Yaya querida

Una historia de alguien que me la mandó para que se la publicase.

YAYA QUERIDA

Les paso a relatar una historia de alguien que me la mandó para que se la publicase

Hola a todos. Me llamo Javier y le quiero contar mi relación con mi abuela. Tengo 18 años, vivo en Barcelona y estudio en bachillerato.

Desde que se quedó viuda mi abuela, mis padres insistían en que fuéramos a verla más a menudo, ya que no querían que se sintiese sola.

La verdad es que la muerte de mi abuelo nos cogió un poco por sorpresa a todos, ya que ni era tan mayor (63 años) ni tenía ninguna enfermedad importante, es más se mantenía en bastante buena forma, hacía deporte y eso.

Mi abuela no le iba a la zaga. A sus 60 años parecía que tenía 20 menos. Se cuidaba mucho, buen cuerpo, pelo siempre bien arreglado, etc. Yo con mi abuelo me llevaba mejor que con mi abuela, y no es que con ella me llevase mal, ni mucho menos. Simplemente es que teníamos muchas aficiones en común, y por eso pasábamos mucho tiempo juntos.

En parte me veía en la obligación de pasar cada tarde a la vuelta de clases por la casa de mi abuela. La verdad es que estaba bastante afectada, muy triste, casi no quería salir de la casa, apenas se arreglaba cuando antes siempre iba como un pincel. A mi no me costaba trabajo pasar por allí, ya que estaba de camino entre mi casa y el colegio (de hecho me quedaba más cerca el colegio desde casa de mi abuela que desde mi propia casa). Veía tan mal a mi abuela que le propuse a mi madre (su hija) quedarme con ella, por si necesitaba algo. Mi madre me lo agradeció mucho y mi abuela creo que se alegró un poco, sobre todo al saber que había sido iniciativa mía decirlo.

Así que cogí algunas cosas y me fui a la casa de mi abuela. Tenía un dormitorio un poco femenino (había sido el de mi madre cuando vivía allí), pero la verdad es que el piso es magnífico.

La primera noche que me quedé creí oír como lamentos desde la habitación de mi abuela, que por cierto, como he dicho está muy bien para su edad (60 años), y se llama Montserrat (todo el mundo la llama Montse).

Por supuesto que lo achaqué a su tristeza, y no le di más importancia.

Al día siguiente fui al colegio y al regresar mi abuela me había preparado mi plato preferido para comer. La terapia de tener a alguien que esté contigo, pero que en parte sea dependiente parece que funcionaba.

Durante unas noches oí los quejidos de mi abuela, pero como digo no les di importancia, hasta que llegó el viernes. No quise salir con mis amigos, a pesar de la insistencia de mi abuela para que lo hiciera. Por la noche al oír los ruidos me levanté y sigilosamente me dirigí a la habitación de mi abuela. Los quejidos de otras noches sonaban más bien a gemidos. Al no tener la puerta completamente cerrada me pude asomar un poco y la escena que vi me dejó petrificado. Mi abuela se estaba masturbando con un consolador. Cuando quise retirarme tropecé con algo y mi abuela me llamó.

Javi, ¿eres tú?

Si, abuela

Ahí quedó la cosa por esa noche, que se me hizo muy larga, ya que no podía dormir. La escena de mi abuela con el consolador en la mano, metiéndolo y sacándolo de su coño no se me iba de la cabeza

Al día siguiente, al levantarme fui a desaguar como hago normalmente. Mi abuela ya se había levantado y estaba haciendo cosas de la casa. Cuando me vio, vino y se sentó. Me dijo que teníamos que hablar. Me preguntó que si había visto algo por la noche. Le dije que nada. Pero insistió. No pude mentirle, y le afirmé que la había visto. En ese momento casi se echa a llorar y me cuenta que desde que murió el abuelo no tenía sexo, y que cuando estaba vivo lo practicaban a diario. Yo le dije que era normal, que una persona tan vital y tan guapa como ella tendría sus necesidades. Me preguntó si realmente pensaba que era guapa, ya que ella se veía bastante fea y vieja. Le dije que de vieja nada, y que fea, menos. Lo único que últimamente se cuidaba bastante poco, y que tenía que hacerlo más. No se por qué le dije que esa noche la invitaba a cenar por ahí (sabía que pagaría ella, pero bueno) y que por lo tanto se tenía que poner como un princesa. Se esbozó una sonrisa en su rostro. Era la primera vez que la veía sonreír en mucho tiempo.

Llegó la noche y la verdad es que no me defraudó. Se arregló muy bien, se pintó y se puso un vestido que le sentaba de maravilla. Fuimos a un sitio bueno cerca de casa. Cenamos muy bien, un excelente pescado regado con una botella de magnífico vino blanco. Tras un postre, café y licor volvimos a la casa de mi abuela. Ciertamente estábamos un poco contentos, entre otras cosas por el vino y el licor del final

Mi abuela se sinceró y me comentó que echaba de menos salir como antes, cenar, ir al cine y esas cosas que solía hacer cuando estaba vivo mi abuelo. Le dije que cada vez que quisiera ir a cenar, o al cine no tenía más que decirme cuando, que otras cosas, ya no podía, pero que esas sí.

Me preguntó que qué otras cosas no podía. Le dije que estaba bastante claro.

Ah, tener sexo. Claro que no. Pero eso ya lo tengo bastante difícil, ya que quien va a querer hacer el amor con una vieja como yo?

Si yo lo decía porque eres mi abuela, no porque seas una vieja. De hecho si no fueras mi abuela,

Si hombre! Me vas a decir que si no fuera tu abuela tendrías sexo conmigo. Pero hombre, si tengo las tetas medio caídas y…bueno que estoy fofa.

¡De fofa nada! Ya le gustaría a más de una mujer con 20 años menos que tú estar como tú estás.

Lo dices de verdad? Creo que me estás tomando el pelo.

De verdad que no, yaya, que estás muy, pero que muy bien. Y por lo que pude ver la otra noche, todo muy en su sitio.

Hombre Javi, no saque a relucir eso que me avergüenzo.

Pero es que es verdad, yaya. Te subestimas mucho, y para que veas que no te miento, aunque no debería decírtelo, esa noche tras verte, casi no pude dormir.

Por qué?

Tu qué crees?

No será cierto. De veras te entonaste viendo a esta vieja.

Si!

Y que hiciste?.

Pues supongo que lo que hacen todos los hombre en una situación como esa, no?

Y que pensabas?

Pues,…nada.

Como nada?

Nada!

De verdad?

No!. Es que me sabe mal decirlo. Que quieres que te diga, que me masturbé pensando en lo que acababa de ver. Pues si. Eso hice.

Pues si que me voy a creer que no estoy tan mal.

En ese momento mi abuela se levantó y se puso a observarse en un espejo. Se subió incluso un poco las tetas. La verdad es que no había mentido ni un ápice.

Te voy a proponer una cosa.

El qué?

Pero primero tienes que prometerme que no se lo contarás a nadie.

Vale!... lo prometo.

Si esa situación te puso, podemos repetirla, pero más abiertamente, ¿Qué te parece?

¿Lo dices en serio?

Si no te parece bien, lo dejamos y aquí no ha pasado nada

No, no si me parece perfecto.

Nos fuimos al dormitorio de mi abuela. Poco a poco nos quitamos la ropa. No decíamos nada. Solo empezamos a acariciarnos no nuestros propios cuerpos. La situación era bastante morbosa. Esa noche mi abuela utilizaba sus dedos. Su amigo de látex estaba guardado. La cosa se animaba a bastante velocidad. Casi estaba a punto de explotar.

Yaya, tengo unas ganas de

De que mi vida?

De tocarte esas tetas!

Pues venga. Adelante, valiente.

Fue así como le toqué las tetas a mi abuela. Ella seguía haciéndose un dedo, hasta que se corrió. En ese momento busco con su mano mi polla. Yo me fui en busca de su coño, perfectamente arreglado, como no podía ser menos en una mujer como ella. La situación estaba a punto de reventar.

Javi

Dime, yaya.

Si no quieres, lo entiendo, pero

Pero, qué?

Quieres follar con tu yaya?

En este momento no hay nada que me apetezca más.

No pusimos en posición. Ella se puso abajo, abrió sus piernas, permitiendo que mi polla llegase fácilmente a su conejo.

Despacio, que últimamente solo he usado el consolador de la otra noche y ya viste que es de los pequeños.

Si!

Oh, dios, como echaba de menos esto. Ahora, muévete, dentro y fuera

Así, te gusta, así?

Si, si sigue así, tesoro, sigue

Yaya, me voy a correr, me voy…salgo

No corazón, córrete dentro de mi. No hay miedo

Ya, me voyyyyy!

Y yo, tesoro mío, me voy contigo!

La verdad es que como era la primera vez que follaba me fui enseguida, pero la cantidad de leche que dejé en el coño de mi abuela era de un profesional.

A partir de esa noche mi yaya y yo dormimos juntos y me ha ido enseñando de todo: comidas de coño, dar por culo, me la chupa como una diosa, etc. Mi familia dice que se la ve más contenta. Piensan que es porque al tener alguien en casa de quien ocuparse pues la cosa va mejor. Pero la verdad es que la yaya está contenta desde que tiene alguien que se ocupe de ella.