Ya no era mi prima

Asi fue mi primera relación incestuosa. Relato erotico, no como el anterior.

Sentí que el líquido viscoso recorría todo mi pene. Pensaba que podría detenerlo, pero ya era inevitable. Cuando éste llegó a mi glande, me di cuenta que se produjo una explosión que nunca había sentido. El placer que me provocaban esos pequeños pero intensos espasmos que ocurrían con cada momento de la eyaculación, era realmente indescriptible.

Así fue como se sintió mi cuerpo, la primera vez que tuve una relación incestuosa.

Yo tenía veinte años y ella diecisiete. No se por qué, pero jamás la había visto como una mujer. Natalia es mi prima. Recuerdo la primera vez que la vi desnuda: estaba acostada y le cambiaban el pañal. Tal vez por conocerla de bebé es que jamás se me había cruzado verla como alguien que podía ejercer atracción sexual hacia mi.

Pero no quiero dilatar más esta historia.

Una noche había ido a una bar a escuchar tocar a la banda de un conocido. Yo estaba solo, como generalmente salgo. Estaba sentado en una mesa a la altura del centro del lugar a unos siete o diez metros del escenario, y cerca del corredor que da a los baños.

El lugar estaba repleto de gente, por lo que todos los que estábamos sentados, debimos ponernos de pie para poder ver es espectáculo. Más adelante, en una mesa cercana al escenario, había un grupo de mujeres que me parecían cara conocida, pero como lo las podía observar muy bien, no les presté atención. Una hora después de comenzado el show, los músicos hacen un intermedio. La gente sale corriendo a la barra y hacía el baño. Yo me senté y aguarde, con mi vaso de escocés, a que recomenzara la música. Entonces escucho que alguien me llama. Trato de buscar el sonido pero no logro encontrar a la persona.

-¡Ángel!- escucho de nuevo.

Miro al corredor y observo a Natalia que camina hacia mi. Me da un beso, nos saludamos y hacemos las preguntas típicas e inútiles que uno hace cuando se encuentra con alguién que no esperaba. Pero entre entre esa charla sin sentido me doy cuenta que está muy bien vestida.

-¿Estás sola?- pregunto.

-No, con unas amigas. ¿Por?

-Porque estás muy bien arreglada.

-Bueno... muchas gracias. A vos también te queda muy bien la barba- me dice.

Ella nunca me había visto con barba. Pero lo importante es que yo jamás la había visto vestida de esa forma, tan arreglada, tan hermosa, tan excitante... Tenía una blusa blanca bien ceñida al torso, lo que le marcaba de manera formidable la redondez de sus pechos. ¿Pechos? Pero si yo jamás había visto que tuviera esa figura. Supuse que estaría utilizando algún sostén tipo push-up, pero no me importó. Ahora, lo que mas me gustó, fue su pollera. Yo no soy conocedor de ropa, asi que trataré de describirla lo mejor posible: era de tela tipo jean, estilo minifalda, pero no bien pegada a sus piernas, sino que se ajustaba mucho en su cadera y luego caía suelta; o sea, para que quede claro, si hubiere habido viento, esa pollerita no podría haberle ocultado su ropa interior.

-¿Te molesta si me quedo un rato con vos, acá atrá? Porque las pibas estas me aburrieron, se la pasan criticando a todo el mundo...- me dijo.

Yo no me negué, total, estaba solo. Comenzamos a hablar, primero de tonterías, después, y a medida que la bebido corría nuestro cuerpo, nos metimos en temas mas importantes, incluso íntimos. La banda tocaba, pero ya no nos importaba. Era como si de repente, solo estaba ella para mi, y yo para ella. Decidimos salir del lugar porque hacía demasiado calor y ya habíamos tomado mucho. No estábamos ebrios pero si mas desinhibidos. Yo no me despedí de mi amigo y creo que ella jamás saludos a esas chicas con las que había llegado.

Salimos a la calle y respiramos aire fresco. Caminábamos hacia ningún lugar. Solo hablábamos, y según el tema, nos reíamos, nos poníamos seríos, o solo hablábamos.

Eran como las tres de la mañana y habíamos caminado mucho.

-¿Es medio tarde, no querés que te acompañe a tu casa?- pregunté.

-No tengo ganas de ir a casa. ¿Por qué nunca hablamos como esta noche?

Cuando me dijo eso, me detuve instintivamente y la miré. No supe que decirle.

-¿Sabés algo?- me dijo mirándome directo a los ojos- Nunca pude hablar con nadie de la forma que hoy hablé con vos, por eso no quiero dejarte ir, porque tengo miedo que nunca va a volver a ser así. La noche es hoy, no me preguntes por qué, ni yo lo sé. Pero pensá que de la misma forma que antes nunca ocurrió, después puede no ocurrir de nuevo.

Tenía diecisiete años y me estaba hablando como una mujer madura, adulta, segura de si misma... era una mujer, una verdadera mujer. Ya no era mi prima, ya no era ese bebé al que veía desnudo cuando le cambiaban los pañales, ya no era la hija de mi tía, ya no era nada de lo que yo había conocido, ahora era una mujer que había conocido hacía un par de horas y que se llamaba Natalia. Entonces, con mi mano derecha la tomé con suavidad del cuello, y el pulgar, moviéndose de forma circular, acarició su mejilla. Ella cerró los ojos, no sé, creo que se entregó a mí, y yo acerca mi cabeza lentamente a la suya. Sin mover mi boca, roce mi labio inferior con los suyos, En ese instante exhaló un suspiro y nuestros labios se fundieron completamente. Ambos entregados, el uno al otro. Nuestras lenguas entrelazadas desataban una lucha que jamás queríamos terminar. Nos abrazamos muy fuerte. Supongo que ella estaba algo exitada, porque sentía sus pezones endurecerse y taladrar mi pecho. Mi pene comenzaba a erectarse, lentamente, eso es cierto, pero con firmeza. Ella lo debe haber sentido, porque no terminé de proponerle ir a mi casa que ya había aceptado.

Cuando llegamos a mi departamento, entramos dando tumbos, sin dejar de besarnos y abrazarnos y acariciarnos. Cuando pude cerrar la puerta, Natalia apoyo su espalda en ésta y con su pierna, levantada a la altura de mi cintura, me rodeo. Mi mano recorría todo su costado, llegaba a su pierna y la frotaba ardorosamente. Ella se dio vuelta y me dio la espalda. Me acerqué y mientras con una mano, acariciaba sus pechos, con la otra corría su roja cabellera para besarle el cuello. Nuestras respiraciones se agitaban y era como la mas hermosa de las melodías. Ella intentaba acariciarme como podía en esa posición. Súbitamente se dio vuelta y me miró de una forma a los ojos que logro poner a mi pene en su posición mas dura. Con su mano tocó mi bulto y lo notó aprisionado dentro del pantalón, así que bajó, lo desabrochó, le bajó el cierre y me los quitó. Cuando me sacó los calzoncillos, mi pene se disparó hacia delante, quedando precisamente delante de su boca. Entonces comenzó a hacer lo que ella quiso. Jamás nadie me la había chupado de la forma en que ella lo hizo. No lo hacía con violencia, sino con suavidad, casi con ternura, pero de la forma indicada. Lo agarraba con su mano y dejaba la cabeza limpia para usar su lengua. ¡Qué placer me dio cuando recorría la parte inferir de mi glande con la punta de su lengua! Casi me corro cuando se tragó mi pene completo. Soy consiente que no tengo una instrumento de dimensiones impresionantes solo un sencillo 18x5, pero me asombro que pudiera entrar todo en su boca. La hice levantarse y la llevé a la habitación, le quite su blusa y su sostén. Ahí me di cuenta que sus seños eran completamente reales. Dos circunferencias perfectas de un tamaño mas que agradable, no eran gigantes, sino grandes, supongo que alrededor de 97. Me puse como loco cuando descubrí sus pezones. Dos botones rosados que estallaban de duros. La besé, la besé en su boca, en su mentón, en su cuello, sus seños. Recorría sus pechos con la punta de mi lengua una y otra vez, circundaba sus pezones infinitas veces, los besaba, les daba suaves mordisco que la hacían respirar entrecortado.

-Sos hermosa. Me calentás mucho.- le decía yo constantemente.

Cuando hube trabajado durante mucho tiempo sus pechos, comence a descender hacia su pelvis. Me acerqué a la zona vaginal y la rodeé con mi lengua, jama toqué sus labios. Yo notaba que su respiración comenzaba a transformarse en gemidos ligeros. Pasé mi lengua alrededor sin tocar jamás su vagina, y seguí el camino a las piernas. Besé sus muslos y pantorrillas y llegue a sus pies. Me entretuve con sus dedos unos momentos.

-¡Besame, Ángel!- me dijo entre gemidos un poco mas elevados.

Dejé su pierna y me acerqué, acariciándola con mis manos, hasta llegar a su boca. La besé. Su lengua entró en mí con una velocidad y fuerza impresionante. Entonces, cuando me dejó despegarme, fui directamente a su vagina y acerque mi boca.

-Si, por favor, si.- me pedía.

Así fue como saqué mi lengua y con firmeza le di un lengüetazo ascendente a sus labios completamente afeitados. Ella no pudo contener un gemido estruendoso y me di cuenta que se había corrido. Con mis dedos abrí sus labios y observé la humedad que no dejaba de brotar de su sexo. Trabajando con delicadeza pude ver que su clirotis ya estaba lubricado como para tener contacto directo con mi lengua, y así lo hice. Ni yo puedo recordar cuanto tiempo estuve practicándole sexo oral, solo se que se corrió un par de veces, entre sacudones que yo acompañaba con mis movimientos, gemidos a los gritos que me excitaban cada vez mas y palabras mías que le decías lo hermosa que era y lo mucho que me excitaba. Ella aprisionaba mi boca contra su sexo, pero luego de correrse un par de veces me dejó libre. Yo la besaba constantemente, nada me excitaba mas que besar su boca. Siempre, en cada momento, intentaba besarla.

-Quiero tenerte adentro.- me dijo agarrando mi pene completamente rígido.

Yo me coloqué sobre ella e intente penetrarla, pero, mi miembro estaba tan duro que no podía ubicarlo en la posición necesaria. Entonces me levante de la cama y me senté en una silla. Ella me siguió y se sentó sobre mi, mirándome. Entonces ubicó mi pene en la entrada de su vagina y comenzó a descender lentamente. Yo sentía de a poco como mi pene ingresaba, haciendo mucha fricción contra las paredes de su vagina y como su interior me transpazaba su calor al miembro. Ella soltó un largo grito de placer hasta que me tuvo completamente dentro. Allí comenzo a subir y bajar, primero lento y luego tomando velocidad. Me miraba fijo, gemia, al igual que yo. Nuestras lengua jugaban mutuamente fuera de nuestras bocas. Yo acariciaba sus pechos, ella me tocaba el torso. El ritmo del sexo crecia y yo sabía que faltaba muy poco para llegar a la eyaculación.

-Estoy por acabar- dijo ella.

-Yo también.- le hice saber.

-Adentro- y me beso- Acabame adentro- y me besaba entre sus palabras.- Quiero tu escencia dentro mío.

Entonces, el movimiento ascendente y descenderte se hizo frenético hasta que en un momento ella se dejó caer sobre mi pene, sentí que el líquido viscoso lo recorría todo. Pensaba que podría detenerlo, pero ya era inevitable. Cuando éste llegó a mi glande, me di cuenta que se produjo una explosión que nunca había sentido. Ambos nos corrimos. El placer que me provocaban esos pequeños pero intensos espasmos que ocurrían con cada momento de la eyaculación, era realmente indescriptible. Y ambos nos corrimos, gimiendo, besándonos, respirando entrecortados, con espasmos, muertos, vivos, juntos...

Luego de unos momentos de reponernos nos recostamos, desnudos, y seguimos abrazandonos, besandons, toda la noche. Creo que en algun momento recorde que la mujer con la que había tenido la mejor relación de mi vida, la que estaba desnuda a mi lado, la que me besaba y me tocaba, sí era ese bebé al que veía desnudo cuando le cambiaban los pañales, sí era la hija de mi tía, sí, era mi prima: solo que ya no me importó.