Yo me lo busqué - (Capítulo 5)

Esta es la historia de Julián, un buen hombre al que la vida le depara algún que otro varapalo, que trataré narraros en este relato.

Capítulo 5

Carmen

Y vaya si pasé la prueba, la verdad es que no me quiero calificar, pero seguro que estuve cerca de la matrícula de honor. Al principio me sentí un poco cohibida cuando Félix solo con el bóxer puesto, me abrió los brazos para que me lanzara a ellos. Su abrazo no era solo con los brazos, no, en él intervenía toda su anatomía que se pegaba a la mía como si tuviésemos un pegamento en la piel. Luego sus brazos me acariciaron la espalda bajando hasta mis nalgas. Sabía que le gustaban porque en más de una ocasión le pillé mirándomelas con una lascivia prudente. Yo tampoco me quedaba quieta y hacía lo mismo que él, aunque enseguida nos separamos un poco para podernos meter mano por la parte del torso que era donde teníamos nuestros mejores atributos, él tocándome las tetas y yo sobándole el bulto que mantenía en el bóxer. Marta que lucía un sujetador muy sexy con encaje negro y un tanguita transparente haciendo juego con ese mismo encaje negro, se pegó a mi espalda introduciendo sus manos entre nuestros cuerpos y llevándolas al bóxer donde se encontraban las mías, de forma que las presionaba para que el agarre a la protuberancia de él fuese más intenso. Sus besos en mi nuca hicieron que mi excitación se elevara a unos niveles difíciles de alcanzar y los primeros besos de Félix comenzaron a producirse, con mucha suavidad al principio para ir avanzando en intensidad hasta que pensé que me quería quedar así cinco horas seguidas. No sé cómo en mis manos tenía ya la polla de él en carne viva y nunca mejor dicho lo de viva y calentita, viril y un poco húmeda seguramente debido a las ganas con las que me tocaba y besaba. Luego dio un paso atrás y cogiendo mi mano me hizo dar un par de vueltas ante él, regalándose la vista con lo que le mostraba mi cuerpo. Al final me dejó frente a frente con mi prima del alma.

Quise entregarme a ella de una forma especial, quería dejarle un buen recuerdo de nuestra primera relación sexual. Y es que Marta además de una extraordinaria persona, fue muy cariñosa siempre conmigo, generosa en sus actos con todo el mundo, una maravilla de mujer, en definitiva. Encima tenía un cuerpo precioso, unido a su rostro siempre tan bello y risueño.

Si excitantes fueron los besos con Félix, maravillosos diría que eran los que nos dábamos nosotras. Nunca había besado a otra mujer y no me hacía a la idea que aquellos besos pudieran ser tan placenteros, tan suaves, tan eróticos, acompañados además con los mínimos roces que él me daba desde atrás en mis tetas con una mano y en mi clítoris con la otra. Todo eso estaba dando como resultado que ya estaba a punto de entregar mi primer orgasmo de la noche. Casi sin darnos cuenta él nos había quitado la lencería que ocultaba nuestras tetas, solo sé que un momento antes había levantado los brazos ante un leve requerimiento de él y ya tenía mis senos aplastándose contra los de mi prima, cuatro tetas redondeadas y altivas que se estrechaban morbosamente machacándonos los pezones. El primero que abandonó toda la ropa fue Félix que me restregaba su falo entre los glúteos, esos que tanto le gustaban a él, a mi ex y a mi novio actual, bueno y al cabrón de Agustín, también.

Marta se separó de mí y me llevó de la mano al centro de la cama donde quedé boca arriba en medio de ellos dos, que ahora alternaban sus besos conmigo y con ellos mismos, mientras nuestras manos no se tomaban ningún descanso en la exploración de nuestros cuerpos. Luego ella se echó encima de mí y al momento entre nuestros labios apareció el miembro erecto de su marido, que ya venía húmedo por motu propio y que nosotras dejábamos discurrir a lo largo de nuestras lenguas desde su pubis hasta la punta del glande, donde aprovechábamos para enlazarlas y que se dieran un festín las dos a su libre albedrío, luego le dábamos un chupetón cada una esperando su turno y volvíamos a deslizarnos nuevamente a lo largo de su tronco. Viendo ella que yo me entretenía algo más de la cuenta en chupársela con avidez, se quiso ocupar en meterse primero un huevo en la boca, para al rato pasar al otro. Mi dedo medio hizo una prospección en el anito de nuestro macho y al parecer tuvo un efecto muy positivo, porque se retiró enseguida para evitar correrse antes de habernos follado como Dios manda.

Enseguida él se fue a nuestros bajos y primero a mí y luego a Marta nos provocó dos orgasmos de campeonato. Qué buen trabajo me hizo el cabrón chupando mi clítoris al tiempo que me machacaba metiendo dos dedos, al menos que yo sepa, porque no sé si fueron tres, eso sí con mucho ritmo hasta hacerme acabar en menos de dos minutos. Mientras Marta se recuperaba de su orgasmo a mi lado resoplando como una bandida subiendo unas sierras escarpadas, él ya estaba encima de mí dándome otro nuevo morreo, ahora diríamos que más cerdo o más guarro, no sé, pero no era como los primeros que nos dimos de pie en medio de la habitación.

Marta hurgó en el primer cajón de la mesita de noche hasta que dio con lo que quería y ella misma fue la que mordió el envoltorio y sacó el preservativo que le puso a su marido en un visto y no visto. Para no dejar el trabajo a medias, tomándolo por la base, lo acercó a mi coño donde se introdujo muy despacio, como saboreando ese hecho inolvidable de una primera penetración a alguien, a la que sabes que vas a seguir penetrando muchas más veces.

Esa acción fue muy sentida por ambas partes y un primer quejido escapó de mi garganta, que con esa queja daba fe de lo que acababa de ocurrir. Luego comenzó un suave vaivén que siendo de ritmo escaso, pero de trayectoria larga, unido a los chupeteos que me daba mi prima en los pezones y las caricias que con su mano derecha propiciaba en mi expuesto clítoris, no pude evitar que me alcanzara el segundo orgasmo y es que tampoco lo quería retardar porque lo estaba deseando y disfrutando.

-Que bien gimes preciosa, -me dijo él-, ahora te voy a dar más fuerte a ver si coincidimos los dos a la vez.

Pues si había gemido ni me había dado cuenta, pero si me estaba amenazando con provocarme otro orgasmo, lo iba a querer como si fuese algo mío, es que el próximo sería el tercero que me iba a proporcionar este cabrón que parecía que no rompía un plato, pero que de sexo era un tío para tenerlo muy en cuenta. Ahora sí cogió un buen ritmo desde el principio buscando mi boca con la suya para comunicarnos esa pasión que se estaba desatando entre nosotros y ahora sí que notaba mis gemidos ahogados en su boca y los de él en la mía. Con una mano le apretaba su nalga y con la otra me agarraba a la mano de Marta que me besaba la muñeca o no sé muy bien si más bien me la lamía, la cuestión es que todo lo notaba muy placentero y sentía como una corriente eléctrica surgía desde mi propia vagina y se distribuía por todo mi cuerpo como si de un cosquilleo se tratara. Ya no pude aguantar más y él tampoco estaba lejos de correrse. Tuvimos que dejar de besarnos porque nuestras bocas estaban abiertas por mis gemidos y por sus bufidos, corriéndonos ambos al unísono unos segundos después. Al momento cayó como un peso muerto sobre mi cuerpo, que lo recibía con ganas de hacerlo reposar allí por toda la noche.

-No seas bruto, -le dijo Marta a su marido al tiempo que le empujaba para que cayera al otro lado-, que la aplastas.

Cuando se deslizó por fin a mi lado no tardamos en soltar una primera risa que al final se convirtieron en sonoras carcajadas. Habíamos echado un gran polvo y aquellas carcajadas nos hacían soltar toda la adrenalina por lo que acabábamos de disfrutar. Félix se levantó y fue al aseo con el preservativo colgando como si de un juguete roto se tratara, lo que provocó más risas de nosotras dos. Era nuestro momento y enseguida comenzamos a darnos unos leves y rápidos piquitos en los labios, con las manos moviéndose sin descanso por nuestros cuerpos. Tenía ganas de explorar nuevamente sus senos y pellizcar esos pezones a ver si le provocaba los mismos efectos que me sentía yo y es que ese es un punto muy sensible en mi anatomía, a veces hasta acercarme al orgasmo. Lo hice con los dos a la vez y ella soltó sus primeros gemidos en mi boca, luego me bajé a chupárselos provocando que subiera el tono de esos gemidos. Después le froté toda la raja de su coño llegando incluso a acariciar su ano aprovechando la humedad que me dejaron sus fluidos en los dedos y sus ¡Uhmmm...! se hicieron presentes cada vez que mi falange atravesaba ese orificio. En eso regresaba él del aseo y se sentaba en el butacón que había al otro lado de la cama, quería vernos actuar, pero sin intervenir, al menos de momento.

Lo siguiente fue deslizarme hacia abajo para lamer el piercing del ombligo, teniendo más juego para meter el dedo corazón completo en su culo y el pulgar en su vulva. Mi otra mano se dedicaba exclusivamente a sobar sus tetas y pellizcar sus pezones. Por último, bajé por su pubis hasta alcanzar los labios mayores de su coño y ya me tomé muy en serio el chuparle ese clítoris que estaba tan rosadito y que clamaba porque le prestara la mayor atención. Lo estaba haciendo bastante bien según pude entender por los gemidos tan seguidos y tan sonoros que ella emitía en esa habitación sumida en la semi oscuridad y que era justo la precisa en esos momentos de lujuria y pasión. No tardó en correrse como venía anunciando con el escándalo que emitía desde su garganta y la fui chupando, pero procurando ahora hacerlo más despacio hasta coincidir con el final de su orgasmo.

Estaba terminando de recuperarse, cuando su marido le dejó caer en la cara todo el esperma que albergaba el condón que tenía oculto en sus manos. Las risas de él junto con las mías y la cara de estupor de mi prima al ver la fechoría que le hizo el depravado de Félix, aunque al final ella se contagió de las risas y rió más que nosotros mientras recogía la lefa con el dedo índice y se lo lanzaba al torso de él. Después se limpió el dedo con la boca.

-Anda fóllame cabrón mientras le como el coño a Carmen, que hoy se merece todo lo que le podamos dar nosotros, es que has estado genial cielo. -Se dirigía Marta a mí.

Ella se puso a cuatro patas y me recostó sobre el cabecero de la cama con las piernas muy abiertas, dejando mi coño justo debajo de sus labios. Pero él cogió el lubricante que estaba encima de la mesita de noche antes de penetrarla desde atrás, por lo que supuse que lo iba a hacer por el culo. Ella no decía nada y se dedicó a darme unos primeros besos en el pubis mientras él la preparaba. Casi al unísono su marido la penetró y ella me introdujo la lengua en medio de mi raja, luego echó una mano hacia atrás hasta que él le impregnó los dedos con el lubricante y enseguida un primer dedo entró en mi retaguardia al tiempo que su lengua se movía de forma despiadada contra mi clítoris. Pensé que ése iba a ser mi cuarto orgasmo y ya estaba deseando que me llegara y me traspasara de arriba abajo. ¡Joder! Qué placer me estaba dando mi prima, que se acoplaba perfectamente a los envites de él, aprovechándolos para darme un chupetón más fuerte cada vez. Al ver que no había problemas con lo que admitía mi trasero, metió un segundo dedo que acabó por partirme en dos llegándome de inmediato el orgasmo deseado. Ellos seguían follando con ese ritmo cada vez más acelerado y me incorporé para ver ese acto que lo había disfrutado pero que nunca lo pude ver tan nítido como ahora. Acaricié entonces el culo de Félix que se agarraba a las caderas de su esposa mientras ese rabo no paraba de entrar y salir con potencia del culo de ella, que se ayudaba con una mano en su clítoris para conseguir ese orgasmo que estaba buscando y que le llegó al fin. Fue un momento en que parecía que el tiempo se detenía, no sé si era porque estaba trastornada por tanto alarde de sexo en esa bendita noche, pero hasta me parecía que todo se desarrollaba a cámara lenta. Veía a mi prima tensar su espalda, o arqueándola quizás en una curva sobrenatural y al momento me llegaban sus gemidos como en un eco lejano. La cara de Félix expresaba rabia, placer o dolor, mientras permanecía quieto con toda la polla enterrada en el culo de su esposa, su boca abierta intentando reprimir un jadeo que le desbordaba de forma irremediable. Se iba a correr y ya no podía dar marcha atrás. Fue Marta la que me sacó de ese trance al gritarle a su marido.

-Córrete en mi boca cabrón.

Entonces él se la sacó del culo y se puso a pajearse con un ritmo frenético mientras ella se daba la vuelta dejando su cara a la altura de la polla que estaba a punto de estallar. No lo dudé y junté mi cara a la de Marta esperando ahora las dos que él nos embadurnara la cara y las bocas que permanecían abiertas con las lenguas estiradas todo lo que podíamos. El primer disparo me lo dedicó a mí que me atravesó prácticamente toda la cara, dejando gran parte de ese líquido lechoso en el interior de mi boca y el segundo tuvo la misma trayectoria en la cara de su esposa, los siguientes los siguió repartiendo, pero fueron ya mucho menos copiosos que los dos primeros. Las últimas gotas se las dejó caer en la lengua de Marta.

No follamos más esa noche y después de asearnos me hicieron dormir con ellos, cosa que vi de lo más apropiado después de lo acaecido. Solo le envié un escueto mensaje a Julián para decirle que me quedaba a dormir en casa de Marta y él me respondió con un gran corazón, sin más.

Como ya dije antes, la prueba la pasé con soltura y ese viernes me estrené con los cuatro y por primera vez en mi vida me iniciaron en la doble penetración. Mi culo ya había sido usado y se podía decir que bastante por Richard que fue el que lo desfloró y también por Agustín en su segunda noche de trío, pero nunca me la metieron los dos a la vez. Puedo dar fe que los orgasmos que me provocaron aquellos dos amigos fueron bestiales y desde entonces procuro que me lo hagan cada viernes que quedo con ellos.

/

Julián

Antes de entrar yo a participar los viernes con las dos parejas que formaban mis amigos, lo hacía un tal Basti que era amigo de Marcelo desde mucho tiempo atrás. Lo llamaban de vez en cuando para deshacer de alguna manera la homogeneidad que había entre ellos cuatro. Digamos que también se procuraban más morbo si cabe en esos eventos semanales. Basti también era de la misma edad que nosotros tres, por supuesto soltero, porque de otra forma no lo hubiesen involucrado en sus fiestas, si bien era un bisexual declarado, sus preferencias iban más por el sexo femenino, pero si en algún momento se trataba de recibir, él se prestaba sin ninguna pega a una buena follada si se le antojaba a alguno de los dos, o incluso, si lo pedían Marta o Sonia. Según me dijeron, él nunca se ofrecía a que le dieran por el culo y por supuesto nunca penetró a ninguno de mis dos amigos.

El caso es que cuando consiguieron que me implicara en sus veladas de los viernes, ya no lo llamaron más, salvo en contadas ocasiones en que yo no podía asistir. Eso fue así hasta que entramos Carmen y yo como una tercera pareja, entonces nos plantearon de volver a llamarlo para romper nuevamente el efecto pareja que habíamos vuelto a recuperar en el grupo. Por nuestra parte no pusimos ningún problema y al viernes siguiente ya participó con Carmen y yo mismo por primera vez.

Ese día su implicación con Carmen se puede decir que fue ostentosa, sin recatarse porque los demás notásemos esa forma de acapararla para sí mismo. De todos modos, me causó una buena impresión por lo simpático que era e incluso por la forma de hacerse el afeminado de vez en cuando, haciendo que los demás nos partiéramos de risa.

No es que me importara demasiado, porque allí estábamos para eso, pero es que ni tocó a Marta o a Sonia en toda la velada. La única salvedad de esa noche fue que Marcelo se la metió a Basti hasta que se corrió en su culo y él lo hacía en la boca de mi novia. Encima luego durmió con ella esa noche en mi cama junto a Félix, mientras yo lo hacía con Sonia y Marcelo con Marta en las otras habitaciones.

Cuando al día siguiente entre risas lo comentábamos entre todos nosotros, él se disculpaba aduciendo que Carmen era la menos conocida del grupo. En cierto modo llevaba razón, porque hasta mis dos amigos también denotaban una cierta preferencia por Carmen, seguramente debido al mismo motivo. Mi novia, sin embargo no decía nada y aceptaba estoicamente todas las chanzas de los demás, si bien, no se separaba de mí durante el tiempo que duraron esas bromas.

Unas semanas después Carmen me desveló que Basti se había puesto en contacto con ella para pedirle una cita en su propia casa. Eso fue motivo suficiente para descartarlo desde ese día por el grupo al completo. Más tarde la volvió a llamar para preguntarle si había dicho algo a los demás, porque sospechaba que así había sido cuando nadie lo volvió a invitar a una de nuestras reuniones. Ella le respondió que así era y que las consecuencias las decidimos entre todos. Al día siguiente me llamó a mí para hablar conmigo y lo noté tan hecho polvo que lo cité a la salida del trabajo en una cafetería del centro. Allí me pidió perdón de mil maneras distintas, al tiempo que me decía que nos echaba mucho de menos, que aquel día se le fue la olla y llamó a mi novia seguramente debido a que había bebido dos copas de más con unos amigos. Por último, me pidió que lo hablara con los demás y que le levantáramos el castigo, que jamás había disfrutado tanto como lo hacía durante nuestros encuentros y que para que me diera cuenta del error que cometió con Carmen, que supiera que yo le atraía mucho más que ella. Por mi parte le dije que aquello más que un error era un intento clarísimo de ponerle los cuernos a uno de nosotros y que eso acabó con la confianza que habíamos depositado en él, que lo hablaría con los demás y que, si no lo citábamos para la siguiente semana, que se fuera olvidando de nosotros.

El debate se produjo el siguiente viernes donde solo estuvimos los seis para poder tratar con tranquilidad este asunto entre nosotros. La primera en hablar fue Carmen que volvió a relatarnos el contenido de la llamada que le hizo Basti proponiéndole tener una cita en su casa.

-Empezó comentándome que hacía mucho tiempo que no había pasado una velada como aquella última y que lo perdonara pero que recordarme en esa ocasión era lo que más le excitaba últimamente. No mencionó en ningún momento que allí íbamos a tener sexo, pero era obvio para qué me citaba en su casa. -Terminó diciendo ella.

-¿Se le notaba que estaba algo ebrio? Era la excusa que le dio a Julián. -Le preguntó Sonia.

-En esos momentos me puse tan nerviosa que ni me enteré, pero cuando me lo dijo Julián el otro día repasé en mi cabeza aquella llamada y estoy segura de que sí, porque sus palabras a veces no se entendían muy bien e incluso le tuve que pedir que me repitiera algunas frases. -Respondió Carmen.

-¿Fue una llamada normal entre amigos o estuvo fuera de lugar la forma en que se pronunció contigo? -Preguntaba ahora Félix.

-Bueno... no sé cómo explicarlo, no fue soez ni trató de molestarme en ningún momento, más bien halagaba mi cuerpo y mi manera de ser, también se refirió a vosotros e incluso a Julián en buenos términos, vamos que me dijo que mi novio era un amor, pero al final terminó pidiéndome esa cita que yo entendí como una propuesta indecente, terminando por decirle que estaba loco, cortándole la llamada.

Luego de un pequeño debate entre nosotros, aunque fue como un batiburrillo de opiniones de todos hablando a la vez, intervine yo para darles a conocer la conversación en la cafetería.

-¿Te pareció sincero cuando se disculpó contigo? -Me preguntó Marcelo con el asentimiento de los demás.

-Sí, francamente sí que me lo pareció y diría que se le veía también muy arrepentido por lo que hizo.

-¿Tú le adelantaste tu parecer? -Quiso saber Marta.

-Él calificaba siempre lo que había hecho como un error y al final mi respuesta fue que aquello no se trataba de un error si no de ponerle los cuernos a uno de los integrantes del grupo y que ya no íbamos a poder confiar en él. También le dije que lo hablaríamos entre nosotros y si no le llamábamos para la siguiente semana es que habíamos decidido no invitarlo nunca más.

Otra vez nos pusimos a cuchichear todos a la vez hasta que un minuto después se hizo un silencio sepulcral.

-¿Alguno propone algo? -Preguntó Sonia-, porque a mí me da mucha pena Basti, además si estaba un poco bebido y habiéndose arrepentido y disculpado, creo que deberíamos ser algo indulgentes con él.

Todos nos mirábamos intentando averiguar lo que pensaba cada uno en esos momentos, al menos teníamos el voto favorable al perdón de Sonia.

-Yo propongo exculparlo también, -soltó Marcelo-, dadas las circunstancias, si bien, algún castigo debemos imponerle.

-A mí me interesa más conocer vuestra propuesta, -se dirigió a Carmen y a mí nuestro amigo Félix-, debería ser la más tenida en cuenta por los demás.

-La mía es muy sencilla, -le respondió mi novia-, si queréis que vuelva, que lo haga, pero no podrá tocarnos ni a mí ni a Julián hasta que nosotros mismos le demos permiso.

-Estoy de acuerdo con mi novia, -les comuniqué-, me parece una decisión correcta.

-¿Veis lo inteligente que es Carmen? -Dijo con una gran sonrisa Sonia-, yo también estoy de acuerdo con su decisión y vosotros igual, ¿Verdad cabrones? -Desafió a los demás apuntándoles con el dedo índice mientras soltaba unas risitas.

Los otros tres asintieron y la cuestión quedó zanjada de esa manera.

-Lo invitaremos para la semana que viene y haremos un cambio porque tocaba en casa de Julián, mejor nos vemos en nuestra casa, -decía Félix que se dirigió a su mujer en ese momento-, sería lo más lógico después de lo que ha pasado. Lo llamaré mañana mismo.