angustia y decepción que me ahogaba al punto de querer escapar.

Cada cinco minutos revisaba el correo con la intención de partir lo antes posible. Nada me retenía en España.

Estaba en ese trance cuando recordé el motivo por el cual había programado la alarma del teléfono a esa hora.

¡Andrés! ¡Cómo me había podido olvidar! Salte presa del pánico de no alcanzar a llegar al aeropuerto. Sentada a orillas de la cama me intentaba poner el enterito que había usado en la fiesta la noche anterior mientras con la mirada buscaba los zapatos.

Había salido del piso de Muriel solo con lo puesto. Toda mi ropa se encontraba en su departamento. Andrés la tendría que ir a recoger cuando pudiera. No me quería volver a cruzar con esa mujer nunca más en mi puta vida.

El vuelo de Andrés ya había aterrizado y  yo desesperada en el lobby del hotel intentando que me consiguieran un taxi  con urgencia.

Una vez que lo lograron, subí al coche como un zombie y solo di la indicación de que me llevara a Barajas lo más rápido posible a la terminal T4S, llegada de vuelos internacionales.

Apoye mi cabeza en la ventana y en el más profundo silencio comencé a ordenar las ideas y más aún, a revivir todas las delirantes escenas de la noche anterior que como flashes aparecían en mi mente para recordarme una y otra vez que beber más de la cuenta siempre se paga caro.

Al bajar del auto sonó el teléfono y al mirar la pantalla comencé a correr por el interminable  pasillo lo más rápido que daban mis piernas.

Andrés había desembarcado, pasado el control migratorio que por su condición de comunitario era un mero trámite y ya había recogido sus maletas. Nos habíamos quedado de encontrar en la puerta de salida.

Lo reconocí desde lejos. Con  su porte de galán y su infaltable cigarrillo electrónico en la mano al cual le daba una y otra calada para relajar sus nervios. Aunque había pasado más de la mitad de su vida arriba de aviones, todavía sentía pánico tener que subir y volar en uno de ellos. Miraba inquieto en todas las direcciones hasta que nuestras miradas se cruzaron. Nos abrimos paso entre la multitud para darnos ese abrazo que tanto necesitaba.

Hundí mi nariz en su pecho suspirando sin querer moverme de allí. Por más que Andrés acariciaba mi cabello intentando mírame a la cara, yo insistía en quedarme sumergida entre sus brazos para siempre.

-¡Fabiola mi querida Fabiola!  ¡Qué cálida y sentida bienvenida me estás dando! ¿Tanto me extrañaste en estos pocos días? - Exclamó sonriendo y mirando para todos lados, me pregunta:

-¿Y Muriel dónde está? ¿Se quedó estacionando el auto? – Y levantando mi mentón me dice:   ¡Vaya carita que tienes por dios, te quedan de puta madre esas lindas ojeras! ¡Te ves guapísima! – Largándose a reír - ¡Veo que la juerga duró hasta no hace mucho! ¿O me equivoco? -

-¡Te equívocas y mucho! ¡Además, ella no vino! – respondí sin darle mayor trascendencia.

-¡Andrés, me hiciste tanta falta mi amor, tanta que ni siquiera imaginas! - suspiré abrazándolo para no entrar en más detalles.

-¡Como que no vino! – Exclamó extrañado Andrés, para después largarse a reír – ¡Imagino la borrachera que debe tener mí querida amiguita! -

Luego de acomodar las maletas, subimos al taxi y le indiqué al conductor.

-¡Vamos al Hyatt Centric Gran Via! -

Andrés me miro extrañado  sin entender lo que acababa de escuchar.

-¡Vamos a Somosaguas, Pozuelo, por la M40! -  Me corrigió sobre la marcha –

-¡No Andrés, vamos al hotel! – reiteré de forma tajante.

Me miró sorprendido por un instante. Se quedó pensativo por un par de segundos y mirándome de arriba abajo, me dice:

-¡Parece que me perdí de algo importante!  ¿Porque me vienes a buscar al aeropuerto con ese delgado y traslucido vestido de fiesta? ¿Porque tu ropa huele que apesta a alcohol, vamos a un hotel y no al piso de Muriel? –

-¿Qué está sucediendo, Fabiola? – me interrogó.

Sabía que no podría eludir por mucho tiempo más el interrogatorio, así es que le respondí  de acuerdo a las circunstancias.

-Me acojo al derecho a guardar silencio, Andrés – girando mi cabeza hacia la carretera sin soltarle  la mano.

  • Vaya, unos pocos días a solas con Muriel y ya dominas el lenguaje leguleyo – insinuó riendo a modo de broma.

Me conocía de sobremanera así es que decidió dejar de lado el tema porque ante mi férrea actitud, era más fácil derribar un bunker secreto de la CIA que ir en contra del hermético muro de mi boca. De allí no saldría ni una palabra, al menos de momento.

Llegamos al hotel  y entramos en completo silencio. Una vez en la habitación, me dirigí como un zombie directamente al baño, di el agua en la ducha y me quite la ropa frente al espejo. Me vi como si viniera de la más salvaje y demoledora batalla.

Sentía mi pecho apretado, las piernas débiles y  unas tremendas ganas de tirarme sobre la cama y despertar en la habitación de mi casa en Santiago.

Andrés se comportó extrañamente distinto para la cantidad de días que habíamos estado sin vernos. Generalmente buscaba siempre el momento preciso para jugar y hacernos el amor desaforadamente. Sin embargo ahora, guardaba cierta distancia.

Salí del baño envuelta en la toalla con el cabello mojado y divisé a Andrés recostado encima de la cama. Se había quitado solo los zapatos.

Me acerque lentamente a la orilla de la cama y arrojé sobre el la toalla quedando completamente desnuda.

Andrés me miró con ternura y me devolvió la toalla sin mover ningún otro músculo.

La dejé caer nuevamente e intenté subirme sobre sus caderas.

Me detuvo con total tranquilidad, entreabrió las sabanas de la cama y me indicó que  me recostara a su lado.

Andrés sin querer demostrar, era un hombre intuitivo y sensible. Los años que llevábamos juntos me daban ciertas certezas.

Nunca recibía declaraciones formales o reproches con rigor. Era cosa de mirarlo con atención para descifrar todo lo que quería decir. Conocía sobradamente su lenguaje no verbal.

-¡Ven acá Fabiola! – Me dijo con dulzura – Desabotonó su camisa para quedar con el torso desnudo. Tenía la completa seguridad de que me recostaría en su hombro derecho. Mi lugar más valioso y seguro del mundo.

Me recosté a su lado y hundí mi cabeza en su hombro sin querer que nadie me sacara de ahí por un buen rato.

Se tomó todo el tiempo. Podía sentir su respiración profunda que se hacía aún más intensa cuando sus manos se comenzaron a deslizar por mi espalda.

Para distraer mi atención,  sus besos fueron breves y juguetones hasta que al levantar la cabeza, su boca y la mía se encontraron de frente y nada pudo impedir que nos fundiéramos en un cálido y sentido beso.

Abrí la boca como quien intenta tomar el último sorbo de aire y sentí como sus tibios labios se pegaron a los míos. Su lengua se fue abriendo paso para enredarse con la mía y hacerse inseparables. Fui cediendo a sus caricias y abrí las piernas con el secreto deseo de que metiera su cabeza entre mis muslos ardientes.

Entendió el mensaje y se puso de rodillas en la cama para desabotonar su pantalón y bajar la cremallera.

Fui yo quien tomó la iniciativa para ayudarlo a desvestir. En ese momento apareció mi deseo más primitivo de devorarlo hasta dejarlo sin ni una gota.

Andrés ya desnudo adivino mis intenciones y me beso con tanta pasión que me hizo perder la noción del tiempo. Aprovechó el momento para recostarme sobre las almohadas, entreabrió mis piernas para que su boca atrapara mi clítoris entre sus labios para presionarlo hasta el punto de dejarme sin aliento.

Mientras jugaba y se deleitaba en mis entrepiernas, sus dedos se enjuagaban en el manantial que brotaba de mi vagina entrando y saliendo presionando fuertemente mi punto G. Deseaba desesperadamente estallar sin dilación. Andrés se percató que estaba en punto de ebullición.

-¡No quiero que te corras todavía, Fabiola! ¡Vamos, disfruta de las sensaciones del momento! - Susurraba a la vez que aminoraba la intensidad de sus movimientos. Mientras escuchaba su profunda voz, me retorcía gritando de placer en la cama casi sin poder contener la explosión de mi cuerpo.

Sentía cada espacio de la piel erizada por la boca de Andrés. Gemía moviendo mi cabeza de un lado a otro y con las manos estrujando las sábanas porque si me soltaba brincaría sobre él para cabalgarlo y hacerlo estallar junto conmigo.

Pero las intenciones de Andrés iban por otro camino que más tarde agradecí en silencio.

Se levantó y abrió aún más mis piernas. Poco a poco fue subiendo besando mi vientre, luego mis pechos para quedar recostado completamente sobre mi cuerpo.

-¡Sin golpes bajos Andrés, sabes que no me gusta esta posición! – exclamé agitada con la intención de zafarme, pero ya estaba atrapada bajo su piel.

-¡Por una vez deja de reclamar tanto, Fabiola! No siempre lo vamos hacer como tú lo deseas, solo déjate llevar y disfruta– Respondió mientras acomodaba su pene en la entrada de mi vagina.

-¡No me hagas esto por favor! - Suplicaba jadeante en su oído - ¡Sabes lo difícil que es para mí!- tratando de convencerlo de que no siguiera adelante. No me gustaba la postura del misionero, me fragilizaba.

Haciendo caso omiso a mis peticiones,  su pene comenzó a entrar en mi vagina ganando  profundidad hasta que sus movimientos poco a poco se fueron sincronizando con los míos.

Sus caderas, mis caderas danzaban a un solo ritmo. Sentir esa sensación única de tener a Andrés con sus ojos clavados en los míos, traslúcidos y brillantes adivinando todo lo que no nos podíamos decir.

Sentía como  su pecho  agitado estaba pegado al mío haciendo esfuerzos por no estallar. No lo podía dejar de mirar. Estaba descifrando gesto por gesto todo lo que aquellas miradas gritaban al universo.

Hasta que no pude contener más el deseo y exploté. Me aferré arañando fuertemente su espalda dejando como recuerdo unas marcas ganadas en la mejor de todas las batallas.

Cerré los ojos y renuncié a lo inevitable. Simplemente me deshacía bajo la piel de Andrés, mi alma se fragmentaba en un gemido para luego estallar en múltiples contracciones que solo ansiaban tener en mi interior su tibio semen para guardarlo como el mejor de los premios.

El orgasmo fue tan intenso que no sólo me hizo temblar entera, sino también liberar la opresión que sentía en mi pecho.

Ahí radicaba la diferencia que se hacía  evidente entre la palabra sexo y nosotros. Porque después de estar rota en mil pedazos, solo él era capaz de armar sin que le faltara una pieza al rompecabezas para continuar siendo nosotros mismos. Por unos minutos nos quedamos abrazados en silencio mientras yo jugaba a deshacer las argollas que formaba Andrés con el vapor de su cigarrillo electrónico.

Hasta que rompió el silencio.

-¿Ahora me contaras qué pasó entre Muriel y tú? - Preguntó si dejar de mirar el techo para no intimidarme.

-¡Nada especial, Andrés! Solo que esta relación no estaba funcionando y era hora de que cada una tomara su camino.- Respondí mirando hacia la ventana evitando las ganas de llorar.

-¡A ver, parece que no estoy entiendo mucho! – Exclamó  -  Justo anoche se dieron cuenta de que esto no funcionaba. De pronto decidiste regresar sola y con lo puesto a dormir en un hotel. ¡Fabiola, esto no me cuadra, además es ilógico! ¡Me estás mintiendo!- Respondió levantándose para tomar una posición más cómoda en la cama pero sin dejar de darme el lugar en su hombro derecho.

-¡Si eso es lo que piensas no te voy a contradecir, pero fue así y no quiero seguir hablando del asunto porque ya está resuelto! – agregué con el ánimo de no continuar con el tema.

-¡Solo por una simple y mera curiosidad! - Prosiguió Andrés mientras cambiaba la batería de su cigarrillo electrónico - ¡Si todo fue civilizado y tan sencillo como me lo estás contando! ¿Por qué andas sin ropa y sin tus maletas? -

-¡Ehhhh! -titubeé por un instante al responder- ¡Muriel las enviará al hotel! – exclamé lo primero que se me vino a la cabeza.

-¡Me sigues mintiendo Fabiola y no me está gustando! – exclamó seriamente mientras cogía su teléfono móvil.

-¡Esta bien, si no me quieres contar, veamos que me puede decir Muriel! - respondió con calma mientras buscaba su número en la agenda del celular.

No logro imaginar cómo se debe haber visto mi cara de espanto que Andrés volvió a dejar el teléfono en el velador y tomando mis manos me miró fijamente volviendo a preguntar.

-¡Fabiola! ¿Qué sucedió con Muriel? -

Esa simple frase fue el detonante para que se abrieran completamente las compuertas de la represa de mi mente y la dejara fluir. Liberada esa presión que oprimía de forma despiadada mi cabeza, largándome a llorar le comencé a contar.

-¡Tú amiga Muriel! ¡Si, tú amiga, tu querida amiga! - exclamé apuntándolo con el dedo - me gritó, me humilló, me insultó y me ninguneó delante de todas sus amigas. ¿Lo puedes creer?

-Dijo que era malcriada, consentida, caprichosa y para coronar todo eso, me dijo que era una ¡maldita puta ninfómana! - respondí subiendo el tono de voz mientras intentaba contener las lágrimas.

-¡Gritaba como loca, estaba fuera de sí! ¡Fue terrible Andrés, la hubieras visto! Lo único que atiné en ese momento fue salir corriendo de su casa, tomé mi bolso, paré un taxi en la calle y llegué a este hotel solo con lo puesto como puedes haber has visto. ¡Nunca me había sentido tan humillada! - ¡Estoy tan decepcionada, triste, amargada, desilusionada,  no lo sé! – terminé por decir mientras intentaba secar las lágrimas que corrían solas por mis mejillas.

Andrés me escuchaba en silencio mientras meneaba negativamente su cabeza sin creer lo que estaba escuchando.

-¡Nunca imaginé que Muriel fuera capaz de esto y más aún contigo! – exclamó casi susurrando -

-¡Qué pasó en esa puta junta para llegar a todo esto! – exclamó de pronto con rabia.

Andrés acariciaba mi cabello para apaciguar mi tormento - ¿Qué pasó, Fabiola? -

-No lo sé, de verdad que no lo sé. Yo, yo…- sollozaba mientras continuaba mi relato.

-Me subí a la mesa a cantar nuestra canción, aquella que ustedes se ponen a cantar cuando se toman unos traguitos de más, esa de Sabina con Olga Román, creí que sería un lindo regalo. Estaba terminando de cantar y como humorada dejé caer mi vestido como una forma de provocarla porque estaba media amurrada, pero estaba como loca. Me gritó ordenándome que me vistiera y bajara de la mesa, que la estaba dejando en ridículo y que se yo ¡Fue tan, pero tan humillante! ¡Más aun, viniendo de ella! ¡Y ahí fue cuando me empezó a insultar y decir cuanta barbaridad se le vino a la cabeza! –

Erika, su ex novia que también estaba en la fiesta, la trató de controlar y vieras cuantas cosas terribles le gritó a ella. ¡Créeme Andrés, estaba descontrolada, fuera de sí!

-¿Erika, la alemana estaba con ustedes? – preguntó interrogante. – ¡Qué curioso! – Exclamó Andrés – Porque recuerdo que Muriel me contó que ya no la soportaba, por eso se vino y la dejó tirada en Tailandia. ¡La odiaba, según ella! –

-¡Bueno, ella también le dijo sus cositas bastante fuertes a Muriel! – terminé por agregar.

-¡Hummmm, raro, todo esto huele muy raro!- terminó por decir.

-¡Andrés, volviendo a lo nuestro!  Sé cuánto quieres a Muriel y también sé que ella es una parte importante en tu vida, pero para mí ya es asunto cerrado. ¡No quiero volver a saber más de ella! - ¡Se acabó, al menos para mí! –

-¡Además – agregué - también saliste al baile y no con cosas agradables de escuchar, más bien todo lo contrario! –

Andrés se quedó un rato pensativo vapeando una y otra vez se cigarro electrónico hasta que me miro directamente a los ojos y me dijo.

-¡Fabiola, a ti no te toca nadie ni siquiera con un jardín de pétalos de rosas, si se acaba para ti, también se acaba para mí! ¿Somos un equipo, no? –

-¡Mañana por la mañana iré a recoger tus cosas al piso de Muriel! ¡Aprovecharé en decirle unas cuantas verdades! ¡Esto no va a quedar así, te lo prometo! – Exclamó irritado.

-¡Vámonos mañana mismo Andrés, tomemos el primer vuelo a Chile, ya no tenemos nada que hacer aquí! – le dije en tono suplicante.

-¡Esta bien, busca pasajes aunque sea con mil escalas y salgamos de aquí mañana por la tarde! Ahora te iré a comprar algo de ropa para que te puedas cambiar y podamos salir a comer. El jet lag me está matando.-

10

Andrés caminaba por la Gran Vía hacia la plaza de Callao buscando alguna tienda de ropa cuando de pronto sonó su celular.

-¡Hola Andrés! ¿Está Fabiola contigo? – era Muriel

-¡Esta sí que es una sorpresa! ¡Hay que tener mucha cara para llamar después de lo que le hiciste! ¡No Muriel, no está ahora conmigo, ando comprando ropa! ¡Femenina, como podrás suponer! ¡Fabiola ya me contó todo! ¡Qué quieres! – exclamó secamente.

-¿Podemos hablar personalmente a solas los dos? – requirió Muriel de forma suave y suplicante.

-¡Mañana tipo 10 pasaré por tu piso a recoger las cosas de Fabiola! ¡Ahí podremos hablar unos minutos porque regresamos por la tarde a Chile! ¡No sé qué podrías querer hablar conmigo! Lo que le hiciste a Fabiola no tiene perdón y menos una explicación – Se quedó unos segundos en silencio y continuó.

  • Por educación y por lo que fue nuestra amistad te voy a escuchar aunque no creo que te sirva de mucho. Lo que le haces a Fabiola, me lo haces a mí. ¡Tú mejor que nadie sabe que yo no perdono ni olvido! ¡Recuerda que ya me la jugaste una vez! ¡Dos veces, no! –

-¡De acuerdo Andrés, te espero mañana a las 10! – exclamó Muriel y colgó.

11

Abrí los ojos esperando encontrar la espalda de Andrés como primera visión de la mañana y mi sorpresa fue ver su lado de la cama vacío.

No podía creer que siendo las ocho de la mañana de un sábado en Madrid, Andrés ya se encontraba leyendo las noticias en su portátil y  bebiendo su primer café del día.

-¿Andrés, que haces levantado tan temprano, sucede algo? - pregunté cubriéndome con la sabana mientras me sentaba en la cama.

-¡Buenos días guapa!   Anoche dormiste como un tronco y parece  que te hizo bien porque estás con mejor cara – exclamó levantando la vista del portátil y dejando su taza sobre la mesa.

-¿Pero qué haces bañado y vestido a esta hora? – reiteré mi pregunta levantándome envuelta en la sabana para sentarme a su lado con las piernas sobre sus rodillas.

-¡Tengo que solucionar un pequeño problema que tengo pendiente en Madrid, nada de qué preocuparse, así que deberías volver a la cama y dormir otro poco porque aún te quedan huellas de la tremenda resaca que te tuviste! -

-¡Deben ser muy importante lo que vas hacer porque madrugar no es lo tuyo y menos un sábado! - volví a insistir  esperando una respuesta satisfactoria.

-¡A quien madruga, Dios lo ayuda! – Dijo largándose a reír – No te preocupes, llegaré antes de la hora de comer, así que metete en la cama y duerme otro rato más -

Sacó mis piernas de sus rodillas, se inclinó para darme un beso y salió sin más explicaciones.

12

Muriel desde muy temprano estaba levantada porque hacía dos noches que no lograba conciliar el sueño.

Que hubiese dado porque el tremendo escándalo que había propiciado se hubiera resuelto de otra manera. Fueron muchas las bajas que hubo. Bajas importantes y trascendentes. Ya era demasiado tarde para lamentarse y sobre todo para cambiar los planes de esa noche.

Iba a celebraba su fiesta oficial de cumpleaños, como ella la llamaba. En unas pocas horas más empezarían a llegar los invitados al Hotel Mandarín Oriental Ritz y bajo ninguna circunstancia la podía cancelar como fue su primera intención luego del lamentable incidente, donde además Fabiola había abandonado abruptamente el piso.

Era un evento donde estaba invitado todo su círculo exclusivo de influyentes amistades del mudo de las leyes, de las letras y de la política madrileña.

Asistirían algunos amigos entrañables de la universidad, honorables profesores, colegas de su buffet, jueces, algunos miembros de la cámara de los diputados como también las amistades que se habían convertido en su única familia.

En esa última categoría entrabamos exclusivamente Andrés y yo, su familia. Por eso se hacía incomprensible la actitud de Muriel la noche aquella. Habíamos viajado a España nada más que para acompañarla en este importante acontecimiento.

13

A las 10 en punto Andrés estaba tocando la puerta del piso de Muriel. Iba por mis maletas pero también con el pretexto de conocer la otra versión de lo sucedido. Andrés decía que un hecho en concreto siempre tiene tres interpretaciones: La tuya, la mía y lo que realmente sucedió. Y las dos primeras eran subjetivas. Desde esa perspectiva se podían sacar conclusiones.

Abrió ansiosa la puerta con la ilusión secreta de que Andrés no hubiese venido solo, pero me conocía lo suficiente para saber que ese íntimo deseo era prácticamente imposible.

Por eso al encontrarse frente a la figura de su mejor y único amigo sus ojos de inmediato se humedecieron y reprimió con todas sus fuerzas las ganas de abrazarlo, hundirse en su pecho y  largarse a llorar.

Pero la indiferente actitud de Andrés la contuvo y solo atinó a hacerlo pasar. Estaba vestida con una bata de seda anudada a la cintura y llevaba unas pantuflas de color rosa con orejas que a modo de broma le había regalado en  su anterior cumpleaños

“Rompa  el sello en caso de fragilidad femenina “decía la tarjeta que llevaba adjunto el singular presente.

-¿Quieres un café? – preguntó Muriel mientras Andrés pasaba a la sala. Intentó no hacer directamente ninguna pregunta porque conocía su carácter cuando estaba molesto.

-¡Un café amargo me tendrías que ofrecer porque nada pueda endulzar la estupidez que cometiste! – Expresó con una mueca en sus labios

-¡Por favor Andrés, no seas irónico! – le respondió llevando la taza de café, sentándose a su lado en el sofá.

-¡Recuerda que me dijiste que escucharías mi versión de los hechos, así que déjame hablar sin interrupciones! ¡Apelo al derecho de tener a una legítima defensa! –respondió Muriel con una breve y triste sonrisa, mirándolo a los ojos.

-¡Muy bien! – Exclamó Andrés - ¡Escuchemos lo que nos tiene que decir en su defensa señorita abogada! -

  • Me equivoque Andrés, me equivoqué de manera brutal, la jodí por completo. No tengo ninguna excusa ni razón para explicar mi reacción – comenzó a decir Muriel evitando que la voz se le quebrara por la angustia. - Perdí el control y sin ningún motivo ofendí a Fabiola delante de todas. ¡Ni yo misma me lo puedo explicar y menos perdonar! -¿Ofender Muriel? ¡Más bien la humillaste, trapeaste con ella! – Exclamó molesto.

-¿Eso es todo lo que tienes que decir? ¡Tú defensa es bastante pobre! - Preguntó Andrés con asombro y desilusión

-¡En este mismo instante estoy dudando de tus habilidades como abogada litigante, porque hasta ahora no veo ningún argumento válido para no arrojarte de una patada en el culo al Manzanares! -

-¡Que más  quieres que te diga, Andrés! ¡Fabiola debió haberte contado los detalles! – Exclamó con los ojos llorosos.

-¡Fabiola me contó lo que le sucedió a ella, pero quiero saber que te pasó a ti, Muriel! Según lo que me contó, me muestra a una mujer que no reconozco. Celosa, descontrolada y grosera.

-¿Cómo está ella? - Preguntó bajando la cabeza tomándole  las manos para no tener que mirarlo a los ojos.

-¡Qué pasó contigo Muriel, eso quiero saber! -  Exclamó al límite de la paciencia.

– ¿Estabas drogada, borracha, que…? ¡Dame algo para poderte entender, mujer por dios! – Decía mientras con las dos manos se agarraba la cabeza.

-¡No lo sé, de verdad no lo sé! ¡Que más quieres que te diga…la vi arriba de la mesa casi desnuda exhibiéndose sin el menor recato delante de mis amigas! ¡Joder, si parecía una…! -

-¡Una!… ¿una miserable puta ninfómana? - Exclamó Andrés terminando frase.

-¡Nunca quise decir eso, solo que me enfureció verla así! ¡Provocativa y calentando al resto! – exclamó compungida.

-¡Que memoria más selectiva tienes Muriel, porque si mal no recuerdo  en más de una ocasión también bailaste sobre las mesa delante de desconocidos no solo en un bar sino que en varios y no quedabas precisamente en ropa interior, sino con las tetas al aire! ¿Recuerdas querida lo que te gustaba provocar? -

-¡No me des golpes bajos, Andrés! ¡Todo eso pasó hace mucho tiempo! – Respondió molesta.

-¡Tienes un tejado de vidrio que con solo mirarlo, se quiebra! ¡Y ahora vas por la vida de puritana y estrecha! ¡Eso no me lo creo ni harto de vino, Muriel! ¡No sé porque razón, creo que me estás mintiendo y no me quieres contar el verdadero motivo! – Exclamó Andrés levantándose del sofá.

-¿Dónde están las maletas que trajo Fabiola? – preguntó mirando hacia todos lados.

-¡Pero qué haces! ¿Ya te vas? ¡Así, sin más! Exclamó Muriel desesperada.

-¡No tengo nada más que hacer aquí, Muriel! Me dijiste todo lo que tenías que decir y ya está ¡No hay más! – Respondió Andrés con una calma encomiable.

-Te escuché tal como te lo prometí y como veo que no tienes la menor intención de explicar realmente el motivo de tu destemplada reacción de la otra noche, para que me voy a quedar más tiempo escuchando tonterías y lamentos sin sentido. Además hemos decidido regresar esta noche a Chile para no volver a hablar más del tema. Y para que lo sepas de antemano. ¡Fabiola no te quiere ver más en su vida! -

-¡Pero que más explicación quieres, Andrés! Fui la peor de todas y me arrepiento con toda el alma. ¡Fui un monstruo con la mujer que más he amado y amo en la vida! - Respondió sollozando con la voz entrecortada.

Andrés era un hombre bastante serio, pragmático, objetivo y a veces hasta insensible en muchos ámbitos de la vida por lo que el llanto de una mujer no le iba a hacer cambiar de actitud. Usaba un chaleco anti lágrimas, eso era seguro.

Andrés estaba a punto de abrir la puerta cuando Muriel gritó.

-¡Espera! ¡Te lo voy a decir! -

-¡Ella me engaño, la hija de puta me engañó, Andrés! ¡Me engaño con la hija de la dueña de casa!  Una nenita que con suerte pasaba la mayoría de edad de ojos rasgados que le sonreía y le coqueteaba cada vez que nos veía. Además andaba siempre dando pequeños pasitos detrás nuestro como si anduviera siempre a escondidas.  Erika me mentía cada vez que le preguntaba del porqué de tantas miraditas. - ¡Es tan graciosa! - decía.

-¡Era tan graciosa que sin ningún escrúpulo se metió en su cama! ¡Y eso no me lo contó nadie, Andrés!  Lo vi con mis propios ojos. ¡Una noche se levantó silenciosamente creyendo que estaba dormida y la seguí! ¿Y dónde crees que iba? ¡Iba a su habitación a revolcarse con ella! ¡Quizá cuantas veces lo hizo sin que yo me enterara! - Terminó su relato llorando a mares.

-¡Pero que me estas contando, Muriel!  Que tiene que ver tu dramática y triste historia con Erika con las terribles barbaridades que le hiciste a Fabiola – preguntó  Andrés todavía sin entender.

-¡Todo Andrés, todo!- Respondió secándose las lágrimas dejándose caer  en el sofá  derrotada.

-Tú sabes que Erika fue la mujer que había elegido para escapar de esta puta rutina acartonada y aburrida que tenía en Madrid. Era como un soplo de aire fresco que necesitaba para dar un sentido a mi vida. ¡Un toque de locura…! ¡Bueno, tú ya sabes! -

-Quería vivir y disfrutar. Durante toda mi vida me he sacado la mierda para llegar a ser lo soy. Nunca me ha faltado dinero, tengo de sobra para esta vida y las siguientes. Pero aunque no lo creas, detrás de esa máscara que tu conociste de juerguista, buena para las fiestas y de múltiples amoríos, había una mujer triste, solitaria y aburrida. Y Erika me dio esa inyección de adrenalina que tanto necesitaba. Con ella me sentía viva, con ganas de hacer cosas, ¡Era la puta locura! -

-¡De eso no me cabe la menor duda! ¿Pero…? - volvió a insistir Andrés.

-¡Pero cuando supe que me ponía los cuernos, me volví loca, verdaderamente loca,  tome mis cosas  y me subí al primer avión que me trajera de regreso a Madrid! Sin palabras, sin mensajes, sin explicaciones, nada ¡La borre completamente de mi vida! ¡Hasta que apareció la otra noche! ¡En ese momento no pude contener la rabia acumulada durante años y me descontrolé! –

  • Cuando la vi entrar y se acercó para saludarme como si nada, la sangre me empezó a hervir y no dije nada en el momento para no joder la celebración, pero cuando le comenzó a coquetear a Fabiola ¡A mi mujer!  ¿Lo vas entendiendo, Andrés?

¡A mi mujer, esa mujer que me dio el toque de locura que tanto necesitaba sin pedir nada a cambio! A la que le ofrecí el mundo entero si lo quería y me dijo que no, a la que le ofrecí también, darle todo aquello que tú no le das o te niegas a darle, aun así te siguió prefiriendo ¡Hay que joderse, no crees! -

Cuando terminó de decir esa última frase  parecía que la roca que le oprimía el pecho desaparecía y suspiró con resignación.

-¡Muriel, que gran error cometiste! - dijo Andrés con cierto tono compasivo.

  • ¡Descargaste toda la mierda que tenías acumulada en la persona equivocada! – Con la persona más frágil y débil en ese momento, porque sabías que Fabiola no te iba a contestar ni se iba a enfrascar en una discusión sin sentido contigo. Que por lo demás una discusión que hasta ahora, todavía no logra comprender. Obvio, le levantabas una ceja o le decías algo a Erika y te mandaba a la puta mierda, ahí mismo. ¡Abusaste y humillaste con la más débil! – Exclamó Andrés con desprecio.

-¡Tuve un miedo incontrolable de perder a Fabiola! ¡La vi ahí libre y despreocupada, jugando con otras mujeres, siendo admirada y deseada por todas ellas sin tapujos ni prejuicios! – exclamaba a corazón abierto.

-¡Pero lo que más me emputeció esa noche, fue pensar o pasarme el rollo de que ella en cualquier momento me podría cambiar por otra! ¡Tú no la viste bailando arriba de la mesa mientras todas la miraban embelesadas, se les llegaba a caer la baba! –

¡Tú sabes muy bien lo promiscuo e inestable que puede llegar a ser a veces este pequeño mundillo! -

Andrés ponía toda su atención a los argumentos de Muriel y poco a poco la fue compadeciendo y quizá hasta entendiéndola.

-¡Por dios Muriel, ella te ama! Como puedes siquiera imaginar que podría hacer algo que te dañara. ¡Nunca haría nada que tu pudiera herir y menos ofender! ¡Te ha dado muestras suficientes de lo mucho que te respeta y quiere! ¡Cómo puedes ser tan insegura del amor que siente por ti! – Exclamaba Andrés meneando la cabeza.

-No era tan difícil decirle: ¡Mira Fabiola, esa rubia desteñida que recién llegó, es la  puta por la que casi pierdo la cabeza en el Sudeste asiático! La misma que me puso los cuernos descaradamente y por la que casi tiro por la borda años de estudios, trabajo, las leyes para llevarla y complacerla en recorrer el mundo. ¡Indudable que pagando yo todos sus gastos! -

-¡En esa época estaba loca perdida, era una verdadera gilipollas! Y viéndolo así como lo dices, obvio que no era tan difícil, pero tendrías que haber estado en mi pellejo esa noche–  Respondió Muriel esbozando una triste sonrisa.

-Te puedo asegurar que Fabiola con lo chiquita y frágil que se ve, tiene un carácter endemoniado. Se hubiese  parado enfrente de ella, le habría agarrado la cabeza y le habría pateado sin compasión el culo. Después como si nada, se habría arreglado el cabello y le habría dicho: Eso es de mi parte y de Muriel porque la heriste y eso no se le hace a ella ¡Toma puta de mierda y fin de la historia! ¡Así de simple! - exclamó Andrés.

-¡Que estúpida he sido! - Susurró Muriel - ¡Esto no me lo va a perdonar, cierto!

-¡Está dolida y herida! Se ve complicado el asunto… ¡pero ha llorado todo el día!- confidenció Andrés

-¡Yo también! – argumentó Muriel

-¡Joder, amiga, como se ve lo poco que la conoces! Fabiola solo sufre cuando ama, de otra forma te habría dejado pasar como una desilusión más en su vida -

-¡Entonces ayúdame para que le pueda explicar! ¡Solo necesito que me escuche un momento! Si después de eso no me perdona, la entenderé. ¡Ya la cagué y no hay  vuelta atrás! ¡Estoy dispuesta a todo! -

-¡Ni se te ocurra pedirme que la traiga para que le pidas perdón de rodillas! ¡Me cagaría de la risa en esa situación! – exclamó Andrés sonriendo.

-¡Eso no será necesario, pero vayan esta noche a la recepción tal cual estaba programado, así podría hablar con ella! – exclamó Muriel esperanzada.

-¡Vamos Andrés! – Exclamó -  ¡Hazlo por mí, por nosotros, por nuestra familia! -

-Lo voy a intentar Muriel, pero no por ti, ni por mí. ¡Lo haré por ella! Porque sé que está sufriendo y se merece una explicación. Lo que ella determine posteriormente para bien o para mal, será su decisión y no la voy a contradecir, más bien la voy a apoyar – terminó por decir.

-¡Pero si hay una condición que es mía y solo mía! – Prosiguió Andrés – Si quieres que haga todos mis esfuerzos para que esta noche venga Fabiola y en el caso hipotético de que ustedes dos se logren reconciliar, Tú, Muriel Alzola vas a reunir en este piso mañana por la noche a todas tus amigas a excepción de Erika, y delante de todas le vas a pedir públicamente perdón a Fabiola. ¡Sin eso no hay trato! –

-¡Lo tomas o lo dejas! – terminó Andrés por decir.

-¡Lo tomo Andrés, haré lo que tú digas! – exclamó Muriel bajando la cabeza.

Una vez terminada la conversación, Andrés recogió mis maletas, tomó un taxi y se vino meditando todo el camino lo que había sucedido entre nosotras. Dilucidaba cual era la mejor estrategia para convencerme de asistir en la noche a la fiesta de Muriel.

14

Cuando entró a la habitación me encontraba frente al espejo tratando de meterme en los pantalones que Andrés había comprado, por eso no vi que en sus manos traía mis maletas.

-¿Y tú? ¡Por fin te dignaste a aparecer! - Exclamé sin dejar de intentar subir la cremallera que se estaba por romper.

  • ¡Que asunto tan importante tuviste que hacer para tenerme hasta esta hora con una terrible sonajera de tripas! ¡Me muero de hambre! -  Reclamando por la hora.

  • ¡Que humor de perros, por dios!  ¡Esa es la manera de recibirme, Fabiolita! - Respondió acercándose lentamente metiendo su lengua en mi oreja.

Quitando su boca de mi oreja le digo:

-¿Y de qué forma le gustaría ser recibido al señor? -  ¡Si desapareces toda la mañana y más encima, compras la talla M más pequeña de toda Europa! ¡Y no te rías así porque estás insinuando con la mirada, que estoy gorda! -

-¡Que odiosita amaneciste! ¡Estás rica y deliciosa, tal como a mí me gusta! ¡Hummmm, tengo la solución a ese problema! ¡Quítate lo que queda de los pantalones! – Respondió sonriendo de forma sugerente acariciando mis pechos mientras hundía su nariz en mi cabello.

-¡Para tirarlos por la ventana! - Exclamé  deslizando hacia abajo la prenda de ropa por mis caderas.

-¡Deja que te ayude! - dijo Andrés metiendo sus manos  entre mis piernas notando lo excitada que estaba. Ese hombre con solo mirarlo un segundo, me excitaba de sobremanera.

Metió los dedos de una mano en mí vagina  resbalosa y con la otra desabotonada su pantalón para dejar al descubierto su magnífico pene que  poco a poco frotaba entre medio de mis nalgas.

Podía sentir como la fuerza de su excitación se abría paso mientras sus manos exprimían mis pechos hasta hacerme gemir.

Con la respiración agitada, las palmas de las manos apoyadas contra el espejo dieron paso a un intenso gemido al sentir como el pene de Andrés empezaba a penetrar mi vagina que inundada de fluidos intentaba aprisionarlo entre sus paredes, para no soltarlo.

Sabiendo que me podía correr en cualquier momento, apoye firmemente mis manos sobre la pared curvando mi espalda de tal forma que le ofrecí mi culo en su máxima expresión.

Ese sutil movimiento era la señal de que podía comenzar a embestirme hasta el fondo de mi ser. Su pene erecto y duro entraba y salía de mi vagina con tal fuerza que hacía que de vez en cuando se me doblaran las rodillas presa de la excitación.

De pronto se detuvo, mordió mi espalda ante la inminente sensación de que ya no resistiría más. Y así fue, los continuos espasmos de su pene dentro de mi vagina hicieron que esta se contrajera de tal forma que me dejó sin respiración por unos segundos. Sentí como su tibio semen era expulsado en mi interior llenado todos los espacios y mis ganas. Fue de tal magnitud la explosión que su caliente y deliciosa leche inundó por completo mi vagina y el resto se empezó a escurrir lentamente por entre mis piernas.

Una vez que ambos recobramos los sentidos y las piernas comenzaron a responder, me recosté sobre la cama, le dije:

-¡Estuvo delicioso, realmente lo necesitaba! ¿Pero podemos pedir algo para comer? ¡Entre el magnífico polvo y el hambre que tengo, siento que voy a desfallecer! – exclamé risueña.

Andrés pidió que trajeran la comida a la habitación y luego recostado me ofreció su hombro derecho para descansar.

-No hay pasajes ni con escalas a Santiago. ¡Todos los vuelos están llenos hasta la próxima semana, incluso hay overbooking! ¡Si queremos viajar esta noche tendríamos que ir a China, luego a Moscú siguiendo hacia Alaska para hacer transbordo en Atlanta, Panamá, Lima y finalmente Santiago! ¡Casi cinco días viajando!

  • ¡Mejor nos quedamos acostados haciendo el amor como salvajes hasta que encontremos un vuelo directo a Santiago! ¿Qué te parece la idea? – exclamé de mejor humor.

-¡Fantástica idea, mejor imposible! – Exclamó y se inclinó un poco para tomar del velador su cigarrillo electrónico. Estaba haciendo tiempo con su cerebro trabajando a mil.

-¡Fabiola, escúchame! – exclamó de forma súbita.

  • ¡Esta noche iremos a la recepción de Muriel, quiero que hablen, conversen y arreglen este asunto! – dijo Andrés de forma perentoria.

-¡Jajajaja, Que gracioso eres, iremos es mucha gente, Andrés! – Si quieres ir, vas tu solo, lo que es yo no tengo ninguna intención de levantarme y ver a esa bruja psicótica ¡Me quedaré acostada hasta que tomemos el vuelo a Santiago! – exclamé y le di la espalda en la cama.

-Fabiola, nunca te pido nada. ¿Por qué no haces un esfuerzo y me complaces esta vez? – dijo Andrés con voz seria.

-¡Vale, muy bien! Cuando los dinosaurios vuelvan a poblar la tierra, quizá, solo quizá lo piense y te complazca. ¿Satisfecho? – ¡No quiero hablar más del tema, punto y se acabó! – Exclamé molesta sin mirarlo.

-¡Vas a tirar a la basura todo este tiempo de amistad, cariño e incluso amor sin intentar averiguar porque se le cruzaron los cables la otra noche! – Preguntó mirando al techo mientras vapeaba una y otra vez su cigarro electrónico.

-¡Jajajaja, Porque tú ya sabes el motivo, cierto! ¡Fuiste a ver a Muriel y te contó su versión esta mañana! ¿Me equivoco? – exclamé en forma irónica.

-¡No te equivocas Fabiola, Efectivamente estuve con Muriel y me lo contó todo! – Respondió sin siquiera titubear.

-¡Que increíble eres! No te bastó con que te contara la forma de cómo me trató y me humilló. ¡Le diste el beneficio de la duda! ¡Tengo la sensación de que ella te importa más de lo que parece e incluso, más que yo! ¡Nunca me terminas de sorprender, Andrés! – Respondí molesta levantándome de la cama.

-¡Por favor Fabiola, no empieces con esas odiosas comparaciones! ¡Sabes muy bien que me importa tanto como a ti! -  exclamó mientras seguía vapeando tirado en la cama.

-¡Qué equivocado estás, ella dejó de existir hace dos noches, murió Andrés, murió! ¡Asunto cerrado! – exclamé en forma tajante.

  • Una de las cosas que siempre he admirado de ti Fabiola es esa capacidad de ver y estudiar todos los ángulos de un problema, quizá por tu formación profesional analizas todas las posibilidades buscando la mejor solución. ¿Cierto? – Exclamó Andrés

-¡No entiendo ni un carajo lo que estás hablando! Además no tengo idea para donde va tu conversación y tampoco me interesa mucho – Respondí cansada de hablar sobre el mismo tema.

-¡Usa ese maravilloso don que tienes para analizar que tal vez Muriel no estaba enojada contigo, sino con Erika! ¡Estabas en el lugar equivocado en el momento equivocado! ¡Y simplemente pagaste los platos rotos! – Me dijo mientras se levantaba y me intentaba abrazar.

-¿Erika, su ex? – Le pregunté evitando su abrazo

-¡Bingo!  Su furia era con Erika al ver cómo coqueteaba descaradamente contigo y cuando sorpresivamente te besó, fue la gota que rebasó el vaso. ¡En ese momento perdió la cabeza y se fue a negro! ¡Celos Fabiola, simplemente celos de perderte! ¡Bastante tiene con tener que compartir tu amor conmigo, para que la mujer que más odia en el mundo, se acerque y te trate de conquistar! – Expresó Andrés mientras sacaba una botella de agua del frigobar.

-¡Pero, porque no me lo dijo! - Respondí acongojada.

-¡Mejor! ¿Porque no se lo preguntas tu misma esta noche? – Exclamó sonriente mientras bebía agua de la botella.

Había bajado la guardia porque Andrés tenía algo de razón. La verdad, sentía temor de volver a tener a Muriel delante de mis ojos, No sabía cómo iba a reaccionar. Pero aún me quedaba una excusa para no asistir a la fiesta.

-¡Está bien, reconozco que puedas estar en lo cierto, pero aun así, no puedo ir! – dije sonriente y triunfante.

-¡Y ahora que, Fabiola! - Dijo Andrés frunciendo el ceño.

-¡No tengo nada que ponerme! – Y de un salto me metí en la cama tapándome hasta la cabeza.

  • ¡Eso se soluciona fácilmente! – Dijo Andrés dirigiéndose hacia la puerta para tomar mis maletas – ¿Te sirve todo esto? ¡Creo que aquí podrás encontrar todo lo necesario para esta noche! -  terminó por decir Andrés, sonriendo burlonamente.

15

-¡Eso sí que no! ¡El que no va a la fiesta soy yo si pretendes que use esa ridiculez! – Exclamaba Andrés molesto.

Vestía un perfecto traje Rubinacci hecho a la medida de color gris oscuro que según yo combinaba perfectamente con el corbatín de seda burdeos que traía de sorpresa en mi maleta.

-¡Que prehistórico eres! Tenía toda la ilusión de que por fin usaras un traje con todos los elegantes accesorios de moda, pero veo que es imposible contigo. ¡Eres un caso perdido! – Exclamé desilusionada.

-¡Ni corbata, corbatín, humita, pajarita o como se llame, ya lo sabes! - Respondió haciendo la mímica de un ahorcado. -¡Jamás! -

Para la ocasión elegí un vestido largo de gasa bordada color blanco con una abertura en la falda que dejaba entrever mi pierna izquierda al caminar.

Un escote en V pronunciado que cubría perfectamente mis pechos sin la posibilidad de que se escapara alguno por un mal movimiento.

Bajamos por el ascensor tomados de la mano. Andrés tomó mi cabello y acercándose me beso infinitamente. Su lengua se enredaba con la mía y sus manos se entrometían en la abertura del vestido encontrándose con la grata sorpresa que al igual que en ocasiones anteriores no lleva ropa interior. Por mi parte acariciaba sus entrepiernas disfrutando de su potente erección.

-¡Si tú no llevas corbata! – Le susurre mordiéndole el labio inferior.- ¡Yo no llevo bragas! -

Pero rápidamente llegamos al hall del hotel donde nos esperaba el conductor del coche que nos llevaría al Hotel Mandarín Oriental Ritz, lugar donde se celebraría la llegada de sus cuarenta años.

Nada más al llegar, pude observar que Muriel no había escatimado en gastos para esta ocasión. Era  uno de los hoteles más lujosos y caros de Madrid donde estaba todo previsto para  que el evento fuera inolvidable.

El salón que había reservado estaba exquisitamente decorado y un  ejército  de camareros impecablemente vestidos estaban a cargo de recibir a los invitados.

Cruzamos el umbral del salón y como por arte de magia uno de los camareros se dirigió directamente a nosotros trayendo en la bandeja: una botella de cerveza artesanal catalana, la preferida de Andrés y un tazón de chocolate caliente y churros.

-¡Señor Andrés, Señora Fabiola! Buenas noches y bienvenidos, Me llamo Paco y estaré a vuestro servicio, lo que necesitéis solo tenéis que pediros.- dijo el  atractivo chico con un irresistible acento andaluz.

Andrés sonrió complacido y tomó la fría botella de cerveza mientras con la mirada buscaba entre la gente a Muriel para saludarla.

Ni quise aceptar el delicioso ofrecimiento. Mire fijamente al camarero y le dije:

-¡Por favor, me traes una copa de agua con mucho hielo! -

-¿Solo agua? - Pregunto extrañado el chico – Le puedo ofrecer una copa de Cava o algún cóctel especial -

-¡Si, solo agua por favor! – insistí sin mirar a Andrés quien sonreía moviendo la cabeza.

-¡Oye, no me mires así y tampoco te rías! -  Prefiero estar sobria esta noche porque de otra forma, igual le saco los ojos cuando la vea.

Cuando el chico regresó con la copa con agua y  tomaba el primer sorbo apareció de improviso  Muriel  frente a nosotros.

Lucia como una diva vestida con un ceñido vestido de satín azul largo que resaltaba su inigualable figura que con altos tacones la hacían ver aún más estilizada de lo que era.

Su cabellera rojiza estaba  contenida  en un moño casual que dejaba alguno que otro mechón libre dándole un look más natural.

El brillo de sus ojos  reflejaba la felicidad que la inundaba al vernos. Saludó a Andrés con un eterno y efusivo abrazo mientras le susurraba algo al oído que no logre escuchar.

Cuando llegó mi turno alcanzo a rozar mi mejilla sintiendo que mi frío saludo  era lo más parecido a besar un iceberg.

-¡No saben lo feliz que estoy de que hayan venido, sin ustedes todo esto no tendría ningún sentido! ¡Gracias!– nos dijo Muriel tomándonos las manos.

No hice ningún  gesto para evitar el contacto con sus manos. Íntimamente agradecía sentir nuevamente su tibia piel rozando la mía.

-¡Para eso está la familia, para acompañarte en momentos como este! – Respondió Andrés mirándome con ternura  para ver si yo liberaba de una vez por todas, la tensión acumulada.

Pero estaba equivocado, porque si bien había aceptado asistir no iba a dar mi brazo a torcer  tan fácilmente, al menos que estuviera completamente segura  de que no me iba a arrepentir más adelante.

-¡Felicidades Muriel!– fueron las únicas palabras que salieron de mi boca.

Ella comprendió  de inmediato que iba a tener que esperar y ser paciente porque la tarea del perdón no se ganaba de inmediato. Quizá le llevaría toda esta vida y las siguientes poder conseguirlo.

Pero ella estaba dispuesta aceptar el desafío porque estaba convencida de que valía la pena dar esta dura batalla.

Mientras tanto, Andrés nos observaba a ambas sin intervenir ni para un lado ni para el otro. Ya había cumplido con su parte, el resto era asunto de nosotras.

16

Durante la velada, Andrés se dedicó curiosamente a hacer vida social con la élite académica y política madrileña y yo parecía perrito faldero detrás sonriendo a medias a todo el mundo. Me aburría soberanamente escuchar sobre los tratados de libre comercio entre la UE y Chile y los beneficios que aportaba a los países miembros.

Cualquiera que lo escuchara diría que estaba haciendo un soterrado lobby comercial.

Andrés era un hábil negociador. Era capaz de venderle y exportar arena del Desierto de Atacama al mismísimo Emir de Qatar.

Todo estaba organizado cuidando hasta el más mínimo detalles. Música perfectamente elegida con el volumen adecuado que permitía  tanto conversar como disfrutar del sonido ambiente.

La distribución de las flores naturales era la clara demostración de que Muriel estuvo presente en todas las decisiones respecto a la decoración del salón.

En mesas perfectamente distribuidas a una hora determinada nos invitaron a que pasáramos a ocupar nuestros lugares para la cena.

Fui leyendo uno a uno los listados de la distribución de las mesas intentando encontrar la nuestra cuando Muriel nos tomó cariñosamente a ambos por la espalda  y nos dijo:

-¡Ustedes conmigo en la mesa principal! – Exclamó con dulzura – Estarán a mi lado -

  • ¡Así estoy viendo! – Respondí con una sonrisa forzada.

Muriel se sentó en medio de la mesa quedando Andrés a su derecha y yo a su izquierda confiando en que en algún momento bajaría la guardia y pudiéramos conversar.

-¡Joder! – Exclamó Andrés mirando sonriente el entorno – Sentado aquí me siento como el presidente de algo… –

-¡Pero si ya eres presidente! – Le respondí sin poder disimular mi risa – ¿Pero porque me miras de esa manera?

-¿Presidente de que….? - Preguntó intrigado.

-¡Presidente vitalicio de la famosa y bien aventurada Congregación de las Mal Portadas!- Exclamé riendo sin mirarlo porque esa respuesta iba con doble intención.

-¿Qué opinas Muriel sobre el cargo? -  Le pregunté  con la intención de entablar una conversación.

-¡Creo que la dichosa congregación tiene una muy cualificada presidenta! ¡Yo lo dejaría como encargado de la satisfacción y goce personal de sus asociadas! Exclamó mirándome sin contener su graciosa e irónica sonrisa.

El comentario de Muriel  no me hizo ninguna gracia porque recordé que ese fue uno de los tantos reproches que sacó a relucir aquella noche.

Andrés  se percató de inmediato del tonto exabrupto de Muriel, se acercó y le susurró al oído:

-¡Así vas por el camino equivocado, cuida mucho tus palabras, piensa bien antes de hablar estupideces! – E inmediatamente levantó su copa diciendo:

-¡Salud  y muchas felicidades por tu cumpleaños! – Al ver que yo estaba distraída todavía masticando lo que había dicho Muriel, Andrés insistió - ¡Mi amor levanta tu copa, aunque sea con agua! -

-¡Ahhhh, si, Feliz cumpleaños! - dije secamente – a lo que Muriel respondió con un delicado beso en la mejilla - ¡Gracias mi amor! -

Fue tanta mi sorpresa que sonreí nerviosa y mire a Andrés buscando una respuesta.

Andrés sonrió y levantó los hombros haciéndose el desentendido.

Luego de terminada la magnífica cena llegó la hora del postre, se apagaron todas las luces del comedor y por un costado del salón apareció un regimiento de camareros que traían lentamente sobre una mesa rodante un hermoso pastel de cumpleaños.

Una torta de tres pisos con pequeños fuegos artificiales a su alrededor. Para mi sorpresa era de mis sabores favoritos, los mismos de Muriel.

Todos los concurrentes se pusieron de pie aplaudiendo y ella emocionada se levantó  y tomó la palabra.

-¡Amigos, queridos algunos, amados otros! Soy una afortunada de que estén aquí en mi cumpleaños número… – Hizo un pausa mirando a los presentes y largándose a reír - ¡Bueno, eso no tiene importancia! – Causando también los vítores y risas de los invitados –

¡Solo quiero agradecer la paciencia para tenerme en sus vidas a pesar de los muchos errores que he cometido, Gracias! - comenzó a decir tomando mi mano y la de Andrés.

-¡Prometo enmendar cada uno de ellos, aunque eso me lleve toda la vida!

Al decir esas palabras iba apretando lentamente mi mano hasta que no la pude soltar.

-¡Muchas gracias por estar presentes esta noche, ustedes son el verdadero motor de mi vida y espero que lo sigan siendo en los años venideros! ¡Gracias a todos!-

Los aplausos no se hicieron esperar por un largo rato. Muriel era una persona muy querida, respetada y admirada dentro de su ámbito.

Cuando termino de hablar me miró fijamente con los ojos brillantes por la emoción y me dijo:

-¿Podría tener el maravilloso honor de que me acompañaras y soplar juntas las velas? –Me preguntó mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas.

-¡Muriel, son tus cuarenta! – le respondí seriamente- ¡Disfruta tu minuto de fama! –

-¿Está todo bien Fabiola, te noto algo tensa? – escuché la voz sonriente de Andrés mientras Muriel apagaba las velas de su pastel.

-¡Ssssi…!  Le respondí un tanto vacilante – ¡todo perfectamente bien!- Reafirmé a la vez que mi cabeza buscaba los motivos suficientes para mantenerme firme y no ceder a la trama de Muriel y Andrés.

Disimuladamente baje mi mano y comencé a rozar suavemente su entrepiernas para entusiasmar en algo su respuesta a mi próxima pregunta.

-¡Ya cumplimos con nuestra parte Andrés, estoy cansada! ¿Porque no regresamos al hotel y nos ponemos a jugar toda la noche como nos gusta a nosotros? – le pregunté con la voz más melosa y sensual que tenía.

-¡Pero si estamos en la mejor parte de la fiesta, además quiero probar esa torta que se ve deliciosa! – Exclamó sonriente.

-¡Pero si tú nunca comes torta, no te gustan! ¿Por qué ahora? – Pregunté y me llevé de pronto la mano a la cabeza y exclamé molesta - ¡Eres un cabrón, ahora entiendo lo que estás esperando! –

-¡Una guapa pelirroja lleva bastante rato levantando la bandera blanca! ¿Y tú? ¡Como si lloviera! ¡Por lo menos escúchala Fabiola! – exclamó mirándome sonriente.

-¡Joder! ¡Porque putas no te vas a trabajar a La Haya, seguro que ahí te haces famoso siendo mediador de causas perdidas! - Respondí molesta. Me levanté de la mesa y di media vuelta para salir a la terraza, necesitaba aire fresco.

Iba caminando cuando apareció Paco para ofrecerme alguna otra bebida.

-¡Señora Fabiola, quiere que le sirva otra copa de agua! -

-Gracias Paco, ¡Esta vez quiero una copa de Cava, por favor! – le dije para luego darle la espalda y mirar el hermoso paisaje.

A los pocos segundos escuché por detrás que me decían:

-¡Señorita, su copa de Cava! – Era Muriel quien me hablaba.

Sorprendida me di vuelta y me encontré de frente con ella con la copa que había solicitado.

-¡Vaya, que servicio más personalizado! ¡Atendido por la propia anfitriona! ¡Me podría dar el dato por si alguna vez necesito realizar un evento de gran alcurnia! - exclamé de forma irónica.

-¿Podemos hablar? -  Me preguntó Muriel con un tono conciliador.

-¿Tenemos algún tema pendiente del que tengamos que hablar? ¡Creo que no! ¡Ya lo dijiste todo la otra noche! – Exclamé indiferente.

-¡Por favor Fabiola, solo un minuto! – exclamó suplicante.

La quede mirando y pensando por algunos segundos y le dije con algo de fastidio:

  • ¡Ok, dale, te escucho! ¡Ya que estás sin tu abogado defensor todo será más sencillo! - Respondí mirando para todos lados por si se veía a Andrés.

  • ¡No es necesario que él esté presente, esto es entre tú y yo! - Agregó tratando de ir con la calma de un soldado en un campo minado.

-¡Vamos, te escucho, tu minuto ya empezó a correr!  – agregué apoyándome en la baranda de la terraza  cruzando mis piernas de tal manera de que una de ellas quedaba al descubierto.

Muriel me miro con admiración y ternura conocedora de que esa era mi típica postura cuando me ponía a la defensiva.

-¡Me quiero disculpar, Fabiola! ¡Sé que te ofendí de manera brutal! ¡Estaba enojada, cegada…celosa! ¡Lo siento mucho, de verdad lo siento! –

-¡Hay que joderse contigo Muriel! ya cumpliste los 40 y es hora de que empieces a madurar de una puta vez, no puedes andar solucionando todas tus inseguridades con gritos, insultos y descalificaciones. ¡Pues no Muriel, estoy sentida y más que nada, muy dolida por lo que hiciste y peor aún, como me trataste! -

-¡Andrés me lo hizo ver Fabiola! Y no de la manera más amigable y cariñosa que digamos -respondió bajando la cabeza – ¡Te entiendo perfectamente! -

-¡Como puedes ser tan gilipollas! Pareciera que lo que tienes sobre los hombros es puro adorno y hueco más encima ¡Como si no me conocieras, Muriel! -  le respondí acercándome para mirarla más de cerca.

-Cuando vi que entraba Erika desfachatada como si nada hubiera pasado, se me vino de inmediato a la cabeza toda nuestra historia y como había terminado todo. ¡Y no me mires así! - dijo al ver que le abría  exagerada y burlonamente los ojos –

-¡Cuando terminé, esa es la verdad! ¡Me enfurecí, perdí la noción de todo y me enceguecí!  ¡Ella había sido capaz de ponerme los cuernos en mis narices y ahora la muy hija de puta te estaba intentando seducir! ¡No lo pude soportar y me fui a negro! -

-¡Y resultó que yo terminé siendo la maldita puta ninfómana! - Respondí en  medio de la pausa que hizo para secar sus lágrimas que rodaban lentamente por sus mejillas.

-¡Por favor Fabiola, no sigas con eso! ¡Fue una soberana estupidez, estaba celosa, enrabiada, qué más puedo decir! -

-¡Para empezar deja de llorar!  No ves que vas a echar a perder la obra maestra de tu maquilladora. Mira, esto es así y escúchame bien para que no volvamos sobre el mismo tema:

-¡Yo no ando por el mundo follándome a la primera mujer que se me cruce por el camino, porque tú sabes muy bien! - Exclamé apuntándole la nariz con mi dedo índice.

  • ¡Con la única mujer que me he acostado en mi vida, ha sido contigo!  ¡Eres la excepción a la regla!

-¡No me gustan las mujeres! ¡No soy lesbiana! ¡Metete eso en tu cabecita hueca! ¡Me gustas tú…Muriel Alzola! – Exclamé resaltando las últimas palabras de la frase.

-¡Lo se Fabiola, lo sé! - Respondió arrepentida bajando la cabeza.

-¡Ahora que lo sabes, que mierda te costaba decirme que tu ex estaba presente y que era la innombrable! – le dije ya más calmada.

-¡No lo sé Fabiola, miedo, temor, una estupidez! - aclaró – ¡Si, una estupidez!

¿Perdóname quieres? ¡Comprendí perfectamente que  me desquité con quien no debía y lo hice con la mujer que amo! Entiendo perfectamente que me quieras mandar a la puta mierda, pero te amo y no sabes lo que daría porque esto nunca hubiera sucedido –  dijo susurrando

-¡Muriel, yo me podré reír, juguetear, hacer locuras pero jamás te voy traicionar, nunca te voy a faltar el respeto y menos dejar de amar! ¡Mételo en esa cabecita que este último tiempo ha estado escasa de neuronas! ¿Sin rollos vale? ¡Hummmm, debe ser la crisis de los cuarenta! - ¡Espero que cuando me toque cumplirlos, no me dé también la tontería! – dije largándome a reír.

Muriel  me miraba más con admiración que con ternura y poco a poco fue dejando la angustia para abrir paso a las sonrisas.

-¿Entonces  hacemos las paces? – acercando sus labios para besarme.

  • ¡Un momento, no tan rápido! – Dije esquivando su beso - ¡Esto no te saldrá gratis, mi amor! - Le respondí – ¡Esta es la última vez qué me haces un escándalo cómo este! – Y para decirlo en tu lenguaje ¡Quedas con libertad condicional! – ¡Una más y hasta aquí no más llegamos!

-¿Estás de acuerdo? –Le pregunté - ¿Ahora puedo besar a la cumpleañera? -

Andrés cual niño espiaba detrás de una columna lo que estaba sucediendo, cuando vio que nos besábamos, salió y apareció diciendo:

  • ¡Yo también quiero uno, también quiero uno!-

-¡Por supuesto que sí y no solo uno, miles, ven aquí grandulón!- - Respondimos las dos riendo al unísono tomándolo cada una de un brazo besándolo en la mejilla.

17

Andrés gemía de placer con las manos agarradas a mis caderas queriendo llegar al fondo de la fuente que rebosaba de tanto fluido que manaba de mi vagina.

El humedal  que había en mis entrepiernas  era el lugar perfecto para hundirse en sus aguas y dejarse llevar por esa corriente imparable para llegar a un maravilloso y electrizante orgasmo.

En eso estábamos, fundidos en una perfecta sinergia corporal llena de goce, gemidos y placer cuando el teléfono de Andrés empezó a sonar. Una tras otra, las llamadas se sucedían como si se tratara de un asunto de vida o muerte.

A pesar de la tremenda excitación y calentura que nos envolvía, el insistente sonido se hizo insoportable y ambos tuvimos que calmar la danza frenética de nuestras caderas. Andrés  desacopló su enérgico y duro pene de mi vagina abierta y palpitante y se dejó caer a un lado de la cama jadeando y refunfuñando dejando mis ganas inconclusas.

-¡Quien mierda puede llamar a esta hora  como si el mundo se estuviera viniendo abajo! – exclamé agitada  tratando de calmar la tremenda excitación que me invadía. Mientras Andrés contestaba el celular me comencé a masturbar jugueteando con mi clítoris. Mi cuerpo ardía y no me podía detener.

-¡Muriel, que puta se te perdió a esta hora! – peguntó sentándose al borde de la cama sin que se bajara la potente erección que tenía.

-¡Hola Andrés! ¿Cómo amanecieron mi par de tortolitos? - Se escuchaba al otro lado de la línea la voz afectuosa de Muriel -¡Y cómo falta una tortolita en ese grupito! ¿Porque no se vienen esta tarde a tomar un trago a mi casa? – exclamó entusiasmada.

-¡Voy a colocar el manos libres! – Respondió Andrés activando el altavoz-

-¡Mejor se lo preguntas directamente a ella! – ¡Ya me cansé de jugar al intermediario! -

-¿Fabiola mi amor, dormiste bien? – Preguntó Muriel manteniendo su alegre tono de voz.

-¡Hola Muriel, estaba durmiendo de maravillas hasta que una loca llamó millones de veces que pensé en ahorcarla y tirar el teléfono a la calle! - respondí entre cerrando los ojos ante la intensa luz  que entraba por los ventanales.

-¡No puedes ser tan aburrida, Fabiola! ¡El día esta maravilloso como para celebrar! – exclamó Muriel

-¡Acaso no te bastó con la tremenda celebración de anoche! ¡Es domingo, Muriel! ¡Escucha...! ¿Por qué no  te vas a misa y ruegas por nosotros los pecadores?

¡Sería una acción maravillosa de tu parte! -  Exclamé tapándome la cabeza con la almohada.

Andrés sonreía mientras escuchaba atentamente el diálogo tirado en la cama. Mientras hablaba con Muriel, jugaba a poner su pene que todavía mantenía su potente erección entre mis nalgas y me intentaba penetrar. Me abrazaba por la espalda y pellizcaba mis pezones pretendiendo que gritara mientras yo giraba la cabeza y le hacía muecas con la boca y ojos para que se quedara tranquilo.  Andrés sabía que Muriel  estaba preparando el terreno para cumplir con la exigencia que le había hecho.

-¡Chicos, es tiempo de que celebremos en familia antes de que regresen el martes a Chile! ¡No existe ni la mínima posibilidad de que se puedan negar! Así que los espero a las 19… Bye -

Antes de que pudiera responder, Muriel había cortado la llamada.

Andrés insistía con sus jueguitos y a mí se me había cortado el rollo. De un salto me intenté poner de pie para ir a la ducha cuando sorpresivamente me tomó por la cintura, me inmovilizó y me tiro nuevamente a la cama colocándose sobre mí.

-¡De aquí no te mueve ni dios, mira como me tienes! – Enseñándome su duro y potente pene.

– Estábamos en una deliciosa actividad revitalizante antes de que llamara Muriel. ¿Acaso no lo recuerdas? - dijo inclinándose para empezar nuevamente a chupar mis pezones.

Los mordía y chupaba con tal intensidad que no pude resistir y a los pocos segundos estaba tan o más excitada que antes.

-¿Ves que no es tan difícil? ¡Goza y disfruta mientras lo podamos hacer! - Susurraba Andrés caliente, pero muy caliente.

-¡Quedémonos en la cama hasta el martes, mi amor! – susurre cediendo poco a poco a sus caricias.

-¡No seamos ingratos con ella, Fabiola! –  respondió intentado controlar sus movimientos mientras mis manos acariciaban su pene con mayor intensidad. –

-¡Muriel no nos perdonaría si la dejamos tirada! Sería el fin de nuestra amistad -

La excitación llegó a tal punto que dejamos de hablar. Su boca mordía mis pezones con sus dedos dentro de mi vagina mientras yo intentaba chupar y morder sus tetillas sin soltar su pene.

Mi mano se deslizaba suavemente pero con firmeza  hasta llegar al glande donde permanecía quieta un par de segundos para aumentar la tensión.

Cuando bajaba el prepucio en toda su extensión, Andrés gemía con mayor intensidad logrando que mi vagina se contrajera como si sus dedos fueran su pene en mi interior.

Me retorcía de un lado a otro y cuando aceleraba sus dedos que rozaban mi punto G me hacían contener la respiración para no correrme ahí mismo, hasta que le suplique:

-¡Dame fuerte por el culo, me encanta y te quiero sentir! – exclamé con apenas un hilo entrecortado de voz.

Me tomó por las caderas y volteándome me embistió de tal forma que quede inmóvil.

Podía sentir el pene de Andrés  dentro de mi ano como si fuera a explotar, pero se contuvo tomándose su tiempo.

Entraba y salía lentamente controlando cada embestida lo que le daba la oportunidad de ver en todo su esplendor como me penetraba analmente.

De rodillas en cuatro con el culo  levantado hacia mi mejor esfuerzo  para seguirle el ritmo hasta que mi excitación sobrepasó la línea de la voluntad y como una explosión atómica sentí como mi ano se contraía al mismo tiempo que mi vagina.

Una, otra y otra vez los espasmos se sucedían en secuencias tan intensas que me hicieron gemir y gritar  cayendo rendida con el corazón en la mano sobre la almohada.

Andrés  sacó su pene y lo puso frente a mi cara y me dijo:

-¡Abre la boca! – Dos movimientos de la mano sobre su pene bastaron para que empezara a eyacular violentamente dentro de mi boca bañando además con su delicioso y tibio semen, mis ojos y parte de la cara.

-¡Delicioso, sublime! – fue lo único que pude decir mientras saboreaba con mi lengua todo lo que había caído y  esparciendo el resto sobre todo mi rostro.

Pasaron un par de minutos para lograr reponernos de tan intenso momento y para cuando me  pude acomodar en la cama, Andrés tomaba su reloj para ver la hora.

-¡Mierda, que son las 6! ¡Movamos el culo que llegaremos tarde! - Exclamó levantándose rápidamente.

-¡Porque no llamas a Muriel y le dices que te sientes mal! Así no tenemos que pegarnos el tremendo viaje hasta su casa. ¡Nos quedamos acostados haciendo todo tipo de guarrerias hasta que tomemos el avión! ¡Vamos, di que sí! -

Pero mis ruegos no fueron escuchados porque haciendo oídos sordos, Andrés tiró de las sábanas dejándome despaturrada en al suelo riéndose a carcajadas.

-¡Por dios Fabiola, que esta sea la única forma de sacarte de la cama! - Exclamó mientras se metía bajo la ducha.

18

Ya eran las siete de la tarde y nosotros aún íbamos en el taxi camino a casa de Muriel.

Abrí la ventana para tomar un poco de aire fresco y empezar a despedirme poco a poco  de esta ciudad que tanto amaba. Madrid.

Mi cabello todavía húmedo revoloteaba contra el viento y era tan maravillosa esa sensación de libertad que me anime a sacar media cabeza por la ventana y me puse a cantar a todo pulmón la canción  que sonaba en la radio. Era de Joaquín Sabina y calzaba perfectamente con lo que estaba sintiendo.

  • ¡Por favor señor, puede subir un poco el volumen!- le dije al conductor

“Allá donde se cruzan los caminos

Donde el mar no se puede concebir

Donde regresa siempre el fugitivo

Pongamos que hablo de Madrid”

Andrés movía la cabeza de un lado a otro con una sonrisa tarareando en silencio la canción sin que me diera cuenta.

El camino al piso de Muriel se hizo más breve de lo que pensaba, quizá por ser domingo la autopista estaba más despejada.

Entramos al portal y me dirigí a las escaleras para subir hasta el ático.  Andrés me miró desolado y dijo:

-¡Joder con esa manía tuya de querer subir por las escaleras existiendo un moderno y cómodo ascensor, Fabiola! – reclamó Andrés mientras subía jadeando casi sin respiración.

-¡No te quejes tanto y sube! No te gustó tanto darme a beber esa tremenda dosis energética que fluyó libremente de tu pene directamente en mi boquita. ¡Deja de quejarte y sigue subiendo, te hace bien! Además si me hubieras hecho caso no estarías subiendo escalas sino gastando tus energías conmigo en la cama – le dije sonriendo apuntándolo con mi dedo.

Seguía tarareando la canción hasta llegar a la puerta de Muriel. Andrés se detuvo y tocó  el timbre. Tuvo que insistir un par de veces más porque Muriel demoraba en abrir hasta que sonó la cerradura y apareció en el umbral de la puerta.

A pesar de su belleza y encantadora sonrisa pude notar un cierto grado de nerviosismo  al momento de enfrentarnos.

-¡Hola chicos, sí que tardaron en llegar! - y mirando a Andrés le dice sonriendo - ¡Tu estado físico parece que no es de los mejores! – Mientras Andrés inhalaba y exhalaba hondo para normalizar su respiración.

-¡Te sorprenderías si te contara sobre mi estado físico! ¡Además subir escalas no es mi deporte favorito!  – Respondió jadeante sin más comentarios.

Había algo extraño en la actitud de Muriel  porque se demoraba en hacernos pasar a la sala. Daba la impresión de que no quería que entráramos aun. Pero ya no lo podía evitar así es se hizo a un lado y nos dejó atravesar la puerta.

Grande fue mi sorpresa cuando me di cuenta de que no éramos los únicos invitados. Sentadas en los sofás se encontraban todas las amigas de Muriel, las mismas que habían asistido la noche del jueves a la previa del cumpleaños de la cual no tenía los mejores recuerdos.

Al verlas mi primera reacción fue dar una media vuelta y salir corriendo.

-¡No puede ser! ¿Es una broma? –pensé indignada en voz alta.

Andrés adivino de inmediato mi intención de huir así que con firmeza me tomó por la cintura y casi a la rastra me llevó hasta la sala.

Inmóvil y sorprendida, casi sin poder articular ninguna palabra intentaba buscar en Andrés o Muriel una explicación hasta que Rosario rompió el incómodo silencio.

-¡Bueno Muriel parece que ya estamos todas! ¡Terminemos con el suspenso y dinos para que nos citaste con tanta urgencia! ¡Mirad que se me hace tarde, tengo un compromiso ineludible al que no puedo faltar! -

  • ¡Follarte a tu nueva vecina querrás decir! – insinúo Mercedes muerta de la risa mientras bebía de una botella de cerveza.

Muriel inhaló profundamente, me tomó de la mano y me llevo con ella.

Me resistí aferrándome al antebrazo de Andrés esperando que me rescatara de un nuevo bochorno pero me hizo un gesto con la mirada para que accediera sin temor.

-¡Anda, mi amor! – me susurró al oído – ¡No me moveré de aquí! -

Seguí a Muriel con el corazón en la garganta sin saber lo que iba a pasar. Nos pusimos juntas delante de todas y tomó la palabra.

-¡Primero les quiero presentar a todas al otro integrante de mi familia que además de ser la pareja de Fabiola es…! ¡Mi mejor y único amigo, Andrés! -

Él se largó a reír desde el rincón donde se encontraba y empezó a hacer ridículas reverencias a cada una de ellas. Este hombre era incorregible.

-¡Esto sí que me supera tía, nada menos que un trío! - agregó sorprendida Rosario – ¡Que modernos sois los chilenos, de a tres! -

Muriel levantó las manos y poniendo fin a los comentarios exclamó:

-¡Para que os vayáis enterando, Andrés y Fabiola son las personas más importantes de mi vida, más que la mía propia! Y lo que tengamos entre nosotros no es vuestro problema. Las cité esta tarde para que conversemos de otro asunto importante.

-¡No me jodas que se van a casar los tres! – exclamó Mari Carmen.

-¡Me podéis dejar hablar, por favor! – le recriminó Muriel.

-¡Mis queridas “Bien Portadas” como les dice cariñosamente Fabiola a todas vosotras, haciendo un símil con el demente grupo que ella tiene en Chile! ¡Les quiero pedir humildemente perdón por el horroroso y esperpéntico comportamiento que tuve la otra noche!

Escuchar esas palabras fue crucial para que se me empezara a apretar el pecho y tímidamente comenzaran a correr un par de lágrimas por mis ojos.

-¡Mi reacción y mi actitud hacia Fabiola fue grosera, vulgar y totalmente injusta!  ¡Por ese motivo las volví a invitar para que sean testigos de mi sincero arrepentimiento!

-¡Ninguna de ustedes y Fabiola menos que nadie, mereció cada una de las barbaridades que dije esa noche!-

-¡Mi amor, te pido delante de todas que me perdones! - Termino Muriel besándome la mano.

-¡Te amo! -

Andrés observaba desde su rincón todos los acontecimientos hasta que escucho la última declaración y no pudo evitar susurrar riéndose.

-¡Que cursi por dios! – Bebiéndose de golpe la última gota de cerveza que quedaba en la botella.

19

La declaración de Muriel logró distender el ambiente al punto de lamentar que la visita de la  Congregación de las Bien Portadas fuera breve. Me hubiese gustado compartir un poco más y conocerlas mejor.

Ese grupo de chicas eran  su refugio cuando se le nublaba la vida y necesitaba un arcoíris. Cada una con sus diferencias le hacían los días hasta que se acercaba el verano europeo lo que significaba que estaríamos juntas por lo menos dos meses en Chile.

El resto del año esas mujeres hacían la noble labor de contenerla por la nostalgia. Por eso al despedirme de ellas les agradecí todo lo que hacían por Muriel.

Rosario hacia bastante rato que miraba contantemente su teléfono móvil así es que Mercedes le dio la excusa perfecta para terminar la reunión.

-¡Rosario creo que estáis ardiendo por dentro, es mejor que os vayáis a apagar el fuego de inmediato, tu vecina te espera!! ¡Es hora de que todas nos marchemos! –

-Además es domingo y mañana hay que currar prontito – Insistió Mercedes.

-¡Yo me tengo que ir pero si queréis os quedáis vosotras acompañando a los novios! ¿Cierto Muriel? – Agregó Rosario riendo y levantándose del sofá acomodando la pequeña falda que poco dejaba a la imaginación.

-¡Bueno, si queréis, no hay problema! – exclamó Muriel sin mucho entusiasmo.

Todas las chicas se miraron entre sí con una sonrisa burlona entendiendo perfectamente el mensaje subliminal decidiendo que era hora de partir.

Mientras el grupo se despedía me acerqué con disimulo a Andrés que observaba desde un rincón a este nuevo grupo de mujeres  que en nada se parecían a nuestras queridas Mal Portadas.

-¡Mi amor prométeme que cuando cumpla los cuarenta ya lo tendré asumido para no andar saltando por las mesas! ¿Me ayudarás con eso? -  pregunté con voz melosa.

-¡Cuando llegues a esa edad estarás más deliciosa que ahora, Fabiola! ¡Madura y firme como una buena fruta! - respondió Andrés mientras se acercaba a la nevera para sacar otra cerveza fría.

-¿Estas insinuando que ahora no soy madura? - Le pregunté con cierto resquemor –

-¡Bueno, no nos adelantemos a los hechos! ¡Todavía te faltan algunos años para que los cumplas! ¡Me armaré paciencia desde ahora! – respondió con una sonrisa irónica.

Pero nuestra conversación fue interrumpida por Mercedes que se acercó a despedirse, nos dio dos besos en la mejilla y nos dijo:

-¡Que os puedo decir! ¡Fue una sorpresa la que nos disteis y un placer conoceros, a ambos! -

Rosario que era la que tenía más prisa en marcharse quedó en último lugar, me tomó de las manos y me dio un breve piquito en los labios.

-¡Espero volveros a ver Fabiola, eres una chica magnifica! – dijo ignorando completamente a Andrés. Este no se dio ni por aludido.

Cuando la última de sus amigas salió por la puerta, Muriel la cerró y se instaló en el sofá entre Andrés y yo.

-¡Por fin sola con mis dos amores! – exclamó sonriendo.

Se quitó los zapatos, se desabotonó y se quitó el pantalón quedando solo en bragas.

Me tomó de la mano y guiñándome un ojo comenzó a desabotonar mi blusa.

No me negué a seguir el juego y rápidamente me quite el pantalón quedando en ropa interior.

Andrés sentado en el sofá nos miraba como nos seducíamos mutuamente y sonreía bebiendo la enésima cerveza de la noche.

Muriel  se acercó suavemente para susúrrame al oído:

-¿Porque no recordamos viejos tiempos? - Mordiéndome el cuello.

Se me erizo la piel al sentir su aliento. No pude evitar tomarla del cabello para morder sus labios y meter mi lengua en su  boca para enredarme con la suya.

Mientras nos besábamos Muriel se comenzó a acercar al sofá para que Andrés también participara de nuestros juegos.

Estábamos las dos frente a él y nos arrodillamos para desabotonar su pantalón y bajar la cremallera. Lo hicimos con cierta dificultad porque su pene estaba  tan tenso por la erección que le tuvimos que quitar el bóxer entre ambas para empezar pronto a revolcarnos. Estábamos muy calientes y nos deseábamos con locura.

Me acerqué lentamente de rodillas y le comencé a morder y chupar la cara interna de los muslos hasta llegar a sus testículos.

Por su parte Muriel se quedó detrás de mío para levantarme el culo y con sus dedos entre mis piernas comenzó a jugar con mi clítoris a la vez que mordía mi espalda.

Andrés se dejó llevar y abrió sus piernas dejando que su pene jugara entre mis pechos.

La secreción viscosa que manaba de su glande se fundía en la dureza de mis pezones a lo que se sumaban las caricias de Muriel que tirada sobre la alfombra metía su lengua en mi vagina.

Mordió primero los labios mayores estirándolos hasta hacerme gemir para luego seguir con los menores que cerca del clítoris comenzaban a inundarse con todo el manantial que fluía entre mis piernas.

Si seguía en ese posición llegar al orgasmo sería cosa de segundos así es que deje de jugar con el pene de Andrés y me di media vuelta. Me hundí en los pechos de Muriel tomándolos entre mis manos y exprimirlos hasta endurecer sus pezones haciéndola gemir de placer.

Su cabellera rojiza cubría su rostro ante su agitada respiración  así es que aproveche la oportunidad de meterme entes entre sus piernas para saborearla.

Disfrutábamos con Muriel de un húmedo y lujurioso 69, nuestras vaginas palpitaban sin control en nuestras bocas, nos mordíamos y succionábamos nuestros clítoris hasta hacernos gritar de placer. Andrés nos miraba sonriente arrodillado a nuestro lado mientras jugaba con su pene. Muriel que estaba encima de mí con su boca entre mis piernas ofrecía su culo levantado por lo que Andrés se colocó detrás de ella y la penetro por su vagina sin previo aviso. Cada embestía que hacía, sus testículos golpeaban mi frente lo que aproveché para pasar mi lengua por su pene cada vez que salía lentamente de su caliente y húmeda incursión. Muriel se quejó sonriendo intentando detener la penetración, pero Andrés le dijo con voz agitada.

-¡Me lo debías!- para luego retirar satisfecho su pene de la vagina de Muriel.

Posteriormente empezó a acariciar mi culo y metió sus dedos en mi vagina para para luego humedecer mi ano.

Colocó  su glande entre mis nalgas y con pequeñas embestidas me fue penetrando lentamente hasta lograr sacarme gimiendo de entre las piernas de Muriel.

Andrés se recostó sobre la alfombra y me senté de espaldas sobre el con las piernas abiertas y levantadas volviendo a introducir su pene en mi ano dejando mi húmeda vagina a disposición de Muriel quien se arrodillo delante de ella para empezarla a lamer y chupar con desenfreno. Me retorcía de placer, era estar en el mismo cielo.

Sentía la respiración entrecortada de Andrés y las pulsaciones de su grandioso miembro dentro de mi ano intentando controlar sus ganas de eyacular.

Retiró su pene momentáneamente y nuevamente se sentó en el sofá para observar cómo nos enrollábamos frenéticamente con Muriel.

Hacer el amor con Muriel  era una experiencia que hacía tocar las nubes, pero nada se comparaba hacerlo con Andrés, Eso era tocar el cielo y el universo completo.

Por eso cuando estábamos enrollados los tres siempre hacíamos contacto visual  para compartir el placer.

Muriel estaba entregada sobre la alfombra con los brazos estirados sujetándose de las rodillas de Andrés. Por mi parte estaba sentada encima de ella besando sus pechos y mordiendo sus pezones para hacerla perder el control.

Pero Andrés también quería ser protagonista así es que también se recostó junto a nosotras.

Colocó sus brazos tras su cabeza, acomodó sus caderas y mirándonos señaló sonriente su pene que estaba duro y erecto a punto de reventar.

-¡No sean egoístas con este pobre hombre! ¡Miren como me tienen! – reclamó agitado y caliente.

  • ¡Pero qué mal educada eres, Muriel! No hemos tratado a este pobre hombre como merece - exclamé excitada.

-¡Tú serás la mal educada! – Respondió Muriel metiéndose sus dedos hasta el fondo de la vagina para comenzar a masturbarse – ¡Sabes que no me interesa mucho ese juguete y ya lo usó conmigo! – Señalando el pene de Andrés - ¡Pero si te puedo ayudar a que tú puedas hacer mejor tu trabajo! -

Abrí las piernas y me monte sobre su pene mientras Muriel  abría las suyas y se colocaba sobre la boca de Andrés. Al estar de frente la una a la otra, nos abrazamos y nuestras bocas se buscaban con deseo para enredar las lenguas y devorarnos  sin control. Cada uno en su universo gozaba del otro y a la vez los tres disfrutábamos del mismo cielo.

Yo danzaba sobre Andrés moviendo con energía mis caderas con una feroz y despiadada estaca entre mis piernas hasta  que mi vagina se empezó a desbordar de fluidos.

Andrés mordía y chupaba los labios mayores y menores de Muriel logrando que su excitación llegara a su máxima expresión. Gemía balanceándose de adelante hacia atrás sintiendo como en cada movimiento la boca y la lengua de Andrés se deleitaba rozando su clítoris, vagina y ano haciéndola desfallecer de placer. Muriel realizaba un gran esfuerzo para no llegar al orgasmo.

Ya no nos besábamos sino que ella intentaba morder mis pezones que endurecidos sólo querían entrar en su boca y deshacerse en ella como un terrón de azúcar.

Como pude me solté de Andrés y me fui encima de Muriel para entrecruzar nuestras piernas colocando mi vagina sobre la de ella para empezar a frotarnos descontroladamente en una caliente y deliciosa tijera.

Andrés se puso de pie y se comenzó a masturbar vigorosamente deslizando su prepucio de arriba hacia abajo hasta que de pronto gimió con tanta intensidad que un increíble chorro brotó de su pene bañándome por completo.

Tibio y viscoso, eyaculaba su semen en mi cara hasta el cuello, empapando también mis pechos.

Muriel se estremecía gimiendo e intentando morder su muñeca para controlar el intenso orgasmo que estaba viviendo.

Bañada por el semen de Andrés me dejé llevar y encorvando mi espalda embestí con fuerza una y otra vez la vagina de Muriel hasta que cerrando los ojos sentí como se estremecía cada fibra de mi cuerpo. Estaba viviendo un intenso orgasmo que paralizaba mi cuerpo con violentos golpes eléctricos que invadían cada poro de mi piel.

Allí quedamos los tres satisfechos, saciados y jadeantes. Andrés recostado sobre la alfombra, yo con mi cabeza sobre su hombro derecho y Muriel recostada sobre mis piernas acariciándonos como los más felices amantes después de la gloria.

Pasados unos minutos mientras recobrábamos las pulsaciones Muriel exclamó:

-¿Alguien quiere beber algo? – Preguntó incorporándose con cierta dificultad.

-¡Yo! - Levante la mano entusiasmada - ¿Ahora me puedo beber toda la cava de España? – pregunté.

-¡La del mundo si quieres, mi amor! – Respondió Muriel besándome suavemente.

-¿Andrés... tu? - Pregunté sin obtener respuesta.

Muriel riéndose se llevó el dedo índice a los labios para no seguir hablando porque nuestro Andrés dormía profundamente.

-¡Parece que no fui yo la que cumplió cuarenta!- Susurró Muriel caminando desnuda hacia la cocina.

20

Andrés pisó el aeropuerto de Barajas  y como ocurre cada vez que estaba próximo a subir a un avión se refugiaba en un tenso silencio.

Muriel por su parte realizaba el mismo ritual de todos los años, que es despedirse en la puerta de embarque y salir rápidamente porque  si no se le hacía muy difícil dejarnos partir. En cuanto nos daba el último beso corría a la salida para quedarse en el estacionamiento con las manos sobre el volante mientras las lágrimas le caían sin control sobre su regazo.

Por otro lado, Andrés se dirigía a la puerta del avión como un condenado a muerte camino al patíbulo.

La única que sonreía a pesar de las circunstancias era yo, tenía motivos más que suficientes para ello.

Primero,  Muriel se había ganado la confianza para perdonarle su escena de celos con la condición de no volver a caer en el espiral de la inseguridad y la segunda y más importante, regresaba a mi casa a mi cama, porque a pesar de que podíamos hacer el amor con Andrés en cualquiera por el resto de la vida, la nuestra era un pequeño oasis donde siempre había paz y tranquilidad aunque el mundo se estuviera viniendo abajo.

Cada vez que viajábamos en avión,  Andrés me decía un te quiero sin palabras. Mi asiento era siempre el de la ventanilla porque sabía que volar sobre las nubes me hacía  feliz.

Luego del despegue, una vez estabilizado el avión logrando la altitud de crucero, Andrés tomó mi mano con suavidad, señal de que se empezaba a tranquilizar.

-¿Vas bien? Le pregunte jugando con sus dedos - ¡Por fin camino a casa!- suspiré apoyando mi cabeza en la ventana.

-¡Perfecto!– respondió sonriente – ¡Aunque no sé cómo puedes disfrutar estando a 12 mil metros del suelo, Fabiola! -

-¡Por mi otra vida, pues! – Respondí  irónica- ¡No ves que antes  los aviones no existían y usábamos las escobas! -

-¡Jajajajajaja, buena!- río con ganas – ¡Ahora me explico muchas cosas!-

-¡Deja de pensar en tonterías y solo piensa que en unas cuantas horas más estaremos en nuestra casa y en nuestra cama! – susurre al oído.

Una de las ventajas de viajar con Andrés era que siempre lo hacía en business class por la comodidad y servicio que ofrecía en vuelos transatlánticos de casi 14 horas.

Reclinó su butaca y estiró sus piernas con la esperanza de dormir algo durante el vuelo. A los pocos minutos de dormitar se levantó como un resorte exclamando:

-¡Me cago en la leche! - Tomándose la cabeza con las dos manos – ¡No puede ser! ¡Donde putas las dejé! – empezando a buscar y revolver su maletín y bolso de mano.

-¡Que pasa! ¿Te sientes mal? – Pregunté preocupada – ¡vamos, dime! ¡Qué sucede! -

-¡No sé dónde putas dejé las llaves de la casa! – exclamó preocupado

-¿Perdiste las llaves de la casa? – pregunté extrañada.

-¡Eso parece, no las encuentro! - Respondió encogiéndose de hombros sin dejar de buscar entre sus cosas.

-¡Por dios Andrés, en este momento te pones a pensar en las llaves cuando nos faltan diez horas para llegar – dije largándome a reír -  No te preocupes ahora por tonterías! – Exclamé tranquilizándolo - ¡Pasaremos por la casa de Maite a buscar el juego que le deje para que cuidara la casa!  ¿Recuerdas? -

-¡Imposible de olvidar! – respondió de forma seria y tajante.

-¿Por qué Andrés? ¿Pasó algo que deba saber? – pregunté preocupada

-¡Fabiola! – Exclamó mirándome seriamente -  ¡Entró de madrugada a la casa y se metió en la cama mientras dormía! ¡Desnuda! -

  • ¿Maite hizo eso? - Pregunte largándome a reír - ¡Sí que está loca mi querida amiga! – Exclamé – ¡Me lo advirtió pero nunca la creí capaz! -

-¡Como se te pudo ocurrir dejarla a cargo de la casa! ¡Con decirme que me ocupará de las tareas domésticos hubiera sido suficiente! – exclamó con molestia.

-¡Claro, como la última vez que estuve fuera unas semanas, todas las plantas se secaron y cuando abrí el refrigerador los gusanos de la  comida me saludaban! – exclamé

-¡Espero que hayas estado a la altura de las circunstancias  porque no soportaría los continuos reclamos de Maite! – exclamé sin dejar de reír.

Andrés respiró hondo y me empezó a contar la frenética noche de sexo que habían tenido con Maite.

-¿La lluvia dorada, dices? ¡Jajajajajaja, ahora sí que no te la sacarás nunca más de encima! ¡Eso es muy fuerte! - Respondí mientras miraba atentamente si la luz del baño estaba encendida.

-¡Ven y enséñame lo que le hiciste a la pobre Maite! – le susurré al oído metiendo con disimulo mi mano entre sus piernas.

Desabroche el cinturón  y me levante de mi butaca.

Andrés confundido no  entendía lo que estaba diciendo hasta que fui clara y precisa.

-¡El baño está desocupado y yo caliente! ¿Me acompañas? -

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