Ya vino el primero
José Luis vive en Buenos Aires, para ser más exacta en Moreno. Me escribió apenas puse mi aviso en el portal de internet, me llamó por teléfono a casa, después a la oficina y al final se animó a venirse a Asunción, el lunes.
Ya vino el primero
José Luis vive en Buenos Aires, para ser más exacta en Moreno. Me escribió apenas puse mi aviso en el portal de internet, me llamó por teléfono a casa, después a la oficina y al final se animó a venirse a Asunción, el lunes.
Al principio yo no le creía, pensé que era igual a todos los argentinos, que juran que tienen un gran pene, que son grandes amantes y prometen mil cosas, pero casi nada y nunca cumplen.
Pero José Luis se me apareció en la oficina el mismo lunes, a las cuatro de la tarde, y yo casi me muero, porque de verdad no creí que se iba a venir. Hasta entonces, sólo habíamos visto fotos el uno del otro, pero lo bueno fue que al vernos en persona nos agradamos y también nos dio gracia que el encuentro se cumpliera, nos reimos, aunque tal vez fue un poco de los nervios.
Yo estaba bastante ocupada, así que sólo charlamos unos minutos, me explicó que sólo tendría esa noche, que a la mañana siguiente se tenía que volver.
Eso era un problema, pues yo no tenía con quien dejar a los chicos para salir con él. Quedamos en que se iría a un hotel y me llamaría para ver qué hacíamos.
Me llamó a las cinco y media. Yo no sabía qué decirle. Me gustó José Luis: alto, moreno, muy amable, educado, un genuino caballero argentino. Claro que me hubiera gustado tener algo íntimo con él, pero así, tan de pronto, no sabía qué hacer. Le expliqué que no podía salir esa noche y que mi única oportunidad sería verlo en el hotel temprano en la mañana, pero él salía a las siete, es decir que a las seis ya dejaría el hotel.
¡Yo no podía dejar mi casa a las cuatro de la mañana para ir a hacer cositas con él a su hotel!
Durante la tarde hablamos varias veces por teléfono, él me decía que yo le gustaba mucho más cara a cara que en la foto que había visto. Francamente, yo quería hacer algo con él, no deseaba que se fuera sin haber probado la fruta que vino a comer, pero ¿cómo?
Como a las siete de la tarde se me ocurrió decirle que pasara a verme a las ocho y media, después de que se cierra la oficina. Le dije que sólo tendría una hora o un poco más, pero al menos nos conoceríamos un poco. Me excité muchísimo.
A las ocho despedí a todo el personal, cerré bien las cortinas metálicas, me aseguré que no quedara nadie en la parte de atrás y descolgué los teléfonos. José Luis llegó a las ocho y veinticinco. Tenía una camisa azul, pantalón beige clarito y mocasines marrones. Me pareció un tipo super atractivo. Yo estaba vestida con un vaquero, una remera naranja y unas zapatillas naranjas.
Durante la tarde, yo había planeado que si se daba hacer el amor podíamos hacerlo en el sofá de la oficina de mi hermano, que es bastante ancho como para una pareja. El tema era si nos iba a dar tiempo la situación, pues yo no podía llegar a mi casa más allá de las diez de la noche, que es la hora a la que se va la señora que me cuida los chicos. De todos modos, me higienicé bien en el baño, me pefumé, me lavé los dientes, todo, para esperarlo.
Bueno, el caso es que hice pasar a José Luis, cerré la puerta con llave, apagué las luces de afuera y de adentro y pasamos juntos a la oficina de mi hermano, que también cerré con llave, por las dudas. Cuando José Luis vio el sofá, directo me llevó hasta allí, nos sentamos y me tomó de las manos, diciéndome lo mucho que había deseado que ocurriera algo conmigo, después de ver mi foto y mi mensaje en internet. Nos besamos en la boca y el beso me gustó mucho, fue un beso largo, suave, profundo, con toda su lengua enroscada en mi lengua, sus manos en mis pechos, todo como corresponde.
Yo sabía que no podía perder ni un minuto, así que lo dejé hacer sin ponerle esos pequeños obstáculos que una siempre les pone a los hombres, para retardarlos y volver más intenso el deseo. Me quitó la remera y el corpiño, me chupó los pezones, lamió mis axilas, todo muy rico.
Yo aportaba de mi parte acariciando su pecho, su espalda. "Desprendeme la bragueta y sacame la pija, mi amor", me dijo José Luis y yo le hice caso. Un pene muy lindo, mediano de tamaño, pero grueso en el tronco, como a mi me gusta, con un glande perfecto. "¿Querés chuparlo ahora?", me preguntó. "No, después", le dije yo y me dejé desprender el vaquero.
Yo me sentía muy excitada ya, a esas alturas. Me desnudé completamente y José Luis se arrodilló en el piso para hacerme sexo oral. Buenísimo, una chupada bella, como creo que sólo los argentinos y los brasileños saben hacer. Me dijo que tengo la concha más hermosa que vio en muchos años, no sé si será cierto, pero eso me dijo y con las ganas con que me la chupaba tal vez fuera cierto.
Se puso de pie, José Luis, se quitó el pantalón y el slip y acercó el pene a mi boca. Lo tomé de la puntita y lamí el tronco y la cabecita, la piel de las bolas, el vientre y me dieron unas ganas enormes de que me lo metiera. Me ubiqué en el sofá de costado, dando mi espalda contra el respaldo.
Levanté bien mis piernas, de modo que mis rodillas quedaban casi pegadas a mi pecho. En esa pose, José Luis se entretuvo chupándome abajo otro rato más y luego se acostó conmigo, acomodando mis piernas sobre sus hombros. Yo lo abracé bien y enseguida sentí que el pene se me deslizaba hasta el fondo de mi vagina. Me lo hizo muy suave, entrando bien a fondo, sacando y volviendo a entrar y sosteniéndome con una mano aferrada de mis nalgas. Como soy de acabar fácil, a las primeras embestidas tuve mi primer orgasmo, pero lo disimulé y él siguió unos veinte o veinticinco minutos, hasta que yo acabé de nuevo ya sin disimulos, gimiendo como una gata que coge a la luz de la luna. José Luis eyaculó al instante, diciéndome muchas cosas ricas, y siguió moviéndose hasta que el pene se le puso blandito y se salió solo. Yo me quedé acostada de costado, cerrando bien las piernas para que el semen no se salga y manche el sofá, mientras él iba a traer unas toallas de papel.