Y se dió..

Un pequeño encuentro ... para jugar.

Tenía una mezcla de sensaciones, entre nervios y excitación, sobretodo mucha excitación. Tenía muy claro que la ocasión se lo merecía, e iba decidida a por ello, a pesar de que nunca antes lo hubiese hecho. Me arreglé más de lo habitual y me puse una ropa muy provocativa, un jersey con un escote considerable y una falda que se me ceñía tanto al cuerpo que se podía observar la marca del tanga que llevaba. Me sentía sexy, más mujer que nunca, y eso tenía que notarse. Estaba retocando los últimos detalles cuando sonó el timbre. Ya había llegado la hora.

Abrí la puerta y lo atraje hacia mí. Lo saludé con un beso efusivo, eso hacía notar que quería más, pero a la vez, el beso era apasionado. Él me respondió de la misma manera. Y nuestros cuerpos empezaron a aumentar de temperatura. Pero, cuando la situación iba derivando a palabras mayores, le susurré un segundo después de morderle la oreja:

  • Ponte cómodo, tengo una pequeña sorpresa para ti.

Y lo hice sentar en el sofá. Me coloqué delante de él, firme, brava. Por dentro, mi cuerpo ardía.

  • Las reglas del juego son muy sencillas: no puedes tocarme, solamente observarme.

Y él asintió con la cabeza.

Sonaba una música calmada pero muy incitante. El clima empezó a coger intriga. Y yo empecé a contonearme a ritmo de la música, lenta y morbosamente. Le mantenía la mirada fija, a los ojos, y él me la devolvía, mientras iba suspirando de vez en cuando. Poco a poco, me fui quitando el jersey… y luego ese sujetador que pedía a gritos que lo desabrocharan con los dientes. Me fui acercando, manteniéndole la mirada fija, y puse mis rodillas una a cada lado externo de sus piernas. Su cara miraba ahora mis senos, y yo podía notar como su sexo ya había empezado a endurecerse. Cuando volvió la mirada, yo me acerqué todavía más, y pasé mi lengua suavemente por sus labios, tan solo para tocarlos ligeramente y así él poder sentir la tentación de querer ser mordidos y comidos. Entonces me aparté y seguí moviéndome de forma sexy, pero esta vez dándole la espalda, y me empecé a bajar la falda tan y tan ceñida. Y le siguió el tanga.

Me quedé totalmente desnuda frente a él, y para darle todavía más morbo, me empecé a tocar todo el cuerpo, subía y bajada por los senos, y los estimulaba, y bajaba hasta mi sexo y hacía lo mismo con él… me gustaba observar sus reacciones al verme tocarme. Estaba totalmente excitado, y lo notaba, a parte, porqué los ojos se le estaban empezando a entrecerrar. Me ponía mucho.

De nuevo, me empecé a acercar a él, lentamente, repetí mi postura y le dije esta vez, a dos milímetros de su boca:

  • Esto no ha hecho nada más que empezar.

Y me lancé a comerle la boca. Lo mordí tan efusivamente que se podían observar pequeñas marcas de mis dientes en su cuello, le lamía los labios, los succionaba, y él no dejaba de excitarse, y yo lo notaba duro. Tenía muchísimas ganas de devorarlo por completo.

Y, de pronto, se levantó conmigo en brazos, me empotró contra la pared y me empezó a comer el cuello, los lóbulos de las orejas, me mordía los pezones… bajó hasta quedarse de rodillas, y empezó a estimular mi sexo, mientras lo lamía y relamía, y yo ya estaba sumergida en placer. Tanto, que dejaba ir algún gemido, no demasiado chillón pero sí sentido. E intentaba agarrarme a la pared pero no podía y eso me excitaba aún más.

Le pedí que me esposara, y nos quedamos en el mismo sofá. Me sentó y él se puso derecho delante de mí; era evidente. Yo, inevitablemente, empecé a jugar y estimular su sexo. Estaba ardiendo y sabía muy bien. Me gustaba deslizarme sobre ese tronco tan sensible pero morboso a la vez. Y succionaba, y hacia pequeños mordisquitos y volvía a lamerlo. Subía y bajaba, mientras él guiaba el ritmo de la introducción de su sexo en mi boca. Adelante, atrás, adelante, atrás, y mientras iba jugando con las diferentes formas de hacerle sentir placer. Él soltaba suspiros y cuando se iba acercando más el final, dejaba ir algún que otro gemido. Hasta que toda mi boca quedó plagada por su eyaculación. Me relamí los labios y le sonreí, mientras él se sentaba a mi lado del sofá, con cara de derrotado.

Pero lo mejor de todo es que, el juego aun no había terminado…