¿y porque no? con un hombre de color
Estamos en una discoteca salsera, EL CUBALIBRE. Voy a vivir una experiencia fantastica con un hombre de color y mi marido
Estamos en una discoteca salsera, “EL CUBALIBRE”. De momento bailamos y bebemos, necesito estar un poco mareadilla para superar este reto. Juzgamos a los hombres presentes pero son las dos de la mañana y no tenemos candidatos, aun que hay un hombre que nos mira bailar con insistencia, sentado en una mesa acompañado de un par de amigos. En la penumbra parece guapo pero tiene un defecto para mí: es negro, y a pesar de admirar algunos bellezón negros no consigo hacerme a la idea de tener uno en mis brazos. Estamos sentados, hablando y descansando, cuando este mismo chico se acerca, se disculpa por si molesta, nos felicita por nuestra técnica de baile y pregunta a Stone si puede invitarme a bailar, me mira y añade, por supuesto si le apetece a usted. Es muy elegante y atractivo, no es negro del todo, más bien color café y tiene una mirada cautivadora azul celeste. Miro a Stone, se encoge de hombros, la cabeza ladeada, los labios apretados en una línea recta y el ceño fruncido, me hace entender que la decisión es mía. Acepto la invitación, el hombre me tiende una mano. Un poco tensa me levanto y nos dirigimos hacia la pista. Bailamos una salsa, me sorprende por su delicadeza, me lleva de maravilla. Se acaba la salsa, empieza una bachata, sus brazos me liberan, se dispone a reconducirme hacia Stone pero me apetece seguir, le indico por mi postura que quiero bailar la bachata. Se comporta como un “gentleman”, en ningún momento intenta seducirme, bailamos bajo la mirada tranquila de Stone. Me apetece hablar con él y le invito a una copa. El caballero me conduce hasta los sofás donde Stone le invita a sentarse.
Se presenta:
-Me llamo Amadeus y soy de nacionalidad francesa (que casualidad). Su madre es sueca, rubia de piel blanca. Lo único que ha heredado de ella son sus ojos azules y quizás su buen humor, nos dice. Su padre es africano de Costa de Marfil, ex internacional de baloncesto. Él, es profesor de Historia en Madrid, ha venido este fin de semana a Alicante para asistir a un congreso de historia. Le echo a próximamente 32 años, parece respetuoso y muy educado. Antes de irse nos da las gracias por la copa, nos dice que ha venido con dos amigos, que tiene que estar un poco con ellos pero si nos apetece, luego volverá para devolvernos la invitación.
Pregunto a Stone:
-¿Cómo lo ves?
-Me parece correcto, refinado y… bastante guapo, pero…
¿Qué pasa con su color de piel?
-No es negro, le respondo, es color café oscuro y tiene rasgos Europeos, al final no me disgusta. Le cuento como se comportó bailando y eso acaba por ganarle.
Decidimos invitarle a una última copa en casa. Me pongo muy nerviosa, no sé si va a aceptar. Amadeus vuelve con tres copas, seguimos hablando, es un hombre instruido, apasionado por la historia, pero muy humilde en su discurso. Son las tres de la mañana, ahora estoy lo suficientemente mareada. Miro a Stone, los ojos medio cerrados, no estoy segura de lo que quiero, ¡Que decida él! Lentamente su ojo izquierdo se cierra en un guiño de aprobación, el tampoco está seguro, pero se atreve.
¡Adelante Tsumi! Mis pensamientos se disparan balbuceo mirándole a los ojos:
-¿Amadeus, te apetece acompañarnos a tomar una copa en casa?
Frunce el entrecejo y me responde con una sonrisa que lleva las comisuras de su generosa boca hasta la mitad de sus mejillas:
-¡Con mucho gusto!
Esta sencilla frase me provoca un escalofrío que despierta en mí una majestuosa libido.
Vamos de camino para allá, Amadeus nos sigue con su coche, Stone conduce el nuestro. Miro la carretera apretando su mano, la cabeza reposada sobre su hombro, la mirada en el infinito. Llegamos a casa, estamos los tres un poco mareados y tenemos la risa floja:
-¡Shhh! Los vecinos duermen, les murmuro riéndome. Me cuesta un huevo encontrar la cerradura, al tercero intento lo consigo, por fin entramos en casa. A penas adentro les digo:
-¡Voy a tomar una ducha!
En dos segundos tiro mi ropa delante ellos y corro desnuda hasta el cuarto de baño. Un minuto después Stone entra conmigo en la ducha, me estrecha y me abraza.
Le susurro al oído un “te quiero” que me salé del corazón.
| Me contesta con un “je t´aime” que me llega al corazón. |
A los cinco segundos llega Amadeus, desnudo también.
¡Wow! Un metro setenta y cinco de fibra y una prolongación espantosa. Le abro la puerta, entra con nosotros, su pene triplica el de Stone. Con jabón en mis palmas, cojo los dos miembros tiesos, les masturbo muy despacio. Las cuatro manos me enjabonan, del cuello hasta los pies. Me dejo sobar vibrando de placer. Stone me excita con su pulgar en el clítoris, mientras dos dedos, el anular y el corazón me penetran. Amadeus masajea y besa mis pies. Dejo caer agua sobre nosotros deleitando este momento idílico. Mi primer orgasmo no se hace esperar, me corro mientras la lengua de Amadeus chupetea mi ano.
Ya estoy totalmente relajada, hago planes en mi cabeza, abandono los dos erecciones hinchadas, enciendo el grifo y nos enjuagamos. El agua me despeja, quiero champán. Salgo la primera, cojo tres pareos del armario del baño, les doy uno a cada uno, ato el mío como los chicos, a la cintura y nos vamos medio secos hacia la terraza. Cojo un cigarro, lo enciendo y me apoyo en la balaustrada, mirando el mar calmado y reposado después de un día de tormenta. Hace mucho calor. Stone abre el champán, Amadeus se acerca por detrás, me envuelve con los brazos, sus manos palpan mis senos, sus dedos suavemente pellizcan mis pezones endurecidos después de la ducha cariñosa.
-¡Preciosos! Me susurra a la oreja, con sólo 25 años mi novia los tiene operados. Los tenía pequeños y soñaba con tetas grandes, pero te aseguro que no son tan sensuales y excitantes como los tuyos.
Este detalle me acelera el corazón, giro la cara hacia él, la boca entre abierta, se inclina, pega sus labios sobre los míos, su lengua cruza mis dientes y viene a acariciar la mía. Esta tierna, muy dulce, la disfruto como un caramelo en mi boca. Resiento el contacto de su pecho como si miles de agujas picoteaban mi espalda, me estremezco.
-¡El champán está servido! Nos manifiesta Stone. Lo noto celosillo, pero decidido en seguir visto su erección a la horizontal, bajo su pareo. Amadeus hace un brindis:
-¡Por vosotros!
Le contesto:
-¡Por nosotros!
¡Chin, chin! Bebo mi copa de un trago, me quito el pareo y arranco el de ellos. La mezcla de las copas, ron coca cola de la discoteca con el champán ahora, me da alas. Les empujo hacia el sofá donde caen sentados al lado, el uno del otro. Me pongo de rodillas, miro los dos miembros erectos y viriles. Acerco la mano izquierda al mío que adoro, bueno el de mi marido, es lo mismo, lo envuelvo pausadamente, está ardiendo, con la otra mano envuelvo en parte el desmesurado, mis finos dedos parecen minúsculos comparados con la fogosa erección. Masturbo lentamente el pene de Amadeus, mientras mamo el de Stone que gimotea de placer. A cada aspiración su sexo desaparece entre mis labios y se hunde en mi boca. Lo disfruto siempre como el mejor de los postres, me encanta. A mi derecha un poco de semen caliente cae entre mis dedos. Sigo sobando con la mano el de Stone, acerco la lengua al de color café, lamo el semen fluyendo de su extremidad, con la boca grande abierta. Lo aspiro hasta que choque con el nacimiento de mi garganta, jadea mirándome chuparlo. Le sigo masturbando con la mano, vuelvo al mío, extiendo la miel que se escapa de su punta encima del pene hinchado, Stone hace un enorme esfuerzo para contener su eyaculación, lo mantengo así, al límite. Regreso al grandioso, le hago el mismo tratamiento, sus manos entran en mi cabello para presionarme sobre su erección, el líquido caliente y salado rebosa sobre mi lengua.
Ahora necesito sentirles en mí. Me levanto, me siento de rodillas encima del miembro impaciente de Stone, lo guio entre mis piernas, me perfora de un golpe, me encanta, siento sus latidos en mi, chupo su lengua, le estoy agradecida, me hace feliz. Lo excito un poco más moviendo el culo, él me soba las tetas bajo la mirada envidiosa de Amadeus. Me retiro lentamente, doy un pasito a la derecha, estoy encima del aparato fascinante, angustioso tal vez, pero muy tentador. Me dispongo a bajar encima de él cuando de repente, Amadeus empalma mis nalgas con sus grandes manos y empuja mi sexo hacia su boca. Su lengua empieza a lamerme, entra en mi, comienzo a sentir espasmos y mis gemidos son imparables, miro a Stone.
¡Ay! Tiene un bajón, creo que lo que está viendo no le gusta, empujo la cabeza de Amadeus para atrás, su boca esta empapada de mi esencia íntima, me dejo caer armónicamente encima de la tremenda erección, sin quitar el ojo del hombre de mi vida. Nos miramos, al más mínimo signo de agobio por su parte tendré que poner fin a esta fiesta. Sigo bajando hasta sentir la extremidad del viril órgano frotar contra mi vulva humedecida. Milímetro a milímetro lo siento penetrarme, me estiro un poco hacia arriba para que salga, respiro profundamente un par de veces y vuelvo a encajarme. Stone no reacciona, Amadeus se ha dado cuenta de la angustia de Stone y se queda quieto en espera de la evolución del acto. Stone mira la extensión de Amadeus entrar lentamente entre mis piernas. Parece que tiene un gran ataque de celos pero a pesar de la molestia emocional lo noto muy excitado, su pene tenso esta palpitando. Ahora el adorable monstruo roza todo mi espacio interno, jadeo. Stone se levanta, con una mano le acaricio el rostro, me besa la mano, lo que me reconforta exquisitamente. Lo veo recubrir su pene con vaselina y posicionarse detrás de mí. Amadeus, tranquilizado, abre mis nalgas con las manos para despejar el camino hacia mi ano mientras su boca chupa mis pezones. Siento mi favorito entrar con gran delicadeza, despacito, calentando mi orificio anal, “fabuleux”, “exceptionnel”, este momento vale todas las riquezas del mundo. Aprieto la nuca de Amadeus, me mordisquea los pezones, en un galope perfecto intento responder a los empujones de los dos, “c´est feèrique”, nos agarramos, el cielo nos tiende las manos. Empiezo a pellizcar las tetillas de Amadeus, se contorsiona como si le enviase descargas eléctricas a través de sus pezones, de pronto su cuerpo se arquea, le aprieto fuerte los pezones, hasta hacerle daño, su cuerpo empieza a sacudirse, su pene se hincha más y descarga toda su lujuria contenida, siento como si mi cuerpo se partiera en dos con cada estampida en mi interior. Stone me mordisquea la nuca, se excita como un león alterado, perturbado, llega al punto de no retorno y llena mi trasero de su semen blanco con mucho brío. Sus huevos chocan sobre mis nalgas produciendo un estallido híper estimulante que acaba con mi resistencia, los dos penes aún dentro, un orgasmo con mayúscula me convulsiona, una marea espasmódica baja por mi pubis y me libera de una opresión fascinante, celestial. Digo a Stone que lo quiero y caigo en brazos de Amadeus, satisfecha y feliz.
Los tres tumbados en el sofá acabamos el magnum de champán.