Y sigo trabajando III
Me encuentro disfrutando de uno días libres después de navidad, sin embargo unos imprevistos me llevan donde mi jefe donde tiene lugar otro episodio nunca antes vivido por mí.
Hola de nuevo, retomando el hilo del último episodio, tras aquella especial nochebuena me dispuse darle un gran día de navidad a mi esposo, como podéis imaginar no tenía yo el coño para muchos ruidos después de lo sucedido, así pues mi día especial de navidad se basó básicamente en cuidar y mimar a mi marido, pasamos todo el día en la calle y ya a última hora aunque no me apetecía nada, hicimos el amor, nada que ver con lo de la noche anterior pero, es mi marido y le quiero. No os asustéis, entiendo que no es esa experiencia la que queréis que os narre, y no lo aré.
Pasado el día de navidad, me desperté para ir al trabajo, me encontraba en el tocador cuando escuché el móvil, aunque era temprano para recibir una llamada estábamos todos en casa, así que sin preocuparme en exceso me dirigí a contestar. Era D. Andrés, me daba el resto de la semana libre porque tampoco él estaría en casa, sin embargo me pidió que me acercara a recoger una llave, pues, en los próximos días iría un técnico para hacer unas reparaciones, sin más colgué y me acerqué a casa de mi jefe, pues según me había dicho le esperaba un largo viaje y quería salir enseguida. Como no tardaría en regresar cogí el coche y siendo así tampoco me puse gran cosa, de hecho llevaba puesta la bata del trabajo sin nada debajo, total no le iba a enseñar nada que no hubiera visto y probado ya, que fresquita bienes me dijo nada más verme al abrir la puerta. Una vez me dentro me dio un cachete en el culo y me subió la bata, yo retiré su mano diciendo: tiene prisa jefe, me volvió a coger del culo esta vez acercándome hacia él y besando mi boca, después me empujo de la cabeza hacia abajo haciéndome una clara alusión a lo que deseaba, mientras mirándome a los ojos me decía: No digas tonterías, siempre hay tiempo para un trabajito fino, además, estoy seguro de que no te quieres privar de una buena lechada, estarás cuatro días sin probarla, efectivamente chupé con entusiasmo hasta que tuve mi recompensa. Antes de marcharme me recordó que me llamaría cuando fuese a ir el técnico, y me pidió que pasara por allí de vez en cuando para asegurarme de que todo estaba en orden, regar las plantas etc. Me dijo que no me preocupara que me pagaría esos días como si hubiera estado trabajando, le di dos besos en la mejilla y me despedí hasta el lunes.
Me encontraba yo terminando de hacer la comida, cuando de nuevo volvió a sonar el teléfono, era D. Andrés, me avisaba de que sobre las 10 de la mañana pasaría por allí el técnico para hacer las reparaciones, también me avisó que se acercarían unos amigos a comer, pues estaban ya en el pueblo, pensando que él se encontraba allí, me pidió que los atendiera mientras estaba allí el técnico, luego me fuera a casa y ellos me acercarían las llaves al marcharse, yo le dije que no habría inconveniente, que se quedara tranquilo.
A las diez menos cuarto de la mañana ya me encontraba en casa de mi jefe, me senté en la mesa del salón, a tomar un café mientras esperaba a técnico, no llevaba allí más de diez minutos cuando se presentaron los amigos de mi jefe. Eran tres, supongo que serían de su misma edad aunque parecían algo mayores, menos cuidados que D. Andrés y por supuesto mucho menos atractivos, tampoco tenían su educación y amabilidad, y no tardaron en insinuar la suerte que tenía D. Andrés de tener una mujer así allí, este comentario me hizo pensar si mi jefe se había ido de la lengua a sus amigos, sin embargo pronto deseché aquella idea, como un caballero como mi jefe iba a hacer una cosa así, me parecía imposible.
Les serví una café a cada uno, y se sentaron en el sofá, hablaban entre ellos me miraban y se reían, para mi no pasaba inadvertido que se fijaban en mis piernas, y sin querer me puse a pensar en aquél primer día de trabajo, cuando quise recordar tenía las piernas medio abiertas y mis admiradores se frotaban la polla por encima del pantalón, yo fingía no darme cuenta disimulando con la revista que tenía en la mesa, pero tanto recuerdo me había excitado sobremanera, tenía que hacer algo antes de que aquello se me volviera a ir de las manos, estaba a punto de levantarme cuando sonó el timbre, era el técnico , un chico de color bastante simpático, pregunto por mi jefe y me explicó lo que este ya me había dicho, saludó a mis acompañantes con un sonrisa y un buenos días y me siguió a las estancias donde tenía que trabajar. Yo no quería volver al salón con aquellos señores así que aproveche para recoger un poco la casa, comencé por el despacho de D. Andrés, también allí se encontraba trabajando el técnico, el chico era bastante feo pero con unos músculos bastante definidos, hablaba poco únicamente se limitaba a sonreír, supongo que porque tendrá problemas con el idioma, en dos ocasiones le pille mirándome el trasero, la segunda ni siquiera intentó disimularlo. Aceleré mis trabajos para salir de allí cuanto antes, volvió a sonar el timbre, y me encaminé a la planta de abajo para abrir la puerta, era mi marido, me había dejado el móvil en casa y venía para ver que tenía que hacer de comida, iba a explicárselo cuando los amigos de mi jefe nos invitaron a comer paella la habían encargado en un restaurante cercano, insistieron en llamar y pedir para dos personas más, tanto insistieron, que no me quedó más remedio que aceptar su oferta.
Pasadas la dos de la tarde Sebastián, que así se llamaba el técnico se marchó comer, le insistieron en que nos acompañara, pero se excusó diciendo que tenía que recoger o comprar algunas cosas para poder continuar con su trabajo.
Hacía una tarde estupenda y nos encontrábamos todos en el jardín de mi jefe, los hombres hablaban de futbol, caza y pesca también de coches, mi marido parecía disfrutar de aquella de tarde, había conectado enseguida con aquellos hombres, especialmente con Pedro, aunque todos participaban de la conversación, era Pedro quien se mostraba más entusiasmado con alguno de los lugares de pesca, que mi esposo conocía, incluso hicieron planes para ese mismo fin de semana, visitar alguno de ellos. Yo los dejé allí con sus más que importantes conversaciones, y acudí a abrir la puerta, era Sebastián, de nuevo le acompañé al despacho al despacho de D. Andrés, y me volvía a la cocina, en el lavavajillas aún quedaba la cubertería de la noche de la cena, la aparté para meter los cacharros que habíamos utilizado en la comida, y luego me dispuse a guardarlos, Sebastián entró en la cocina en ese momento, como siempre con una sonrisa de oreja a oreja, yo estaba pegada a la encimera con la vajilla buena en las manos, no me dio tiempo a girarme cuando note una mano en mi trasero, se puede saber qué haces, le dije, pero no reaccionaba, mi marido está fuera, que cojones te pasa, insistía, pero no solo no apartó su mano, ahora también pegó su cuerpo al mío, estaba muy asustada, tenía la encimera de la cocina delante y no acertaba a dejar la vajilla, el tenerla en las manos me suponía un problema insuperable, como iba a dejar caer esa vajilla, no podía, mientras tanto Sebastián se despachaba agusto con mi culo, ahora se restregaba contra mí, por fin me reaccioné y deje la vajilla sobre la encimera, me giré para abofetear a aquel desgraciado, pero me recibió con un beso en la boca, y posando su mano en mi coño, intenté resistirme, pero sin armar escándalo, mi esposo estaba fuera y con tres desconocidos, no quería ni imaginar si se enteraban de lo que pasaba dentro, y mucho menos de si esa situación llegaba a oídos de mi jefe, yo giraba la cabeza con vehemencia intentado esquivar su boca, mientras tanto él intercambiaba lo magreos en mi culo con caricias en mi entrepierna, comenzaba a notar sus dedos por encima de mi ropa y muy a mi pesar comenzaba a gustarme, no lo pude resistir más y busqué sus labios, le bese con lujuria recorriendo cada rincón de su boca, mientras que con mis manos le apretaba contra mí desde su culo, él, había abierto la parte superior de mi bata y lamia mis pechos, mis pezones estaban como clavos y mi coño chorreaba, pero mi marido y esos tres viejos estaban fuera, le aparté de mí y le explique que así no podía follarme, pero que le iba a hacer una mamada que nunca olvidaría, me arrodillé frente a él y desabroche su pantalón entre besos a su paquete, aquella verga tapada solo con slip ya apuntaba maneras, pero lo que vi cuando lo bajé me dejó helada, aquello era descomunal, su longitud era bastante mayor que la de D. Andrés, pero esta además tenía un grosor impresionante, ni siquiera estaba segura de que aquello me entrara en la boca, comencé lamiéndola entera después me encargue de sus pelotas y luego intenté engullirla, me costó bastante pero conseguí meterme un buen trozo dentro, ensimismada en esta tarea me encontraba, cuando desde fuera escuche la voz de mi esposo: cariño? Vamos para casa que quiere ver Pedro unas cosillas, de acuerdo amor, le dije sacando aquel mástil de mi boca, mientras observaba la pícara sonrisa de Sebastián.
Al escuchar como se cerraba la puerta del patio, me levanto y me llevó a una de las habitaciones, concretamente a la de mi jefe, allí terminó de quitarme la bata, me sentó en la cama y me volvió a dar su polla para que se la chupara, ahora no había excusa y estaba segura de que querría follarme, por eso decidí ensalivar bien aquel aparato. No se a que se debía, supongo que será por el nerviosismo de poder tener dentro de mí aquel aparato, o el estado de excitación que había sentido desde aquella mañana, quizá el morbo de haber estado comiendo una enorme polla mientras mi marido se encontraba a escasos metros de mí además acompañado de los amigos de mi jefe que se puede decir que es mi amante, el caso es que cuanto más chupaba aquella polla más me fascinaba hacerlo, la recorría con mi lengua en todo su esplendor, bajaba hasta sus pelotas y me la metía todo lo podía en la boca pero esto lo hacía tomándome mi tiempo, sin prisa pero con entusiasmo, mi lengua se entretenía en su capullo recogiendo con la punta las primeras gotitas de líquido pre seminal su sabor me encantaba. Sebastián me tumbo sobre la cama y se puso entre mis piernas, yo le miraba fijamente estaba asustada por el tamaño de su polla, nerviosa por lo que estaba sucediendo, pero en el fondo lo estaba deseando, te gustará, no tengas miedo me dijo, me cogió de la cintura y me acercó hasta su polla, ahora no había vuelta atrás me follaría y yo lo deseaba.
El glande de Sebastián acariciaba mi almeja, poco a poco con dulzura la fue recorriendo varias veces, después note la presión de su capullo que intentaba abrirse camino hacia mi interior, la metía poco a poco, con mucha lentitud, a cada milímetro de polla que me entraba notaba las paredes de mi vagina ceder, se ajustaba a su mástil como un guante y me provocaban una mezcla de dolor y placer que me estaban volviendo loca. Por fin la tenía toda dentro, las embestidas seguían siendo lentas, suaves, y mi coño cada vez admitía a aquel extraño con más comodidad, el dolor dejó paso a un placer indescriptible para mí, cada vez que la metía notaba su glande en el cuello de mi útero, no soporte más y me corrí. Cuando Sebastián se tumbó sobre la cama y me hizo un gesto para que me pusiera encima no me podía levantar, me temblaban las piernas del orgasmo que acababa de tener.
Con las rodillas clavadas en la cama, muy despacio me fui introduciendo la polla de Sebastián en mi coño, mientras tanto él acariciaba mi culo abriendo los cachetes y dándome alguna cachetada, también daba pequeños mordisquitos a mis pezones que aún estaban duros como piedras. Sus manos pasaron de mi culo a mi cintura, y desde allí comenzaron a marcar el ritmo de la penetración, cada vez aceleraba un poco más el ritmo, y su boca se encargaba de mis pechos con más frecuencia, me tenía totalmente entregada no había pasado ni diez minutos de mi primer orgasmo y tuve otro bestial, por suerte la casa de mi jefe se encontraba bastante retirada del núcleo urbano, de lo contrario mis gritos aquella tarde me habrían traído algún problema, vivo en un pueblo pequeño y ya se sabe.
Sebastián me colocó a estilo perrito volvió a restregar su polla por mi raja y me la volvió a insertar hasta el fondo, esta vez sin tantos miramientos. Se me escapo un gruñido pero encaje bien la embestida, comenzó a follarme de una forma algo más dura, cada cierto tiempo cambiaba el ritmo de follada haciéndola más intensa, no sé el tiempo que llevaríamos así no creo que mucho aunque a mí se me estaba haciendo cortísimo, mi negro se levantó y sacó su polla, cuando volví a notar su tacto estaba a la entrada de mi culo, yo me acojoné entera, era imposible que eso entrara dentro por allí, su grosor había ensanchado las paredes de mi coño, me reventaría el culo si la metía, sin embargo no dije nada, me tenía totalmente entregada, podía hacer conmigo aquello que quisiera.
En el primer apretón note un dolor agudo en mi agujerito anal, Sebastián apretaba su polla contra mi culo produciéndome un dolor brutal, a ese intento le siguió otro y otro, apenas había metido medio capullo y a mí se me saltaban las lágrimas de dolor, al final desistió en su empeño y recorrió con su lengua toda mi espalda hasta llegar a mi boca. De pie como estaba volvió a ensartarme la polla en el coño, pero eta vez cerró mis muslos, de esta forma la notaba dentro con mucha más intensidad, al estar en cuclillas los empujones eran hacia abajo y sus manos de nuevo en mi cintura acompañaban empujando de mi hacia atrás, aquello era increíble en toda la follada no pude abrir los ojos ni tampoco dejar de gemir, de nuevo me llegó otro orgasmo, de nuevo era bestial.
Los movimientos de Sebastián delataban su inminente corrida, pero aún me aguardaba otra sorpresa. Por fin pude abrir los ojos para disfrutar de la corrida de mi amante y me quedé atónita, ante mí se encontraban los dos amigos de Pedro, que al parecer no habían acompañado a este a casa con mi marido, los dos tenía las pollas bien duras en la mano pelándosela como monos, una sonrisa bastó para que se acercaran a mí, mientras tanto Sebastián descargó sus pelotas dentro de mí chocho, cuatro potentes torrentes de leche que me llenaron por dentro, los dos viejetes apenas se acercaron a mí, descargaron sobre mi cara. Ambos intentaron meterla en mi boca, los cabrones querían volver a empalmarse para seguir con la fiesta, pero les dije que bastante espectáculo habían tenido ya.
Apenas me había levantado de la cama me dio un vuelco el corazón, El rostro de Pedro quien se suponía estaba con mi marido apareció por la escalera, mi cara debía ser un poema ya que todos al verme siguieron mis ojos con los suyos, el hombre que estaba con mi marido estaba allí y yo encontraba desnuda delante de tres hombres con la cara llena de lefa mientras parte de la corrida de Sebastián recorría mi muslo. Nada más entrar por la puerta de la habitación me miró a los ojos y dijo: valla, parece que os habéis estado divirtiendo, tranquila he venido solo, tu marido se quedó en tu casa. Los otros dos añadieron: lo ves guarrilla, la fiesta puede continuar. Me lave la cara, me vestí y marche para casa, al salir les dije: despedir a Sebastián, luego vendrá mi marido a por las llaves.
Ya sola en casa me puse a meditar sobre lo sucedido, esta vez había estado cerca, además comencé una felación a escasos metros de mi marido, cuando este se encontraba acompañado, su humillación de habernos descubierto hubiera sido insoportable, algo tenía que hacer, cada vez que tenía cerca un hombre me volvía loca y no podía evitar abandonarme a él, lo tenía claro el lunes hablaría con D. Andrés y dejaría el empleo.