Ya no puedo más...

Un joven lucha contra sus impulsos, sin éxito...

-Ya no puedo resistir más... tengo que hacerlo- el deseo de lo prohibido escocía en su mente...

Era una tarde, bastante aburrida y monótona; de esas que parecen eternas. Armando era un chico aparentemente normal, con una vida sin ninguna otra peculiaridad, que la de nunca haber conocido a su padre.

Aquella tarde, él se había quedado solo en casa, porque sus padres y su hermana habían salido de viaje. Así que la casa estuvo a su entera disposición desde que llegó del colegio.

-Ya se que está mal, pero lo haré... y nadie lo sabrá jamás- dijo para sí mismo...

Armando subió lenta y dudosamente las escaleras, hacía el ya perfectamente conocido cuarto de su hermana; que era apenas un par de años menor que él.

-Tiene que estar, ahí...- dijo en voz alta mientras escarbaba en los cajones del armario de su hermana. –¡Ah, ahí está!-

Había abierto el cajón donde su hermana guardaba celosamente su ropa interior, y ahora tenía entre las manos una de sus piezas favoritas; una tanga de color rosa y con encajes en los bordes. Armando la olió por un largo rato, sintiendo la suavidad del algodón entre sus manos y el dulce olor de la lavanda penetrando por los poros de su nariz.

Cerró las puertas con llave y las cortinas, y después de correr las cortinas se decidió a desnudarse... Dudó un poco, pero terminó por ponerse la tanga.

El placer de sentir la suave tela encajándose en su carne lo puso al máximo y corrió al espejo para verse así... y se empezó a masturbar; el placer no acababa, 10 minutos, media hora... se prolongó hasta 2 increíbles horas...

-¡¡¡Ahh!!...- fue el grito de satisfacción más fuerte y prolongado que Armando jamás había dado en la vida... un enorme chorro de semen salió disparado a una gran distancia, dejando pegajosa evidencia en la alfombra del cuarto.

Armando estaba exhausto; se quedó tirado en el suelo por varios minutos, bañado en sudor... pero... ¡Quería más "diversión"! Repetir el acto no se le hizo suficiente placentero; él quería ir más allá.

Siguió hurgando entre la ropa de su hermana...

-Esto está bien...- dijo mientras acomodaba todo en la cama.

Había sacado todos los aditamentos "necesarios"; un bra que hacía juego con la tanga que había sacado anteriormente, unas medias, una mini-falda de cuadros tipo escolar, una blusa de botones, y para acabar el cuadro: se maquilló como había visto hacerlo varias veces a su hermana.

Nuevamente, corrió al espejo de cuerpo completo para ver los resultados de su arduo trabajo...

Se veía hermosísima, no se reconoció a si mismo. La sensación de la seda acariciando sus lampiñas piernas, los ganchos del bra en su espalda y la visión general de si misma vista así; maquillada y toda la cosa... no lo pudo evitar... su miembro estaba a reventar, una vez más...

Pero no, sus manos no le eran suficientes; quería algo más... quería sentirse más femenino.

Corrió a la cocina, abrió el refrigerador, buscando ese "algo" que llenara ese vacío que tanto anhelaba satisfacer...

Con la libido a flor de piel, y con todas las ganas del mundo, Armando agarró el pepino más grande y grueso que pudo encontrar. Se quitó las medias y la tanga, se puso de rodillas y empezó a hacer "lo suyo" en el piso de la cocina, sin más pudor.

Empezó primero a meter sus dedos poco a poco por el ano hasta que estuvo bien dilatado, y cuando pensó que era suficiente, empezó a meter aquél majestuoso pepino, lentamente, en un mar de placer incontenible. La frescura del pepino lo hizo suspirar.

-¡¡Ahh...!!... ¡¡Más, más!!- Gemía a la vez que se imaginaba que el pepino ya no era un vegetal, sino un hombre fuerte y musculoso.

Entró y salió, una y otra vez, sin piedad con su organismo, cada vez más adentro y cada vez más rápido hasta que su propio grito retumbó hasta el último rincón de aquella casa.

-¡¡Aaaaaaaaahhhhhhh... Ya no puedo más!!- Y su miembro estallo en un mar de lefa, misma que recogió en la mano y se hizo un auto-bukake...

Quedó en el suelo, completamente fuera de sí, en el estupor del orgasmo, en el piso de la cocina, con un pepino en la mano y vestido de mujer por largas horas hasta que anocheció...

Sin duda, esos fueron los 15 días más felices de su vida hasta entonces, hasta que su familia regresó de viaje... pero eso... es otra historia...

FIN.