Ya soy un hombre I

Cumplo 18 años y salgo a darme una pequeña celebración.

Hola chicos, solo quería informaros de que esta va a ser una nueva serie y espero que os guste. Además, me he hecho un patreon, tenéis toda la información y el enlace en mi perfil. Como siempre, si os gusta el relato podéis escribirme a mi correo juanmg121@outlook.es y hablamos.

Este relato es real, algo que hice hace poco, pero el resto de la serie va a ir alternando entre experiencias reales y ficticias. Espero que lo disfrutéis!

R E L A T O

Nadie te culparía si pensases que crecer en un pueblo teniendo dos padres es difícil. La parte rural de las ciudades puede ser dura a veces y un poco anticuada, los niños y adultos no están expuesto a todo lo que ocurre en las grandes ciudades. Solemos estar un poco más atrás, pero eso a veces es una ventaja muy valiosa.

Mi vida en el instituto nunca ha sido demasiado dura. Por supuesto, siempre había algún listillo al que le gustaba reírse y que insultaba de vez en cuando, pero no pasaba de eso. Nunca llegué a las manos y casi nunca se metían conmigo. Se reían mucho más de mi cuando llevé aparatos que cuando dije, aunque no hacía falta decirlo porque era obvio, que tenía dos padres.

Esa es la ventaja de vivir en medio de la nada, que a pesar de que todo era mucho menos avanzado, al final todos los niños del pueblo nos llevábamos más o menos bien, y los adultos nunca querían follones entre ellos. Si había algún problema nunca duraba más de uno o dos días. Solo había una clase por año, por lo que todos los niños de la misma edad iban a la misma clase y, como dicen, el roce hace el cariño. Para mis compañeros, que yo tuviese dos padres era algo normal, al igual que era normal que Susana viviese sola con su abuela o que Dani solo tuviese a su madre.

Creo que fue en primero de primaria cuando me di cuenta de que, al igual que mis padres, era gay. Al menos creía eso, no estaba seguro, pero sabía lo que era ser gay. Hasta entonces me había sentido atraído tanto por chicas como por chicos, nada más que imaginar cómo sería darle un beso sin lengua a mi compañero de mesa o a la niña que jugaba siempre conmigo en el recreo.

Pero no fue hasta sexto de primaria cuando tuve mi despertar sexual fantaseando con mi tutor, Don Guzmán. Desde que empecé el colegio, fue el profesor al que todo el mundo el caía bien, y fue el último año cuando le tocó ser mi tutor. Había algo en él que me provocaba cosquillas ahí abajo. Era muy joven, o al menos lo era comparado con otros profesores. Tendría la edad de mis padres. Se le notaba que le encantaba ser profesor, y se esforzaba porque todos sus alumnos se sintiesen felices en su clase. Incluso antes de que fuese mi tutor, cuando me lo cruzaba por los pasillos siempre me decía alguna tontería como “por favor, Juan, no te metas en follones, diablillo” con su voz grave que contrastaba tan bien con su cara joven y suave. Tenía una sonrisa que mostraba sus dientes perfectos y hacía que la cara luciese más masculina. Me entraba un nudo en el estómago cada vez que me sonreía y me ponía colorado como un tonto. Siempre le respondía con una sonrisa tímida. Tenía la reputación de ser un buen niño, mejor estudiante y nunca meterme en problemas, pero a él le encantaba picarme.

El primer día de sexto llegó. Nunca había estado nervioso por empezar un curso nuevo. Por fin, Don Guzmán y yo íbamos a vernos mucho más a menudo. Todos los días durante seis horas para ser precisos. Estaba impaciente, pero mucho más asustado que nada. Por suerte, ese año fue el mismo año en el que aprendí lo que era el misterio de las pajas. Fue un talento que sin duda dominé. Todos hemos tenido esa etap siendo niños donde hemos estado tan revolucionados con las hormonas que hemos tomado algunas decisiones demasiado arriesgadas. Echo la vista atrás y me escandalizo por las cosas que fui capaz de hacer y que ahora me costaría muchísimo hacer. Me sorprende mucho más porque era un niño súper tímido. En cada recreo, en la cafetería del colegio, y en cualquier lugar y momento que pudiese encontrar, ldescargaba la tensión que me provocaba estar cerca de Don Guzmán.

Aquel curso pasó volando, y antes de darme cuenta ya estaba en la temida secundaria. Como ya he dicho antes, y los que sean de pueblo lo sabrán, no había mucha variedad por la zona. Toda mi clase, excepto los que se mudaron a la ciudad, fueron al mismo instituto que yo. Por supuesto, todos cambiamos al crecer. Algunos nos distanciamos, hicimos diferentes grupos de amigos y algunos de los nuevos que llegaron no eran tan buenos o se integraban tan bien como los que ya nos conocíamos.


Ahora, estoy aquí, sentado con mis dos padres y cumpliendo dieciocho años.

-No me lo puedo creer -dijo Edu mientras estábamos desayunando en la cocina.

Con 52 años, Jorge era el más mayor de mis padres. Me había hecho un desayuno gigante, rollo americano, a pesar de que yo no soy de comer mucho. Decoró la mesa con una vela que ponía 18 y me hizo ponerme un gorrito de fiesta que daba risa solo de verlo. Cuando era pequeño no me imaginaba que iba a celebrar los míticos 18 en calzoncillos desayunando huevos revueltos y con un gorrito. A mis padres les gustaba hacerme reír con su sentido del humor tan estúpido y básico, así que yo estaba feliz.

-Parece que fue ayer cuando te trajimos a casa -dijo David, que me acompañaba en lo de llevar calzoncillos y un gorrito de fiesta.

David era cuatro años más joven que mi otro padre. El tiempo había pasado muy bien para ellos. Edu se había convertido en algo parecido a un oso con el pelo ya casi plateado por la edad, mientras que David seguía teniendo una melena negra y ningún pelo en el cuerpo.

Tengo una vida muy privilegiada. Mis padres trabajaron en una compañía que construía edificios por todo el país y que era contratada por el gobierno. Tras casarse, comenzaron a desarrollar su propia empresa y tuvieron mucho éxito. Tanto que ahora estaban los dos casi retirados y teníamos un muy buen nivel económico.

Nuestra casa es vieja pero tiene muchísimo terreno. Es demasiado grande para tres personas, pero a nosotros nos viene de maravilla. Todos aprovechábamos que teníamos un gimnasio en casa y se notaba. Mis padres están muy orgullosos de su apariencia, sobretodo porque les encanta lucir bien para el otro. Todavía están enamorados como el primer día, y estaban fuertes y fibrados como ningún otro padre en el pueblo. Edu tiene mucho más músculo, yo me parezco más a David en cuanto a físico. Los dos éramos delgados, definidos y teníamos poco pelo en el cuerpo sin necesidad de depilarnos durante mucho tiempo. Siempre digo que tengo la cara de Edu y el cuerpo de David, pero no sé cuál de los dos es realmente mi padre biológico. Ambos dieron una muestra en la clínica de embarazo en un país extranjero y me tuvieron, pero no se sabe cuál de los dos fue el afortunado. Hay un sobre guardado por ahí que dice quién es mi padre, pero ambos acordaron no abrirlo a menos que quisieran tener un segundo hijo y así, el que no hubiese sido elegido, sería el padre del segundo; pero con 52 y 48 años ya no tenían interés ni en hijos ni en saber quién era mi progenitor.

Aunque en el colegio siempre fui un niño tímido, en casa era todo lo contrario. Mis padres nunca me dejaban esconder mi personalidad o ser cortado en la casa. Casi me obligaban a estar orgulloso de mi cuerpo. No son exactamente nudistas, pero tampoco se preocupaban mucho por taparse a no ser que tuviésemos visita o fuese totalmente necesario. Gracias a esto he estado siempre andando por mi casa en calzoncillos sin ningún tipo de problema, al igual que ellos.

Sin embargo, Edu llevaba hoy una camiseta.

-Al cocinar, el aceite no paraba de saltar y no quería quemarme. No puedo desperdiciar y arruinar algo en lo que he trabajado tanto tiempo para que tu padre admire -dijo acariciándose los abdominales y posando para mi otro padre.

David y yo reímos. Su relación era adorable. Solo los vi pelear una vez y fue cuando, con trece años, salí del armario. Básicamente fue porque David pensaba que a lo mejor me habían expuesto mucho al ser gays y que estaba confuso, pero Edu rápidamente le hizo entrar en razón y solucionaron el drama. Jamás los he vuelto a ver o escuchar discutir por nada. Su relación, según ellos, se basaba en hablar la más mínima cosa antes de hacerlo y que los dos estuvieran de acuerdo, si uno se negaba no se llevaría a cabo fuese lo que fuese.

-¿Cuáles son tus planes para hoy, cumpleañero? -preguntó Edu.

Iba a celebrar mi cumpleaños por todo lo alto y, por primera vez, iba a ir a un local de ambiente que había cerca de la ciudad, pero eso no sería hasta el fin de semana. Hoy es jueves. Finales de julio y todos mis amigos habían terminado ya con los exámenes de final de curso, pero la mayoría tenían trabajos de verano y no era el día ideal para celebrar mi cumpleaños. Solo tenían un plan hoy: un pequeño regalo que me iba a hacer a mí mismo.

-Pues no sé todavía -mentí-. Creo que voy a dar un paseo y pensar en algo.

-Suena bien, ¿puedo ir contigo? -dijo David.

-Bueno, sabes que normalmente me encanta que paseemos y hablemos -dije rápidamente, intentando pensar algo mientras tanto-, pero hoy quiero estar tranquilo y pasear solo.

-Bueno, no voy a distraerte, estoy seguro -me contestó.

Edu tuvo que ver mi cara de preocupación y rápidamente intervino.

-Deja al niño que vaya solo, David, ya es lo suficientemente mayorcito. Además, nunca sabes cuándo callarte -dijo sonriendo para picarle.

-¿Quién? ¿Yo? -dijo de broma, dramatizándolo- Bueno, vale. Si no quieres que vaya tu padre tendrá que encontrar una manera de enseñarme a callarme.

-Estoy seguro de que conozco más de una manera de hacer eso -dijo Edu, guiñándole un ojo a mi otro padre. Se inclinó y le dio un besó. Lo que al principio era un beso acabó en ambos comiéndose la boca. El paquete en Edu iba creciendo poco a poco. Sonreía y supe que era el momento de irme.

-Más os vale haber terminado cuando yo llegue -dije riendo mientras salía de la cocina.

-No hacemos promesas que no sabemos si vamos a cumplir -gritó Edu.


Mi parque favorito estaba a 45 minutos de nuestra casa, aunque unos buenos diez minutos se basaban en salir del terreno que, claramente, estaba hecho para salir en coche. La excitación me llevó al parque en lo que me pareció un tiempo récord. Las vistas eran preciosas. Había como un pequeño riachuelo en el que se reflejaban los rayos de sol. Los niños jugaban en los columpios pero no había demasiado movimiento. Eso no me gustaba. Me preguntaba si había malgastado mi tiempo viniendo hasta el parque para nada. Tranquilamente caminé hasta pasar la parte donde jugaban los críos, dejando atrás a una familia bastante joven y a dos o tres personas que iban con sus perros. Me dirigí al bloque donde se encontraban los baños. Era un edificio bastante grande y, normalmente, bastante concurrido cuando había gente, pero hoy, tal y como había previsto antes, estaba desierto.

Los baños eran la verdadera razón por la que vengo al parque y la mayor razón por la que este era mi parque favorito. El glory hole. Llevaba viniendo aquí varios años y, aunque algunas veces no había suerte, la mayoría de los días me llevaba un par de regalos. Tras aciertos y errores, averigüé cuáles eran los mejores momentos del día y la semana para venir. Hoy había venido muy pronto, pero no podía evitarlo, necesitaba mi regalo de cumpleaños lo antes posible.

Me situé en el cubículo más lejano en relación a la entrada. Era mi cubículo favorito de los dos que compartían el glory hole. Había un pequeño agujero en la puerta del baño, no mayor que un pulgar, desde donde se veían los urinales. Los urinales era un gran urinal sin estar separado, así que podías ver perfectamente al que meaba a tu lado.

En los primeros tres minutos solo entró una persona y era porque verdaderamente tenía que usar el baño. Vi, esperanzado, cómo agarraba su polla, que no era ni muy grande ni muy pequeña, y suspiraba cuando empezó a mear. En cuanto terminó, se fue.

-Bueno -pensé para mí mismo-, al menos he podido ver una buena polla.

No quería perder mucho tiempo o preocupar a mis padres por pasar demasiado tiempo sin dar señales de vida, así que me di un plazo. Estaba cerca de desistir e irme. Me levanté, pero escuché unos pasos acercarse.

Un hombre joven, de unos treinta años o un poco más, entró al baño. Conforme se sacaba la polla, más grande de lo que creía, también sacaba su móvil. Estaba más centrado en responder al mensaje que en agarrarse la polla, así que tenía una visión limitada de ella. Tenía la piel un poco echada para atrás y meaba tranquilamente. La boca se me estaba haciendo agua. Estaba tan ocupado mirándole el rabo que ni siquiera me di cuenta de que había terminado. Miré hacía su cara rápidamente para darme cuenta de que él me estaba mirando de vuelta, bueno, estaba mirándome el ojo que era lo único que podía ver. Se sacudió el trabuco más de lo necesario y se acercó al baño sonriendo. Se puso en el otro cubículo que compartía el glory hole y, tras entrar, cerró la puerta. Se estaba haciendo una paja para ponerla lo más dura posible. Tranquilamente eran 17 o 18 cm, y me estaba provocando al solo pajearse. Saqué los dedos por el agujero y le hice el gesto de que se acercase y me diese mi regalo de cumpleaños. Agachó la cabeza y miró a través del agujero para verme la cara. Odiaba cuando hacían eso. Se puso recto de nuevo.

-Tengo que ser rápido, nene -dijo casi susurrando.

Metió su polla en el agujero mientras yo me mordía el labio. Era suave y gorda, y estaba desprendiendo calor. Su piel dejaba ver la mitad de su cabeza, que estaba brillante. No podía aguantarme más. Con la lengua empecé a trazar círculos bajo la piel, rozando la raja de la cabeza que todavía sabía a no haber sido limpiada. Dejé ir mi cabeza y me la metió entera en la boca. Tendría alguna razón por la que ser rápido y yo quería que me diese su corrida antes de irse, así que le obedecí. Llevé mi mano a su rabo y comencé a pajearlo suavemente mientras me ayudaba con la boca. Gemía flojo y comenzó a follarme la boca, despacio, a través del agujero, llegando a tocar el final de mi garganta. Mi nariz estaba pegada a la pared del cubículo para poder meterme en la boca lo máximo de polla que pudiese. Notaba el precum cayendo lentamente por mi garganta, era como un néctar que me iba a tragar entero. Comencé a coger un ritmo más rápido, desesperado por tener mi leche mañanera. Saqué mi propia polla, que estaba más dura que el canto de una piedra, y empecé a pajearme. El hombre misterioso empezó a ser más descarado, follándome la boca con más fuerza y dejando escapar gemidos más escandalosos. Pronto rebajó el sonido cuando escuchamos unos pasos acercarse al baño. Ninguno paramos, se notaba que no era nuestra primera vez haciendo esto. La gente entraba y salía del baño como haría cualquier persona normal.

-Papá, ¿dónde estás? -dijo una suave voz a través del baño.

Ambos nos quedamos congelados. Mi mano izquierda seguía pegada y agarrada a mi polla, y mi derecha alrededor de la suya. Ninguna sabíamos que hacer.

-Tal vez se haya equivocado el niño -pensé.

Asumiendo que se iba a marchar con su hijo, comencé a introducirme la polla de nuevo en la boca, hasta que tuve que parar una arcada. Empezó a gemir fuertemente antes de intentar disimularlo.

-Uffff estoy en el baño Oliver -dijo, su voz temblando. En el fondo sé que debería haber parado, pero quería el regalo a por el que vine y no iba a parar ahora. Aumenté la velocidad, pajeandole mientras me la metía hasta el fondo e intentaba disimular cualquier sonido que pudiese delatarnos-. Ve fuera, no voy a tardar mucho.

-¡Pero es que quiero columpiarme y mamá no me empuja! -soltó el niño, acompañado por un pequeño gemido.

Pensé que lo mejor sería rendirme e irme sin mi regalo. Empecé a sacarme lo polla de la boca, pero él me lo impidió de la única forma que pudo.

-Ni se te ocurra parar, nene -dijo a todo volumen. No necesitaba que me lo dijese dos veces y, de solo un golpe, hundí de nuevo su rabo en mi garganta.

-No voy a parar hasta que salgas, papi -dijo el niño, pensando que su padre le estaba hablando a él.

Yo estaba a punto de reventar, pero quería correrme cuando me tragase su lefa. Notaba su polla palpitando en mi garganta cara vez que hablaba y confundía a su hijo, se estaba poniendo aún más cachondo. Necesitaba sacarle más hijos de los cojones con mi boca y tragármelos todos, y sabía que él necesitaba lo mismo.

-Estoy a punto, nene -dijo el hombre gimiendo. Me dediqué a hacer mi trabajo como si me hubiesen pagado por ello.

-Vale, papi -dijo Oliver riéndose, y pudimos escuchar cómo pegaba el oído a la puerta del cubículo para identificar que estaba haciendo su padre.

A pesar de que se hijo estuviese más cerca que nunca, el hombre no paró, y yo tampoco. En un momento dado, y con un movimiento rápido de muñeca, abrió la puerta del cubículo y agarró a su hijo de la oreja, metiéndolo dentro y cerrando detrás de él.

-¡Te he dicho que escuchar detrás de las puertas es de mala educación Oliver! -el niño se rio al ver la polla de su padre y se sentó en el baño a esperar a que se padre terminase.

Yo a estas alturas ya no me cortaba, ahogándome con la polla y gimiendo sin bajar el volumen. Las risitas del hijo y mis gemidos inundaban el baño. Podía notar cómo su cabeza palpitaba, dandome a entender que estaba a punto de correrse. Saqué la polla de mi boca y, aguantándola contra mi lengua, comencé a pajearlo para que me diese toda la leche que tenía.

-¡OH, DIOS, ME CORRO, NENE! -dijo en un grito, sin ocultar sus gemidos- ¡OLIVER MIRA!

-¡Por fin! -dijo Oliver, leyéndome la mente. Trallazo tras trallazo de leche espesa y caliente caían sobre mi cara y lengua. La espera tuvo su recompensa. Cinco lefazos cayeron en mí, tres en la lengua y dos en la cara, que comenzó a resbalarse y gotear hasta el suelo. En ese momento, yo también comencé a correrme y dejé el suelo hecho un asco.

El padre sacó la polla y, sin esperármelo, los ojos del hijo me examinaban a través del agujero. Comenzó a reírse y salió del cubículo corriendo.

-Se parece a mí -le dijo a su padre.

-Oh, es clavadito a ti -reafirmó el hombre, que me sonrio y guiñó un ojo antes de salir del baño con su hijo en brazos.

Me quedé en el baño cogiendo la respiración, con una sonrisa de estúpido en la cara y mi polla flácida en la mano.

-Feliz cumpleaños, Juan -pensé.