Ya sin miedos
Sólo es una escena.
Tus suaves y delicadas manos rozan tenuemente mi piel, tímidas, temblorosas, asustadas, sin saber muy bien el camino a recorrer. Tus ojos, también asustados, me miran intentado averiguar mi pensamiento.
-¿De qué estás asustada? Ya lo hemos hecho antes…
-Lo sé, pero no estoy segura, después de cómo me fui y el volver y que tú…no merezco esto…-huyes de mí avergonzada, sales del dormitorio y desapareces por el pasillo. Salgo tras de ti y te encuentro sentada en la alfombra delante de la chimenea encendida, con las piernas encogidas sujetándotelas con los brazos y mirando al fuego pensativamente. Me acerco y me siento delante de ti, aún lo bastante lejos para no quemarme con el calor que desprende la chimenea, cogiendo tus manos.
-Lo que hiciste no estuvo bien-se te empañan los ojos al recordar cuando te fuiste-, pero todo el mundo se equivoca y es normal que te asustaras por lo que nos tocaría soportar. A veces a mí también se me hace difícil vivir así, sintiendo que aún hay gente que nos observa cuando vamos por la calle y murmullan tras pasar. Lo importante es que has vuelto, que has decidido volver y enfrentarte a eso conmigo, es lo único que cuenta. Confío en ti y sé que no huirás otra vez-te paso el dedo por la mejilla para enjugar la lágrima que te desliza por ésta-. Así que no vuelvas a dudar si mereces que te haya perdonado. Yo soy quien tiene suerte de que hayas regresado.
-Te quiero, y te prometo que jamás volveré a marcharme-haces una pausa y me miras fijamente a los ojos-. No sabes cuánto te he echado de menos cada segundo que no he estado cerca de ti, y las ganas que tenía de poder besarte y acariciarte de nuevo-me besas apasionadamente.
Tus suaves y delicadas manos vuelven a rozar mi piel, pero esta vez con decisión, firmes, convencidas y sabiendo exactamente su camino, se deslizan por debajo de mi ropa reconociendo cada milímetro de mi cuerpo, es como si nunca se hubiesen separado de él. Me tumbas en la alfombra sonriendo felizmente mientras comienzas a desnudarte y a describir movimientos sensuales con tu cuerpo. Algo impaciente, también yo empiezo a desnudarme y por fin, te colocas encima de mí. Quieres excitarme hasta el límite del orgasmo, y sabes muy bien cómo hacerlo, jugando conmigo haces que se me altere la respiración y se me acelere el corazón sin apenas tocarme. Sujetas mis manos por encima de mi cabeza haciéndote así con el control, me besas como si fuese la primera vez que lo haces, con ese mismo sentimiento del primer beso. Tus labios a la vez que carnosos son muy dulces y siempre dejan en mi boca un rastro de sabor a vainilla por tu cacao de labios… ¡Dios cuánto los he añorado! Me muerdes el labio inferior con deseo a la vez que tu mano va acariciándome desde la cintura hacia arriba, lentamente pero sin detenerse ni un segundo hasta llegar a mi pecho. Tus labios se separan de los míos, los busco con ansia, al no encontrarlos abro los ojos y veo que sonríes. Te acercas lo suficiente como para que te bese pero sin dejar que lo haga, aunque yo lo intento, pero haces una negativa con la cabeza, te encanta ser quien dicta las reglas. Tu lengua se desliza por mis labios mientras mi cuerpo se sigue excitando más y más. Bajas despacio, pasándola por entre mis pechos y deteniéndote en uno de ellos para lamer/mordisquear levemente el pezón que se eriza instantáneamente, el otro también lo hace ya que tú lo estás masajeando con la mano. Tu lengua sigue su recorrido hasta llegar a mi sexo, bordeando antes varias veces el ombligo. En él comienza a describir círculos, a morder mis labios con los tuyos. No puedo seguir sin acariciarte, me escabullo para darme la vuelta y así poder lamer tu sexo con mi lengua al tiempo que tú haces lo mismo con el mío. Comienzo a penetrarte con una dedo, instantáneamente echas tu cabeza hacia tras y sueltas un leve gemido. Introduzco otro y te penetro lentamente con los dos mientras continúo saboreando tu clítoris. Me imitas y yo tampoco puedo evitar gemir al sentir tus dedos dentro de mí. Comenzamos a acelerar el ritmo y a hacerlos más fuerte, los gemidos salen ya sin control ninguno de nuestras bocas resonando por toda la habitación. Noto como tu cuerpo se va tensando al acercarse al orgasmo, yo también comienzo a sentirlo y las dos terminamos llegando al orgasmo al mismo tiempo y gritando de placer. Caemos rendidas en la alfombra aún con la respiración agitada. Estiro de la manta del sofá y la uso para taparnos. Subes un poco para ponerte a la misma altura que yo y te rodeo con mi brazo derecho para abrazarte.
-No vuelvas a irte…-lo digo casi suplicando.
-No lo haré-me dices firmemente mientras me miras fijamente a los ojos y me besas intensamente para respaldar tus palabras.
Quedamos ahí tendidas en la alfombra delante de la chimenea, con una sonrisa en nuestros rostros sabiendo que nos espera un futuro juntas.