¿Y si se entera mi marido?

Lucía es una mujer que disfruta poniendo cuernos a su marido aunque sea con dos de sus mejores amigos.

1ª Parte

Como de costumbre me disponía a subir a clase después de un día bastante atareado con los niños. Eso de corregir a las dos de la tarde suele ser un poco aburrido, pero bueno, hay que hacerlo y si no se acumula el trabajo. Como cada tarde sobre esa hora cruzaba Oscar para su clase y asomaba su cabeza para preguntar cualquier cosa, la cuestión era hablar un rato. No se trata de ser prepotente ni nada de eso, pero sus signos eran evidentes, yo le atraía, y a mi él también me atraía bastante, así que no me importaba para nada charlar y recrearnos la vista el uno con el otro. Oscar es un tipo alto, morenos con los ojos verdes y bastante simpático; además tiene un físico de escándalo, no es el típico musculitos de gimnasio pero sí que tiene un cuerpo bien definido. Yo no es que sea como esas esculturales modelos superaltas y con piernas kilométricas, pero supongo que son mis curvas lo que más llaman la atención ante el público masculino; mido 1,65 (ya veis que de alta nada), pelo negro, ojos marrones, lo normas, pero eso sí, sé como hacer destacar mis encantos y eso se valora mucho en una mujer (o al menos eso es lo que me dicen).

Puede que lo único que nos frenara era que los dos éramos casados y pensar que el otro no cedería a alguna proposición "indecente", el miedo al "no porque estoy casad@". Por lo demás no había nada que nos impidiese mantener algún tipo de relación más íntima. Éramos dos jóvenes atractivos y guapos fascinados el uno por el otro.

Llegaron los días de Navidad y como cualquier otra empresa en el colegio también hacemos nuestras comidas y cenas; ese año tocaba cena y decidimos que sería entre compañeros, nada de parejas que ya se sabe que te frenan un poco a la hora de pasarlo bien.

Decidí enfundarme en un elegante pero a la par sencillo vestido rojo de escote a la caja bastante pronunciado. Me gusta vestir bien y llamar la atención, además, estaba cansada de ir siempre tan informal, para una vez que salimos con los compañeros pues que me vieran diferente. Se trataba de una falda cortita, de esas que las viejecitas, supuestamente recatadas, miran de muy malas maneras; cuando salí de casa mi marido quedó un poco mosqueado, no quería que para una cena en la que salía sin él llevase ese vestido, pero como siempre, hice lo que quise y me dispuse a salir sin la menor intención de mosquearme.

Llegué al restaurante donde era la cena y aún no había aparecido ni la mitad de mis compañeros, así que me dispuse a ir a la barra y aprovechar para tomar algo. Conversé durante un buen rato con el director y unos cuantos compañeros más hasta que vi el momento en que aparecía Oscar; me hice la tonta, como si no me hubiese dado cuenta, quería que fuera él quien se acercara. No lo he dicho pero me había arreglado pensando en él, con la única intención de llamar su atención y ese era el momento de descubrir si realmente había cumplido mi cometido.

Y así fue, se acercó hasta donde conversábamos, saludó a todos y luego me dio dos besos y me dijo:

  • Vaya, suponía que era imposible verte más guapa, pero veo que si lo es.

  • Muchas gracias. Tú tampoco estás nada mal – le dije mientras lo miraba de arriba abajo.

Luego empezaron las típicas bromas entre compañeros, que si yo también estoy muy guapo, que habíamos sacado nuestras mejores galas, las típicas tonterías.

  • Te sentarás a mi lado no?- me preguntó Oscar.

  • Es que no había pensado sentarme en otro sitio, ya sabes que me encanta hablar contigo.

  • Bueno, entonces voy a poner los abrigos en las sillas para que no nos quiten los sitios.

  • Vale, pero ten cuidado que ya sabes que aquí la gente tiene la lengua muy larga.

  • Ya lo se, y Pedro se puede chivar de cualquier cosa, ya sabes como es.

  • Bueno, de ese ni me hables – le dije con tono muy serio.

Pedro era el típico que estaba en todo. Era amigo común de los dos y de nuestras respectivas parejas y era un metomentodo. Siempre andaba con chismorreos y no me caía nada bien, pero me llevaba dentro de lo posible ya que era muy amigo de mi marido. A simple vista nadie entiende como es que aún no tiene pareja estable, pero cuando se le conoce un poco se va comprendiendo el por qué. Es un tío muy atractivo, rubio, ojos color miel, buen porte, pero la boca le pierde.

Nos sentamos para cenar y todo fue muy tranquilo; estuvimos un buen rato hasta que la gente empezó a cansarse de estar allí sentada. Comenzamos a levantarnos y quedamos es que íbamos a ir a un local en el que nos solíamos reunir; era amplio y nosotros muchos así que nos decidimos partir hacia allí.

Entre copas y copas empezamos a bailar y a desmelenarnos. Después de cómo había ido la cena pensé que iba a ser una noche bastante aburrida y que no tardaría en irme pero aquello empezó a animarse por momentos. Empezamos a bailar unos con otros y otras, intercambiando de parejas por momentos pero todo muy divertido. Llegó el momento en que Oscar y yo coincidíamos y con el efecto de las dos copitas de más que llevábamos dejamos llevarnos por el momento; comenzamos a bailar y nos dimos cuenta de que todo el mundo hacía lo mismo, aquello parecía una de esas fiestas en las que todo el mundo toca a todo el mundo, pero que la cosa se queda ahí; así que nosotros no íbamos a ser menos y empezamos a bailar y a tocarnos; sus manos fueron directas a mis nalgas y sus ojos iban de mis ojos a mi escote y de mi escote a mis ojos; no nos decíamos nada, nos dedicamos a bailar nada mas y a sobarnos como buenamente podíamos intentando no despertar muchas sospechas de que detrás de esas caricias había muchos más deseos acumulados.

Notaba como sus manos rozaban mi cuerpo por encima del ceñido traje; como sus ojos se clavaban en mi, como su lengua relamía sus dulces labios deseando morder los míos; mientras que mi cuerpo no dejaba de contonearse al compás de la música, cada vez más sugerente, usando mis armas de mujer, con una mirada felina que sólo deseaba que aquel hombre me poseyera en aquel preciso instante. Pero fue cuando apareció Pedro, él siempre tan oportuno; era el cambio de pareja y se dedicó a sobarme de arriba abajo, me miraba con cara de deseo, iba bebido y daba la sensación de que había estado observando como bailaba con Oscar y pensaba que con él iba a ser lo mismo. Decidí seguirle un poco el rollo no fuera que tuviera la mosca detrás de la oreja y fuera con el cuento a Jose (mi esposo). Cogía sus manos y las dirigía a mi antojo, intentando que no me sobara más de lo que había hecho:

  • Te gusta más como baila Oscar?

  • No, la verdad es que tu lo haces mejor – le dije con la más falsas de mis sonrisas – lo siento, tengo que ir al baño.

  • Te acompaño?

  • No te preocupes, sé ir solita

  • Bueno, entonces aprovecho y saco a Clara a bailar que está solita.

  • Mira, pues haces bien.

No dudé en salir de estampida al baño; había sido solo una excusa para apartar esas manos sátiras de mi cuerpo, pero aproveche para retocarme un poco, ya se sabe como somos las mujeres, que si el lápiz de labios, el retoque del pelo, el lápiz de ojos … , ¿por qué creéis los hombres que tardamos tanto? jajajaja.

La cuestión es que cuando salí estaba Oscar en la puerta esperando.

  • Ups, que sorpresa ¿acabas de salir del baño?

  • Que va, vi como venías hacia aquí y aproveché para un baile a solas.

  • Un baile a solas.

Fue cuando me empujó dentro del baño, cerró la puerta y sin más explicaciones me echó contra la pared y empezó a besarme como un loco. Al principio me pareció un poco brusco, incluso descarado por su parte, pero a la vez que pensaba esto me di cuenta de que era lo que realmente deseaba y fue su salvajismo lo que más me excitó. No dejaba de sobar mis tetas mientras me besaba casi arrancando mis labios con sus mordiscos pasando al cuello y bajando hasta el escote. No podía evitar soltar suaves gemidos, pero entre el estruendo de la música y la gente hablando supongo que nadie lo pudo percibir. Oscar continuaba su sobeteo y fue cuando metió su mano debajo de la falda cuando comencé a resistirme un poco; pensé que todo iba a quedar en eso, rozarnos y besarnos pero nada de sexo explícito. Cuanto más me resistía más insistía él.

  • Ahora te vas a negar? Si lo estás deseando zorra.

  • Oscar, déjalo por Dios, me estás haciendo daño.

  • Daño el que tengo en los cojones de las ganas que tengo de follarte.

Nunca me había imaginado a Oscar así, pero detrás de esa Lucía asustada se escondía una Lucía que deseaba que le hiciera eso y mucho, mucho más.

Yo no dejaba de decirle que parase, pero supongo que se daba cuenta de que yo no ponía apenas resistencia, es el típico quiero pero no quiero (y la verdad es que no sé por qué tenía ese lado de no quiero, porque estaba disfrutando muchísimo).

La cuestión es que llamaron al baño:

  • ¿Hay alguien?

  • Sí, esta ocupado – no tardé en contestar rápidamente – y voy a tardar un momento Laura, ahora cuando salga te aviso.

  • Vale, gracias, estaré en los sillones, avísame cuando acabes, por favor.

No podíamos arriesgarnos a que nos vieran así que me arreglé corriendo y Oscar hizo lo mismo, aunque para él iba a ser más difícil disimular su excitación.

Salí yo primera con mucho cuidado de que nadie viese salir a mi amigo del baño y tuvimos la suerte de que no había nadie más esperando. Corriendo fui donde estaba Laura y le dije que el baño ya estaba solo, si no se daba prisa se lo iban a quitar.

  • Me encantaría seguir lo que hemos dejado a medias.

  • No sé Oscar, todo esto se nos está escapando de las manos.

  • No seas tonta Lucy, sabes lo que hay entre nosotros y solo es atracción, demos rienda suelta a la imaginación aunque sea una noche y si nos gusta

  • Pero, cómo lo hacemos? – hasta a mi la pregunta me pareció tonta, parecía una niña pequeña.

  • Me encanta cuando te pones en plan inocente; yo de momento me despido de todos y tú hazlo en 10 minutos, te espero en la puerta de atrás, nunca sale nadie por ahí, así que nos será más fácil escabullirnos.

  • De acuerdo, en 10 minutos.

Estuve dando vueltas por el local durante un rato hasta que vi que había pasado más o menos 10 minutos. Me despedí de algunos de mis compañeros y compañeras y me dispuse a ir a la puerta trasera. Allí estaba Oscar y parecía impaciente:

  • Creía que te habías arrepentido.

  • Cuando tomo una decisión soy muy firme y si te dije que vendría era porque lo iba a hacer – y le guiñé un ojo.

Ya que estaba la decisión tomada pensé que era el momento de pasarlo bien, así que ahora iba a disfrutar de verdad. Oscar me cogió del culo mientras nos íbamos a los coches y hablábamos del hostal donde íbamos a pasar nuestra noche más loca (o al menos eso creía yo) y no dimos ni dos pasos cuando me apretó contra él y comenzó a besarme como lo había hecho en el baño. Me llevó contra la pared del callejón oscuro, sólo la penumbra de una farola dejaba entrever nuestras siluetas y empezamos allí a sobarnos mutuamente; ahora era él el que estaba desconcertado, me había vuelto una loba a la caza de su presa, lo deseaba tanto que no dudé en dirigir mi mano a su polla y bajar su cremallera para tocarla, acariciarla, sobarla…; mientras él me besaba y como podía metía la mano debajo de mi abrigo y de mi falda para ir a parar al minúsculo tanga, del que tiraba con fuerza hasta que consiguió arrancarlo. Era lo más salvaje que me habían hecho nunca así que la situación comenzó a ser tan excitante que mi coño se empapó al momento, lo que Oscar pudo comprobar ya que no dudó en comenzar a rozarlo con sus dedos hasta meter dos de ellos de golpe.

  • Ah! MMMMMMMMM!

  • Sssssss, nos van a escuchar zorra – me decía él.

  • Me da igual, sigue mmmmmm que me gusta, me encante que me llames así.

  • Es que ahora eres mi puta y te voy a tratar como te mereces.

Comenzó a embestirme fuerte con sus dedos empapando su mano mientras que con la otra agarraba bien mi culo para poder empujar más y más. Yo mientras no dejaba de menear aquella polla dura y gorda que estaba empalmada a más no poder. Deseaba saborearla, había soñado muchas veces con metérmela en la boca, pero nunca creí que iba a llegar ese momento. Así que aprovechando que esos recuerdos me afloraban y que estaba cachonda como una perra, como pude me agaché y me la metí de golpe y ufffffff estaba de vicio, si si, de vicio, cuanto más la metía en mi boca más quería, y más, estaba deliciosa; apenas entraba en mi boca de lo gorda que era y la llevaba hasta mi garganta, quería más y cuando escuchaba a Oscar gemir y pedirme más, más aún me excitaba y más ganas de darle placer me daban. Disfrutábamos de cada lamida, de cada chupada, de cada succión que hacía de su gordo capullo.

  • Eso es guarra, cómemela así, que bien la chupas, eres una buena zorra – me decía mientras empujaba mi cabeza contra su tremendo rabo- toma mi polla, es toda tuya esta noche, te la voy a meter hasta que revientes de lo guarra que eres.

Yo sólo podía soltar gemidos guturales ya que no me daba opción a sacarla de mi boca. Notaba como mi saliva envolvía toda su polla y como resbalaba. Seguía el ritmo que él me imponía con sus empujones en mi cabeza y sus movimientos de caderas.

De repente me pareció oír algo, miré de reojos y pude ver como en la oscuridad una figura nos observaba detrás de unos contenedores, pero aún viendo que yo miraba no se movió de allí, siguió observando como le comía la polla a aquel cabrón que me trataba como a una puta, comiéndole el rabo en medio de la calle. Me resultó excitante aún sin saber quien era, me daba igual, nunca imaginé que aquello supondría ningún problema, ni que se iba a convertir días más tarde en una amenaza para mi matrimonio.

La cuestión es que Oscar me hizo parar, quería correrse ya pero no en mi boca, por lo menos de momento, así que me puso mirando a la pared y apoyada en las palmas de mis manos, poniendo mi culito hacia él para que consiguiera metérmela por el coño desde atrás. No tardó en correrse, mientras yo no dejaba de hacer gestos obscenos hacia el "amigo invisible" que se había unido a nuestra fiesta particular. Sabía que entre la penumbra vería como mis dedos entraban en mi boca simulando una polla, como relamía mis labios y como mis ojos pedía más y más.

  • Toma, zorra, esto es lo que te mereces después de haberme recalentado ahí dentro, jodete si te duele – decía Oscar mientras las embestidas eran más y más fuertes.

  • Si, si, dame más, quiero que me la claves más, siiiiiii, ahhhhhhh, uffffff, como follas joder.

Dolía hasta cierto punto, pero era un dolor que me gustaba, sabía que no tardaría mucho en correrse ya que sus sacudidas eran cada vez más rápidas y fuertes, hasta que llegó el momento

  • Me corro joder Lucy, me voy a correr ya, no aguanto, no aguan

  • Siiiii, dámela toda, echa en mi coño toda tu leche, la noto calentita siiiiiii que bien que bien.

Cuando acabamos el polvazo (porque no tiene otro nombre) ni me acorde del mirón. Solo me dispuse a ponerme bien la ropa y a decirle a Oscar que nos fuéramos que tenía ganas de cabalgar un rato. Deseaba montarlo, follármelo yo, ser yo quien dominara en algún momento la situación, aunque también deseaba que me dominara más, ser su esclava.

Después de acordar dónde íbamos nos montamos cada uno en nuestro coche y llegamos al hostal. Mientras nos tomaban los datos me quité el abrigo y pude ver como el recepcionista no dejaba de mirar los pechos. No me había dado cuenta cuando me arreglaba en medio del callejón que había dejado el escote más pronunciado de lo normal y se veían mis tetas bastante llamativas detrás del escotazo del vestido rojo. Oscar se dio cuenta y no tuvo otra cosa que decir:

  • Las tiene bonitas eh?

  • Como dice señor?

  • Decía que tiene las tetas bonitas, no te imaginas el atracón que me voy a dar esta noche.

No sé si el recepcionista o yo nos quedamos más cortados, pero me di cuenta del juego de Oscar y decidí seguirlo. Me cogió por la cintura y allí mismo empezó a morrearme a lo guarro, mmmm me encantaba que lo hiciera así y el hombre que teníamos enfrente se quedó bastante cortado, pero eso no le impidió quedarse fijo mirando como aquello hombre me sobaba el culo mientras me besaba pasando la mano de mi éste a mis tetas.

  • Aquí tienen las llaves – llegó a decir.

  • Gracias.

Enseguida le dimos la espalda y seguimos nuestro camino a la habitación; Oscar dio una palmadita en mi culo, ese que no dejé de contonear a posta mientras nos dirigíamos pasillo adelante hacia las escaleras. Cuando giré la cabeza para ver a este hombre hice deslizar mi lengua por mis labios, en una provocación que sólo llevaría a que éste dejara volar su imaginación.

Una vez llegamos a la habitación no pudimos evitar devorarnos como leones, deseándonos el uno al otro; yo sólo quería volver a sentir su polla en mi, en cualquier zona de mi cuerpo, pero no, se limitó a subirme la falda y con el vestido a medio quitar, hecho un guiñapo aún sobre mi cuerpo comenzó a lamer mi coño; parecía un perrito, jugueteando con mi clítoris y lamiéndolo mientras que sus dedos se iban introduciendo en mi agujero chorreando por su saliva y por mis flujos. No me reprimí ni por un momento en dar gemidos de placer, sabía que me iban a escuchar, que podían incluso verme por la ventana (que no nos habíamos molestado en cerrar) pero era un factor más al morbo de toda aquella situación. No me podía creer que pudiera disfrutar tanto poniéndole los cuernos a mi marido y menos con un amigo en común. Sabía que aquello iba a ser difícil de llevar más adelante, cuando todo hubiera pasado, pero en ese momento estaba disfrutando como nunca lo había hecho; a Oscar le gustaba llamarme puta, zorra, guarra y eso a mi me excitaba hasta no os podéis imaginar que punto; mi marido jamás me hubiera dicho esas cosas, es demasiado clásico en esto del sexo, pero Oscar estaba llevándome hasta extremos insospechados.

Una vez me hubo relamido bien el coño, no dejó que me desnudara, se limitó a bajar las mangas de mi vestido dejando las tetas al aire y me levantó la falda, se veía que aquello le excitaba y a mi también me gustaba, así que era un aliciente más para la situación. Se tumbó en la cama y lo desnudé muy rápido, estaba deseosa de cabalgarlo como he comentado antes y así lo hice; una vez lo tuve desnudo completamente abrí bien mis piernas y comencé a rozar mi coño por sus piernas; sé que deseaba penetrarme ya, pero yo tenía que llevar aquello a puntos más calientes; con él pude practicar las expresiones de zorrona que nunca me había atrevido con mi marido, relamiéndome los labios, sobándome las tetas, mientras me deslizaba de arriba abajo casi hasta ponerle de nuevo el coño en su boca, eso sí, haciéndole sufrir un poco y quitándoselo enseguida. Comencé a besarle todo el cuerpo, aunque para ser más exacta, más que besarle le lamía todo el cuerpo: las orejas, los labios, el cuello, el pecho, el abdomen, la polla, las ingles, rodillas, el pie… y otra vez arriba, hasta que ya no pude más, subí rápidamente y me la metí de golpe; no pudimos evitar dar un grito de placer los dos; la verdad es que necesitaba exteriorizar todo el gusto que me estaba propinando ese cuerpo y no dudaba en decirle todo aquello que me venía a la cabeza:

  • Eso es cabrón, gime, quiero escucharte pedirme más.

  • Si, zorra, eso es, me encanta como follas, eres una puta de las buenas.

  • Si? eso crees? crees que soy una puta?

  • No, eres una guarra que sabes como poner caliente a un tío; si esta noche no te follaba la polla me iba a reventar.

  • Ya la veo, mejor dicho, ya la noto dentro de mi, mmmmm, está bien dura y bien caliente, tienes ganas de correrte otra vez eh?

  • Estoy loco por vaciarla dentro de ti, de llenarte de mi semen hasta reventarte.

  • Pues aún vas a esperar – al mismo tiempo que le decía esto aminoraba la marcha, no quería que aún se corriera, necesitaba escucharlo.

  • Eres una zorra, y lo has demostrado ahí fuera con el recepcionista, que me hubiera gustado subirte al mostrador y comerte el coño delante del tío ese. Seguro que no hubiera dicho ni media palabra.

  • Hubiera sido excitante.

Solo de pensar en lo que me acababa de decir, necesité subir la marcha y cabalgarlo como una loca, necesitaba notar su corrida dentro de mí, así que comencé a gemir:

  • Si, si, si, ah, ah, ah, me corro joder me voy a correr si si si si si ahhhhhhhhhhhh

  • Eso es, sigue así, no aguanto, no aguanto, si venga dame más, más, ahhhhhhhhhh

En ese momento noté como aquel caño de semen volvía a fluir por mis entrañas y que buena combinación es esta del orgasmo y de la corrida de un tío.

Durante un rato estuvimos tumbados en la cama, acariciándonos y besándonos, comentando lo genial que había sido aquella experiencia, que había que repetirla aunque iba a ser difícil poder coincidir y salir una noche solos, aunque ¿Quién ha dicho que sólo se folla de noche?. Pero bueno, fue una conversación muy agradable entre besos, palabras, caricias, y restregones.

Era muy tarde y sabíamos que iba siendo hora de volver cada uno a nuestras casas. Cuando salimos del hostal le dimos las llaves al conserje y me despedí con un guiño mientras que él dijo:

  • Espero volver a verles pronto por aquí.

  • Y yo también – contestó Oscar con una de sus sonrisas más cautivadoras.

Ya en mi coche nos despedimos con un beso de esos que son interminables y que no puedes parar aunque veas que ya es la hora de irse. Entré en el coche y lo arranqué:

  • Bueno, pues ya nos vemos el lunes en el colegio, no? – acerté a decir, ya que sabía que tenía que decir algo pero no sabía qué.

  • Claro, y hablaremos como todos los días.

  • Pues, entonces, hasta el lunes.

  • Nos vemos preciosa.

Mientras me dirigía con el coche hacia mi casa no dejaba de pensar en lo desinhibida que me había encontrado aquella noche, sin reprimir ningún deseo. Si lo hubiera sabido no habría tardado tanto aquella noche a acceder a lo que Oscar me proponía y hubiéramos podido disfrutar mucho más, pero la cosa sucedió así, y no creáis que ahí quedó todo.

2ª Parte

Después de la fiesta del viernes pasé un fin de semana bastante tranquilito, estaba agotada y necesitaba reponer fuerzas para comenzar las clases el lunes.

Cuando llegué el lunes al colegio todo seguía como siempre, todos quejándose de lo corto que era el fin de semana, que ya podían llegar las vacaciones o algún puente, pero ahí estaba yo, feliz y radiante, sin ningún tipo de remordimiento y con un ápice de excitación cada vez que me acordaba del viernes anterior.

Todo fue genial hasta que llegó Pedro, que pesado, seguro que me diría algunas de sus tonterías de siempre. Se sentó al lado mío mientras hacía unos apuntes antes de empezar las clases y me hizo un comentario que para nada esperaba:

  • Lo pasaste bien después de la fiesta?

  • Como?

  • Pues eso, que cuando te fuiste con Oscar, que tal lo pasasteis?

  • No sé a que te refieres, no se si sabrás que Oscar se fue antes que yo.

  • Si, claro que lo sé, por la puerta de atrás, esperándote para follar como locos.

  • Qué….- y en ese momento me acordé de la persona que no distinguía mientras Oscar y yo estábamos en el callejón.

  • Lo vi todo, vi tu cara de zorra disfrutando como una perrita en celo mientras él te la clavaba por detrás, mientras tú chillabas y le decías a él que te gustaba que te llamara puta, zorra y esas cosas que te llamaría yo, porque te follaba aquí y ahora mismo.

  • Eres un

  • Dilo, un cabrón, me gusta oírlo de tu voz, me excita, de echo, me pone cachondo.

  • No dices más que tonterías y no tengo por qué seguir escuchándote.

Me levanté de mi asiento y me dirigí a mi clase a esperar allí a que dieran las 9 para que entraran los niños. No dejaba de pensar en lo tonta que había sido al dejarnos ver en el callejón. Y pensar que yo le había dedicado mis insinuaciones a aquel depravado mientras Oscar me follaba?.

Mientras pensaba en todo esto volvió a aparecer por mi clase este tiparraco y continuó con sus obscenidades:

  • Quieres dejarlo ya Pedro, por favor – le pedía ya como súplica.

  • Bueno, supongo que cuando se entere Jose

  • ¡Ni se te ocurra! entiendes? ni se te ocurra!. De todas formas es mi palabra contra la tuya.

  • Mejor dicho, es tu palabra contra mis fotos, o no sabes que los móviles son ahora muy modernos – me dijo mientras buscaba las fotos en el teléfono.

  • No te habrás atrevido ha… míralas, a que estás guapa, madre que culo tienes.

  • No se ve mi cara, así que no puedes demostrar nada.

  • No, la cara no se ve, pero ese vestido rojo, ese abrigo, creo que Jose lo reconocería, verdad?

  • Dónde quieres llegar Pedro? No entiendo qué ganas tú con todo esto.

  • Pues eres un poco lenta cielo, yo no se lo digo a tu maridito si tú

  • Si yo qué.

  • A la hora del recreo te espero en mi clase, tú después tienes hora libre y yo también así que "charlamos" más tranquilamente.

Mientras decía esto último sonó el timbre y los niños empezaron a entrar en clase. Me vi acorralada, no podía decirle nada delante de ellos y tampoco podía salir fuera a hablar con él ya que no los podía dejar solos en clase. Me encontré impotente y no pude hacer nada.

Y Oscar? qué pensaría Oscar de todo esto?. No lo había visto en toda la mañana y no sabía si decírselo o no, aquello era un suplicio.

Durante toda la mañana no dejé de pensar en todo lo que me había dicho y de pensar qué podría pasar a la hora del recreo. Qué podría pedirme a cambio? No quería ser más pensada, después de todo no podía llegar a ser tan mezquino. Seguro que me pedía que le hiciera los recreos durante el curso, corregirle exámenes… no sé, pero no creo que me pida nada más allá. Intenté convencerme de ello durante toda la semana y de repente… riiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiinnnnnnnnnnnnnnnnnnngggggggggggggggggggg, la dichosa campana que siempre estaba loca por que sonara para mi café y ese día era mi perdición.

Fui con paso firme pero decidido hacia la clase de Pedro, no sabía que me deparaba esa hora y media de discusión o de lo que fuera o que podría pedirme, pero tenía que ir. Sé que a Oscar le extrañaría no verme en la sala de profesores tomando el café y discutiendo con él lo bueno o malo que podían llegar a ser los lunes. Pegué a la puerta y abrió con la más arrogante de sus sonrisas.

  • Pasa, como si estuvieras en tu clase, te he preparado una silla junto a la mía – fue lo que dijo mientras cerraba la puerta con llave. Me tenía acorralada y eso le gustaba.

Delante de su mesa había puesto dos sillas, la mía era una de las de sus alumnos y la otra era la suyo de profesor; suponía que querría humillarme de alguna manera y lo estaba consiguiendo por momentos.

  • Bueno, ahora que estamos solos y tenemos tiempo hablaremos con más tranquilidad.

  • Dime qué quieres?, de verdad Pedro, esto se está saliendo de madre.

  • Ya sabes lo que quiero y te prometo que después de "esto" te dejo que borres las fotos personalmente.

  • De esto? y que es esto?

Se sentó enfrente mía y empezó a desabrocharse el pantalón:

  • Sé que eres una zorra y que te encanta serlo, si has sido capaz de serlo con Oscar, lo serás conmigo, no te da morbo la situación?

  • Estás loco – me levanté para irme pero me di cuenta de que la puerta estaba cerrada con llave – déjame salir.

  • Cómemela como se lo hiciste a él y déjame follarte, entonces saldrás.

  • Eso es lo que quieres? – le dije sorprendiéndome a mí misma – sólo eso?.

  • Estoy loco sí, pero por follarte y se que no voy a encontrar chantaje mejor que este, así que si quieres que borre las fotos

  • De acuerdo.

Pareció sorprenderle tanto mi actitud que se le quedó la cara perpleja. Parece que en cuestión de segundos pensé en muchas cosas: aquel tío, aunque fuera el bocazas más grande del mundo estaba cañón, la situación me despertaba morbo ya que alguna vez había tenido fantasías de follar en una clase o en algún departamento y si quería salir de allí no tenía más remedio, y no estaba dispuesta a dejarme ver humillada así que si parecía que no me resistía la satisfacción de aquel tío no iba a ser plena y cumpliría su promesa; así que lo hice. Tardé en decidirme, no sabía como empezar, aquello era desconcertante, pero, era lo que había y tenía que hacerlo.

Desde la puerta hasta la mesa de mi compañero me acerqué lentamente y contoneándome como mejor sabía. Mientras caminaba desabroché dos botones de mi blusa, dejando al descubierto el sujetador blanco de encaje; me encanta provocar y aunque aquel tío era un gilipollas tenía que dejarlo contento para que cumpliera su promesa. Retiré la silla que me había colocado y me arrodillé frente a él.

  • Veo que ya me has preparado el desayuno no?

  • Uf, que ganas tenía de verte así, a ver si eres tan buena como decía tu amiguito.

Comencé a lamerle la polla de arriba abajo, muy despacio, con la punta de mi lengua mirándole a los ojos. Aquella polla era enorme, muy grande y larga y apenas me la iba a poder meter en la boca. La babeé todo lo que pude; aquello empezó a gustarme por momentos y aunque al principio fue un suplicio en ningún momento de aquella mañana hubiera pensado que eso iba a ser un placer tanto para él como para mí. La relamía una y otra vez mientras el no sabía más que respirar cada vez más profundo; decidí empezar a metérmela entera (o lo que podía en la boca) y mmmmmmm que rica, estaba deliciosa; yo no dejaba de mirar para arriba mientras Pedro me miraba con ojos desafiantes, no entendía muy bien esa expresión, pero venía a decirme que me fuera preparando para el polvo que me iba a hechar. Me ayudaba de mis manos para meneársela bien. Aquello me encantaba, era un manjar y cuando me daba cuenta de donde estaba la excitación iba a más.

  • Eso es puta, más que puta, porque para comerla de esa manera has tenido que comerte muchas.

Aproveché el comentario para sacarla de mi boca, agarrarla con mi mano y darle un lametón lento que le fue de los huevos a la punta del cipote.

  • Ya no aguanto más – y fue decir esto me levantó me sentó en su mesa y me abrió de piernas.

Rápidamente se desprendió de mis medias y mis bragas y comenzó a comerme el coño; no me lo podía creer, era una bestia lamiéndolo, nada de dulzuras, al contrario, pretendía humillarme y lo que no sabía es que estaba disfrutando como una loca. Me recosté hacia atrás apoyándome con las palmas de mis manos haciendo que la camisa se entreabriese y dejando al descubierto todo el sujetador; deseaba provocarlo, provocar su ira y que la reprendiese conmigo. Aquello estaba resultando una gozada. Lamía mi chochito desde el clítoris hasta mi culo y lo llenaba más aún de saliva, succionando todo lo que podía:

  • Si ya sabía yo que cuando quería probarte era por algo, guarra, que eres una guarra, me encanta el olor que desprende – me decía mientras lo olisqueaba y saboreaba.

  • Te gusta? pues come cabrón, aprovecha ahora que puedes.

Ya no pudo más y fue cuando me bajó de la mesa me hizo levantar una pierna y darle la espalda y empezó a embestirme con los dedos, necesitaba y quería retardar su corrida pero quería verme disfrutar con sus manos y sabía como hacerlo. Me sorprendió mucho como daba placer a una mujer, cómo sabía hacerlo sabiendo reprimir sus instintos de meterla como una mula. Fue entonces cuando me dijo:

  • Y ahora, la escena final mi cielo, te voy a follar y así cumpliremos con el trato.

  • Sabes? Estoy deseándolo, así que clávamela por favor, házmelo ya joder.

Y acto seguido me la metió de golpe y empezó a embestirme como un primitivo, sus huevos me golpeaban con fuerza y mis gemidos tenía que reprimirlos. Encima el muy capullo me cogió de los pelos y tiraba hacia él haciendo la escena más cavernícola aún si podía. No dejó de zumbarme mientras repetía multitud de insultos hacia mí, que no hacían más que acelerar mi orgasmo:

  • Venga zorra, sé que te gusta, córrete guarra, sé que lo estás deseando; que puta que eres, toma, venga toma puta asquerosa, pídeme más, quiero que me pidas más como le pedías al cabrón de tu amigo.

  • Mas? lo que quiero es más fuerza, esa es toda la que tienes?

  • Me estás desafiando?

  • Yo? dame joder me voy a correr, dame mas, si ahora, ahora, si ya ya ya ya ahhhhhhhhhh.

No pude evitar dar un leve grito mientras me sobrevenía aquel orgasmo que me llenó de placer. Fue cuando comencé a notar que toda aquella leche reprimida empezaba a brotar de su polla dura, gorda y grande y me inundaba el coño, notando como resbalaba por mis piernas aquel líquido tan delicioso.

Cuando acabamos necesité sentarme ya que tenía la pierna casi dormida; mientras me ponía las bragas y las medias borró las fotos mientras me comentaba:

  • No sé si borrarla o guardarla para poder chantajearte otra vez, eres una buena zorra.

  • Bueno, yo cumplí es trato, tú también tienes que cumplirlo. Espero estés satisfecho.

  • Desde luego, nunca experimenté que era follarme a la mujer de uno de mis mejores amigos.

  • Ni yo follarme a dos de los mejores amigos de mi marido.

  • Y te ha gustado?

  • Podría haber sido mejor.

Pareció que el último comentario no le había gustado mucho pero… yo había cumplido con mi trato, así que no tuvo más remedio que abrirme la puerta y dejarme ir. La verdad es que había disfrutado muchísimo y la situación me había producido un subidón de adrenalina, pero me hubiera gustado más que hubiera sucedido con Oscar, aunque vista la facilidad con la que se puede hacer en una clase sin que te pillen pensé que algún día probaría con Oscar esta experiencia, supuse que le gustaría.