Yo me lo busqué - (Capítulo 6)
Esta es la historia de Julián, un buen hombre al que la vida le depara algún que otro varapalo, que trataré narraros en este relato.
Capítulo 6
Julián
Una tarde estando los dos tranquilamente sentados en el sofá del salón, volví otra vez a preguntarle a Carmen si algún día sería capaz de serme infiel con alguien
-Carmen, cielo, no dejo de pensar en lo bien que nos encontramos ahora nosotros dos, vamos, igual más o menos que como me encontraba con mi esposa y mira tú por donde, el tiempo que llevaba siéndome infiel. Después de tanto sexo con mis amigos sé que otra relación externa al grupo no parecería tan grave, aunque te aseguro que yo no lo haría nunca con otra chica, ¿Qué piensas tú sobre eso?
Ella me dirigió una mirada de incredulidad por lo que le estaba diciendo y me cogió las dos manos para darme un buen apretón en ellas, luego acercó sus labios a los míos para darme un suave beso, uno que entrañaba mucho cariño por su parte. Luego separó su boca de la mía para poder contestarme.
-Amor mío, jamás haría una cosa así, si tenemos relaciones con nuestros amigos es porque así lo hemos acordado los dos, pero no quiero que sufras pensando que yo podría comportarme como lo hizo tu esposa. Olvida esos pensamientos cariño. Conmigo puedes estar tranquilo, ya viste como reaccioné ante la proposición de Basti y lo poco que tardé en decírtelo.
Tengo que reconocer que su respuesta me relajó bastante de esas preocupaciones, pero en el fondo sabía que me había quedado pendiente saber qué habría ocurrido, si yo la hubiera descubierto antes del accidente que acabó con su vida y con parte de la mía. Pero al menos por el momento y por respeto a mi novia, tenía que zanjar ese asunto y no inquietarla nunca más con él, así que haciendo un esfuerzo, volví a la realidad de nuestro momento y opté por aprovechar la mención a Basti para relajarla un poco más.
-Igual le tendrías que levantar el castigo, ya lleva dos veladas sin follarte.
-¿Tú quieres que le perdonemos para nuestra próxima reunión?
-Eso prefiero que lo decidas tú, por mi parte me parece que ya le hemos castigado bastante, pero a quien se quiere follar es a ti y ese rabo que tiene sé que te gusta mucho y que en cierto modo tú también te estás castigando por no disfrutarlo.
-Ya... pero lo tenemos que perdonar entre los dos, o sea, que tú también te tienes que involucrar con él especialmente.
-Pero si ya hasta me habéis hecho que se la mame, ¿Qué es eso de involucrarme especialmente?
-Que te lo folles hombre, que sabes que el pobre lo está deseando desde hace mucho tiempo y tú pasando de él olímpicamente.
-Anda vámonos a la cama a dormir, mañana será otro día, -le dije para zanjar tan inapropiada opinión-, ¡Que me lo folle! Vamos que...
Pasaron dos semanas más para que invitásemos nuevamente a Basti a nuestra reunión de los viernes. Fue en casa de Marcelo y cuando llegamos ya estaban todos allí esperándonos. Como siempre hacíamos nos dimos besos en las mejillas a modo de saludo con todos, incluido el propio Basti que ese día esperaba nuestro perdón para que todo volviera a ser como era antes. Su cara así lo demostraba mirándonos como sin querer hacerlo. Fue mi novia la que le dio el primer aviso de que esa noche podría ser la de la reconciliación.
-Aquí hay un hueco a mi lado, -le facilitó ella el asiento que él buscaba al no decidirse a usarlo, a pesar de que era el único que quedaba libre en el sofá-, no pasa nada Basti.
Yo estaba sentado entre Marcelo y Sonia en el sofá de al lado y Carmen tenía a su otro lado a Félix con Marta.
-No quiero molestar, -le dijo él muy preocupado-, me quedo aquí y aprovecho para servirme una copa.
-Bebes de la mía, ven y siéntate a mi lado. -Le insistió mi novia a Basti.
Él me miró requiriendo mi parecer y yo le hice un gesto de despreocupación con los hombros, dándole a entender que, si Carmen se lo pedía, yo lo aprobaba. Entonces más distendido le hizo caso y se sentó a su lado sin intención de hacerlo muy cerca, pero es que el hueco era el que era y el pobre no tenía más remedio que quedar súper pegado a mi novia. Aunque todos seguíamos con las charlas que habíamos iniciado entre nosotros, no por eso no dejábamos de estar atentos a lo que sucedía entre ellos dos. Incluso Félix se arrimó más a ella para no permitir que abriera algo más de hueco a Basti.
-Qué tal tu semana de trabajo, muy atareado como siempre, ¿No? -Le preguntaba Carmen volviéndose hacia él con una gran sonrisa, machacándose la teta contra su torso.
-Eh... sí ¿El trabajo? Sí... mucho... vamos que eso es, como siempre... ¿Y tú qué tal el tuyo?
Desde luego que verle allí encogido para no tocar nada de ella, o hacerlo con la más que probada falta de intencionalidad, era un verdadero poema y yo me descojonaba de risa por dentro y supongo que los demás estarían pasando por las mismas vicisitudes. Sus manos unidas en mitad de sus muslos intentando reducirse en el ancho de su cuerpo, mirándola de soslayo mientras nos repasaba a los demás con su mirada de no romper un plato, era para desternillarse de risa, pero todos aguantábamos y seguíamos hablando de nuestras cosas como si aquello no fuese con nosotros.
Poco a poco se fue relajando y ya mantenía una conversación relajada con ella y más teniendo en cuenta que él era una persona de lo más parlanchina y cuanto más se relajaba más se hacía el afeminado tanto en su acento como en sus gestos, aunque luego nos descolocaba al ver como se follaba a nuestras féminas el muy cabrón. En esta ocasión no llegó a tanto y su charla era distendida, pero sin acompañarla de esos alardes que tanto le gustaba. No se fiaba de que Carmen en un momento dado le mandase al otro lado del salón, donde quedaba un butacón algo más apartado.
Poco después ella descansaba su mano en el muslo de él mientras seguían hablando de sus cosas y no contenta con eso, no cesaba de moverla adelante y atrás, -por cierto, que bastante atrás-, hasta que su mano se introdujo más abajo para agarrar las manos de él que seguían entre sus muslos, que con tanto sobeo ya se veía indultado por nosotros. Ahora incluso su mirada buscaba de vez en cuando la mía sin la preocupación que tuvo al sentarse al lado de Carmen.
No tardaron mucho Sonia y Marcelo en hacernos colaborar con ellos en poner la mesa y cenar como solíamos hacer antes de meternos en faena. Ahora sí que Basti se mostró más dicharachero, afeminado en su acento y gesticulaciones haciéndonos reír con sus tonterías y anécdotas que siempre eran inagotables. Luego de recoger todo, nos volvimos a sentar en el salón por unos minutos, hasta que las mujeres tal como nos tenían acostumbrados, se fueron al dormitorio principal para cambiarse de ropa y nosotros nos quedamos charlando, intentando adivinar con qué nos iban a sorprender aquella noche nuestras chicas. Basti aprovechó para intentar sonsacarme si esa noche le íbamos a levantar el castigo, pero yo le dije que eso dependía de Carmen según lo habíamos acordado entre ella y yo, pero que no sabía los propósitos que la habían llevado a sentarlo a su lado en el sofá. Durante nuestra charla no dejó de tocarme los brazos, la cintura e incluso accidentalmente en dos ocasiones sus manos resbalaron por mis nalgas. Yo le dejé hacer y no le reproché nada esos tocamientos casi furtivos, por lo que él cada vez estaba más convencido que esa noche iba a poder desquitarse de la carestía que había sufrido con nosotros dos.
Un buen rato después y con nuestra primera copa ya amortizada, Marcelo dejó oír una música árabe en el salón que nos descolocó un poco a los demás, pero al momento hicieron su aparición nuestras tres bellezas que venían vestidas de bailarinas árabes, con sujetadores transparentes y con muchas lentejuelas muy brillantes, siete velos de colores vivos y distintos en las caderas que les llegaban hasta el suelo, pero que con los movimientos que traían estaban más por los aires que por el piso, por supuesto descalzas y con más brillantes en unas cadenitas que adornaban sus tobillos. Los ojos muy pintados con unas especies de perlas colgando en sus frentes. Estaban verdaderamente preciosas y nosotros nos sentíamos dichosos por ver cómo se lo habían currado para ponernos más que cachondos con esos meneítos de caderas y esas sonrisas en sus rostros que nos invitaban a comérnoslas vivas allí mismo tal como venían. Basti se entusiasmó de una manera especial y se unió a las tres en el baile que habían ensayado, provocando las risas de todos nosotros pues velo que ellas soltaban, él lo recogía y se lo colgaba por dentro del cinturón del pantalón. Al final las tres terminaron recostadas de forma insinuante en el sofá grande, solo con los mini tangas transparentes haciendo juego con los sujetadores, dibujando las rajas de sus chochos de una forma tan obscena como radiantes. Con el dedo índice nos llamaban para que acudiésemos a colocarnos junto a ellas y yo me dejé caer entre Carmen y Marta que me acogieron muy cariñosas, mientras los otros tres se echaban encima de las chicas porque ya no quedaba más hueco en el sofá.
Cuando me morreaba con Marta y le amasaba sus tetas, alguien tiró de la mano de mi novia y la colocó encima de sus rodillas para besarla mejor. Creí que había sido Basti, pero el agraciado no fue él pues éste se dejó caer en el hueco que dejó mi novia, dedicándose a compartir a Marta conmigo. Pero allí duró poco y es que Carmen lo reclamó desde el regazo de Marcelo, haciendo que se pusiera de pie delante de él para dejar que ella le desnudara por completo en un santiamén. Al parecer ella también lo estaba echando de menos y mientras mi amigo perdía el tiempo magreando sus tetas, ella ya le estaba haciendo una mamada en toda regla a su reo arrepentido e indultado. Marta y yo paramos en nuestros arrumacos para ver como Carmen le otorgaba el perdón al pecador, luego nos miramos con una gran sonrisa y seguimos a lo nuestro.
En un rato ella le estaba haciendo una felación a mi amigo y Basti la follaba de pie desde atrás, al tiempo que yo hacía lo propio con Marta y Sonia cabalgaba a Félix en el otro sofá. Era muy morboso ver cómo nuestros rabos entraban y salían de los coños de nuestras amantes temporales y si el mío era de un tamaño más que prudente el de él no le iba a la zaga porque, aunque más corto, tenían el mismo grosor aproximadamente. Él no dejaba de mirar mis penetraciones a Marta y de vez en cuando ponía la palma de su mano sobre mi pelvis y bajaba rápidamente a tocarme la polla cada vez que retrocedía. Esa mano también me sobó el culo cada dos por tres y yo le devolví esas pequeñas caricias, más que nada cuando mi novia volvía su cabeza para dedicarnos una sonrisa a los dos, tampoco dudé en asir su polla cuando la volvió hacia mí en un descanso que hizo en las penetraciones en las que estaba enfrascado. Ahora ella miraba con más interés al saberse huérfana de ella viendo como le atizaba una buena paja el tiempo que estaba a mi disposición. Le habíamos perdonado los dos y deseaba dejárselo claro porque ya no pensaba más en ser un aguafiestas y si había que hacer esas cosas, las hacía y que saliera el sol por Antequera que a mí me daba lo mismo.
Marcelo se fue con su esposa y Félix dejando a Carmen al completo en manos de Basti, pero ella se volvió de rodillas como estaba hacia Marta con la que comenzó un buen morreo y haciendo un alarde de equilibrio ambas se manoseaban las tetas ya libres de aquellos bellos sujetadores. Poco después y no sé cómo los cuatro fuimos alcanzando el clímax casi al mismo tiempo, ellas primero y nosotros en las bocas de las dos, que no permitieron que nuestras pollas quedaran manchadas de leche. Luego se limpiaron entre ellas mismas a base de lametones por todo el rostro.
Basti quedó sentado en medio de ambas chicas y yo fui a la cocina a por una botella de agua fresca que luego compartí con Carmen que también estaba sedienta. Los otros tres habían terminado el primer ataque y estaban sentados charlando entre ellos mientras seguían con las carantoñas y las risas. Había un buen ambiente seguramente que debido en gran parte al levantamiento del castigo a Basti, pues había que reconocer que era un poco cortante ver como en las otras dos veladas nos miraba de soslayo, deseando meternos mano y no pudiendo hacerlo porque lo tenía prohibido.
Poco después nos dispusimos a disfrutar de un segundo asalto, dirigiéndonos todos a la habitación principal de nuestro anfitriones, pero éramos muchos y Marcelo prefirió irse a la otra habitación con Marta y Félix, mientras el resto nos quedamos en aquella grandiosa cama. Yo me eché encima de Carmen, cosa que no era habitual en nuestros encuentros, pues preferíamos disfrutar de los demás, pero esa noche yo quería que Carmen viera mi interés por ella y por lo bien que me sentía al haberla visto tener sexo nuevamente con Basti. Sabía que pronto volvería a cedérsela nuevamente para que se deleitara todo lo que quisiera con ella en esa noche del perdón, pero de momento quería arrancarle un par de orgasmos antes de dejarla ir, así que después de unos buenos besos de lenguas batalladoras, me fui bajando para besarla en el cuello, entretenerme bastante en sus pechos mientras la penetraba ya con dos dedos, para seguir bajando y ayudarlos con una buena comida de coño hasta que no aguantó más, haciendo que se corriera de la forma más escandalosa que ella solía expresarlo cuando el orgasmo era intenso. Había hecho un buen trabajo, pero me faltaba el siguiente para completar la tarea que me había propuesto. Esperé a que se recuperara del anterior y tal como estaba la penetré hasta clavársela toda entera y quise besarla, pero Basti ya lo hacía por mí mientras se follaba a Sonia, entonces cambié la estrategia y asiéndola por los tobillos coloqué sus piernas sobre mis hombros y comencé a darle fuerte agarrado a sus muslos y ella ya no besaba al pecador porque su boca permanecía abierta en una queja continua. Entonces él llevó su mano derecha al clítoris de mi novia terminando de provocarle el segundo orgasmo entre los dos y el resultado no pudo ser más placentero para Carmen, que estuvo contrayéndose en unos estertores que hacía tiempo que no veía en ella. En cuanto se recuperó le dio un morreo a Basti y luego me echó los brazos para que me acostara sobre ella donde quedamos abrazados casi dos minutos sin movernos para nada.
Poco a poco nos fuimos separando sin dejar de besarnos una y otra vez. Sonia también se había corrido y comenzó a besarse con nosotros dos al tiempo que Basti me chupaba la polla que la tenía más dura que una barra de acero. Al parecer intentaba que me corriera en su boca, pero yo quería follarme a Sonia primero antes de volverme a correr por segunda vez esa noche. Con este pensamiento en mi cabeza, hice que Carmen se fuese deslizando para quedar junto a él ayudándole en la mamada que me hacía y yo me quedé con Sonia enterita para mí.
-Vuélvete que quiero comerte el coño. -Le pedí y ella me obedeció de inmediato.
Lo que no esperaba era que Carmen me ayudase en ese chupetón y mucho menos que viniese acompañada de la polla de Basti que para rematar, me la cedió para mí y ella se afanó en el chocho de nuestra amiga mientras yo le hacía una soberana mamada a ese pollón que no fue capaz de aguantar la tensión y me dejó caer un disparo de leche que por inesperado se me atragantó en la campanilla, haciéndome toser como un desesperado y Carmen muy oportuna dándose cuenta de la situación se la metió en la boca, dejando descargar allí el resto de la eyaculación. Cuando dejé de toser ella me dedicó una sonrisa sin despegar los labios y luego me besó soltando toda la leche en mi boca haciendo que me la tragara hasta la última gota.
-Eres un cabronazo, -me dirigí a Basti-, me tenías que haber avisado que te ibas a correr.
Él no sabía cómo pedirme perdón y fue mi novia la que le exculpó.
-Se lo pedí yo misma, ya era hora que te tragaras una lechada y qué mejor que esta noche y con nuestro amigo, el que te quiso poner los cuernos. Que sepas que al final se lo ha tenido que tragar todo. -Le informó a él que no daba crédito a lo que le decía.
Entonces fue Sonia la que pidió a Basti que se colocara boca abajo con el culo respingón, de modo que en un momento ya le había lubricado el ano y le metía dos dedos sin ningún problema, al tiempo que Carmen me colocaba un preservativo que no sabía de donde lo había sacado y enseguida me di cuenta para qué me lo ponía, las muy putas se habían puesto de acuerdo y estaban preparando mi enculada a Basti que si antes no daba crédito a la leche que me había tragado, ahora sí que estaba seguro que en unos segundos me lo iba a follar por el culo y hasta hacía leves movimientos con su trasero como si no pudiera esperar más para que lo ensartara.
No sé si por eso de no ser un aguafiestas, pero tomé la decisión de llevarlo a cabo si era lo que deseaban todos, incluida mi novia que fue la que se puso de acuerdo con Sonia. Sin que nadie me lo pidiera me coloqué entre las piernas de Basti que ya tenía abierto los cachetes por las manos de las dos arpías que nos acompañaban y en cuanto puse mi glande en su orificio anal, éste fue casi engullido por él y en menos que canta un gallo le tenía metido todo el rabo en sus entrañas. No sé si me lo follé o fue él mismo el que se folló mi polla, para colmo la puta de Sonia que todavía tenía lubricante en sus dedos, no tuvo otra que meterme el más largo en todo mi culo mientras Carmen me daba un morreo y me pellizcaba los pezones. Con tantas atenciones no duré mucho más y dando unos fuertes resoplidos me vacié en aquel condón que al final fue el que se llevó la segunda corrida de la noche. Casi con rabia le pegué tres o cuatro azotes a aquellas nalgas que más se parecían a los de una tía que a un tío hecho y derecho, había que reconocer que era un hombre muy atractivo tanto para un sexo como para el otro. Luego el muy cabrón se volvió hacia mí intentando darme un beso, cosa que no pude aceptar y no tuve más remedio que hacerle la cobra.
-Perdona tío, pero para eso no estoy preparado. Lo siento. -Le dije y él con una sonrisa desangelada se apartó.
-Avísame cuando lo estés, -me dijo más relajado-, me gustaría ser el primero si te decides.
Carmen me miró con otra gran sonrisa, pero yo sabía que también algo desilusionada y eso no lo podía permitir.
-Ven aquí, -le dije a él tirando de su brazo y haciendo que se volviera hacia mí, quedando los dos frente a frente-, anda, dame ese beso cabronazo.
Todos sonreímos, sí, yo también y muy despacio acercó sus labios a los míos para darme un muerdo en mi labio inferior, presionando luego un poco más hasta que los posó encima de los míos y después de rozarlos suavemente durante unos diez segundos, los abrió haciendo que yo también los abriera, aprovechando para deslizar su lengua en mi boca donde entró en contacto con la mía. Entonces cerré los ojos y pensé que me besaba con Carmen y la verdad es que había mucha similitud y el beso me llegó a ser placentero. Puse la mano en su pecho, pero allí no estaban las tetas de mi novia si no el pecho liso de Basti, haciéndome bajar de golpe a la realidad de con quien me estaba besando, pero me gustaba y no dudé en seguir haciéndolo unos segundos más. Luego se retiró con una gran sonrisa, me dio un pico rápido y se dejó caer boca arriba en la cama con los ojos cerrados y exclamando unos ¡Uhmm! Mientras pasaba su lengua por los labios.
-Te dejo con Sonia, cielo, -me dirigí a mi novia-, me voy a dar una ducha y me acuesto en la otra habitación.
-¿Está todo bien? -Me preguntó algo preocupada.
-Todo perfecto, -le dije dándole un beso en la boca, luego otro a Sonia y mirando a Basti con una sonrisa le di el último a él-, os dejo cabrones, nos vemos en el desayuno.