Yo me lo busqué - (Capítulo 1)

Esta es la historia de Julián, un buen hombre al que la vida le depara algún que otro varapalo, que trataré narraros en este relato.

Capítulo 1

Julián

Comienzo presentándome como corresponde antes de entrar a contaros lo que ha ocurrido en los últimos años de mi vida especialmente. Sin más preámbulos os diré que soy Julián, tengo 34 años, creo que bastante alto con mis 188 centímetros y 76 kilogramos de peso. Mi pelo castaño lo sigo teniendo espeso, en general se puede decir que me conservo bien, ayudado por mis dos tardes de gimnasio semanales y a que practico footing cada vez que dispongo de tiempo, lo que suele ser tres o cuatro veces al mes.

A Sofía, la conocí en el instituto, acababa de recalar en la ciudad por un traslado de trabajo de su padre, junto a su madre y sus tres hermanos varones, dos mayores que ya estaban en la universidad y el tercero dos años menor que ella que cursaba sus estudios en un colegio concertado. Enseguida se hizo muy popular en su curso y siempre estaba rodeada de compañeros, lo que no era óbice para que yo la buscara con mi mirada cada vez que tenía oportunidad. Era morena con el pelo ondulado al que su madre se lo peinaba de diferentes maneras, resaltando la belleza natural de su cara siempre alegre y tan dulce que a mí me parecía un despropósito que alguien tratase de enamorarla, lo que desequilibraría esa relación con su grupo de compañeros en el que tan feliz se la veía integrada.

Con mis dos amigos Félix y Marcelo conformaba el liderato de los que cursábamos el último año de instituto. Éramos muy populares y por nuestras manos pasaban todos los eventos que se organizaban tanto deportivos, como de ocio, siendo las veladas en la playa uno de los más celebrados por todos cuando el buen tiempo lo permitía.

Fue casi a finales de ese curso cuando me puse en alerta al ver que había un chico del grupo, que siempre buscaba estar a su lado con claras pretensiones de acapararla, pudiendo observar que poco a poco iba ganando terreno hasta el punto de que ella aceptaba algún que otro pico de él, que el resto del grupo festejaba con grandes risas. No me anduve por las ramas y un día la abordé cuando salíamos del instituto para decirle que llevaba todo el curso prendado de ella y que si me aceptaba, saldríamos juntos a partir de ese momento. Ella me dijo que lo sabía desde hacía tiempo y que aceptaba mi propuesta encantada. Luego cuando nos sentamos a charlar en un banco del jardín que teníamos próximo a nuestras casas, me puso sus condiciones, que no eran otras que yo tendría que dejar de salir con otras chicas como estaba haciendo durante todo el curso.

Ya no nos separamos nunca más, pero éramos muy jóvenes y estuvimos siete años buscándonos la vida como podíamos para cumplimentar nuestros escarceos amorosos hasta que comencé a trabajar y pudimos vivir juntos. Dos años más tarde nos casamos en una bonita boda con una celebración por todo lo alto, tal como ella deseaba.

El accidente de coche ocurrió cinco años más tarde cerca de la casa de su amante con el que me ponía los cuernos desde hacía algún tiempo. Él era el dueño de la empresa donde ella trabajaba desde antes de casarnos. Los dos fallecieron en el acto y no quiero entrar en detalles de cómo ocurrió todo eso a mis espaldas, solo diré que en ningún momento pude sospechar nada igual a pesar de que sus tres hermanos y sus padres estaban enterados de su infidelidad. Ellos trataron de todas las maneras que desistiera de continuar engañándome, incluso su hermano mayor le ofrecía un puesto de trabajo en su propia empresa, pero todo fue en vano. Conmigo nunca desechó un acercamiento sexual y siempre se comportaba tan cariñosa como el primer día que nos conocimos, incluso teníamos el proyecto inmediato de buscar nuestro primer hijo. Dicen que el cornudo es el último en enterarse pero es que en mi caso no pude atisbar el menor indicio de infidelidad, jamás tuvimos una mínima rencilla que se pudiera reseñar, siempre estaba atenta a cualquier cosa que pudiera necesitar, los dos seguíamos enamorados desde el día que nos prometimos y además siempre follaron en horas de trabajo y al parecer en una casa propiedad de él.

El resultado de aquello fue que la perdí a ella y las ganas de vivir. La lloré en mi soledad amargamente mucho tiempo. Ojalá me hubiese enterado antes porque estaba seguro que al hablar con ella, esa infidelidad se habría acabado, hubiéramos tenido los dos hijos que tanto proyectamos y seríamos una familia feliz para el resto de nuestros días.

Gracias a la amistad de mis antiguos compañeros de instituto, pude ir saliendo, aunque de forma muy lenta, de mi enclaustramiento voluntario fuera de las horas de trabajo. Ambos tuvieron mucho que ver en mi recuperación, junto a sus esposas que son unas mujeres excelentes tanto en el trato como en la cama, sí, en la cama, donde ellos cuatro terminaban sus veladas de fin de semana cuando mi esposa y yo nos marchábamos después de terminar la cena. Los cuatro trataban de convencernos para que probáramos al menos una noche, pero era yo el que siempre se negaba porque no me entraba en la cabeza eso de compartir a Sofía con nadie. Sin embargo, mi esposa no se cortaba en eso de hacerles el juego a mis dos amigos, dándoles un beso, sentándose en sus rodillas o dejándoles ver más de la cuenta su escote y sus piernas. Luego cuando regresábamos a casa siempre me regañaba por lo aguafiestas que era con ellos, que las dos esposas estaban locas por acostarse conmigo, que era solo una noche divertida de sexo sin malas intenciones. Pero ella no perdía su buen humor de siempre y terminábamos por tener ese sexo en nuestro dormitorio. Allí no dejaba de decirme que no estaba bien que ella solo hubiese conocido el sexo conmigo, que seguro era la única mujer que solo había probado una polla en su vida. Luego, cuando ya no había remedio supe unos años más tarde que en eso me engañaba, porque no solo se acostó con el dueño de la empresa, hubo dos compañeros más de su oficina que también disfrutaron de ella. Eso lo supe cuando un día descubrí una cuenta de email especial en su portátil, donde mantenía un sin fin de mensajes con los tres amantes donde comprobé que éstos dos compañeros sí que sabían lo del dueño, pero que éste no tenía conocimiento sobre que también lo hacía con ellos, justo durante sus ausencias y en un cuarto amplio que solo se usaba como almacén de la propia oficina, así mientras el uno se la follaba el otro vigilaba que no fuesen descubiertos.

Aquellos malnacidos llegaron a darme el pésame en el tanatorio casi tan apenados como yo, que en esos momentos me acababa de enterar que era un cornudo, no dudando en darme un abrazo sincero con ellos por el dolor que me mostraban.

En ningún momento dejé de sentir la presencia de mis dos amigos a mi alrededor, si no era uno, tenía al otro, cuando no a los dos haciéndome ir a tomarme una cerveza con ellos. Al final consiguieron que fuese a cenar con los cuatro, hasta que después de repetir varias veces, Marta, la esposa de Félix, consiguió sacarme la polla en el sofá después de estar calentándome un buen rato y junto a Sonia, la pareja de Marcelo, pues no se habían casado en todo ese tiempo, me llevaron a la cama donde me reinicié en las prácticas sexuales después de casi tres años sin meterla en caliente como se suele decir.

Ellos no se decidieron a acompañarnos hasta pasadas más de una hora follando con sus mujeres, justo cuando detectaron que acabábamos de terminar el enésimo polvo.

-¿Estás ya más relajado Julianito? -Me preguntaba mi amigo Félix.

Los cuatro sonreían mientras Marta tenía echada la pierna por encima de las mías y Sonia apoyaba su cabeza en mi pecho y la mano en mi polla que aún resumía algún goterón de semen.

-Joder tíos, que todavía estamos casi liados. Teníais que haber esperado a que me vistiera antes de entrar a la habitación, menudos cabrones estáis hechos.

Ellos soltaron unas carcajadas.

-Cabrones porque tú nos acabas de poner los cuernos, so pedazo de mamón. -Me respondió Félix que era el que esa noche ponía la casa y la cama.

-Y no veas qué cuernos os hemos puesto con el pollón que se gasta Julián, qué callado os lo teníais, si lo llegamos a saber antes ya lo hubiésemos violado. -Decía ahora Sonia entre más risas de todos, menos yo, claro.

¿Te importa si nos encamamos con vosotros? -Me pedía permiso Marcelo que ya se estaba descalzando.

-Joder, hacer lo que os salga la polla, total, esto ya no tiene remedio. -Le contesté.

Al momento estaban los dos en pelotas echados cada uno al lado de la mujer del otro, frotándoles su verga en el culo desde atrás, pues ambas seguían vueltas hacia mí intentando y consiguiendo que mi rabo volviera a la vida paulatinamente.

-¿Veis? -Decía Marta a los demás mostrándoles mi polla en todo su esplendor-, es la más larga y gruesa de las tres.

-Casi iguales todas, -le respondía ahora Félix con una sonrisa de oreja a oreja-, además la mía es la que más orgasmos os saca putitas.

-Sí, pero yo soy el que más lefa suministra a estas mamadoras. -Sentenciaba Marcelo.

Yo estaba alucinado por la desfachatez con la que trataban mis amigos los asuntos del sexo con sus parientas.

Ya no dejaron que me fuera a casa esa noche, así que después de seguir follando hasta la madrugada, al final Marta, la anfitriona, me llevó a la habitación de invitados donde se quedó a dormir conmigo.

-¿Estás bien cielo? -Me preguntó.

-Sí, al principio ha sido un poco violento, pero después creo que me he amoldado bastante bien a la situación.

-Mucho mejor de lo que esperábamos todos. Te has portado como un jabato y no se te ha olvidado lo de follar, porque lo haces de maravilla. No sé cómo... bueno, eso... en fin, menos mal que ya te vas recuperando.

-Mira sí, yo también me lo he preguntado muchas veces y no quiero que te cortes al decirme esas cosas, ninguno de vosotros tiene porqué hacerlo.

-Es que no comprendo qué era lo que le daban esos capullos a tu mujer que tú no se lo dieras mejor y más abundantemente. Si nos has estado follando cerca de tres horas, joder no lo puedo entender Julián. Tienes una polla preciosa, no eres un eyaculador precoz y te puedes correr tres o cuatro veces en una sesión de sexo con nosotros.

-Ya te digo que no sé por qué Sofía me puso los cuernos, a la única conclusión a la que llego es que engañarme con otros la excitaba o le daba morbo. Es que jamás la dejé sin su ración de orgasmos cuando teníamos sexo, Marta. En fin... mejor dejo de pensar en eso y como os he dicho antes, os estoy muy agradecidos a todos por el apoyo que me habéis dado desde que ocurrió esa desgracia.

Estábamos ya acostados en la cama y ella se colocó de forma que yo no tuve que hacer otra cosa que abrazarla desde atrás e intentar dormir si es que podía.

-Te has vuelto a empalmar, -me dijo pasado un rato, pegando más su culo a mi bulto para terminar de comprobarlo-, lo que quieras cielo mío, porque así no vas a poder dormir.

En un momento la tenía cabalgando sobre mi polla gimiendo como una loca, haciendo que su marido se presentara en un minuto, pero quedándose bajo el marco de la puerta todo el rato que duró el asalto. Él no paró de tocarse su polla, aunque tratando de no correrse.

-Espera que me corra yo primero y luego te corres tú en mis tetas, -me dijo algo alterada por lo cerca que estaba de correrse.

Poco después alargó su brazo en dirección a su marido que enseguida se acercó para coger su mano.

-----------... cabrón qué me matasss... aaaggg... me corrooo... yaaa... aaahhh...

Así cogida de la mano de su marido y ensartada por mi verga que ya no aguantaba más, ella se corrió dando unas fuertes sacudidas, cayendo en los brazos de Félix que la abrazaba sin dejar que se echara en la cama. De inmediato me puse de pie sobre el colchón para darme unos últimos meneos en mi polla a la que intentaba dirigir a las tetas de Marta, pero me fallaba el equilibrio en ese colchón y el primer disparo se lo llevó mi amigo en toda la cara y parte de su pecho. Él reaccionó para que no lo siguiera inundando agarrándome el cipote todo lo rápido que pudo, a fin de que los siguientes lechazos cayeran en el objetivo previsto. Por supuesto él fue quien siguió pajeándome hasta que terminé de eyacular, mientras yo me aferraba a las cabezas de los dos intentando no caerme y antes de que me retirara ella engulló mi polla para dejarla limpia de polvo y paja. Después me dejaron caer los muy cabrones porque ya no les servía para ningún otro propósito y se dedicaron a morrearse con todo el semen que se iban llevando a sus bocas con las manos.

-Sabes bien cabrón, -me dijo mi amigo con unas risitas de los dos-, y tu leche debe ser afrodisíaca porque en cuanto me la he tragado mira cómo me has puesto.

Mientras me decía eso agarró su rabo para ponerlo a mi vista muy cerca de mi cara, haciendo que yo lo repeliera echándome hacia atrás dándole un manotazo al mismo tiempo.

-Pues yo tengo que descargar, -se dirigió ahora a su esposa-, ponte a cuatro, cielo.

-De eso nada cabrones que mi coño no aguanta ni un polvo más, me voy con Marcelo y os envío a Sonia para que os la folléis.

Dicho y hecho, Marta se marchó y un par de minutos después llegaba Sonia restregándose los ojos sin saber muy bien qué pintaba ella en esa habitación.

-Ven cariño, ponte aquí a cuatro delante de mí que estoy muy necesitado, que no veas el polvo que han vuelto a echar estos dos cabrones, -le soltó en una retahíla, al tiempo que le señalaba el sitio donde tenía que hincar las rodillas.

La pobre chica obedecía sin preocuparse por profundizar en lo que estaba pasando, pero en cuanto estuvo en la posición solicitada y Félix la ensartó desde atrás, se despertó abriendo de par en par los ojos, volviendo la cara para cerciorarse de que su follador era quien ella presumía y luego dirigir su mirada al frente para enfrentarse con la mía que no quitaba ojo a los dos. Cada vez la realidad la iba poniendo más en su sitio y al ver que mi polla estaba morcillona quiso arreglar ese entuerto, pero yo ya no estaba para más trotes y terminé por tenderme sobre el colchón al lado de ellos con la intención de intentar dormirme con el traqueteo que le daban a la cama. Creí que no lo había conseguido porque ya me volvía a tocar la polla de nuevo, ahora con un masaje suave con el que logró enderezar el artilugio que colgaba en mi entrepierna. Abrí los ojos para decirles que siguieran a lo suyo y me dejaran dormir, cuando pude apreciar el sol que entraba por la ventana y que la que me estaba tocando la polla no era Sonia, si no el cabrón de Félix que estaba en medio de los dos sobándome la tranca en una caricia constante, con los ojos cerrados y seguramente dormido aún.

Le retiré la mano justo en el momento que se volvía para posarla en el culo de ella, aprovechando para irme al servicio a asearme antes de hacerme un desayuno, porque me sentía famélico. Después me acerqué al dormitorio principal donde estaba mi ropa y me vestí viendo cómo Marcelo y Marta se despertaban al detectar mi presencia.

-¿Qué haces? No te irás todavía tío, no tienes nada que hacer, así que te quedas a comer con nosotros. -Me dijo Marcelo esperando que le hiciera caso.

Lo pensé un poco antes de responderle con un gesto de rendición y una sonrisa para que se tranquilizara. Era cierto, no tenía que ir a ningún lado y siempre sería mejor estar en su compañía que comiéndome el coco por ahí, o viendo algún partido de fútbol en soledad. Tampoco era raro que antes de dormir muchas noches viera algo de porno con lo que motivarme para hacerme una paja que me relajara.

Ese día nos hicimos una paella en el pequeño jardín que disponían y después vimos un partido de fútbol nosotros tres mientras las chicas ponían un poco de orden en la casa antes de sentarse con nosotros, haciendo que desde ese momento se acabara el partido que ya no pudimos atender, porque las cabronas no dejaban de hablar y reírse contando anécdotas de las cosas que hicimos aquella noche y de otras que ellos protagonizaron anteriormente.

Esa tarde ya no volvimos a follar, pero sí que hubo una gran familiaridad en nuestros contactos que se desarrollaban sin problemas. Para que no pudiera volver a negar mi presencia los fines de semana, el siguiente lo tuve que comprometer en mi propia casa. Así llevamos casi un año en los que solemos vernos los fines de semana, donde una noche la disfrutamos con un sexo descocado y el día siguiente siempre era para charlar de nuestras cosas, mientras nos distraemos haciéndonos de comer, sentándonos luego para tener una tertulia con un buen café y una copa. A media tarde solemos volver cada uno a su casa para seguir con nuestro día a día.

Últimamente se les ha metido en la cabeza que debería ir buscándome una buena chica con la que poder comenzar a rehacer mi vida amorosa, pero yo sigo echando de menos a mi infiel esposa, a la que me gusta recordar cuando comenzamos con nuestra relación, el primer día que convivimos en nuestro piso en el que ella se volcó toda ilusionada para darle un toque hogareño, el día en que hinqué mi rodilla para pedirle que se casara conmigo y sobre todo el día en que celebramos nuestra boda. Todos esos recuerdos terminaban haciéndome llorar junto a una tristeza infinita que me devoraba por dentro durante varios días. Gracias a esos fines de semana con mis amigos, primero me iba haciendo el cuerpo para no defraudarles y luego estando con ellos conseguía olvidarme por completo de todo, hasta que volvía la siguiente crisis de melancolía.

Poco después conocí a Carmen, una chica que me ayudaría aún más a recuperar la confianza en mí mismo. A sus 32 años, con una cara preciosa y ese porte en su figura, me encandiló desde el primer día. Tenía unas buenas tetas que ella no escondía con esos escotes que solía llevar. Piernas preciosas, con mejores muslos y un culo redondo, bien acabado que quitaba el sentido.

Carmen procedía del pueblo de Marta donde seguía teniendo buena parte de su familia y ella la acogió un tiempo en su casa debido a un problema que tuvo con un novio que la abandonó después de hacerla abortar de un embarazo que él no deseaba. En los pocos meses que estuvo conviviendo con Félix y Marta, llegó a enterarse de los encuentros que mantenían ellos los fines de semana, pero era muy prudente y jamás les ocasionó el más mínimo problema por eso.

Cuando tuvieron conocimiento de que estaba al tanto de lo que hacían, Marta habló muy seriamente con ella para que no diera lugar a equívocos y le explicó que aquellos encuentros los realizaban desde hacía varios años, con el consentimiento por supuesto de los cuatro. Pronto cogió mucha confianza con Marta al hablar de esos intercambios e incluso de mi irrupción en sus reuniones de los viernes.

Fue Marcelo el que le encontró un trabajo que le permitió al poco tiempo irse a vivir con una compañera con la que compartía piso. Ella seguía sin formalizar una relación amorosa y Marta dejó muy claro su intención de que nos fuésemos conociendo cada día un poco más, porque era raro el día en que quedaba con Félix en su casa para tomarnos una cerveza, que no coincidiera con ella esa tarde y siempre era yo el que la llevaba a su casa en mi coche, porque ella no tenía ningún medio de locomoción.

Dada su simpatía, era muy común que durante todo el trayecto mantuviésemos una conversación animada con muchas risas entre medias, durante los veinte minutos que tardábamos en llegar a su casa. Poco a poco nos fuimos acostumbrando a vernos, aunque fuese en estas circunstancias, hasta que un día cuando se fue a bajar del vehículo, se me quedó mirando con otra de sus sonrisas y me lo pidió.

-Sube si quieres, -me dijo-, mi compañera ha ido a su pueblo y no regresa hasta mañana por la noche.

Le hice caso y subimos a su apartamento que era algo pequeño, pero con un sofá suficiente para sentarnos a tomarnos una copa y charlar al menos durante un rato. En pocos minutos nos estábamos besando con unos piquitos muy graciosos pero que al momento derivaron en algo mucho más serio, tanto que ya nos estábamos quitando la ropa a destajo el uno al otro y allí mismo con ella a horcajadas sobre mí, echamos el primer polvo de nuestra incipiente relación.

-¿Te parece bien que cenemos aquí o prefieres que vayamos a un restaurante? Tengo un par de filetes que los puedo preparar en un momento, me gustaría que te quedaras a dormir conmigo. -Me propuso de un tirón.

-Claro preciosa, con la condición de que el sábado tendrás que aceptar que te invite a cenar en mi restaurante favorito. -Le pedí a sabiendas de que el viernes lo tenía comprometido con mis amigos.

Carmen aceptó con una gran sonrisa, propiciando que esa noche se nos hiciera inolvidable por las ganas que ambos pusimos en nuestros escarceos sexuales. Por la mañana no pudimos evitar rematar con un buen polvo nuestra ajetreada noche. Luego de tomar un leve desayuno nos despedimos para acudir cada uno a nuestras ocupaciones de cada día.