Yerath

Lo que la noche guarda... lo guarda con razones.

En las noches frías en medio de ningún lugar estamos los dos solos entre las tinieblas cómplices que cubren nuestro aposento. Entre besos y caricias nuestras manos traviesas juegan a encontrarse. Se pierden debajo de los pliegues de nuestras ropas, entre el relieve de nuestras pieles que empiezan a ser mas sensibles cada momento…Cada minuto. Solo suspiras mientras con mis labios recorro el afrodisíaco camino desde tu cuello hasta tus pechos. Sin pausa y aun sin prisa….disfruto cada centímetro de tu cuerpo no quiero dejar ni una sola parte, ni un solo poro sin explorar.

No soy una ilusión, no soy un delirio producto de tu soledad soy tan real como el placer que estas sintiendo. Siempre estuve contigo pero no lo sabias, buscabas algo sin saber que lo tenías desde siempre. Exclamaste mi nombre tantas veces y ahora te respondo con mimos, llorabas por mi presencia y yo te consuelo con besos. Mi nombre olvidado por los mortales lo repites entre jadeos y me abrazas con premura como un bebe abraza a su madre cuando le da pecho. Mi bella humana, mi dulce adoradora que desconoces mi procedencia pero me invitas a tu cama.

Soy tu sueño, soy tu guardia, soy las alas que siempre te han dado calor. Ahora que soy carne y sangre en tus perfumados rincones he de reposar. Gustoso y apasionado espero el peso de tu cuerpo sobre el mío; nos moveremos guiados por el mordaz calor de nuestra lujuria hacia arriba y hacia abajo…mecidos por la invisible mano de lo prohibido. Una gama de sensaciones harán gala esta noche, beberemos de la copa de la pasión hasta vaciarla y olvidaras por el momento tus lágrimas robadas, tus amigos fingidos, tus ilusiones desgarradas, tus redenciones suicidas, tu tristeza reprimida.

He dejado mis negras alas para estar con vos y no alejarme de tu lado pero ignoras lo que he de ser capaz cuando la noche otra vez envuelva este mundo y me des beneplácito. Daré una oración blasfema por tu bienestar y comenzare cada noche cada minuto a devorar tu cuello, rozar tus cumbres, bese tus marchitas mejillas y beber de aquella ambrosia carmesí la cual sirvió de sello para este ilógico contrato en el cual tu alma no es mas que el óbolo preciado que tanto deseo.