YO, LAURA - Capítulo 2

Lo sucedido con mi padre marcó un antes y un después en mi vida. Pero por suerte ahí estaba Fran para rescatarme... ¿o no?

Lo sucedido hacía unos días me había cambiado. Definitivamente ya no sería la misma. El haber tenido sexo por primera vez, y con mi padre, había sido una experiencia superior, y lejos de sentirme sucia y arrepentida, mi cuerpo necesitaba más. Así que los días posteriores a aquella violación consentida, no paraba de masturbarme pensando en él, en su polla dura dentro de mi boca, y en el sabor de su semen saliendo a borbotones e inundándolo todo.

Pasaron los días y tras las vacaciones de Semana Santa volvimos al infernal instituto. Cada día hacía más calor, y por lo tanto, mis modelos se iban ajustando cada vez más a las circunstancias, hasta el punto de acudir a clase única y exclusivamente con un short vaquero apretado y un top de color negro y tirantes. Y sin braguitas. Ese día fui reclamada por Alicia, la jefa de estudios, en su despacho. Al parecer alguien (llamado don Elías) se había quejado de que mi indumentaria no era la más adecuada para acudir a clase, y entonces tuve que comprometerme ante ella a cambiar mi forma de vestir por otra más recatada sin perder tiempo. Estoy segura que el viejo verde de don Elías iba empalmado sólo con verme.

A la salida de clase, iba distraída por el pasillo, cuando Fran me interceptó:

-Hola, Laura. He visto que antes ibas a hablar con la jefa de estudios. ¿Va todo bien? –la mirada de Fran se detenía por primera vez en mis ojos y no en otro lugar.

-Sí, Fran… no era nada… cosas de los pagos del material y demás… tonterías sin importancia –le mentí yo.

-Ah, bueno, me quedo más tranquilo… oye, había estado pensando si te apetece ir esta noche a la disco Nexus. Me han dicho que viene un DJ que pincha reggaeton como nadie –su voz sonó firme y decidida.

-¿En serio?... me… ¿me estás pidiendo salir, Fran? –mi cara se iluminó como nunca. Parecía que el día tan ansiado por mí al fin había llegado. Y eso no podía tener como respuesta un no.

Esa tarde de viernes estaba muy nerviosa. Cuando llegué a casa, puse patas arriba mi habitación, los armarios y cajones intentando encontrar el modelito perfecto para Fran. Después de mucho buscar y rebuscar, y de desordenarlo todo varias veces encontré la combinación perfecta: minifalda de cuero con camisa roja ajustada, y sujetador ‘push-up’ de color negro, a juego con la falda y el tanga.

Tardé más de una hora en arreglarme, ponerme maquillaje efecto sombra, y labios rojos del mismo color que la camiseta. Pelo liso y melena sobre los hombros. Iba a ser mi gran noche.

*         *         *         *         *

Maruja estaba leyendo en su cama esa noche, a la tenue luz de la lámpara de su mesita de noche, cuando Ernesto entró en la habitación:

-¡Ernesto, amor! ¡Ya has llegado! –dijo ella posando el libro sobre la mesita e incorporándose de rodillas en la cama, mientras Ernesto se sentaba en el borde y se comenzaba a desabrochar la camisa, esperando un masaje relajante de su mujer.

-Ha sido una semana muy dura. Salir al extranjero cada vez me gusta menos, no hay seguridad de ningún tipo –decía él terminando de desabotonar la camisa al tiempo que Maruja le masajeaba el cuello y le daba pequeños besos en cuello y orejas.

-Bueno amor, pues no te preocupes que ahora ya estás en casa… -ella aprovechó para apartarse un poco el camisón y dejar entrever uno de sus pechos cuando Ernesto se giró.

-¿Y la niña?... ¿está ya durmiendo?

-No… verás, me pidió permiso para salir con unos amigos a una fiesta en una discoteca… pero no tardará en volver –dijo Maruja confiada. Ernesto la miró cambiando el semblante de su rostro en un instante.

-¿Cómo se te ocurre tomar decisiones sin mi permiso? ¿Es que aquí yo no pinto nada? ¿Qué soy? ¿Soy el último mono que sólo sabe traer dinero para vosotras? –Ernesto se puso en pie muy enfadado.

-Mi amor, no te pongas así… -pero Maruja no pudo terminar. Ernesto salió de la habitación hecho una furia, dando tras de sí un portazo que resonó en todo el edificio y la hizo sobresaltarse.

Ernesto recorrió las estancias del piso en el que vivían como alma que lleva el diablo, perdido, sin rumbo, sin saber dónde buscar. Entró varias veces en la habitación de Laura, a fin de que una de ellas fuera la buena y pudiera encontrarla allí, en su cama, cerca de él, donde le correspondía estar. Finalmente, se encerró en el baño y se sentó sobre la tapa del váter. Estaba muy nervioso. Pensaba una y otra vez en Laura, en dónde estaría y con quién. En ese momento, fijó su mirada en el cesto de la ropa sucia, y como un acto reflejo se puso a rebuscar en él, hasta que encontró un tanga de su hija. Era de color negro. Lo acercó hasta su nariz y aspiró imaginándose el roce de esa pequeña porción de tela sobre el coño de Laura. Su pene estaba pidiendo a gritos salir de entre los tejanos, y no pudo hacer otra cosa que sacarlo y hacerse una paja sobre el tanga de su niña.

*         *         *         *         *

En la Nexus había un gran ambiente esa noche. El reggaeton lo envolvía todo. Laura y Fran habían estado tomando varios chupitos, pero ahora ya habían pasado a las copas:

-Esto mola un montón, Fran. ¡Me encanta! –Laura estaba muy animada, en parte por la bebida y más por estar con el chico de sus sueños.

-Me alegro mucho que te guste pero, ¿sabes una cosa?... a mí me gustas más tú –los ojos de Fran volvieron a clavarse en los de Laura, y en apenas unos segundos que parecieron años, se fundieron en un apasionado beso. Laura sintió la lengua húmeda y caliente de Fran, y al mismo tiempo su tanga comenzó a mojarse. Fue entonces cuando le vino a la mente la experiencia con su padre. Pero no, tenía que olvidarse de él… no podía estropear el momento de su vida recordando el pasado. Entonces, instintivamente, se levantó de la silla en la que estaba a la altura de la barra y tomó a Fran de la mano.

-Ven, acompáñame… vamos al baño –le dijo al oído con voz sensual.

Llegaron al baño de chicos de la discoteca y se encerraron en un urinario. Fue entonces cuando dieron rienda suelta a su pasión: Fran le abrió la camisa a Laura con lascivia y le bajó el sujetador, dejando al descubierto sus perfectas tetas de un rosáceo intenso, que no dudó en llevarse a la boca. Mientras tanto, Laura comenzaba a gemir de manera que su voz se fundía con la música que llegaba de la discoteca. Ella le sacó el polo a Fran y jugó con sus tetillas, mordisqueándolas y chupándolas, en un pecho carente por completo de vello. A continuación, siguió bajando con su lengua por la cintura de él, por el ombligo, y le desabrochó el pantalón, notando cómo su polla empalmada quería escaparse de su boxer blanco. Laura le miró desde abajo con vicio, y acto seguido le bajó el calzoncillo. Pero cuál sería su sorpresa, que lo que encontró no era sino un prototipo de polla blanquita y a medio formar, bien descapuyada, eso sí, pero ni punto de comparación con la de su padre. La decepción le llevó a quedarse pálida y paralizada por momentos, hasta que Fran intervino:

-Laura… oye, ¿va todo bien? –el joven se había quedado perplejo, pues se había dado cuenta de la desilusión de ella.

-Sí… sí… tranquilo, estoy bien… sólo que… no te preocupes –Laura intentó buscar las palabras exactas para describir aquello, pero se lo pensó mejor y decidió ponerse manos a la obra. Introdujo el pene de Fran en su boca y él se estremeció de placer. Laura comenzó a chupar, dentro, fuera, dentro, fuera… y no hacía más que acordarse de Ernesto, de su polla grande y venosa, de su capullo brillante, de su sabor a leche entera…

Fran no tardó más de un par de minutos en correrse en la boca de Laura, y desde luego, ella no tuvo más remedio que escupir en la taza del urinario la leche… ¡Era desnatada!