¡Ya ni la chingas!
Si esperas sexo explícito pues lamento decirte que aquí no está, sigue adelante el que busca encuentra
¡No la chingues!
Si fue rico verte, saber que estás bien, en el auto –aunque hacía mucho calor-, nos abrazamos y que necia no quisiste bajar tu ventanilla, por aquello de que no te fueran a reconocer.
Lo que me gustaría dejar en claro es que te veías hermosa con esa blusa escotada (¿amarilla?) no recuerdo el color, me enfoqué en el escote y, el pantalón, dios… que lindo pantalón, más bien, que bien hacías lucir ese pantalón, es lindo ver qué ese modelo pescador te hiciera lucir de manera extraordinaria tus pantorrillas, y lo que quedaba como cereza en el pastel tus zapatillas rojas, como olvidar tu cabello aún húmedo de una baño reciente, el pelo al hombro te daba un halo en tu rostro que hacía que tu sonrisa fuera más profunda.
Ni que decir, que cada vez que sonreías me hacías tocar el cielo, pero… ¡ya ni la chingas!
Sí, me encanta como -aunque con tus reticencias- me dejas acariciarte en la calle y me permito ser más atrevido cuando estamos al interior del auto, esta ocasión también estabas “con ganas” y empezando ese regular batalla de manos, yo la ponga en tu pierna, tú me la retiras, pero cada vez voy subiendo más la mano, hasta que te hago brincar al tocar tus labios vaginales.
Logré vencer tus miedos y desabroche tu pantalón, bajé el cierre y sentí la sensación de tu tanga, roja por cierto y, de una tela muy agradable al tacto (trasparente por cierto), pude observar que te acababas de afeitar el pubis dejando una línea de aproximadamente un centímetro de ancho hasta la entrada de tus labios vaginales, ¡en verdad te veías hermosa!
Aceptaste bajar un poco el pantalón (a media nalga) pero algo es algo, y pude masturbar tu clítoris, que como siempre estaba firme, duro, caliente y mojadísimo, el chapoteó de mis dedos en tu interior era sublime, me gusta y me encanta masturbarte, aunque es un reto lograr que no te distraigas por nada, el premio es verte sacudirte de placer al momento de logras orgasmo, ver cómo te vas relajando y hago que voltees tu rostro para que veas como limpio mis dedos con mi boca, saboreo tu sabor y enseguida te beso, es entonces cuando me atiendes, y vaya que me encanta como me atiendes.
Bajas mi cierre, bajas mi calzón y sacas mi miembro que por demás esta durísimo, esperando ser atendido, bajas a mí, y lo devoras, tu maestría para comerlo todo y dejarme sentir tus labios en mi pubis es genial, el morbo de saber que en cualquier momento nos pueden ver, que algunas personas nos han observan de reojo y ponen cara de “puercos váyanse a un hotel”, pero… volviendo al tema, sigues devorándome hasta que me hacer venirme en tu boca, te busco, te buscaré y seguiré buscándote, esa sensación de tenerme tocando tu garganta y como aguantas la respiración hasta que termino de venirme, eres lo mejor que me ha pasado –sexualmente hablando-, pero repito ¡ya no la chingas!
Ya calmados hablamos de nuestras vidas, trabajo, hijos, hasta de nuestra parejas hablamos, entre tema y tema estuve tocando y acariciando tus pezones, besándote, hasta que mirando tu teléfono, me dijiste, ¡no manches! ¡10 llamadas perdidas! Rápido acércame a mi casa.
De inmediato te acerqué a tu casa y me di cuenta que yo también ya estaba retrasado con el trabajo, corriendo a la “chamba” dejé el coche estacionado (le da mucho el sol) y la verdad ¡ya ni la chingas!, ocupé el coche hasta el día siguiente a mediodía -que bueno que no tuve que llevar a mi mujer al trabajo-, al día siguiente al abordar el auto, ¡no chingues! Dejaste la servilleta con mi semen del lado en que estuviste sentada, obvio mis “espermas” ya había fallecido, y olían horrible, imagínate anduve media hora oliendo el aroma de mi semen con el calor de medio día.
Si la próxima vez los vas a escupir, pues es feo, pero… aviéntalos a la calle, ¡No chinges! No dejes la evidencia en el coche.