Ya somos novios 3: Un compromiso

La parejita feliz encuentra a otra parejita feliz.

Ya somos novios 3: Un compromiso

1 – Buen comienzo

Aquella mañana, entró Merche en casa y nos vio a los dos con la toalla reliada a la cintura recién salidos de la ducha. Mi hermana y ella se pusieron a preparar cosas en la cocina y quedábamos detrás de las dos. Miré a Iñaki. Estaba guapísimo con sus mejillas un poco coloreadas del sol. Y le eché el pelo hacia atrás para despejar su cara. En ese momento, miró Merche.

  • ¿Vais hoy también a la playa nudista?

  • No sé mamá – dijo Iñaki -; si tú no quieres

  • Me da igual, Iñaki – dijo seria -, allí podéis daros un baño desnudos que es muy diferente a tener que llevar las calzonas. Yo tengo que bañarme siempre con el puto bikini. Sé que podréis mirar los cuerpos de hombres o de mujeres; me da igual ¿Sabes lo que hace tu padre? Pues se va por allí a dar paseos para ver tetas y otras cosas, pero no me lleva a mí a ver lo que a mí me gusta.

  • Y… - pensó lo que iba a decir - ¿no te importa que vaya sólo con Tino?

  • Sé perfectamente que no vas a estar más seguro con otro que con él – le dijo -; casi te diría que prefiero que vayas con él y no con tu padre. Pero ayer me dio la sensación de que olías a cerveza. Sabes que no me gusta que bebas alcohol, pero si te tomas sólo una como Tino, te daré un par de euros para que os la toméis.

  • ¿En serio, mamá? – se asustó - ¡Jo! ¿No te enfada eso?

  • No – dijo -; si me enfadase, ese trabajo tendría: quitarme el enfado. Por mucho que te diga, vas a tomar tus propias decisiones aunque a mí no me gusten. Que salgas con Tino es la menos mala de las decisiones que has tomado.

Mi hermana se echó a reír y le dijo que si él había decidido ya eso, que era mejor aceptarlo.

  • ¡Ay! – suspiró Merche -; mejor con Tino que con una gorda fea y fofa que venga a sacarte el dinero.

  • Ahora vamos a tomar algo – dije -; primero nos pondremos las calzonas y una camiseta.

  • ¿Y cuándo os vais a comprometer? – preguntó Merche con algo de sorna -.

  • ¿A comprometer? – me miró Iñaki extrañado - ¿A qué?

Le hice señas para que no dijese más nada y nos fuimos al dormitorio a ponernos algo.

  • Tu madre anda un poco de coña – le dije -; no comentes nada y déjame a mí responder cuando no sepas algo.

  • ¿Pero a qué nos tenemos que comprometer? – exclamó -.

  • ¡Verás, guapo! – le tomé la cabeza -; tu madre ha hecho un pequeño chistecillo. Cuando unos novios ya están seguros de que quieren vivir juntos, hacen una ceremonia sencilla de compromiso. Se comprometen a estar juntos siempre y a amarse y a no engañar a su novio con otro ¿Me entiendes?

  • ¡Claro! – dijo - ¡Yo ya me he comprometido contigo! ¿No?

  • Sí, pero ella se refiere a una pequeña fiesta de compromiso – lo besé -; es una gilipollez, pero se dan unas copas y se le dice a todo el mundo que nos comprometemos.

  • ¡Joder, no! – exclamó aterrorizado - ¡Mi padre me mata!

  • Tranquilo, tío – le acaricié el cuello -, que no es más que un chiste. Pero sí hay algo en los compromisos: la alianza.

  • ¿Tenemos que hacer una alianza también?

  • ¡Noooo! – me reí de su candidez -; la alianza es un anillo que se ponen los comprometidos. Son dos anillos simples con la fecha en que se empieza y los nombres. Los dos anillos son iguales.

  • ¡Yo quiero que tengamos alianza!

  • ¡Pues habrá que buscar dónde comprarla! – le dije.

  • ¿Y dónde se compran las alianzas esas?

  • En una joyería – le dije -; no son caras.

  • Sí – me abrazó desnudo -, pero siempre pagas tú y eso debe ser caro.

  • ¡No! – le quité importancia -; las habrá más baratas y más caras. Pero si las vamos a comprar, yo quiero que no importe el precio, sino que nos gusten a los dos.

2 – En busca de la alianza

Tomé a mi hermana aparte y le dije que Iñaki quería que tuviésemos una alianza. Se rió y me extrañé. Luego me explicó que eso era un anillo de compromiso y que la alianza se ponía en la boda.

  • ¿Pensáis casaros?

  • ¿Casarnos? – exclamé - ¡Eso es cosa de hombre y mujer!

  • ¡No! – me dijo -; aquí ya se pueden casar dos hombres, pero yo os aconsejo que estéis juntos unos años. Si os lleváis bien, pues lo decidís.

  • ¿Y dónde compro esos anillos de compromiso aquí?

  • ¡Mira! – bajó la voz - ¡Vete al centro comercial! Allí hay una joyería. Dile que quieres dos anillos iguales de compromiso y que te los graben. Os los probáis antes. Ponedle la fecha en que os comprometéis o en que os conocisteis… ¡bueno!, en que empezasteis a estar juntos. En un par de días las podrás recoger. Si te falta dinero, me lo pides. Será más o menos como esta (me enseñó la suya).

  • ¡Jo! – me llevé la mano a la frente - ¿Tengo que ir con Iñaki a la joyería y comprar unos anillos de novios para los dos? ¿Qué van a pensar?

  • Pues pensarán que van a ganar dinero vendiéndole dos anillos a dos chicos que quieren comprometerse.

  • ¡Qué vergüenza! – sollocé - ¡Me da corte!

  • ¡Eh, Oye! – me dijo muy seria -, si eres mayorcito para unas cosas, tienes que serlo para otras. No te preocupes que nadie se va a reír de vosotros.

Se lo comenté a Iñaki, pero no le dije todo. Cogimos el coche y nos fuimos al centro comercial. Pregunté por la joyería y me dijeron dónde estaba.

  • ¡Tú entra como si nada! – le dije a Iñaki -; esta gente está acostumbrada a esto. Es que si te asustas, a pesar de ser moreno te pones blanco ¡Vamos a comprar dos anillos! ¡Nada más!

Yo tenía más miedo que él, pero cuando entramos no había nadie y una señora gruesa y muy simpática me preguntó.

  • ¡Hola! ¿Qué queréis?

  • Pues verá usted, señora – le dije -; quiero dos anillos iguales; de oro. Uno es para él y otro es para mí.

Entonces, con toda naturalidad comenzó a hablar.

  • ¡Ah! – dijo - ¡Lo que queréis son dos alianzas! ¡Supongo que querréis grabarlas!

  • ¿Son caras?

  • Pues depende, chico – me dijo -; yo os aconsejo que, de momento, os compréis dos de estas (me las mostró). Os las grabaré con los nombres y la fecha y podréis venir a recogerlas dentro de un par de días ¡A ver! Tengo que tomaros medida.

Iñaki me miró asustado. Aquella mujer parecía vender alianzas todos los días a chicos.

  • ¡Hmmmm! – dijo -, me parece que serán las dos iguales. Esta os gustará y no es cara ¿Qué os parece?

Me acerqué a Iñaki y las miramos con ilusión.

  • ¡Esta, esta! – dijo Iñaki muy contento - ¡Esta me gusta! ¿Y a ti?

  • ¡Sí, es bonita! – le dije y me la probé - ¡A ver si te está bien a ti!

  • ¡Jo! – exclamó mirando a la señora - ¿Puede grabarnos estas?

  • ¡Claro! – dijo aquella mujer -; os la aparto. Ahora decidme lo que hay que grabar.

Salimos de allí muy contentos y, al volver la esquina, Iñaki no pudo contenerse y me abrazó y me besó en la mejilla.

  • ¡Ya vamos a tener nuestro anillo de compromiso! – dijo -; aunque a mí no me hace falta repetirte que me comprometo a estar contigo.

  • Yo no te lo voy repetir – le dije mirando sus chispeantes ojos -; te lo pondré y esa será la señal.

  • Pues yo te pondré a ti el tuyo – me dijo -; me parece que vas a gastar mucho dinero. Me haré el tonto a ver si mi madre se deja caer con algo.

  • ¡Vamos a casa, cojamos las cosas y nos vamos a la playa! – le cogí de la mano - ¡Me encanta estar contigo a solas y ahora…mucho más!

  • ¿Me quieres, Tino?

  • ¡Te adoro, Iñaki! – le dije -; te aseguro que no me vas a perder.

3 – Sobre las dunas

Hicimos lo pensado y Merche le dio a Iñaki unos cuantos euros para que nos tomásemos una cerveza; una, repitió. Fuimos despacio hasta el camping. Iñaki me fue acariciando la cara y el muslo (un poco más cerca de mis partes de la cuenta). Luego anduvimos sobre las dunas tomados de la mano. Era maravilloso ver y oír el mar desde allí arriba con quien llevaba a mi lado. Aspiré hondo para retener el olor de aquella brisa y vi que Iñaki hizo lo mismo.

  • Ahora que mi madre ya no me dice nada – comentó -, me siento más tranquilo contigo, Tino ¡Hasta el aire me huele distinto!

  • A mí me gusta el aroma de tu piel – le dije -, de tu sudor. Me encanta olerte.

  • Aquí no hay nadie – dijo - ¡Huéleme!

Me acerqué a él y pasé mis manos de arriba a abajo por su torso. Me acerqué a besarlo y a mesar sus cabellos y mi mano se fue directamente a acariciarle el miembro. Estaba empalmado.

  • ¡Quiero hacerte una paja, Iñaki! – le dije - ¡Lo necesito!

  • Me da vergüenza hacerlo aquí en medio del camino. Desde abajo no se nos verá, pero si nos metemos entre esas plantas

  • ¡Vamos, vamos! – lo empujé suavemente -; nos pondremos detrás de ese arbusto.

No dio tiempo a escondernos, soltar las cosas, besarnos y quitarnos las calzonas. Comenzamos a hacernos una paja que, según comentamos luego, a los dos nos pareció distinta.

Estábamos a punto de corrernos, cuando eché mi cabeza de lado sobre su hombro encogiéndome de placer. Tras un árbol no muy lejano, vi a otros dos chicos follándose. Me asusté, pero uno me miró, me sonrió y me guiñó un ojo. No quise decirle nada a Iñaki porque estaba en pleno gozo. Al momento me corrí a chorros sobre él y seguí moviéndosela mientras jadeaba y se retorcía de gusto. Por fin, noté sus chorros sobre mí. Tomé con el dedo un poco y lo chupé. Me sonrió.

  • ¡Mira! – le dije señalando al otro árbol -; esos dos disfrutan como nosotros. No somos bichos raros.

Se tapó inmediatamente avergonzado.

  • ¡Joder! – exclamó en voz baja - ¡Nos van a ver!

  • ¡No, Iñaki! – lo besé -, ya nos han visto y me han guiñado un ojo.

  • ¿En serio? – se asustó - ¡Vamos, vamos, no quiero mirarlos!

  • ¡Espera un momento! – le dije -; míralos sin miedo. El que estaba follando ya se ha corrido.

Le vi mirar disimuladamente y, en ese momento, el chico que se había corrido nos saludó con la mano y una sonrisa.

  • ¿Ves? – le dije - ¡No hay nada que temer!

Al poco tiempo, se subieron las calzonas y hablaron algo. Luego, volvieron a saludarnos y se acercaron hacia nosotros.

  • ¡Que vienen, Tino! – me susurró al oído - ¡Me muero de vergüenza!

  • ¡Tú tranquilo!

Cuando se acercaron más, nos sonreímos y uno de ellos dijo:

  • ¿Qué? ¿Todo bien?

  • ¡Sí! – le dije un poco cortado - ¿Sois pareja?

  • ¡Bueno! – contestó el más bajito -; digamos que somos pareja de verano.

  • ¿Vais a la playa? – les pregunté -.

  • ¡Sí! – contestó - ¿Nos vamos juntos? ¡Os invitamos a una cerveza antes en ese «chiringuito»! ¡Estamos sudando! ¿Hace?

  • ¡Ah, vale! – dijo Iñaki -; nunca hemos estado con una pareja de chicos. Me gustaría hablar cosas.

  • ¿Qué cosas?

  • Pues… - se cortó -; es que somos pareja y no hemos hablado con otra todavía.

  • ¡Ah, ya! – dijo uno poniéndose una gorra - ¡No esperes que os contemos nada nuevo! ¡Todo el mundo hace lo mismo!

Nos echamos a reír y nos presentamos besándonos en los labios. Uno de ellos, el más alto, se llamaba Paco y el más bajito se llamaba Fili.

  • ¿Fili? – preguntó Iñaki - ¿Qué nombre es ese?

  • Uno muy feo – le dijo sonriente -; es Filiberto.

  • Fili me gusta – le dije -; creí que era otro nombre ¡Vamos a beber esa cerveza y luego invitamos nosotros! ¡Fíjate! ¡También estamos chorreando!

  • ¡Quítate un poco de leche que llevas en el pecho, Iñaki! Date un poco con la toalla.

4 – Cuatro cervezas

En el chiringuito se estaba muy bien. Había sombra, pero corría la brisa del mar. Toda la gente que estaba por allí iba en pelotas, así que Paco nos dijo que nos metiésemos en los servicios para quitarnos las calzonas. Nos pusimos en pelotas, pedimos las cervezas y nos sentamos en una mesa desde donde se veía el mar.

  • ¿Vosotros estáis en el camping? – nos preguntó Paco -.

  • ¡No! – les dije -; estamos en un chalet con nuestros padres y dormimos juntos en la misma habitación.

  • ¡Jo, qué lujo! – dijo Fili -; nosotros dormimos en una tienda que no está mal, pero no es un chalet. Y… ¿decís que sois pareja fija?

  • ¡Sí! - dijo Iñaki ilusionado -; nos queremos desde el año pasado, pero hasta este año no…no… ¡Acabamos de comprarnos un anillo de compromiso!

  • ¡Que no habéis follado en serio! – dijo Paco -; se os nota, pero sois muy majos.

  • ¡Gracias! Vosotros también – dijo Iñaki - ¿Por qué no os hacéis pareja con compromiso? ¿No os queréis?

  • ¡Claro que nos queremos! – dijo Fili -, pero este Paco no quiere ataduras.

  • ¡Veréis! – explicó Paco -, no es que no quiera compromiso con Fili, lo quiero, pero no estoy seguro de serle fiel. A veces me gusta otro chico y… ¡vamos!, que me gusta echarle un polvo al que quiera.

  • ¡No seas así, Paco! – le dije -; haz un compromiso con Fili. Estoy seguro de que está deseando. En todo caso, si te gusta algún día alguien que se deje, pues se lo dices a Fili y te lo follas. Pero quédate con él.

  • ¡No creo que le hiciera mucha gracia! – se miraron -.

  • ¿Tú me lo has preguntado alguna vez, idiota? – le dijo Fili enfadado -.

  • Yo creo que estaríais mejor – les dije -; Iñaki y yo no necesitamos a nadie más para ser felices.

Entonces, curiosamente y como en una ceremonia, se volvió Paco y le sonrió a Fili.

  • ¡Bueno! – dijo -; si Fili me lo pide

  • Te lo pido – le contestó resignado - ¿Tú me quieres?

  • ¡Pues claro! – contestó Paco casi enfadado - ¡No te quiero sólo para follarte!

  • ¡Shhhhhh! – exclamó Iñaki - ¡No decid esas cosas tan fuerte!

Bajamos a la playa, nos bañamos, hablamos mucho y nos hicimos muy buenos amigos. Cuando nos despedimos, nos besamos todos en los labios y quedamos en vernos por allí a la misma hora, menos los fines de semana, que no sería para nosotros muy seguro.