Yo creo en ti - Cap. 6 y 7

Lo que pudiera hacerme me tenía sin cuidado, unos cuantos golpes no era nada que no pudiera soportar, ya eran parte de la rutina.

6  [Liz]

Flashback

Era una tarde lluviosa en la que había salido al parque a correr como cada verano, el único periodo en el que el tiempo alcanza para hacer otras actividades además de estudiar. Después de ejercitarme me hallaba descansando en una banca junto a la pista cuando un hermoso labrador chocolate se acercó dejando una pelota de tenis a mis pies.

– Hola hermoso, ¿quieres jugar?

Le lancé la pelota esperando que su dueño apareciese en algún momento pero después de recuperarla por cuarta vez encontró más importante echarse a descansar que ir en busca de su amo.

– Cansado ¿eh? - a lo que sólo se limito a sacar la lengua y respirar agitadamente.

– ¡Trey! ¿Dónde te habías metido?

Una chica en ropa deportiva llegó corriendo a nuestra ubicación. Recuerdo perfectamente la primera vez que la vi y lo que pensé ‘Wow, que hermosa es’. Su cabello rubio estaba recogido en una coleta despreocupada exponiendo su cuello de cisne, blanco y delgado. Tenía unos ojos café ámbar que parecían más brillantes a los rayos que traspasaban los arboles que cubrían con sus ramas el sol. Sus rostro sólo se podían comparar con el de una princesa sacada de una fantasía: facciones de porcelana, tremendamente delicadas y finas. Físicamente no se quedaba nada atrás, su ropa deportiva resaltaba una esculpida figura digna de una rutina bien mantenida con los años.

– Disculpa si Trey te incomodó, nunca me había hecho esto.

Su excusa me hizo reaccionar quitando el rostro perdido que adopté al verla venir. Titubee unos segundos antes de responderle; esta chica de verdad me había puesto nerviosa, algo que no había pasado con nadie hasta ese día.

– Eh....... no, para nada. Jugamos unos minutos en realidad. Lindo perro por cierto.

– ¿Jugaron? – me miró con cara de sorpresa abriendo esos hermosos soles que, cada vez que veo desde ese día, me invitan a derretirme y nadar en su mar de oro.

– Sí, lo siento – si se había sorprendido por aquella acción era porque no había sido una buena idea – es solo que llegó con su pelota y ... perdón, no quise ....

– No, ¡no hay problema! – respondió rápidamente – solo que es raro que Trey juegue con alguien, es muy cerrado. No nos hemos presentado, soy Melody.

– Un placer Melody, soy Elizabeth – le dije al tiempo que le extendí mi mano que ella estrechó amablemente con sus extensos dedos de pianista.

– El placer es mío Elizabeth.

– Dime Liz.

– Dime Mel – respondió con una bella sonrisa en esos labios tan perfectos como sólo ella.

7  [Allison]

La avenida Johnson era una paradoja pura de la bipolaridad de las ciudades. Por la noche era el prostíbulo callejero más famoso de la metrópoli, una calle a donde acudir cuando la compañía nocturna se presenta como una necesidad; sin embargo, durante el día se presentaba como una vía de tránsito común. Inclusive en sus mejores momentos podría rayar en lo decente. Un ajeno a la ciudad podría considerarla una vivienda digna para la clase media, lamentablemente yo no era una extraña que ignorara todas las fechorías que ahí se cometían.

Una serie de cuatro edificios conformaban la cuadra comprendida entre el callejón Walker y la calle Baker. Todos se erguían más allá de los cuatro pisos de altura pero sin rebasar los diez. Específicamente me encaminaba al tercer edificio que se presumía como el más alto de los alrededores pero no por ser el de mejor imagen. La construcción tendría al menos unos 40 años y vaya que el tiempo le había pasado factura pues, a pesar de haber sido retocada en varias ocasiones, mostraba los estragos de la humedad en el recubrimiento de la fachada además de los vidrios rotos que algunos inquilinos no se habían molestado en cambiar sabiendo que tardarían más en la sustitución que en encontrarlo de nuevo dañado.

Al llegar a la puerta recordé que portaba la ropa de Elizabeth y al no haber encontrado las prendas de la noche anterior también había dejado las llaves en el hotel. Sólo me quedaba esperar a que alguien saliera o entrara y afortunadamente al ser medio día del sábado un inquilino desconocido salió a dar un paseo con su mascota, un perro Golden que había visto en las escaleras un par de ocasiones en las que seguramente había escapado del departamento del dueño. Éste último iba muy ocupado escuchando música al tiempo que escribía un mensaje de texto por lo que los papeles inevitablemente se invirtieron: el perro era quien paseaba al dueño. Alcancé a detener la puerta antes de que se volviera a cerrar y al volver la vista para asegurarme de que el recién salido no tuviera problemas con mi entrada, pues al nunca antes habernos visto podría mal interpretar mi acción, ya no se divisaba por ningún lado. "Qué irresponsable" pensé, aunque sería difícil que alguien quisiera robar en este edificio; siendo realistas no puede haber mucho de valor en una veintena de  departamentos de tan sólo 60 metros cuadrados.

Al llegar al séptimo piso me detuve unos segundos frente a la puerta del 702, estaba despostillada por tantos azotes que había recibido de mi padre además de que el siete se hallaba boca abajo colgando sólo del tornillo inferior pues el superior hace tiempo que se había perdido en uno de sus ataques de furia.

  • De vuelta a la rutina - murmuré antes de abrir la puerta de mi infierno. El sonido de la televisión me avisó que se encontraba en la sala, seguramente bebiendo cerveza y fumando como siempre. Procuré no hacer ruido al cerrar la puerta pero no hubo éxito y Raúl inmediatamente preguntó por la tardanza.

  • ¿Dónde estabas? - su voz se alzó claramente por encima del ruido televisivo impidiéndome pretender que no lo había escuchado.

  • ¿Dónde más? - me limité a responder desde la cocina buscando algo de beber; después de caminar por dos horas mi cuerpo estaba pasando su factura.

  • A mi no me hablas así niña - dijo tomándome fuertemente por el brazo - ¿dónde está tu ropa? ¡No saliste de aquí así!

Después de tantos golpes soportar la presión de su mano en mi brazo no era para nada un problema; ni siquiera me inmuté con tal acción lo que le causó frustración aplicando más fuerza con su mano al tiempo que me sacudía bruscamente.

  • La he perdido - contesté al fin.

  • ¿Cómo qué la has perdido? - su tono demostraba un enojo total, pronto explotaría y por mi propio bien debía encontrarme lejos cuando eso pasara - ¿Crees que esa ropa me la regalan?

  • ¡Alli! ¿Dónde estuviste anoche? - aproveché la intervención de mi enano para zafar de la situación pues mi padre no era capaz de golpearme en frente de él; al menos por ese lado aún tenía algo de vergüenza. Lo tomé entre mis brazos y lo cargué hasta la habitación dejándolo sobre la cama mientras buscaba el uniforme de la librería que consistía en una playera amarilla con el escudo de Gandhi (librería muy popular en México) y un pantalón de pana negro.

  • ¿Dónde estuviste Alli?

  • Fuera enano, sabes que los fines de semana trabajo por las noches.

  • Pero tú siempre trabajas, ya nunca te veo - me reclamó sentando en la orilla de la cama jugando con sus pies.

  • Lo sé mi amor, pero lo necesitamos - le dije terminando de colocarme la polo amarilla.

  • Ese color está horrible - rió al verme de nuevo con el amarillo pollo.

  • Ni me digas, deberían prohibir una cosa tan fea.

  • Si jajaja.

  • Me voy peque - le di un beso en la cabeza a lo que respondió aferrandose a mi pierna.

  • ¿A qué hora volverás?

  • Tarde.

  • ¿Qué tal tarde?

  • No vemos mañana - se veía la decepción en su rostro, yo también quería pasar más tiempo con mi sobrino pero tiempo es lo único que no tenía - no te duermas tarde - fue lo último que le dije antes de salir de la habitación que compartíamos.

  • Vuelve con la ropa si no quieres que haya consecuencias, y no sólo para ti - escuché a mi padre decir desde la sala. Lo que pudiera hacerme me tenía sin cuidado, unos cuantos golpes no era nada que no pudiera soportar, ya eran parte de la rutina. Se había dado cuenta de que lo único con lo que podía hacerme un verdadero daño era con Adrián, ese pequeño era mi todo y no dejaría que le tocara un sólo pelo. No respondí a su amenaza y sólo salí con dirección a la librería de la avenida Quevedo. Tomé el autobús que me dejaría en la estación de metro que llevaba a la Glorieta de los Coyotes acomodándome en un asiento vacío junto a la ventana a la mitad. El cielo se había nublado un poco y las gotas comenzaban a estrellarse en el vidrio minimizando poco a poco el barullo de los pasajeros dándole espacio suficiente a mis pensamientos para surgir de nuevo.

Aún me costaba entender cómo había llegado a esa situación, todo había pasado tan rápido y a la vez tan lento. Después de que mi madre murió, al tener apenas 13 años, mi padre se volvió un tirano; primero lo hizo con mi hermana quien no aguantó mucho tiempo el trabajo forzado a la que era sometida y ahora era yo quien había pagado su cobardía. Se había marchado dos años después que mi madre, la diferencia es que ella abandonó a su hijo de apenas dos años en la primera oportunidad que se le presentó. Un día al regresar de la secundaria encontré una carta en la cuna de Adrián; en pocas palabras se justificaba diciendo que no aguantaba más la vida y malos tratos que Raúl le imponía. Había conocido a un joven de buena familia que la llevaría lejos de todo esto, pero al parecer Adrián no podía ir, sólo ella. Me pidió que lo cuidara, que lo protegiera del monstruo de nuestro padre y así lo hice. No por ella, claro que no; se me hacía increíble que se haya ido porque podía entender que me dejase a mi pero a su propio hijo no y eso era algo que no le podía perdonar.

El autobús se detuvo en la central de camiones donde su ruta continuaba con la línea 7 del metropolitano. Me adentré apresuradamente al anden con dirección sur dejando atrás a la mayoría de los pasajeros del bus en la taquilla; transitaba la misma ruta tan a menudo que tenía boletos de sobra para precisamente evitar las engentadas filas a la entrada de la estación. Sólo hube esperado un par de minutos en los que los más rápidos habían logrado comprar su boleto para abordar a tiempo el siguiente subterráneo; igualmente localicé un asiento vacío en una ventana que aunque no tenía ninguna vista que ofrecer resultaba reconfortante mirar a la nada.

La oscuridad del túnel me recordó la misma penumbra en la que pasé la primera noche fuera de casa. Mi padre se había enojado tanto al saber que mi hermana se había ido que fue la primera vez que me agredió. Injustificadamente me culpó por su ausencia cargándome con todas sus responsabilidades, incluyendo la única tarea que podía realizar aun sin tener la edad mínima para que un adolescente pudiera trabajar bajo el consentimiento de sus tutores. Hurgando entre las cosas que había dejado, Raúl encontró la ropa que usaba Claire por las noches; esas noches en las que yo inocentemente pensaba que se quedaba en casa de alguna compañera estudiando y por ello no llegaba a dormir. Una vez que me hubo obligado a vestir pretenciosamente me encargó con las inquilinas del piso de abajo; después de analizar sus extrañas rutinas de salir todas las noches y retornar hasta pasado el medio día entendí el tipo de actividades a las que se dedicaban. Amablemente me recibió Kate --la más joven de las cuatro mujeres del 605 a quien ya había visto en un par de ocasiones en las escaleras-- asegurándole a mi padre que cuidaría de mi, si es que había alguna forma de hacerlo en esa situación. Me terminó de arreglar maquillándome de una forma exagerada para aparentar un poco más de edad pero ocultar mis cortos 15 años resultaba bastante difícil. Cuando salimos a la calle no podía dejar de temblar, en parte por el frío, en parte por el miedo. Kate me tomó de la mano e intentó calmarme un poco diciendo que la primera vez siempre es difícil y más con un extraño, pero que con el tiempo se olvida. Error, jamás olvidaría esa noche ni ninguna de las siguientes.

El timbre que anuncia la proximidad de la siguiente estación más la voz del piloto por el altavoz anunciando la estación "Miguel Angel de Quevedo" me regresaron al presente. Bajé del vagón dirigiéndome a las escaleras eléctricas que me llevaron al exterior saliendo frente a la glorieta caracterizada por el incesante movimiento que ahí se daba entre los automóviles, los peatones ascendiendo y descendiendo en la parada de autobuses localizada entre las dos salidas que el subterráneo. A media cuadra más al sur de la glorieta se hallaba la librería Gandhi, una construcción de dos pisos con paredes transparentes que albergaban decenas de estantes y cientos, tal vez hasta miles, de libros más una sección dedicada a CDs de música y películas tanto antiguas como contemporáneas.


¡Hola a todos!

Antes que nada quiero agradecerles que se tomen el tiempo de leerme; que les interes un poco lo que escribo significa mucho para mi: me impulsa a continuar y mejorar para ustedes :) Para todos, los que leen y comentan o los que sólo leen: ¡MUCHAS GRACIAS!

Si gustan pueden seguirme en @AioDiu2026, les noificaré cuando publique un nuevo capítulo, o en mi correo (Aio_Diu@hotmail.com) si quieren platicar acerca de esta historia o sobre cualquier cosa, será un placer leerlos ahora a ustedes :)

Nellaria (ID: 1390860) : ¡Muchas gracias! Hago lo mejor que puedo para que la historia continúe a la altura :S Aquí la siguiente parte que espero mantenga la trama :)

julyor (ID: 1387853) : ¡Gracias! Jaja sí, del D.F. :)

Uma (ID: 1366827) : De Argentina, ¿cierto? (por lo de che) Espero haberte dejado de nuevo con curiosidad :P Saludos.

vane (ID: 1378022) : ¡Gracias! Espero que este sea igual de bueno :)

Piccolo Poulin (ID: 1368725) : Me alegro que te parezca cada vez más intersante. Aww, damisela :´) ¡Gracias!

labrys28 (ID: 1381566) : Lamento no publicar diario :( , pero ¿al menos se mi fan #2? :)

Ignacio (ID: 76949) : Aquí la siguiente parte, procuraré no tardar ;)

angie (ID: 1388487) : Gracias, igualmente saludos :)

HombreFX (ID: 853437) : Me alegro que sea de tu gusto :)

Rebeca (ID: 1377266) : Una nueva seguidora, ¡genial! :D Yo no diría maravilla, pero hago lo mejor que puedo :)

Danny (ID: 1394681) : Sí, creo que al ser un tema no tratado despierta interés :)

lalalaura (ID: 1392439) : Trataré de no tardar :) , ¡saludos de vuelta!

Nirvana (ID: 1317108) : ¡Gracias! A veces siento que escribo raro :S jaja, saludos.

AnToNella TuKitiTiki (ID: 1349881) : Pues en realidad fue porque sentí que los capítulos estaban muy cortos para publicarlos por separado :-/ Saludos.