Yo creo en ti - Cap. 1 y 2

A veces lo mejor de la vida llega de la forma menos imaginada.

Yo creo en ti

1

Era una noche igual a todas. Una docena de autos se amontonaba en el ultimo carril de la avenida Johnson causando el trafico característico de la media noche. Los que conocían la ciudad evitaban transitar por esta

calle los viernes y fines de semana, particularmente entre las 10 pm y 2 am, horas en las que todos los solteros y uno que otro casado iban en busca de su diversión semanal.

La masa de automóviles estaba conformada por todo tipo de lineas, algunas más caras que otras que demostraban la calidad del cliente. Sin ser expertas en escudos, las mujeres sabían diferenciar la clase de señores que conducían cada uno de los autos y por lo mismo se disputaban la ventanilla de los pasantes para ser elegidas para pasar la noche pues entre más brillante el auto pareciese, más grande seria la recompensa por la mañana. Todas lo hacían excepto una joven que, al contrario, trataba de esconderse detrás de un poste de luz. Quería no ser vista y al parecer su escondite funcionaba pues no había ningún interesado cerca. "Es ella" me dije.

Avance unos metros más en su dirección bajando el vidrio de la ventana y deteniéndome justo al lado del poste. De inmediato se acercaron todo tipo de mujeres --jóvenes menores de edad, otras entre los 20 y 30, unas más maduras mayores a los 40-- pero ella no se movió. Contrariamente, intentó encubrirse más a la sombra de las interesadas pero era inevitable, la había hallado.

Todas comenzaron a hablar, en realidad gritaban tratando de ser oídas sobre las demás, pero no importaba lo que hicieran, ninguna llamaría mi atención. Sabía exactamente lo que buscaba y solamente ella podía dármelo. La busqué con la mirada entre los espacios por los que aún podía ver algo de la calle, temía perderla de vista. Entre tanto, las mujeres exponían sus 'servicios' al cliente diciendo toda clase de depravaciones las cuales supongo les servían con los hombres que ahí acudían. Después de unos minutos expectante ante la posibilidad de que ella se acercara a mi auto comprendí que no lo haría, tendría que ir yo por ella.

– ¿A quién buscas? – preguntó una joven de no más de 25 años.

– Esa chica que está detrás del poste. ¿Cuál es su nombre?

– Ah, buscas a la niña – su tono de desprecio no me sorprendió. Esperaba que la eligiera a ella, en otra situación lo hubiera hecho, aquella joven era sin duda hermosa, pero esta noche no.

Se acercó a hablar con ella y pude ver como señalaba hacia donde me encontraba. Ella negaba con la cabeza, no quería venir. La joven que había ido a buscarla la tomo por el brazo y la forzó a caminar.

– ¡Apártense! – gritó a las demás mujeres que seguían rodeando el auto, empujó a la joven dentro y cerró –. Suerte con esta, es su primera vez con una mujer – dio media vuelta riendo y fue a perseguir un auto que recién llegaba.

La chica me miraba con miedo, incluso en la oscuridad pude notar como una lagrima corría por su mejilla. Le sostuve la mirada sólo por unos segundos para evitar intimidarla más.

– ¿Cuál es tu nombre?

– A-Al-Allison – respondió tartamudeando.

– Allison – murmuré al tiempo que ponía en marcha el motor para salir del trafico propio del burdel callejero de la avenida Johnson.

2

Permanecimos en silencio hasta llegar al hotel Hilton donde previamente había reservado una suite. Pude notar que se sorprendió mucho al ver el lugar, probablemente estaba acostumbrada a pasar las noches en otro tipo de hoteles. Le estiré las llaves al chico del valet para que llevara el auto al estacionamiento pero este no se dio cuenta pues estaba atontado viendo el cuerpo del Allison que con tan escasa ropa dejaba poco a la imaginación.

– ¡Hey! – lo llame molesta no porque no tomara las llaves sino por la forma en la que la miraba. No sé las cosas que a cruzaron por su mente en tan solo diez segundos pero por su mirada pervertida tuve una idea.

– Lo siento, en seguida lo llevo – se disculpó dando una vuelta al auto para revisar que no tuviera rasguños. Dio un ultimo vistazo a la chica antes de perderse en los sótanos del estacionamiento.

Me dispuse a entrar al lobby pero me detuve al ver como Allison no se movía. La miré sin comprender a lo que ella se limitó a bajar la vista a su ropa. Seguramente le dirían algo en la recepción al verla así, no lo había pensado hasta ese momento, pero no podía hacer nada ya. Regresé hasta su posición para tomarla de la mano e infundirle un poco de seguridad.

– Descuida, vienes conmigo – le dije en voz baja y ahora sí nos dirigimos a la entrada del hotel.

Las puertas automáticas se abrieron al estar lo suficientemente cerca y para fortuna nuestra al pasar ya la media noche no había nadie en la sala de la recepción a excepción de un hombre detrás del mostrador principal que hacía guardia por si alguien llegaba a registrarse durante la noche. Pasamos al lado del mostrador debido a que los elevadores se localizaban al otro lado de la recepción. El hombre no levantó la vista en ningún momento, sólo nos deseó una buena noche cuando estuvimos a una distancia cercana a él.

Al presionar el botón ascendente en la pared la puerta del elevador derecho se abrió de inmediato; el cubo de metal sin gente parecía verdaderamente espacioso. Montamos en él ordenándole que nos llevara al ultimo piso. Allison no soltó mi mano en ningún momento, tal vez porque sentía un poco más de seguridad en mi compañía aunque más seguramente fue porque debía obedecer todo lo que le ordenara. Tardó un par de minutos en llevarnos a lo más alto del edificio, minutos en los que pude observarla detalladamente a través de su reflejo en el espejo del elevador. No había reparado minuciosamente en su ropa hasta ese momento y entendí porque el chico del valet la miraba de esa forma.

Llevaba una falda roja extremadamente corta que apenas le cubría lo necesario dejando ver sus piernas completamente tensas por los tacones negros sobre los que caminaba. Arriba estaba envuelta en un corsette que delineaba perfectamente su delgada figura dejando ver ligeramente el contorno de sus pechos. Su espalda estaba descubierta a la mitad dejando ver sus omoplatos y columna marcados debajo de la piel confirmando mis sospechas: no se alimenta adecuadamente. El timbre que avisa que llegamos al piso solicitado sonó antes de que pudiera precisar las facciones de su rostro. Las puertas se abrieron y la guíe hasta la entrada de la habitación donde introduje la tarjeta que fungía como llave.

La habitación era muy amplia, contaba con un comedor, sala de televisión, una pequeña terraza, una recamara y un baño con jacuzzi; en realidad demasiado extensa para una sola persona. Una vez dentro cerré la puerta con la pequeña cadena característica de los hoteles y la llevé a la habitación donde por la tarde había dejado una maleta azul marino con ropa.

– Toma asiento – le invité mientras vaciaba mis bolsillos en la cómoda de noche. Dentro del cajón guardé la llave, la cartera, el celular y un juego de llaves pertenecientes al departamento.

Cuando terminé de acomodar las cosas me percaté que ella sólo me miraba con nerviosismo. Me hinqué frente a ella y le sostuve la mirada. Quería saber qué es lo que pensaba, qué estaba sintiendo en ese momento. ¿Cuánto miedo tenía de mi? Al fin pude repasar su rostro, era simplemente angelical. Su tez casi blanca de no ser por un leve rosa que se asomaba en el fondo. Sus facciones eran pequeñas, finas, delicadas; sus labios estaban delineados por un labial exageradamente rojo pero ni eso podía opacar lo exquisitos que eran. Más aun, esta chica tenía unos ojos azules como ningunos que, a pesar del acumulado maquillaje, resaltaban a la luz de la habitación.

– Debió de haber elegido a alguien mas – dijo mirando al piso sacándome de mi ilusión – no estoy segura de que yo podré satisfacerla.

– Descuida, lo harás bien. Sólo mírame.

No lo hizo. Esta chica aun no entendía que no tenia intenciones de hacerle daño. Ahí, hincada frente a ella tomé su rostro entre mis manos y la obligué a mirarme.

– Sólo mírame.

Bajé mis manos hasta sus pies desabrochando delicadamente sus zapatos. Sentada a su lado deshice el nudo que mantenía el corsette pegado a su cuerpo. Cuando el cordón estuvo liberado pude notar como tomó una bocanada de aire, esa cosa la estaba ahogando. La recosté en la cama para poder desabotonar su falda, al momento de retirarla acaricié la piel de sus piernas que resultó más suave que la tela de la sabana sobre la que nos encontrábamos. Ahora ella sólo portaba su ropa interior y veía al techo esperando que hiciera mi siguiente movimiento.

Abrí la maleta de la cual saqué un par de prendas. No estaba segura de su talla así que había tomado ropa de Andrea; después de todo su complexión era muy similar. Comencé a vestirla de abajo a arriba poniéndole un pantalón suave y cómodo para la noche, de aquellos que se usan para hacer ejercicio. Oí como murmuró un '¿qué?' al darse cuenta que la estaba vistiendo en lugar de continuar con su desarme. Ayudó con mi tarea al levantar su cuerpo para subir por completo el pantalón.

– Levántate, por favor.

Ella obedeció y se paró frente a mi. Ahora que ya no usaba esos molestos zapatos su estatura era mucho más baja que antes aunque en realidad sólo era unos cinco centímetros más baja que yo. Tomé la playera y se la introduje cuidadosamente por la cabeza. Ella no se movió.

– Vamos, ayúdame con esto – le dirigí una pequeña sonrisa que sin sorpresa no me devolvió.

Terminó de vestirse sola y como sospechaba ambas prendas de habían quedado un poco grandes. Tomé su mano para guiarla al baño. Una vez dentro pegué su cuerpo con el mío a lo que ella respondió con un estremecimiento, rodeé su cuerpo con mis brazos y escondí mi rostro en su cuello. Cargué su peso sobre mi por unos segundos para después soltarlo sobre la repisa junto al lavabo. Durante ese breve contacto pude sentir su miedo, todo el temor que la acompañaba cada noche en la calle recorrió mi cuerpo como si de una corriente eléctrica se tratase. Mis sentidos se pusieron alerta e instintivamente me aparte de ella.

  • Lo siento - se disculpó.

"Así que tu también lo sentiste" - pensé. Ignorando lo sucedido tomé un trozo de algodón y una pequeña botella que contenía un líquido azul de un estuche que se hallaba del otro lado del lavabo. Mojé el algodón con un poco del líquido dejando la botella a un lado y acercándome de nuevo a su rostro.

– Cierra tus ojos.

Me  miró por un instante insegura pero lo hizo. Suavemente froté ambos párpados quitando todo rastro de maquillaje que había sobre ellos. Pasé el algodón sobre sus pestañas manchándolo de negro por la máscara que estas llevaban; repetí el proceso hasta que sus ojos quedaron completamente limpios.

  • Puedes abrirlos.

Ahora que estaban aclarados y la luz entraba en ellos completamente pude apreciar completamente ese azul tan único como ella. En su mirada encontré la paz que hacía tanto estaba buscando. Ese azul turquesa me transportó a otra dimensión, a un lugar donde sólo estábamos ella y yo.

– Son hermosos - pensé en voz alta.

Allison sólo desvió su mirada regresándome a la realidad. Tomé otro trozo de algodón en el que vertí un poco del mismo líquido azul pero esta vez me dirigí a sus labios. Los limpié con mucho cuidado de no aplicar más fuerza de la necesaria. Cuando el algodón estuvo completamente manchado y sus labios libres de ese rojo sangre deseché ambos algodones en el contenedor de basura. Por el espejo del baño pude ver su cabello castaño enredado en un complicado peinado que la hacía lucir más grande de lo que en realidad era.

Pasé mis brazos por ambos lados de su cabeza para liberar los seguros que mantenían atorados los mechones de su cabello cuando al moverlos me percaté de unas marcas rojas que tenía en el cuello. Seguro eran de la noche anterior. Un dolor se extendió dentro de mi al pensar que un hombre había abusado de ella, en realidad muchos lo habían hecho pero me impedí pensar en ello, por ahora. Terminé de deshacer la atadura de su cabellera liberando unos mechones ondulados que lucían un café más claro individualmente.

– Listo, ¿gustas comer algo?

El rostro de Allison sólo transmitía sorpresa. Se limitó a asentir con la cabeza, gesto que tomé como una  afirmación. Salí del baño y llamé al restaurante.

– Buena noche, ¿qué desea ordenar?

– Una malteada de fresa y un club sandwich. Espere... - volteé en busca de Allison pero no se encontraba en la habitación - ...hm, dos ordenes iguales para la habitación 604 por favor.

– En seguida.

– Gracias - coloqué el auricular en su lugar y salí a la sala a buscarla pero no la encontré ahí, tampoco en la terraza. Volví a la habitación pero estaba vacía. ‘Acaso...’ pensé regresando al baño. Ahí estaba, justo donde la había dejado; no se había movido ni un centímetro.

– Espero que te guste la fresa, he ordenado una malteada y un sandwich.

– Gracias - a pesar de tener la mirada más cautivadora que había visto no pude dejar de notar el dolor que había en ella. No se movería por sí sola así que me acerqué a tomar su mano una vez más y guiarla a la sala. La invité a sentarse en uno de los sillones individuales mientras que yo me acomodé en uno de múltiples plazas. El reloj que estaba colgado sobre una de las paredes de la estancia marcaba as 12:30 am. Llevaba más de una hora con esta chica y apenas había dicho una palabra. Tenía muchas ganas de conocerla, saber qué piensa, cómo llego a esta situación, por qué lo hace, pero no quería asustarla más de lo que ya era estar con una extraña.

– Mi nombre es Elizabeth pero puedes llamarme Liz - a lo que de nuevo se limitó a asentir.

‘Vamos, dame algo Allison’ pero no tuve más opción que permanecer callada hasta que llegara la comida. Me recosté a lo largo del sillón para descansar un poco y cuando el sueño comenzaba a vencerme sentí un peso sobre mi cuerpo que me hizo despertar -- Allison estaba sobre mi. Con una pierna flexionada de cada lado de mi cuerpo se había sentado sobre mis regazo.

– ¿Qué haces? - le pregunté muy sorprendida por lo que estaba haciendo.

– Yo... - no supo qué contestar así que mejor no dijo nada.

La miré esperando una respuesta que no me daría porque ni si quiera ella sabía qué estaba haciendo. Tomó mis manos entre las suyas llevándolas por encima de mi cabeza al tiempo que acercaba su rostro al mío. Cuando estaba a escasos centímetros su boca de la mía se detuvo y me miró completamente aterrada. Se estaba arrepintiendo de lo que acababa de hacer porque ¿qué esperaba? ¿conformarme con un beso?  Ella sabía que si comenzaba ya no habría vuelta atrás y aunque en el fondo yo moría por que sucediera no sería esta noche, ni ninguna próxima. La liberaría de su error, era lo mejor.

– Hey, por tan cerca que estás podría pensar que intentas seducirme – le dije con una media sonrisa intentando sonar divertida y relajar un poco el ambiente.

Liberé mis manos de las suyas y las llevé a su cintura. Libré una batalla interna por no eliminar la distancia entre su boca y la mía pero al final la razón volvió a mi y empujé su cuerpo hacia atrás haciendo que quedara ella sentada en mis piernas.

– Esta noche no – le aclaré – ni ninguna – al menos así no se sentiría obligada a intentar algo de nuevo.

Estaba por decir algo cuando tocaron la puerta. Se levantó del sillón liberando mi cuerpo para permitirme atender. Dejé pasar al joven de carrito indicándole que dejara las ordenes en la mesa de la sala. Una vez  que hubo acomodado los platos nos deseó una buena noche y salió de la suite. Volví a encadenar la puerta y me dirigí al mismo sillón donde estaba unos minutos antes. La chica de ojos azules había regresado al sillón individual así que retomé mi sitio. Le acerqué un sandwich y una de las malteadas invitándola a comer pero no lo hizo.

– No está envenenado - le dije divertida justo antes de dar la primera mordida a mi sandwich y por primera vez pude ver como una media sonrisa se asomó en su boca. Tomó el sandwich con ambas manos y antes de que yo llegara a la mitad ella ya había terminado con el suyo. ‘¿Cuánto tendría sin comer?’

– ¿Gustas más? - pregunté acercando mi plato al suyo. Ella sólo me miró con con un poco de vergüenza y aceptó mi oferta. De nuevo lo ingirió con gran rapidez mientras yo sólo la observaba tomando la malteada. Cuando hubo terminado me preguntó si podía tomar la malteada que estaba frente a ella.

– Claro, es tuya - era increíble la inseguridad de esta chica.

Me ausenté unos minutos para ir en busca de mi celular. Mientras caminaba a la habitación pensaba en todas las cosas que debió de pasar para cargar con tantos temores. Al encender el teléfono de inmediato aparecieron cinco mensajes de texto: uno de Mark y los otros cuatro de Mel; a esta última había olvidado avisarle que no iría a Crown esa noche. Regresé a la sala y me encontré con que Allison se había quedado dormida en el sillón. No pude evitar admirarla por unos segundos antes de cargarla hasta la habitación. La recosté sobre la cama con cuidado de que no despertara y la cubrí con las sabanas. Tomé su ropa, una almohada y antes de salir le di un pequeño beso en la frente.


Hola :) Esta es la primera vez qe publico algo de lo que escribo, ustedes me dirán que tan buena o mala soy jeje

Espero sea de su agrado.

Saludos.