Yo lo cambiaré

¿quien no lo ha intentado?

Yo lo cambiare

A lo largo de mil vidas cuantas veces no habremos pensado... ¡Yo lo cambiare!.. Y casi tantos miles de veces como hemos repetido esa frase tantos malos resultados hemos obtenido. Si no es así como explicamos esas cosas tan peculiares como... la imposibilidad manifiesta de bajar una tapa del water... la incapacidad congénita de dejar un vaso sucio dentro del lavavajillas o en el peor de los casos de que el fabuloso Fairy no es un adorno de la encimera... y que decir de la imposibilidad de comprender que en un armario la ropa no entra sola o de que por un absurdo error de la naturaleza la ropa sucia no va camino de la lavadora sola... y tantas y tantas y tantas cosas mas.

Si eso es siempre problemático, imaginar lo que es introducir lentamente en tus propias, llamemos, fantasías a ese ser que nos ha tocado por compañero, que entiende que fantasía es algo de lencería semitransparente y realizarla conseguir quitarte la citada lencería lo mas rápido posible, hacerlo lo mas rapidísimo posible, vanagloriarse de lo muy muy muy supermacho que es, mientras una se pregunta que demonios le ha aplastado y ha terminado dejándola toda pringosa, y darse la vuelta y ponerse a dormir.. Por cierto nunca he entendido muy bien porque los hombres dicen dormir cuando deberían decir roncar.

En fin... que aquí estamos... yo he sido una de las que he dicho... ¡Yo lo cambiare! y asombrosamente estoy haciéndolo. Es decir que mi pareja ha gruñido y aceptado que me sienta atraída por este mundillo que llamamos dominación/sumisión y que me gusta practicarlo. No ha sido un camino de rosas y no voy a explicar los malos momentos que hemos pasado, bueno malos momentos no, malas épocas que por mi deseo me llevo a abandonarlo por otra persona que al final me hizo mas daño que nada. Y no voy a explicar nada mas de mi vida, solo deciros que primero la aceptación de mis gustos, el llegar a entender que deseara seguir aunque fuera a través de la red, de ciertas incursiones de la red en la vida real y el ir participando en esas incursiones y el consumo excesivo de saliva en conversaciones hasta la madrugada le han hecho ir aceptando la posibilidad de convertirse en mi dominante.

Y hace unos días tuvimos lo que podríamos llamar nuestra primera sesión. Y eso es lo que quiero relatar.

Estaba en la cocina terminando de recoger cuando el me llamo desde el salón. Grite el consabido "Ahora termino y voy" y murmure bajito pensando que más que llamarme a gritos podía venir a decirme lo que quería. Cuando termine fui al salón y le pregunte que quería con tanta prisa y que tenía pies

  • Esto quería – me dijo extendiendo la mano de la que colgaba la correa negra de perro que me había comprado hacia días y que me había hecho temer y desear el momento que decidiera utilizarla.

Ya habíamos acordado que si él me la daba y yo estaba dispuesta a ser su sumisa yo debía ponérmela y a partir de ese momento lo seria hasta que él me dijera que me la quitara o yo me la quitara por voluntad propia.

No dije nada. Cogí la correa de su mano y me la lleve al cuello ajustándola. Tras hacerlo me estire y lleve las manos a la espalda entrelazando los dedos.

  • Soy suya Señor – murmure.

Sonrió y algo dubitativo se agacho y acaricio mis tobillos subiendo lentamente la mano hacia las rodillas.

Mi deseo de que no lo tuviera fácil me hizo moverme lentamente retrasando un pie haciendo que los muslos quedaran lo más juntos que podía.

No voy a decir que ese movimiento lento de su mano subiendo por mi pierna me fuera indiferente. Notaba a mi corazón al borde de la taquicardia golpeando en mi pecho. Y sería por el bombeo intenso de sangre mis pezones se empezaron a endurecer. Claro que mis pezones tienden a endurecerse casi por cualquier cosa. Seguramente también pudiera ser que esa excitación que me empezaba a crecer fuera provocada por sus ojos y su sonrisa que me parecieron libidinosas o por ese extraño bulto que deseaba que empezara a notarse en su entrepierna

Cuando su mano llego a mi rodilla tense los muslos y su mano fue como si se hubiera encontrado bloqueada.

  • Estate quieta- dijo

  • Estoy quieta, Señor- replique

Gruño algo e hizo mas fuerza haciendo que la mano fuera subiendo entre mis muslos a pequeños tirones.

Ese maldito golpeteo de mi corazón me hacia sentirme a cada momento mas excitada y esos tirones entre mis muslos me corrían por la piel hasta la nuca. Me parece que no hace falta decir por donde recorre una sensación que te sube desde los muslos a la nuca. Y me gustaba esa sensación. Y apretaba mas los muslos uno contra otro dificultándole el movimiento.

Así fue subiendo la mano, convertida la caricia en un roce brusco.

Mi esfuerzo por apretar los muslos me hizo olvidar algo tan simple como que a cierta altura ya no hay forma de que estén juntos y que en ese espacio toda la fuerza que yo haga no sirve para nada. Se me olvido a mí… y a él.

La fuerza que hacia para mover la mano hizo que en el momento en que mis muslos dejaron de poder presionara la mano saliera disparada hacia arriba impactando su borde contra mi vulva sin que el pudiera evitarlo. Y menos mal que no golpeo en lo más sensible.

El golpe no me produjo precisamente mucho placer. Se me escapo un gemido de dolor e instintivamente me doble y cerré los ojos.

No creo que fueran más que fracciones de segundo. Abrí los ojos y yo vi como me miraba

Y vi pánico en sus ojos esperando mi estallido por haberme hecho daño y pensé... "Se acabo… no seguirá… lo voy a perder... "

Así que cerré los ojos para que no me dijera el temido "lo siento perdóname".

Decidí intentarlo. Me estire recomponiendo la posición que tenia. La columna estirada. Los hombros atrás. La cabeza alta.

Empecé a mover las caderas frotándome contra el borde de la mano que permanecía inmóvil empujando mi vulva a través de las bragas

Abrí los ojos y le mire. En sus ojos todavía había algo del miedo que había visto. Yo seguía moviendo mis caderas. Me mordí los labios y cerré los ojos

Tras unos minutos eternos su mano fue girando hasta ponerse horizontal sin cesar en la presión y se fue metiendo hasta que sentí como la palma de la mano cubría mi coño

Al notar como empezaba a acompañar los movimientos de mis caderas yo fui parando dejando que fuera el quien lo hiciera. Entreabrí los ojos y vi como me miraba con verdadera lujuria.

Deje que ese nudo que me estaba creciendo en la garganta se liberara y empecé a gemir y pensé "No se ha ido... ahora si va a ser mi dueño"

Y lo fue. Yo no quise quitarme la correa hasta que el me la pidió.