Y un día fui infiel. II

De como una joven y bella mujer, le pone los cuernos a su anciano marido.

¿Fue correcto casarme con un hombre 30 años mayor que yo?

El balance es un 50 % a favor, y el otro 50%, negativo.

Lo positivo, fue la vida cómoda y sin preocupaciones económicas que tenía

Viajes, ropa cara, los mejores perfumes, una buena casa, con todas las comodidades,  autos nuevos o lo que quisiera, lo tenía a mi alcance,  pues Manuel no me negaba nada material.

Mi marido me cuidaba, era cariñoso y todo lo mejor era para mí.

Cuando comenzamos a tener relaciones y yo era una niñita de 18 años,  a pesar de estar muy bien cogida,  con Manuel se mezclaron las cosas,  a las buenas folladas que me daba,  había que agregar el amor que sentía por él,  nos habíamos enamorado ambos, a tal punto que no nos importó el escándalo que se avecinaba.

Manuel abandonando a su familia por una chica menor que su hija mayor.

Mis padres  se opusieron a nuestra boda,  mi padre me decía que ese novio que yo tenía,  era mayor que él, que era mi padre.

Me puse firme con mi padre,  y le hice frente.

-Me casaré con él,  te guste o no,  y te conviene aceptarlo y respetarlo, como a mi futuro esposo o no me verás más.  Me iré con él bien lejos y no sabrás más de mi.

Ante semejante amenaza a mi padre no le quedó más remedio que aceptar la situación.

Recuerdo que el día antes de casarme con Manuel, me dijo:

-¿Has pensado cómo será tu vida dentro de veinte años al lado de un viejo?

-Falta mucho para eso, padre.

-Bueno,  yo te lo diré. Tú tendrás 44 años y él 74.  Desearás desesperadamente la juventud de un hombre,  las caricias de un hombre joven,  los besos de un hombre joven,  sexo y más sexo al lado de un joven y despreciarás al anciano que hoy te calienta tanto, porque lo tuyo no es amor, es deslumbramiento,  por todo lo que tendrás a su lado, estás deslumbrada por tu nueva y fabulosa casa, por el auto último modelo que te regaló,  los viajes a Europa,  no es nada más que eso,  deslumbramiento, ya verás como me darás la razón, hija querida.

Lo que mi padre nunca supo fue cómo llegué yo a enloquecer de amor a Manuel.

Mi inocente padre creyó que lo enamoró mi juventud, cosa que es cierta,  pero también lo enloqueció mi cuerpo endemoniado.

Yo el amor de Manuel me lo gané en la cama,  pues conmigo hacía de todo, en cambio su ex esposa, era fría y mojigata,  así le fue a la pobre. Se quedó sin marido, porque yo lo follaba como nadie. Ella en vez de odiarme porque le quité el marido,  debería estar agradecida que el marido durante años no la molestó para ir a la cama,  porque yo lo dejaba seco,  todo el semen de Manuel,  estaba en los tres orificios más importantes  de mi cuerpo,  boca, vagina, ano.  Y por más que me llevara treinta años,  no iba a tirar por la borda,  todo lo que había conseguido, porque papá no estuviese de acuerdo.

Yo, siempre estaba caliente y deseosa,  le daba unas mamadas de polla que lo dejaban extenuados,  le daba mi trasero cada vez que me lo pedía,  y lo que más lo enloquecía y lo volvía loco de amor,  era que yo me tragaba todo su elixir, lo saboreaba,  y eso lo llenaba de excitación.

Haciéndolo adicto a mi sexo,  fue como se lo robé a la esposa.

Cuando le negué mi cuerpo, mis besos, mis caricias y mis mamadas, en menos de un mes estaba pidiendo el divorcio.

Mi padre no se equivocó, todo lo que él me dijo resultó cierto,  sólo se equivocó en el tiempo,  en vez de necesitar a alguien joven en veinte años, lo necesité a los diez años de matrimonio.

Yo con 34, y él a punto de cumplir los 65,  ya deseaba pollas jóvenes,  pero también deseaba seguir con la vida que llevaba. No quería perder lo que tenía.

Estaba deseosa de carne en barra joven, supe que ya nada me detendría.  Eso si,  lo haría de vez en cuando,  nunca tendría una relación paralela que pudiera comprometerme,  me daría mis gustos,  con un hombre,  pero no volvería a verlo más, no iba a complicar mi vida,  sólo gozaría el momento, y...   ¡adiós, gracias por los servicios prestados y buena suerte!

Esa mañana fui con Manuel a llevar mi  auto al mecánico,  pues necesitaba unos arreglos.

-Andrea,  ven conmigo al mecánico, necesito que me lleves.

-Pero Manuel,  nos quedaremos sin el auto,  ¿cómo volvemos?

-No amor, nos dará un turno, pues él tiene mucho trabajo.

-Entiendo,  quizás lo arregle la semana que viene, mientras tanto usaré la camioneta.

-Tal vez, por eso iremos juntos, así sabes donde lo he dejado y tú te encargas de ir a buscarlo  cuando esté listo.

Fuimos hacia lo del mecánico.

Manuel iba conduciendo el auto,  yo sentada a su lado.

Me había puesto una minifalda negra,  mis largas y torneadas  piernas se veían bronceadas. Arriba me puse un top corto color rosa oscuro,  que dejaba al aire parte de mi vientre plano

Mi piel estaba dorada por el sol,  me até el largo cabello con una cola de caballo,  lo que me daba un aspecto muy juvenil,  la diferencia de edad cuando yo me vestía así, era más notoria aún.

Cuando llegamos al taller,  mi esposo bajó a hablar con el mecánico,  sobre lo que necesitaba.

El mecánico abrió la parte de adelante del auto, y se puso a investigar que era lo que pasaba.

Era un hombre,  ni muy alto ni muy bajo,  rubio,  con poco cabello,  andaría por los cuarenta años.

El mecánico le explicaba a mi marido lo que iba viendo.

Manuel se acercó y por la ventanilla,  me pidió que bajara.

Obediente hice lo que me pedía.

Cuando bajé,  mi corta falda se subió lo suficiente como para que el mecánico viera el color de mis bragas blancas.

Sus ojos no se privaron de tan maravilloso espectáculo,  pude sentir que de su mirada salían destellos de fuego.

-El mecánico dice que hay problemas en los frenos,  que nos aconseja que no volvamos con el auto.

-Así es, sería muy peligroso que este auto siga andando en este estado.  Como el señor Manuel es tan buen cliente,  lo que puedo hacer es ya mismo ponerme a hacerle los arreglos necesarios,  esto me llevará al menos dos horas.

-Yo tengo que ir a la empresa urgente,  ya me he demorado demasiado. ¿Andrea tú puedes venir en dos horas a buscar el auto?

Molesta por la situación, de muy mal talante contesté.

-Y,  si no hay más remedio...

-Mira,  puedes hacer tiempo tomándote un buen café en la esquina,  cómprate algo que te guste en los negocios de la zona.

-Ok, así haré. Mirando desafiadoramente al mecánico le dije:

-En dos horas estaré aquí.

-La espero,  señorita.

-Es señora, -contestó rápidamente Manuel y tomándome  del hombro, siguió con su discurso.

-Es mi esposa,  aunque parezca mi hija. -dijo orgulloso-

En la cara del mecánico se dibujó una sonrisa socarrona.

-Vaya, señor Manuel, lo felicito por tan joven y bella esposa,  lo debe hacer muy feliz ¿verdad?

-Así es,  aparte de bella y joven,  es muy buena persona.

-Me alegro por usted, don Manuel, se lo merece.

Mientras hablaba,  su mirada lasciva recorrió todo mi cuerpo joven.

En la esquina del taller,  mientras esperábamos un taxi, que lo llevara a Manuel a la empresa,  me decía amoroso.

-Perdona amor, que te moleste con esto, pero no podíamos andar casi sin frenos.

-Está bien Manuel,  me tomaré un refresco en el bar de la esquina, compraré algo lindo,  dos horas pasan rápido.

-Gracias amor,  siempre tan comprensiva.  -Me dió un beso en la punta de la nariz,  y se fue en un taxi.

Fui al bar,  pedí un jugo de naranjas,  leí un rato el diario. Fui al baño del bar,  me quité las bragas, cuando andaba sola, con Manuel lejos, me gustaba salir sin bragas y con minifalda, caminar meneando el trasero, que los hombres me desearan. Decidí caminar un poco por la zona que era muy comercial.

Mientras iba caminando por la calle,  los hombres me piropeaban,  y muchos se daban vuelta para mirarme.

Cuando iba cruzando la calle, desde la ventanilla de un auto que esperaba que cambiase la luz a verde,  se asomó un tipo,  sacó la lengua y la empezó a mover como si me estuviese chupando la vagina,  cuando pasé por delante de él,  me dijo.

-Así te chuparía toda, hermosa! y volvió a sacar su lengua y se lamió toda la boca.

Esa lengua y esas palabras soeces,  me excitaron y sentí como mi vagina se iba humedeciendo. ¡Qué rica lengüeteadas me hubiese dado el señor ese!,  pensé descaradamente.

Mi excitación fue tan grande que de haber estado en mi casa,  ya me hubiese masturbado, y usado el vibrador,  pero estaba en plena calle y no me quedaba nada más que aguantarme las ganas.

Había pasado una hora y ya estaba aburrida de dar vueltas y excitarme por cada piropo subido que me decían. Decidí ir a lo del mecánico,  quizás con suerte ya había terminado y podría ir a masturbarme tranquila.

Toqué el timbre del portón del taller,  al segundo el mecánico lo abrió.

Al verme su mirada volvió a recorrerme todo el cuerpo, su mirada era casi la de un depravado.

-Aún no he terminado,  señora,  pero puede pasar si quiere y esperar.

-Si no molesto,  me gustaría esperar adentro.

-Un placer señora, pase, pase.

Se corrió apenas hacia un costado para darme paso,  cuando pasé por su lado como al descuido, nos rozamos.

Cerró el portón con llave,  me tomó del codo y me llevó al lado de mi auto, el contacto de su piel hizo que sintiera desde mi vagina hacia arriba un sofocón.

Me quedé parada y él se agachó y se acostó debajo del auto,  desde allí podía ver todas mis piernas,  mi cuevita depilada,  sin bragas y quizás más...

Consciente de lo que el mecánico estaba viendo,  instintivamente la perra que llevo dentro,  hizo que abriera mis piernas,  para facilitarle una mejor vista, provocarlo, calentarlo, que en definitiva era lo que más gusto me daba.  Calentar pollas.

Desde abajo el mecánico me dijo:

-Debe ser duro el matrimonio al lado de un hombre tan grande, ¿no?, no se aburre al lado de él?

-A veces, si, otras no, según. -Contesté insinuadora-.

-Cuando le da la chequera, seguro que ahí se pone contenta.

-Muchísimo.

-¿y cuándo se aburre?

-Cuando no me da lo que tanto me gusta. -dije provocadora-

Me excitaba que el mecánico me viese más allá de lo permitido,  mi vulva estaba ardiendo y chorreante.

El mecánico salió de debajo de la camioneta y se paró a mi lado.

-Disculpe mi indiscreción,  pero me parece que usted ha perdido las bragas, le vi unas blancas, ahora he visto algo mucho más rico que unas bragas…¿se siente  insatisfecha, ¿verdad?

-Así es.

-Seguro le falta sexo del bueno.

No contesté,  sólo lo miré a los ojos incitadoramente.

-El que calla otorga. -Se abalanzó sobre mi,  me tomó de la cintura y me besó fuertemente en la boca-.

No me resistí,  al contrario,  abrí mi boca y le respondí con mi lengua,  buscando la suya. Nos besamos acaloradamente por varios minutos.

El mecánico se apoyó en el capó del auto. Y abrió el cierre de su mono azul, y se lo bajó hasta la cintura.  Tenía el pecho lleno de vellos, sacó su pene y  se lo tomó con ambas manos.

Era una polla, grande, gruesa, y lo principal, estaba dura como una estaca, que era lo que a mi me interesaba.

-Es para tí, muñeca, anda, has   lo que quieras con ella.

Me agaché y la tomé con mis manos y la llevé a mi boca.

Comencé a chupársela,  mientras lo masturbaba.

La tripa gorda y dura del mecánico entraba y salía de mi boca,  mientras con mis manos le acariciaba los testículos,  el mecánico jadeaba, casi enloquecido por el placer que le estaba dando.

Estuve así un rato,  el mecánico recostó su espalda sobre el capó del auto.  Saqué su carne en barra de mi boca y me dediqué a chuparle los testículos,  primero uno, luego otro.  Le pasaba la lengua incansablemente por los huevos inflados que tenía, mientras lo seguía masturbando con mis manos,  los pelos estaban todos mojados por mi saliva.

Nuevamente me llevé la verga a mi boca,  sin dejar de tocarle sus testículos.

-¡Ahhh! perra! qué bien la chupas, qué puta eres, mujer! bien puta, ahhh!! al viejo lo enloquecerás con estas mamadas que das, puta!

Y yo seguía mamándosela, más la mamaba,  más me excitaba.

Me paré frente a él,  me bajó el top hasta la cintura, tomó uno de mis pechos y comenzó a besarlos,  mientras yo le seguía acariciando el deseado paquete.

-Sin bragas, sin sostén, eres bien puta, como a mi me gustan las mujeres. Las que no le tienen asco a nada, putísima, yo te voy a coger por lo que no te coge tu anciano marido, él que te dé billetes, yo te doy verga, zorra!

Quedé con mis senos al aire, puse una de mis piernas, arriba del capó del auto,  él se agachó y empezó a lamerme la almeja por fuera,  con mis dedos abrí los labios de mi vagina, y me acomodé de tal manera que quedé sentada sobre su boca.

Me pegó una lamida como lo estaba deseando.

Con el largo de su lengua me chupó la conchita entera,  comencé a suspirar de placer.

Su lengua iba y venía a lo largo y ancho de la vulva,  la metió dentro de mi orificio, a modo de pene,  siguió lamiendo hasta llegar a mi clítoris inflamado,  duro y parado.

Lo succionó hasta que logró hacerme correr,  mis jugos fluían,  mojando toda su cara.

Después de hacerme correr dos veces con su lengua,  se quitó el mono y el calzoncillo,  quedando completamente desnudo.

De espaldas, incliné la mitad de mi cuerpo sobre el capó del auto, abrí mis piernas,  saqué hacia a fuera mi trasero.

Se paró detrás mío y me penetró por la cuca mojadita.

Fue entrando de a poco,  haciéndome sentir cada milímetro de su mástil erguido.

Comenzó a moverse dentro mío,  su verga dura se removía dentro mío,  hasta llegar bien al fondo,  sentí que sus huevos hacían tope contra mis nalgas.

-¿Te gusta puta?, aquí tienes lo que no te da el anciano.

Nuestros gemidos se confundían. Nos estábamos gozando mutuamente.

Me tomaba de las caderas y me la enterraba cada vez más adentro,  pude correrme nuevamente así.

Luego me puso de frente,  y me tumbó medio cuerpo sobre el capó de nuevo.

Volvió  a penetrarme,   mientras me follaba me sobaba los pechos salvajemente.

Levantó una de mis piernas y la puso sobre su hombro,  de esa manera me la tragaba entera, no quedaba ni medio centímetro de su verga fuera.

Su polla entraba y salía,  incansablemente.

Mi clítoris rozaba su piel, y logré correrme nuevamente.

El mecánico me estaba cogiendo maravillosamente bien.

Después que tuve varias corridas,  me volvió a poner de espaldas y ahí se dedicó a chuparme el trasero.

Me pasaba la lengua desde mi vagina al orificio del ano,  cuando llegaba ahí,  metía su lengua, se quedaba un rato,  y volvió a lamerme la cuevita,  me fue metiendo un dedo en el ano,  luego otro,  lo fue dilatando entrando y sacando sus dedos,  cuando logró abrirlo lo suficiente,  se tiró al piso,  y me hizo sentar sobre su garrote rígido.

Le dí la espalda, tomé el aparato con mis manos,  y lo acomodé en el agujero ya dilatado,  me fui sentando lentamente sobre su tranca,  no paré hasta tenerla metida bien hasta el fondo.

Apoyé mis manos en el piso, y comencé a moverme hacia los costados, para arriba y para abajo.

El mecánico pasó una de sus manos hacia a delante y se dedicó a masajearme el clítoris.

Con la mano libre toqueteaba mis pechos.

Me sentía llena de placer,  mis gemidos se hicieron cada vez más potentes.

Estaba gozando como la gran puta que era, si, puta, y bien puta,  pero qué lindo se sentía ser tan puta, Diosssss!!!!

Y volví a correrme.

Medio temblando de las terribles sacudidas que me había dado, salí de arriba de él,  me agaché, y fui directo a comerme su polla.

Semejante cogida que me había dado el mecánico,  merecía la mejor recompensa y yo estaba dispuesta a dársela.

Tomé su garrote y lo llevé a mi boca nuevamente.

Se la mamé con toda mis ganas.

Volví a chuparle los testículos,  y la volví a tragar entera,  no paré hasta sentir que me tocaba la garganta.

El mecánico se resoplaba de placer,  gemía y blasfemaba.

-Puta!, ¡sucia! como lo gorreas al anciano, puta! cómete mi tranca, vamos, sácame todo.  Trágate mi leche que ahí vaaaaaa!!!

Y su leche tibia inundó mi boca de puta,  quedó atiborrada de su rico licor.

Quedaron unas gotas en mi lengua,  fui hacia su boca abierta y le hice saborear su leche.

Después de descansar unos minutos,  se puso el mono,  y dándome una sonora palmada en el trasero, me dijo que iba a terminar el arreglo,  que ya casi estaba listo.

Mientras terminaba de reparar el auto,  yo no dejé de tocarlo y de darle besitos rápidos a su polla,  estaba preparando el camino para que me diese otra buena cogida antes de irme.

Cuando terminó el arreglo,  me tiró al piso, y me volvió a follar,  hasta dejarme extenuada.

Lo llamé a Manuel desde mi casa, ya bañada,  limpita y perfumada,  sin un sólo resto de semen,  ni salivas.  Me dijo que no fuera a buscarlo, que ya me había causado demasiadas molestias que se volvía en taxi,  yo agradecida, pues me dolía todo después de semejante revolcada.

-¿Le pagaste al mecánico en efectivo o con tarjeta?

-No le pagué,  porque mañana tengo que llevar la camioneta, y quedé en pagar todo junto.

P.D.: Espero sus comentarios, correos, et. Gracias!