Y se armó el trio.

Por fin tenía a mi Elena como había soñado por largo tiempo. Emputesida, regalando sus nalgas a un desconocido...

Desde hacía tiempo que Elena y yo no salíamos juntos. Ese día convencimos a una amiga de que se quedara con nuestro hijo para ir de antro y disfrutar como solíamos hacer antaño.

Para salir ella se puso un blusón largo, unos ajustados mayones, tacones altos y maquillaje ligero que la hacían lucir juvenil y hermosa. Una vez fuera de la casa la convencí de cambiar de plan y nos dirigimos a un bar que se encuentra relativamente cerca de casa. El ambiente del bar es mucho más relajado, se puede platicar y también hay una pequeña pista de baile. Es un lugar más bien para personas como nosotros, entre los 30 y 40 años, elegante. En realidad yo la convencí de ir ahí porque  tenía planes mucho más eróticos para esa noche…

Yo sabía que a Elena no le desagradaba la idea de estar con otro tipo. De hecho era una fantasía recurrente. Lo habíamos platicado ad nauseam …solo que a la hora de dar el paso definitivo le temblaban las piernitas y terminábamos por posponerlo una y otra vez. Por esa razón unas semanas antes, a través de  internet, había publicado un aviso de que se buscaba joven para trío; añadí además una foto de ella en traje de baño para incitar a los machos jariosos en busca de acción. Debo decir que Elena tiene 30 añitos recién cumplidos y muy bien llevados. Es morena clara, de cabello corto, lacio y negro. Tiene unos grandes ojos avellanados, cejas pobladas y sonrisa fácil. Mide 1.64 m. de estatura, delgada, con unos excelentes pechos copa B, largas y delgadas piernas y un culito paradito. Es bastante atractiva.

Las respuestas de los apuntados llovieron a raudales, pero yo no iba a entregar a mi Elena a cualquier tiparraco calenturiento. Eso era solo el inicio del proceso de selección. Respondí a cada uno de ellos. Les comuniqué las características necesarias, es decir, los gustos de Elena: Jóvenes de 25 a 35 años, delgados, atléticos, de entre 1.65 a 1.75 de estatura, de preferencia piel blanca (aunque no necesariamente) y mis condiciones: con estudios universitarios, cultos, caballerosos…En fin que esto solo para descartar a los vejetes raboverdes, a los panzones, a los flacuchos y a los vulgares. Para no hacer el cuento largo, después de múltiples intercambios de correo, que me permitieron atisbar un poco en el modo de ser y pensar, me quedé con tres candidatos que sabía que a ella le gustarían. Poco después me cité en un bar con el elegido, al que llamaré Rubén. Ahí acordamos la fecha, y los detalles bajo los cuales se llevaría a cabo el encuentro.   La decisión fue que ella no se enterara de lo que iba a pasar, sino más bien hacerlo pasar por algo casual, forzar la situación para que pareciera que las cosas se dieron.

El plan básico fue el siguiente: Para ese sábado ella y yo llegaríamos al lugar acordado alrededor de cierta hora, para ahí iniciar una velada de lo más normal entre nosotros, donde no faltara el alcohol por supuesto, Rubén llegaría por su cuenta, y cuando ya estuviéramos entonados se acercaría a nuestra mesa, fingiría ser un antiguo compañero de escuela, que se fue del pueblo y al que no había vuelto a ver desde entonces.

Así lo hicimos, Elena y yo llegamos, nos instalamos en una mesa, tomamos una botana ligera e iniciamos la noche con cerveza…llevábamos unas cuatro cada uno cuando Rubén se acercó tal como lo acordamos. Se sentó con nosotros y pedimos una botella de tequila. Mientras platicábamos él no le quitaba la mirada de encima a ella, quien solo se cohibía y trataba de seguir la charla. Después el me preguntó si la podía sacar a bailar. Tal como acordamos, durante el baile el comenzó a decirle que yo era muy afortunado, que ella era muy hermosa…cosas por el estilo. Cuando volvieron a la mesa, la saque a bailar yo. Ahí, picaronamente me confesó que mi “amigo” le estaba coqueteando, le pregunté si le molestaba y me dijo que no, me preguntó ella si a mí me molestaba y, obvio, le dije que no. Comencé a retarla para le siguiera el juego. Regresamos a la mesa, ella se disculpó para ir al baño. Entonces comentamos como iban las cosas Rubén y yo. Le dije que mientras bailaran se le repegara, le diera arrimones y que disimuladamente le rozara los pechos y las nalgas, sin ser tan evidente o ella se sentiría incómoda. Apenas regresó Elena le dimos de tomar más tequila. Ella ya estaba bastante risueña y desinhibida, señal de que el alcohol estaba haciendo su trabajo. Rubén la invitó a bailar otra vez, ella y yo intercambiamos miradas…ella ya se había enganchado. Durante el baile noté como se coqueteaban mutuamente, como él la atraía hacia si tocando con su paquete el traserito de mi esposa, ella se dejaba hacer y de vez en cuando me volteaba a ver para saber si yo observaba lo que ocurría. ¡El ambiente ya estaba lo suficientemente caliente para pasar al siguiente nivel!

Cuando volvieron a la mesa Rubén sugirió que lo acompañáramos a su habitación de hotel, que ahí podíamos continuar la fiesta más a gusto. Intercambiamos miradas Elena y yo y asentimos mutuamente. Antes de salir nos reunimos Rubén y yo en el baño. Ahí acordamos que en lo que llegábamos a la habitación él le metería mano a discreción, fingiendo que lo hacía a escondidas mías y veríamos su reacción.

Mientras salíamos, Rubén le toco el trasero descaradamente, mientras ella estaba de espaldas, ella volteo y no supo si había sido yo o él…no dijo nada. En el ascensor yo comencé a besarla apasionadamente, ella le daba la espalda y Rubén comenzó a acariciar sus piernas desde atrás y comenzó a subir lentamente hasta acariciar sus nalguitas directamente. Elena no solo se dejaba sino que se le notaba cada vez más excitada.

Finalmente llegamos a la habitación. Ahí el sacó otra botella de tequila. Elena ya estaba alcoholizada, sin embargo nos la arreglamos para hacerla tomar más mediante el clásico juego de la botella. Como ya estaba medio ebria no notaba que le hacíamos trampa descarada. Además de tomar caballitos de puro tequila debía hacer castigos. El primero en castigarla fui yo; debía hacernos un baile sensual, sin quitarse nada para comenzar. Después perdió Rubén, de castigo le puse que hiciera 20 lagartijas con mi esposa debajo de él en posición de 69. El no hiso el menor esfuerzo por evitar tocar la cara de Elena con su abultado y evidentemente erecto paquete, mientras que con su cara tocaba la zona púbica de ella…el ambiente iba subiendo de tono. Después volvió a perder Elena pero ahora Rubén la castigaría. El decidió que Elena debía elegir entre mostrar los pechos o su pubis. Ella optó por mostrar los pechos…Rubén no resistió y le dio un ligero apretoncito a su pecho desnudo, a lo que Elena solo respondió con una sonrisa de complicidad…esto estaba muy candente.

Volvió a perder Elena, yo la castigué, debía hacerle un baile sensual a Rubén pero ahora debía quedarse únicamente con su tanga puesta, prácticamente debía bailarle desnuda. Ella dudó un instante, pero tras echarse su tequila se armó de valor, comenzó a mover sus caderas, a acariciarse el cuerpo mientras se dirigía al lugar en el Rubén estaba sentado. Ahí lo colocó entre sus piernas y se despojó del blusón, se dio la vuelta mientras prácticamente se le sentó en las piernas, él desabrochó su brassiere y Elena se despojo del mismo. Rubén llevó sus manos a los pechos desnudos de ella, los acarició con suavidad, Elena se dejaba tocar como si fuera una autentica putita. Se levantó y lentamente bajó sus mayones hasta la altura de sus muslos, dejando su culo en tanga a merced de Rubén, que inmediatamente comenzó a acariciarlo, ella se inclinó hacia el frente para bajarlos completamente y Rubén comenzó a pasarle la lengua por las nalgas mientras que una de sus manos se dirigió a su pubis y le acariciaba la vulva por sobre su delgada tanga.

Yo ya no aguante más ver estas escenas sin participar, así que me acerqué a Elena y le comencé a mamar las tetas. La llevamos a la cama y ahí acostada boca arriba, mientras yo la besaba y estrujaba sus chichitas, Rubén la despojó de la tanga, a lo que ella dócilmente coopero juntando y levantando sus piernitas, mismas que después el abrió y comenzó a mamar su bizcochito. La imagen de ver a mi Elena completamente desnuda con sus piernas abiertas y su almejita siendo devorada por un completo extraño, mientras yo me encargaba de sus tetas quedará grabada en mi mente para siempre.

Después de mamar por un buen rato, Rubén se desnudó por completo, se colocó un condón y dirigió la punta de su verga a la entrada de la vagina de Elena, después de un solo empujón se la hundió hasta los huevos, lo que arrancó un gemido y contracción de todo el cuerpo de ella. Yo seguí mamando sus tetas mientras Rubén iniciaba un frenético mete-saca que arrancaba gemiditos de placer a Elena que estaba completamente excitada y fuera de sí. Comenzó a hablar sucio. Me decía cosas como “mira como me cogen”, “¿te gusta cómo me dejo coger por otro?” “mira lo puta que soy”. Eso me prendió aún más.

Y en eso llegó su primer orgasmo de la noche. Sus gemidos y estertores se prolongaron por largo rato, mientras Rubén disminuía el ritmo de sus embestidas. Una vez recuperada Rubén la giró en posición de perrito y desde atrás comenzó a bombearla con fuerza, ella gemía y disfrutaba como loca. Y mientras Rubén la embestía ella comenzó a mamarme la verga. Por fin tenía a mi Elena como había soñado por largo tiempo. Emputesida, regalando sus nalgas a un desconocido, mientras me daba placer a mí también. De vez en cuando ella me masturbaba con su mano mientras seguía hablando como una vulgar callejera. Rubén aderezaba sus embestidas con fuertes nalgadas ocasionales, que encendían más a mi Elena. Rubén también comenzó a tratarla como la puta que para  el de hecho era. Le jalaba el cabello para besarla en la boca, le llamaba puta, zorra y demás linduras por el estilo. Pero a Elena no le importaba, más se encendía, más mamaba de mi pene, como si quisiera engullirlo para siempre. Me preguntaba, con la mirada encendida, si me gustaba que fuera una zorra…

Después de un rato en esa posición ella exigió su derecho a cabalgar, por lo que Rubén se acostó de espaldas y ella lo montó, tomó su verga y la acomodó en la entrada de su cuevita del placer, y de un solo sentón se la encajó en lo más profundo, acción de la que, desde atrás no perdí detalle. Me encantó mirar desde sus espaldas como metía y sacaba ese tremendo pedazo de carne por su húmedo y dilatado bizcocho, hasta ese momento solamente penetrado por mí. En esa posición Elena sabe cómo conseguir su placer, por lo que su segundo orgasmo no se hiso esperar. Parecía más intenso incluso que el primero, estuvo gimiendo y temblando largo rato.

Cuando regresó la calma a ella, pidió ser cogida por mí. Por lo que se tumbó boca arriba en la cama y abrió sus piernas a todo lo que dan. Yo no me hice del rogar, por lo que dirigí mi verga a punto de estallar a la entrada de su dilatado y chorreante chochito y sin ningún esfuerzo la penetré en su totalidad. Yo estaba a punto de estallar después de tantas escenas candentes, hasta ese momento solo vistas en películas.

Rubén se deshizo del condón y se masturbaba con fuerza. Desde su posición Elena le hiso señas de que se acercara, tomo su verga en sus manos y para mi sorpresa la introdujo en su boca. Primero solo el glande, pero después de unas ligeras chupaditas ahí, se la introdujo casi en su totalidad y comenzó a darle una mamada en toda la extensión de la palabra, como ella sabe hacerlo, masturbando con la mano mientras introducía la mayor parte en la ensalivada boca, para después hacer lentamente el viaje hacia la punta una y otra vez, succionando con suavidad. Yo no lo podía creer. En nuestras charlas, Elena siempre me había dicho que no sería capaz de mamársela a otro, que eso era algo muy personal, que solo yo era digno de ese placer…y ahora Rubén estaba recibiendo ese placer, y ella ponía verdadero esmero en complacerlo. No tardó mucho Rubén en anunciar que se venía. Yo pensé que Elena terminaría el trabajo a mano, pero no. Cuando el orgasmo de Rubén era inminente, ella aceleró el ritmo de succión y recibió en su boquita la abundante descarga y sin pensárselo ni asquearse nada, deglutió el espeso semen de Rubén, que se retorcía de placer sin dar crédito a lo que estaba experimentando. Elena no se conformó con las abundantes descargas. Siguió exprimiendo con la mano el ancho pene de Rubén, mientras con lengüetadas lamía las gruesas gotas que lograba sacar, al tiempo que alternaba miradas hacia Rubén y hacia mí, no sé si buscando aprobación o para encendernos más. Esto era demasiado para una sola noche y sin poder resistir más descargué abundantes chorros de semen en el chochito de mi Elena, al tiempo que ella alcanzaba su tercer y último orgasmo de la noche.

Después de tanta y tan intensa acción, los tres, sudorosos y jadeantes, nos dejamos caer a la cama, agotados, exhaustos…Nos quedamos dormidos en un abrazo colectivo en el que Elena era el jamón del sándwich.

No sé cuánto tiempo estuve dormido, pero cuando desperté los primeros rayos de sol de la mañana comenzaban a aparecer, Elena y Rubén continuaban aún profundamente dormidos. Me levante cuidadosamente y estuve observando la escena por unos instantes. La cama totalmente revuelta, nuestra ropa aventada descuidadamente por toda la habitación. Rubén y Elena completamente desnudos, él la abrazaba por la espalda.

Cuando fantaseaba con compartir a mi querida esposa, siempre me pregunté, en lo más profundo de mí ser, como sería el instante posterior a la consumación del acto. Ese momento en el que, pasada la excitación, podría llegar la cruda moral y el arrepentirme para siempre de lo sucedido. Ese momento había llegado y ahora estaba aquí contemplando la escena. Y recordando lo sucedido, se me empezó a parar.


Señores, esta historia es ficticia per espero convertirla en realidad. Interesados escríbanme a zzoorroo1@hotmail.com