Yo me lo busqué - (Capítulo 2)

Esta es la historia de Julián, un buen hombre al que la vida le depara algún que otro varapalo, que trataré narraros en este relato.

Capítulo 2

Julián

El sábado recogí a Carmen en su casa para irnos a cenar al restaurante. Luciano, el camarero que llevaba varios años atendiéndome en soledad, se quedó pasmado al verme llegar en compañía de una mujer, no pudiendo evitar ciertas sonrisas que intercambiaba con su jefe. Pero su trato fue de lo más respetuoso y Carmen ni se enteró de los mamoneos que se traían esos dos. Estábamos en los postres cuando encaminamos nuestra conversación por derroteros más serios.

-¿No sales nunca con nadie? -Me preguntó ella.

-No cariño, desde que pasó todo aquello no he vuelto a salir con nadie y tampoco llevo mucho tiempo acudiendo a las veladas con mis amigos. -Le respondí sabiendo que esto último era de su pleno conocimiento.

-Ya… claro, me lo contó Marta. -Confirmó ella.

-Sí, lo sé... ¿Y tú sales con alguien desde que te viniste del pueblo?

-No, tampoco, creo que sabes lo que ocurrió con el novio que tuve allí, -me dijo y yo asentí-, fue muy duro y todavía no me he recuperado del todo. Si mi novio hubiese sido una persona normal, ahora podría estar disfrutando de mi hijo...

Tuve que intervenir porque no pudo seguir contándome las miserias que tuvo que sufrir con ese canalla. La pobre estaba a punto de echarse a llorar.

-Tranquila cielo, no vas a ser la única que sufra por algo así debido al cabrón que le ha deparado la suerte. Relájate preciosa, seguro que te espera un futuro más prometedor. Eres una chica deliciosa y no vas a tardar en encontrar al hombre que te hará feliz.

-¿Sí? Ojalá, Julián, me encantaría tener a mi lado un buen hombre que me dé la estabilidad que deseo y formar una buena familia entre los dos.

A mitad de semana recibí un mensaje de ella con una imagen muy bonita con la que me daba los buenos días. Yo le respondí deseándole lo mismo acompañándolo de tres caras con besos. Esa tarde fui a casa de Marcelo para ayudarle en el cambio de muebles que Sonia quería hacer en su salón. Luego me quedé a cenar con ellos. Ella se había puesto bastante sexy con la camiseta de verano que había elegido, pues hasta creo que alguna vez se la vi en nuestros encuentros sexuales y es que al no llevar sujetador y al ser su abertura lateral tan grande, me dejaba ver sin ningún problema mucha teta cuando se volvía de costado y más aún cuando alargaba el brazo para coger una aceituna del plato que le quedaba algo lejos. Abajo solo llevaba un mini short que le dejaba la mitad de los glúteos al aire. Con estas prendas consiguió que durante todo el tiempo que estuvimos cenando, mi polla no dejara de ponerse tiesa casi de continuo.

-El viernes tenemos cena aquí, así que ya te puedes dar por invitado. -Me dijo Marcelo.

-Esta semana tengo muchas ganas de estar más tiempo contigo, -me dijo ella-, que el último día me tuviste abandonada.

-Por mí si quieres te lo compenso ahora mismo. -Le respondí con una sonrisa pícara.

-Eso iría contra nuestras reglas de hacerlo solo los viernes por la noche, ya lo sabes. -Me dijo Marcelo cortándome el rollo.

-Vale, pues yo también te tengo ganas, que lo sepas y más como me estás poniendo de caliente esta noche con la ropita que te has puesto de putilla. -Me dirigí ahora a Sonia, provocando que ambos soltaran unas risas.

Más tarde en el sofá del salón ella me estuvo provocando todo el rato mientras nos tomábamos una copa. Lo hacía restregando a cada instante su teta sobre mi brazo y me puso dos veces la mano encima de mi paquete, mientras hablaba con Marcelo que estaba a mi otro lado aprovechando para darme un apretón en el rabo. Por supuesto mi bulto a cada instante se convertía en una tienda de campaña que yo no disimulaba para nada, si me quería calentar, esas eran las consecuencias. En un momento en que yo le puse una mano encima de su maravilloso muslo, más pronto me la retiró acompañado de un “eso no se toca”. Entonces decidí que mejor sería que le echara el brazo sobre sus hombros y la apretara contra mi pecho para darle más facilidad en eso de poner su mano encima de mi paquete.

Se hizo un impás en nuestra charla y ellos se miraban sin decidirse a cortar esos avances, que sería lo más prudente para el cumplimiento de sus normas. La cara de Sonia era un poema y la de él tampoco lo era menos y yo quería que algo pasara, debía darles un pequeño empujón que les decidiera a seguir avanzando, aunque fuera mínimamente, pensaba que después de lo que hacíamos los viernes, sería una ridiculez no darnos ese desahogo. La solución estaba en que mi amigo participara también en los tocamientos, que no se quedara todo en los tonteos de ella, así que le eché el otro brazo sobre los hombros de él atrayéndolo también sobre mi pecho.

-Daros un beso. -Les pedí mientras los acercaba haciendo más presión sobre sus hombros.

Pronto acercaron sus labios y se dieron un pico para lo cual se vieron prácticamente obligados a apoyarse en mis muslos y no sé si por seguir besándose más a fondo o por continuar con sus manos en cada uno de mis muslos, la cuestión es que permanecieron en ambas acciones mientras yo con mis manos les acariciaba arriba y abajo el costado a los dos. El empalme de Marcelo era también bastante evidente y aunque su polla no era precisamente un portento, marcaba una buena tienda de campaña en el pantalón del chándal que se había puesto esa tarde para mover los muebles.

-Tócasela. -Le pedí a ella que también miraba la malformación del chándal de su novio en la entrepierna, cuando se separó momentáneamente para respirar.

No tuvo ningún problema en acatar mi petición y su mano derecha se posó encima de ese bulto que no era nada sospechoso y siguieron besándose mientras su mano izquierda era la que ahora se apoyaba en mi muslo, pero muy cerca de donde se encontraba la base de mi polla, quizás casi obligada por la posición que tenía o porque realmente deseaba simultanear los tocamientos a nuestros miembros viriles, muy viriles en esos momentos, por cierto. Seguí con mis pequeños avances y comencé a acariciar el costado de su teta derecha con movimientos arriba y abajo acompañados de algún apretón en la parte baja de su seno, en carne por supuesto debido a la falta de sujetador y la abertura lateral de su camiseta. La posición de ellos no me dejaba ver lo que hacía la propia Sonia en la polla de su novio, lo que sí ocurrió es que la mano de él abandonó mi muslo para posarse sobre mi pecho por encima de la camiseta, qué gusto me daba amasar esta teta, joder. Sabía que eso era un primer síntoma de lo que nos podría llevar a metas más elevadas, porque si él se involucraba más no tendría ella porqué ser menos. Hice una primera prueba y seguí amasando toda la teta de Sonia sin soltarla por varios segundos y ella no dijo nada, todo lo contrario, reaccionó posando su mano encima de mi polla prisionera, que estaba deseando lograr su libertad plena. La sujetaba por el tallo hasta que luego se atrevió a subir hasta el glande para darle un apretón, al tiempo que la mano de él desabotonaba mi camisa y se metía dentro para acariciar todo mi torso, aunque principalmente se entretenía más en mis pezones a los que hacía girar con sus dedos índice y pulgar.

-Sácale la polla a tu novio. -Me atreví a pedirle ahora.

Estuvo dudando un poco mientras seguía besándose lujuriosamente con Marcelo a pocos centímetros de mi cara, reaccionando después al tirar primero de la cinturilla del chándal para luego bajarlo hasta medio muslo con la ayuda de él, que levantó su culo para colaborarle en la tarea y terminó por recolocar hacia arriba su pene y estuvo un rato acariciándolo nuevamente hasta que repitió la operación y de un tirón le bajó el bóxer junto con el pantalón hasta los tobillos. Sus caricias ahora se convirtieron en una suave paja a Marcelo, que mostraba su excitación sobándome el rabo a través del fino pantalón, luego me abrió el cinturón, me bajó la cremallera de la bragueta y deslizó su mano por encima de la cinturilla del bóxer para liberarlo por fin de aquella incómoda prisión. No era nada distinto a lo que solía hacerme cada viernes, así que no opuse ninguna resistencia a estas caricias, además que con la ayuda de su novia quedé desnudo de cintura para abajo y la camisa totalmente abierta en la parte de arriba. Ambos me excitaban con unas buenas refriegas a mi polla y a mis huevos, dejando de besarse para chuparme los pezones y yo les acariciaba el pelo a cada uno que era la manera de agradecerles el placer que me estaban dando. Entonces la cabeza de Marcelo bajó para darme unos leves chupetones en la punta del glande y yo creía que eran circunstanciales, pero no, poco después en vez de retirarse profundizó en lo que ya era una mamada en toda regla. Francamente lo que yo quería era follarme a su novia y si el cabrón de Marcelo seguía poniendo tanto afán en lo que estaba haciendo, temía que mis deseos no pudieran cumplirse, al menos de inmediato, pues tendría que esperar a recuperarme para un segundo asalto.

-Espera cabronazo que casi me tienes a punto de correrme... para tío... joder...

Al final fue frenando en su impulso por hacer que me corriera en su boca y por fin paró gracias a Sonia que al parecer coincidía más con mis intenciones de echarle un polvo, a pesar de que no correspondía ese día.

-Ven, ponte de pie aquí delante mía. -Le pidió ella.

Parecía que a él le costaba trabajo abandonar mi polla y antes de levantarse le dio varios picos nuevamente en la punta del glande.

-Dame un beso primero. -Casi le exigí a Sonia.

Ella no lo dudó mucho esta vez y girando su cara acercó sus labios a los míos para darme un beso sin abrir la boca, pero mordiendo mi labio inferior, terminando por absolverlo y chuparlo antes de devolvérmelo indemne. Después ya sí volvió a acercarse para darme un buen morreo que era lo que yo pretendía. Marcelo ya estaba de pie frente a ella tal como le había pedido y en cuanto abandonó mi boca le agarró el nabo que permanecía totalmente erecto y se lo metió hasta la campanilla sin más preámbulos. Aproveché entonces que estaba más erguida para sacarle un pecho por el lateral de la camiseta, hasta que mis labios lo abarcaron en una buena parte de él, mientras con mi mano izquierda le acariciaba el coño por encima del mini short que todavía llevaba puesto. Sonia era además, la única que todavía seguía vestida o semi vestida, pues no se había quitado nada de su ropa.

Cuando me incorporé para lamer su lóbulo ya le estaba soltando el botón del pantaloncito y bajándole la cremallera que tampoco descubrió mucho de su tanga por lo corto que era en realidad, pero al menos me permitía introducir el dedo medio de la raja de su coño. Mientras le daba bocaditos en su oreja pude observar muy de cerca cómo su carrillo se deformaba cada vez que se introducía la polla de su novio en la boca y aquello me dio mucho morbo, tanto que no dudé en chupar su mejilla cuando ésta se hinchaba, siendo la primera vez que tenía una polla tan cerca de mi boca. Para seguir incrementando nuestra lujuria, ella se sacaba la polla de la boca y me daba un muerdo sin dejar de pajear al bueno de Marcelo, luego seguía con su mamada a la que ya alternaba con los besos que me daba. En un descuido mío y mientras me daba ese último beso, colocó la polla de él en medio de nuestros labios y no me aparté como tantas veces hice en los encuentros que mantenía con ellos. Fue una sensación extraña debido a lo suave que era su piel, además de lo caliente que se notaba. Ya puestos quise indagar algo más en qué se sentiría si se la chupaba y más por curiosidad que por otra cosa, me la introduje en la boca hasta más de la mitad procurando no rozarle con mis dientes, pero sí mucho con mi lengua. No era una mamada clásica con penetraciones continuas, sino que una vez dentro no la sacaba, simplemente la chupaba en mi interior con la lengua y el paladar. Así estuve un buen rato hasta que me di cuenta de que no fue inmune a mi primera experiencia.

-Me voy a correr Julián... ¡¡¡Ohooo!!! -Me avisaba para que fuera yo el que tomara la decisión de que lo hiciera dentro de mi boca y solo tuve el tiempo suficiente para sacármela cuando soltó un primer disparo que me cruzó toda la cara. Los siguientes chorros se los tragó Sonia que estuvo soberbia al quite con el resto de la eyaculación. Cuando él acabó de correrse se echó en el sofá quedando tendido al otro lado de su novia que con una gran sonrisa me restregaba por toda la cara la lefa caliente, blancuzca y espesa que allí permanecía. Después me dio un buen morreo y la zorra me pasó la leche que se había guardado para mí en un último morreo. Tampoco le puse ningún pero porque no sabía mal en absoluto, saboreándola primero y tragándomela después, completando mi primera y efímera experiencia.

Sabía que a mi amigo le costaba volver a excitarse, por lo que aproveché su medio somnolencia para dedicarle más interés a su novia que apenas la habíamos tocado hasta ahora. Me puse en cuclillas y le quité el short sin que ella dijera nada. El tanga que llevaba la muy zorra no llegaba a cubrir enteramente su coño, o más bien se podría decir que dejaba al aire la parte más alta de sus labios mayores, con lo que con un pequeño desplazamiento hacia abajo de su borde ya me dejaba ver su clítoris, que enseguida me metí en la boca para degustarlo yo y darle gusto a ella, faltaría más, poco después paré un segundo en mi chupetón clitoriano y le terminé de sacar el tanga que me estorbaba para meterle dos dedos en su vagina. Si era verdad que apenas la habíamos tocado, también era cierto que estaba muy caliente y en apenas unos minutos de trabajarle sus bajos tuvo su primer orgasmo.

-Joder me estás matando, so cabrón... sigue asíii... un poco másss... yaaaa... uhmmm...

Sus gemidos sonaban más lastimeros que eufóricos por lograr ese orgasmo, que la tuvo zarandeándose un tiempo más largo de lo normal al acompasar mis lamidas a su clítoris, con el devenir de su corrida. Marcelo que de nuevo estaba sentado, era testigo de lo sucedido a su novia a la que abrazó y besó mil veces cuando aún emitía sus últimos gemidos.

-¿Que tal estáis? -Les pregunté cuando me sentaba al lado de ella que ahora quedó en medio de nosotros dos.

Se miraron sabiendo que aunque ese día no tocaba como decían sus normas, tampoco estaba bien que ahora me despacharan con una simple paja o una buena mamada. Conocían perfectamente que mis preferencias se centraban en follar con ella como un descosido.

-Vete al servicio a orinar cabronazo y quédate allí hasta que te avisemos. -Me dijo él, haciéndome saber que tenían que hablarlo previamente entre ellos.

Les hice caso y me fui al servicio donde pensaba entrecerrar la puerta para ver si escuchaba algo de lo que se iban a decir, pero al final preferí ser honesto con ellos, así que la cerré y aproveché para orinar de verdad. No quería volver con mi polla flácida de modo que me la pajeaba cada vez que la cabrona se descuidaba en mantener la erección. Poco después Sonia pegaba con los nudillos en la puerta para que le abriera.

-Ven. -Me dijo cogiéndome de la mano al tiempo que me dedicaba una gran sonrisa cuando se percató de que mi erección seguía intacta.

Me volvió a sentar en el sofá quedando ella nuevamente en medio de los dos sin soltarme la mano. Luego miró a su novio cediéndole la palabra.

-Hemos hablado con Félix y Marta sobre lo que está pasando entre nosotros tres esta tarde, -comenzó a decirme-, y hemos llegado a un acuerdo que seguro te va a gustar.

Ahora la sonrisa de ellos contagió a la mía porque entendí que en breves momentos me iba a follar a Sonia.

-Pues vosotros diréis. -Le respondí.

-Hemos llegado a la conclusión que como amigos que somos desde la adolescencia, contigo no hay ningún tipo de regla y siempre tendrás nuestras puertas abiertas si te quieres relajar echando un polvo con nosotros.

Me quedé a cuadros sin creerme lo que me ofrecían estos dos amigos de siempre. Es que era un ofrecimiento de una generosidad infinita.

-¿Con ellos también? -Les interrogué para aclararme.

-Por supuesto, cuando quieras. -Me respondió Marcelo.

-Vámonos mejor a vuestra cama. -Les pedí con la intención de entrar ya en materia.

Cuando llegamos, ella se echó boca arriba en medio de la cama y yo la cubrí con mi cuerpo dándole un morreo de cuidados intensivos al tiempo que mi polla se refregaba en mitad de nuestros pubis, sobre todo por los movimientos que ella proporcionaba a sus caderas desde abajo. Pero no era allí donde yo la quería tener por lo que incorporándome de rodillas entre sus piernas la coloqué en la entrada de su vagina y la penetré sin ninguna dificultad gracias a nuestros fluidos que hicieron de lubricante. Volví a echarme sobre ella para continuar con nuestros besos y los meneos que ella seguía haciendo con las caderas, para compartir el calorcito que intercambiaban nuestros genitales. Aquello era como estar en la gloria, aunque allí espero no recalar en mucho tiempo.

Tan concentrados estábamos en lo que hacíamos que no me di ni cuenta de que Marcelo no estaba a nuestro lado, como debería ser lo normal. Entonces vi que nos estaba mirando desde el butacón que había en el rincón de la habitación, mientras su mano no dejaba de bajar y subir por su polla de forma muy pausada.

-¿Qué haces tío? -Le pregunté parando un momento la follada, eso sí dejando mi tranca enterrada hasta los huevos en el coño de su novia.

-Nada, no hago nada, bueno sí... veros, me gusta veros follar. Seguir y no penséis en mí, pero cuando te corras lo haces en sus tetas que ya se las limpiaré luego.

Pues si eso era lo que a él le apetecía en esos momentos, por mí no iba a quedar y siguiendo su consejo me olvidé de él para centrarme en Sonia, que estaba pidiendo con su cara de lujuria más acción y menos cháchara. En esa misma posición le saqué el primer orgasmo haciéndola estremecer bajo mi cuerpo y que según la aparatosidad con la que ella lo disfrutaba, más parecía que le daba un ataque epiléptico, al menos en los primeros momentos. Cuando se recuperó le pedí que se pusiera de costado mirando para su novio, pues era mi forma de agradecerle a Marcelo tanta generosidad, poniéndome yo detrás de ella para volverla a penetrar con el solo esfuerzo de levantarle la pierna derecha y sostenerla con mi mano en su corva. Enseguida comencé a darle de nuevo con bastante potencia y en dos minutos se volvía a correr.

-Marcelo trae el gel lubricante, por favor. -Le pedí a mi amigo que se levantó para dármelo de inmediato.

-Deja que yo se lo prepare. -Me pidió y ella despegó su espalda de mi pecho y se echó boca abajo sobre el colchón.

No tardó mucho Marcelo en cumplir esa tarea y Sonia volvió a ponerse de costado para recuperar la postura de antes. Marcelo no se había retirado aún y agarrando mi polla fue él quien facilitó la penetración en el culo de su novia.

-Qué buena polla tienes cabrón. -Me dijo con una gran sonrisa mientras recuperaba su asiento en el butacón.

En esta ocasión yo iba claramente a por mi propia corrida, pero la putita de Sonia no estaba por la labor de hacer de paquete, así que ensalivó dos dedos de su mano que llevó al coño para frotarlo con frenesí, sabiendo que a mí me faltaba un suspiro para correrme y no tuve ni tiempo a que ella terminara, por lo que haciéndole caso a mi amigo me coloqué de rodillas al lado de ella, que se giró para quedar boca arriba. De esta manera le solté un primer lechazo que le atravesó la teta izquierda y acabó rebotando en su cuello, justo debajo de su mandíbula. Los siguientes salieron casi con la misma potencia que el primero y se dispersaban por sus tetas terminando por caer sobre la cama, justo cuando ella alcanzaba su tercer orgasmo estremeciéndose y vociferando como una loca mientras recibía las últimas gotas de mi corrida. Al final terminé por echarme yo también boca arriba a su lado bufando por el placer y quizás también por el esfuerzo que acababa de realizar. Cuando abrí los ojos después de un breve momento de relax, vi como Marcelo sorbía toda la lechada que pululaba por el torso de Sonia. No me moví viendo con interés cómo no dejaba ningún resto de mi eyaculación y por último me miró chupando con la lengua sus mancillados labios, pero no había acabado y lo hizo limpiando mi polla que ya disminuía de tamaño hasta dejarla como nueva. Menuda follada acababa de echar con la hermosa Sonia.

De repente ella se acercó a nosotros y agarrando la polla de su novio que se mantenía erguida, la colocó junto a la mía comenzando a pajearlas las dos a la vez y mi nabo volvió a coger vida propia estimulado por el roce de la verga de Marcelo. Ella arreciaba en su paja mientras besaba a su novio y los dos manoseábamos sus tetas. Luego paró con una expresión de cansancio en su cara.

-Sigue tú, -me dijo-, solo un momento mientras me recupero.

No me esperaba que me otorgara esa tarea y no me apetecía tampoco llevarla a cabo, pero entonces fue Marcelo el que recogió mi mano de la teta de su novia y la llevó a nuestras pollas conjuntadas.

-Venga joder, hazle caso a mi novia. -Me espetó con una mueca que quería ser una sonrisa pero que más bien era de lujuria y deseo.

Al final no retiré mi mano y comencé a pajearme junto a la polla de Marcelo. Jamás habíamos hecho eso ni siquiera en nuestros encuentros semanales, aunque pude comprobar que no me disgustaban esos meneos. Ellos se abrazaban y se morreaban sin parar y yo tampoco me retenía en la paja que nos hacía a nosotros mismos, hasta que el cabrón no tuvo otra que correrse sin avisar siquiera, soltándome toda la corrida en mi vientre y en mis manos. No lo iba a dejar a medias, así que seguí pajeándonos hasta que soltó la última gota de semen. Él quedó tendido en posición inversa a la mía y fue Sonia la que a gatas sobre mi cuerpo me limpió toda la lechada que me soltó el cabrón de su novio. En medio de la tarea se impregnó el dedo índice de forma abundante con ese esperma y lo llevó a mi boca que no logró que abriera, pero me dejó los labios bien untados de ese fluido que al final y mirándola a sus ojos, limpié con mi lengua provocando otra gran sonrisa en ella.

-Deja que te eche un rapidín antes de irme que me he quedado con ganas. -Le dije haciéndole un gesto con mi mirada para que viera el empalme que tenía entre mis piernas.

Aunque breve, ese último polvo fue muy intenso y ahora sí con la ayuda de su novio que no dejaba de chupar nuestros pezones y atizar el clítoris de ella con sus dedos, logramos corrernos nuevamente inundándola en su interior con mi esperma. Marcelo me la volvió a limpiar sin ninguna necesidad por mi parte porque enseguida me fui a la ducha acompañado por Sonia. Como anfitriona fue ella la que me enjabonó hasta dentro de mi ano donde me metió un dedo lleno de jabón y me enjuagó con la alcachofa en su mano mientras yo la tocaba y apretaba por todo su cuerpo. Después me secó y me llevó al dormitorio para que su novio se pudiera duchar también mientras yo me vestía para marcharme.