Yana

Un chico conoce a una chica en un chat y deciden quedar en casa de ella.

Título original: La casa del sexo

Corría el mes de diciembre y faltaban dos días para que acabaran las clases, sin embargo yo pasé de aburrirme con los profesores y me fui a casa de una amiga que había conocido en un chat. Habíamos quedado en su casa aquel miércoles a las diez de la mañana y allí estaba yo, esperando conocerla personalmente. Aquella mañana me había puesto unos vaqueros, deportivas y una camiseta gris, sin olvidar los calzoncillos, pues sin ellos mi perfil tenía alguna que otra curva de más.

Llegué al portal y toqué el timbre cruzando los dedos para que la tía no fuese un cayo. Sin embargo, unos segundos después se abrió la puerta... ¡¡PEDAZO DE TÍA!!

Era una quinceañera cuyo pelo rubio y lacio le caía hasta los hombros. Sus pechos eran bastante firmes para el tamaño que tenían, en eso no pude dejar de fijarme porque la tenía sólo a quince cm de mí, bueno, "las tenía" a quince cm de mí, el resto de su cuerpo estaba algo más lejos. Mediría metro sesenta y cinco más o menos y tenía un culo que ni te cuento.

Como era de esperar mi pene respondió con bastante... como diríamos... se lo tomó de una manera bastante ascendente. El único problema era que por una u otra razón hacía días que no hacía "ejercicio", y claro, no pensaba más que en lo mismo.

Hola, ¿Yana?

Sí, soy yo, pasa no hay nadie.

Mi obsesión llevaba un top y una minifalda blancos bastante ajustados, caminaba descalza y por supuesto, delante de mí, pues yo no podía ir junto a ella, tenía que supervisar ... "cosas" con mayor detenimiento. Me condujo hacia una habitación de paredes blancas y grandes dimensiones, con un techo alto y una piscina al fondo. A la izquierda había un jacuzzy y a la derecha una puerta que conducía a un baño con algunas batas blancas colgadas de una percha. Aquello era enorme y era para nosotros solos, me parecía increíble. Pero lo que me pareció aún más increíble fue lo que Yana me había preparado antes de llegar yo.

¿Qué te parece? –me preguntó

¿Que qué me parece? Lo demás es increíble pero nunca hubiera imaginado este sueño hecho realidad.

Ante mí se extendía un pequeño jacuzzy de forma ovalada de unos tres metros por uno cincuenta y lleno con el manjar de los manjares, chocolate negro, ¡líquido!

Es increíble Yana

¿Quieres bañarte?

Pues claro que quería pero...

Es que no tengo bañador

No importa, en chocolate es espeso, puedes bañarte desnudo sin que se vea nada.

Cada vez me gustaba más aquella chica. Se dio la vuelta animándome a que me metiera y confié en ella. Me descalcé, me saqué la camisa y me desabroché el pantalón, mientras mi pene se salía por la cintura de los calzoncillos. Me los saqué también y me metí en el jacuzzy, que apenas tenía profundidad. Acostado boca arriba y apoyado en los codos la superficie del chocolate distanciaba de mi pubis en sólo cinco dedos por lo que mi pene al estar erecto estaba a pocos centímetros de la superficie.

¿Ya estás?

Sí, está muy bien el charquito este.

¿Te gusta? –se acercó a mi y entro en el jacuzzy

Sí, estáis muy bien los dos.

Ella estaba de pie, el chocolate le llegaba por debajo de las rodillas y esbozaba una sonrisa de niña buena que se le caía a uno la baba. A continuación se agachó, metió un dedo en el chocolate y se lo chupó.

Mmm... si que está bueno ¿quieres probar?

Le puse una sonrisa picarona y se me acercó poniéndome el dedo entre los labios. Lo empecé a chupar pero no podía dejarlo, aquel sabor a chocolate 73% en el dedo de aquella chica era algo difícil de rechazar. Cuando único lograba dejarlo era para lamerlo pero no aguantaba demasiado, enseguida necesitaba sentir aquel dedo dentro de mi boca.

Al cabo de un instante, que medido por un reloj duraría unos minutos, Yana me sacó lentamente el dedo de la boca y cogió una manguera que había junto a aquel jacuzzy. Aquella casa era algo que de veras me asombraba. Tenía los objetos más extravagantes preparados para el uso cotidiano, lo cual entusiasmaba a mis dos cabezas.

Yana tenía en sus manos aquella manguera, que conectaba en su extremo con un pequeño tanque en el que había un letrero: d MILK d

¿No tienes calor? Yo estoy empapada de sudor.

Empapada, empapada no estaba, sólo algo sudada, pero ella dirigió la manguera de leche hacia sus partes más íntimas, por entre la minifalda.

Mmm... que fresquito... aunque un poco incómodo.

Cerró el grifo, dejo la manguera junto a él y se metió las manos por la cintura de la minifalda, para luego sacarlas y meterselas entre las piernas, por las que se deslizaron suavemente sus braguitas mojadas. Y cogiéndolas dijo:

¿Las quieres?

Las preferiría con otro tipo de leche, siempre y cuando proceda de ti.

Sonrió y cogió de nuevo la manguera, abrió el grifo y se lo dirigió entre las piernas.

Su cara era una mezcla entre sorpresa, frescor y placer, pero sin dejar de esbozar en ningún momento aquella sonrisita de niña buena que tanto me "gustaba".

Yana cada vez estaba más excitada e iba perdiendo el control a cada segundo que pasaba.

¿Quieres refrescarte tu también?

Claro, ¿tienes más mangueras? –debió de parecerle la pregunta más estúpida del mundo, pues sonrió y dijo:

Tu mira para abajo.

Yo hice caso a aquella diosa que se hacía pasar por persona y mientras miraba para abajo ella se acercaba a mí con la manguera en la mano. Al llegar a la altura de mi cabeza se dirigió el chorro hacia sus labios inferiores y toda aquella leche cayó sobre mí.

Ya puedes mirar para arriba, aunque no creo que veas nada con toda esta leche cayendo.

Desgraciadamente tenía razón, pero pude disfrutar de aquella catarata láctea recién pasada por sus labios.

Tras una no muy larga ducha cerró el grifo y dejó la manguera en su sitio.

¿Quieres un masajito?

Sí, sí, claro.

Yo notaba su erótico culo a través de la fina falda y ella también debería de percibir mi elemental erección, por lo que empezó a mover sus caderas en círculos en torno a mi pene.

¿Te excitas?

Que pregunta más tonta, pues claro que me excitaba, no había hecho otra cosa desde que entré por la puerta de su casa.

Yana, eso no hace falta ni preguntarlo.

Agarró los bordes inferiores de su ajustado top y fue descubriendo su sinuosa silueta. Llevaba un sujetador blanco, que dejaba ver con mayor claridad sus virtudes femeninas.

Paró.

Quítame el sujetador.

Me quedé parado un instante pero enseguida reaccioné. Acerqué mis manos y las crucé por su espalda... palpé el cierre... y lo solté. Ella se lo sujetó bajo sus senos y las asillas le cayeron sensualmente por los hombros. Que guapa que estaba joder.

Volví a reclinarme y ella fue bajando sus manos poco a poco, descubriendo una zona de erógeno significado connotativo. Eran grandes, pero no llegaban a ser nada exagerado. Tenían el mismo color pálido que el resto de su piel y eran algo puntiagudos, sus pezones, sonrosados, tenían una areola pequeña y eran más bien alargados.

Acerqué mi mano derecha... acaricié con ella el contorno del pecho izquierdo y empecé a juguetear con su pezón. Lo empujaba arriba y abajo con mi dedo pulgar y ella, con sonrisa algo más picarona se metió la mano por la falda para acariciarse.

Me miraba a los ojos y la cara de pícara iba perdiendo el control poco... a poco... poco... a poco... Justo cuando parecía que había llegado al punto de no retorno se sacó la mano, se levantó y suspiró profundamente.

Ven para que pruebes el otro jacuzzy.

La seguí de forma que no me viera y entré en el agua antes que ella, ocultando mi cintura bajo la espuma. Después entró ella, únicamente con la minifalda y su belleza y nos limpiamos el chocolate mientras nos lanzábamos miradas furtivas.

Siéntate en el bordillo.

Tu siempre tan imperativa.

Por favor.

Eso es otra cosa.

Me levanté y me senté en el bordillo con lo que mi pene salió erecto de la espuma con la limpieza de un cohete que atraviesa las nubes (es que me gusta echármelas)

Ella se me acercó y se sentó junto a mí y yo la tumbé lentamente y empecé a besar y lamer los alrededores de sus pechos, acercándome cada vez más a sus pezones. Al llegar a ellos empecé a mordisquearlos suavemente para luego chuparlos con eróticos juegos lingüísticos. Yo estaba echado sobre ella y cambiaba de pecho a menudo, intentando ofrecer el mayor placer posible. Cuando me estaba empezando a quedar sin saliva ella se reclinó y nos quedamos sentados mirándonos.

Ponte de pie... por favor... Cierra los ojos... ahora no te muevas.

Le hice caso y se levantó, se me acercó bastante por la espalda, hasta que pude sentir su respiración en mi nuca. Entonces sentí como sus frías manos rodeaban mi cintura y rodeaban mi pene. Empezó a masturbarlo lentamente y noté que su mano izquierda volvía hacia atrás. La mano rozó mis nalgas, se acercó al centro y acarició el surco que llevaba hasta mi ano. Sus dedos se acercaban... y el ritmo de su mano se mantenía... Al llegar al ano, dos de sus dedos se introdujeron y comenzaron a penetrar, hasta llegar a masajear la próstata. Aquello era un placer muy intenso y estaba llegando al borde de la meseta... pero caí al orgasmo, intenso como él solo y de repente. Se paró. Así, de golpe, Yana había frenado mi orgasmo y aún tenía ganas de más, era sencillamente genial.

Sin embargo estaba agotado de tanto placer y me senté para descansar. Ella hizo lo mismo y me tumbó. Colocó sus pechos a ambos lados de mi pene y apretándolos con ligereza comenzó a subirlos y bajarlos, y a subirlos y a bajarlos en una rutina realmente deseable. Estaba disfrutando mucho y justo cuando iba a eyacular Yana se levantó.

Uff... justo a tiempo.

Sí, verdad.

Se alejó unos metros de mi y dándome la espalda se sacó su ajustada minifalda. Su culo era algo grandioso. Exactamente como me lo había imaginado, durito, redondito y terriblemente erótico. Se agachó sin doblar las piernas para recoger su falda pero en ese momento se quedó como abstraída y no pude resistirme más. Me levanté, me acerqué, la cogí por las caderas y acaricié su ano con mi glande. Empecé a meterlo un poco y luego a sacarlo y poco a poco fui metiéndolo cada vez más hasta tener todo mi pene dentro. Ella se puso a cuatro patas y yo seguí sus movimientos sin dejar de mecer la pelvis. Empezó a mover las caderas primero lentamente y luego más rápido hasta llegar al punto de igualar el anuncio de evax tanga con mi pene intentando mantenerse quieto. Daba un gustazo enorme y además, viendo su cabello alborotado, su culo de ensueño y las pícaras sonrisas que me dedicaba de vez en cuando acabé teniendo un orgasmo dentro de aquella lavadora anal. Yana sintió mi semen, enfriando el interior de su culo y por unos segundos me sentí el hombre más cachondo de la tierra

Saqué mi pene ahora blando y húmedo y me senté sobre los talones, siendo imitado por Yana, que frente a mi parecía una estatua renacentista.

Su pubis estaba depilado, el pelo le caía por los hombros y el conjunto de su cuerpo era una maravilla de la armonía erótica. Cada rincón de su cuerpo suscitaba en mi un nuevo deseo pero no era suficiente para mi pene.

Todavía podemos hacer algo –dijo mientras miraba mi ablandado miembro- mmm... como me excitan las pollas blandas y manejables.

Yana se inclinó sobre mi y se lo metió en la boca. Aquello era reconfortante pero todavía no llegaba a ser algo más, sin embargo con él en la boca hacía maravillas que nunca hubiera podido hacer con uno erecto. Lo doblaba y chupaba de formas inimaginables y al cabo de un rato, mi pene ya duro como una roca gozaba de la excitación de aquella ágil lengua.

Me tumbé. Ella dejó de chupar y colocó sus húmedos "labios" sobre los míos, para volver a metersela en la boca formando mi cifra favorita. Ella jugaba con su lengua con gran agilidad y yo lamía directamente el clítoris, pues ya estaba bastante excitada. La velocidad de su lengua iba en aumento y por regla de tres yo cada vez lamía más frenéticamente. En aquella postura ambos sentíamos casi de primera mano la excitación del otro, pero aunque a la mía le quedaba aún tiempo para el orgasmo, Yana estaba apunto de correrse. De repente Yana se puso de rodillas....

Aaaah.... aaaah... aahh...

Yo lamía rapidísimo provocándole un orgasmo salvaje...

Aaah... aaahh... aaah...

Yana se corrió sobre mi cara y yo también estuve a punto de hacerlo al tener su corrida sobre la cara.

Luego se levantó, me acercó las manos, y me limpió la corrida de la cara. Acto seguido se sentó de espaldas a mi, sobre mi pecho... comenzó a untármela en el pene... le pasé las manos por la cintura... las acerqué a sus labios... los empecé a acariciar... poco a poco... a mismo ritmo lento que marcaba con sus manos sobre mi pene... me acercaba a los contornos del clítoris... que cada vez estaba más húmedo... y ya lo acariciaba en toda regla excitándola yo casi tanto como ella a mí.

Paró. Se levantó y se fue hacia las escaleras que llevaban al piso de arriba. Yo la seguí y cuando la encontré estaba boca arriba en una cama de matrimonio y con las piernas algo abiertas. Me acerqué, me tumbé sobre ella y agarrando mi pene con una mano comencé a meterselo poco a poco. Primero sólo la punta del glande... la retiraba y la volvía a meter un poco más... lo sacaba... lo volvía a meter algo más... hasta que llegué al fondo... ella empezó a mover las caderas en pequeños círculos... yo seguía metiendo y sacando a lo largo de un par de cm... ella se movía cada vez más deprisa... yo cada vez metía y sacaba más cm y más rápido... nos mirábamos a la cara... sus pechos se movían arriba y abajo al compás de mi pelvis... yo la agarraba por la cintura... ella me tenía cogido por las nalgas... íbamos cada vez más deprisa... yo cada vez respiraba más frenéticamente... ella estaba empezando a gemir... lo estábamos haciendo muy deprisa... yo llegué al orgasmo... ella estaba llegando... duró varios segundos... era el más largo que había tenido nunca... me corrí... ella cerró los ojos... se corrió... los abrió... nos miramos fijamente... acercamos nuestros labios...

¡Yana, hija, ya estamos en casa!

¡¡MIERDA!!

¡¡LA MADRE QUE ME PARIÓ!! ¡Tienes que salir de aquí por piernas!

¡Pero si tengo la ropa abajo!

Yana, cariño, ¿donde estás?

Corre –me dijo- vamos al baño.

Nos metimos en el baño y cerré la puerta.

¡Estoy en el baño mamá!

Yana abrió el grifo...

Toc, toc, toc.

¿Se puede? –mierda, la voz del padre- Es que el baño de abajo está roto y llego tarde a la reunión.

Eh... sí.... ahora abro...

Me quedé colgando de la pequeña ventana del baño como pude, pues era un tercer piso esperando que su padre se fuera, pero mis manos no aguantaron más y salté al tejado de al lado como dios me trajo al mundo. Si por mi fuera hubiera esperado pacientemente a que Yana me trajera la ropa, pero se asomó una vieja a la ventana y amenazó con llamar a la policía. Así que sin otro remedio salté a un contenedor de basura que había debajo y empecé a correr por la calle como alma que lleva el diablo y claro, con las prisas es normal que se sufran accidentes por lo que mientras cruzaba una calle me atropelló un coche aunque q mí me pareció un camión y en fin, cuando me desperté estaba en un hospital. Y pude ver de lejos a mis queridos padres.

Perdone doctor, ¿la ropa de nuestro hijo?

FIN

Los míos