Yo era monja en un convento de clausura (2)

La ex monja prostituta se adentra en el mundo del porno extremo con muy buena acogida por parte de la clientela.

Del capítulo anterior ....

.... Profundizando en un cibercafé averigüé que la empresa radicaba en la misma ciudad y tomé nota del sistema de reclutamiento de modelos. Me hice unas cuantas fotos desnuda y en actitudes francamente provocadoras, pagando al erecto fotógrafo con una buena mamada, y envié el álbum a la empresa.

Pronto me respondieron citándome para una sesión fotográfica y comunicándome la tarifa horaria por la primera, ya que, si había, más se pagaría de conformidad con la acogida y los comentarios de los clientes de la página web. Ya que me iba a fotografiar desnuda acudí unos cuantos días a sesiones de UVA para compensar la blancura de mis partes íntimas y el moreno de mis brazos y piernas.


Me presenté el día y hora señalados. Era un piso grande de una céntrica calle que nada desvelaba sobre la actividad que se desarrollaba dentro. Me abrió una señora de unos 50 años con tal pinta de zorra que parecía un tópico ambulante. Me invitó a pasar a una gran habitación con una gran cama en el centro y esperé hasta que entraron tres hombres con cámaras que me saludaron. Mientras dos de ellos colocaban los focos, el tercero se desnudó. Era un jovencito de no más de 20 años dotado de una buena tranca. Me imaginé que esa verga estaría en poco tiempo dentro de mi según lo prometido en la presentación de la página web.

Una vez estuvieron listos los otros dos me indicaron que fuese desnudándome con movimientos insinuantes. Uno fotografiaba y otro empleaba una cámara de vídeo. Debía mirar siempre a la cámara fotográfica pero, por razones desconocidas, no debía dirigir la vista nunca a la cámara de vídeo. Yo me desnudé despacio adoptando las posturas impúdicas y provocativas que solía utilizar ante mis clientes para calentarlos.

  • Muy bien zorra, parece que tienes experiencia. ¿Has posado mucho?

  • Es mi primera vez.

  • Pues se te da muy bien. Sonríe y haz gestos procaces.

No me corté un pelo para amasar mis propias tetas, ofrecerlas al objetivo, tirar para arriba de los gordos pezones, separar los labios vaginales, meterme los dedos y chuparlos con cara golosa, separar los cachetes de las nalgas para mostrar mi ojete anal y abrirlo con dos dedos. Creo que estaban extasiados con el grueso anillo de mi clítoris y la placa de puta de mi sobrino que de él seguía colgando. La tomé con mis dedos y tiré de ella hacia arriba para estirar todo lo posible mi clítoris. Después la retorcí y escuché como los motores de las dos cámaras forzaban el zoom hasta el máximo para no perder detalle de aquella escena que les ofrecía entre mis piernas.

Me entregaron un consolador bastante grueso y un rosario de bolas chinas para que jugase con ellos y pronto estuvieron empapados de mis jugos. Por propia iniciativa me senté sobre el pomo de una de las patas de la cama, una gruesa bola de al menos 10 cm de diámetro y me lo metí en el coño empezando un mete saca que se acompañaba con el tintineo de mi plaquita cundo golpeaba el pomo al bajar. Enseñé a la cámara la distensión de mi agujero cuando me retiré del pomo con un sonido como de PRRFFFSSSS. Repetí la hazaña con el otro agujero mientras sonreía forzadamente por el temor a sufrir un desgarro del esfínter, y si que sonreí gozosa cuando desensartando mi culo con un sonoro PLOP, enseñé el enorme diámetro de mi ano y como me metía el puño entero yo misma.

El que tenía que follarme después hizo un cáustico comentario sobre lo poco que iba a disfrutar metiendo su tranca en semejantes inmensidades, pero se consoló cuando le dije que mamaba pollas muy expertamente y que era una verdadera garganta profunda. De todas formas tenía el instrumento muy pujante ya, lo que quería decir que yo le atraía. Bueno, eso quería ni más ni menos: Que me follasen debidamente.

El muchachito se acercó a la cama y yo me apresuré a cazar su verga con mi mano derecha mientras con la izquierda palpaba su musculosa nalga. Tenía el instrumento tremendamente duro, aunque sí más gordas o más largas, nunca había tenido en mi mano una polla tan dura. Poco tardé en alojarla en mi ansiosa boca que hizo uno de los trabajos más esmerados de mi corta vida de prostituta. Cuando empezó a utilizar mi vagina quedó sorprendido de mi habilidad para contraer el esfínter y comprimir su aparato como si fuese una virgen. Igual de sorprendido quedó de mi habilidad con el otro agujero. No se esperaba que tras apreciar la enorme holgura que adquirieron con el pomo de la cama, fuese capaz de apretar su verga de aquella manera.

Yo obtuve un orgasmo que sorprendió a los operadores ya que me dijeron era raro que aquello ocurriese por la poca concentración e intimidad de que se dispone. El chico quiso correrse dentro de mis intestinos pero los cámaras le advirtieron de que aquello era una sesión de porno y que esta actividad requería la visión del esperma, así que se contentó con soltar sus caldo sobre mi cara y boca, cuyo contenido mostré a la cámara con la cara más viciosa que pude poner. No tenía por qué fingir. Realmente me encantaba mostrarme a las cámaras. Me entraba fuerte calentura de solo imaginar la cantidad de pollas que se pondrían firmes al ver mis fotos y mi vídeo.

Los dos operadores de los aparatos me felicitaron y auguraron que seguramente su jefe me ofrecería un contrato. Les agradecí su felicitación bebiéndome su semen mientras el jovencito, ya recuperado, conseguía su objetivo de vaciarse dentro de mi recto.

Me pues las bragas sin limpiarme del semen del chaval y me fui para casa satisfecha del día y del dinero que la señora con pinta de puta me soltó a la salida del piso.

Dos días después me llamaron de la productora para ofrecerme un contrato para diez sesiones de foto y vídeo y la participación en un largometraje. Firmé encantada el contrato, bastante suculento en cuanto a retribuciones básicas y que comprendía pluses según lo que estuviese dispuesta a hacer frente a la cámara. Tenía para mi interior la firme voluntad de hacer proezas ante cualquier objetivo.

Me hicieron una serie de preguntas para escribir una sucinta biografía mía junto a las fotos de presentación en la página web, que pude ver en un cibercafé a la tarde siguiente. Como no me había cortado un pelo de contar mi vida fui bautizada en la página como la Monja Fogosa, contándose mis antecedentes como tal y mi iniciación en el mundo de la prostitución de la mano de mi sobrino y precoz proxeneta.

Me llamaron para una sesión que me dijeron sería en parte de lesbianas. Nunca lo había hecho con mujeres y me dio un poco de reparo, pero acudí cuando me dijeron la tentadora remuneración.

La sesión consistió en una primera parte en que una mujer mayor que yo, de unos 55 años, pero de muy agradable y bien conservado físico y de aspecto de ama de casa, nos dimos unos buenos revolcones y 69 donde yo aprendí rápidamente a comer chochos y ella me regaló un par de orgasmos que no me molesté en ocultar y nuevamente sorprendieron a los cámaras, que esta vez eran otros. Las dos comenzamos a posar vestidas de monjas y nos fuimos desprendiendo de los hábitos conforme avanzaba la acción. Se suponía que ella era la madre superiora de un convento y yo una de las monjas. En la segunda parte intervenían cuatro supuestos seminaristas que nos follaban los tres agujeros a placer, dos jovencitos para cada una. La sesión iba a titularse "Fantasías de monjas maduras en un convento"

Al término de la sesión nos duchamos la señora y yo en la misma ducha, enjabonándonos la una a la otra y alabando cada cual la profesionalidad y el atractivo de la otra, satisfechas del informe de los operadores, que estaban contentos porque apenas hubo que repetir tomas.

Invité a Gloria, que así se llamaba, a tomar una copa para seguir charlando y me quedé pasmada cuando me dijo que la estaba esperando su marido en el vestíbulo y que quería que la llevase a depilar el pubis porque le había gustado mucho como lo llevaba yo. Le pregunté por qué hacía fotos porno y si a su marido no le importaba. Me comentó que solamente hacía un mes que trabajaba en ello, que había empezado por necesidad pero que últimamente la estaba gustando y que, visto que yo había alcanzado el orgasmo en medio de la sesión, ella no se iba a privar. Se había reprimido hasta ahora porque nadie se daba el gustazo y no quería llamar la atención.

Su marido había trabajado como autónomo y apenas había cotizado a la Seguridad Social, por lo que cuando tuvo un accidente que le imposibilitó para su trabajo y otras cosas a sus 6o años, quedó con una pensión ridícula. Los fondos que habían ahorrado para el futuro estaban en Gescartera y quedaron en la ruina. Ella no trabajaba y el poco dinero que les daban sus hijas por cuidar de los nietos no alcanzaba junto con la pensión a cubrir necesidades. Supieron de la página web y ella no se arredró de hacer porno. Se dijo: Más cornadas da el hambre.

Efectivamente, en el vestíbulo la esperaba su marido al que entregó el fajo de billetes que la encargada nos dio y le pidió que la llevase a la peluquería para depilarse. El hombre no parecía sentirse avergonzado por ser un carnudo público.

En la siguiente sesión volví a trabajar con Gloria en otro número lesbo. Esta vez no había hombres, sino toda clase de juguetes y objetos que nos metíamos en los agujeros la una a la otra sin el menor recato mientras disfrutábamos de nosotras mismas. Y tanto que disfrutaba yo de su cuerpazo. No podía dar crédito a lo bien que estaba para su edad y la hice jurar que realmente tenía los 55 que había declarado. Su depilado monte de Venus la rejuvenecía y me atraía intensamente. Por su parte ella estaba encandilada con el grueso anillo y la placa que prendían de mi clítoris. Nos olvidamos de los cámaras y ni nos percatamos de que nuestra conversación estaba siendo grabada en la de vídeo. Nunca me había preocupado el sonido porque siempre se doblaba todo. Así también se grabó el orgasmo que ella obtuvo mientras me comía su maduro coño y el mío cuando al final me follaba con su puño. Nos dijeron después que nos habíamos comportado como dos amantes verdaderas.

Esta vez nadie dobló la cinta, y la conversación mantenida se plasmó también en el texto que acompañaba a las fotos. Me compré un ordenador y la productora me asigno una password gratuita a la página para que, además de ver mis trabajos, conociese a otros actores y actrices que podían ser eventualmente mis partenaires y, sobre todo, estudiase la línea porno que mantenían y los temas que trataban que, como comprobé, eran todos. Hasta de lo más duro.

En las dos sesiones siguientes trabajé en orgías, donde me follaron varios negros y negras de hermosos traseros y tetas. En la segunda llegué a ser orinada por una colosal negra y su macho en el coño y las tetas. Contra lo que pensaba, no me desagradó.

En la siguiente me propusieron un cometido de meadas con mi amiga Gloria quien aceptó a regañadientes bajo mi promesa de que no era tan desagradable, sobre todo entre nosotras dos. Ella no se dejó mear más que en las tetas, pero yo la pedí orinar en mi cara contemplando como salía su caudaloso chorro de entre sus abultados labios y, no pudiendo evita la atracción abrí la boca bebiendo gran parte de su dorado licor ante el asombro de ella. Tal fue su calentura que me pidió una follada con el puño que ejecuté con delicadeza y esmero ya que era su primera vez. Tras orgasmar ella le solicité que me hiciera lo mismo pero en mi culo, cosa que no tuvo reparo en hacer proporcionándome el orgasmo más sonoro y aparatoso que yo había tenido hasta entonces.

Aquellas escenas tan bizarras eran muy bien pagadas y el bochorno que se experimentaba viéndote después en la red era compensado con los buenos dineros.

Gloria y yo nos hicimos amigas y un día acordamos que fuera a vivir a su casa por la mitad del alquiler que me cobraban en la mugrienta pensión donde vivía, a la que ni siquiera me dejaban subir algún cliente de los que mantenía aún, puesto que mis ganancias con el porno me permitían ya seleccionar clientes como ramera.

Era curioso como la naturaleza busca compensar. Un día me di cuenta de que casi toda mi clientela como puta era madura. Y eso sin duda era porque casi todos los que me follaban en las sesiones porno eran jovenzuelos.

Gloria y yo comenzamos a dormir juntas ya que su marido, impotente por el accidente, dormía en otra habitación. A Gloria y al cornudo no les importó que trajera clientes a casa mientras fuera con discreción. Eso propició que en cierta ocasión Gloria me ayudase con uno de los clientes que se equivocó de hora en la cita y coincidió con otro al que estaba asistiendo. A partir de entonces la colaboración de Gloria fue habitual y pronto era tan ramera como yo, con su propia clientela y el cornudo haciendo de recepcionista.

Empecé a rodar el largometraje, con un guión tan estúpido como el de cualquier película porno pero con escenas muy duras. Se me suponía la criada de una casa de alcurnia en la que era follada, individualmente o en grupo, por todos sus residentes y aquell@s que se les ocurriese visitarla. Sobre la marcha al director se le ocurrió que si yo era follada por todos los residentes, por qué iba dejar fuera al perro. Me ofreció un buen plus por dejarme follar por el perro y acepté, iniciándome en una de las prácticas que más placenteras me resultan.

De hecho pervertí a Gloria sobre el asunto y hoy día, el cornudo tiene más puntas en sus cuernos gracias al pastor alemán que comparte cama con nosotras. Nuestro pastor nos ha hecho tan expertas que somos las mejor pagadas en películas zoo por la agilidad de las tomas, sin apenas esperas y repeticiones que elevan mucho los costes de producción. Renové el contrato por otras 25 sesiones y 8 películas y Gloria por 10 sesiones y tres películas. Me introduje también en el SM y soy de las más apreciadas. Hasta tuve que hacerme piercing en los pezones para complementar con otros dos mi anillo y placa del clítoris, los cuales no me he quitado nunca en honor a mi sobrino, mi primer y único chulo y el hombre que me sacó de mi miserable vida sexual. Ahora, a mis 44 años pienso buscarlo, hacerle otra vez mi chulo y agradecerle lo que me enseñó.

En este tiempo he tenido un problema. De alguna manera el obispo conoció mi actividad y me hizo comparecer para amonestarme por el escándalo que producía una exmonja metida a actriz de porno duro y a prostituta como segundo oficio. Su amenaza de excomulgarme si no cesaba en mis trabajos me obligó a ofrecerle una mamada, hecho que solventó el asunto. Como me cayó simpático acudí de cuando en cuando al palacio arzobispal para atenuarle la pesada carga del celibato. A la quinta vez que fuí también me ví obligada moralmente a hacerle la vida más dulce a su secretario. Hipócritas.

FIN

Comentarios a jorpujolaa@hotmail.com