Y tan sólo sonreir

Sigo pensando y sigo sonriendo, llevo así ya una hora y media, tumbada en la cama con la luz encendida y mirando hacia el techo.

Sigo pensando y sigo sonriendo, llevo así ya una hora y media, tumbada en la cama con la luz encendida y mirando hacia el techo. Son las tres y cuarto de la mañana y no puedo hacer otra cosa que pensar en ti y sonreír. He llegado a casa hará casi dos horas y lo primero que he hecho ha sido meterme en la ducha y ni siquiera ahí podía quitarme la sonrisa de la cara. Me he tomado mi tiempo, necesitaba sentir el agua caliente caer por toda mi piel. ¿Te has parado a pensar alguna vez en lo dura que es el agua? El agua puede deslizarse por la piel de un bebé o puede partir rocas… pues hoy, dependiendo de la zona en la que el agua caía sobre mí he sentido que caía con tal fuerza que podía partir las rocas más inmensas de lo dura que la sentía.

Cuando he salido de la ducha envuelta en una toalla me he dirigido a la cocina y he comido un poco de fruta, supongo que me has quitado el hambre… ¿Sabes una cosa? Cuando le he dado el primer bocado a la manzana aún me ha sabido a tu semen. He mirado la manzana y he sonreído… ¿Alguna vez alguien te ha dicho que una manzana le ha recordado a ti? Pues ni siquiera he acabado de comérmela, la he dejado en el mármol de la cocina. Supongo que cuando me levante mañana la veré y volveré a sonreír porque volveré a pensar en ti. He salido de la cocina y me he dirigido a la habitación. He soltado la toalla y he dejado que acabara en el suelo y completamente desnuda me he tumbado en la cama. Necesitaba tumbarme en la cama ¿extraño verdad? Necesitaba tumbarme y tan solo sonreír, tan simple como eso. Tan sólo sonreír.

Nunca me habría imaginado lo que tenías planeado para esta noche. Contaba con las cuerdas, contaba con los consoladores incluso pude haber llegado a pensar en el látigo, pero jamás habría tenido la misma imaginación que has tenido tú. Ni siquiera ahora, con los ojos cerrados, relajada y sintiendo en mi piel el calor que desprende el radiador que tengo a mi izquierda puedo imaginar algo similar. ¿Quieres que te diga como me sentía al comienzo de la noche? Temblaba, temblaba y temblaba, no podía hacer otra cosa. Me habías dicho que esta noche la recordaría toda mi vida y hace tiempo que sé que cumples lo que prometes, pero decir eso es tan incierto… no da ni una sola pista. Es tan cruel... ¿Sabes la rabia que me da que juegues con mi mente? Mentira no es eso, no me da rabia que juegues con mi mente. Lo que realmente me da rabia es no poder hacer nada para que no la controles. Me da rabia que sepas como controlarla y que yo no pueda evitarlo, pero supongo que eso es lo que hace tan atractivo este juego. Sí, porque si no te habías dado cuenta es un juego…. ¿aunque como no te vas a dar cuenta si tú lo dominas perfectamente? Perdona, a veces me olvido de quien estoy hablando

¿Puedes imaginarte el desasosiego que he sentido cuando estando atada te has ido? Yo he cerrado los ojos porque en un principio hasta he agradecido que te fueras. Necesitaba un respiro, un descanso en medio de todo para poder pensar. Sé que me vas a decir que no es el mejor momento para hacerlo, que no se puede pensar con mucha lucidez estando atada de pies y manos, amordazada y en una situación como ésta, y por supuesto te voy a dar la razón, porque no he podido enlazar más de dos pensamientos seguidos, y las ganas de quedarme sola han desparecido en cuestión de segundos.

Creo que jamás llegarás a imaginar lo que se siente, lo que le pasa a una por la cabeza estando en esa situación. Tú puedes imaginarte que algo habrá pasado por mi mente en ese rato en el que te has ido, que mi cabeza ha ido a mil por hora en el momento exacto en el que me he dado cuenta que estaba completamente sola y atada a la cama de un hotel, pero jamás podrás saber que es. Jamás podrás saber exactamente lo que se siente. Lo siento, es lo que tiene ser Amo, os perdéis muchas sensaciones… Sabes que con gusto te definiré lo que he sentido, pero es que por más que saque talento de donde no lo hay para redactártelo, por más que me esmere no podré hacerte sentir ni una milésima parte de lo que he sentido yo. De igual manera yo no podré saber lo que has hecho en ese rato en el que te has ido ¿Cuánto ha sido? ¿Una hora, dos? Yo te podría decir perfectamente que me han parecido tres horas y aún me quedaría corta…. Puede que te hayas ido a dar un paseo, o hayas bajado a la cafetería del hotel a tomarte un café o a ver el partido que sé que se jugaba hoy. Supongo que algún día me lo dirás, pero ¿sabes qué me gustaría saber? Me encantaría saber qué has pensado sobre mí en todo ese rato. ¿Estarías preocupado o tranquilo? ¿Has podido concentrarte en el partido o tu mente ha estado conmigo todo el tiempo? Me gustaría pensar que has pensado en mí, aunque supongo que esto no me lo dirás nunca

Y ahora, estando cómodamente tumbada en mi cama no puedo sino lanzar una sonora carcajada cuando pienso en los gritos sin sentido que he dado cada vez que una gota de cera líquida ha caído sobre mi piel. No me preguntes por qué he gritado, supongo que por la impresión, porque es sabido por todo el mundo que la cera quema. Aunque tal y como tú sabías, lanzada desde donde la lanzabas no quemaba en absoluto. ¿Por qué me has hecho creer que quemaría? ¿Por qué me has hecho sentir auténtico pánico cuando me has dicho que hoy iba a sentir la cera en mi piel y has encendido la vela? ¿Disfrutas jugando con mi mente, verdad? La cera no quemaba, no tengo ni una sola marca por insignificante que sea en todo mi cuerpo, y yo, idiota de mí, no he podido hacer otra cosa que dar un pequeño grito de auténtico pavor cada vez que una gota caía en mi piel. ¿Sabes el miedo que he sentido cuando me has dicho que la siguiente gota caería en mi pezón? Y además sin motivo… si no me había quemado antes por qué iba a hacerlo en ese momento… pero ya ves, supongo que son cosas de la mente. Y mi mente ordenaba en ese momento que tenía que sentir que me quemaba… Y por supuesto tú lo has sabido todo el rato. No puedo evitar sonreír cada vez que pienso en ello

Ha habido un momento en el que no me he reído. No he reído cuando a cuatro patas encima de la cama me has pedido que no me moviera y has empezado a azotarme. No he reído en absoluto durante los diez primeros, y mucho menos en los siguientes diez cuando me has pedido que los contara uno a uno. ¿Por qué me lo has pedido? ¿Has creído que no tenía suficiente con el dolor de los azotes y que tenía que pasar por la humillación de tener que contarlos? Sé que merecía un castigo, que no debí haberte dicho que no quería andar a cuatro patas y que prefería un castigo a hacerlo, pero ¿realmente no bastaba con los azotes? Sí, ya sé que el que manda y decide eres tú. No te cuestiono y si lo has hecho está bien, pero creo que tenías que haber tenido en cuenta que en ese momento el dolor de los azotes era lo secundario para mí. Lo principal, lo que más me dolía en ese instante era haber sido tan orgullosa como para anteponer mi deseo de no hacer algo a tu deseo de que lo hiciera. Esto y no los azotes es lo que más me ha dolido, por eso si la elección hubiera sido mía yo no me habría hecho enumerar los azotes. Pero por suerte la elección ha sido tuya y por suerte lo has hecho, porque ahora no puedo más que recordarlo y esbozar una sonrisa.

Las pinzas sí que duelen, no son como la cera. Y aunque había probado ya en casa a jugar con las pinzas de tender la ropa y probar que sentían mis pezones bajo su presión no estaba preparada para las que tu traías. Un escalofrío ha recorrido toda mi espalda cuando me las has enseñado y en mi estomago se ha hecho un nudo que me ha impedido hablar o articular cualquier tipo de palabra durante un buen rato, aunque ¿sabes que creo? Que es una suerte el no haber podido hablar, porque escucharte a ti diciéndome que estaría preciosa con esas pinzas, el oír como intentabas tranquilizarme y el poder haber sentido tu voz realmente orgullosa de mí cuando he aguantado estoicamente quieta todo el rato mientras me las ponías ha sido el mejor sonido que podía haber escuchado. Duelen, te aseguro que duelen y mucho, he notado como se clavaban en la delicada piel de mis pezones y he tenido que apretar con muchísima fuerza los dientes para ahogar el grito que a golpes se quedaba en mi garganta, pero ya ves, ahora aquí en mi cama, rozando la suave piel con mis manos y notando aún como cosquillean por lo sensibles que están no puedo más que recordarlo y sonreír.

Sabes, aún noto la mandíbula un tanto tensa, aún noto algún que otro calambre. Creo que nunca había estado tanto rato con la boca abierta sin hacer nada. ¿Cómo podías concentrarte en lo que decía el telediario mientras me tenías con mi boca alrededor de tu polla? No puedo describir bien que he sentido. Es realmente extraño estar totalmente quieta en esa situación. De verdad, de buena gana te habría hecho la mejor mamada que mis fuerzas me hubieran permitido. Me habría gustado muchísimo demostrarte que sé hacerlo y demostrarte que hubiese utilizado todo mi esfuerzo en complacerte. Que mi lengua, antes sin fuerzas para hablar, habría recuperado su movimiento y habría recorrido todo tu miembro un sinfín de veces. Que habría succionado con toda mi alma y con todas las fuerzas que me quedaban para hacerte disfrutar, porque sabes que para eso estaba ahí, porque haciéndote disfrutar a ti disfruto yo. Cuando pienso en como será la vez que me dejes demostrarte lo buena que soy, lo que me esforzaré la vez que te oiga decir que quieres que te haga una buena comida, en lo que te haré disfrutar y por ende, en lo que disfrutaré yo no puedo más que esperar que llegue ese momento y sonreír.

Y una última pregunta, ¿Qué pretendías cuando después de correrte en mi cara me has cogido del pelo levantándome y me has llevado frente al espejo del lavabo de la habitación? No me he sentido así hasta ese momento… sí sumisa y mucho durante todo el rato que he estado contigo pero no así. Me ha costado mucho reconocer mi cara, reconocerme a mí misma detrás de ese reflejo. Veía como tu semen resbalaba por mis mejillas y me costaba creer que esa imagen que devolvía el espejo fuera yo. Supongo que has debido ver en mi cara lo que pensaba, porque cuando me has dicho que me fijara bien, que esa era yo; cuando con los dedos has empezado a meter en mi boca el semen que llegaba a mi barbilla y me has dicho que realmente ese reflejo era yo y que llevara la ropa que llevara o estuviera con quien estuviera todos y cada uno de los días de mi vida, la imagen que devolvía ese espejo era realmente yo, no he podido evitar ponerme a llorar. Es muy difícil asimilar que no eres la mujer decente que siempre has creído ser y que en el fondo de tu alma eres más puta que cualquiera. Es muy extraño pensar que cuando te vistes cada mañana no solo escondes tu cuerpo sino también tu alma, al ponerte cada día la ropa común que lleva la mayoría de la gente que se denomina decente. Es extraño sentirte una puta…. Pero no te harás jamás a la idea lo que me gusta saber que soy así por y para ti, que soy tu puta, la que tú descubriste en su día y la que has modelado con tanta dedicación y mimo, y te aseguro que al pensar en ello, que ahora ya en casa, habiéndome duchado y cenado y estando totalmente relajada en mi cama con la tranquilidad de después de una sesión, y mirando de nuevo al techo con la luz encendida, no puedo más que sonreír mientras me duermo y pienso en ti.

Espero profundamente que os haya gustado. Me encantaría recibir vuestros comentarios.

Un beso a tod@s!

Persephone