Ya no quiero ese regalo, Amo
Angélica descubre que su insecto tiene carácter.
Ella se fue cuando le apeteció a la cama, pero antes dejó una manta en el suelo al lado del sofá para que durmiera Jaime. A las 7:30 del sábado el teléfono de Jaime empezó a sonar. Lo contestó sin mirar quién llamaba.
—¿Si? —digo entre bostezos.
—cornudo, ¿ayer disfrutaste?
—Sí Amo.
—Pues en 30 minutos llamaré a la puerta y quiero que laica tenga el pecho, los pezones y clítoris pinzados. Este atada en la cama y luego la masturbes. Tú no puedes hablar. Adiós.
Jaime se quedó paralizado, durante un instante. Luego fue a la terraza y tomó la cesta de pinzas. Fue hacia la habitación, abrió el armario y tomó de dentro de la caja de zapatos unas cuerdas. Se puso encima de Angélica y esta se despertó.
—Sal de encima mío —chilló Angélica.
Jaime le ató las manos sin problema, al ser de mayor peso no encontró dificultad.
—Cuándo me libere te haré sangrar el culo con los azotes y luego te tiraré sal.
Salió de encima y se entretuvo a atarle las piernas abiertas. Luego le empezó a acariciar el clítoris, mientras le ponía dos pinzas en cada labio mayor.
—cucaracha, estás mejorando ¡Ahhh! —gritó cuando le puso una en el clítoris—. ¡Ahhh! —Al recibir una segunda—. Insecto, desearás la muerte.
Jaime empezó a morderle un pezón, se lo estiraba y retorcía con los dientes. Ella empezó a jadear. Entonces él le empezó poniendo una pinza en la base del pezón y otra en la aureola, lo hizo cuatro veces en cada pecho y al final le colocó una en cada pezón. Salió de la habitación.
»Llega haber actuado así y sería él mi Amo —pensó Angélica.
Jaime volvió a la habitación, se puso a realizar fotos y a masturbarla. Ella no paraba de jadear. Sonó el timbre y Jaime se fue a abrir la puerta. El siguiente en entrar en la habitación fue Amo.
—perrita, estás preciosa. Cornudo te ha hecho fotos, si quiere puede enviarlas.
Angélica se espantó. Mientras Amo empezaba a masturbarla. Olvidó la situación, el dolor que le causaría.
Amo se le puso en el lado derecho y empezó a morderle el pecho derecho en la parte inferior exterior. Angélica se dio cuenta de que podía ser un chupeton y sonrió, hacia tiempo que lo quería. Al cabo de unos minutos Amo levantó la cabeza.
—cornudo ven. Sabes que no me dejó realizarlo por ti. Pues mira que bonito.
Se le distinguió una marca de 4x3 centímetros. A Jaime se le puso dura cuando lo vio.
—Tiene una piel deliciosa. ¿Te gustaría realizarle uno en el pecho izquierdo?
—Rojo —chilló Angélica.
—zorra, ¿y si lo hago yo?
Ante la pregunta de Amo ella afirmó con la cabeza.
—perra me has mostrado una debilidad. Una vez termine de jugar contigo. cornudo hará el del pecho y uno en tu culo, precioso y torneado.
Jaime no podía borrar la sonrisa. Se quedó a ver a Amo. Amo le sacó a Angélica las pinzas que tenía en los labios y una del clítoris.
—Saca la lengua, puta.
Angélica sacó la lengua y recibió la pinza del clítoris. En esos momentos se veía como un objeto. Sabía que Amo la protegería, tenía miedo de la cucaracha. Amo le introdujo dos dedos en el coño y el anular en el ano. Angélica chillaba de placer. Amo le sacó la pinza de la lengua antes de introducirle los dedos. Jaime miraba la situación de rodillas al lado de la cama. Amo le vendó los ojos a Angélica, no veía nada. Amo salió de la habitación con Jaime y dejaron sola a Angélica, las pinzas de los pezones y la del clítoris le dolían. Cuando volvió a entrar Amo y cierra la puerta.
—Rojo, las pinzas me duelen.
—Con lo bien enseñada que estás y te quejas.
Amo le saca las pinzas y le venda los ojos.