¿Y que pasa?
Y poco a poco te das cuenta de que tu vida y la de esa persona se alejan más y más. Porque sabes que de su parte no existe el mismo interés que el tuyo. Sabes que lo que dice o hace, es porque es cordial y amigable.
¿Y qué pasa, si todo lo crees sentir, no es amor, cómo lo distingues de una obsesión? Por que duele, duele en el fondo, creer tener la certeza de que tal vez, lo que creas sentir por esa persona, no sea amor, que eso que te hace sentir te lo has imaginado, que todas esa cosas que te dice, tu las ves con otros ojos, y que tal vez esa persona no lo hace intencionalmente.
¿Qué pasa si todo es parte de una mala jugada del subconsciente?
¿Qué pasa si te das cuenta de que pudiste haber evitado todo ese dolor?
¿Qué pasa si te das cuenta que solo es un enamoramiento fugaz, y sufres por algo que no pasará ni en un millón de años?
¿Qué hacer con el dolor? ¿Dónde se guarda?
El simple hecho de tener tus posibilidades claras, la certeza de que no pasara NADA. Duele, pero aun así sigues ahí, esperando a que algo pase. Esperando una señal que nunca va a llegar. Y poco a poco te das cuenta de que tu vida y la de esa persona se alejan más y más. Porque sabes que de su parte no existe el mismo interés que el tuyo. Sabes que lo que dice o hace, es porque es cordial y amigable.
Tal vez sean las ganas de sentir algo bonito, indestructible, real, duradero lo que te hace creer que sientes algo por esa persona; tal vez eres tú mismo siendo masoquista, te obligas a sufrir, para así saber que aún hay algo en tu interior, para saber que aún quieres encontrar a alguien con quien compartir un corazón. Porque quieres que alguien ilumine todas las partes que fueron oscureciendo poco a poco dentro de ti. Porque quieres entregarle a alguien tu corazón, porque ya no sabes qué hacer con él.
Es algo que te enloquece, y esa es la peor parte. Pensar en esa persona, día tras día, noche tras noche. Con la esperanza de que, esa persona, también piense en ti aunque sea un segundo.
No sabes si tu cordura volverá, ¿Cuánto tardará? ¿Cuánto más podrás soportar, sabiendo que nada pasará, que no cambiará nada entre ustedes?
Hay dos opciones:
Decides esperar para ver si se te pasa ese “amor” que crees sentir, para darte cuenta de que tu misión en su vida era brindarle tu amistad incondicional. O decides esperar para darte cuenta de que “su relación” no pasará de la cordialidad y algunas risas, y tal vez, sólo tal vez, tomes la decisión de olvidarte de ese amor, de arrancar de ti cualquier sentimiento que pudiste haber tenido por esa persona.
Algo dentro de ti se va deteriorando más y más. Te destruye toda esperanza.
Sí, aún sientes algo, pero ese algo duele y duele mucho. ¿Y entonces? ¿Qué harás? Decides dejar de sentir, decides dejar de emocionarte cuando te escribe, decides que ya su sonrisa no te moverá célula alguna de tu cuerpo, decides que su presencia ya no te alterará, decides que no quieres sufrir por algo que de antemano sabes que está perdido, decides incluso, que te gustaría odiar a esa persona, pero no puedes porque no tienes la culpa de nada, decides que debes alejarte y dejar las cosas como están, decides no “congeniar” más de lo necesario, porque sabes que dolerá, te dolerá hasta el tuétano cada cosa que haga o diga y que no tenga nada que ver contigo.
A veces te preguntaras ¿Por qué es amable conmigo? No lo sé, te responderás a ti mismo. Supones que es porque es amable por naturaleza, respeta a las personas. Pero también supones que hay algo detrás de ese trato que de la noche a la mañana decidió proyectar hacia ti, y en base a ese pensamiento te creas un mundo de ilusiones que te encantan, que te hacen feliz. Pero luego tu realidad toca la puerta, y toca fuerte.
Te gustaría decepcionarla, mostrar esa parte de ti que usas para alejar a alguien, te vuelves lo opuesto a lo que has reflejado ser. Te gustaría que se alejara, pero no por ella, sino por ti, porque hasta en eso te marca esa persona, te vuelve egoísta. Y como ya tienes claro que no sucederá nada, prefieres alejarte, porque si no lo haces sufrirás, te dolerá, incluso en rincones del alma que ni siquiera sabías que existían.