Yale mi putita

Es la historia de un joven acongojado por el medio que lo rodea y como conoce a una putita que aparentaba inocencia.

YALE: MI PUTITA

Hola a todos, mi nombre es Ángel y soy de México. Vivo en el Estado de San Luis Potosí, para ser más concreto en la ciudad de Soledad de Graciano Sánchez, a 5 minutos de la capital del estado. Actualmente tengo 24 años de edad y la historia que voy a contarles ocurrió hace aproximadamente dos años y medio. Antes que nada voy a introducirlos un poco al ambiente que priva en mi localidad. Es una ciudad mediana, de unos 300 mil habitantes, y en la zona tiene fama de peligrosa; pues en el estado es la ciudad en la que se alojan más grupos de pandilleros.

Después de la introducción anterior debo decirles que nunca fui el tipo más apto para vivir en una zona como esa; pues a pesar de ser bastante alto y corpulento, ya que mido 1.89 m. Y peso 88 kilos; soy bastante tranquilo y mi carácter no es para nada agresivo. Desde pequeño vi como todos mis amigos demostraban actitudes ofensivas y se dedicaban a vagar por las calles mientras yo prefería quedarme en casa y dedicarle más tiempo a la escuela. Ese tipo de condiciones me llevó a ganarme el desprecio de quienes antaño fueran amigos muy cercanos, aunque siempre conseguí hacerme de verdaderos amigos que nunca me dieron la espalda.

Pero después vendrían las recompensas. En el año 2000 llegó a vivir una familia normal justo al lado de mi casa, ésta se componía de los dos padres, dos hijas ( Yadira y Kenya ) de 16 y 12 años respectivamente y un chico de 18 años. La mayor de las hijas, en quien se centra este relato, y conocida por todos como Yale, era una verdadera preciosidad. Desde que la conocí me encantó y comencé a pretenderla; ella era bajita, blanca, cabello negro y tenía un cuerpo delicioso, con unas tetitas medianas y un culo de campeonato. Desafortunadamente para mi, Yale se aclimató exageradamente bien al ambiente de mi barrio y en cada oportunidad me rechazaba; pues siempre se rodeó de chavos que eran pandilleros y mal vivientes.

Pero la suerte me sonrió y en junio de 2001 ella terminó la preparatoria y sus padres querían que estudiara una carrera profesional, ella no estaba muy de acuerdo pero tuvo que acatar la decisión de sus padres y comenzaron el trámite y así presentar los exámenes de ingreso, que se llevarían a cabo el 10 de agosto. A principios de Julio Yale se centraba en estudiar, pero sus padres notaron que algo andaba mal y que su hija no daba el máximo, por lo que decidieron buscarle ayuda con alguien que ya hubiese pasado por tales labores. Afortunadamente el ambiente del barrio y la actitud diferente que yo mostré siempre, hicieron que se fijaran en mi para ayudar a Yale a estudiar, además que no tenían muchas opciones, puesto que nadie más en mi barrio había estudiado una carrera profesional y aunque yo aún no la terminada, si llevaba más de la mitad cursada.

La primera vez que Yale visitó mi casa no pasó mucho, ya que toda mi familia se encontraba allí y ella continuaba muy renuente con mi presencia, toda la connotación sexual se limitaba a algunas invitaciones al cine o a cenar que ella siempre rechazaba. Recuerdo perfectamente su primera visita, Yale vestía una playerita tejida a mano y que permitía ver perfectamente el sujetador blanco que usaba y en el que se notaban perfectamente los erguidos pezones; la playerita era además combinada por unos jeans deslavados realmente ajustados y en el que se marcaban bastante bien los labios mayores de su rica panochita y ni que decir de ese trasero monumental que cada vez que se movía ocasionaba que mi verga creciera descomunalmente.

Durante el transcurso de la primer semana en que ayudaba a Yale a estudiar prácticamente nada sucedió, lo más que lograba era ver su tanga o sujetador en algún descuido de ella y guardar ese recuerdo para acabar haciéndome interminables puñetas en mi recamara. Sin embargo, a mediados de la segunda semana de estudios la situación cambio un poco, pues según se acercaba la fecha de su examen, ella pasaba dos o hasta tres veces más tiempo en mi casa y poco a poco mostraba más confianza hacía mi. Cierto día en que ella llevaba más de 4 horas en mi casa me pidió le permitiera pasar al sanitario, a lo cual accedí pidiéndole antes algunos segundos para verificar que todo estuviera en orden; yo ni tardo ni perezoso fui corriendo al tocador y de la parte inferior de la puerta quité los empaques que evitaban que esta tallara contra el piso y rápido regresé para decirle que todo estaba bien y que podría pasar al servicio.

Cuando Yale entró al sanitario esperé algunos segundos y cuando supuse ya estaría bien instalada me acerque silenciosamente y de manera muy lenta me agaché para ver a esa niña que tan dura me ponía la pija. La primera imagen que vi dentro del sanitario fue a Yale trepada en el inodoro tratando de abrir el tragaluz que se encuentra en el techo, el cual logró abrir al cabo de algunos esfuerzos; posteriormente subió la tapa del sanitario, que me quedaba totalmente de frente, y comenzó a desabrocharse el pantalón. Cuando terminó la faena con el jean, dejó frente a mi unas minúsculas pantaletitas negras, que se bajó lentamente dejando al descubierto una deliciosa y peluda vaginita y posteriormente se sentó en el inodoro.

En ese momento yo me encontraba con la verga totalmente empalmada y con un dolorsillo en las bolas que no soportaba, pero lo que ocurrió enseguida me sorprendió en demasía, pues mi inocente vecinita sacó de su bolsa algo parecido a una polvera que contenía un polvo blanco que en ese momento creí se trataba de cocaína y lo cual comprobé cuando comenzó a inhalarlo mediante un popotillo recortado. Justo cuando terminó de inhalar cortó un trozo de papel higiénico, se levantó y limpió concienzudamente esa maravillosa pichita; en ese momento me levanté sigilosamente y regresé a la sala de estar.

Cuando Yale regresó se notaba mucho más relajada, pero para mi desgracia se despidió rápidamente y se marchó. Sin perder tiempo me dirigí al sanitario, cerré la puerta y más rápido que inmediatamente me saqué la pinga y comencé a machacármela justo en el mismo lugar donde minutos antes se había posado ese culito respingón.

Algunas horas después, aproximadamente a las 10:30 p.m., la madre de Yale llegó a mi casa preguntando por su hija; yo le informé que ella se había marchado hacía ya más de tres horas a lo que ella respondió con un gesto de preocupación y me indicó que en los días siguientes no le permitiera salir precipitadamente y que cuando se fuera me cerciorase que entre a su casa. Después de ese ajetreo la señora me agradeció y se fue. Al día siguiente me enteré por mi amigo Martín, que encontraron a Yale hasta la media noche en casa de un tipejo conocido como el "pipa" y que además se encontraba muy drogada.

Al día siguiente, como a las 12:00 p.m., llegó Yale a mi casa en compañía de su mamá; apenas si saludaron cuando la madre me estaba dando algunas recomendaciones, me pidió que bajo ninguna circunstancia la dejara salir sola y que si me pedía algún dinero se lo negara rotundamente. Con los detalles que me había enterado mi amigo Martín y las recomendaciones de la señora, me fue fácil concluir que Yale se encontraba fuertemente castigada y que le habían cerrado los caminos donde conseguía la coca que consumía.

Los tres siguientes días de estudio fueron realmente malos; estuve a punto de desistir, pero de vez en cuando me podía desahogar pelándome la pinga imaginando que Yale me ofrecía ese culito delicioso o cuando menos que me hacía una esplendorosa mamada. Yale estaba prácticamente insoportable, no quería hacer nada y se la pasaba sollozando casi el día entero y pronto dejó ver una desesperación un tanto conveniente para mi, pues poco se cuidaba de que se le viera la tanga e incluso un par de días noté que no usaba sujetador y hasta creí verle un delicioso pezón café oscuro.

Al paso de los días Yale se mostraba más desconcentrada y desesperaba, pero sorpresiva y gradualmente me fue teniendo confianza; llegó a tal que un día casi suplicó que le prestara 200 pesos (20 dólares ), a lo cual me negué firmemente. Esa noche cuando pensaba que solo faltaban 15 días más de estudio y que luego no vería frecuentemente a Yale, me decidí a poner en práctica un plan que había maquinado varios días antes.

Al día siguiente, muy de mañana, me fui a buscar a mi amigo Marín y le pedí me consiguiera dos grapas de coca con sus conocidos, el aceptó muy sorprendido pero al medio día tenía ya los dos gramos de cocaína y Yale estaba por llegar. Justo a la una de la tarde llegó mi vecina y nos dispusimos a trabajar, habría pasado una hora cuando me acerqué a ella y le dije que me preocupaba, que la había notado distraída y un poco impaciente y que si quería aprobar el examen de admisión a la Universidad se tendría que aplicar mucho más; ella se notó un poco renuente, pero yo seguí tratando que me dijera algo que ya sabía. Después de estar charlando unos 10 minutos ella comenzó a sollozar y me contó que se sentía pésima, que algo le faltaba pero se negaba a decirme que. Un poco después y tras insistir comenzó a decirme que a la semana que llegaron a vivir al barrio se había hecho de la amistad del "pipa" y que poco después éste le había dado a probar cocaína y desde ese momento la consumía frecuentemente, pero que desde que sus padres lo descubrieron no la dejaban acercarse al "pipa" quien se la regalaba a cambio de algunos favores sexuales y que además le negaban cualquier dinero para que no pudiera comprarla ella misma.

Ante tal confesión reaccioné sorprendido, tras una larga pausa le pregunté si el "pipa" se la había cogido y ella respondió que no, que únicamente la hacía desnudarse y se masturbaba viéndola y que en las menos de las ocasiones ella misma lo masturbaba o le chupaba el pito. En ese momento Yale lloraba desconsolada y yo me acerque y traté de consolarla abrazándola; cuando la tenía sujeta comenzé a acariciarle suavemente una teta, pero de inmediato ella se retiró. Eso me encabronó un poco y fue ahí cuando tomé el coraje para decirle que si ella quería yo le podía conseguir una grapa, ella inmediatamente me observó y casi suplicante me dijo que sí.

En ese instante me fui corriendo a mi recamara y regresé con una de las grapas y se la entregué a Yale, quien inmediatamente la abrió y comenzó a inhalarla. Casi inmediatamente vi que se tranquilizaba y me senté a su lado, la abracé y comencé a acariciarle la cara y poco a poco fui bajando por su cuello hasta llegar a sus tetas, las cuales masajee suavemente sobre la playera que llevaba; cuando metí mis manos bajo su playera pude sentir que no llevaba sujetador y pude acariciar la parte baja de su pecho derecho, pero ella reaccionó enojada y me detuvo. Yo le dije que la coca que le había dado nadie me la había regalado y que ella debía dar algo a cambio.

Un poco enojada me miró y sin decir nada comenzó a quitarse la playera, de inmediato mi verga comenzó a ponerse a tope y me abalancé sobre esas tetas medianas y de pezones oscuros; empecé a sobarlas lentamente y pellizque los pezones, que rápidamente se endurecieron. Apenas me separé de las tetas de Yale me saqué el pito, me hinqué entre sus piernas y al mismo tiempo que le daba sendas comidas en los senos me machacaba la pinga inmisericordemente. Estuve chupando sus tetas y jalándome la verga alrededor de 15 minutos, cuando por fin me vacié sobre sus zapatos. Después de eso me dijo que había sido suficiente y se marchó.

Al día siguiente Yale vino a mi casa como a las 10 de la mañana pero me le negué, pues planeaba hacerla esperar y que al día siguiente estuviera más flexible. Como a las 2 de la tarde regresó pero obtuvo la misma respuesta, después de eso regresó tres veces más por la tarde y una ya entrada la noche. Al siguiente día el reloj aún no marcaba las 10 de la mañana cuando Yale estaba tocando a mi puerta, yo me estaba bañando y solo alcancé a salir por la ventana y le pedí que regresará una hora más tarde; a las 11 de la mañana estaba tocando nuevamente y le abrí semidesnudo, pues solo portaba unos boxers y una camiseta.

Ella entró a mi casa y se dirigió a la sala de estar, pero yo le dije que esta vez estudiaríamos en mi recámara, pues era necesario que en esta sesión utilicemos la computadora, ella se mostró un poco renuente pero al final estaba ya en mi recámara. Comenzamos a estudiar y al cabo de una hora me dijo si le podía dar un poco más de coca, yo le dije que no, que aún era muy pronto; pasaron dos horas más y volvió a insistir, pero mi respuesta fue la misma. Alrededor de las 5 de la tarde me lo volvió a pedir, esta vez acepté pero le pedí que saliera de la habitación para que no viera donde la guardaba.

Cuando ella salió de mi recámara cerré la puerta con llave y rápidamente encendí la cámara de la computadora y la programé para que comenzara a grabar 5 minutos más tarde, después cogí la coca de la cómoda, abrí la puerta y la llamé. Yale no tardó en ingresar y se abalanzó sobre la grapa pero yo no la solté, ella me pidió que se la diera y le dije que solo se la daría si después haría todo lo que le pidiera; Yale tras pensarlo un segundo asintió con la cabeza y le di la cocaína.

Cuando ya la había inhalado toda y tras calmarse un poco me quité la camiseta y los boxers, quedando ante los ojos de Yale la tremenda erección que tenía mi pija, cuando ella vio que estaba desnudo y muy cachondo trató de marcharse, pero la detuve y le mostré algunas grapas más que tenía guardadas, cosa que la calmó y ella accedió a quedarse.

Entonces me senté junto a ella y le quité la playerita y el sujetador negro y comencé a chuparle las tetas y los pezones, que respondieron casi de inmediato; al mismo tiempo que le comía las tetas puse su mano sobre mi verga, ella entendió y pronto comenzó a masturbarme deliciosamente. Duramos en esa posición unos 15 minutos cuando me detuve, la tome de la cintura y la arrodille en el piso mientras me sentaba en la cama, después coloqué mi mano en su nuca y fui acercando su cabeza hasta mi pito y se lo restregué por toda la cara, entonces le dije que me la chupara; Yale con un poco de retraimiento comenzó a besarme lentamente la cabeza de mi garrote, yo presionaba para que se la metiera en la boca pero ella retrocedía, al final comenzó a meterse poco a poco mi glande.

Yo sentía sus movimientos un poco monótonos, fue entonces que le dije que si no me complacía no le daría ni un gramo más de coca; rápidamente ella se introdujo la mitad de mi verga en la boca y comenzó a succionar mientras con la lengua acariciaba mi piñón. En ese momento a la par de su mamada comenzó a mover sus manos en el tronco de mi pito, haciendo un armónico movimiento masturbatorio que intercalaba perfectamente con los movimientos de sus labios y lengua. Yale estuvo mamándome la verga unos 10 minutos hasta que sin avisarle eyaculé en su boca; cuando ella sintió mi lefa en su interior se sacó rápidamente mi verga y jalaba aire como si se estuviera ahogando.

Cuando Yale se hubo recuperado un poco, la levanté de la cama y comencé a desabrocharle el pantalón, cuando se lo hube quitado por completo, la única barrera ente su rica panochita y mi lengua era su tanguita blanca. Mi desesperación hizo que solo moviera la tanga un poco y empecé a comerme su chochito. El sabor de esa rajita era exquisito, diferente a los demás que he probado, quizá por todo el tiempo que había deseado tanto esa vagina. No había dado ni diez lengüetazos a esa pichita cuando ya se encontraba totalmente mojada, de la boca de Yale solo se escuchaban algunos gemidos muy delicados; cuando la panocha de mi vecina se encontraba totalmente empapada comencé a introducir un dedo, éste se deslizaba maravillosamente y eso me motivo a meter otro y otro, hasta que eran tres los dedos dentro de Yale.

En ese momento los gemidos de esa hembrita que tenía enfrente comenzaron a ser más fuertes, casi hasta llegar a ser gritos incontenible; al mismo tiempo se le escuchaban algunas frases que demostraban más que nunca lo caliente que se encontraba y lo deseosa que estaba de sentir en su interior una pinga. Tres de mis dedos no daban abasto para satisfacer a mi vecina, pues insistentemente bajaba su mano y con frenesí se acariciaba el clítoris, hasta que aparte su mano y dediqué mi lengua para realizar ese maravilloso trabajo. Apenas alcancé a dar un par de lamidas a esa rajita cuando en mis dedos sentí como se contraían sus músculos interiores y una marejada de jugos vaginales inundaba mis sentidos con ese característico sabor salado.

Cuando el orgasmo de Yale hubo finalizado la recosté en la cama y yo me coloqué a su lado, puse su culo frente a mi verga y con esta le restregaba justo entre sus nalgas hasta que recuperé la erección. Mientras con mi verga le picaba la colita, con las manos me dedicaba a amasar sus tetas y a sentir esa enjambre de pelos negros ensortijados; la sensación de sus nalgas en mi pito era simplemente maravillosa, mi macana estaba lista para la faena final y yo la ponía más a tono rozando mi glande contra la vellosidad de su concha.

Cuando sentí mi verga más tiesa que nunca, levante la pierna de Yale y coloqué mi glande a la entrada de su vulva; con un movimiento lento y estable, poco a poco logré meter la cabeza y seguí pausadamente hasta que un tercio de mi pito había entrado. Cuando reanude la entrada lo hice con mucho cuidado, pues esperaba encontrarme en cualquier momento con su himen, pero éste nunca llegó; cuando ya mi verga había entrado por completo y ya que nunca escuché quejarse a mi hembra, me di cuenta que los favores sexuales que hacía a el "pipa" habían llegado mucho más lejos que una simple mamada.

Con la ilusión de romper un himen destrozada, me di a la tarea de disfrutar por completo de aquella panochita que apretaba tan delicadamente mi garrote, sin dar el más mínimo indicio inicié unas rápidas embestidas y sentía como mis pelotas chocaban deliciosamente con su vagina. Conforme aceleraba el ritmo de bombeo, los gemidos y palabras de Yale me ponían cada vez más caliente, hasta que sentí como se contorsionaba su cuerpo y su vagina expelía un calor y humedad más intensos; mi vecina había acabado por segunda vez y yo no me quise quedar atrás, por lo que acelerando mis movimientos, terminé dentro de su panocha de una manera muy intensa.

Tras terminar por segunda ocasión, me quede tirado al lado de Yale, creyendo que la emoción del día había terminado, pero estaba equivocado. No habían pasado ni cinco minutos desde que habíamos terminado, cundo sentí la mano de mi hembra acariciándome el escroto, poco a poco su mano fue subiendo hasta que se apoderó por completo de mi pija e inició un movimiento de arriba hacia abajo y viceversa; con el movimiento podía sentir como la piel de mi pene cubría y descubría mi glande una y otra vez, hasta que mi pito recuperó su tamaño máximo.

Con la calentura en las nubes me volvieron las ganas de cogerme a Yale, entonces la coloqué boca a bajo y me fui directo a su culo; con las dos manos abrí casi por completo sus nalgas y quedó frente a mi vista ese obscuro agujerito, el cual comencé a estimular con mi lengua. Después de un rato de chupar su ano, puse a mi hembra a cuatro patas y le fui introduciendo un dedo por el culo; cuando noté que se encontraba bien caliente y empujaba todo su culo hacía atrás, le quise meter dos dedos pero me costó mucho trabajo, así que unté a conciencia mis dedos con su flujo y restos de mi semen y le hinqué los dos dedos al mismo tiempo.

Cuando su culito estaba más dilatado ingresé un tercer dedo durante algunos minutos, hasta que su agujero se había abierto lo suficiente. Entonces puse mi verga directamente en su culo y comencé a hundírselo; con las primeras embestidas no logré nada, fue hasta que puse un poco más de fuerza y la cabeza de mi miembro entro por completo mientras Yale se dedicaba a dar pequeños gritos y a sollozar ininterrumpidamente. Cinco minutos tardé en enterrarle la mitad de mi verga y más que eso para lograr meterla toda, pero al final todo mi pito se encontraba alojado en sus entrañas; cuando sentí que toda mi carne se encontraba ya en el culo de Yale comencé un vaivén muy lento y cadencioso, cada vez que mi verga salía casi por completo de la cola de mi vecinita podía ver que traía consigo restos de copro y sangre, cosa que para ser honesto me ponía a cada momento más cachondo.

Gracias a que mis pelotas estaban casi secas, la cogida en el culito de Yale tardó más de 20 minutos, y durante todo ese tiempo sentía como el esfínter de mi compañera apretaba satisfactoriamente mi verga. Fue entonces que sentí como su culo exprimía por completo mis huevos y el resto de semen que quedaba dentro de mi llegó inmisericorde al interior de Yale.

Media hora más tarde, después de que Yale se recuperó, se duchó y se marchó feliz a su casa, no se si por la cogida que nos pusimos o por los cinco gramos de coca que se llevó, pero lo que sea me da igual porque sabía que de cualquier modo regresaría. Mis revolcones con Yale duraron unos cuantos meses más, hasta que un pandillerito apodado "gagá" la embarazó, motivo por el cual Yale abandonó a sus padres y se fue a vivir con su lenón a los Estados Unidos, donde engendraría dos criaturitas más. Sinceramente el futuro de Yale no me preocupa, ella sabía lo que podía ocurrir, tomó sus riesgos y ni modo, se jodió; por mi parte sé que mujeres existen muchas y tarde o temprano llegarán, y mientras llegan siempre tendré los deliciosos videos que logré capturar en mis cogidas con Yale.

Ésta historia que acabo de relatarle es completamente verídica y la verdad no me interesa cambiar los nombres porque sería muy inocente de mi parte creer que alguien cercano a mi vida llegue a leerlo algún día. He de decirles también que varias veces he intentado subir al internet parte de los videos que hice con Yale, pero para ser honestos en mi país las conexiones de alta velocidad están aún un poco lejos del alcance del ciudadano común como yo, y con una conexión telefónica como la que tengo es realmente tardado tratar de subir un video de más de 100 megas. Si les gustó mi relato o quieren que publique otras historias o simplemente me quieren mentar la madre y decirme que este relato es una porquería pueden hacerlo a mi correo: angel_jokic@hotmail.com