Ya no te soltaré

Nuestro primer encuentro sería al otro lado de la cordillera, todo estaba previsto. Me había dicho que una vez allí, ya no sentiría vergüenzas....porque nada dependería de mí.

El vuelo despegó puntual como estaba previsto. Mis mariposas estaban alborotadas, desde ese último mensaje recibido en la sala de embarque: “me importa una mierda, con quien viajas… aquí llegas sin bragas, y con el plug anal colocado! Y esa es tu última tarea. Luego estarás en mis manos. Y ya no tendrás nada que hacer”.

Ese día volábamos a Chile, con un grupo de 8 personas entre amigos y familias. Las carreras eran el leit motiv para los viajeros, bueno, para todos menos para mí. Yo iba a otra cosa. Yo cumplía un sueño, y una orden, por qué no. Finalmente nos íbamos a conocer. Era mi dueño, estaba en otro país, al otro lado de la cordillera, pero llevaba meses, cuidándome, entrenándome, calentándome, preparándome para este encuentro. Sería la prueba de fuego. Todo lo que yo imaginaba podría hacerse realidad ese día, en tres horas, tres horas y media aproximadamente. Mi corazón estaba acelerado desde la mañana. Me había pedido que llevara todo, todos los atuendos con los que yo lo había estado tentando desde la pantalla durante meses. Los tacos, los ligueros, los juguetes.

-          Pero me revisarán la maleta, cuando la pasen por el scanner, verán todo.- protesté haciendo pucheritos…

-          Cállate.- dijo

-          No me dejan llevar 3 maletas, no me entrará la ropa de calle.- seguí quejándome.

-          OK, puedes traerlos puestos, entonces.- y se desconectó.

Diantres, estaba en un problema. Cómo acarrearía todo, qué explicación le daría a los demás si miran la pantalla del scanner. Qué pasaría si me piden que abra la maleta. Con todos estos temores, me había dirigido a la cinta transportadora del control de equipajes. Mi cuerpo no dejaba de temblar, pero nadie parecía notarlo. La mirada cómplice del inspector de aduanas cuando miró el contenido de mi cartera, solo me había dado satisfacciones. Cuando Él se entere de esto, seguro que me gano un castigo. No puedo controlar la excitación que me provoca exhibirme, pero tenía prohibido zorrear con extraños. Ya me lo habían advertido varias veces, pero seguramente me preguntaría cómo me había ido con el scanner, y no podría mentir. Mi cara habla por sí sola, y Él me lee, como si fuera un libro abierto.

En el viaje, todo era jolgorio, algarabía. Ni bien despegáramos yo sabía que debía dirigirme al baño, quitarme las bragas, y colocar el plug anal. A partir de allí, comenzaba mi periplo. Me daba terror que alguien se diera cuenta. Me había pedido que llevara falda, lo que me resultó un alivio, para enfrentar el calor de Santiago. Claro que justo antes de salir, me dijo lo del plug, y las bragas. Eso ya era un problema. Me daba mucho miedo que se saliera…No podría dejar de pensar en ello. Pero no me atrevía a incumplir una orden tan clara. Tomé mi cartera, y me dirigí al fondo de la cabina. Una vez en el baño, me miré al espejo. Mi pelo estaba despeinado, como siempre. Me levanté la blusa, y observé el brassiere que había elegido para la ocasión. Era de encaje, negro, apretaba un poco mis pechos, como para que se vieran redonditos y apretados. A su vez, era lo suficientemente grande como para contener el móvil, siempre me daba seguridad llevarlo allí.  Me levanté la falda, me dí vuelta, revisando que todo estuviera en su lugar. A pesar de lo extraña que me sentía, todo parecía estar como siempre. Verme, y pensar que pronto sería objeto de una inspección minuciosa, saber que ese cuerpo pronto sentiría sus manos ávidas, recorriéndolo, pensar una vez más en su mirada dura y profunda, que esta vez  solo estaría separada por su voluntad, hizo que un temblor me sacudiera. No pude evitarlo, automáticamente mi mano se dirigió a la entrepierna. La humedad había manchado toda la tanga. Ya no pude quitarla, simplemente la hice a un lado, e introduje un dedo en mi coño, lo saqué, lo observé, goteaba. Me lo llevé a los labios. De los nervios, tenía la boca seca, y ese jugo era un bálsamo. Mis labios se abrieron  al tocarlos, y mi dedo jugueteó en mi boca. Esa danza entre lengua y dedo aceleró mi pulso. Mi dedo vuelve a la fuente de esos jugos que estaban especialmente ricos ese día. Recordar que en horas…Él estaría probándolos de la fuente directamente, como tantas veces habíamos pronosticado, me hizo tambalear. Con la mano que sostenía mi tanga, me así de una manija que providencialmente habían colocado los ingenieros aeronáuticos para facilitar un orgasmo que ya era irreprimible a esas alturas…literalmente. Un dedo,  dos dedos, entran, salen, los saboreo, entran, salen…Mi dedo pulgar, roza mi clítoris, y mi cuerpo empieza a sacudirse como si atravesáramos la peor de las tormentas. No pude contenerme, mis piernas ya no me soportaban. Sentada en el wáter, comencé a recuperar el ritmo cardíaco. Una sonrisa yacía pícara en mi cara. Ese orgasmo no había sido pensado, ni planeado, ni mucho menos autorizado. Mis manos húmedas, recorrían mi cara, y mi cuello. Solía proporcionarme esas caricias, cuando terminaba de correrme…me gusta sentir el olor del placer que acabo de experimentar, e inmortalizarlo de alguna manera en mi piel. Sumida en ese letargo postorgasmo, sentí como golpeaban a la puerta.

  • Estás bien?, Necesitás algo?- era la voz de la azafata.

  • si!... ejem,- acomodé la garganta, mi voz salía un tanto infantil- si, si, ya salgo!- anuncié apurada, como una niña a la que pillan haciendo alguna travesura.

Ni siquiera sé cuánto tiempo llevaba allí. Rápidamente, me quité la tanga. Busqué en mi cartera, el plug. Lo puse en su lugar. Me dí una última mirada al espejo, repasé un poco el delineador corrido por la emoción. Guardé todo rápidamente, acomodé la falda, y dando un suspiro salí a enfrentar a mi público. Eso sentía. Que todos sabían lo que pasaba por mi cabeza, que todos sabían lo que se alojaba en mi culo. Que todos sabían que pronto sería suya, en cuerpo y alma. Me dirigí a mi asiento. Mi marido me observaba. Su mirada denotaba algo de temor, algo de orgullo. Cuando alcancé mi lugar, me senté…sentí como su presencia se hacía notar en mi culo. Instintivamente me moví en el lugar, y pequeños temblorcitos, resabios de mi último orgasmo, supongo,  recorrieron mi estómago.

Los demás iban conversando y riendo. Hablaban de rutas, de autos, y todo tipo de vehículos. En la ventanilla, ya comenzaban a verse los primeros picos de la cordillera en el horizonte.  Mi cabeza iba a mil. Tenía mucha incertidumbre sobre las próximas horas… Dos días antes, me había dicho:“Ya cállate, déjate  de conjeturar. Yo soy quien guía y soy un profesional. Estoy preparado para recibirte a ti, y a todo el contingente. No es tu problema como los eludiremos. Sabes? Me dedico a eso, y no me gustan tus putas preocupaciones “, había sido contundente.

Por los altavoces anunciaron el cruce de la cordillera, y el posterior arribo al Aeropuerto Internacional de Santiago de Chile. Mi corazón se aceleraba.

Los pasajeros circulábamos por las cintas transportadoras. Yo caminaba con cierta dificultad. No sé si era por el plug, que marcaba implacable su presencia en mí….o si era la emoción del momento. No sabía en qué momento, ni en qué lugar, aparecería, pero sabía que tenía tantos deseos de conocerme como yo a Él.

Mi maleta, fue una de las primeras en salir, solo restaba pasar una vez más por el scanner, y estaría fuera, en suelo chileno, en su tierra, a su merced. Caminé hacia el cartel que rezaba “salida de pasajeros”. Iba sola. Algunos de mis compañeros, esperaban aún sus maletas, otros sellaban pasaporte. Mi marido me había dado su anuencia con una leve inclinación de cabeza, para que me adelantara a todos. Sabía que mi impaciencia estaba al límite,  y que me esperaban dos días de mucha emoción.  Las puertas corredizas se abren, hay unas cuantas personas, visiblemente emocionadas algunas, esperando a familiares, tal vez amigos. Barrí con la mirada a aquel grupo de expectantes anfitriones, pero no detecté nada que me llamara la atención. Tampoco sabía bien qué buscar. Sabía que en persona, podía verse bien diferente. En realidad, siempre lo había visto sentado en su casa, o alguna foto en un parque.  Mi decepción se debe haber notado en mi cara. Igualmente nadie me conocía. Caminé abriéndome paso entre un grupo de entusiastas niños, que clamaban por su tata. “tateee-ta!” gritaban. No pude menos que sonreírme…. era una broma del destino…sabía que una de sus “amiguitas” lo llamaba así, y no había podido evitar sentirme algo celosa de eso. La maleta pesaba bastante, y era un lastre para mí.  Pensaba que no había conectado el roaming, y que se me haría difícil conectar con los otros, si me alejaba demasiado. Me preocupé, no sabía ni siquiera a donde nos alojaríamos. Caminaba sin rumbo, pensando en volver a juntarme con los otros, cuando alguien me tomó del brazo, a la vez que me quitaba la maleta, y me empujaba hacia una oficina. El sobresalto me dejó sin aliento, y parece que él también lo notó, porque recuperé el aire, ya con sus labios sellando mi boca. Ni siquiera había podido observarlo. Su lengua ávida recorría mi boca, y mis ojos se habían cerrado, dejándome llevar por un sinfín de sensaciones. Sentí como cerraba la puerta tras de sí, y la trancaba. En un momento vi unas fotos de autos en las paredes, y al instante, estaba sentada en un escritorio de lo que parecía ser una rentadora de coches. Sus manos recorrían mi cuerpo, y nuestras bocas parecían unidas para siempre. Mi respiración se entrecortaba. Su mano estaba en mi cuello, y su otro brazo, me apretaba contra su cuerpo. Todo giraba a mi alrededor. Mis piernas se habían abierto para apretarme contra él. Mi falda estaba recogida dejando mis muslos a la vista. Luego de algunos minutos, o segundos, ya no tenía referencia temporal, su mano toma mi pelo y tira hacia atrás. Al separarnos nuestros ojos se encontraron por primera vez, en vivo y en directo. Su mirada era mucho más profunda de lo que esperaba. Me devoraba con sus ojos. El reconocimiento que había iniciado con sus manos, ahora era visual. Me observaba. Parecía repasar cada detalle. Su mirada era impasible. No podía dejar de verlo a los ojos. Cuando se alejó y me miró de cuerpo entero, caí en la cuenta que yo debía estar hecha un desastre.  Todo lo que había pensado para enfrentarme a él, se había esfumado. Yacía sentada, cuasi tirada sobre un escritorio ajeno, mi ropa toda desarreglada, mi pelo, enredado en sus dedos. Transpirando, agitadísima, seguramente con cara de “boba enamorada”.  Me mira, me sonríe, me toca la cara. Mete un dedo en mi boca.  Se arrima suavemente esta vez. Me abraza, mi cara contra su cuello. Es su olor. Me encanta. Su mano se cuela entre nosotros. Me toca, muy suavemente, como quien reconoce terreno. Toca cuidadosamente mis labios, avanza despacito, y mete un dedo en mi coño, que ya ha encharcado ese escritorio de quien sabe quién. En el silencio de aquella oficina, se podía escuchar mi respiración, cada vez más agitada. Mis manos suben tímidamente hasta su pecho. Estaba tan fuera de mí, que ni siquiera me había acordado de moverlas, solo me dejaba llevar. Una vez en su pecho, sentí una electricidad mezcla de sus dedos invadiendo mi interior, y mis dedos tocando a mi Dueño. Comencé a temblar. Mis ojos se cerraron. Mi piernas se abrieron aún más. Su mano sigue enredada en mi pelo, y hace mi cabeza hacia atrás. Ese orgasmo es bello, ya viene. Me sacude la cabeza. Abro los ojos. Me está mirando. Su mirada es dura, implacable. No abre la boca, pero sé que debo detenerme. No puedo casi mirarlo a los ojos, pero todo mi cuerpo suplica por correrme. Creo que lo convenzo, me sonríe nuevamente, me apreta contra sí, mientras sus dedos se hunden más y más en mis entrañas, y vuelvo a temblar, temo que alguien escuche mis jadeos. Ya no puedo contenerme. Estoy teniendo mi primer orgasmo en sus brazos. Solo me apreta, me besa la cabeza.

-Ya no te soltaré – fueron sus primeras palabras.

Yo no podía hablar, estaba muy agitada, no lograba recuperarme. Había sido muy fuerte. Todo esto era muy fuerte. Me sentía muy bien. No quería que me soltara. Su mano permanecía, anegada en mi entrepierna. Solo movió un poco sus dedos, y comencé a temblar nuevamente. Su carcajada resonó supongo que en todo el aeropuerto.

-Así que no tienes un orgasmo tras otro?- me dijo entre risas.

-Bueno, no sabía- hablé por primera vez.

-Amo tu voz de gallineta, pequeña- susurró con su acento chileno, mientras me acariciaba la cara.

Simplemente sonreí. Todo Él, me daba confianza, seguridad en mí misma.

-           Sabes?- comenzó a decir-  Eres tal y como te soñé. O mejor aún. Tienes todo lo que yo necesito para ser completo. Ya te lo había dicho una vez, y lo confirmo ahora. Eres un diamante en bruto. Yo sabré como sacar un orgasmo tras otro de ti…haré que te corras para mí, cuando yo quiera, y cuanto yo quiera. Ahora eres mía.

-          Gracias- dije bajando la cabeza. Ya sabía que me pasaría eso, me gusta mirarlo a los ojos, pero me cuesta mucho. – fue hermoso. Es muy lindo estar en tus brazos.